miércoles, 6 de abril de 2016

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)-SEGUNDO CAPITULO



El Encuentro
Capitulo- 2
Los tiempos se aceleran. Las estructuras externas e internas sienten el cimbronazo. La realidad se resquebraja. Se huele la necesidad de auxilio. Millones de almas están sedientas de una mano sincera que las ayude a trascender el desconcierto. 
Hay quienes especulan y explotan esa necesidad de guía, lo cual sume a muchísimos peregrinos en una angustia aún mayor. Asistimos a un período de caos. Somos protagonistas de una gran transformación. No bajes los brazos. Vengo a tu encuentro para que charlemos, de corazón a corazón.
Por medio de “La Búsqueda”, te revelé parte de mi proceso de transformación. 
Al finalizar ese capítulo de mi vida, la intuición me susurró al oído que había llegado el momento de conectar con mi esencia, porque estaba cobrando vida una nueva dimensión. Sobre eso y otros temas me gustaría que hablemos. Mis palabras no son las de un iluminado, simplemente me mueve la compasión. 
No puedo seguir andando si sé que una parte mía quedó sufriendo a un costado del camino. Sería inhumano seguir. 
Sé que hubieses hecho lo mismo, o tal vez más. Tus ojos están cansados, pero no mienten. Por más que soy consciente de las dificultades para entenderse por medio del lenguaje, mi corazón insiste en que habrá una frecuencia sutil que viajará más allá de los conceptos. 
Muchas de las cosas te las diré sin decir, porque así es como actúa la magia en el entramado cósmico de luz, que está dando vida a una nueva humanidad. Sé de tu prisa y te comprendo, pero calma, haremos de cuenta que somos llevados fuera de los límites del tiempo. No puedo revelarte todo lo que hablaremos, porque aún lo desconozco. La vida nos está regalando este mágico encuentro. Dejemos que nos sorprenda. Seremos conversados por la divinidad. La intuición me guiña el ojo. Es posible que, después de esta charla, nos fundamos en un enorme abrazo desde el alma y salgamos corriendo, a sonreír por la vida, sin que nos importe las condiciones del tiempo, porque dentro, muy dentro nuestro, habrá salido el Sol. Disfrutemos de este encuentro…
Así comienza “El Encuentro”
¿Te gusta la música de ángeles que puse para que escuchemos de fondo? Ayuda a transportarnos a una dimensión diferente, donde la luz acaricia lo más puro de nuestra esencia. En todo momento somos acompañados. No los puedo ver, pero los puedo sentir. 
Te cuento un secreto: siempre que estés muy cansado, decile a un ángel que bese tu alma y verás que la energía fluye nuevamente por tu cuerpo. ¿Por qué esa cara tan larga? ¿Descreés que existan otros planos que trasciendan la materia? No soy quién para culparte. Me llevó mi buen tiempo cambiar. 
Somos programados de una manera tan intensa por la sociedad de consumo, con el discurso de que sólo existe el mundo de las formas, que luego es muy difícil comprender que existan otras realidades más allá de los sentidos. Eso, entre otras cosas, provoca que veamos la muerte de una manera tan negativa.
 ¿Te sentís bien? Percibí como si una ráfaga de frío recorriese tu espalda al citar la muerte. Debemos aprender a escuchar nuestro cuerpo. Esa señal fue una clara invitación a que toquemos este tema, que tanto ruido interno te provoca y te causa malestar con su sola mención.
La muerte como transformación.
La muerte será un buen tema para que comencemos a charlar, porque es una de las pocas cosas que tenemos garantizadas a lo largo del camino de la vida
¡Vení acá, no te vayas! No soy pesimista, todo lo contrario. 
La muerte no es más que el paso necesario para que la mutación de las formas pueda tener lugar. 
Debería llamarse transformación en vez de muerte, así podríamos verla como algo natural. Un buen ejercicio para trascender los límites de nuestros mapas mentales, es mirar desde otra perspectiva. En este caso, vamos a intentar ver la muerte a través de los ojos de un niño que está por nacer. 
Lo único que necesitamos es obviar, por unos segundos, que, antes de superar la “línea del olvido”, el niño ya sabe dónde encarnará, quiénes serán sus padres y demás, ¿te parece? Actualmente, gracias a los avances de la ciencia y de la tecnología, contamos con medios suficientes como para ver parte del proceso de gestación, pero ¿qué pasaría si no pudiésemos comprobarlo? ¿Realmente creeríamos que vivimos de ese modo durante nueve meses? Te quedaste pensando por qué dije “parte del proceso de gestación”. ¿Creés que podemos verlo todo? Si es así, ¿dónde estaba el espíritu de ese niño antes de ingresar al cuerpo? Bueno… sigamos, de todos modos ésta no será la única pregunta que nos quede sin responder. ¿Considerás que por sí mismo el bebé podría darse cuenta lo que le espera? ¿Verdad que no? Así pudiésemos ingresar al útero y hablarle de un modo que nos pudiese comprender, el niño diría que estamos rematadamente locos si pretendemos que nos crea que, tras el velo de la piel de su madre, podrá respirar por los pulmones, alimentarse por la boca o moverse por donde quiera, con absoluta libertad, sin ningún cordón que lo limite. 
¿Imaginás la cara de asombro que pondría al escucharnos decir que nacerá a una nueva forma de vida? 
Por más que lo intentemos, de mil maneras distintas, no tendríamos éxito. La mente se mueve de lo conocido a lo conocido, por eso cumplen una función tan importante las analogías, ya que a veces nos permiten comprender lo nuevo, subiendo por las escaleras de lo que ya conocemos.
¿Acaso el bebé no tendría derecho a pensar que sólo buscamos excusas para que muera? Visto bajo esta perspectiva, nacer es morir a la forma de vida anterior. 
Si no fuese porque la naturaleza cumple con su trabajo sabiamente, sería un verdadero milagro que algún niño se animara a nacer. ¿Cómo haríamos para transmitirle, sin crearle miedo, que existe otra realidad y que no morirá? Ni siquiera podríamos hacerle comprender cosas que nos resultan cotidianas, como los colores, los olores y el viento. 
