miércoles, 20 de julio de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta-17


 CARTA-17
Amanece. Muchos aún duermen. Recuerdo a mi padre subiendo las escaleras, lo veo marchándose, solo le miro, la mayoría se va antes de la vejez. Un día en África, sentí intensa indignación por tanta injustica; la recuerdo a ella, piel morena, ojos felinos, fragancia de juventud y ninguna esperanza. 
Recuerdo esa terraza en Hong Kong, ella esperaba a alguien mientras yo observaba la ciudad desde aquella elevada azotea. 
Se integró al paisaje, mi soledad estaba distraída con su presencia, hasta que llego él; creo que se amaban, mi soledad de inmediato miró en otra dirección; saqué un pañuelo, no, no estaba llorando, solo que mi nostalgia se había acostado en el suelo. El edificio de al lado está vacío, como el vecino que cada tarde, a la hora vespertina, saca de paseo a su depresión, camuflada en un perrito atado a su mano. 
Acabo de encontrar una foto de mi cumpleaños veintinueve, cuando alguien me dio como regalo un viaje en barco a Marruecos. Eran tiempos en los cuales merodeaba por Europa, inventariando individualismos y presenciando maratones de egoísmo. Una noche, casi veinte personas sucesivamente me negaron hospedaje. Eran ecologistas, y algunos eran diputados verdes. Entonces comprendí que la ecología que no es vivencial es solo estrategia falaz. Esa noche tuve que dormir en un parque vecino, donde estaba permitido dormir, siempre y cuando lo hicieras sentado. Mi barba renueva su color, que comenzó a cambiar hace un par de años, y cree que no me doy cuenta, que sigo siendo el mismo. Busco un chocolate, me acerco a la ventana, me siento libre, no soportaría una vida sin libertad, pienso. He viajado por todo el mundo, conozco bosques de ceguera y montañas de soberbia, océanos de indiferencia y centros comerciales donde se vende absolutamente todo lo que no necesitamos. Soy libre. «¿Para qué ser libre?», me pregunté con frecuencia. Para empaparme de vida, para ser yo mismo, pero en mi mejor versión; para tejer mis días con los hilos de la esperanza, para espiritualizar lo mundano y elevar a categoría de sagrado mi cuerpo y sus instantes. Soy libre para correr hacia mi horizonte predilecto, purgado de adicciones y dependencias, fluyendo como el agua, subiendo como el humo, llenándome de luz como la luna, orillando la plenitud como el ferviente aprendiz. No prometo nada, solo vivir con pasión y desapego, quizá la libertad sea mi apego secreto. He conocido personas que buscan ser libres, pero no saben para qué; jóvenes que en nombre de la libertad se llenan de cadenas, mujeres que confunden vida con celda confortable, en nombre de la institución matrimonial; he presenciado a las nuevas generaciones, cayendo en manos de las adicciones, frecuentando bares donde ponen en remojo sus neuronas, adolescentes que ya saben cómo hacerse daño, niños que aprendieron a aburrirse. La libertad es el terreno donde crece el árbol de la autenticidad, es la posibilidad de ser tú mismo, desde ese trabajo interior que solo tú podrás realizar. ¿Eres libre? ¿Te sientes libre? Conozco gente atrapada incluso en lo que ama. La libertad comienza con ese trabajo interior, que no es otra cosa que conocerse, y ello ocurre cuando comienzas a observarte. 
Al conocerte podrás darte cuenta de lo que precisas cambiar y de aquello que puede actuar como tu fortaleza. Recuerda entronizar a tu conciencia como la máxima autoridad, de esa manera podrás resistir con facilidad los embates del entorno, siempre entrometido. Todos tenemos algún familiar que quiere que hagamos lo que hizo, lo que no hizo; todos conocemos gente dispuesta a aconsejarnos sin escucharnos, sin conocernos, sin darse cuenta que cada uno es una historia única e irrepetible. 
