jueves, 30 de junio de 2016

El libro de los secretos (Deepak Chopra) SECRETO 8º (Segundo Escrito)

El mal no es tu enemigo
Secreto 8 (Segunda Parte)
Afecciones aparentemente incurables como el autismo infantil han sido sanadas por padres que dedican mucho tiempo y atención para sacar a un niño de la oscuridad. 
La oscuridad era una distorsión de la conciencia que necesitaba luz para curarse. 
La sombra en todas sus formas requiere conciencia en la forma de luz y amor, y el único límite para la curación es la medida en que estemos dispuestos a consagrarnos al proyecto. 
La sombra en sí no es mala, y por tanto, no es tu enemigo. 
Si las afirmaciones anteriores son ciertas, ésta debe serlo también. 
Me doy cuenta de que para muchas personas hay una enorme barrera en la forma de “el otro”, alguien fuera de ellos mismos cuya maldad es incuestionable. 
Hace cincuenta años, “el otro” vivía en Alemania y Japón; hace treinta años vivía en la Unión Soviética; hoy vive en Medio Oriente. A estas personas les resulta más fácil explicar el mal si no pierden de vista a “el otro”. 
Sin un enemigo, tendrían que enfrentar la presencia del mal en ellas mismas. ¡Qué cómodo es saber de antemano que estamos del lado de los ángeles! Ver la sombra en uno mismo desarma toda la idea de “el otro” y nos acerca a la afirmación del poeta romano Terencio: Nada humano me es ajeno. 
No obstante, ¿es posible eliminar tan rápidamente el mal absoluto? 
Las encuestas muestran que la mayoría de las personas creen en la existencia de Satanás, y muchas sectas religiosas creen firmemente que el demonio anda suelto en el mundo y modifica secretamente la historia mediante sus obras malignas. 
No parece que el bien tenga oportunidad de vencer al mal; tal vez su combate sea eterno y nunca se resuelva. 
De cualquier forma, tú puedes elegir en qué lado deseas estar.

Este hecho elimina el absoluto del mal absoluto pues, por definición, el mal absoluto vencería siempre y no encontraría obstáculos en la fragilidad de las elecciones humanas. 
Sin embargo, la mayoría de las personas no acepta esta conclusión. 
Contemplan el drama del bien y el mal como si él y no ellos tuvieran el poder, hipnotizados por imágenes de la última epidemia de crimen, guerra y catástrofe. 
Ni tú ni yo podemos resolver como individuos el problema de la maldad en gran escala, y esta sensación de impotencia magnifica la creencia de que, al fin y al cabo, el bien no vencerá. 
Pero para lidiar con el mal hay que mirarlo, no con horror ni como si fuera un espectáculo, sino con la atención que prestarías a cualquier problema que te interesara seriamente.
Para muchas personas es tabú mirar al mal; el tema de la mayoría de las películas de terror es que si te acercas demasiado, recibirás lo que mereces. 
Pero los hechos relacionados con la maldad personal son más triviales que terroríficos.
En todos nosotros hay impulsos alimentados por un sentido de la injusticia. 
O sentimos que alguien nos ha hecho un daño imperdonable por el que albergamos rencores y resentimientos. 
Cuando eres tratado injustamente o sufres un daño en lo personal, la emoción natural es la ira. 
Si esta ira no puede salir se encona y crece en la sombra.
Arremeter mientras la contienes resulta inútil. 
Esta ira conduce a un ciclo de violencia. 
La culpa puede hacerte sentir como una mala persona simplemente por tener un impulso o abrigar un pensamiento.
Eso significa estar en un doble aprieto: si arremetes y regresas el daño que recibiste, habrás hecho algo malo, pero si mantienes la ira dentro de ti, puedes sentirte igualmente malo. No obstante, la violencia puede domarse descomponiéndola en fragmentos manejables. 
Las emociones negativas se alimentan de ciertos aspectos de la sombra que son manejables:
La sombra es oscura. 
Todos tenemos una sombra debido al contraste natural entre oscuridad y luz.
La sombra es secreta.
Almacenamos impulsos y sentimientos que queremos mantener en privado.  
La sombra es peligrosa.
Los sentimientos reprimidos tienen el poder de convencernos de que pueden matarnos o volvernos locos. 
La sombra está envuelta en el mito. 
Durante generaciones, las personas la han considerado guarida de dragones y monstruos.
La sombra es irracional.
Sus impulsos luchan contra la razón; son explosivos y obstinados. La sombra es primitiva. 
Es indigno de una persona civilizada explorar este ámbito, apesta a osario, a prisión, a manicomio, a baño público. 
La negatividad recibe su poder del hecho de que se alimenta de todas estas características a la vez: una maldad secreta, oscura, primitiva, irracional, poderosa y mítica es mucho menos convincente si la descompones en una característica a la vez.
Pero este proceso de fragmentación del mal no resultará convincente mientras no lo apliques a ti mismo. 
Hagámoslo entonces. 
Piensa en un tema candente en este momento: el terrorismo. Desde cualquier punto de vista, infligir terror en personas inocentes es un acto de cobardía y maldad infame. 
Ahora relaciónalo contigo. Imagínate tan encendido por la intolerancia y el odio religioso, que estás dispuesto a matar. 
(Si el terrorismo no tiene una carga suficientemente fuerte para ti en lo personal, examina algún sentimiento que puedas tener basado en el racismo, la venganza o el abuso doméstico, cualquier tema que provoque un impulso asesino en ti.) 
No importa cuan maligno sea tu impulso, puede descomponerse en pasos para resolverlo:
Oscuridad. 
Pregúntate si en verdad eres tú quien tiene ese impulso, el tú que ves en el espejo cada mañana. 
La oscuridad se combate permitiendo entrar la luz. 
Freud llamó a esto remplazar el Ello con el Ego, lo que significa que el “Ello” (lo indomable en nosotros) necesita ser acarreado de vuelta al reino del “Yo” (la persona que sabes eres). 
Dicho de manera más sencilla: la conciencia necesita ir al lugar donde no se le permitió entrar. 
Reserva. 
Revela tu impulso maligno a alguien en quien confíes. 
La reserva se combate enfrentando honestamente las cosas que parecen vergonzosas o culpables. 
Abordas todos tus sentimientos frontalmente, sin negación. Peligro. Libera tu ira en voz alta y mantente con ella mientras disminuye.
Proponte que esta liberación no sea simplemente dar rienda suelta a tu furia sino en verdad dejarla ir. 
El peligro se combate desactivando la bomba; esto es: encuentras la ira explosiva que acecha en tu interior y la disipas. 
La ira es el instinto primario de los impulsos malignos. 
Como todos los impulsos, se presenta con distintas intensidades, e incluso una furia intensa puede desinflarse hasta convertirse progresivamente en furia controlada, ira justificada, indignación y, finalmente, en ofensa personal. 
La ofensa personal no es difícil de disipar una vez que logras liberar la intensidad acumulada que se convierte en furia incontrolable. 
Mito. Piensa en un héroe que manejara tus sentimientos de manera diferente y siguiera siendo heroico.
La violencia es parte del heroísmo, pero también lo son muchas otras características positivas. 
El mito es imaginativo y creativo. Por tanto, puedes pensar en cualquier mito y darle un giro distinto: Satanás se convierte en un personaje cómico en los milagros medievales, un ardid que lleva directamente a los cómicos villanos de las películas de James Bond. El mito no es sino metamorfosis; por tanto, este nivel nos presenta una manera poderosa de convertir a los demonios en ayudantes de los dioses, o en enemigos vencidos de los ángeles. 
Irracionalidad. Concibe el mejor argumento para no dejarte llevar por tu ira. No lo hagas emocionalmente: imagínate como un consejero adulto de un adolescente caprichoso que está a punto de arrumar su vida. 
¿Qué le dirías para que entrara en razón? La irracionalidad se combate con persuasión y lógica. Las emociones son mucho más apasionantes y poderosas que la razón, pero no serán capaces de escapar de su mundo, donde sólo los sentimientos prevalecen, mientras el proceso de pensamiento no les de una razón para sentirse de  otro modo.
Por sí mismos, sin la mente, los sentimientos se mantienen iguales y crecen en intensidad con el tiempo. 
Un ejemplo común: imagina que estás enojado porque un niño de gorra roja rayó tu auto. El niño corre y escapa. 
Al día siguiente lo ves y lo alcanzas, pero cuando se da vuelta, descubres que es otro niño.