No te rías tanto, a nosotros nos sucede exactamente lo mismo. Cuando alguien nos intenta explicar que nuestra existencia no se acaba con el cuerpo, reaccionamos igual que el bebé. Escuchamos, con sumo descreimiento, al que nos habla sobre el velo que nos impide ver lo que existe más allá de las fronteras de la materia. Así como el niño que está por nacer no cree que pueda vivir desconectado del cordón umbilical, nosotros no podemos imaginarnos que sigamos existiendo sin el cuerpo. 
Intuyo que comenzamos hablando sobre la muerte, porque si la negamos, estamos negando la vida misma. Vida y muerte son las dos caras de una misma moneda. El niño “muere” para que nazca el adolescente. El adolescente “muere” para que nazca el adulto y así continúa el proceso de mutación. La diferencia está en que algunas transformaciones son casi imperceptibles, mientras que otras son más radicales. ¿Qué pasaría si hoy te mostrase una foto de cuanto tenías sólo un par de meses? El salto en el tiempo te revelaría que la transformación fue mayúscula, sin embargo todo fue dándose de una manera tan sutil, que casi no te diste cuenta. Afortunadamente están las fotos y podemos comparar. Pero en cierto sentido, ese simpático niño, con hermosos rulos, murió. ¡Así me gusta, muy bien! Volví a mencionar la palabra muerte y ya no percibí esa fría electricidad que hace unos instantes recorrió tu cuerpo. ¿Verdad que es sólo transformación? Es de suma importancia volvernos conscientes de nuestro limitado paso por este plano, dado que eso nos ayudará a intentar aprovechar al máximo cada instante.
Nuestra vida es una demostración, constante, de que lo que llamamos muerte, no es más que una nueva transformación. 
Sin embargo a veces nos quedamos mirando la tumba, como el tonto al que cuando alguien le señala la Luna se queda con la vista clavada en el dedo. Si te parece bien, a partir de hoy nos referiremos a la muerte con un nuevo nombre: transformación. Así lograremos despojarla de tanta negatividad y modificaremos, más fácilmente, nuestra percepción con respecto a lo que sucede una vez que cumplimos con nuestro aprendizaje en la Tierra. 
Este es un planeta escuela, no lo olvides. Vinimos para aprender. El juego de la vida consiste en recuperar la inocencia y conectar con nuestra esencia interior para seguir evolucionando.
Una vida mecánica.
Ahora que hablamos sobre este tema, me gustaría hacerte una pregunta: ¿si estamos solamente de paso, por qué desperdiciamos la vida acumulando cosas que nadie podrá llevarse? Hay una bella historia que dice que cuando Alejandro Magno murió, había dejado dicho que lo llevaran con los brazos afuera y las palmas de sus manos extendidas, para que todo el mundo viese que ni siquiera él podría llevarse algo material de este mundo. Mirá por esa ventana. Observá cómo corre la gente de un lado para el otro. No hay sonrisas. No existe el más mínimo rasgo de humanidad en sus caras. Sólo hay tensión, enojo y mucho apuro. Sus mentes están abarrotadas con mensajes publicitarios que les hacen creer que si no tienen un determinado celular, una clase específica de coche o no vacacionan en equis lugar, no están a la moda o no serán bien vistos socialmente. ¿Cómo es que no comprenden que eso responde a que determinadas empresas necesitan, imperiosamente, vender ilusiones para incrementar sus ingresos? No, no estoy en contra del confort ni de la posibilidad de acceder a un mayor bienestar. Considero que la calidad de vida pasa por otro lado.
Está en el disfrute de las cosas simples. ¿De qué te sirve tanto dinero en la cuenta de un banco si te perdiste de disfrutar cómo crecían tus hijos? ¿Acaso la naturaleza nos enseña que hay que acumular, o más bien nos muestra que aprendamos a fluir? 
La gente pareciera olvidar que es más rico el que menos necesita. El consumismo los empuja a un estado de enajenación que espanta. Llevan vidas mecánicas. Son esclavos de sus deseos, rehenes de la inconsciencia. La vida de millones de personas se ha convertido en un verdadero infierno. Viven polarizados en la mente, condenando al destierro el corazón. 
Eso los vuelve insensibles a la vida misma y hace que sus rostros se vuelvan tan rígidos que explotarían si tuviesen que sonreír. Contemplá cómo esos pájaros juegan en el árbol. 
El perro permanece echado disfrutando de los tibios rayos del Sol. Mirá las flores cómo se divierten con la brisa, y cómo las hojas ensayan nuevas formas de volar. ¿Ves cuánta magia nos perdemos por correr detrás de cosas sin valor? ¿Seremos capaces de decir que hemos vivido si nunca nos dimos el permiso interno de disfrutar del valor de estas pequeñas–grandes cosas? 
Es cierto que los gobiernos hacen todo lo posible para promover la ignorancia, de modo que les sea más fácil encauzar los votos hacia determinadas urnas, pero no podemos andar echándole la culpa a los demás. Nadie más que nosotros somos responsables del modo en que vivimos.
Qué distinto sería el mundo si las personas salieran a la calle a compartir lo mejor de sí, tratando de poner conciencia en cada acto. ¿Te parece algo imposible? En la medida que cada uno despierte y tome verdadera conciencia de que estamos interrelacionados, y que todo lo que le hacemos a los demás nos lo estamos haciendo a nosotros mismos, la realidad será absolutamente distinta.


Nuevo escenario mundial
¿Considerás una utopía suponer que viviremos en un mundo más civilizado? No te preocupes, contamos con una gran ventaja, los astros están de nuestro lado. Sí, escuchaste bien. 
Las principales megatendencias mundiales hablan de un nuevo escenario mundial, en donde el hombre se revelará a lo establecido, aprenderá a manejarse de manera más consciente, en equilibrio con la naturaleza y moviéndose en consonancia con lo que le dicte su corazón. Sé que es algo muy difícil de ver en este momento caótico, porque todo pareciera indicar que vamos hacia el extremo opuesto. 