En verdad es mi libertad la que quiere hablar con la tuya, decirle, por ejemplo: «Haz lo que sientas que tienes que hacer; si aprendiste a amar, esa es la mejor garantía». Si tienes un plan de vida, con objetivos claros y maneras cuidadosamente elegidas, adelante, recuerda que la gente libre es aquella que decide tomar las riendas de su vida, porque la libertad tiene como apellido responsabilidad. Si estás dispuesto a ser libre, deberás crecer con todo lo que te pasa, esto es, estar preparado para todo, en un contexto de coherencia creciente. Entrégate a todo lo que te toque hacer, apasiónate desapegadamente, sin perder de vista las creencias que influyen en tu vida, sin descartar modificarlas si en algún momento ellas se convierten en una interferencia. 
Aquello en lo que crees, puedes cambiarlo siempre que sea necesario; son los objetivos los que deben ser mantenidos hasta lograrse y, a veces, descartarse, y los principios, como cimientos de una vida digna, rara vez deben modificarse. 
En la vida, constantemente estarás en situación de quedar enganchado a algo o a alguien. Permanece atento, siempre dispuesto a soltar cadenas, dependencias; sentirse libre le da un sabor increíble a la vida. Autorregula tu libertad, llévala hasta niveles de soberanía existencial, recuerda que se puede aprender a usar cada vez con más excelencia, que puedes aprender a vivir cada vez mejor y llegar al punto máximo de intensidad existencial, contexto en el que puedes direccionar tu energía con creciente lucidez y ponerla al servicio de tu crecimiento, mientras disfrutas de la vida y sus sorpresas. Necesitarás desafíos grandes para volar cada vez más alto, adversidades para hacerte fuerte, enfrentar problemas para desarrollar tus capacidades y ejercer tu poder. Cuando te encuentres en situaciones difíciles, identifica la emoción predominante en cada situación, al punto de elegir cómo quieres manejarte en cada caso. No te propongo ninguna forma de represión, solo conciencia, darte cuenta, respirar profundo, reciclar emociones inadecuadas o canalizarlas adecuadamente. Eso es trabajo interior, ser soberano y gobernante de lo que sientes, usando en cada situación la emoción precisa. 
La gente libre hace lo que ama y, cuando es necesario hacer algo diferente, aprende a amar lo que le toca hacer. De esta manera, aprende a ser cada vez más libre, más auténtico, más tú mismo, pintando de colores el viaje de la vida, donde vivir es elegir y ello debería incluir la elección de amistades inteligentes y libres como tú. Recuerda, la gente libre se da tiempo para sí misma, pero a veces olvídate del tiempo y limítate a hacer lo que estás haciendo, convertido en lo que haces. Date tiempo para estar con los que amas, camina con la mente abierta a casi todo, abraza si así lo sientes, acaricia, expresa lo que transporta tu corazón; explora sin temor, la vida es una maravillosa aventura reservada para libres; apodérate de tu vida sin olvidar que el hombre libre es aquel que es dueño de sí mismo. Recuerda también que solo quien es feliz y vibra desde el amor es libre de verdad. ¿Sabías que el tiempo libre requiere gente libre? ¿Que el tiempo libre requiere una buena preparación para saber usarlo adecuadamente? ¿Que el tan buscado tiempo libre se ha convertido en un tiempo de autodestrucción? Vivimos en una sociedad llena de necesidades innecesarias y simultáneamente con necesidades insatisfechas, atenazada por el miedo al qué dirán, al fracaso y al rechazo; sometida a la resignación, porque la información reemplazó a la sabiduría, el confort a la felicidad, el trabajo a la misión. La gente de este tiempo vive anestesiada por la creciente oferta de distracciones, en un contexto donde lo recreativo ha pasado a llenar el vacío del sinsentido. 
