domingo, 6 de noviembre de 2016

Libro Contando con tu Alma (Eric Rolf) Capitulo-7



MENTE-Capitulo 7 (NUMERO 7)
El 7, 8 y 9 forman el último triángulo, el del desapego y simbolizan el tránsito de la mente al silencio (7), del poder a la transmutación (8) y de la celebración al desapego (9) respectivamente. 
“La mente del 7 le conduce por el camino de la lógica hasta que llega al precipicio. 
El salto que debe realizar es lo que llamamos trascendencia, el paso de la razón al corazón. 
A través de ese salto puede ver el mundo como la metáfora de que Dios está en todas partes, una realidad misteriosa que va mucho más allá de la razón. 
Es entonces cuando puede regresar a la mente, ya silenciosa, un volver a casa cuando ésta se ha convertido en el mundo.” 
No es fácil renunciar a todo cuando tienes mucho. 
Parece más fácil renunciar a todo cuando no tienes nada. 
El caso es que si no lo tienes, o de alguna manera no lo has tenido, no puedes renunciar a ello. 
Si lo intentas, lo que se produce es una especie de rechazo que te apega más a ello y entonces la renuncia es sólo una justificación para explicar que no lo puedes tener. 
Los números del último triángulo son ricos, ellos pueden renunciar. Su camino pasa por renunciar o desapegarse: 
el 7 de la razón, el 8 del poder y el 9 de todo. 
En este último triángulo se amplia la visión, el 7 al Mundo, el 8 a Dios y el 9 al Vacío. 
El 7 es el primer número del triángulo y con él empieza el movimiento hacia la Nada, hacia lo menos específico y lo más amplio. 
El 7 vive el principio de ese movimiento al Vacío y eso le provoca mucho ruido mental. 
El 7 es un número con mucho misticismo: 7 días, 7 chakras, 7 colores del arco iris. 
De niños, en casa o en la escuela, oímos que somos listos y que aprendemos muy rápido. Eso hace que nos apoyemos en lo que mejor resultado nos da: la razón o la lógica. 
Nuestra mente es muy potente y una de las formas en las que se manifiesta es a través de lo que llamamos inteligencia. Seguimos el camino de la razón hasta que se acaba; trascender es el salto que debemos realizar para pasar de la razón al corazón. 
En la primera etapa de nuestra vida somos agresivos y desconfiados, porque la mente es agresiva. 
Hay quien manifiesta esa agresividad y hay quien intenta reprimirla. 
Como no hay nada que se pueda reprimir, esa agresividad reprimida se manifestará probablemente a través de problemas físicos en el cuerpo, los más comunes para este tipo de represión son los problemas dentales[10]. 
Nos gusta ganar; ese es uno de los juegos de la mente y del ego, que es muy fuerte. Muchas veces creemos que si nosotros no lo sabemos, es que no es verdad. 
Tendemos a ver al mundo como una competencia, en forma similar a como veíamos los exámenes o los “test” en la escuela. Para nosotros eran un enemigo que había que vencer, un ataque del mundo, una prueba que había que superar para sobrevivir y no una forma de aprendizaje o evaluación del sistema educativo. 
Como nuestra mente nos ha dado buenos resultados, nos hemos situado en una posición más alta con respecto a los demás, llegando a la conclusión, a veces, de que el otro no sabe nada. La vida nos suele hacer bajar de las alturas y haciendo que aprendamos algo de la caída. 
La intuición es otra de las cualidades de nuestra mente, aunque si cuando nos viene una idea o una intuición nos ponemos a buscar su explicación o su parte racional, puede volverse en contra nuestro. 
Si lo intentamos explicárnoslo le damos tantas vueltas que acabamos tropezando en nuestros propios pies. 
En la primera parte de nuestra vida somos muy analíticos, nos pensamos todo demasiado y muchas veces parece que no tenemos sentimientos. 
Sí que los tenemos, lo que ocurre es que nos cuesta contactar con ellos. Nosotros queremos entender el contacto personal en lugar de vivirlo y sentirlo. 
Cuando la mente toma el control, podemos ser muy fríos. 
Eso nos hace bastante desapegados de las personas, les ponemos a una distancia. 
Si el otro es susceptible, le parecerá que le despreciamos aunque ésa no es nuestra intención. 
Es difícil que seamos dependientes de alguien y si además es el otro quien lo pretende, más difícil todavía. 
No nos gusta depender de nadie, nos creemos demasiado listos para serlo; sólo somos dependientes de nuestra mente. 
La mente va a mucha velocidad y suele llegar a conclusiones con facilidad. El problema es que creemos que sabemos lo que va a pasar y nos olvidamos que esa conclusión está basada en el pasado. 
Vamos a poder disfrutar de la vida en el momento en que confiemos en nosotros mismos lo suficiente para dejar de vivirla en función de nuestro pasado. 
Volvemos constantemente al pasado porque queremos protegernos de él. Hemos sufrido y no queremos sufrir más, por eso vigilamos el presente, para que no se repita el pasado, pero eso nos lleva irremediablemente al pasado una y otra vez. 
Cada vez que volvemos a él, le estamos dando más y más fuerza. 
Vigilamos el presente porque no confiamos suficiente en lo que nos puede traer la vida. 
La confianza se traduce aquí por una aceptación del mundo y de los acontecimientos que nos trae. Cuando vemos el mundo como algo peligroso, nos aislamos para protegernos de él. Siempre tenemos un plan, para nosotros y para los demás. Nosotros queremos que los demás sigan nuestro plan, pero no lo hacen porque ése no es su plan. 
Si además nos guardamos parte de la información, peor, porque el otro suele percibir algo raro que le frena; no somos buenos manipuladores, se nos ve venir. 
Nosotros siempre queremos tener razón. 
Nos encanta tener la razón, es una sensación de éxtasis mental. Así, establecemos con el mundo una lucha por la razón y eso nos atrae acontecimientos en los que nos preguntamos: ¿Cómo me ha podido pasar esto a mí, con todo lo que yo sé? 
La vida nos toma el pelo. Paradójicamente, el mundo para de decirnos que estamos equivocados en el momento en que paramos de insistir en que tenemos razón. 
Para que eso suceda, hay que estar en silencio, que es una de las claves de nuestro camino. 
Tenemos buenos sentimientos, pero los tenemos en forma de plan, a nosotros nos parece que es lo mismo, pero en el paso del sentimiento al plan, nos perdemos buena parte del sentimiento. Creemos que la vida se puede explicar, entonces confundimos y mezclamos mente y corazón. 