Así que me pregunté si había un impulso superior que guiara las tendencias, ya que quería saber en qué se basaban algunos autores para hacer tales predicciones. La búsqueda me llevó a la astrología, es decir, al arte de predecir el futuro mediante la observación de los astros. Desde el punto de vista objetivo, aún estamos en la Era de Piscis. Cronológicamente el cambio hacia la Era de Acuario se sitúa en el año 2160. ¡Ya sé que falta mucho para que llegue esa fecha, pero esperá! 
La gran noticia es que los límites no son tajantes. Ningún cambio de era se produce de golpe. Se estima que 300 años antes, ya se comienza a sentir el influjo de la nueva era. ¿Por qué te digo que los astros están de nuestro lado? Porque Acuario está regido por el planeta Urano, una de cuyas características es la superación. Además, en cualquier era, la constelación opuesta a la regente muestra los ideales por los que se luchará en esa época. 
En este caso, la constelación opuesta será Leo, quien despertará el espíritu del hombre, hasta el punto de que impulse sus propias iniciativas. Tu cara de sorpresa es igual a la que puse cuando me topé con estos datos. Pero la cosa no termina ahí, la información que encontré en la web señalaba que la Era de Acuario es una época de libertad individual y de responsabilidad, que estimula el deseo de romper con la tradición y con las normas autoritarias. Se trata de un período en donde las personas se abrirán a nuevas ideas y emprenderán acciones diferentes.
Esta nueva era, que ya estamos transitando desde el punto de vista energético, ayudará a que se quiebre el caparazón de la ignorancia. 
La gente obtendrá su estima mediante la autoaprobación. 
Cada cual será consciente de su propia divinidad y establecerá sus propias metas de autodesarrollo y servicio. Las personas se juzgarán a sí mismas y eso promoverá la libertad, porque el análisis de uno mismo evita quedarse atado a lo que piensen los demás. La gente comenzará a buscar las respuestas dentro de sí mismo y no fuera. Será un período de gran creatividad. ¿Suena demasiado maravilloso para ser real, no? Lo mismo pensé. 
Eso me llevó a buscar cuáles cosas caracterizaban a la era de Piscis, que es la que estamos abandonando. Mi sorpresa fue bien grande cuando leí lo que la astrología señalaba sobre este período. Los astrólogos remarcaban que Piscis estimula a que las personas respeten la autoridad, las tradiciones y costumbres. 
Sus características principales radican en la ignorancia del hombre acerca de su potencial, así como en su falta de autoestima. Subrayaban, también, que es una era en donde los juicios se basan en las apariencias. La gente quiere que le digan lo que tiene que hacer, en qué creer y se rodea de posesiones materiales para conseguir la aprobación de los semejantes. ¿No es acaso, lo que revelan los astrólogos, una fiel radiografía de lo que aún estamos presenciando? Reconozco que, al caer en la cuenta sobre la gran influencia que tienen los astros en nuestras vidas, sentí un gran alivio. Comprender que desde el cosmos recibiremos ayuda, camuflada en forma de energía, hizo que recordara que todo, absolutamente todo, está interrelacionado. La distancia es lo que crea la ilusión de separatividad. 
De todos modos, con esto de la energía de los astros, no supongas que tenemos todo solucionado. Nuestro libre albedrío nos permite resistir el cambio. Eso sólo generará dolor, sufrimiento, violencia y enfermedades, porque nuestros cuerpos no pueden evitar recibir la nueva vibración que está impregnando a la Tierra. Así que lo más sano e inteligente es aprender a fluir con el cambio.
Continuara.....

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)



LA BUSQUEDA
Capitulo- 1 ( Escrito XIV)
La sabiduría de las plantas
Al cabo de unos meses, mi inquietud por develar cuál era el camino correcto hizo que, nuevamente, diera un paso más allá de mis límites.
El contacto con un chamán me permitió experimentar con plantas maestras, como la Ayahuasca y el San Pedro. 
Tuve miedo de hacerlo. Implicaba abrir una nueva puerta hacia lo desconocido, con todo el riesgo que ello representaba. 
Busqué primero muchísima información. 
Debía superar mis temores racionales. Las cosas buenas que se decían en Internet sobre esas plantas, se minimizaban en mi cabeza cuando leía los oscuros testimonios de quienes decían haber atravesado verdaderos infiernos, donde experimentaron dolores insoportables, persecuciones de monstruos o transformaciones físicas que los hacían verse como insectos. 
Una de las páginas electrónicas subrayaba que las plantas maestras facilitaban el acceso a un estado de conciencia ampliada o iluminada, que permitía sentir y vivir a Dios dentro de uno mismo, al tiempo que todas las preguntas eran respondidas. 
Al igual que me había sucedido antes de desembocar en el terreno de las canalizaciones, reconocí que si seguía leyendo testimonios y buscando información, lo único que conseguiría serían conocimientos intelectuales prestados.
“La sabiduría de la planta es posible que te conduzca a tu cielo, pero también a tu infierno”, me explicó el chamán, aunque hizo la salvedad de que cada experiencia era única. Necesitaba saber.
No me bastaba con conocer. La información no me brindaba certezas. Sólo las vivencias podrían hacerlo. Ese razonamiento me condujo a superar temporariamente mis temores y me permitió participar de una ceremonia chamánica. 
Decidí que valía la pena arriesgarme para descubrir la divinidad que habitaba en mi interior, por más que el costo incluyera pasar por mi propio infierno. Los requisitos previos para limpiar el cuerpo fueron tres días de alimentación sana, preferentemente con vegetales y frutas. Nada de sexo por ese mismo período y evitar, al máximo, el consumo de azúcares y leche.
La ceremonia se realizó en una casa en las afueras de Capital Federal. Las fotografías, dibujos, imágenes y artesanías que adornaban la sala principal, brindaban un marco especial, que invocaba el respeto por la Madre Tierra. Contrariamente a lo que supuse, me encontré con personas comunes. 