En una situación como esta, te pido conservar tu libertad, es decir, asume la responsabilidad de vivir bien. Ignora el desorden llamado infelicidad, es un mal ejemplo que no precisas seguir; escucha el silencio más que los consejos de quienes nunca aprendieron a vivir; la voz de tu conciencia, una vez apagadas las otras voces, será un asesor valioso. Sucede que para desplegarse, la libertad precisa de la responsabilidad que proviene del crecimiento, el cual emana del trabajo interior. 
La libertad se dispersa poderosamente cuando está adecuadamente mezclada con felicidad y amor; su espuma es duradera cuando el fuego del conocimiento la mantiene viva. 
La libertad sabe dar la bienvenida a las sorpresas y siempre dispone de un plan B, entonces, casi nunca pierde su centro, ella sabe el poder que posee cuando está en la actitud adecuada, de la manera precisa, haciendo lo que tiene que hacer. 
La libertad se impulsa con el combustible del conocimiento. Cabalga tranquila, sabe cuál es su Norte, por ello avanza indetenible sin distraerse con el simplismo ni perder tiempo en lo que no tiene sentido. La libertad usa riguroso traje transparente, no tiene nada que ocultar, tiene la forma de la circunstancia en la que se encuentra, palpita con la intensidad de quien sabe que por sus venas circula la plenitud y que sus huellas irradian una música parecida a la felicidad. Vivir con libertad se convierte en una de las actividades más placenteras; es tener permiso para producir milagros, es horadar el tiempo y encontrar en lo profundo de cada instante la eternidad, es acceder a la médula de la vida y germinar semillas de plenitud. 
Las entrañas de la libertad son luminosas, sus alas saben de imposibles y están preñadas de otras realidades, su mirada se alimenta de luz y transporta múltiples sueños, solo interrumpidos por rituales donde se maneja la energía, colocándola al servicio de la evolución. Ser libre es la mejor manera de iluminar el camino del amor, la mejor semilla para cultivar, en el terreno de la felicidad, la más hermosa invitación a ser tú mismo y, desde ti, a desplegar tus alas y disolverte en el orden cósmico, la casa grande donde nos esperan. Te invito a ser libre definitivamente y también a compartir conmigo un diálogo sobre el tiempo, el presente y la muerte, en la próxima carta. Te confieso que el próximo secreto alude a mi reflexión predilecta, y será una alegría compartirla contigo.
Chamalú.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta 16



CARTA-16

Una ráfaga de luz ingresó por encima de la cortina, lo primero que moví fue mi brazo derecho, miré la hora, respiré profundo, «me están regalando un nuevo día», me dije a mí mismo y, sin emitir sonido alguno, casi sin parpadear, me senté mirando al Este, hacia donde nace el sol, y comencé a hablar. GRACIAS, Chej Pacha, Intij Inti, Guenechen, gran espíritu, energía cósmica suprema. Admito que no comprendo todo lo que sucede en la Tierra, en la vida. Incluso después de haber viajado mucho, adentro y afuera, en verdad no sé lo que sucede, solo contemplo un desfile de milagros, una secuencia de acontecimientos mágicos; observo el cielo, contemplo una gota de sangre al microscopio, el paisaje estelar se repite; intenté comprender el misterio de la vida, admito que fui incapaz de comprender lo que veía, lo que presentía. Recuerdo haber visto extraños detalles mágicos, escalones a puertas que conducen a otras realidades, imágenes periféricas que parecen instalarse multidimensionalmente, seres que te hablan de cosas que son ciertas pero no en esta realidad. Contemplo los instantes de que dispongo, son burbujas que estallan al marcharse, constato que estoy vivo, quiero agradecer este detalle cósmico y tú conmigo, si quieres, sumarte a este ceremonial agradecimiento, estar vivos es lo mejor que nos podía haber ocurrido. Mi voz se entrecorta, mi respiración da paso a un jadeo, mi pulso acelera su paso, el instante en que habito este momento es cóncavo y sin salida. Entrelazo mis dedos, levanto la mirada; sucede que la palabra desnuda, entumecida por el silencio impuesto, pulveriza el caparazón racional y, sacudiendo los prejuicios, comienza a modelar el sonido, agradeciendo por el regalo de la vida. 
