lunes, 30 de noviembre de 2015

Libro Volver al Amor de un Curso de Milagros (Marianne Williamson)





Libro Volver al Amor de un Curso de Milagros (Marianne Williamson)
Capitulo VIII (Escrito 2º)

16. EL COMPROMISO
«A quienes Dios ha unido como uno, el ego no los puede desunir.»
Un curso de milagros dice que debemos tener un compromiso total con todas nuestras relaciones, y que las
personas implicadas jamás competirán entre sí. El compromiso en una relación significa que se dé un proceso de comprensión y perdón recíprocos, por más conversaciones que nos exija y por más incómodas que éstas puedan ser.
Cuando nos separamos físicamente de alguien, eso no significa que nuestra relación con esa persona haya acabado. 

Las relaciones son eternas. La «separación» es otro capítulo de la relación. Con frecuencia, liberarse de la vieja forma de la relación se convierte en una lección de amor puro mucho más profunda que cualquiera que se pudiera haber aprendido en caso de que las dos personas hubieran seguido juntas. 
Al final de algunas de mis relaciones, he sentido por mi pareja un amor mucho más profundo que en ningún momento anterior. He
descubierto que en ese momento el Espíritu Santo suele quitar todos los frenos, simplemente porque necesitamos de todo nuestro amor para dejar que alguien se vaya. «Te amo tanto que puedo dejarte en libertad de estar donde quieras estar, de ir adonde quieras ir.» Este momento no es el final de una relación; es
la realización última del propósito de cualquier relación: que encontremos el significado del amor puro.
A veces la lección que hay que aprender en una relación es cómo continuar y hacer que las cosas funcionen.
Otras veces, lo que hay que aprender es cómo salir de una situación que no sirve. Nadie puede determinar en
nombre de otra persona qué principio es válido en qué circunstancia. En última instancia es nuestra conexión
con el Espíritu Santo, la guía de nuestra propia intuición, lo único que puede conducirnos al supremo despliegue de los acontecimientos mediante la comprensión más profunda.
«Nunca abandones a una persona cuando te estás yendo», he dicho en muchas conferencias. ¿Qué significa esto? Significa que es importante honrar la naturaleza eterna de las relaciones. Cuando las relaciones cambian de forma, su contenido no tiene por qué disminuir. El ego dice: «Mira, esto se acabó. No ha funcionado. 

Ya no nos sentimos bien juntos. Lo pasado ya pasó. Ahora estoy con otra persona». El o la «ex» se convierte en un ciudadano de segunda. Con frecuencia la nueva pareja se siente con el derecho de decir: «¿Por qué hablas de él (o de ella)? Somos nosotros quienes estamos juntos ahora». Pobre de la persona que no apoya el proceso de sanación entre un hombre o una mujer y su anterior pareja. En última instancia terminará descubriendo que
su amante la tratará a ella exactamente tal como trató a su pareja anterior. Sentimos celos y la necesidad de aferrarnos a lo que tenemos porque, en este ámbito como en todos los demás, el ego nos dice que la cantidad de amor que hay es limitada, que el bien de los demás nos priva del nuestro. El ego cree que los recursos son finitos, pero el amor es infinito. Siempre que se añade amor a cualquier parte del sistema, el amor aumenta en cada una de las partes. El amor no origina otra cosa que más amor. Si mi marido o mi amante ha sanado todas sus relaciones pasadas, ello aumenta su capacidad de amarme desde una posición sana y entera. La última mujer que hubo en su vida no es mi competidora, sino mi hermana.
Hacía poco tiempo que salía con un hombre cuando vino una vez a casa a cenar. Mientras preparaba la cena, le pregunté qué había hecho durante el día, y me contó que había estado trabajando en un guión con su última pareja, que seguía colaborando con él profesionalmente. Al final habían tenido una conversación bastante engorrosa sobre su relación. Ella continuaba sintiéndose dolida, le costaba desprenderse... la historia que todos conocemos. Le pregunté cómo la había dejado después de esa conversación, y me dijo que estaba
bastante alterada. Dejé lo que estaba preparando, lo miré a los ojos y le dije:
-Ve a llamarla.
La idea de que esa mujer estuviera en algún lugar de la ciudad sumida en una angustia horrible mientras nosotros nos deleitábamos en un encuentro romántico se me hacía difícil de sobrellevar. Yo sabía lo que era eso. Habría sido una total falta de ética por mi parte no brindar el menor apoyo a sus sentimientos.
-¿No te molesta? -me preguntó.
-En absoluto. La cena puede esperar.
Nuestras necesidades no son algo aparte. Si contribuimos al dolor de otra persona, eso será un recuerdo que siempre volverá para acosarnos. Si hacemos lo que podemos por ayudarla, siempre habrá alguien que haga lo mismo por nosotros. No basta con sentarse ociosamente mientras los demás sufren, usando como excusa para esa actitud egoísta frases como «No es mi responsabilidad» o «Meterme en el asunto sería entrar en una
situación de codependencia».
-No tuve la intención de herirte -me dijo una vez una mujer, después de una situación en la que yo me había
sentido traicionada.
-Pero tampoco intentaste amarme -le respondí.
El amor no es neutral. Requiere una toma de posición. Es asumir el compromiso de tratar de conseguir la paz
para todos los que intervienen en una situación.




