sábado, 5 de diciembre de 2015

El Sendero del Mago Lección X




EL SENDERO DEL MAGO:LECCIÓN 10
Todos tenemos un yo-sombra que es parte de nuestra realidad total.
El yo-sombra no está aquí para lastimarnos sino para señalar nuestros vados. Cuando acogemos a la sombra, ésta sana. Cuando sana, se convierte en amor Cuando aprendamos a vivir con todas nuestras cualidades opuestas, viviremos nuestro yo total, al igual que el mago.
“Parece que nunca te sintieras solo”, le dijo Arturo a Merlín. Había un tono de nostalgia en su voz.
El mago lo miró atentamente. “No, es imposible sentirse solo”. “Tal vez para ti, pero...” El muchacho calló, mordiéndose los labios, pero no pudo reprimir sus sentimientos y estalló: “Es bastante posible sentirse solo.
No hay nadie más en este bosque aparte de nosotros dos, y aunque te amo como a un padre, hay momentos en que...” Sin saber qué más decir, Arturo calló.
“Es imposible sentirse solo”, repitió Merlín con más firmeza. La curiosidad pudo más que la congoja y Arturo dijo: “No veo por qué”. “Bueno, solamente hay dos tipos de seres que nos deben preocupar a ti y a mí en lo que se refiere a este asunto”, comenzó Merlín, “los magos y los mortales.
Ustedes los mortales no pueden sentirse solos porque tienen un gran número de personalidades en lucha dentro de ustedes mismos. A los magos les es imposible sentirse solos porque no tienen personalidad alguna dentro de ellos”. “No comprendo. ¿Quién más hay dentro de mí salvo yo mismo?”
“Primero debes preguntar qué es esa cosa a la que llamas tú mismo. A pesar de la sensación de ser una sola persona, en realidad eres una combinación de muchas personas, y tus múltiples personalidades muchas veces no se llevan bien —todo lo contrario. Estás dividido en decenas de fracciones, cada una de ellas en lucha por ocupar tu cuerpo.
“¿Eso le sucede a todo el mundo?”, preguntó el niño. “Ah, sí. Hasta que encuentres tu camino hacia la libertad, serás rehén del conflicto entre tus personalidades internas.
Mi experiencia me dice que los mortales siempre están peleando guerras internas entre todos los bandos posibles”. “Pero yo siento que soy una sola persona”, protestó Arturo. “No puedo hacer nada al respecto”, replicó Merlín.
“La sensación de ser una sola persona es producto de la costumbre.
Bien podrías verte fácilmente de la forma como acabo de describiste. Mi versión es más cierta porque explica la razón por la cual los magos vemos a los mortales tan fragmentados y llenos de conflictos.
Es tan grande el aturdimiento que me produce un encuentro con un mortal, que muchas veces siento que estoy hablando con toda una aldea condensada en un solo paquete de carne y hueso”. El muchacho se quedó pensativo. “¿Entonces a qué se debe que me sienta tan solo? Porque, para serte sincero, así me siento”. Merlín lanzó a su discípulo una mirada penetrante. “Realmente es extraño que puedas sentirte solo, considerando a todas esas personas que pugnan por ocupar tu cuerpo. Pero he llegado a la conclusión de que la soledad existe en la medida en que existan otras personas.
Mientras haya un ‘yo’ y un ‘tú’, existirá una sensación de separación, y donde hay separación debe haber aislamiento. ¿Qué es la soledad sino otro nombre para describir el aislamiento?”
“Pero siempre habrá otras personas en el mundo”, protestó Arturo. “¿Estás seguro de eso?”, replicó Merlín. “Siempre habrá personas, eso es innegable, pero, ¿serán siempre otras personas? Espera hasta que llegues al final del sendero del mago para decirme cómo te sientes”.
Para Comprender la Lección.
Cuando escudriñamos nuestro interior, descubrimos las muchas personalidades que compiten por utilizar nuestro cuerpo. El conflicto entre el bien y el mal, por ejemplo, da lugar a dos personalidades llamadas santo y pecador, estas jamás dejan de discutir, la primera con la esperanza permanente de ser lo suficientemente buena para satisfacer a Dios, y la otra sintiendo constantemente los “malos” impulsos que no siempre puede reprimir.
