sábado, 12 de noviembre de 2016

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-4 (Primer Escrito)


CAPÍTULO CUATRO 
LA REPRESENTACION DE PERSONAJES: 
LAS MIL CARAS DEL EGO 
Un ego que desea algo de otra persona, y cuál ego no lo desea, generalmente representa algún tipo de papel a fin de satisfacer sus "necesidades", trátese de una ganancia material, una sensación de poder o de superioridad, una sensación de ser especial, o algún tipo de gratificación, ya sea física o psicológica. 
Por lo general, las personas no toman conciencia alguna de los personajes a los cuales representan. Son esos personajes. 
Algunos papeles son sutiles; otros son francamente manifiestos, salvo para la persona que los representa. 
Algunos papeles sólo tienen por objeto atraer la atención de los demás. El ego se alimenta de la atención de los demás, la cual es, después de todo, una forma de energía psíquica. 
El ego ignora que la fuente de toda energía está en el interior, de manera que la busca externamente. 
El ego no busca la atención informe de la Presencia, sino alguna forma de atención como el reconocimiento, la alabanza, la admiración, o sencillamente ser notado de alguna manera, lograr que se reconozca su existencia. 
La persona tímida que teme despertar la atención de los demás no carece de ego. Tiene un ego ambivalente que teme y a la vez desea la atención de los demás. 
El temor es que la atención adopte la forma de desaprobación o crítica, es decir, algo que menoscabe su sentido de ser en lugar de engrandecerlo. Así, el temor de recibir atención es mayor que la necesidad de tenerla. La timidez suele ir de la mano con un concepto negativo de uno mismo, la idea de ser inadecuado. Toda noción conceptual del ser (verme a mi mismo de tal o cual manera) es ego, trátese de un concepto predominantemente positivo (soy el mejor) o negativo (no sirvo para nada). 
Detrás de todo concepto positivo de uno mismo está el temor de no ser lo suficientemente bueno. 
Detrás de todo concepto negativo de uno mismo se oculta el deseo de ser el mejor de todos, o mejor que los demás. 
Detrás de la sensación de superioridad del ego seguro de sí mismo y de la necesidad de conservar esa superioridad, está el temor inconsciente a la inferioridad. 
Y al revés, el ego tímido que se siente inferior, tiene un fuerte deseo oculto de ser superior. Muchas personas fluctúan entre la sensación de inferioridad y de superioridad, dependiendo de las situaciones o de las personas con quienes entran en contacto. 
Lo único que usted necesita saber y observar en usted mismo es lo siguiente: cada vez que se sienta superior o inferior a alguien, es problema de su ego. 



MALVADO, VÍCTIMA, AMANTE 
Algunos egos, cuando no logran despertar alabanzas y admiración, se contentan con otras formas de atención y representan los personajes necesarios para obtenerlas. 
Si no consiguen atención positiva, podrían buscar la atención negativa, provocando, por ejemplo, una reacción negativa en otra persona. Algunos niños lo hacen. Se comportan mal para atraer la atención. La representación de papeles negativos adquiere fuerza especialmente cuando el ego se amplifica a causa de un cuerpo de del dolor activo, es decir, por el sufrimiento emocional del pasado que desea renovarse sintiendo más dolor. 
Algunos egos cometen crímenes en aras de la fama. 
Buscan atención haciéndose notorios y provocando la condena de los demás. Su súplica parece ser la de "por favor díganme que existo, que no soy insignificante" . 
Esas formas patológicas del ego son solamente versiones más extremas de los egos normales. 
Uno de los personajes representados con mayor frecuencia es el de la víctima, la cual busca la simpatía, o la compasión, o el interés de los demás por mis problemas, "yo y mi historia". 
La víctima es uno de los componentes de muchos patrones egotistas, como renegar, sentirse ofendido, injuriado, etcétera. Claro está que una vez que nos identificamos con una historia en la cual nos hemos asignado el papel de víctimas, no deseamos que caiga el telón y, por tanto, como todos los terapeutas lo saben, el ego no desea poner fin a sus "problemas" porque son parte de su identidad. 
Si nadie desea escuchar nuestra triste historia, podemos repetírnosla mentalmente una y otra vez para sentir compasión por nosotros mismos y poseer la identidad de una persona maltratada por la vida, por las demás personas, por el destino o por Dios. 
Es una forma de dar definición a la imagen que tenemos de nosotros mismos, de ser alguien, lo cual es lo único que le interesa al ego. En las primeras etapas de muchas supuestas relaciones románticas, es bastante común que las personas representen personajes con el fin de atraer y retener a quien quiera que el ego perciba ha de ser la persona que "me dará felicidad, me hará sentir especial y satisfará todas mis necesidades". 