Gracias por el día recibido hoy entre sábanas y, de techo, el amanecer. Gracias, Chej Pacha, por permitirme tocar el paraíso con mis pies, por llenarme la boca de palabras amorosas, por despertarme de mi ceguera de ignorancia y facilitarme una crisis que yo mismo fabriqué. Gracias por los cinco sentidos que en realidad son veinte ventanas para mirar a otras realidades, gracias por la muerte, que es el amanecer al gran día, por la pesada rama de las adversidades, en este árbol de la vida que incluye todo, con ella aprendí a hacerme fuerte. Gracias por el vaivén de átomos que refresca mi desapego, por adherirme al silencio, ese lenguaje con el que se comunican los invisibles; gracias por el umbral sagrado, donde recordé de dónde vengo y hacia dónde voy. El polvo de las estrellas también forma parte de mi genealogía cósmica, es la forma más poderosa de reinstalarnos en la vida. 
Gracias por esta maravillosa oportunidad. 
Quiero agradecer también por la lluvia que purifica mi mirada, por el humo ceremonial que transporta mis oraciones, por la hermética oscuridad que preserva el conocimiento, reservándolo para el corazón humilde y el aprendiz reverente; gracias por este flujo llamado vida, por las múltiples oportunidades de descubrir la magia de la vida, por el canto de los pájaros que traen mensajes de otras realidades, por mis manos, que puedo convertir en caricias, elevadas a categoría de terapia. 
He jugado con los instantes, que son luminosos cuando los saboreamos intensamente, y opacos cuando permitimos que se marchiten sin aprendizaje ni placer. Gracias porque la vida se esconde en la yema de cada momento, la luciérnaga que contrarresta la oscuridad. Gracias por la posibilidad de germinar esperanzas y cultivar sueños que producen arcoíris; gracias por permitirme rozar la plenitud y rendir culto al éxtasis y por la posibilidad de disponer de instantes crujientes. 
Gracias por el vecindario de múltiples constelaciones, por el sabor del saber y por la colección de días que desfilan por mí cada año. Quiero que mi fugacidad repercuta en la eternidad y que la inmensidad envuelva mis instantes, que cada pliegue de mi alma recoja el aroma de la vida plena. Gracias por permitirme sentir que estoy vivo, que soy parte de algo más grande; por la posibilidad de constatar que todo es uno y todo está vivo; gracias por el fuego, por su calor y sus mensajes, por las lágrimas que no interrumpen mi felicidad; gracias por los ojos que me permiten beber los colores y por los oídos que convierten los estímulos sonoros en música; gracias por la vida que circula por mis venas, por el universo que se esconde en mis células, por los átomos de otros tiempos y las galaxias que pueblan mis cuerpos energéticos.
Quiero agradecer también por las lágrimas que eventualmente humedecen mis mejillas, sin interrumpir la felicidad que me habita; gracias por la posibilidad de convertir en sueño la pesadilla, lo inferior en superior, por la oportunidad evolucionaria, por el laboratorio de alquimia llamado vida al que fui convocado. Germinaré mi espíritu y sublimaré todo lo que sea necesario, entrelazaré mis ajayus con el Chej Pacha, seré fiel a la plenitud, hablaré el idioma del silencio y traduciré el brillo de la sabiduría ancestral, para que el buscador atento aprenda a aclimatar a este tiempo las joyas que usaron nuestros antepasados. Gracias por permitirme cabalgar en el tiempo, esa danza de átomos que ocurre en mi espacio personal; por las estrellas que me recuerdan la importancia de vestirse de luz cuando llega la oscuridad; gracias por el arte, que me invita a convertir mi vida en una galería artística, donde solo se coleccionan buenos recuerdos, y gracias por los párpados, que desaparecen los colores para entregarme a continuación las alas y con ellas volar al descanso. Gracias por el círculo y las formas sagradas, por los templos donde se concentra la energía; gracias por este viaje multidimensional llamado vida, un camino lleno de agujeros pero también de oportunidades. Gracias por los árboles y su presencia protectora, por los ríos y su invitación a fluir, gracias por la posibilidad de soñar y, en especial, por darnos la capacidad de encarnar las mejores utopías, por permitirnos derribar muros y alcanzar imposibles. 