Un ejemplo es querer a alguien: “pienso que te quiero…”. Para nosotros no es sólo un “te quiero”, sino que tenemos muchas razones para querer a esa persona: 
“Te quiero por tu dulzura, por tu belleza, por tu independencia, porque eres fuerte, por tu carácter, porque me haces reír, porque eres buena persona, por esto y esto...” 
En realidad no hay razones para enamorarse de alguien, aunque si le preguntamos a la mente nos dará unas cuantas, ése es su trabajo, dar respuestas. 
Pero también si pedimos razones para no querer a alguien, también nos las dará, sigue siendo su trabajo. 
Parte de nuestro camino pasa por darnos cuenta que lo que llamamos mente es un instrumento a nuestro servicio y que la mayoría de las veces no hace falta hacerse muchas preguntas o, por lo menos, no hacer mucho caso a las respuestas. 
Somos extremistas, a veces aparentamos poco equilibrados. Esto ocurre, por una parte, porque la mente es extremista, y siempre se debate entre dos extremos, un pensamiento y su opuesto, es decir, ¿será esto…, o será lo contrario? 
Por otra parte, cuando abandonamos la mente y nos situamos en el corazón, nuestra conducta es completamente sorprendente e irracional. 
Así solemos aparentar muy racionales y, de golpe, muy emotivos y arrastrados por nuestros sentimientos. 
Esto ocurre porque tememos hacerle caso al corazón, tememos sufrir, e intentamos mantener el corazón enjaulado entre los barrotes de la mente. 
Entonces cuando el corazón logra escapar, nos comportamos de forma completamente irracional; es el baile entre extremos, uno tira de otro. 
Cuando por fin nos permitimos escuchar al corazón de una forma serena, parece que nos cambia la vida. 
Cuando nos desapegamos de la mente, podemos comprender la metáfora de que Dios está en todas partes, a través de vivir la unidad entre nosotros y el mundo; cuando dejamos de luchar, nos podemos sentir parte del mundo, de ese Todo, y darnos cuenta de cómo todo el mundo es una manifestación de ese Todo y de cómo ese Todo está también dentro de nosotros mismos. 
A través de acercarnos al mundo nos acercamos a Dios, una realidad misteriosa que va mucho más allá de las palabras. 
El concepto de Dios es una idea, algo de lo que no se puede hablar y parte de nuestro camino es darnos cuenta de que no hacen falta tantas preguntas ni explicaciones. 
DESAFÍOS 
Somos maestros en pedir y dar explicaciones; nos parece que las cosas se van a aclarar pidiéndolas y dándolas, pero no es así: cada vez se complican más hasta que parece que no tienen arreglo. 
Es la estrategia de la mente para eliminar la competencia, divide y separa hasta que se queda sola, dando vueltas sobre si misma. 
Nos hacemos muchas preguntas; intentar responderlas nos provoca todavía más preguntas. 
Creemos que en el momento en que consigamos responder todas las preguntas podremos descansar, disfrutaremos del silencio; el problema es que cada pregunta respondida crea varias nuevas. 
Si no podemos ahora dejar de hacernos preguntas, podemos al menos proponernos dejar de responderlas. 
Nuestro principal desafío es el ruido mental. 
La fuente de ese ruido es hacerle caso a la mente. 
Le hacemos caso porque tenemos miedo de que pase o que no pase lo que tememos y parece que tenemos que protegernos de eso. El problema es que donde uno lleva su atención, es lo que crece en su vida. 
No confiamos suficiente en que la vida es amistosa y que nos está apoyando todo el tiempo en nuestro camino. 
Se trata de dejarse llevar y la mente se resiste terriblemente a ello porque quiere controlar. 
Quiere saber porqué, por quién y por cuánto, y así creamos nuestra propia cárcel. Nos identificarnos con los pensamientos, les damos tanta importancia que parece que nos va la vida en ello y no es verdad. 
Esos pensamientos representan sólo dos granos de arena en una inmensa playa que todavía no hemos visto. 
La vida está en el resto de la playa, no en los dos granos. 
Para soltar esos dos granos podemos regalárselos a alguien; eso es ser rico y nosotros podemos hacerlo. 
Cuando aparece una nueva pregunta, un pensamiento, en lugar de identificarnos y reaccionar a él, podemos simplemente observarlo. 
Una forma práctica de hacerlo es no intentar responder esa pregunta. Nos encanta hacernos la víctima; esa conducta está basada en la creencia causaefecto. 
Creemos que las cosas suceden de forma lineal, es decir, que hay un motivo directo, una causa, por la que sucede un resultado, un efecto. 
Cuando hacemos algo que está bien, cuando tenemos éxito, a nuestro ego le gusta atribuirse el mérito de que él lo hizo. Cuando el resultado no nos gusta, tendemos a sentirnos víctimas y a echarle la culpa a alguien de lo sucedido. 
Hay personas que se sienten efecto y otras que se sienten causa. Las personas que se sienten efecto son víctimas y hacen de otros sus víctimas. 
Las que se sienten causa, ni se sienten víctimas ni crean víctimas. 
La vida cambia radicalmente si podemos pasar de sentirnos efecto a sentirnos causa[11]. 
Otro desafío es la tendencia a la búsqueda de información para explicar los acontecimientos de forma científica rehuyendo vivir la parte emocional de la experiencia. Eso nos convierte en intelectuales sabelotodo. 
Un intelectual es el que está interesado en conocer las reglas de todos los juegos pero que no juega ninguno. 
De forma que podemos hablar de un montón de cosas sin haberlas vivido. Debemos tener cuidado con lo que leemos porque podemos confundir lo que hemos leído o nos han contado, con haber tenido la experiencia y, en consecuencia, vivir de prestado. Es fácil caer en el juego del intelectual. Podemos saber mucho sobre las experiencias de otros y creer que eso es suficiente. No lo es. 
La vida es para vivirla, no para que nos la cuenten. 
Si queremos impresionar a alguien quizá lo logremos hablándole de todo lo que sabemos, pero si queremos decir de algo que al otro le sirva, debe ser de nuestra propia experiencia. Nos gusta estar con gente pero no confiamos demasiado en sus intenciones. 
Podemos entender a los demás, pero no somos compasivos. Consideramos importantes las “apariencias sociales”, que para nosotros es una forma de estar en el mundo y podemos ser falsos en ese campo. 
Queremos que las relaciones estén racionalmente claras, entenderlas y organizarlas en lugar de vivirlas y sentirlas. Tenemos una idea de la familia que está bien para nosotros pero quizá no para ellos. Es decir, nos gusta el sentimiento de familia pero no todo el tiempo. 