Mi fantasía me hizo suponer que a esa clase de encuentros sólo acudirían adictos a las drogas y a las emociones fuertes. Por eso, encontrarme con dos señoras que estaban vestidas como si fuesen catequistas me permitió bromear, para liberar la tensión: “¿Ustedes no serán extras para que yo no sienta tanto miedo, no?”. Las mujeres sonrieron y me explicaron que ellas estaban, al igual que yo, tratando de profundizar en el camino interior para lograr conocerse. A las diez de la noche, a las quince personas que estábamos allí reunidas se nos hizo pasar a una sala contigua, donde comenzaría la ceremonia. 
La luz muy tenue, así como los almohadones, las colchonetas y las mantas en el suelo, indicaban que lo principal era tratar de relajarse. El chamán, que tenía la responsabilidad de que pudiésemos atravesar la experiencia de la mejor manera posible, nos recomendó que no ofreciéramos resistencia y que tratáramos de fluir con la sabiduría de la planta. También nos deseó a todos una “buena muerte”. 
Uno a uno fuimos pasando a beber Ayahuasca, mientras repetíamos: “salud con todos”. Sabía que su sabor era feo. 
Mi lengua se encargó de ratificarlo. Nos fuimos ubicando cómodamente en las colchonetas, tras consumir el brebaje que los indios de la Cuenca del Amazonas consideran “medicina”. Ellos la utilizan, entre otras cosas, como medio para diagnosticar enfermedades y también para prevenir a sus pueblos de desastres inminentes. 
Minutos más tarde, la mujer del chamán, que también lideraba la ceremonia, nos puso esencias florales en las manos y sopló por sobre nuestras cabezas para limpiarnos.
En cuestión de segundos, sentí un fuerte ardor a la altura del tercer ojo. Cuando quise darme cuenta estaba experimentando una alegría indescriptible. Me encontraba en medio de un carnaval de colores súper intensos y de indescriptibles belleza, jugando con dragones diminutos. Todo era éxtasis. Las formas cambiaban de manera mágica. Las transformaciones eran rítmicas. Nunca me había divertido tanto. No paraba de reírme. Tanta risa me hizo ahogar y cuando me incliné para toser, el multicolorido espectáculo comenzó a marchitarse. Abrí los ojos. Quise vomitar. Tomé la bolsa de plástico que nos habían dado por si eso sucedía. Cuando la acerqué hasta mi cara, la bolsa se transformó en la boca de una víbora. Me aterré. Pensé que me estaba volviendo loco. Sentía que mi mente se partía. Quería irme. Me desesperó no entender lo que pasaba. Como pude, me levanté. No me importaba nada. Sólo quería escapar de esa sensación de pérdida de la realidad. Ya no era consciente de que había gente al lado mío. Estaba dentro de otro mundo. Me tiré al piso y me bajé los pantalones hasta los tobillos. Quería evacuar mis intestinos. Cuando reaccioné que estaba desnudo, me cubrí y me puse de pie, pero el calvario seguía. Me desesperé todavía más. “¿Qué estás haciendo?” me dijo el chamán, mientras me tomaba de un brazo y me tiraba humo sobre el rostro, para evitar que siguiera golpeándome la cabeza contra la pared. 
No me animaba a mirar su cara. Tenía pánico de que pudiera transformarse. Sentí una furia tremenda en mi interior, como si fuese el hijo de una bestia. Escuché sonidos aterradores y me di cuenta de que era portador de un inmenso poder, capaz de causar daño. Lentamente comenzó a filtrarse en mis oídos una dulce voz de fondo, acompañada por un tambor, que me fue sacando de las profundidades. Conectar con la letra de la canción me elevó. También me ayudó a salir del infierno la firme mano del chamán sobre mi pecho, así como el humo del tabaco que me hacía inhalar. Recién en ese momento pude coordinar para abrir la puerta de la sala y dirigirme al baño. 
Pasar de golpe a una habitación iluminada, donde había gente, también fue impactante. Veía todo distorsionado. No podía focalizar. Me hablaban, pero no entendía. 
El sonido se deformaba. Era como si estuviesen acelerando la cinta de audio y video. Como pude, llegué al baño. Me sentí aliviado. No quería regresar a la ceremonia. Había conocido mi propio infierno y no quería saber más nada. Me quedé a oscuras sentado en una silla. Un rato más tarde, supuse que debía animarme a regresar a la sala porque lo peor había pasado Entré y volví a ubicarme en mi colchoneta. 
El chamán me preguntó como estaba y me dijo que tratara de relajarme y de conectar con lo mejor de mí. Le expliqué que no podía sentir, que estaba bloqueado. Respondió que no me preocupara y que cerrara los ojos. Sus palabras me guiaron hacia adentro. Nuevamente pude ver como si estuviese con los ojos abiertos. Mi corazón se abrió de par en par y un río, color azul puro, inundó todo mi ser. Me sentí pleno. Completo. 
Era la primera vez que me sentía lleno de amor y con una profunda paz interior. Estaba en el otro extremo, mi propio cielo. Podía abrir los ojos y seguir experimentando esa indescriptible sensación de plenitud y amor hacia toda la existencia. 
Me puse a cantar. El estado ampliado de consciencia permitía que conectara fácilmente con las letras de las canciones y me hacía vibrar.
Una de las canciones que más recuerdo comenzaba diciendo: “Abro mi corazón, abro mi sentimiento, abro mi entendimiento, dejo a un lado la razón y dejo brillar el sol escondido en mi interior…”. Di gracias a Dios por ese momento tan especial y maravilloso. Todo era perfecto. Hasta las situaciones difíciles que momentos antes había vivido, porque revelaron mi otra mitad.
La mujer del chamán se acercó y me dijo si quería tomar. 