La ira se convierte en embarazo porque la mente pudo introducir una idea simple: persona equivocada. 
Primitivismo. Sin excusas ni racionalizaciones, expresa tu furia como una bestia desbocada: gruñe» aúlla, retuércete, suelta tu cuerpo. Permite que lo primitivo sea primitivo, dentro de límites seguros. Los sentimientos primitivos se combaten en su propio nivel, como vestigios del cerebro primario. 
Te quitas el disfraz de persona civilizada. 
Este nivel de conciencia es aún más profundo que el de la emoción: el área más primitiva de todas, conocida como cerebro reptil, interpreta el estrés como una lucha de vida o muerte por la supervivencia. En este nivel experimentas tu sentido “razonable” de la injusticia como pánico ciego y ferocidad ciega. Aunque tus impulsos no alcancen nunca la violencia, los impulsos ordinarios se intensifican en la sombra, donde no puedes verlos. 
Siempre que te sientas resentido o enojado sin motivo, al borde de las lágrimas sin razón, sin poder explicar por qué súbitamente tomaste una decisión precipitada, estás sintiendo los efectos de la energía que se acumula de manera encubierta en la sombra. 
La sombra se ha acostumbrado a estar reprimida; por tanto, el acceso a esta región de la mente no es sencillo. 
El ataque frontal tampoco funciona.
La sombra sabe cómo resistir; puede azotar la puerta y ocultar su energía oscura todavía más.
Si recuerdas el concepto de catarsis de la tragedia griega, se pensaba que sólo al provocar un temor profundo en el público, éste podría abrirse y sentir piedad. La catarsis es una forma de purificación.
En este caso se lograba de manera indirecta, haciendo ver al público acciones aterradoras de la vida de un personaje en el escenario. Pero este truco no siempre funciona.
Tú puedes ver una película de terror y salir del cine completamente impasible, con el cerebro superior rezongando:
“He visto esos efectos especiales antes”. (Del mismo modo, las noticias televisivas, después de 50 años de transmitir imágenes horripilantes de guerra y violencia, han hecho poco menos que habituar a sus espectadores a ellas, o peor, las han convertido en entretenimiento.) Sin embargo, la descarga es natural para el cuerpo, y por el simple hecho de observar estas energías de la sombra les damos acceso al nivel consciente de la mente. 
Las personas asumen que el lado oscuro de la naturaleza humana tiene un poder incontenible; Satanás ha sido enaltecido como el equivalente de un dios negativo. 
Pero cuando se le descompone, el mal resulta ser una respuesta distorsionada a situaciones cotidianas. Imagina que es de noche y estás en una casa a solas. En algún lugar de la casa se produce un ruido. Inmediatamente reconoces el crujido de una puerta que se abre.
Cada uno de tus sentidos se pone en alerta máxima y tu cuerpo se congela. 
Con dificultad reprimes el impulso de gritar, pero eres presa de una terrible ansiedad. Un ladrón! ¡Un asesino! Todos hemos sufrido segundos agonizantes como éstos, sólo para descubrir que el crujido se debía a una tabla suelta o a la llegada inesperada de alguien. 
Pero, ¿qué ocurrió realmente en ese momento de pánico? 
Tu mente tomó un insignificante trozo de información del entorno y le adjudicó un significado.
El crujido de una puerta no tiene significado en sí mismo, pero si inconscientemente albergas temores de ser atacado en la oscuridad —y es imposible no albergar temores como ésos— el salto de un trozo de información sensorial a la ansiedad máxima parece automático. 
Pero en el intervalo entre el ruido y tu reacción se coló una interpretación, y fue la intensidad de ésta (“¡Alguien está entrando! ¡Me va a asesinar!”) la que creó el peligro. 
Mi planteamiento es que el mal nace de la separación entre cuerpo y mente. No existe un poderoso gobernante en el reino del mal. Satanás comenzó como un momento de estímulo sensorial que se salió totalmente de control. 
Piensa en el miedo a volar, una de las fobias más comunes. 
Las personas que la padecen suelen recordar vividamente cuándo comenzó. Iban en un vuelo y de repente —tal como con el crujido de la puerta— un ruido o una sacudida del avión hipersensibilizó su percepción. 
Sensaciones insignificantes como la vibración de la cabina o el sonido irregular del motor, repentinamente se volvieron siniestras. Entre estas sensaciones y la reacción del miedo, 
hubo un intervalo de una fracción de segundo. 
Aunque pequeño, dicho intervalo dio lugar a que una interpretación (“¡Vamos a estrellarnos! ¡Voy a morir!”) se adhiriera violentamente a lo que el cuerpo estaba sintiendo. 
Un instante después, los síntomas típicos de la ansiedad —manos sudorosas, boca seca, pulso acelerado, mareos y náusea— contribuyeron a la persuasión de la amenaza. 
Los fóbicos recuerdan ese primer momento de pánico incontrolable sin ser capaces de dividirlo en segmentos. 
Por lo tanto, no se dan cuenta de que ellos crearon esa reacción.
El temor fue consecuencia de los siguientes ingredientes: Situación. A una situación normal se le matiza con algo inusual o ligeramente estresante.
Respuesta corporal. 
Experimentamos una reacción física relacionada con el estrés. Interpretación.
A estos síntomas físicos se les interpreta como señales de peligro, y de manera inconsciente, la mente salta a la conclusión de que el peligro debe ser real. 
(La mente inconsciente es precisa; ésta es la razón por la que las pesadillas parecen tan amenazadoras como los sucesos reales.) 
Decisión. La persona elige pensar: “Estoy asustado ahora”. Como estos ingredientes se fusionan rápidamente, parecen una sola respuesta cuando en realidad es una cadena de breves acontecimientos.
Cada eslabón de la cadena es una elección. 
La razón por la que no damos a cada sensación una interpretación reside en que la mente humana fue construida para encontrar significados en todas partes. 
Las fobias pueden tratarse dirigiendo lentamente al individuo fóbico por esa primera cadena de sucesos y permitiéndole elaborar nuevas interpretaciones. 
Al retrasar la respuesta y darle tiempo a la persona para analizarla, el nudo del miedo puede desatarse. 
Gradualmente, los ruidos asociados con el vuelo regresan a su terreno neutral e inofensivo. El fugaz intervalo entre sensación e interpretación es el lugar de nacimiento de la sombra.
Cuando entras en el intervalo y ves cuan intangible es todo, los fantasmas empiezan a dispersarse. 
Actualmente el terrorismo está muy presente en la mente de las personas, por lo que no podemos pasar por alto el asunto de la maldad colectiva. Las dos preguntas más perturbadoras son: ¿cómo fue que las personas comunes consintieron en participar en tal maldad? y ¿cómo fue que personas inocentes llegaron a ser víctimas de tales atrocidades? 
El experimento de la prisión de Stanford y nuestro examen de la sombra se acercan a responder estas preguntas, aunque no puedo dar una respuesta que satisfaga a todos: siempre que surge el tema de la verdad, todos nos vemos confrontados por nuestras propias sombras. 
¿Qué pude haber hecho por Auschwitz?, dice una voz en nuestro interior, generalmente en tono culpable y acusatorio.
Ninguna respuesta revertirá el pasado, pero es importante darse cuenta de que no debe esperarse eso de ninguna respuesta. 
El mejor enfoque a propósito de la violencia colectiva no es seguir recordándola sino renunciar completamente a ella en tu interior, de manera que el pasado se purifique a través de ti. 
Mi mejor respuesta a “¿cómo fue que personas comunes consintieron en participar en tal maldad?”, está en las páginas que acabas de leer. El mal nace en el intervalo.
El intervalo no es propiedad privada de nadie, contiene respuestas y temas colectivos. 
Cuando una sociedad entera acepta el tema de “los intrusos” que causan todos los problemas, el mal tiene en cada individuo un padre y una madre. 
No obstante, en todos los casos de maldad colectiva hubo individuos que no se identificaron con el impulso común; se resistieron, huyeron, se escondieron e intentaron salvar a los demás. 
Es la elección individual la que determina si nos sintonizamos con el tema y consentimos en llevarlo a cabo. 
La segunda pregunta, “¿cómo fue que personas inocentes llegaron a ser víctimas de tales atrocidades?”, es más difícil porque la mente de casi todos ya está cerrada. 
Quien pregunta no quiere una respuesta nueva. 