"Representaré el papel de quien deseas que yo sea, y tú desempeñarás el papel de quien yo deseo que seas". 
Ese es el acuerdo tácito e inconsciente. 
Sin embargo, representar personajes implica un gran esfuerzo que no se puede mantener indefinidamente, en particular después de que se inicia la vida en común. 
¿Qué queda cuando se abandonan los personajes? Infortunadamente, en la mayoría de los casos no queda todavía la verdadera esencia de ese ser sino lo que cubre la verdadera esencia: el ego desnudo privado de sus máscaras, con su cuerpo de dolor y sus frustraciones que ahora se convierten en ira dirigida principalmente contra el cónyuge o la pareja por no haber eliminado el miedo subyacente y la carencia, elementos intrínsecos del sentido egotista del ser. 
En la mayoría de los casos, el llamado "enamoramiento" es una intensificación de los deseos y las necesidades. 
Nos volvemos adictos a otra persona, o mejor, a la imagen que hemos fabricado de ella. 
No tiene nada que ver con el verdadero amor, el cual no conoce la carencia. El español es el idioma más honesto con respecto a las nociones convencionales del amor: te quiero significa a la vez "te deseo" y "te amo", pero ésta última expresión, en la cual no hay esa ambigüedad, rara vez se utiliza, quizás porque el amor verdadero es igualmente escaso. 
DESHACERSE DE LAS DEFINICIONES AUTOIMPUESTAS Cuando las culturas tribales dieron paso a las civilizaciones antiguas se fueron creando determinadas funciones para ciertas personas: gobernante, sacerdote o sacerdotisa, guerrero, campesino, comerciante, artesano, trabajador, etcétera. 
Se desarrolló un sistema de clases. 
La función para la cual generalmente se nacía determinaba la identidad, determinaba lo que era la persona a los ojos de los demás, lo mismo que a sus propios ojos. 
La función se convertía en un personaje, pero no se la reconocía como tal: era la persona misma, o lo que ésta pensaba que era. Solo unos pocos seres de ese tiempo, como Buda o Jesús, reconocieron la absoluta irrelevancia de la casta o la clase social; la vieron como la identificación con la forma y reconocieron que esa identificación con lo condicionado y lo temporal impedía el paso de la luz de la esencia incondicionada y eterna de cada ser humano. 
En el mundo contemporáneo, las estructuras sociales son menos rígidas, menos definidas de lo que eran antes. 
Claro está que aunque la mayoría de las personas todavía están condicionadas por su entorno, ya no son asignadas automáticamente a una función ni a una identidad. 
En efecto, en el mundo moderno cada vez es mayor el número de personas confundidas acerca de su posición, su propósito y hasta de lo que son. 
Generalmente felicito a las personas que me dicen, "Ya no sé ni quién soy». Me miran perplejas y preguntan, «¿acaso está diciendo que es bueno estar confundido?
Entonces les pido que lo investiguen. ¿Qué significa estar confundido? "No saber" no es confusión. 
La confusión es: "no sé, pero debería saber" o "no sé, pero necesito saber". ¿Es posible deshacerse de la idea de que uno debe o necesita saber quién es? En otras palabras, ¿es posible dejar de buscar definiciones conceptuales para sentir que somos? ¿Es posible dejar de buscar una identidad en el pensamiento? ¿Qué le pasa a la confusión cuando nos deshacemos de la idea de que debemos o necesitamos saber quiénes somos? Desaparece súbitamente. 
Cuando aceptamos plenamente que no sabemos, entramos en un estado de paz y claridad más parecido a lo que somos realmente de lo que podría ser el pensamiento. 
Definirse a través del pensamiento es limitarse a sí mismo. PERSONAJES PREDETERMINADOS 
Claro está que en este mundo las personas inteligentes cumplen diferentes funciones. No podría ser de otra manera. 
En lo que respecta a las habilidades intelectuales o físicas como el conocimiento, las destrezas, los talentos y los niveles de energía, hay una gran variedad entre los seres humanos. 
Lo que realmente importa no es la función que cumplimos en este mundo, sino si nos identificamos hasta tal punto con esa función que ella se apodera de nosotros y se convierte en el personaje de un drama que representamos. 
Cuando representamos personajes estamos inconscientes. Cuando reconocemos que estamos representando un personaje, ese simple reconocimiento crea una separación entre nosotros y el personaje. Es el comienzo de la liberación. 
Cuando estamos completamente identificados con un personaje, confundimos un patrón de comportamiento con nuestra verdadera esencia y nos tomamos muy en serio. También asignamos inmediatamente otros papeles a los demás para que concuerden con nuestro personaje. 
Por ejemplo, cuando visitamos a un médico que está completamente identificado con su personaje, no somos para él un ser humano sino un paciente o un caso. 