Eso no nos funciona porque la familia es continua, no a ratos. Eso nos hace aparentar una especie de frialdad o distancia hacia la familia. A veces actuamos como si estuviéramos negociando, describiendo las cosas muy a nuestra manera, barriendo siempre para casa, tanto en aspectos materiales como no materiales; el que negocia no puede enseñar todas sus cartas y, en consecuencia, no puede ser completamente honesto. La raíz de eso es que la mente es agresiva, le encanta ganar y tener razón. Nuestros razonamientos son tan buenos que nos llegamos a convencer de que teníamos “honestas” razones para actuar deshonestamente. 
La vida nos toma el pelo porque nos la tomamos en serio. Podemos ser muy serios, si nos creemos la gravedad de las circunstancias. 
Entonces le damos demasiado peso a las peores consecuencias posibles de una situación. Nuestra mente calculadora se enfoca en lo peor que puede pasar y de forma inconsciente lo está atrayendo. 
Este es un aspecto negativo relacionado con creer que la vida es una lucha y sentir que en cuanto nos descuidamos, nos engañan o traicionan. 
En esas circunstancias nos podemos volver muy apegados al dinero, como una metáfora de seriedad y realidad material. Tendemos a medir las cosas en términos económicos; sabemos que el dinero no puede comprar la felicidad, pero quizá nos pondrá en una buena posición para negociarla. 
Podemos pasar por etapas de rechazo a todo, porque lo juzgamos todo. Muchas veces nos aislamos, aunque creemos que son los otros los que nos aíslan. 
Cuando nos encontramos con lo que aparentan serias dificultades, recurrimos a un aspecto frío y desapegado de nuestro carácter, que en un instante de arrebato nos permite romper con todo de una sola vez. 
Ese desapego normalmente ocurre después de una crisis. 
Eso nos permite, con un golpe de timón, enfocarnos en otra dirección y romper con parte del pasado pesado. 
Visto ese resultado, podemos llegar a la conclusión precipitada de que es bueno ser así de fríos y continuar siéndolo. 
Para un instante puede estar bien, pero si nos quedamos en ese extremo frío podemos desconectarnos de nuestras emociones. Nuestro desafío es justo el contrario, desapegarnos de nuestra mente. 
NIÑEZ 
El niño 7 es inteligente, siempre está aprendiendo cosas y sorprende constantemente. 
Saca conclusiones y realiza deducciones con rapidez. 
Si hay que repetirle las cosas es porque no lo quiere hacer, no porque no lo haya entendido. 
Es buen estudiante, va adelantado, tiene un nivel más alto que sus compañeros de clase. Tiene una enorme agilidad mental, aunque a veces eso puede volverse en su contra. 
Si en lugar de llegar hasta un punto y actuar a partir de ahí, sigue pensando y dándole vueltas a algún tema, llega a confundirse y bloquearse. 
Tiende a ser agresivo cuando se siente atacado y también es desconfiado. Son las metáforas de la mente, que también es agresiva y desconfiada. A veces cree que le persiguen, o que están contra él. Puede ser serio y hasta pesimista. 
Eso ocurre cuando a partir de algún acontecimiento donde le ocurre algo desagradable, le da por pensar siempre en lo peor que puede pasar. Siempre quiere tener razón. 
Es muy cerrado cuando cree que la tiene. 
Es difícil hacerle cambiar de idea, porque lo ve como que le quieren quitar la razón, y no está dispuesto a entregarla sin luchar. Habrá que quitársela y el niño lo vivirá como una agresión, como si fuera por la fuerza. 
Le gusta ganar, salirse con la suya. 
Ése es también el juego de la mente y del ego. 
Tiene una relación extraña con las cosas. 
Primero las rechaza porque hay una especie de distancia entre él y la cosa. Luego, esa distancia desaparece y se queda apegado a ello. Aparece el “mío”. No tiene demasiados problemas para ir por su cuenta. 
También puede ser frío, distante y desapegado. 
Tiene la capacidad de distanciarse y poder ver las cosas desde lejos. Eso es lo que le distancia de sus sentimientos y le desapega de las personas. 
PROFESIÓN 
Cuando se les abre la intuición son geniales en aspectos de captar ideas nuevas y manifestarlas en el mundo. 
Son buenos profesores, porque al principio de su vida, a través de explorar el camino de la lógica, su mente está muy estructurada, eso es muy útil para explicar cosas abstractas o complicadas. 
Tienen facilidad para dar información de forma lógica y lineal. Una vivencia es algo global, está almacenada en su interior como un todo, y ellos sirven para explicarlo de forma fácilmente comprensible. 
Una intuición o una idea es algo que aparece de golpe como una totalidad. 
Los 7 pueden coger esa totalidad y fragmentarla de una manera lógica, para que sea comprensible al explicarla de una forma lineal. Pueden ser también buenos músicos; en la música hay mucha matemática y cuando están en el otro lado de la mente pueden seguir su intuición y entonces convertirla en música. 
Tienen facilidad para pasar del interior al exterior, de lo invisible a lo visible. 
Practicar alguna disciplina que una mente y cuerpo les va muy bien, como tai-chi, yoga o artes marciales. 
Su coeficiente de inteligencia suele ser alto, en el aspecto en el que se mide en los test. 
Pueden ser inventores, científicos, informáticos, empresarios, directivos: actúan con precisión y claridad. 
También les interesa la filosofía, la teología y tienen facilidad para escribir. 
SALUD 
Posibles problemas en lo relacionado con los extremos, cabeza y los pies. A la vez todo lo que tenga que ver con la cabeza les puede llamar la atención, como el estrés, dolores, migraña o dientes, por la agresividad reprimida. 
También todo lo relativo al sistema nervioso son “neuro-lógicos”, es difícil encontrar un 7 tranquilo. 
Pueden sufrir trastornos o perturbaciones mentales, que representarían poner la atención en uno solo de los extremos de la mente. Es una manifestación del ruido mental y se equilibra con silencio. 
También problemas de espalda, relacionados con la falta de apoyo. El no sentirse apoyado es la base de la agresividad. RELACIONES 
Los números que se relacionan mejor con el 7 son el 2, 9, 1 y el mismo 7. 
Como les encanta discutir, es uno de los pocos números que se relacionan bien entre ellos. 
El 6 ha vivido con mucho sentimiento, emoción y amor; el 7 le sigue y al principio le parece que debe desapegarse de ello y vivir los sentimientos de forma racional. 
Cuando un 6 enamora es todo corazón y sentimiento, “te quiere” y el resto sobra. 