Hay demasiada ira justificable, demasiada certeza de que Dios volvió la espalda, de que nadie quiso arriesgar su vida para detener el terrible mal hecho a otros. ¿Estás seguro de estas cosas? Estar seguro es lo opuesto a estar abierto. 
Cuando me pregunto por qué murieron seis millones de Judíos o por qué fallecieron multitudes igualmente inocentes en Ruanda, Camboya o en la Rusia estalinista, mí motivo es liberarme en primer lugar de mi ansiedad. 
Mientras me invada la angustia, la ira Justificada o el horror, mi capacidad de elegir estará totalmente inhabilitada. 
Lo que debería elegir con toda libertad es la purificación, una vuelta a la inocencia hecha posible por la impresión causada ante lo que ocurre cuando no se cultiva la inocencia. 
Tú y yo somos responsables por nuestra participación en los elementos del mal aun cuando no los llevemos a cabo en gran escala. Creer en ellos mantiene activa nuestra participación. 
Es nuestro deber no creer en la inocuidad de la ira, los celos y el enjuiciamiento de los demás.
¿Hay alguna razón mística por la que una persona inocente se convierte en blanco del mal? Por supuesto que no. 
Las personas que hablan del karma de las víctimas como si algún destino oculto hubiera provocado esa lluvia de destrucción, hablan desde la ignorancia. 
Cuando una sociedad entera participa en la maldad colectiva, el caos externo refleja el desorden interno. 
La sombra ha hecho erupción a gran escala. 
Cuando esto ocurre, las víctimas quedan atrapadas en la tormenta, no porque tengan algún karma oculto, sino porque aquélla es tan violenta que traga a todos. 
No considero que la relación del bien y el mal sea una lucha de absolutos; el mecanismo descrito, en el que las energías de la sombra acumulan poder privando a la persona de libre albedrío, me resulta muy convincente. 
Puedo ver que esas energías oscuras operan en mí, y tomar conciencia es el primer paso para iluminar la oscuridad. 
La conciencia puede reelaborar cualquier impulso. 
Por tanto, no acepto que existan personas malas, sólo personas que no han enfrentado sus sombras. Siempre hay tiempo para hacerlo, y nuestras almas están abriendo caminos constantemente para dejar entrar la luz. 
Mientras esto ocurra, el mal nunca será esencial para la naturaleza humana.
 CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR 
 EL OCTAVO SECRETO
El octavo secreto trata sobre la “energía oscura” de la mente, para tomar una expresión utilizada en física. 
La sombra está fuera de la vista. 
Para encontrarla debes consagrarte a un viaje de descenso. Piensa que este viaje consiste en regresar para recuperar partes de tu vida que abandonaste porque te sentías muy avergonzado o culpable por ellas. 
La ira que surge de la sombra está vinculada con sucesos del pasado que nunca se resolvieron. Ahora, esos sucesos han quedado atrás, pero sus residuos emocionales no. 
La vergüenza, la culpa y el temor no pueden abordarse mediante el pensamiento. 
La sombra no es una región de pensamientos y palabras. 
Aun cuando recuerdes repentinamente esas emociones, estás utilizando una parte del cerebro superior —la corteza— que no puede alcanzar la sombra. 
El viaje de descenso empieza sólo cuando encuentras la puerta al cerebro primario, donde la experiencia se organiza no con base en la razón sino en sentimientos intensos. 
Hay un drama desarrollándose en tu cerebro primario (identificado con el sistema límbico, que procesa las emociones, y el cerebro reptil, que reacciona en función de amenaza y supervivencia puras). 
En este drama, muchos asuntos que serían interpretados razonablemente por el cerebro superior (quedar atrapado en el tránsito, perder en un negocio, ser ignorado para un ascenso en el trabajo o rechazado por una chica al invitarla a salir) desencadenan respuestas irracionales. 
Sin que te des cuenta, los acontecimientos cotidianos provocan que tu cerebro primario llegue a las siguientes conclusiones:
Estoy en peligro. Puedo morir.
Debo atacar.
Estoy muy lastimado, nunca me recuperaré.
Estas personas merecen morir.
Me están haciendo sufrir.
No merezco existir.
No hay esperanza; estoy perdido en la oscuridad para siempre.  
Estoy maldito.
Nadie me ama. 
Para comunicar estos sentimientos tuve que verbal izarlos, 
pero en realidad la manera más apropiada de verlos es como energía: fuerzas pujantes e impulsivas con ímpetu propio. 
No importa cuan ajeno te sientas a estas energías de la sombra, están en ti. Si no fuera así, estarías en un estado de libertad y alegría ilimitadas. Estarías en la unidad, el estado de inocencia que se recupera cuando la energía oculta de la sombra ha sido purificada. Hoy puedes empezar a encontrar el camino hacia la sombra mediante tus sentimientos. 
Las energías de la sombra se manifiestan cuando:  
No puedes hablar de tus sentimientos.  
Te sientes fuera de control.  
Sientes un ataque de pánico o terror.  
Quieres sentir intensamente, pero tu mente se pone en blanco. Rompes en llanto sin razón.  
Sientes una aversión irracional contra alguien.  
Una discusión razonable termina en riña.  
Atacas a alguien sin provocación. 
Hay muchas otras maneras en que la sombra se entrelaza con las situaciones cotidianas, pero éstas se cuentan entre las más comunes. Lo que tienen en común es que se rebasa un límite: una situación controlada provoca inesperadamente ansiedad, ira o temor. La siguiente vez que experimentes esto, verifica si te sientes culpable o avergonzado de ti mismo; sí es así tocaste, aunque sea brevemente, la sombra.
Permitir una erupción de sentimientos irracionales no es lo mismo que liberarlos. Dar rienda suelta a tus emociones no es lo mismo que purificarlas.
No confundas arrebato con catarsis.
La energía de la sombra se purifica mediante los siguientes pasos: Surge el sentimiento negativo (ira, pesar, ansiedad, hostilidad, resentimiento, autocompasión, desesperanza).  
Tú pides liberarlo.
Experimentas el sentimiento y lo sigues adonde quiera ir.
El sentimiento se va a través de la respiración, el sonido o las sensaciones corporales.  
Sientes liberación y comprendes el significado del sentimiento.
El último paso es el decisivo: cuando una energía de la sombra se va, la resistencia desaparece y ves algo que no veías antes. 
La comprensión y la liberación van de la mano. 
El viaje de descenso consiste en hallar tu sombra muchas, muchas veces. Emociones tan intensas como vergüenza y culpa se revelan sólo un poco cada vez, y conviene que así sea. 
Sé paciente contigo y sin importar cuan poco creas haber liberado, di: “Ésa es toda la energía que estaba dispuesta a soltarse ahora”. No tienes que esperar erupciones violentas de la sombra.
Dedica un tiempo a una “meditación de la sombra” en el que te permitas sentir lo que quiera surgir. 
Entonces puedes comenzar el proceso de pedir que se libere. Ejercicio 2: la escritura como catalizador 
Otro catalizador para llegar a las energías de la sombra es la escritura automática: toma una hoja de papel y empieza escribiendo la oración; “Me estoy sintiendo muy  ahora”.
Llena el espacio en blanco con cualquier sentimiento que surja
de preferencia uno negativo que hayas guardado ese día, y sigue escribiendo. No te detengas, escribe lo más rápido que puedas y anota cualquier palabra que quiera fluir. 
Otras oraciones para iniciar este ejercicio: “Lo que debí decir fue .” “No puedo esperar decirle a alguien que yo
.” “Nadie puede impedirme decir la verdad acerca de ” “Nadie quiere escucharme decir esto, pero .” 
Mediante estos catalizadores, te estás dando permiso de expresarte, pero lo más importante es tener un sentimiento prohibido. Por eso las palabras no importan. 
Una vez que accedas al sentimiento podrá empezar el trabajo real de liberación. 
Necesitas seguir adelante, sentirlo plenamente, pedir su liberación, y seguir adelante hasta que logres comprenderte un poco más. Tal vez sea necesario un poco de práctica antes de lograr una liberación profunda, pero los muros de la resistencia se vendrán abajo paso a paso. 
La sombra está sutilmente entrelazada en la vida cotidiana. 
Pero nunca tan oculta que no puedas sacarla a la luz. 
Deepak Chopra.
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El libro de los secretos (Deepak Chopra) SECRETO 8º

El mal no es tu enemigo
Secreto 8
El fracaso más grave de la espiritualidad está relacionado con el mal. Personas idealistas y cariñosas que jamás lastimarían a otra persona, se ven arrastradas a la vorágine de la guerra.