Le dije que sí, pensado que me daría esencias florales. Cuando tragué me di cuenta que había ingerido nuevamente Ayahuasca. Me asusté mucho. Supuse que nuevamente caería en mi infierno, pero nada de eso ocurrió. Solamente seguí experimentando amor y gratitud a raudales. Caminé hasta el lugar de la sala en donde me había descontrolado y me senté. Ese lugar representaba mi lado oscuro. Sentí que se borraban mis divisiones internas y que había sanado, al ser capaz de afrontar los miedos. Siempre me costó meditar, porque no era fácil acallar mi mente, pero esa madrugada fue todo diferente. Cerré los ojos y me dejé abrazar por la quietud. Poco a poco, fui vivenciando escenas de vidas pasadas y mis respuestas eran respondidas. Lo extraño era que las respuestas surgían sin que las pudiera controlar de manera consciente. Era como si un maestro interior fuese el que me las estaba brindando. Sólo a modo de ejemplo, puedo decir que reviví parte de mi vida como monje. Fueron siete horas fuera de serie. Nunca hubiese podido imaginar que era posible vivir una experiencia tan impactante y movilizadora. 
Sé que estas palabras no alcanzan para describir ni siquiera el cinco por ciento de todo lo que viví esa madrugada, porque al retornar al estado ordinario de conciencia uno sabe que aprendió muchísimo más de lo que es capaz de rememorar. 
A medida que el sol se fue asomando, cada uno regresó de su viaje interior. Unos meses más tarde, con la finalidad de seguir trabajando en el camino de apertura espiritual y 
autodescubrimiento, volvía a repetir la experiencia con Ayahuasca y por último con San Pedro. 
De ese modo di también por concluida mi experiencia con las plantas sagradas del Perú. Soy consciente de que las plantas maestras me sacaron del sótano en el que estaba y me llevaron de un tirón hasta la terraza, para que todo mi ser sea testigo de que existen otros horizontes, más allá de mis limitaciones. La tarea consistía, ahora, en subir escalón por escalón. Sin ningún tipo de ayuda.
No existe un único camino.
Si en este momento tu mente está muy ocupada en determinar con qué parte de esta narración concuerda y con cuál no, perdés tu valioso tiempo. No derroches tu energía. Tené presente que al comienzo del libro quedamos en que estabas jugando a leer. 
En el mágico juego de la vida, está búsqueda es tan válida como cualquier otra, porque no existe un único camino. Los hay tantos como personas. Estos pasos fueron valederos para mí, y eso es lo que cuenta. No pretendo que vayas a Capilla del Monte, que le reces a la Virgen de San Nicolás, ni tampoco que salgas a buscar canalizadores para vivir experiencias similares. Te revelé parte de mi historia para que no te sientas como un desquiciado con las cosas que pueden estar pasándote, y también para que tomes conciencia de que hay patrones comunes que se repiten a poco de aventurarse en la búsqueda. La descripción de estos hechos tuvo el firme propósito de mostrarte que, al igual que vos, otras personas también están atravesando situaciones de aprendizaje que las impulsan, entre otras cosas, a superar los miedos, a escuchar la voz interior, a dejar fluir las emociones, a volverse más espirituales, a relacionarse con la naturaleza y a tratar de hacer realidad el sueño de ayudar a construir un mundo más humano. Aunque se te rían en la cara e intenten desacreditarte, no claudiques en tu búsqueda. Ofrecé, siempre, lo mejor de vos, sin importar por dónde te conduzca tu propio camino de evolución personal. Nunca olvides que todos los senderos son absolutamente válidos. Recorré el tuyo como mejor puedas, sin temor al qué dirán.
Consideraciones sobre “La Búsqueda”
Para que puedas conocer cómo siguieron desarrollándose algunos de los hechos que narré en este capítulo inicial, quiero hacer algunas consideraciones.
En primer lugar, quiero destacar que, a la fecha de publicación de este libro, aún no se encontró la imagen robada de la Virgen Nuestra Señora de la Merced, de la antigua iglesia jesuita de Villa Giardino (Córdoba). 
Por su parte, Irma, la guardiana del lugar, falleció a principios del 2007, sin ver cumplido su sueño de recobrar la imagen. 
Con respecto a la revelación que en Semana Santa del 2004 me hizo Aguila Blanca, donde destacaba que en “siete meses, siete días y siete horas” un hecho importante modificaría mi vida, coincidió con el encuentro con Emilio, el chamán de Uspallata que me enseñó a disfrutar y me ayudó a abrir el corazón.
Los “tres años muy duros” que acepté como prueba, concluyeron en Semana Santa del 2007. Tal lo canalizado, fue un período muy movilizador, pero de profundas enseñanzas vivenciales que me ayudaron a ser más sensible a la vida. Por otra parte, luego de d
os años de silencio y distanciamiento, me reencontré con Mirta (la mujer que canalizaba) el día de la sentencia del juicio oral donde se condenó, a más de veinte años de prisión, a los dos delincuentes que la habían violado. No abrazamos fuertemente, fue un momento muy emotivo. Nuestra relación se restableció, aunque por cuestiones geográficas sólo mantenemos contacto vía mail o telefónica. Ella sigue canalizando y aún continúa liderando un juicio multimillonario contra una multinacional, por daños al medio ambiente y a los pobladores de una ciudad costera de la Argentina.

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)


LA BUSQUEDA
Capitulo- 1 ( Escrito XIII)
La situación empeoraba La mejor manera que tenía para sobrellevar la tensa situación que vivía con mi esposa, era refugiarme en el amor de mis dos hijos, a quienes siempre extrañaba. La situación en mi casa empeoró, aún más, cuando Claudia se enteró que viajaría a Brasil con la mujer que canalizaba. Había intentado ocultárselo para que no se sintiera mal, pero encontró los pasajes. Cuando eso sucedió, me enojé conmigo mismo. Por evitarle un disgusto, había generado un mal mayor. Sentí que ese tipo de situaciones ponían a prueba mi capacidad de tolerar la adversidad. 
Le expliqué que en Brasil estaríamos en una comunidad que se llamaba Figueira, adonde acuden personas de diferentes partes del mundo para llevar una vida de recogimiento, servicio al prójimo y oración silenciosa. Hice lo humanamente posible para que comprendiera que viajaba con el propósito de conocer una nueva forma de vida, porque mi realidad pedía a gritos un cambio urgente. Si no lograba estar bien, nunca podría estarlo con ella; por lo tanto era necesario que continuara haciendo lo que mi espíritu me dictaba. Le agradecí por estar a mi lado. 