Después están los papeles con los cuales nos identificamos: hijo, padre o madre, hermano, hermana, hombre, mujer, para no mencionar el oficio que desempeñamos: médico, abogado, sacerdote, etc. Cada uno de ellos ha reclamado lo suyo dentro de nosotros, gritando por encima de los demás a fin de plantear su estrecho punto de vista.
Y aún no me he referido a nuestro sentido de nacionalidad o a nuestra identidad religiosa, motivos, de por sí, de conflictos interminables.
Todas estas personalidades suelen estar en pugna.
Lo que llamamos felicidad es un estado en el cual ha menguado buena parte de ese conflicto. Cuando nacimos, esa guerra no existía porque los bebés no tienen conflictos con sus deseos. Por ejemplo, no hay voces del bien y del mal sino hasta cuando el bebé es lo suficientemente grande para aprender de sus padres esos conceptos. “Sólo podrás convertirte en mago cuando pienses nuevamente como un bebé”, dijo Merlín. “¿Cómo piensa un bebé?”, preguntó Arturo. “Principalmente sintiendo. El bebé siente cuándo tiene hambre o sueño. Cuando se le presentan sensaciones, puede sentir si le traen placer o dolor, y responde de conformidad.
El bebé no tiene la inhibición de desear el placer y evitar el dolor”. “No veo nada especial en eso”, dijo Arturo. “Los bebés se limitan a llorar y sonreír, comer y dormir”.
“Muchos mortales serían afortunados de poder hacer esas cosas cuando crecen”, murmuró Merlín. “Estar aquí en este mundo en un estado de plena satisfacción es una verdadera hazaña”. El instinto inocente del bebé acerca de lo que se siente bien o mal se pierde rápidamente.
Poco a poco comienzan a oírse las voces interiores, primero la de la madre que dice “si”, “no”, “eres un niño muy juicioso, “eres un niño muy tonto”. Cuando el sí, no, bueno o malo concuerdan con lo que el bebé desea, no hay problema.
Pero es inevitable que surja un conflicto entre las necesidades del bebé y lo que sus padres esperan.
Los dos mundos, el interior y el exterior, comienzan a chocar. Las semillas de la culpabilidad y la vergüenza no tardan en sembrarse; el temperamento temerario del recién nacido se mancilla con el temor. El bebé aprende a dudar de sus propios instintos. El impulso interior de “Esto es lo que deseo” se convierte en interrogante: “¿Está bien que desee esto?”
Nos pasamos la vida esforzándonos por volver al estado de autoaceptación con el cual nacimos.
Durante años se multiplican los interrogantes y arrojamos a las cavernas secretas y a las bodegas oscuras de la psique tanta cantidad de duda, vergüenza, culpabilidad y temor como podemos. Sin embargo, todos esos sentimientos permanecen vivos, por hondo que los enterremos. Todos los conflictos interiores con los cuales no logramos reconciliarnos conducen a un yo-sombra. “Es interesante observar esta corte”, anotó una vez Merlín cuando Arturo ya era rey “No me había dado cuenta de que todos ustedes los mortales realizan el mismo oficio”. “¿Lo hacemos?”, preguntó Arturo. “¿Y cuál podría ser ese oficio?” “El de carceleros”, replicó Merlín, rehusando decir una palabra más sobre el asunto.
A los ojos del mago, todos somos carceleros de nuestro yo-sombra.
La mente inconsciente es la prisión donde encerramos todas las energías indeseadas, no porque así deba ser, sino debido a la marca indeleble que nos han dejado los años de si, no, bueno y malo. Después de reflexionar acerca de lo dicho por Merlín sobre el carcelero, Arturo lo buscó y le dijo: “No deseo ser así. ¿Qué puedo hacer para cambiar?” “Nada es más fácil”, replicó Merlín. “Sencillamente toma nota de que estás representando los dos papeles, carcelero y prisionero.
Si eres ambos lados de la moneda, entonces ninguno de los dos puede ser tú, puesto que se anulan entre si. Reconoce eso y serás libre”.
“Pero no sé cómo hacerlo”, protestó Arturo. “¿Cómo puedo encontrar a ese yo-sombra del que hablas?” “Sólo escucha. Como todos los prisioneros, él envía mensajes a través de los muros de su celda”. El yo-sombra es sólo otro papel o identidad que arrastramos por la vida, pero sin mostrarlo en público.