Doctrinas que predican la existencia de un Dios organizan campañas para matar infieles. 
Religiones de amor degeneran en odio partisano contra los herejes y contra quienes amenazan la fe.
Aun si piensas que tienes la verdad última en tus manos, no hay garantía de que escaparás al mal.
Ha ocurrido más violencia en nombre de la religión que por cualquier otro motivo.
De aquí el amargo aforismo: Dios transmitió la verdad, y el Demonio dijo: 
“Yo la organizaré”. 
También está el fracaso más sutil de la pasividad: cruzar los brazos y dejar que el mal haga lo que quiera. 
Tal vez esto refleje una creencia secreta de que el mal es, en última instancia, más poderoso que el bien. 
A uno de los personajes más espirituales del siglo xx se le preguntó cómo debía enfrentar Inglaterra la amenaza del nazismo.
Él contestó: Quiero que combatan al nazismo sin armas.
Me gustaría que dejaran sus armas por ser inútiles para salvarse o salvar a la humanidad. Invitarán a Herr Hitler y al Signor Mussolini a que tomen lo que quieran de los países que ustedes llaman propios.
Déjenlos tomar posesión de su hermosa isla, con sus muchos edificios hermosos. Entregarán todo esto, pero no sus almas ni sus mentes. 
El autor de este pasaje fue Mahatma Gandhi, y sobra decir que su “carta abierta” a los británicos fue recibida con sorpresa e indignación. No obstante, Gandhi estaba siendo fiel al principio de ahimsa o no violencia. 
Él había usado exitosamente la no violencia para convencer a los británicos de conceder la libertad a India, y al rehusarse a ir a la guerra contra Hitler —posición que mantuvo durante toda la Segunda Guerra Mundial—, era coherente con sus creencias espirituales. ¿Hubiera servido el ahimsa para disuadir a Hitler, un hombre que había declarado que “la guerra es la madre de todas las cosas?” Nunca lo sabremos. 
Sin duda, la pasividad tiene un lado oscuro. 
La Iglesia católica tuvo uno de sus periodos más oscuros durante los años que permitió que millones de judíos fueran asesinados bajo el nazismo, hasta el extremo de que ocurrieron redadas de judíos italianos ante las ventanas del Vaticano. 
Así pues, reconozcamos que la espiritualidad no ha podido enfrentar al mal en innumerables ocasiones. 
Apartándose de doctrinas que sólo han propagado el mal, la realidad única abre un nuevo camino, pues si hay sólo una realidad, el mal no tiene un poder especial ni una existencia separada.
No existe un Satanás cósmico que rivalice con Dios, 
e incluso la guerra entre el bien y el mal es una ilusión nacida de la dualidad. En última instancia, bien y mal son formas que la conciencia puede adoptar según elija.
En ese sentido, el mal no es distinto del bien. La similitud se remonta a su origen. 
De dos bebés nacidos el mismo día, uno puede crecer para cometer el mal y otro para hacer el bien, pero no es verdad que uno haya sido creado malo.
El potencial del bien y el mal existen en la conciencia de ambos y, conforme crezcan, sus conciencias serán moldeadas por muchas fuerzas. 
Estas fuerzas son tan complejas que resulta absurdo decir que alguien es únicamente malo. 
Permíteme enumerar las fuerzas que moldean a todos los recién nacidos: Orientación de los padres, o falta de ella. 
Presencia o ausencia de amor. 
Dinámica familiar. 
Presión de los compañeros en la escuela y presión social durante toda la vida. 
Tendencias y reacciones personales. 
Creencias inculcadas y enseñanzas religiosas. 
Karma. 
La marea de la historia. 
Modelos de conducta. 
Conciencia colectiva. 
El atractivo de mitos, héroes e ideales. 
Karma. 
La marea de la historia. 
Cada una de las fuerzas de esta lista influye en tus elecciones y te empuja de manera invisible a actuar. Como la realidad está entrelazada en todas estas influencias, también lo está el mal. Todas estas fuerzas influyen para que surja el bien o el mal. 
Si tu héroe de la niñez fue Stalin, no percibirás al mundo como si tu héroe hubiera sido Juana de Arco. 
Si eres protestante, tu vida no hubiera sido la misma bajo la persecución de los hugonotes que en un suburbio estadounidense de hoy. 
Imagina que una persona es como un edificio al que cientos de líneas eléctricas transmiten innumerables mensajes, los cuales permiten desarrollar una gran cantidad de proyectos. 
Cuando vemos un edificio lo consideramos una cosa, un solo objeto.
Pero su vida interior depende de los cientos de señales que recibe.
Tu vida también. En y por sí misma, ninguna de estas fuerzas es mala. 
Pero cada persona elige bajo esta variedad de influencias. 
+Creo que toda inclinación al mal se reduce a una elección hecha en la conciencia. Y esas elecciones parecían buenas cuando se hicieron.
Ésta es la gran paradoja de los actos malignos, pues, con raras excepciones, las personas que actúan con maldad pueden encontrar sus motivos en decisiones que eran las mejores en determinada situación. 
Los niños víctimas de abuso, por ejemplo, frecuentemente terminan como adultos que abusan de sus propios hijos. 
Uno pensaría que serían los últimos en recurrir a la violencia familiar por haber sido sus víctimas. Pero en sus mentes no hay disponibles opciones no violentas. La dinámica del abuso, que actúa sobre ellos desde la primera infancia, es demasiado poderosa y eclipsa el libre albedrío. 
Las personas con distintos estados de conciencia no compartirán la misma definición de bien y mal. 
Un claro ejemplo es la esclavización social de las mujeres en todo el mundo, la cual parece totalmente equivocada en el mundo moderno pero es alimentada en muchos países por tradición, venia religiosa, valor social y prácticas familiares que se remontan a siglos atrás. 
Hasta hace muy poco, incluso las víctimas de esas fuerzas consideraban el papel de la mujer indefensa, obediente e infantil como “bueno”.
El mal depende del nivel de conciencia de cada uno.
Para asimilar este mensaje, considera estas siete definiciones del mal. ¿Con cuál estás de acuerdo instintivamente? 
¿Cuál es el peor mal? Siete perspectivas 
1. El peor mal es lastimar físicamente a alguien, o poner en peligro su supervivencia. 
2. El peor mal es esclavizar económicamente a las personas, privándolas de cualquier oportunidad de triunfar y prosperar.
3. El peor mal es destruir la paz y provocar desorden. 
4. El peor mal es aprisionar la mente de las personas. 
5. El peor mal es destruir la belleza, la creatividad y la libertad de explorar. 
6. Con frecuencia, el peor mal es difícil de distinguir del bien, pues toda la creación es relativa. 
7. El mal no existe, sólo hay pautas cambiantes de conciencia en una danza eterna. 
La enorme mayoría de las personas probablemente elegiría las dos primeras definiciones, porque el daño físico y la privación resultan inquietantes. 
En este nivel de conciencia, el mal significa no ser capaz de sobrevivir o de ganarse la vida, y el bien significa seguridad física y económica. En los siguientes dos niveles, el mal no es físico sino mental.
El temor más grande no es verse privado de alimento sino perder la libertad de pensamiento y ser forzado a vivir en el caos y el malestar. 
El bien significa paz interior y libre flujo del entendimiento y la intuición. Los siguientes dos niveles son aún más refinados; se relacionan con la creatividad y la visión. 
El temor más grande es no poder expresarse o ser forzado considerar a otros como malos. 
Una persona profundamente espiritual no considera el bien y el mal como categorías rígidas sino que ha empezado a aceptar que Dios tenía un propósito al crear ambos. 
El bien es libre expresión, apertura a todas las cosas nuevas, veneración por aspectos oscuros y luminosos de la vida. Finalmente, el último nivel considera la dinámica completa del bien y el mal, la luz y la oscuridad, como una ilusión. 
Cada experiencia nos une con el creador; vivimos como cocreadores inmersos en la conciencia de Dios. 
La realidad única acepta todas estas definiciones, como debe ser, porque todo lo que la conciencia percibe es real para quien percibe. 
El mal es parte de una Jerarquía, una escalera de crecimiento en la que todo cambia según el peldaño en que estemos.
Asimismo, el proceso de crecimiento nunca termina. 
Está operando en ti en este preciso instante. 
SÍ despiertas un día y descubres súbitamente que odias a alguien, que una situación no tiene otra salida que la violencia, que el amor no es una opción, considera cuan sutilmente llegaste a esa postura.