Aunque las estructuras sociales del mundo contemporáneo son menos rígidas que las de las culturas antiguas, todavía hay muchas funciones predeterminadas o papeles con los cuales la gente se identifica fácilmente y que, por consiguiente, pasan a formar parte del ego. 
Esto hace que las interacciones humanas pierdan autenticidad, se deshumanicen y sean alienantes. 
Estos papeles predeterminados pueden generar una cierta sensación cómoda de identidad pero, en últimas, nos perdemos en ellos. Las funciones que desempeñan las personas en las organizaciones jerárquicas como las fuerzas armadas, la iglesia, las entidades gubernamentales o las grandes corporaciones se prestan fácilmente a convertirse en identidades. 
Es imposible que haya interacciones humanas auténticas cuando las personas se diluyen en sus personajes. 
Podríamos decir que algunos de los papeles predeterminados son los arquetipos sociales. 
Los siguientes serían apenas algunos de ellos: el ama de casa de clase media (no tan prevaleciente como antes, pero todavía generalizado); el macho valiente; la mujer seductora; el artista "inconforme"; una persona "culta" (un papel bastante común en Europa) que hace gala de su conocimiento de la literatura, las bellas artes y la música, de la misma manera que otros podrían alardear de un vestido costoso o un automóvil de lujo. Y está el papel universal del adulto. 
Cuando representamos ese papel nos tomamos muy en serio tanto a la vida como a nosotros mismos. La espontaneidad, la alegría y la despreocupación definitivamente no caracterizan a ese personaje. El movimiento hippie originado en la costa occidental de los Estados Unidos en los años 60 y que más adelante se diseminara por todo el mundo occidental nació del rechazo de muchos jóvenes de los arquetipos sociales, los papeles, los patrones predeterminados de comportamiento y también de las estructuras sociales y económicas egotistas. 
Se rehusaron a representar los papeles que sus padres y la sociedad deseaban imponerles. 
Es importante señalar cómo el movimiento coincidió con los horrores de la guerra de Vietnam donde murieron más de 
57.000 jóvenes estadounidenses y 3 millones de vietnamitas, y a través de la cual fue posible ver palpablemente la demencia del sistema y de la mentalidad subyacente. Mientras que en los años 50 la mayoría de los estadounidenses eran extremadamente conformistas tanto en pensamiento como en conducta, durante los años 60 millones de personas comenzaron a rechazar su identificación con una identidad colectiva conceptual, debido a que pudieron ver claramente la demencia colectiva. El movimiento hippie representó la flexibilización de las estructuras egotistas de la psique humana, las cuales habían sido tan rígidas hasta ese momento. El movimiento como tal se degeneró y desapareció, pero dejó una puerta abierta, y no solamente para quienes formaron parte de él. 
Eso permitió que la antigua sabiduría y espiritualidad de Oriente avanzaran hacia Occidente y desempeñaran un papel fundamental en el despertar de la conciencia global. PERSONAJES TRANSITORIOS 
Cuando estamos lo suficientemente despiertos y conscientes para observar nuestras interacciones con los demás, podemos detectar cambios sutiles en nuestra forma de hablar, nuestra actitud y nuestro comportamiento, dependiendo de la persona a quien tengamos al frente. 
Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en otras personas, pero posteriormente podremos detectarlos en nosotros mismos. La forma como nos dirigimos al presidente de la compañía puede tener diferencias sutiles con la forma como hablamos con el portero. Podemos hablar de manera diferente con un adulto que con un niño. ¡Por qué? 
Porque representamos distintos personajes. No somos nosotros mismos ni cuando nos dirigimos al presidente, o al portero o al niño. Cuando entramos en un almacén para comprar algo, cuando salimos a un restaurante, al banco, a la oficina de correos, representamos unos papeles sociales predeterminados. Nos convertimos en clientes, y hablamos y actuamos como tales. Y recibimos tratamiento de clientes de parte del vendedor o del mesero, quien también estará representando su personaje. 
Hay una serie de patrones de comportamiento condicionado que entran en juego entre dos seres humanos y determinan la naturaleza de su interacción. 
En lugar de que la interacción ocurra entre dos personas, ocurre entre dos imágenes conceptuales. 
Mientras más identificadas estén las personas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación. 
Tenemos una imagen mental no solamente de la otra persona, sino de nosotros mismos, especialmente con respecto a la relación particular entre las dos. Por tanto, no soy yo quien me relaciono con la persona, sino que mi idea de lo que soy yo se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa. La imagen conceptual que la mente fabrica de nosotros mismos se relaciona con su propia creación, es decir, la imagen conceptual fabricada acerca de la otra persona. 