El 7 se enamora y tiene 20 “razones” por las que te quiere. 
El 7 suele abandonar antes que le abandonen, y así manifiesta la reacción al sentirse abandonado del 6. 
El 2 y el 7 combinan muy bien, suman 9, y puede ser una relación muy enriquecedora cuando el 7 sabe dejarse llevar por el corazón. 
Con el 9 se puede sentir muy bien, apreciado y valorado. 
Con el 1 dan una combinación que suma 8 (7 + 1 = 8), una relación con poder y espacio. Tanto el 1 como el 7 tienen una parte agresiva que les puede enfrentar y también puede hacer que jueguen a manipularse uno al otro. 
RECORDAR 
Nuestro camino es… Al principio manifestamos todos los dones mentales para así poder soltarlos; es el paso del pensar al saber, de la razón al corazón, al darnos cuenta de que la mente crea los límites y las distancias entre nuestros distintos mundos y así poder eliminar las fronteras y hacernos conscientes de la Totalidad. Una clave… Es que no hace falta intentar responder las preguntas que nos hacemos.
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Libro Contando con tu Alma (Eric Rolf) Capitulo-6


AMOR- Capitulo 6 (NUMERO-6)
“Para el 6 el amor es la auténtica manifestación divina, más allá de la materia (4) y de la energía (5). 
La expresión de este amor le permite conectarse y es la fuente de su creatividad, de su comunicación y de su éxito. 
Mantener esa conexión divina es tan importante para el 6, que le parece que le obliga a ser muy responsable, muy serio. 
A partir de esta visión forma también su idea de perfección, que le dificulta su propia aceptación.” El movimiento del 5 al 6 es el paso de la cantidad a la cualidad, es decir, el paso de dar cantidades, de forma más material y directa como hace el 4 y el 5, a dar cualidades, como la atención y el amor. 
Lo que el 4 y 5 dan en términos más físicos, el 6 lo da en términos refinados. El 6 es el 3 realizado, manifestando sus tesoros exteriormente. 
El 4 le da la forma, el 5 le da energía y el 6 lo comparte. 
Del 1 al 5 son números de siembra y del 6 al 9 de recogida. Vemos, pues, que el 6 es el primer número que recoge, así que esta vez, o en este periodo, nos toca recoger. 
Eso nos convierte en ricos y, como lo tenemos todo, no nos queda más remedio que dar. 
Tenemos el proceso creativo ya desarrollado, somos como un 3 pero productivos. 
Tenemos la capacidad de manifestar nuestra visión externamente, no como el 3, que ya se siente satisfecho conociendo el proceso creativo y expresándolo con palabras. Nos llama la atención lo que el 3 ha encontrado y tenemos la capacidad de manifestarlo físicamente. 
Tenemos la energía creativa más refinada y solemos organizarnos bien para mostrarla al mundo a través de nuestro trabajo. 
Podemos trabajar en nuestra propia empresa o para otros, pero en cierta forma siempre sentimos que trabajamos para nosotros. 
No hace falta que nos exijan demasiado porque somos muy responsables y, si nos controlan nos sentimos atacados, como si no nos tuvieran suficiente confianza. 
Estamos aquí para dar amor y, aunque muchas veces creemos que no estamos dando suficiente, en cada momento lo estamos dando. 
El dar se relaciona más con la calidad que con la cantidad. 
A veces, con sólo nuestra presencia ya es suficiente. 
Venimos a aprender que la comunicación es la expresión sin esfuerzo. 
Somos como un canal abierto, decimos lo que sentimos y a veces eso produce el efecto de meter la pata. 
Somos muy intuitivos y lo más probable es que acertemos, pero como nos sale de golpe y sin pensar, aparenta una metida de pata o algo ofensivo para la otra persona, cuando no era nuestra intención; en la medida en que nos sentimos más libres, nuestras palabras no aparentan tan ofensivas y son más aceptadas. 
Eso se logra soltando el apego a lo que estamos diciendo y dejando de querer controlar al otro. 
Si no hay apego ni intención de controlar, el otro no se ofende. Eso representa la evolución de nuestro canal de comunicación. Nuestra idea de perfeccionismo está bastante alejada de la realidad de forma que se nos presenta como algo inalcanzable. Esta idea, por un lado, dificulta aceptarnos porque nos comparamos con ella y, por otro lado, cuando queremos hacer algo, lo queremos hacer tan bien, tan “perfecto”, que dudamos de si lo podremos realizar como nos gustaría. 
Es decir, nuestro objetivo está tan “arriba” y nosotros, por nuestra falta de aceptación, tan “abajo”, que nos parece que no somos capaces de llegar. 
Por suerte, es una percepción distorsionada de la realidad, porque en realidad, la distancia no es tan grande y cuando por fin nos lanzamos, alcanzamos el éxito mucho antes de lo que creíamos y con menos esfuerzo. 
Tenemos buena suerte y nos cuesta aceptar lo que no sentimos que nos hemos ganado. Hemos venido a vivir el éxito, que es esa satisfacción personal de sentirse realizado. 
El que no lo vive así es porque reprime el acto de dar, incluso el darse a sí mismo. Sucede por una falta de aceptación de uno mismo y por un control sobre lo que damos. 
Si creemos que lo que vamos a dar no es suficientemente bueno, por no arriesgar el ego, preferimos no dar. 
Nos cuesta aceptar el valor de lo que aportamos a los demás y nos resistimos a nuestra buena suerte. 
Solemos tener de todo para pasárnoslo bien, pero sufrimos mucho porque somos demasiado responsables. 
Somos muy sociables, queremos agradar y que los demás vean lo responsables que somos. 
Eso nos puede impedir hacer algo que nos apetece porque los demás puedan pensar que está mal. 
El exceso de responsabilidad parece que indica también la obligación de juzgar. Somos especialistas en juzgarnos a nosotros mismos y por supuesto, a los demás. 
Juzgamos si es bueno o malo, si le sirve o no le sirve, si es peligroso o no, si lo merece o no. Cada vez que juzgamos eliminamos el 50% del mundo y así vamos restando, hasta que nos podemos quedar solos. 
Eso nos va aislando y de manera exagerada lo podemos vivir como un abandono total. 
Nos sirve la expresión o el sentimiento de “nosotros” y no sólo “yo”. Así uno se siente responsable de menos, lleva menos peso porque queda repartido. 
Si no sabemos de quién decir “nosotros”, no hay problema, puede ser la fuerza de la vida o el resto del Universo. 
A través del amor sentimos la conexión con Dios, es como si tuviéramos un lazo con Él. 