La mayoría de las veces, el yo-sombra se siente demasiado avergonzado o temeroso para presentarse a la luz del día.
Pero no hay duda de que existe, porque cada uno de nosotros ha inventado su propia sombra, un personaje cuya tarea es cargar todas las energías que no hemos podido descargar.
El recién nacido no tiene el problema de aferrarse a los sentimientos “malos” o nocivos. Tan pronto como arrojamos algo negativo dentro del entorno de un bebé, éste llora o se apana. Esta reacción es extremadamente sana porque, al expresarse tan libremente, el bebé descarga las energías que, de lo contrario, se adherirían a él.
Sin embargo, a medida que crecemos, aprendemos que no siempre es apropiado dejarnos llevar por las manifestaciones espontáneas. En aras de la buena educación y el tacto o de conocer nuestro lugar, o de hacer lo que dicen nuestros padres, todos aprendemos a guardar las energías negativas. Nos convertimos en baterías con una capacidad de carga cada vez mayor, y como adultos retenemos la ira, el resentimiento, la frustración y el temor de muchos años. Además, lo más grave es que hemos olvidado el instinto que nos permitía descargar las baterías.
“Será muy interesante para ti ver algún día hasta qué punto te pareces a una bomba”, le dijo Merlín al joven Arturo. “¿Qué es una bomba?” “Si vivieras hacia atrás en el tiempo, que es la única forma sensata de vivir, lo sabrías”. Merlín reflexionó durante un segundo. “Imagina que inflas una vejiga de cerdo hasta que revienta. La bomba funciona sobre ese mismo principio, salvo que estalla con tanta fuerza que mata a las personas “Por Dios, ¿no hay forma de prevenir eso en el futuro?”~ preguntó Arturo, alarmado. “No, no entiendes.
Las bombas estallan precisamente porque matan a la gente. Esa es la idea. Lo menciono sólo porque las bombas se parecen mucho a los mortales, quienes van por ahí listos a estallar a toda hora. La explosión de la metralla —así se llamarán las municiones con que se cargarán las bombas — no es otra cosa que la explosión de la ira hecha manifiesta. En efecto, si los humanos pudieran explotar y matar a sus vecinos sin temor a las represalias, la mayoría lo haría”.


Para Vivir la Lección.
Poner fin a la guerra interior implica acabar con el conflicto entre todas nuestras personalidades. Podemos aliviar la carga de energías del pasado que pesa sobre los hombros del yo-sombra, y así crear una condición propicia para la paz interior, puesto que es el temor de salir lastimado el que hace que las voces interiores desconfíen las unas de las otras.
Pero no es posible comenzar a resolver estas tensiones interiores mientras no sepamos de qué están hechas nuestras personalidades internas.
Todas las personalidades están hechas de lo mismo — alguna vieja energía adherida a un recuerdo. Digamos, por ejemplo, que recordamos haber sido castigados cuando niños por alguna cosa que no hicimos. La energía del resentimiento o la injusticia se adherirá a ese recuerdo y comenzaremos a construir un fragmento de personalidad — un niño resentido —el cual vivirá desde su estrecho punto de vista hasta que pueda liberar esa energía.
El niño interior resentido es sólo un recuerdo que espera poder descargar su energía retenida y no podrá moverse mientras no lo haga. Puesto que tenemos recuerdos asociados con alegría y también con dolor, las personalidades interiores vienen en versiones placenteras y dolorosas.
Es agradable recordar un premio recibido por un buen trabajo; es desagradable recordar haber sido criticados.
Pero estos recuerdos contrarios no se anulan entre si; retienen su integridad y entran en conflicto con sus opuestos.
Cuando juzgamos, por naturaleza decimos “Yo tengo la razón”, aunque la siguiente experiencia sea totalmente contradictoria. La crítica o el castigo injusto irán con nosotros a todas partes, repitiendo sus escenarios una y otra vez, mientras que en el compartimiento de al lado, otra energía estará expresando su punto de vista de haber sido tratados con justicia y haber sido premiados.
No es difícil entrar en contacto con estas energías retenidas. Siéntese a solas en un sitio silencioso. Respire naturalmente. Ahora, sin cambiar el ritmo de la respiración, fije su atención en la facilidad con la cual inhala y exhala. No haga nada más hasta que su respiración sea tranquila y rítmica.