Lo más probable es que la mente de la otra persona haya hecho lo mismo, de tal manera que todas las interacciones egotistas entre dos personas en realidad son interacciones entre cuatro identidades conceptuales fabricadas por la mente, las cuales, en últimas, son ficticias. Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. 
No hay una relación verdadera. 
EL MONJE DE LAS MANOS SUDOROSAS 
Kasan, monje y maestro Zen, debía oficiar durante el funeral de un noble famoso. Mientras esperaba a que llegara el gobernador de la provincia y otras personalidades notables, notó que le sudaban las palmas. 
Al día siguiente reunió a sus discípulos y les confió que todavía no estaba listo para ser un verdadero maestro. 
Explicó que todavía no se consideraba igual a los demás seres humanos, fueran ellos mendigos o reyes. 
Todavía no podía pasar por alto los papeles sociales y las identidades conceptuales y ver la igualdad de todos los seres humanos. Entonces se fue para convertirse en pupilo de otro maestro. Ocho años después regresó donde sus antiguos alumnos ya iluminado. 
LA FELICIDAD DEL PERSONAJE Y LA FELICIDAD VERDADERA 
" ¿Cómo estás?" "Muy bien, no podría estar mejor".
 ¿Falso o verdadero? 
En muchos casos, la felicidad es un papel que representamos mientras que detrás de la fachada feliz hay una gran cantidad de sufrimiento. 
La depresión, las crisis y las reacciones exageradas son comunes cuando la infelicidad se oculta detrás de un rostro sonriente y unos dientes blancos, cuando nos obstinamos en no reconocer esa enorme infelicidad. " Estoy bien" es un papel que el ego suele representar más en los Estados Unidos que en otros países en donde ser y parecer desgraciado es casi la norma y, por consiguiente, más aceptable socialmente. 
Quizás exagere, pero me dicen que en la capital de uno de los países nórdicos puede uno correr el riesgo de ir a la cárcel acusado de ebriedad por el simple hecho de sonreírles a los desconocidos en la calle. 
Si nos sentimos infelices, lo primero que debemos reconocer es esa infelicidad que llevamos dentro. Pero no es cuestión de decir, "Soy infeliz", porque la infelicidad no tiene nada que ver con nuestra esencia. Debemos decir, "Hay infelicidad en mi", y luego proceder a investigarla. 
Es probable que una situación determinada que estemos viviendo tenga relación con la infelicidad. 
Quizás sea necesario tomar medidas para modificar la situación o apartarse de ella. Si no hay nada qué hacer, es preciso enfrentar la situación y decir, "Bueno, así son las cosas en este momento. Puedo aceptarlas o sentirme desgraciado". Nunca es la situación la causa principal de la infelicidad, sino lo que pensamos de ella. Debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos y separarlos de la situación, la cual siempre es normal y siempre es como es. 
Por un lado está la situación o el hecho, y por el otro está lo que pensamos sobre ellos. En lugar de inventar historias, debemos atenernos a los hechos. 
Un ejemplo de una historia es "Estoy arruinado", la cual limita y nos impide tomar medidas eficaces. "Me quedan cincuenta centavos en mi cuenta del banco" es un hecho. 
Adquirimos poder cuando enfrentamos los hechos. 
Debemos reconocer que las emociones que sentimos se derivan en gran medida de las cosas que pensamos. Debemos ver la conexión entre los pensamientos y las emociones. 
En lugar de ser pensamiento y emoción, debemos ser la conciencia que los observa. No debemos buscar la felicidad puesto que no la encontraremos. La búsqueda es la antítesis de la felicidad. La felicidad es evasiva, mientras que podemos liberarnos ya mismo de nuestra infelicidad enfrentándola como es, en lugar de inventar historias sobre ella. 
La infelicidad opaca nuestro estado natural de bienestar y paz interior, fuentes reales de la verdadera felicidad. 
¿SER PADRES: PAPEL O FUNCIÓN? 
Muchos adultos representan personajes cuando hablan con los niños. Utilizan palabras y sonidos ridículos. Le hablan al niño como si fuera inferior y no lo tratan como su igual. 
El hecho de que sepamos más o seamos más grandes transitoriamente no significa que el niño no sea igual a nosotros. 
En algún momento de la vida, la mayoría de los adultos se convierten en padres, uno de los papeles más universales. 
La pregunta más importante es si podemos cumplir la función de ser padres y cumplirla bien, sin identificarnos con esa función, es decir, sin convertirla en un papel dentro del drama. Una parte necesaria de la función de ser padres es satisfacer las necesidades del niño, evitar que corra peligros y, en ocasiones, decirle lo que debe o no hacer. 
Sin embargo, cuando esa función se convierte en identidad, cuando nuestro sentido de ser se deriva totalmente o en gran medida de ella, la función toma precedencia, se engrandece y asume el control. 