Al sentir esa conexión no podemos evitar tomarla muy en serio y, en consecuencia, somos muy responsables de ella. 
Lo mejor que nos puede pasar es enamorarnos, que es como si de repente alguien enciende la luz en nuestra vida. 
Entonces no sólo vemos la luz del otro, vemos también cómo brilla con intensidad todo lo que está a nuestro alrededor y toda nuestra vida toma color. 
Cuando estamos enamorados y nos sentimos amados, nos atrevemos a realizar cualquier proyecto, nada nos puede frenar. Si la pareja nos inspira, nos sentimos capaces de hacer cualquier cosa que nos propongamos. 
DESAFÍOS 
Sentirnos abandonados es uno de los primeros desafíos por los que pasamos. Vamos a interpretar ese abandono como una falta de responsabilidad de las personas de las que dependíamos. 
Ese sentimiento de abandono se puede ir repitiendo en nuestra vida como si fuera un patrón, que puede tomar la forma también de ser nosotros quienes abandonemos físicamente porque nos sentimos abandonados emocionalmente. 
A través de ser demasiado responsables, nos podemos sentir muy solos y finalmente abandonados, nuestro desafío permanente. 
Nos sentimos solos porque los demás no son igual de responsables que nosotros y no nos entienden. 
Somos responsables por nosotros y también por las personas que queremos. Parece que querer a la persona nos de derecho a entrometernos en su vida, supliendo con nuestro exceso de responsabilidad la falta de la suya. 
Esto esta basado en una confusión, nuestra responsabilidad termina donde empieza la libertad de la otra persona: es una responsabilidad mal entendida. 
Que queramos ser responsables por alguien no significa que debamos controlar sus actos. 
La libertad es lo más preciado que le podemos dar. 
Podemos ser responsables de la persona estando con ella cuando nos necesite, pero no le podemos quitar su libertad. 
El límite de esa situación nos puede llevar a la aceptación de la voluntad de la persona, porque su alma sabe dónde va. Nosotros no podemos interferir en la voluntad divina o de la vida, sólo podemos aceptarla. 
El ser tan responsables, que implica juzgar la situación, al otro y a nosotros mismos, va a provocarnos complejos personales, por ejemplo, el de no ser perfecto. 
Tenemos una idea de perfección que se relaciona más con la divinidad que con el mundo real. 
Nuestro exceso de responsabilidad nos hace intentar ajustarnos a esa idea de perfección y, como no lo conseguimos, nos cuesta aceptarnos. La aceptación es otro de nuestros desafíos. 
Hay cosas que no nos queda más remedio que aceptar, una de ellas es aceptar que estamos vivos, aceptar que nuestra vida individual forma parte de la Vida y que estamos inmersos en un fluido que lo incluye todo. 
Sabemos que somos hijos de Dios, pero lo más difícil es aceptar que, por tanto, somos ricos y que no nos queda más remedio que dar. La aceptación se relaciona también con la sensación que tenemos de que nos falta algo para sentirnos completamente bien. 
Nos cuesta aceptar el presente y a nosotros en ese momento porque formamos parte de ese presente. 
Creemos que si tuviéramos eso que creemos que nos falta podríamos aceptarnos y aceptar. Pero no hay nada de fuera que pueda llenar ese vacío. Si lo que queremos viene de fuera, aunque lo tengamos, nos parecerá que nos falta otra cosa. Aceptar lo que hay, decir que sí, aceptar el presente es mágico porque en cuanto podemos aceptarlo nos damos cuenta de que está lleno, de que no falta nada. 
Otro desafío es dejar de pensarnos tanto las cosas. 
Entre que no aceptamos nuestras capacidades y que somos demasiado responsables cuando nos proponemos algo nuevo, nos lo pensamos mucho. 
La idea de perfección nos limita y tenemos miedo a equivocarnos. 
A través de compararnos con esa idea de perfección nos sentimos un poco acomplejados. 
También nos comparamos con los demás y creemos que no salimos demasiado bien de esa comparación. 
Dudamos sin motivo de nosotros y no nos lanzamos suficiente. Detrás de eso hay una especie de deseo a ser reconocidos. 
En términos materiales no se nos suelen presentar desafíos intensos, ya que solemos alcanzar nuestros objetivos; los mayores desafíos se nos presentan en los aspectos emocionales. Somos ricos por naturaleza y cuando nos ponemos a quejarnos, a mendigar y a criticar, no es extraño que nadie nos aguante. Entonces necesitamos que alguien nos dé un toque de atención, que aunque al principio vamos a encajar mal, más tarde vamos a agradecer. 
Cuando nos quejamos es porque nos estamos aislando, ensimismando, cerrándonos donde nos sentimos más seguros, probablemente en las alturas; nos hace falta que nos echen un jarro de agua fría para despertar y entonces aceptar que estamos donde tenemos los pies para poder disfrutar de ello. NIÑEZ 
Todos los nacimientos son en cierta manera traumáticos y aunque no se puede decir que ninguno sea fácil, el del 6 no suele tener complicaciones. El niño 6 debe pasar por un proceso en el que se siente abandonado, probablemente por alguno de los padres. Puede sentir la pérdida de uno de sus padres bastante pronto, debido a la ausencia de éste del hogar, por un período más o menos largo. Uno de los padres puede, por ejemplo, ser viajante, o haber una separación de la pareja, incluso una muerte prematura o multitud de otras posibilidades. 
Pase lo que pase, esta separación o ruptura con alguno de los padres, el niño la va a interpretar como una falta de responsabilidad, o incluso sentirse traicionado. 
Este abandono genera en el niño un sentimiento de responsabilidad, que se extiende a las cosas que dependen de él y a todas las personas que quiere. 
En cierta forma, se siente también responsable de ellas. 
Como es un niño responsable, se puede confiar en él; no suele hacer grandes travesuras. Es bastante buen estudiante en general, pero sobre todo en temas que le interesan. 
El mundo externo no le causa demasiados problemas, tiene éxito o una especie de suerte. 
Así, no suele tener desafíos materiales, aunque sí emocionales, como el no sentirse querido y aceptado por las personas que él más quiere. Es un niño muy sensible, cariñoso y expresivo. Pronto manifiesta gustos o capacidades artísticas, puede leer mucho, escribir, pintar o tener interés por la música o la danza. Tiene una relación temprana con el arte. 
Tiende a meter la pata hablando de más y aunque la mayor parte de las veces tiene razón, aparenta inoportuno. 