17. LA FE EN LAS RELACIONES
«La fe es el reconocimiento de la unión.»
Con frecuencia echamos de menos a una persona porque, en un ámbito invisible e intangible, todavía seguimos comunicados con ella, aún estamos conectados, esperando que la situación se resuelva.
-Estás neurótico -nos dirá la gente-. Ya es hora de desprenderte.
Pero hubo una época en que los viudos llevaban luto durante un año; el duelo se entendía, se reconocía, se lo validaba. No es neurótico estar de duelo por una relación; lo neurótico es no estarlo. En algún nivel, por más disociados de nuestros sentimientos que podamos estar, toda relación nos aporta esperanza, la esperanza de que pueda ser un lugar seguro, un puerto, un descanso después de todos nuestros combates.
Cuando una relación no funciona, por la razón que fuere, nuestra desilusión es natural. Cada encuentro intenso representa una conexión kármica profunda y complicada. Una relación que se acaba es algo muy semejante a una muerte, y en muchos casos la tristeza es mayor aún. Cuando alguien muere, con frecuencia
ha habido una compleción y una comprensión que no se producen cuando las dos personas están vivas pero se han separado sin que ello implique una elevación de la conciencia. Quizás el ser que amamos esté ahora, simplemente, en otro barrio de la ciudad, conviviendo con otra persona, y sin embargo la distancia que nos separa es la de un universo, porque la resolución que tanto necesitamos no se ha producido. No hay que fingir que esto no es como un cuchillo clavado en el corazón, porque lo es, y no hay nada que hacer, como no sea llorar, porque las lágrimas brotan como la sangre de una herida.
"Ahora es el momento de la fe." Dejémonos ablandar por nuestras lágrimas. Cuando los cuchillos emocionales atraviesan el corazón, se desmoronan murallas que, para empezar, no tenían por qué estar ahí.
Entonces podemos aprender. Podemos aprender lo que es ficticio y lo que es real. Podemos aprender que no hay que confiar en ídolos, y podemos aprender que hay un amor que nunca jamás desaparece.
En las relaciones se dan muchos conflictos que ponen a prueba nuestra fe. Uno de ellos es la traición. Se trata de una palabra que en realidad no entendemos si nadie nos ha traicionado. El dolor es muchísimo más intenso cuando es un amigo quien esgrime el cuchillo.
En el Curso, Jesús dice que, aunque de acuerdo con el pensamiento del mundo fue traicionado, él optó por
no percibirlo de ese modo. Dicho de otra manera: él sabía que en realidad no lo podían traicionar, porque lo
que no es amor no es real. Entonces, cuando nos atacan, cuando la medicina es tan amarga que necesitamos recurrir a todas nuestras fuerzas para no desplomarnos cuando la tomamos, ¿qué es lo que hacemos? ¿Dónde está nuestro consuelo?
Alguien me dijo una vez que el pavo real fabrica sus plumas comiendo espinas. Hermosa imagen: las cosas
duras y ásperas que tenemos que digerir pueden contribuir a nuestra belleza. Pero no siempre. Sólo cuando nos abrimos lo suficiente para realmente asimilar el horror, por extraño que parezca. La resistencia y la defensa sólo hacen más real el error, y aumentan nuestro dolor.
Si Jesús hubiera vociferado desde la cruz «Os odio a todos», la historia habría sido completamente diferente.
No habría habido resurrección. Lo que creó el espacio para su triunfo fue su indefensión, su aferrarse al amor a pesar de lo que le estaban haciendo. Se puede destruir el cuerpo, pero no la verdad. Si se le dan los tres días simbólicos, la verdad siempre se reafirmará. Los tres días representan el tiempo que se necesita entre la crucifixión y la resurrección, entre una respuesta del corazón abierto ante el dolor y la vivencia del renacimiento
que siempre le seguirá.
Cuántas veces me he dicho y he dicho a otros: «No son más que los tres días. Aguanta. Aguanta». 

Cuando nuestros amigos se han vuelto en contra nuestra o cuando nos han estafado o mentido, es muy fuerte la
tentación de defenderse, de devolver el ataque. Pero el Curso afirma que «en nuestra indefensión radica nuestra seguridad». Se trata de una instancia más en la que nuestro poder procede de decir: «Me haré a un lado y dejaré que Él me guíe». El Cristo interior puede afrontar cualquier ataque, porque el desamor no le
afecta. Lo único que puede hacer que el miedo nos afecte es nuestra convicción de que nos afectará.
Defendernos es una manera de coincidir con el atacante en el poder de su ataque, y con ello lo volvemos real en nuestra experiencia.
Necesitamos un gran coraje y mucha fuerza personal para aferrarnos a nuestro centro en momentos en que nos sentimos muy heridos. Necesitamos sabiduría para entender que nuestra reactividad no hace más que atizar las llamas de la falsa tragedia. El amor crea a nuestro alrededor un escudo místico que nos protege del caos. Cuando estamos en medio de la pérdida, de la traición o de cualquier otro tipo de crisis, hay poder en las
palabras: «Aquiétate y sabe que Yo soy». Nunca se puede destruir la verdad. Sólo en el tiempo se producen pérdidas, afirma el Curso, y el tiempo no existe.
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