Nos excedemos en satisfacer las necesidades del niño, las cuales se convierten en caprichos; exageramos con la protección e interferimos con la necesidad del niño de explorar el mundo y ensayar por sí mismo. 
De decirle lo que debe o no hacer pasamos a controlar y a imponer nuestra voluntad. Es más, la identificación con la función prevalece mucho después de desaparecer las necesidades que dieron lugar a la función de ser padres. 
No podemos dejar de ejercerla cuando ya el niño se convierte en adulto. No podemos deshacernos de la necesidad de ser necesitados por el hijo. Aunque el hijo tenga 40 años, no podemos dejar atrás la noción de "Saber lo que es mejor para ti". 
El padre o la madre continúa representando compulsivamente su papel, de manera que no hay una relación auténtica. 
Los padres se definen con base en esa función y temen inconscientemente perder esa identidad si dejan de ser padres. Cuando se ve frustrado su deseo de controlar o influir sobre las actuaciones de su hijo adulto, como suele suceder, comienzan a criticar o a mostrar su desaprobación, o tratan de hacer que el hijo se sienta culpable, todo en un intento inconsciente por conservar su personaje, su identidad. 
A simple vista parece como si estuvieran preocupados por el hijo, y están convencidos de que así es, pero lo único que les preocupa realmente es conservar la identidad a través de su papel en el drama. 
Todas las motivaciones del ego están encaminadas a engrandecernos y favorecer nuestros intereses y algunas veces las disfrazamos muy bien para que ni siquiera la persona en quien opera el ego las pueda reconocer. 
Un padre o una madre que se identifica con su personaje también puede tratar de realizarse a través de los hijos. 
La necesidad del ego de manipular a los otros para que llenen su constante sentido de carencia la dirigen hacia ellos. 
Si se llevaran a la conciencia y se expresaran los supuestos y las motivaciones inconscientes de los padres, seguramente se oirían así: "Deseo que tú logres lo que yo nunca pude lograr; deseo que seas alguien en el mundo, para que yo también pueda ser alguien a través de ti. No me desilusiones. 
Me he sacrificado por ti. Mi desaprobación tiene por objeto hacerte sentir culpable e incómodo para que finalmente te pliegues a mis deseos. Y sobra decir que yo sé qué es lo mejor para ti. Te amo y te seguiré amando si haces lo que yo sé que te conviene". Cuando traemos a la conciencia esas motivaciones, nos damos cuenta de lo absurdas que son. 
El ego que está detrás de ellas sale a relucir, junto con su disfunción. Algunos padres con quienes he hablado han reaccionado inmediatamente diciendo, "Por Dios, es eso lo que he estado haciendo?" 
Una vez reconocemos lo que hacemos o lo que hemos venido haciendo, reconocemos también su inutilidad, y el patrón inconsciente se disuelve por sí solo. 
La conciencia es el factor de cambio más poderoso de todos. 
Si sus padres están procediendo de esa manera, no les diga que viven en estado de inconciencia y bajo el control del ego porque seguramente con eso aumentara su inconciencia cuando el ego trate de defender su posición. 
Basta con que usted reconozca que el ego está detrás de todo eso y que ellos no son ego. Los patrones egotistas, hasta los más viejos, a veces se disuelven milagrosamente cuando desaparece nuestra oposición interior. 
La oposición solamente los refuerza. 
Pero aunque no sea así, usted podrá aceptar compasivamente el comportamiento de sus padres, sin necesidad de reaccionar al él, es decir, sin personalizarlo. 
También se deben tener en cuenta nuestros propios supuestos o nuestras propias expectativas inconscientes detrás de las reacciones habituales hacia nuestros padres. 
"Mis padres deberían aprobar lo que hago. 
Deberían comprenderme y aceptarme como soy". ¿De veras? ¿Por qué deberían hacerlo? El hecho es que no lo hacen porque no pueden. Su conciencia todavía no ha dado el salto cuántico evolutivo hasta ese nivel de conciencia. 
Todavía no están en capacidad de dejar de identificarse con su papel. "Si., pero no puedo sentirme a gusto y feliz con lo que soy a menos de que tenga la aprobación y la comprensión de mis padres". ¿De veras? ¿Cómo cambiaría su verdadero ser el hecho de que ellos aprueben o desaprueben? 
Todos esos supuestos sin examinar causan muchas emociones negativas, mucha infelicidad innecesaria. 
Manténgase alerta. ¿Cree que algunos de los pensamientos que pasan por su mente son la voz interiorizada de su padre o de su madre que quizás le dice, "No eres lo suficientemente bueno. Nunca llegarás a ser alguien", o algún otro juicio o postura mental? Si hay conciencia en usted, podrá identificar esa voz mental por lo que es: un pensamiento rancio, condicionado por el pasado. Si hay conciencia en usted, ya no tendrá que creer en todos su pensamientos. Es solamente un pensamiento viejo. Conciencia significa Presencia y solamente la Presencia puede disolver el pasado inconsciente. 