Cuando llegue a ese punto, trate de recordar un incidente muy desagradable de su pasado durante el cual se hayan manifestado muchas emociones negativas, como una humillación o un momento de vergüenza o de culpa.
Digamos que fue atrapado haciendo trampa en un examen o robando. No importa si el incidente fue serio o intrascendente se trata de identificar la emoción persistente: Traiga a la mente una imagen nítida de ese incidente y experimente los sentimientos de ese momento. Ahora lleve su atención a la respiración — ésta ya no será tranquila.
Dependiendo del tipo de emoción traída a la memoria, su respiración se tornará irregular o superficial; podría incluso retener el aliento o sentir que le falta el aire.
Estos cambios reflejan el hecho de que la respiración es el espejo fiel del proceso de pensamiento y, en particular, del recuerdo de una emoción. Lo que está experimentando son los tres componentes de los cuales hemos venido hablando: memoria, energía y apego.
Cuando los tres se reúnen, forman el comienzo de una subpersonalidad. Todas las subpersonalidades desean lo mismo: expresarse a través de nosotros. El lactante que llora, el niño solo, el adolescente frustrado, el amante esperanzado, el trabajador ambicioso — todos desean vivir la vida a través de nosotros.
Y lo hacen, a su manera. Ninguna de las personalidades logra realizarse plenamente; por lo tanto, todas deben gritar para tener su momento en el Sol — o en la sombra.
El conflicto resultante es el que hace que la vida sea tan ambigua, tan llena de luz y sombra a la vez. Sin embargo, el mago vive solamente en la luz. Al igual que un bebé, el mago no retiene la energía. Habiendo liberado todos los apegos recordados que le sirven de combustible a nuestra lucha interior, el mago ha logrado ir más allá de la personalidad para vivir en la consciencia pura.
La forma de pasar del estado mortal al estado del mago podría parecer misteriosa, pero en realidad es completamente natural. Lo único que se necesita es equilibrio, que el flujo de la vida se encargará de preservar.
Hay muchas formas de liberar las viejas energías. Una de las más poderosas es el simple hecho de reconocer que están ahí. En lugar de negar, por ejemplo, que siente vergüenza o culpa, mírese y diga: “Así es como me siento”.
Muchas veces, ese momento de consciencia es suficiente porque, al fin de cuentas, es a través de la negación que todas las energías retenidas quedan atrapadas. Habrá ganado la mitad de la batalla cuando supere la negación.

El reconocimiento es una forma de autoaceptación.
No necesita decir: “Está bien sentir vergüenza y culpa”, porque en realidad ésas son energías que usted desea liberar, no perpetuar. Pero ciertamente está bien decir: “Tengo estos sentimientos.
Ellos son reales”. Una de las técnicas más eficaces para superar la negación es por medio de la respiración.
Acuéstese en un sitio tranquillo y relájese. Ahora inhale de la manera que desee, profunda o superficialmente, rápida o lentamente, y luego exhale naturalmente.
No se imponga ningún ritmo ni realice ningún esfuerzo, sencillamente deje fluir la respiración.
Es probable que suspire o jadee un poco, pero no importa. Ahora inhale nuevamente y luego exhale sin esforzarse ni tratar de retener el aire. Siga respirando de esa forma y permita que todas las imágenes o emociones disponibles salgan a flote para ser liberadas.
Puede ayudarse concentrándose en el corazón, o en cualquier parte del cuerpo donde sienta sensaciones — algunos puntos físicos están estrechamente asociados con las emociones.
A medida que continúa el ejercicio, las energías retenidas comenzarán a salir. Entre los síntomas de esta descarga pueden estar recuerdos borrosos, sombras de sentimiento o, incluso, expresiones poderosas de la emoción, como los sollozos.
(Si los sentimientos son demasiado intensos, suspenda el ejercicio y descanse con los ojos cerrados durante cinco minutos.) La mayoría de la gente tiene tanta energía almacenada que se queda dormida rápidamente haciendo este tipo de respiración — eso es señal de la liberación de una fatiga profundamente reprimida.
Si al hacer este ejercicio siente que no libera energía, es posible que esté usando la mente para aferrarse. La manera de dejar a la mente de lado es alterando ligeramente la respiración: trate de jadear superficial y rápidamente.