Hizo falta todo un mundo que te arrojara o arrojara a alguien más a los brazos de lo que se considera bien o mal. 
Una vez interiorizadas estas fuerzas, tú reflejas el mundo tal como él te refleja a ti. Esto es lo que significa, en términos prácticos, tener el mundo en ti. 
Pero el mal no puede ser tu enemigo; sólo puede ser un aspecto más de ti. 
Cada aspecto del ser es digno de amor y compasión. 
Cada aspecto es necesario para la vida, y ninguno es excluido o desterrado a la oscuridad. 
En principio, esta postura puede parecer aun más ingenua que la pasividad de Gandhi, pues en apariencia se nos pide amar y comprender a un asesino como lo haríamos con un santo.
Jesús enseñó justo esa doctrina. 
Pero trasladar el amor y la compasión a situaciones difíciles ha sido esencial en el gran fracaso de la espiritualidad: la violencia hace que el amor se venga abajo, convirtiéndose en temor y odio. Pero quien hace esto no es el mal.
Son las fuerzas que operan en la conciencia. Aquí es donde el bien y el mal se hacen iguales. 
Puedo dar un ejemplo asombroso de lo que quiero decir. 
En 1971 se pidió a algunos alumnos de la Universidad de Stanford que participaran como voluntarios en un inusitado experimento de desempeño de papeles. 
Un grupo de alumnos representaría a los guardias de una prisión y estaría a cargo de otro grupo que representaría a los prisioneros. Aunque se entendía que todo era ficción, se dispuso de una cárcel y los dos grupos vivieron Juntos durante el experimento. Según el plan, todos desempeñarían sus papeles durante dos semanas, pero a los seis días el experimento de la prisión tuvo que darse por terminado. ¿El motivo? Los jóvenes elegidos por su salud mental y valores morales se convirtieron, por un lado, en guardias sádicos y fuera de control, y por otro, en víctimas deprimidas por un estrés intolerable. Los profesores encargados del experimento estaban sorprendidos pero no podían negar lo ocurrido. 
El investigador en jefe, Philip Zimbardo, escribió: 
“Mis guardias repetidamente desnudaban, encapuchaban, encadenaban, privaban de comida o de implementos para dormir a sus prisioneros; los incomunicaban y los hacían lavar los excusados con las manos descubiertas”. Aquellos que no cayeron en un comportamiento tan atroz no hicieron nada por detener a los que sí. (El paralelismo con los infames actos de los guardias estadounidenses en Irak, en 2004, indujo a Zimbardo a sacar de nuevo a la luz el experimento de Stanford, después de más de 30 años.) Los guardias cayeron en todos los extremos salvo la tortura física abierta. 
Zimbardo recuerda con tristeza: “Conforme el tedio por su trabajo aumentaba, empezaron a utilizar a los prisioneros como juguetes e idearon juegos cada vez más humillantes y degradantes para ellos. Con el tiempo, estas distracciones tomaron un giro sexual; por ejemplo, hacían que los prisioneros simularan actos de sodomía entre sí. 
Cuando me di cuenta de ese comportamiento anormal, clausuré la prisión de Stanford”. 
¿De dónde provino este comportamiento incontrolado? 
Por comodidad solemos decir que está presente en algunas “manzanas podridas”, pero el experimento de Stanford sugiere algo más turbador: el mal existe en todos como una sombra, por la sencilla razón de que el mundo está en todos. 
Haber sido educados como buenas personas se opone a la sombra del mal, por supuesto, y si revisamos la lista de las fuerzas que moldean la conciencia, cada persona presentará un mapa distinto de influencias. Pero aun si tienes la fortuna de hacer buenas elecciones, debes reconocer que, en alguna parte de ti, la sombra existe. La sombra fue formada por las mismas situaciones cotidianas que moldearon nuestra conciencia, y es liberada por situaciones nuevas semejantes. 
Si de niño sufriste abusos, la compañía de niños puede despertar esos recuerdos. Los investigadores de Stanford elaboraron una lista de situaciones que orillan a las personas a hacer cosas que llamaríamos malas o, al menos, ajenas a nuestro ser real. Yo la he desarrollado a la luz de lo que conocemos sobre el dualismo y la separación. 
Incubación del mal Situaciones que liberan las energías de la sombra ‰ Eliminación del sentido de compromiso. 
Anonimato. 
Entornos deshumanizadores. 
Ejemplo de mal comportamiento por parte de iguales.
Testigos pasivos.  
Estratos rígidos de poder.
Caos y desorden imperantes. 
Ausencia de significado.  
Autorización implícita para hacer daño. 
Mentalidad “nosotros contra ellos”.
Aislamiento.  
Falta de responsabilidad. 
¿Son estas situaciones intrínsecamente malas? 
En comparación con la primera lista, ésta parece tener un elemento maligno. Dejando a un lado las prisiones, en las que uno espera que lo peor de la naturaleza humana se manifieste, como médico he presenciado abusos similares en los hospitales. Sin lugar a dudas, los hospitales no son malos; fueron establecidos para hacer el bien. Pero la sombra no se relaciona con quién es bueno o malo. 
Se relaciona con energías confinadas que buscan una salida, y en los hospitales abundan las situaciones antes mencionadas: los pacientes están indefensos antela autoridad de doctores y enfermeras, son deshumanizados por la rutina fría y mecánica, están aislados de la sociedad, son “casos” anónimos entre otros miles, etcétera. Si se presentan las circunstancias adecuadas, la energía de la sombra de cualquier persona saldrá a la superficie. Concentrémonos entonces en la sombra, el área donde la conciencia se ha distorsionado hasta el grado en que podemos realizar elecciones malignas. (Ten en mente la palabra “podemos”, pues aun en las condiciones más deshumanizadoras, hay personas buenas que siguen siendo buenas, esto es, que son capaces de resistir o controlar la liberación de su energía de las sombras.) 
El famoso psicólogo suizo C. G. Jung fue el primero que utilizó “la sombra” como término médico, pero yo quiero hablar en general de los lugares ocultos donde reprimimos aquello de lo que nos sentimos culpables o avergonzados. 
Llamaré a este lugar la sombra, y creo que pueden decirse algunas verdades sobre ella: 
La sombra es personal y universal al mismo tiempo.
Cualquier cosa puede guardarse ahí.
Todo lo que se guarda en la oscuridad se distorsiona.
La intensidad de las energías de la sombra es una manera de hacerse notar. 
Cuando dirigimos nuestra .conciencia a cualquier energía» ésta se distiende. 
La sombra en sí no es mala, y por tanto, no es tu enemigo. 
Si analizamos cada concepto, podremos modificar la temerosa designación de lo demoníaco —casi siempre en otra persona— como encarnación del mal. 
La sombra es personal y universal al mismo tiempo. 
Todos albergamos una patrón único de vergüenza y culpa.
Cosas simples como la desnudez, el acto sexual, la ira y la ansiedad dan origen a sentimientos terriblemente complejos.
En una sociedad, ver a la propia madre desnuda puede resultar trivial, mientras que en otra podría ser una experiencia tan traumática que sólo podría enfrentarse enterrándola en la sombra. 
No hay una diferencia clara entre sentimientos personales, familiares y sociales. 
Los tres se mezclan y entrelazan. Pero aun si sientes vergüenza por haber golpeado a un pendenciero en el patio de la escuela cuando tenías siete años, y otra persona piensa que haber hecho lo mismo fue un momento importante en el desarrollo de su valentía personal, tener una sombra es tanto universal como personal. 
La psique humana cuenta con un escondite; y para la mayoría de las personas ese lugar es absolutamente necesario, dada la enorme dificultad de enfrentar nuestros impulsos más oscuros y humillaciones más profundas. 
Cualquier cosa puede guardarse ahí. 
La bóveda de seguridad del banco donde guardas tus pertenencias más preciadas es como la mazmorra de una prisión. 
Lo mismo puede decirse de la sombra. Aunque generalmente se utiliza el término para describir un escondite de energías negativas, tienes el poder de convertir lo positivo en negativo y viceversa. 
Cierta vez conocí a dos hermanas que habían sido muy cercanas de niñas pero que en su vida adulta se distanciaron. Una era exitosa maestra universitaria; la otra trabajaba en una agencia de empleados eventuales y se había divorciado dos veces.