Cada año es una cronología de tiempo encuadernado en forma de días; el tiempo es el país donde reina la fugacidad. 
Quien no reacciona oportunamente y organiza sus instantes, corre el riesgo de haber visitado la Tierra en vano. 
Gracias por el ritual cotidiano del amanecer, con que envuelves el regalo de cada día y por la transparencia de la humildad, pasaporte donde nos colocan el sello de la reverencia, requisito para acceder a los secretos iniciáticos; gracias por las nubes que nos hablan de la dinámica existencial, nos recuerdan que todo está en movimiento, gracias por dejarme vivir en plena orilla de la eternidad, donde poca gente levanta su campamento. 
Gracias por mis brazos, que en cualquier momento se convierten en abrazos; gracias por la paciente vigilia de los guardianes, respetuosos testigos de nuestros mejores errores; gracias por estrenar un nuevo sol cada mañana, por dotarnos de visión para comprender la misión, por la soledad y la compañía, ambas de cinco estrellas, por el bosque, donde lo invisible siempre es frondoso y el clima energizador. 
Gracias por el horizonte, repostería cromática a la hora vespertina y por la capacidad de sentir el placer que sienten nuestros cuerpos, para recordarnos que el placer es la antesala al éxtasis, la alfombra de la plenitud, el salvoconducto a la unicidad, territorio liberado desde donde podemos comprender el origen y propósito de la vida. Gracias por la maravillosa tecnología con que fue fabricado nuestro cuerpo, por el océano multicolor y enigmático de la mente, por la posibilidad de acceder a otros tiempos cuando nos preparamos y por la sabiduría ancestral, la ciencia de los abuelos, desde la cual nos dejaron huellas de magia, para recordarnos que la vida es mucho más de lo imaginado. Quiero agradecer también por la diversidad biológica que posibilita una sedosa biósfera, donde todos ayudan a todos, generando un microclima que se torna fosforescente con la felicidad. Aquí no hay mejor dispositivo que el corazón lleno de amor y la actitud sedienta de crecimiento. 
Gracias por la mirada de los niños que aún contemplan otras realidades, por la meditación que nos purifica, por la danza que nos libera y el canto que nos cura. 
Gracias, incluso por las adversidades que nos hicieron fuertes, por la incomprensión que al comprenderla nos hace flexibles, por la envidia que nos recuerda que estamos mejor y por todas las difamaciones que nos hacen imperturbables. De manera personal quiero agradecerte porque no me privaste de nada. 
No sé si fuiste tú o una parte mía. Unas veces se desbandaron mis ideas y en otras el silencio se convirtió en chasquidos. 
Gracias por la embriaguez mística y por las brumas de eventual confusión que experimenté cuando, joven e impulsivo, quería cambiar el mundo a mi manera, y por ese desgarre de la eternidad, a mis quince años sufrí y atravesé un oscuro túnel. Gracias por los glaciares y las cataratas, por las selvas y las montañas, por los acantilados y los cañones, por las playas y los desiertos, por las palabras y las visiones, por las noches de insomnio creador y la aridez de las fronteras; gracias por la espiritualidad mundana que eleva a categoría de exótico mi presente. Admito mi locura, no tengo excusas. 