Le dije que la quería mucho y también le manifesté que quizá yo no sería capaz de tolerar que ella viajase con un hombre, de un lado para el otro, por más diferencia de edad que existiese. 
Por eso reconocí que valoraba enormemente lo que hacía por mí, pero le expliqué que necesitaba que me tuviese más confianza. Hacía ocho meses que no me sentaba a tratar de avanzar en el desarrollo del proyecto del parque temático. De todos modos, supuse que no sería mala idea llevarlo a Brasil. 
El 11 de octubre, a las siete y media de la mañana, viajé en avión con la mujer que canalizaba, en una línea de la empresa TAM, rumbo a Brasil.
Conocía muy poco sobre la comunidad que estaba a punto de visitar. Sólo sabía que tenían un estilo de vida monástico, que la alimentación era vegetariana (sin grasas animales ni lácteos), que tampoco consumían azúcar, café, bebidas alcohólicas, ni gaseosas, y que tal vez, me alojaría en habitaciones colectivas. Tampoco se permitía fumar. 
Al llegar a Figueira nos explicaron cuáles eran las reglas básicas de convivencia y fuimos asignados a diferentes núcleos. A mí me tocó ir a Sohim, que se caracterizaba por ser un lugar con energía de sanación. Estuve doce días. Me levantaba a las cinco y media de la mañana, porque teníamos que reunirnos para escuchar la lectura de una reflexión diaria. Luego se nos asignaban tareas comunitarias, tales como limpiar los baños, las habitaciones, trabajar en la cocina, etc. A las siete desayunábamos. Seguidamente, la coordinadora de cada área formaba grupos de trabajo rotativos para que trabajásemos en diferentes actividades hasta al mediodía. Algunas veces, por ejemplo, me tocó ayudar en la huerta, la carpintería, la laguna, la cocina o en el cuidado de las plantas. 
No se trataba de una regla estricta, pero las tareas debíamos tratar de hacerlas en silencio, para que cada uno pudiese conectar con su interior. Al mediodía almorzábamos y teníamos una hora de descanso, tras lo cual se reanudaban las actividades. Cuando terminábamos, nos quedaba tiempo suficiente como para ducharnos y prepararnos para la cena, que era a las siete de la tarde. Antes de las nueve de la noche estábamos durmiendo. Las jornadas tenían un ritmo intenso y había que reponer energías. Estar en Figueira me sirvió para aprender que es posible llevar una vida comunitaria sana y armónica.
En perfecta convivencia con la naturaleza. Reciclando los desperdicios y generando los propios alimentos, sin utilizar agroquímicos.
Trigueirinho, un líder muy singular La particularidad de esta comunidad estaba dada en que giraba en torno a un líder espiritual, Trigueirinho. Autor de más de setenta libros, a través de los cuales difunde una nueva cosmovisión, que tiene similitud con las vivencias que experimentamos a través de las canalizaciones. 
Trigueirinho plantea, entre otros aspectos, que el ciclo planetario está próximo a su desenlace y que se le ofrecerá a la humanidad revelaciones más amplias, que producirán un prodigioso despertar, sin regreso posible a los mundos kármicos. 
Sus mensajes son guiados por Jerarquías Espirituales (energías o seres que ya superaron el ciclo evolutivo del hombre) que revelan lo que ocurre en la Tierra y en el ser humano, en esta época de transición. Sus obras están dirigidas tanto a quienes están despertando a la vida interior, así como a quienes ya la asumieron y aspiran a penetrar el lado desconocido de la existencia humana, planetaria y cósmica. 
Los libros de Trigueirinho convalidan las vivencias que tuvimos con Alejandro y la mujer en Capilla del Monte, porque reconoce la existencia de las ciudades intraterrenas, como la de ERKS y el encuentro con seres de dimensiones cósmicas.
Su prédica responde a un plan superior de evolución, del cual formamos parte como integrantes de una gran familia cósmica. Sé que muchos de estos conceptos pueden sonar extraños o confusos para quienes tal vez nunca escucharon ni siquiera la mención de la palabra ovni. Sin embargo, como nuestras vivencias fueron anteriores a la lectura de algunos libros de este líder espiritual, lo que para algunos podría sonar disparatado, para nosotros era sensato. Mientras estuve en Figueira, participé de conferencias conducidas por Trigueirinho que me ayudaron a clarificar las situaciones extrañas que habíamos vivido. 
Durante una de las charlas, la mujer que canalizaba me dijo que le enviara el proyecto del parque temático a Trigueirinho. 
No sentí que tuviese que hacerlo, porque el enfoque de la comunidad distaba de todo lo que tuviese que ver con los avances tecnológicos. Ante mi negativa, la mujer escribió en un papel: “Me están diciendo que lo tenés que hacer”. Esa era la clase de situaciones que no toleraba. Me daba la impresión que algunas veces interfería su personalidad cuando no conseguía lo que quería. Enseguida decía “me están diciendo que…”, y no me quedaba otra cosa que obedecer. Recuerdo que cuando salimos de la conferencia le planteé mi parecer y ella me respondió: “Eso no es más que un prejuicio tuyo, si no querés no lo hagas. 
No estás obligado”. Es misma tarde, por intermedio del sistema de correo que mantenía comunicadas a las distintas construcciones de la comunidad, le envié la carpeta con el proyecto. 
Al día siguiente, recibí una nota, escrita a mano por Trigueirinho, en donde decía: “Gracias hermano por haberme enviado el proyecto. Nos es imposible intervenir en esas cosas, cuando uno es idealista. Es preciso no desperdiciar energías, cuando hay tantas necesidades evidentes que precisan nuestra atención. 
Esas necesidades son visibles y están ahí, delante de quienes saben ver. Con amor y luz, un amigo, Trigueirinho. (21–10–2004)”. Su respuesta confirmó mi intuición. No debía habérselo enviado. De todos modos, no me desanimé. Cada uno tiene su propia misión que cumplir. A veces los caminos pueden parecer antagónicos, pero eso es sólo una cuestión de percepción. Cuando le mostré a la mujer la nota, me dijo: “Te equivocaste, la canalización decía que tenías que dársela al día siguiente, eso alteró las circunstancias”. Preferí no responderle. 