La hermana exitosa dice que su niñez fue maravillosa; la otra dice que la suya fue traumática. “¿Recuerdas cuando papá te encerraba en el baño durante seis horas luego de hacer algo malo?”, escuché que la hermana desdichada decía a la otra. “Eso fue decisivo para mí. Sólo podía imaginar cuan enojada y desesperada te sentías.” La hermana feliz parecía muy sorprendida. “¿Por qué no me preguntaste acerca de ello? 
Me gustaba estar sola; me recogía y me contaba historias imaginarias.
El incidente no significaba nada” De igual modo, nuestras historias siguen caminos separados e idiosincrásicos.
El mismo incidente no tenía ninguna carga emocional para una hermana, mientras que para la otra era fuente de ira y vergüenza. 
Las escenas de violencia pueden dar origen al arte más elevado —piensa en Guernica de Picasso— y las virtudes sagradas pueden dan lugar a los peores horrores —piensa en la crucifixión de Jesús—. 
En el inconsciente hay una población entera de impulsos sin examinar. 
El mismo alumno de Stanford que se envilece como guardia sadista puede albergar también un talento artístico que no surgirá a menos que la situación adecuada permita a la mente inconsciente liberar lo que retiene. Todo lo que se guarda en la oscuridad se distorsiona.
La conciencia, como el agua dulce, está hecha para fluir, y donde no puede hacerlo» se estanca. 
En tu mundo interno hay innumerables recuerdos e impulsos reprimidos.
Tú no les permites fluir, o lo que es lo mismo, liberarse, y por tanto no tienen otra opción que estancarse. 
Los impulsos buenos mueren por no llevarlos a la práctica. 
El amor se hace tímido y temeroso cuando no se expresa. 
El odio y la ansiedad crecen hasta el infinito. 
La característica fundamental de la conciencia es que puede organizarse en nuevos patrones y diseños. 
Si no permites que tu conciencia vaya adonde necesita ir, el resultado es energía desorganizada. 
Por ejemplo, si preguntas a las personas qué sienten por sus padres, un tema que la mayoría de los adultos rechazan como cosa del pasado, encontrarás que sus recuerdos de la infancia son una mezcla confusa. 
Los sucesos triviales sobresalen como traumas enormes, otros miembros de la familia son reducidos a caricaturas, los sentimientos auténticos son difíciles o imposibles de excavar. Así, cuando un paciente acude a un psiquiatra para curar una dolorosa herida de la infancia, con frecuencia son necesarios meses o años para separar los hechos de la fantasía. 
La intensidad de las energías de la sombra es una manera de hacerse notar. Ocultar algo no es lo mismo que matarlo. 
Las energías de la sombra permanecen vivas. 
Aunque te rehúses a verlas, no se han extinguido.
De hecho, su deseo de vivir se vuelve aún más desesperado. 
Para llamar la atención de sus padres, un niño ignorado mostrará un comportamiento cada vez más extremo: 
Primero, una llamada de atención, luego un grito, luego un berrinche.
Las energías de la sombra siguen la misma pauta. Resulta razonable, por ejemplo, pensar que un ataque de pánico es un temor oculto haciendo un berrinche. 
Ese mismo temor llamó primero la atención de manera normal, pero cuando la persona se rehusó a notarlo, el llamado se convirtió en un grito y finalmente terminó como un ataque frontal. 
El temor y la ira son expertos en incrementar el voltaje hasta el grado en que sentimos que son fuerzas externas, malignas y demoníacas, independientes de nuestra voluntad. 
En realidad son sólo aspectos de la conciencia que adquirieron una intensidad inhumana debido a la represión.
Ésta dice: “Si no te veo, me dejarás en paz”. A lo que la sombra responde: “Puedo hacer cosas que te obligarán a verme”. 
Cuando dirigimos nuestra conciencia a cualquier energía, ésta se distiende. 
Ello es consecuencia natural de la última afirmación. 
SÍ una energía exige tu atención, prestarle atención empezará a satisfacerla. Un niño ignorado no se conforma con una mirada.
Toma tiempo cambiar cualquier conducta, para bien o para mal, y, al igual que los niños, nuestras energías de la sombra se atascan en pautas y hábitos. 
Pero esto no cambia la verdad general de que si llevas luz a la sombra, sus distorsiones empiezan a atenuarse y, con el tiempo, a sanar. ¿Hay tiempo y paciencia suficientes para realizar concienzudamente este trabajo? 
No hay una respuesta fija para esto. 
La depresión, por ejemplo, es una respuesta compleja que puede curarse mediante comprensión, compasión, paciencia, atención cariñosa de otras personas, voluntad y terapia profesional. O se puede tomar una pastilla y quitarse de problemas. La elección es personal y varía de persona a persona. 
Deepak Chopra.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

El libro de los secretos (Deepak Chopra) SECRETO 7º (Segundo Escrito)

Todas las vidas son espirituales
Secreto 7
Propiedades emergentes espirituales. 
Claridad de conciencia
Cognición
Veneración por la vida
 Ausencia de violencia
Ausencia de miedo
 Integridad Éstas pueden considerarse transformaciones espirituales porque ninguna puede obtenerse simplemente recombinando viejos ingredientes del yo.
Al igual que la humedad del agua» cada una aparece como por alquimia: la escoria de la vida diaria se convierte en oro. 
Claridad significa estar consciente de ti mismo todo el tiempo: mientras estás despierto, duermes o sueñas. 
En vez de estar eclipsada por las circunstancias externas, tu conciencia siempre está abierta a sí misma. 
La claridad es atenta y despreocupada. 
Cognición significa estar en contacto con el nivel de la mente donde se responden todas las preguntas. 
Está relacionada con el genio, aunque la cognición no se concentra en música, matemáticas ni otros temas específicos. 
Tu área de conocimiento es la vida misma y el movimiento de la conciencia en todos los niveles. 
La cognición es sabia, segura e inquebrantable pero humilde.
Veneración por la vida significa estar en contacto con la fuerza vital.
Sientes que el mismo poder fluye por ti y por todos los seres vivos; incluso el polvo que flota en un rayo de luz baila al mismo ritmo. 
Por tanto, la vida no se limita a las plantas y los animales: 
todo posee una vitalidad radiante y animada. 
La veneración es cálida, conectada y excitante. 
Ausencia de violencia significa estar en armonía con todas las acciones.
No hay oposición entre lo que haces y lo que hacen los demás. 
Tus deseos no chocan con el bienestar de los otros. 
Cuando miras alrededor, ves conflictos en el mundo en general pero no en tu mundo. 
Irradias paz como un campo de fuerza que somete al conflicto en tu entorno. La no violencia es pacífica, quieta y ajena a la oposición. 
Ausencia de miedo significa seguridad total. 
El miedo es un susto del pasado; nos recuerda el momento en que dejamos un lugar seguro y nos encontramos en otro vulnerable. 
El Bhagavad Gita dice que el miedo nace de la separación, sugiriendo que la causa original del miedo fue la pérdida de la unidad.
En última instancia, esa separación no es la expulsión del paraíso sino la pérdida de lo que somos. 
La ausencia de miedo es, por tanto, ser tú mismo. 
Integridad significa incluir todo, no excluir nada. 
En este momento experimentamos la vida dividida en trozos de tiempo, de experiencia, de actividad. 
Nos aferramos a nuestro limitado sentido del yo para evitar que estos trozos se desmoronen. 
Pero es imposible hallar continuidad de este modo, por más que el ego se esfuerce en mantener a la vida de una pieza. 
La totalidad es un estado más allá de la personalidad. 
Surge cuando el “yo soy” que aplicas a ti es el mismo “yo soy” en todas partes. La totalidad es sólida, eterna, sin principio ni fin. 
La transformación auténtica, a mi manera de ver, depende del surgimiento de estas propiedades como tu experiencia personal.
Son cualidades primigenias inmersas en la conciencia; no fueron inventadas por los seres humanos ni proyectadas por carencia, necesidad o hambre. 
Es imposible experimentarlas obteniendo más de lo que ya tienes.
Ser lo más generoso posible con los demás y evitar causarles daño no es lo mismo que no violencia en sentido espiritual. Mostrar valentía ante el peligro no es lo mismo que ausencia de miedo.
Sentirse estable e íntegro no es lo mismo que totalidad.
Hay que remarcar que por más inalcanzables que parezcan estas cosas, son completamente naturales: son extensiones de un proceso de transformación que ha estado contigo toda tu vida.
Cada uno somos ya una propiedad emergente del universo, una creación totalmente nueva a partir de los genes de nuestros padres.