He cercenado la mediocridad, he truncado la estupidez, he maniatado a mis temores, he incinerado a la frivolidad para convertir en sagradas las burbujas de mis instantes. 
No es ficción, es expiración de lo convencional, es rediseñar el destino sugerido y transitar desnudo el sendero de la «descivilización». Es dejar en libertad mi libertad, proponiendo al amor como garante, a la felicidad como contexto y a la paz como vestuario. Y, finalmente, gracias por la poesía, que en forma de flores, atardeceres o miradas de ancianos ausentes acompañaron mi caminata. Es probable que el sueño persista cuando la penumbra de la ausencia descienda, cuando mi palabra se extinga y las formas se disipen, entonces, en la arena del olvido, ahí, en la orilla del último crepúsculo, escribiré una vez más: GRACIAS…
Chamalú
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LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta-15





Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino de la vida plena (Chamalú) 

CARTA-15
La fecha de hoy es irrelevante, comienza el año, es la hora vespertina, me aíslo entre mis libros, alguien llama a la puerta, no tengo amigos, me pregunto qué pasará cuando mis pasos ya no dejen huellas por las rutas que transito. ¿Quién es él? Estuvo allí, el tiempo pasa y nos lleva día a día, es sutil, casi confortable, ignoro cuál será la ultima esquina de mi vida. 
Hay calma en mi interior, por un momento sentí sueño y en el fondo una tenue soledad pintando en alto relieve mi felicidad. 
El grifo de casa fabrica una ininterrumpida gota, parece el tictac de un reloj líquido; siento hambre, se precipitan mis instantes en fila india, se lanzan al vacío, ese agujero negro que devora tiempo y existencias, aparece una columna de humo en el cercano horizonte, parece una escalera al cielo, alguien cierra ruidosamente una puerta, es el viento, que se agita sin motivo para luego calmarse; hay una botella de vino al fondo a la izquierda, el deseo no es suficiente, entonces, lentamente se convierte en recuerdo sin recuerdos. A veces siento a la soledad de cuerpo entero, camina a mi lado, se acuesta conmigo, extraño mi tribu, esa constelación de corazones que cantaban al amanecer y encendían la hoguera a la hora vespertina para dar la bienvenida a las estrellas, que enviaban a las luciérnagas como sus representantes itinerantes, quizá pretendían recordarnos la importancia de vestirnos de luz. 
A veces, el placer de compartir queda pendiente, como suspendido en el aire, mirando a todo lado, como esperando que pase algo y… solo pasa el tiempo. La familia en esta sociedad intenta monopolizar el afecto, sin embargo, reunirse para dialogar sobre temas profundos parece una práctica en proceso de extinción. Todos estamos conectados, pero ¿quiénes somos todos? ¿Quién soy sin mi tribu? ¿Cuándo ocurrió el destierro que me condena a vivir sin los míos? Recuerdo a esa abuela indígena que un día, al regresar después de un tiempo a su tribu, al encontrar el árbol sagrado cortado de raíz, al no encontrar a ningún miembro de su amada tribu, corría de un lado a otro, preguntándose: «¿Dónde están las mujeres que recibían el día cantando? ¿Dónde están los jóvenes guerreros que superan duras pruebas iniciáticas, todo para ser merecedores de la tribu que los recibía? ¿Dónde están los abuelos que a la noche se sentaban en torno al fuego a desgranar sus conocimientos? ¿Por qué se han ido?» Al día siguiente, esa anciana fue encontrada muerta, abrazada al árbol cortado. A veces, me siento como ella, me observo y me encuentro abrazado a mi nostalgia. Ya no está la tribu, las familias fueron sistemáticamente destruidas por una mentalidad individualista que solo privilegia al individuo. Es urgente rodearse de gente inteligente, de personas felices que hayan aprendido a amar; gente libre, especializada en ver lo positivo en los demás, mujeres y hombres con capacidad de autogobierno emocional. 