Cuando finalizaron los días que tenía programados en Figueira, nos dirigimos con la mujer a la ciudad de Aparecida, en el estado de San Pablo. La canalización decía que el 25 de octubre debíamos estar frente a la imagen de la Virgen morena que daba nombre a esa ciudad. Así lo hicimos.
Sos un elegido
Cuando estuvimos junto a la imagen de la Virgen Aparecida, la mujer que canalizaba se puso a rezar. 
Luego salimos del imponente santuario y nos sentamos en un banco de cemento, bajo la sombra de un árbol. Era una tarde muy agobiante. Mientras descansábamos, mirando a la gente pasar, la mujer me comunicó el mensaje que le transmitió la patrona de Brasil: “Me cuesta creerlo –dijo–, pero la Virgen Aparecida también me confirmó que sos un elegido”. No me sorprendí. 
No era la primera vez que escuchaba la palabra “elegido” por parte de la mujer. Durante una de las primeras canalizaciones, en la ciudad de Necochea, la mujer también me dijo que Aguila Blanca me había señalado como “un elegido”. 
Otras canalizaciones, ocurridas durante los primeros viajes, revelaron puntualmente que era uno de los elegidos para integrar uno de los consejos que funcionarían luego de que las profecías catastróficas se cumplieran. Nunca creí en eso. Alejandro era testigo que desde el primer momento dije: “Voy a las canalizaciones porque veo que después de cada experiencia crezco en sabiduría interna, pero todo lo que me dice con respecto a que soy un elegido lo pongo al margen. 
No lo creo en lo más mínimo y me incomoda escucharlo”. 
Creí que era el momento oportuno para hablar sobre el tema, así que le pedí a la mujer que me escuchara con atención: “Sé que vos creer en cada cosa que recibís, porque en tu realidad lo percibís como cierto. Pero desde mí perspectiva, cuando te escucho decir que soy un elegido me parece una estupidez. Es algo que me resulta imposible de creer, por lo tanto nunca se lo dije a nadie. Me da vergüenza. Sólo lo sabe Alejandro, porque te lo escuchó decir a vos”. Le pedí que me disculpara por hablarle de ese modo, pero tenía que sincerarme. Era un tema que prefería no tocar, porque sabía que me molestaba demasiado y quizá no iba a tener la tranquilidad necesaria como para hablarlo del modo que correspondía. La mujer me entendió. A pesar de todo, manifestó que ella sí creía en lo que le habían transmitido, porque incluso pudo visualizarme desempeñándome como consejero. “Sólo el tiempo demostrará si esto es cierto” agregó. 
Me sentí más aliviado, pero todavía me faltaba decirle algunas cosas más. De todos modos, preferí esperar a que llegáramos al aeropuerto para continuar hablando con más calma. Mientras aguardábamos en un bar, a que se cumpliera la hora para tomar el avión de regreso a la Argentina, le dije que a la próxima canalización –que sería en diciembre, en la ciudad de Mendoza– iría en un colectivo de línea. Cuando me preguntó el motivo, le respondí que así lo haría dado que ella me había enviado un mail, antes de viajar a Brasil, diciéndome que debía desprenderme de la camioneta para evitar que cualquiera de los miembros de mi familia sufriera un accidente lamentable. 
“Ese tipo de canalización es condenable bajo todo punto de vista –le dije muy enojado–, porque no te deja salida. Si no hago caso a lo que se me dice y alguno de los integrantes de mi familia muere, la culpa por haberme ahorrado algunos pesos no me la saco jamás”. También le puntualicé que “no iba a poner una camioneta nueva a disposición de los viajes, porque eso aumentaría los conflictos con mi esposa”. La mujer dijo que ella era sólo una mensajera, en el sentido que no elegía qué cosas decir. “Sólo me limito a dar curso a lo que me comunican”, sostuvo. 
Luego agregó una frase que me molestó: “Si no vas con tu vehículo, limitarás la experiencia de los demás, porque nadie tiene en qué moverse”. Esas palabras fueron más que suficientes para desbordarme y hacer que elevara la voz, con el propósito de dejarle bien en claro que no era chofer de nadie. Cuando quise darme cuenta, las personas sentadas en las mesas vecinas nos estaban mirando. 
Ayudó a distendernos el hecho de que anunciaran nuestro vuelo. Por suerte, teníamos asientos separados. Me había hartado del mundo de las canalizaciones. Al regresar a Olavarría, hablé con Alejandro. También él sentía el cansancio de tantos viajes y situaciones movilizadoras. Acordamos que iríamos a Mendoza a cumplir con la última canalización, pero en ese lugar le diríamos a la mujer que nuestros caminos se separaban. 
Estábamos agradecidos por todo lo que habíamos experimentado, pero la situación no daba para más. 
En Mendoza teníamos que estar veinte días, a partir del 8 de noviembre. Supuestamente, el grupo de personas que iría tendría la posibilidad de ingresar, físicamente, a la ciudad intraterrena de Isidris. Aunque eso dependería del nivel vibracional que pudiese alcanzar cada uno.
Mendoza y el encuentro con Emilio.
Quince días en Brasil me habían parecido una eternidad, así que decidí que a Mendoza iría menos tiempo del que indicaba la canalización. Llegamos con Alejandro diez días más tarde. 
El encuentro con la mujer no fue como en los viajes anteriores. Después de la discusión en el aeropuerto, las cosas entre nosotros no habían quedado del todo bien. Por su intermedio tuvimos la posibilidad de conocer a Emilio. Un ser sumamente especial, que llevaba una vida por demás austera. Su vivienda era humilde, pero digna. Los perros y los gatos eran sus huéspedes de honor. En las paredes de su casa, situada en medio del campo, tenía colgados llamativos cuatros de colores fuertes, que él había pintado. Representaban algunas de sus vivencias.