Pero hay una magia más profunda. 
En el nivel químico, los genes de tus padres sólo se recombinaron; tú obtuviste algunos de uno y algunos de otro.
La supervivencia de cierto acervo genético se extendió para incluir una nueva generación, no se descompuso súbitamente 
en una sustancia nueva y desconocida. 
De alguna manera, la naturaleza utilizó esos viejos elementos para realizar una hazaña alquímica: tú no eres una réplica genética reconfigurada.
Tus genes son sólo la estructura que soporta una experiencia única. 
El ADN es la manera en que el universo toma conciencia de sí mismo. Hicieron falta ojos para que el universo viera su apariencia; oídos para escuchar sus sonidos, etcétera. 
Para asegurarse de no perder interés, el universo te creó para tomar conciencia de sí mismo de una manera que no había existido.
Así, eres una expresión de eternidad y de este preciso instante, ambos a la vez. Transformarse es como embarazarse.
La mujer que decide tener un bebé toma una decisión personal y al mismo tiempo se somete a una poderosísima fuerza de la naturaleza. Por un lado, ejerce el libre albedrío; por el otro, queda atrapada en una serie inexorable de acontecimientos.
Una vez que tiene una semilla fertilizada en su vientre, la naturaleza toma el control; engendrar un bebé es algo que haces y al mismo tiempo algo que te ocurre. 
Lo mismo puede decirse de cualquier otra transformación auténtica.
Tú puedes hacer la decisión personal de ser espiritual, pero cuando el espíritu toma el control, quedas atrapado en fuerzas superiores a ti.
Es como si un cirujano fuera llamado al quirófano para una cirugía y descubriera que el paciente en la mesa de operaciones es él mismo. 
Hemos revisado los diez principios que integran el sistema operativo de la realidad única.
Pero la mayoría de las personas están inmersas en otro sistema operativo: el de la dualidad. Viven asumiendo que son individuos separados, aislados, en un cosmos aleatorio donde lo que ocurre “aquí dentro” no se refleja “allá fuera”. 
Entonces, ¿cómo puede una persona cambiar de un sistema operativo al otro? La unidad es totalmente distinta de la dualidad, pero no tienes que esperar el final de este viaje para vivir como si estuvieras en el siguiente. 
Justo ahora estás viviendo como si la limitación y la separación debieran ser verdad; por tanto, no estás dejando espacio para que no sean verdad. Aun así, una inteligencia oculta preserva el orden increíble de la vida al tiempo que permite que el cambio se arremoline en aparente caos. 
Si exponemos una célula viva a la luz del sol en un día fresco de primavera, se marchitaría y convertiría en polvo; su ADN se esparciría en el viento. No obstante, esa aparente fragilidad ha sobrevivido a dos billones de años de constantes ataques del ambiente. 
Para comprobar que nuestra existencia está protegida por la misma inteligencia, es necesario alinearnos con ella. 
Entonces se revelará una ley universal: la totalidad permanece, no importa cuánto cambie. Tu tarea consiste en hacer que la totalidad sea más real en tu vida. Mientras permanezcas en el nivel donde prevalece el cambio, no tienes posibilidades de llegar a ser verdaderamente nuevo. 
La dualidad mantiene su sistema operativo en todo momento, y mientras estés conectado a él, parecerá real, factible, fidedigno y comprobable.
El otro sistema operativo, que se basa en la totalidad, funciona mucho mejor que al que estás acostumbrado. 
La totalidad también es real, factible, fidedigna y comprobable.
Con la finalidad de orientarnos, analicemos algunas situaciones familiares y veamos cómo las abordaría cada sistema. 
Imagina que llegas un día al trabajo y escuchas un rumor acerca de que en tu empresa habrá un recorte de personal.
Nadie sabe si tu empleo está en riesgo, pero podría estarlo. 
En el sistema operativo de la dualidad entran en juego los siguientes supuestos: 
Podría perder lo que necesito para sostenerme. 
Alguien tiene el control de mi destino.
Enfrento algo impredecible y desconocido. 
No merezco un revés como éste. 
Podría resultar lastimado sí la situación no me favorece. 
Estos pensamientos son comunes cuando nos encontramos en un momento de crisis. 
Algunas personas toleran el peligro mejor que otras, y tú has enfrentado muchas situaciones similares con mayor o menor éxito.
Pero estas preocupaciones sólo son parte de un sistema operativo.
Están programadas en el software del ego y su fijación absoluta en mantener todo bajo control. 
Lo que está en juego aquí no es la pérdida del empleo sino la pérdida del control. 
La amenaza externa revela cuan frágil es la realidad del ego.
Planteemos ahora la misma situación en el sistema operativo programado desde la totalidad o realidad única. 
Llegas al trabajo y escuchas que en la empresa habrá recorte de personal. Entonces entran en juego los siguientes supuestos:
Mi ser más profundo ha creado esta situación.  
Pase lo que pase, hay una razón.  
Estoy sorprendido, pero este cambio no afecta lo que soy.  
Mi vida se desenvuelve de acuerdo con lo que es mejor para mí y para mi desarrollo.  
No puedo perder lo que es real. 
Los factores externos se asentarán a su tiempo.  
Pase lo que pase, no puedo sufrir ningún daño. 
Resulta claro que el segundo sistema operativo proporciona una sensación de mayor seguridad. La totalidad es segura; la dualidad no. El resguardo contra las amenazas externas es permanente cuando no existen factores externos, cuando sólo eres tú ocupando dos mundos —interno y externo— que se acoplan a la perfección. 
Los escépticos dirán que este sistema operativo nuevo no es más que un asunto de percepción, que vernos como creadores de nuestra realidad no significa que lo seamos. Pero lo somos. 
La realidad cambia cuando nosotros lo hacemos, y cuando modificamos nuestra percepción de estar divididos, la realidad única cambia con nosotros. 
La razón por la que no todos lo notan es que el mundo centrado en el ego —con sus exigencias, presiones, dramas y excesos— es sumamente adictivo, y como cualquier adicción, necesita una dosis diaria y la negación de que hay una manera de escapar de ella. Al adherirte a la realidad única, la adicción no terminará inmediatamente, pero dejarás de alimentarla. 
Tu ego y personalidad, que te ofrecen una visión limitada de quién eres, recibirán el mensaje de que deben dejar de asirse y aferrarse.
El condicionamiento que te decía cómo ganarle a “ellos” ya no te ayudará a sobrevivir. 
El apoyo que obtenías de fuentes externas, familia, amigos, estatus, posesiones y dinero, ya no te hará sentir seguro. 
Por fortuna, la percepción es bastante flexible para liberarse de la adicción a la dualidad. Cualquier suceso puede considerarse un producto del centro creativo interno. 
En este preciso instante puedo pensar en cualquier faceta de mi vida y decir, “yo lo hice”. Desde aquí sólo falta un paso para preguntar “¿Por qué lo hice” y “¿Qué quiero hacer en vez de eso?” 
Analicemos otro ejemplo. Vas en tu auto de regreso a casa y te detienes en un semáforo; pero el vehículo de atrás no para y golpea el tuyo.
Saltas a confrontar al otro conductor, pero éste no se disculpa.
De manera hosca te proporciona la información de su aseguradora.
En un sistema operativo entran en juego las siguientes premisas:
A esta persona no le importa qué es mejor para mí.
Si está mintiendo, tendré que hacerme cargo de todos los gastos.
Yo soy la parte afectada y él debe reconocerlo. 
Tal vez tenga que forzarlo a cooperar. Cuando estas ideas entren en juego» considera la posibilidad de que el accidente de transito no las haya causado. 
Ellas estaban grabadas en tu mente, esperando el momento de ser requeridas. No estás viendo la situación como es en realidad sino a través de tu percepción programada. 
En un sistema operativo diferente, las siguientes premisas son igualmente válidas: Este accidente no fue un accidente; es un reflejo de mí.
Esta persona es un mensajero. Cuando descubra por qué sucedió esto, revelaré algún aspecto de mí. 
Necesito prestar más atención a cierto tipo de energía oculta o atascada. Cuando me haya hecho cargo de ella, me alegraré de que este accidente haya ocurrido. 
¿Te parece que este segundo punto de vista es imposible o poco realista?
No es más que la manera natural de percibir la situación desde la perspectiva de la realidad única. 
La primera perspectiva fue grabada en tu mente por las circunstancias de tu infancia; tuviste que ser entrenado para considerar a los demás como extraños y asumir que los accidentes son sucesos aleatorios.