Ram Dass decía, " Si te crees muy iluminado, ve y pasa una semana con tus padres". Es un buen consejo. 
La relación con los padres no solamente es la relación primordial que establece el tono para todas las demás relaciones subsiguientes, sino que también es una buena prueba para nuestro grado de presencia. 
Mientras más pasado compartido haya en una relación, más debemos estar presentes; de lo contrario nos veremos obligados a revivir el pasado una y otra vez. 
EL SUFRIMIENTO CONSCIENTE 
Cuando se tienen hijos pequeños, se les debe dar ayuda, orientación y protección en la medida de lo posible, pero lo más importante es darles espacio para ser. 
Los hijos llegan al mundo a través de nosotros, pero no son "nuestros" . La noción de "Sé lo que es mejor para ti" puede ser cierta cuando son muy pequeños, pero mientras más crecen, más pierde validez. 
Mientras mayores sean nuestras expectativas sobre la forma como se desenvolverán sus vidas, más viviremos desde la mente en lugar de estar presentes para ellos. 
Con el tiempo cometerán errores y tendrán sus aflicciones, como todos los seres humanos. En realidad, podrán ser errores solamente desde nuestro punto de vista. 
Lo que vemos como error podría ser exactamente lo que necesitan hacer o experimentar. Debemos darles tanta ayuda y orientación como podamos, pero también en ocasiones debemos permitirles cometer errores, en especial cuando comienzan a entrar en la edad adulta. 
En ocasiones también debemos dejarlos sufrir. 
El sufrimiento puede salir de la nada o puede ser consecuencia de sus propios errores. ¿No sería maravilloso si pudiéramos ahorrarles todo ese sufrimiento? Claro que no. 
No evolucionarían como seres humanos y permanecerían en la superficie, identificados con la forma externa de las cosas. 
El sufrimiento nos ayuda a adentrarnos en nosotros mismos. 
La paradoja es que el sufrimiento se debe a la identificación con la forma pero a la vez erosiona la identificación con la forma. El sufrimiento es, en gran medida, producto del ego, aunque con el tiempo lo destruye, pero solamente hasta tanto se trae el sufrimiento a la conciencia. 
La humanidad está destinada a trascender el sufrimiento, pero no de la manera como piensa el ego. 
Uno de los muchos supuestos erróneos del ego, uno de sus muchos pensamientos ilusorios es " No tendría por qué sufrir". Algunas veces ese pensamiento se transfiere a un ser cercano: "Mi hijo no tendría por qué sufrir". Ese es el pensamiento que se encuentra en la raíz del sufrimiento. 
El propósito del sufrimiento es noble: promover la evolución de la conciencia y consumir al ego. El hombre crucificado es un arquetipo. Representa a todos los hombres y a todas las mujeres. El proceso se hace más lento en la medida en que nos resistimos al sufrimiento porque la resistencia produce más ego al cual consumir. 
Sin embargo, cuando aceptamos el sufrimiento se acelera el proceso gracias al hecho de sufrir conscientemente. 
Podemos aceptar el sufrimiento para nosotros mismos o para alguien más, como un hijo o un progenitor. 
La transmutación ocurre simultáneamente con el sufrimiento consciente. El fuego del sufrimiento se convierte en la luz de la conciencia. El ego dice, "no tengo por qué sufrir", y ése pensamiento acrecienta el sufrimiento. 
Es una distorsión de la verdad, la cual siempre ha sido paradójica. La verdad es que debemos acoger el sufrimiento para poder trascenderlo. 
LA PATERNIDAD Y LA MATERNIDAD CONSCIENTES Muchos hijos abrigan ira y resentimiento hacia sus padres y, muchas veces, la causa es la falta de autenticidad en su relación. El hijo anhela un progenitor que sea un ser humano, no un personaje, independientemente de la meticulosidad con la cual se esté representando al personaje. 
Es probable que como padres hagamos todo lo correcto y lo mejor que podemos por nuestros hijos, pero hacer lo mejor puede no ser suficiente. En efecto, hacer nunca será suficiente si descuidamos el Ser. 
El ego no sabe nada acerca del Ser sino que cree que la salvación final está en el hacer. Cuando somos presa del ego creemos que haciendo más y más finalmente acumularemos suficientes "acciones" para sentirnos completos en algún momento futuro. No es así. 
Solamente nos perderemos en medio de la actividad. 
Toda la civilización se está perdiendo en medio de una actividad que no está anclada en el Ser y, por tanto, es inútil. 