Puede tener algunos complejos; por una parte, como el niño se siente abandonado, puede llegar a la conclusión de que él no es lo suficientemente bueno o especial para merecerse que le quieran. Por otra parte, tiene una idea de perfección o de lo que debería ser y a través de compararse él mismo con ese ideal, le parece que no sale nada favorecido y entonces no se acepta; el complejo le viene de esa falta de aceptación. 
PROFESIÓN 
Los 6 tienen el proceso creativo muy desarrollado, es decir, están en sus últimos pasos. Este proceso creativo empieza explorando el interior, que es un aspecto más de 3. 
La última parte de este proceso es la manifestación externa de esa creatividad, que es el aspecto 6. 
En consecuencia, tienen talento artístico y pueden desarrollarlo en cualquier campo. Tienen facilidad para manifestar cosas de forma bonita y pulida, un gran sentido de la belleza y la estética. Pueden ser artistas en cualquier género, como la música, baile, teatro, actores, pintores, escultores o cocineros. La comunicación es también uno de sus dones, son un canal abierto y lo exploran a un nivel elevado. 
Esto, unido a su interés en los aspectos humanos de las relaciones, les proyecta como excelentes profesionales en todos los campos relacionados con el trato humano y la ayuda, como serían el de la psicología, medicina, pediatría, enfermería, asistencia social, etc. 
En comparación, un 5 sería fisioterapeuta y el 6 psicoterapeuta. Este don de la comunicación se puede manifestar también en los campos de la enseñanza y las letras, como profesores, escritores o conferenciantes. 
Su sentido de la responsabilidad les convierte en excelentes empleados sin que haya que exigirles demasiado, porque se exigen ellos mismos. 
SALUD 
Los 6 pueden tener problemas digestivos y también de corazón, que representarían la no aceptación de sus sentimientos y emociones. Las manos representan la parte refinada del dar y la piel que actúa como una refinería. Si se resisten a expresarse, las cosas se quedan retenidas y pueden salir por la piel. 
Pueden tener problemas de acné de jóvenes, que también se relacionaría con la falta de aceptación, eczemas, soriasis. 
El exceso de perfeccionismo está también relacionado con estas manifestaciones. 
También dolores de cabeza, de genitales y nervios, que representarían la resistencia a expresar su creatividad: si no lo van a hacer muy bien, prefieren no hacerlo, eso hace que repriman su parte creativa. 
Pueden tener problemas psicológicos, por sentirse abandonados y creer que no se merecen las cosas que les pasan. 
Si su autocrítica es elevada, tienden a ser también muy aprensivos. 
RELACIONES 
Los números que se relacionan mejor con el 6 son el 2, 3, 4 y 5. Los 6 son muy románticos y poco aventureros en asuntos de amor; para ellos el amor es muy importante y lo relacionan directamente con la esencia del alma. 
Eso está muy bien, pero también está bien darse cuenta de que todo el mundo no lo ve de la misma manera. Para estar con alguien se tienen que enamorar. Se pueden sentir infieles y culpables por un simple pensamiento, que está relacionado con ese exceso de responsabilidad. 
Con el 2 crea una combinación muy bonita y estable. 
Son dos números pares que dan 8, otro par Se relacionan bien con el 3, porque les anima mucho sólo con su presencia, el 3 le trae el contacto con esa fuerza creativa bruta y le da empuje. Con el 4 lo une la percepción de la familia y la belleza de su espacio físico. 
El 5 le da su energía para sus proyectos y el 6 su amor. 
Juntos suman 11/2, y el 2 es el número de las relaciones personales y del apoyo. 
RECORDAR 
Nuestro camino es… De aceptación, de amor, de comunicación, expresión sin apego, de forma pulida, cariñosa, amorosa; de no tomar demasiada responsabilidad, de no tomarnos tan en serio las cosas. Una clave es… Que la falta de aceptación nos impide darnos cuenta de que ya tenemos lo que estamos buscando.
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Libro Contando con tu Alma (Eric Rolf) Capitulo-6


AMOR- Capitulo 6 (NUMERO-6)
“Para el 6 el amor es la auténtica manifestación divina, más allá de la materia (4) y de la energía (5). 
La expresión de este amor le permite conectarse y es la fuente de su creatividad, de su comunicación y de su éxito. 
Mantener esa conexión divina es tan importante para el 6, que le parece que le obliga a ser muy responsable, muy serio. 
A partir de esta visión forma también su idea de perfección, que le dificulta su propia aceptación.” El movimiento del 5 al 6 es el paso de la cantidad a la cualidad, es decir, el paso de dar cantidades, de forma más material y directa como hace el 4 y el 5, a dar cualidades, como la atención y el amor. 
Lo que el 4 y 5 dan en términos más físicos, el 6 lo da en términos refinados. El 6 es el 3 realizado, manifestando sus tesoros exteriormente. 
El 4 le da la forma, el 5 le da energía y el 6 lo comparte. 
Del 1 al 5 son números de siembra y del 6 al 9 de recogida. Vemos, pues, que el 6 es el primer número que recoge, así que esta vez, o en este periodo, nos toca recoger. 
Eso nos convierte en ricos y, como lo tenemos todo, no nos queda más remedio que dar. 
Tenemos el proceso creativo ya desarrollado, somos como un 3 pero productivos. 
Tenemos la capacidad de manifestar nuestra visión externamente, no como el 3, que ya se siente satisfecho conociendo el proceso creativo y expresándolo con palabras. Nos llama la atención lo que el 3 ha encontrado y tenemos la capacidad de manifestarlo físicamente. 
Tenemos la energía creativa más refinada y solemos organizarnos bien para mostrarla al mundo a través de nuestro trabajo. 
Podemos trabajar en nuestra propia empresa o para otros, pero en cierta forma siempre sentimos que trabajamos para nosotros. 
No hace falta que nos exijan demasiado porque somos muy responsables y, si nos controlan nos sentimos atacados, como si no nos tuvieran suficiente confianza. 
Estamos aquí para dar amor y, aunque muchas veces creemos que no estamos dando suficiente, en cada momento lo estamos dando. 
El dar se relaciona más con la calidad que con la cantidad. 
A veces, con sólo nuestra presencia ya es suficiente. 
Venimos a aprender que la comunicación es la expresión sin esfuerzo. 
Somos como un canal abierto, decimos lo que sentimos y a veces eso produce el efecto de meter la pata. 
Somos muy intuitivos y lo más probable es que acertemos, pero como nos sale de golpe y sin pensar, aparenta una metida de pata o algo ofensivo para la otra persona, cuando no era nuestra intención; en la medida en que nos sentimos más libres, nuestras palabras no aparentan tan ofensivas y son más aceptadas. 