En vez de partir de una conciencia tan limitada, puedes abrirte a posibilidades más amplias. La segunda perspectiva es más generosa contigo y con el otro conductor. No son antagonistas sino actores en igualdad de condiciones en un escenario que intenta comunicarles algo.
La perspectiva más amplia no implica culpa o violencia.
Responsabiliza por igual a cada involucrado y les brinda idénticas oportunidades de crecimiento. 
Un accidente automovilístico no es bueno ni malo; es una oportunidad para reivindicar quién eres: un creador. 
Si el resultado final es un acercamiento a tu ser verdadero, habrás crecido y hasta tu deseo de ganar se verá satisfecho por la experiencia de la realidad única. 
Aunque insistas en que lo único que está en juego en este caso es el dinero —y que la confrontación es la única manera de obtenerlo—, esa perspectiva no es la realidad sino el refuerzo de una percepción. ¿Acaso el dinero neutraliza consecuencias como la ira, la culpa o el sentirse víctima de los demás? 
La totalidad presenta un mundo unificado, pero no sabrás qué se siente vivir en un mundo así hasta que te adhieras a un sistema operativo nuevo. 
El paso del sistema operativo viejo al nuevo constituye un proceso al cual debemos comprometernos todos los días.
Nuestra adicción compartida a la dualidad es absoluta; no excluye nada.
Lo bueno es que ningún aspecto de la vida es inmune a la transformación. Cada cambio que realices, por pequeño que sea, se extenderá a toda la existencia. Literalmente, el universo estará pendiente de lo que hagas y te brindará apoyo. Desde su punto de vista, la formación de una galaxia no es menos trascendental que la evolución de un individuo.
CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR 
EL SÉPTIMO SECRETO 
La séptima lección trata de la alquimia. 
Desde cualquier perspectiva, la alquimia es mágica. 
Es imposible convertir hierro en oro calentándolo, golpeándolo, moldeándolo o combinándolo con cualquier sustancia conocida. Éstos son simples cambios físicos. 
Del mismo modo, nunca lograrás una transformación interna tomando tu viejo yo y martillándolo con críticas, caldeándolo con experiencias excitantes, transformando su aspecto o conectándolo con personas nuevas. Entonces, ¿cómo funciona la magia? 
Funciona de acuerdo con los principios que integran el sistema operativo del universo. 
Cuando te conformas conscientemente a ellos, abres la puerta de la transformación.
Escribe la manera en que los diez principios se aplican a ti en lo personal y empieza a vivirlos. Llévalos contigo; reléelos de vez en cuando. 
Es mejor concentrarse en un principio cada día que incluir demasiados a la vez.
Éstos son ejemplos de cómo puedes aplicar estos principios universales en tu vida cotidiana: Los sucesos que ocurren en mi vida reflejan quién soy. 
Hoy pondré en práctica un ejercicio. 
Todo lo que llame mi atención está tratando de decirme algo. 
Si me siento enojado con alguien, veré si lo que me desagrada de esa persona es algo que existe en mí. 
Si escucho una conversación al pasar, consideraré esas palabras como un mensaje personal. 
Quiero descubrir mi mundo interior. 
Las personas que hay en mí vida reflejan aspectos de mí. 
Soy la combinación de todas las personas importantes para mí. Voy a considerar a mis amigos y familiares como una imagen grupal de mí. 
Cada uno representa una característica que deseo ver en mí o quiero rechazar, aunque en realidad soy la imagen completa. Obtendré todo el conocimiento posible de esas personas que amo intensamente o que me desagradan intensamente: unos reflejan mis mayores aspiraciones, los otros, mis mayores miedos de lo que hay en mí. 
Aquello a lo que preste atención crecerá. 
Haré un inventario de cómo estoy utilizando mi atención.
Tomaré nota de cuánto tiempo dedico a la televisión, los juegos de vídeo, la computadora, los pasatiempos, las habladurías, 
un trabajo que no me interesa, un trabajo que me apasiona, 
las actividades que me fascinan y las fantasías de evasión o de lo que quiero lograr. 
De esta manera sabré qué aspectos de mi vida crecerán.
Entonces preguntaré: “¿Qué quiero que crezca en mi vida?” Esto me dirá a dónde debo dirigir mi atención. 
Nada es aleatorio; mi vida está llena de señales y símbolos.
Buscaré pautas en mi vida. 
Estas pautas pueden estar en cualquier parte: en lo que los demás me dicen, en cómo me tratan, en cómo respondo a las situaciones.
Yo tejo el tapiz de mi mundo todos los días, y necesito saber qué diseño estoy haciendo. 
Buscaré señales que me muestren mis creencias ocultas. ¿Aprovecho las oportunidades de éxito o fracaso? 
esto simboliza si tengo poder personal o no. 
Buscaré señales sobre si creo que soy amado y merezco amor o no.
En todo momento, el universo me da los mejores resultados posibles. Hoy me concentraré en los dones de que gozo. 
Me concentraré en lo que va bien. 
Apreciaré este mundo de luz y sombra. 
Recibiré con dignidad el don de la conciencia. 
Repararé en cómo mi nivel de conciencia me hace percibir el mundo que estoy cocreando. 
Mi conciencia siempre está evolucionando. ¿En dónde estoy Justo ahora? ¿Cuánto he avanzado en el camino que elegí? Aunque no vea resultados inmediatos fuera de mí, ¿siento que estoy creciendo por dentro? 
Hoy enfrentaré estos cuestionamientos y preguntaré honestamente en dónde estoy. 
Experimentaré mí conciencia no como una corriente de pensamientos sino como el potencial para llegar a ser lo que quiero ser. 
Contemplaré mis limitaciones y confines con la intención de expandirme más allá de ellas. 
La dirección de la vida es de la dualidad a la unidad. 
Hoy quiero sentirme seguro y en casa. 
Quiero saber qué se siente simplemente ser, sin defensas ni deseos. 
Apreciaré el flujo de la vida por lo que es: mi yo verdadero. Repararé en esos momentos íntimos conmigo mismo, cuando siento que “yo soy” es suficiente para sostenerme por siempre. 
Me acostaré sobre el pasto mirando al cielo, sintiéndome uno con la naturaleza, expandiéndome hasta que mi ser desaparezca en el infinito. 
Si me abro a la fuerza de la evolución, ella me llevará adonde quiero ir. Hoy lo dedicaré a pensar en mí a largo plazo.
¿Cuál es mi visión de la vida? ¿Cómo se relaciona conmigo? Quiero que mi visión se desarrolle sin obstáculos. 
¿Está ocurriendo esto? Si no, ¿dónde estoy obstaculizándola? Analizaré las creencias que parecen detenerme más.
¿Dependo de otros en vez de responsabilizarme de mi evolución? ¿Me he permitido concentrarme en recompensas externas que sustituyen crecimiento interno? 
Hoy volveré a consagrarme a la conciencia interna, sabiendo que ése es el hogar, el impulso evolutivo que mantiene en marcha el universo. 
La mente fragmentada no puede llevarme a la unidad, pero debo usarla para recorrer el camino. ¿Qué significa unidad para mí? ¿Qué experiencias de unidad puedo evocar? 
Hoy recordaré la diferencia entre ser uno conmigo y estar disperso. Encontraré mi centro, mi paz, mi capacidad para ir con el flujo.
Los pensamientos y deseos que me impulsan no son la realidad última.
Son sólo una manera de volver a la realidad. Recordaré que los pensamientos vienen y van como hojas en el viento, pero el centro de la conciencia es para siempre. 
Mi objetivo es vivir desde ese centro. 
Vivo en muchas dimensiones a la vez; la impresión de estar atrapado en el tiempo y el espacio es una ilusión. 
Hoy me experimentaré más allá de las limitaciones. 
Apartaré tiempo para estar presente conmigo en silencio.
Conforme respire, veré mi ser extenderse en todas direcciones.
Cuando me asiente en mi silencio interior, pediré a las imágenes que vengan a mi mente y se unan con mi ser. 
Incluiré todo y a todos los que vengan a mi mente, diciendo:
“Tú y yo somos uno en el nivel del ser. 
Ven, únete a mí más allá del drama del tiempo y el espacio”.
Del mismo modo, experimentaré el amor como una luz que parte de mi corazón y se extiende hasta donde alcance mi conciencia; cuando surjan imágenes en mi mente, enviaré amor y luz en su dirección.
Deepak Chopra.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/
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