¿Cómo traer el Ser a la vida de una familia ocupada, a la relación con los hijos? 
La clave está en prestarles atención a los hijos. 
Hay dos clases de atención. Una es la basada en la forma. 
Y la otra es la atención informe. 
La atención basada en la forma siempre está conectada de alguna manera con la acción o la evaluación. "¿Hiciste tus tareas? Come. Arregla tu habitación. Cepíllate los dientes. 
Haz esto. Deja de hacer eso. Apúrate, alístate" .
 ¿Qué más debemos hacer ahora? 
Esta pregunta básicamente resume la vida familiar de muchos hogares. Claro está que la atención basada en la forma es necesaria y tiene su lugar, pero si es el único elemento de la relación con el hijo, entonces falta la dimensión vital y el Ser se pierde completamente entre "los apuros del mundo", como dice Jesús. La atención informe es inseparable de la dimensión del Ser. ¿Cómo opera? Al mirar, oír, tocar o ayudar al hijo a hacer esto o aquello, nos mantenemos alertas, quietos, completamente presentes, no deseando otra cosa que no sea ese momento, tal y como es. 
Es así como abrimos espacio para el Ser. 
En ese momento, estando presentes, dejamos de ser padre o madre. Somos la conciencia, la quietud, la Presencia que oye, mira, toca y habla. Somos el Ser detrás de la acción. RECONOCER AL HIJO 
Somos seres humanos. ¿Qué significa eso? Dominar la vida no es cuestión de control sino de encontrar el equilibrio entre nuestra humanidad y nuestro Ser. 
Nuestros personajes y las funciones que cumplimos como ser madre, padre, esposo, esposa, joven o viejo, al igual que todo lo que hacemos, pertenece a la dimensión humana. 
Son cosas que tienen su lugar y a las cuales debemos honrar, pero que no son suficientes para llevar una vida o una relación verdaderamente plena y significativa. 
Lo humano por sí solo nunca es suficiente, independientemente de cuánto nos esforcemos o de todo lo que logremos. 
Por otro lado está el Ser. 
Esta dimensión se encuentra en la presencia quieta y alerta de la Conciencia misma, la Conciencia que somos. 
Lo humano es la forma. El Ser no tiene forma. 
Lo humano y el Ser no están separados sino entretejidos. 
En la dimensión humana, somos incuestionablemente superiores a nuestros hijos. Somos más grandes, más fuertes, sabemos más, podemos hacer más. Si ésa es la única dimensión que conocemos, nos sentimos superiores a nuestros hijos, aunque sea inconcientemente. 
Y hacemos sentir inferiores a nuestros hijos, aunque sea inconcientemente. No hay igualdad entre nosotros y nuestros hijos porque solamente hay forma en la relación y, en la forma es obvio que no podemos ser iguales. 
Podemos amar a nuestros hijos, pero ese amor será solamente humano, es decir, condicional, posesivo, intermitente. 
Somos iguales solamente más allá de la forma, en el Ser; y es solamente cuando encontramos la dimensión sin forma en nuestro interior que puede haber verdadero amor en esa relación. 
La Presencia, nuestro Yo Soy eterno se reconocen en el otro, y ese otro, en este caso el hijo, se siente amado, es decir, reconocido Amar es reconocer en el otro. 
Entonces el carácter "ajeno" del otro se nos revela como una ilusión perteneciente únicamente al ámbito humano, al ámbito de la forma. El ansia de amor de todos los hijos radica en el ansia de ser reconocidos, no en el plano de la forma, sino en el plano del Ser. Si los padres honran solamente la dimensión humana del hijo pero descuidan su Ser, el hijo sentirá que la relación no es plena, que algo verdaderamente vital les hace falta, y acumularán sufrimiento y a veces resentimiento inconsciente contra sus padres. 
" ¿Por qué no me reconoces?" 
Ese parecería ser el clamor del sufrimiento o del resentimiento. Cuando el otro nos reconoce, el reconocimiento trae la dimensión del Ser al mundo de una manera más intensa a través de los dos. 
Ese es el amor que redime al mundo. 
Me he referido a esto concretamente a través de la relación concreta con los hijos, pero es algo que se aplica, como es obvio, a todas las relaciones. 
Se ha dicho que "Dios es amor", pero eso no es absolutamente correcto. Dios es la Única Vida más allá de las incontables formas de vida. El amor implica dualidad: amante y amado, sujeto y objeto. Así, el amor es el reconocimiento de la unicidad en el mundo de la dualidad. 
Ese es el nacimiento de Dios al mundo de la forma. 
El amor hace que el mundo sea menos mundano, menos denso, más transparente a la dimensión divina, la luz de la conciencia misma. 