Eso se logra soltando el apego a lo que estamos diciendo y dejando de querer controlar al otro. 
Si no hay apego ni intención de controlar, el otro no se ofende. Eso representa la evolución de nuestro canal de comunicación. Nuestra idea de perfeccionismo está bastante alejada de la realidad de forma que se nos presenta como algo inalcanzable. Esta idea, por un lado, dificulta aceptarnos porque nos comparamos con ella y, por otro lado, cuando queremos hacer algo, lo queremos hacer tan bien, tan “perfecto”, que dudamos de si lo podremos realizar como nos gustaría. 
Es decir, nuestro objetivo está tan “arriba” y nosotros, por nuestra falta de aceptación, tan “abajo”, que nos parece que no somos capaces de llegar. 
Por suerte, es una percepción distorsionada de la realidad, porque en realidad, la distancia no es tan grande y cuando por fin nos lanzamos, alcanzamos el éxito mucho antes de lo que creíamos y con menos esfuerzo. 
Tenemos buena suerte y nos cuesta aceptar lo que no sentimos que nos hemos ganado. Hemos venido a vivir el éxito, que es esa satisfacción personal de sentirse realizado. 
El que no lo vive así es porque reprime el acto de dar, incluso el darse a sí mismo. Sucede por una falta de aceptación de uno mismo y por un control sobre lo que damos. 
Si creemos que lo que vamos a dar no es suficientemente bueno, por no arriesgar el ego, preferimos no dar. 
Nos cuesta aceptar el valor de lo que aportamos a los demás y nos resistimos a nuestra buena suerte. 
Solemos tener de todo para pasárnoslo bien, pero sufrimos mucho porque somos demasiado responsables. 
Somos muy sociables, queremos agradar y que los demás vean lo responsables que somos. 
Eso nos puede impedir hacer algo que nos apetece porque los demás puedan pensar que está mal. 
El exceso de responsabilidad parece que indica también la obligación de juzgar. Somos especialistas en juzgarnos a nosotros mismos y por supuesto, a los demás. 
Juzgamos si es bueno o malo, si le sirve o no le sirve, si es peligroso o no, si lo merece o no. Cada vez que juzgamos eliminamos el 50% del mundo y así vamos restando, hasta que nos podemos quedar solos. 
Eso nos va aislando y de manera exagerada lo podemos vivir como un abandono total. 
Nos sirve la expresión o el sentimiento de “nosotros” y no sólo “yo”. Así uno se siente responsable de menos, lleva menos peso porque queda repartido. 
Si no sabemos de quién decir “nosotros”, no hay problema, puede ser la fuerza de la vida o el resto del Universo. 
A través del amor sentimos la conexión con Dios, es como si tuviéramos un lazo con Él. 
Al sentir esa conexión no podemos evitar tomarla muy en serio y, en consecuencia, somos muy responsables de ella. 
Lo mejor que nos puede pasar es enamorarnos, que es como si de repente alguien enciende la luz en nuestra vida. 
Entonces no sólo vemos la luz del otro, vemos también cómo brilla con intensidad todo lo que está a nuestro alrededor y toda nuestra vida toma color. 
Cuando estamos enamorados y nos sentimos amados, nos atrevemos a realizar cualquier proyecto, nada nos puede frenar. Si la pareja nos inspira, nos sentimos capaces de hacer cualquier cosa que nos propongamos. 
DESAFÍOS 
Sentirnos abandonados es uno de los primeros desafíos por los que pasamos. Vamos a interpretar ese abandono como una falta de responsabilidad de las personas de las que dependíamos. 
Ese sentimiento de abandono se puede ir repitiendo en nuestra vida como si fuera un patrón, que puede tomar la forma también de ser nosotros quienes abandonemos físicamente porque nos sentimos abandonados emocionalmente. 
A través de ser demasiado responsables, nos podemos sentir muy solos y finalmente abandonados, nuestro desafío permanente. 
Nos sentimos solos porque los demás no son igual de responsables que nosotros y no nos entienden. 
Somos responsables por nosotros y también por las personas que queremos. Parece que querer a la persona nos de derecho a entrometernos en su vida, supliendo con nuestro exceso de responsabilidad la falta de la suya. 
Esto esta basado en una confusión, nuestra responsabilidad termina donde empieza la libertad de la otra persona: es una responsabilidad mal entendida. 
Que queramos ser responsables por alguien no significa que debamos controlar sus actos. 
La libertad es lo más preciado que le podemos dar. 
Podemos ser responsables de la persona estando con ella cuando nos necesite, pero no le podemos quitar su libertad. 
El límite de esa situación nos puede llevar a la aceptación de la voluntad de la persona, porque su alma sabe dónde va. Nosotros no podemos interferir en la voluntad divina o de la vida, sólo podemos aceptarla. 
El ser tan responsables, que implica juzgar la situación, al otro y a nosotros mismos, va a provocarnos complejos personales, por ejemplo, el de no ser perfecto. 
Tenemos una idea de perfección que se relaciona más con la divinidad que con el mundo real. 
Nuestro exceso de responsabilidad nos hace intentar ajustarnos a esa idea de perfección y, como no lo conseguimos, nos cuesta aceptarnos. La aceptación es otro de nuestros desafíos. 
Hay cosas que no nos queda más remedio que aceptar, una de ellas es aceptar que estamos vivos, aceptar que nuestra vida individual forma parte de la Vida y que estamos inmersos en un fluido que lo incluye todo. 
Sabemos que somos hijos de Dios, pero lo más difícil es aceptar que, por tanto, somos ricos y que no nos queda más remedio que dar. La aceptación se relaciona también con la sensación que tenemos de que nos falta algo para sentirnos completamente bien. 
Nos cuesta aceptar el presente y a nosotros en ese momento porque formamos parte de ese presente. 
Creemos que si tuviéramos eso que creemos que nos falta podríamos aceptarnos y aceptar. Pero no hay nada de fuera que pueda llenar ese vacío. Si lo que queremos viene de fuera, aunque lo tengamos, nos parecerá que nos falta otra cosa. Aceptar lo que hay, decir que sí, aceptar el presente es mágico porque en cuanto podemos aceptarlo nos damos cuenta de que está lleno, de que no falta nada. 
Otro desafío es dejar de pensarnos tanto las cosas. 
Entre que no aceptamos nuestras capacidades y que somos demasiado responsables cuando nos proponemos algo nuevo, nos lo pensamos mucho. 
La idea de perfección nos limita y tenemos miedo a equivocarnos. 