El dibujo de una nave espacial, asomando tras las montañas me llamó la atención. “En esa nave viaja el maestro Jesús”, comentó como al pasar. Sus palabras me recordaron que bajando desde una nave, también fue como se nos había presentado a nosotros, en Capilla del Monte, de acuerdo con los relatos de la mujer. 
Era la segunda vez en mi vida que escuchaba que Jesús se desplazaba en una nave. No era algo sencillo de incorporar. Intrigado, le pregunté cómo se llamaba la nave y me respondió en forma de acertijo: “Sólo puedo decirte que su nombre tiene principio y también fin”. Cuando le dije, intuitivamente, si se llamaba Alfa y Omega, sonrió, se encogió de hombros y guardó silencio. Pasamos en su compañía una tarde mágica. Escuchar sus palabras reconfortaba el alma: “No sigan a nadie, cada uno es su propio maestro, sólo es necesario ir hacia adentro y dejarse guiar por el corazón”. “Recuerda que lo único importante es disfrutar. No te tomes las cosas en serio. La vida es un juego. Disfruta… Disfruta. Tampoco creas en lo que yo te diga. Busca tu propia verdad”, remarcó. Nos fuimos, pero queríamos quedarnos. Lo percibimos como un hombre puro. 
Al día siguiente, mientras descansaba, decidí abrir al azar uno de los libros de Trigueirinho, que había comprando en Figueira.
No podía creer lo que estaba leyendo. El texto decía: “En la nave madre, Alfa y Omega, se desplaza el maestro Jesús”. Cuando leí ese párrafo, sentí que un cosquilleo electrizante recorrió todo mi ser. Por tercera vez, de diferente manera, me llegaba ese dato tan particular. Sentimos una conexión tan fuerte con Emilio que las cinco personas que habíamos viajada a Mendoza, excepto la mujer que canalizaba –que se excusó argumentando cansancio–, decidimos volver a visitarlo. 
Cuando le dije lo que había encontrado en el libro, señaló que estaba en lo cierto y dijo: “esa nave es posible verla en las noches de luna llena”.
Como le insistimos varias veces, accedió a contarnos que su proceso de transformación espiritual estuvo marcado por un sinnúmero de acontecimientos, entre los que no faltaron los viajes, las meditaciones, los encuentros con chamanes, las experiencias místicas, las plantas maestras y el contacto con seres de otras dimensiones. La suma de todas esas experiencias, terminaron revelándole que “sólo hay que disfrutar, porque la vida es un juego”. 
Por la tarde, cuando retornamos al lugar donde acampábamos, la mujer que canalizaba no estaba. Esa noche llamó por teléfono para decir que no regresaría a dormir. Luego nos enteramos que había tomado la firme decisión de abandonar al grupo. 
A la mañana siguiente, en un encuentro que no duró más de quince minutos porque había personas que la esperaban, la mujer nos dijo: “Es hora de que sigan camino solos, los dejo”. 
Fue todo muy rápido. Supusimos que la brevedad de la despedida fue para evitar llorar. Habíamos compartido muchos viajes. Demasiados momentos juntos. Merecíamos otro tipo de cierre. De haber podido elegir, hubiésemos buscado una manera más cálida de desvincularnos. Eramos conscientes de que teníamos que ponerle un punto final a la situación. Lo que no sabíamos era que el desenlace se iba a dar de esa manera. Aunque no quise reconocerlo en su momento, me sentí muy molesto por la manera en que nuestro vínculo se truncó. Todavía quedan resabios de esa molestia. Prueba de ello es haber omitido hasta este momento la mención de su nombre: se llama Mirta. Tras la desvinculación, sólo una vez le escribí un mail para agradecerle. 
Ella fue mi maestra en un tramo muy intenso de mi vida. Cuando Mirta se fue, quedamos Osvaldo (que era uno de los músicos que nos acompañó a buscar la imagen de la Virgen robada), la sobrina de la mujer y Alejandro. Las otras dos personas que habían venido desde Necochea también decidieron marcharse. Tras pensar qué haríamos, decidimos cumplir con lo que restaba de la canalización e ir a acampar a la laguna Los Horcones, en la base del Aconcagua.
Invitamos a Emilio, quien accedió a venir. Esa madrugada, junto a la laguna, luego de hacer sonar un caracol a los cuatro vientos y realizar invocaciones, nos explicó que estábamos los que teníamos que estar, porque habíamos ido a Mendoza a cerrar un ciclo. Con Alejandro nos quedamos con el recuerdo de sus palabras: “No sigan a nadie, busquen sus propios caminos”. 
Ese día, el 25 de noviembre del año 2004, dimos por finalizado el ciclo de las canalizaciones. Lo admitiésemos o no, éramos personas diferentes. Por dentro habíamos cambiado. 
Para buena parte de nuestro entorno, prácticamente sus vidas no habían variado durante el transcurso de los últimos diez meses. Las nuestras habían atravesado una profunda transformación, que amplió nuestro mundo interno. Cuando volvimos a juntarnos para recordar lo vivido, con Alejandro creímos que, tal vez, ahora nos tocaría vivir un período de mayor tranquilidad, para que pudiésemos terminar de asimilar las enseñanzas recibidas. Aunque esa no era más que una suposición, porque uno nunca tiene la certeza de qué es lo que va a pasar. Poco a poco entré nuevamente en la rutina cotidiana. 
Mi cuerpo extrañaba el sabor de la incertidumbre, que brindaba la aventura de los viajes espirituales. Invertí mi tiempo en lograr un mayor contacto con la naturaleza, ocupándome de la quinta que había comprado. Ese era mi mejor cable a tierra. Las plantas, las flores, el pasto, los pájaros y la compañía de mi perro Juancho, servían de marco para distenderme. También dediqué más tiempo a fortalecer la relación con mi esposa y disfrutar de mis hijos. Otra de las cosas que hice fue retomar el desarrollo del proyecto del parque temático. Las vivencias que tuve, por intermedio de los viajes, me permitieron darle una mayor profundidad y nuevas perspectivas.
Continuara.....
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