RENUNCIAR A REPRESENTAR PERSONAJES 
Una lección esencial sobre el arte de vivir que todos debemos aprender es a hacer lo que las situaciones nos exigen sin que por ello nos convirtamos en un personaje con el cual identificarnos. 
El poder de lo que hacemos se intensifica si actuamos por la acción misma en lugar de hacerlo como medio para proteger, engrandecer o satisfacer nuestra identidad. 
Cada personaje es una noción ficticia del ser y sirve para personalizarlo, corromperlo y distorsionarlo todo a causa del "pequeño yo" fabricado por la mente y del personaje en cuestión. 
La mayoría de las personas que ocupan posiciones de poder en este mundo como los políticos, las celebridades de la televisión, los líderes de empresa y también los líderes religiosos, se identifican totalmente con su papel, salvo por algunas excepciones notables. 
Podrán ser personajes vip pero nos son más que actores inconscientes en el drama del ego, un drama que parece supremamente importante pero que, en últimas, carece de todo propósito. 
Según las palabras de Shakespeare, es una "historia contada por un tonto, llena de sonido y furia, pero carente de significado".
1 Es sorprendente saber que Shakespeare llegó a esa conclusión sin tener el beneficio de la televisión. Si el drama del ego tiene algún propósito, éste es indirecto: crear cada vez más sufrimiento en el planeta, el cual finalmente destruye el ego, pese a ser creado por el. 
Es el fuego en el cual se consume a sí mismo el ego. 
En un mundo lleno de personajes que representan un drama, las pocas personas que no proyectan una imagen fabricada por la mente (y las hay incluso en la televisión, los medios y el mundo de los negocios) sino que funcionan desde la esencia profunda de su Ser, que no aparentan ser más de lo que son sino que son ellas mismas, se destacan como personas notables y son las únicas que logran dejar una verdadera huella en este mundo. Son las portadoras de la nueva conciencia. 
Imprimen gran poder a todo lo que hacen porque están en armonía con el propósito del todo. 
Sin embargo, su influencia va mucho más allá de lo que hacen, mucho más allá de su función. Su simple presencia sencilla, natural, discreta, ejerce un efecto de transformación sobre todas las personas con quienes entran en contacto. 
Cuando no representamos papeles, no hay ego en lo que hacemos. 
No hay un propósito oculto: protegernos o fortalecernos. 
El resultado es que nuestros actos ejercen un poder mucho mayor. Nos concentramos totalmente en la situación. 
Somos uno con ella. No tratamos de ser alguien en particular. Cuando somos totalmente nosotros mismos, nuestros actos son más poderosos y eficaces. Pero no debemos esforzarnos por ser nosotros mismos. Ese es otro papel. 
Se llama " mi yo natural y espontáneo" . 
Tan pronto como nos esforzamos por ser esto o aquello, asumimos un personaje. El consejo de "Sé tu mismo" es bueno, pero también puede ser engañoso. 
La mente intervendrá para decir, "Veamos, ¿cómo puedo ser yo mismo?" Entonces la mente desarrolla algún tipo de estrategia: "De cómo ser yo mismo". Otro personaje. 
En realidad, la pregunta de "¿Cómo puedo ser yo mismo?" es incorrecta. Implica que debemos hacer algo para ser nosotros mismos. Pero el cómo no es válido porque ya somos nosotros mismos. Debemos dejar de añadir carga a lo que ya somos. "Pero no sé quién soy. No sé lo que significa ser yo mismo" . Cuando logramos sentirnos totalmente a gusto con el hecho de no saber quiénes somos, entonces lo que queda es lo que somos: el Ser detrás del humano, un campo de potencialidad pura en lugar de algo ya definido. 
Decídase a renunciar a definirse, ante usted mismo y ante los demás. No perecerá. Vivirá. 
Y no se preocupe por la manera como los demás lo definen. Cuando lo definen, ellos se limitan, de manera que ése es problema de ellos. Cuando se relacione con la gente, no asuma principalmente un papel o un personaje. 
Sea solamente un campo de Presencia consciente. 
¿Por qué el ego representa personajes? 
A causa de un supuesto sin examinar, de un error fundamental, de un pensamiento inconsciente. 
Ese pensamiento es: no soy suficiente. 
De allí se desprenden otros pensamientos inconscientes: debo representar un papel a fin de obtener lo que necesito para estar completo; debo conseguir más a fin de poder ser más. 
Pero es imposible ser más de lo que somos porque detrás de nuestra forma física y psicológica somos uno con la Vida misma, uno con el Ser. 
En la forma siempre hay seres inferiores y superiores a alguien. En esencia, no somos ni inferiores ni superiores a nadie. 
El verdadero amor propio y la verdadera humildad son producto de ese reconocimiento. 
A los ojos del ego, el amor propio y la humildad son contradictorios. Pero en verdad son la misma cosa. 
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