A través de compararnos con esa idea de perfección nos sentimos un poco acomplejados. 
También nos comparamos con los demás y creemos que no salimos demasiado bien de esa comparación. 
Dudamos sin motivo de nosotros y no nos lanzamos suficiente. Detrás de eso hay una especie de deseo a ser reconocidos. 
En términos materiales no se nos suelen presentar desafíos intensos, ya que solemos alcanzar nuestros objetivos; los mayores desafíos se nos presentan en los aspectos emocionales. Somos ricos por naturaleza y cuando nos ponemos a quejarnos, a mendigar y a criticar, no es extraño que nadie nos aguante. Entonces necesitamos que alguien nos dé un toque de atención, que aunque al principio vamos a encajar mal, más tarde vamos a agradecer. 
Cuando nos quejamos es porque nos estamos aislando, ensimismando, cerrándonos donde nos sentimos más seguros, probablemente en las alturas; nos hace falta que nos echen un jarro de agua fría para despertar y entonces aceptar que estamos donde tenemos los pies para poder disfrutar de ello. NIÑEZ 
Todos los nacimientos son en cierta manera traumáticos y aunque no se puede decir que ninguno sea fácil, el del 6 no suele tener complicaciones. El niño 6 debe pasar por un proceso en el que se siente abandonado, probablemente por alguno de los padres. Puede sentir la pérdida de uno de sus padres bastante pronto, debido a la ausencia de éste del hogar, por un período más o menos largo. Uno de los padres puede, por ejemplo, ser viajante, o haber una separación de la pareja, incluso una muerte prematura o multitud de otras posibilidades. 
Pase lo que pase, esta separación o ruptura con alguno de los padres, el niño la va a interpretar como una falta de responsabilidad, o incluso sentirse traicionado. 
Este abandono genera en el niño un sentimiento de responsabilidad, que se extiende a las cosas que dependen de él y a todas las personas que quiere. 
En cierta forma, se siente también responsable de ellas. 
Como es un niño responsable, se puede confiar en él; no suele hacer grandes travesuras. Es bastante buen estudiante en general, pero sobre todo en temas que le interesan. 
El mundo externo no le causa demasiados problemas, tiene éxito o una especie de suerte. 
Así, no suele tener desafíos materiales, aunque sí emocionales, como el no sentirse querido y aceptado por las personas que él más quiere. Es un niño muy sensible, cariñoso y expresivo. Pronto manifiesta gustos o capacidades artísticas, puede leer mucho, escribir, pintar o tener interés por la música o la danza. Tiene una relación temprana con el arte. 
Tiende a meter la pata hablando de más y aunque la mayor parte de las veces tiene razón, aparenta inoportuno. 
Puede tener algunos complejos; por una parte, como el niño se siente abandonado, puede llegar a la conclusión de que él no es lo suficientemente bueno o especial para merecerse que le quieran. Por otra parte, tiene una idea de perfección o de lo que debería ser y a través de compararse él mismo con ese ideal, le parece que no sale nada favorecido y entonces no se acepta; el complejo le viene de esa falta de aceptación. 
PROFESIÓN 
Los 6 tienen el proceso creativo muy desarrollado, es decir, están en sus últimos pasos. Este proceso creativo empieza explorando el interior, que es un aspecto más de 3. 
La última parte de este proceso es la manifestación externa de esa creatividad, que es el aspecto 6. 
En consecuencia, tienen talento artístico y pueden desarrollarlo en cualquier campo. Tienen facilidad para manifestar cosas de forma bonita y pulida, un gran sentido de la belleza y la estética. Pueden ser artistas en cualquier género, como la música, baile, teatro, actores, pintores, escultores o cocineros. La comunicación es también uno de sus dones, son un canal abierto y lo exploran a un nivel elevado. 
Esto, unido a su interés en los aspectos humanos de las relaciones, les proyecta como excelentes profesionales en todos los campos relacionados con el trato humano y la ayuda, como serían el de la psicología, medicina, pediatría, enfermería, asistencia social, etc. 
En comparación, un 5 sería fisioterapeuta y el 6 psicoterapeuta. Este don de la comunicación se puede manifestar también en los campos de la enseñanza y las letras, como profesores, escritores o conferenciantes. 
Su sentido de la responsabilidad les convierte en excelentes empleados sin que haya que exigirles demasiado, porque se exigen ellos mismos. 
SALUD 
Los 6 pueden tener problemas digestivos y también de corazón, que representarían la no aceptación de sus sentimientos y emociones. Las manos representan la parte refinada del dar y la piel que actúa como una refinería. Si se resisten a expresarse, las cosas se quedan retenidas y pueden salir por la piel. 
Pueden tener problemas de acné de jóvenes, que también se relacionaría con la falta de aceptación, eczemas, soriasis. 
El exceso de perfeccionismo está también relacionado con estas manifestaciones. 
También dolores de cabeza, de genitales y nervios, que representarían la resistencia a expresar su creatividad: si no lo van a hacer muy bien, prefieren no hacerlo, eso hace que repriman su parte creativa. 
Pueden tener problemas psicológicos, por sentirse abandonados y creer que no se merecen las cosas que les pasan. 
Si su autocrítica es elevada, tienden a ser también muy aprensivos. 
RELACIONES 
Los números que se relacionan mejor con el 6 son el 2, 3, 4 y 5. Los 6 son muy románticos y poco aventureros en asuntos de amor; para ellos el amor es muy importante y lo relacionan directamente con la esencia del alma. 
Eso está muy bien, pero también está bien darse cuenta de que todo el mundo no lo ve de la misma manera. Para estar con alguien se tienen que enamorar. Se pueden sentir infieles y culpables por un simple pensamiento, que está relacionado con ese exceso de responsabilidad. 
Con el 2 crea una combinación muy bonita y estable. 
Son dos números pares que dan 8, otro par Se relacionan bien con el 3, porque les anima mucho sólo con su presencia, el 3 le trae el contacto con esa fuerza creativa bruta y le da empuje. Con el 4 lo une la percepción de la familia y la belleza de su espacio físico. 
El 5 le da su energía para sus proyectos y el 6 su amor. 
Juntos suman 11/2, y el 2 es el número de las relaciones personales y del apoyo. 
RECORDAR 
Nuestro camino es… De aceptación, de amor, de comunicación, expresión sin apego, de forma pulida, cariñosa, amorosa; de no tomar demasiada responsabilidad, de no tomarnos tan en serio las cosas. Una clave es… Que la falta de aceptación nos impide darnos cuenta de que ya tenemos lo que estamos buscando.
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