No creas que estoy pidiéndote imposibles, tampoco que busco lo que no existe, simplemente, rodéate de gente inteligente, ellos aprenderán rápidamente a hacer lo que sea necesario, en el momento justo y de la manera precisa. Tu presencia ayudará a su crecimiento y ellos contribuirán a tu bienestar, sin dependencias, sin apego, con la predisposición a desplegar la inteligencia emocional y de manera colectiva ayudarse a curar heridas emocionales, desarrollando con apoyo mutuo habilidades comunicativas, ejerciendo la solidaridad y reciprocidad de las que te hablé antes. Optimizada la comunicación, el resto es ponerse en el lugar del otro, cultivando confianza y afecto, en un contexto en el que todos estemos abiertos a dar y recibir, pero sin implicarte en lo que no te corresponde. La tribu que te propongo constituir, en realidad es tu red de gente que amas y con quienes existen lazos de afecto y confianza, ahí está el hombro para apoyar las lágrimas que inevitables anhelan humedecer tus mejillas y el oído disponible al relato que evita el naufragio de la felicidad, desahogando oportunamente al navegante de aguas momentáneamente turbulentas. Los integrantes de esta tribu invisible no necesitan vivir juntos, ellos están conectados por lazos de afecto y confianza y en lo externo mediante la tecnología. Ellos a menudo ni siquiera requieren usar las palabras para comunicarse, porque sus corazones habitan la zona del wi-fi cósmico y vuelan hacia reencuentros que no ocurren en este plano. Esa es la tribu que te recomiendo constituir, el resto, aprender a no juzgar, reemplazando ese hábito innecesario por la crítica constructiva. La clave es amar a la gente, aunque no lo merezca. Organiza bien tus relaciones interpersonales; seamos radicales: relaciones positivas o nada, no hay tiempo para perder ni salud para deteriorar; fomenta el trabajo en equipo, esa es la herencia del ayni, la comunidad que nos legaron nuestros antepasados, es la empresa feliz donde cada uno puede especializarse en afectos y subespecializarse en manejo armónico de conflictos, partiendo del saber escuchar. Simultáneamente, la gente que participa de tu tribu tendrá que prepararse para interactuar con personas de diversa procedencia, entonces, deberás aprender a blindarte, que nada de afuera te haga daño, nada que tú no decidas que te haga sufrir ni modifique tu felicidad. Observa constantemente cómo manejas tus relaciones interpersonales, todos estamos conectados, sin embargo nos movemos al interior de círculos diversos, donde el primer círculo y solo el primero actúa como tu tribu invisible. Tu familia puede estar o no en tu tribu, en verdad, la tribu con el tiempo se convierte en tu familia elegida a voluntad, donde además se trabaja el sentido de pertenencia, la identidad. 
La familia contemporánea es lo que queda de la antigua tribu protectora. La tribu invisible que te propongo en la actualidad está destinada a llenar ese vacío y devolverte el vestuario fundamental: la paz interior. La permanencia de la humanidad depende en gran medida de su capacidad de enarbolar lo colectivo y constituir racimos de intenciones, conducidas por aguerridas manos dispuestas a repartir fraternidades que activen energías creadoras. Estamos condenados a reconstruir nuestras raíces, a olvidar el aislante individualismo y reaprender a palpitar al unísono, luego de enterrar al egoísmo y cultivar en el jardín del corazón semillas de otros paradigmas, que incluyan fluidas relaciones para entronizar la confianza y poner de moda al afecto. En ese contexto maravilloso, la felicidad volverá a ser el rumor predominante y ya nadie tendrá miedo de comprometerse con la vida. Al fondo a la derecha, un calabozo tendrá en su interior a la infelicidad por inoportuna y antiestética. En la próxima carta, quiero, junto contigo, agradecer por todo lo que tenemos que agradecer. Es una forma de mover la energía y colocar al Universo a nuestro favor. Un abrazo.
Chamalú.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
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