Esta respiración rítmica, rápida y superficial hará que su mente consciente se distraiga y permitirá que las energías se cuelen por un lado. Continúe jadeando durante uno o dos minutos, pero no más, puesto que la liberación puede tornarse demasiado intensa. La repetición de este ejercicio puede servir para liberar más energías retenidas, y también es muy útil para aprender a descargar todas las emociones o sentimientos nuevos que desean salir a flote.
Al igual que cualquier otro aspecto de su personalidad, la sombra desea expresarse y ser libre, y el primer paso es encontrar una forma natural y cómoda de liberar las energías negativas en lugar de guardarlas en los calabozos ocultos de la mente.
Deepak Chopra

El Sendero del Mago Lección IX



EL SENDERO DEL MAGO:LECCIÓN 9
El mago vive en estado de conocimiento.
Este conocimiento dirige su propia satisfacción.
El campo de la consciencia se organiza alrededor de nuestras intenciones. El conocimiento y la intención son fuerzas. Aquello que tenemos intención de hacer modifica el campo a nuestro favor. Las intenciones comprimidas en palabras encierran un poder mágico.
El mago no trata de resolver el misterio de la vida.
Está aquí para vivirla. El joven Arturo tardó mucho tiempo en reconocer plenamente que había sido educado por un mago. Merlín lo había llevado al bosque a las pocas horas de nacido y sólo muchos años después, al regresar al mundo, comprendió la curiosidad que generaba su asociación con un mago.
“Si realmente conociste a Merlín”, le decía la gente (aquellos que se tomaban la molestia de pensar que el muchacho no estaba simplemente loco), “¿qué hechizos te enseñó?” “¿Hechizos?”, preguntaba Arturo. “Encantamientos, conjuros, las palabras mágicas de las que Merlín obtiene su poder”, decían, pensando que Arturo debía ser muy tonto o estar en algún estado de delirio.
“Merlín si me hablaba acerca de las palabras”, decía Arturo lentamente, reflexionando sobre la pregunta.
“Me decía que las palabras tienen poder, que cubren los secretos de la misma manera que las trampas cubren los pasadizos subterráneos.
Tal explicación sonaba muy bien, pero no bastaba para aplacar la curiosidad de la gente.
Todos querían saber cómo funcionaban en realidad los hechizos de Merlín. “Bueno”, contestaba Arturo, “cuando yo era un bebé, recuerdo que Merlín me dijo ‘Come’.
Cuando fui un poco mayor, me dijo ‘Camina’, y si me quedaba despierto hasta muy tarde, me decía ‘Duerme’.
Hasta donde sé, he venido comiendo, caminando y durmiendo desde entonces, de manera que esas palabras debieron ser conjuros muy poderosos, ¿no están de acuerdo?”
Nadie lo estaba. Todos se iban cavilando si ese muchacho estúpido adoptado por Sir Ector llegaría a ser alguien algún día.
Para Comprender la Lección.
El poder de las palabras no radica en su significado superficial sino en sus cualidades ocultas.
Toda palabra, por ejemplo, encierra a la vez conocimiento e intención. Estas dos cualidades son mágicas.
La magia del conocimiento es que en unas pocas sílabas es posible reunir muchas capas de experiencia — de hecho, toda una historia. “Pon a tu reino el nombre de Camelot”, le aconsejó Merlín al muchacho antes de que se pusiera en marcha hacia el mundo. “¿Por qué?”, preguntó Arturo. “Es una palabra nueva que no necesita cargar con el peso de la historia como debe hacerlo Inglaterra”, contestó Merlín.
“La gente te identificará con ella y todos te rodearán. Servirá de piedra de toque. En el instante mismo en que una persona la pronuncie, tu reino y todas tus hazañas se abrirán para ella, como si tocaran una palanca y se abriera la puerta de un gabinete lleno de tesoros”. Lo cual demostró ser cierto.
Todas las palabras más ricas del idioma abren pasadizos secretos de significado y conocimiento.
Pero la segunda cualidad de las palabras, la intención, es todavía más poderosa. Merlín expresaba intención cuando, como cualquier otro padre, le decía a su niño que comiera, caminara y durmiera.
Ha sido a través de estas palabras como todos hemos aprendido funciones importantes, pero ahora que las conocemos, ya no necesitamos de ellas.
Ya no nos decimos a nosotros mismos que debemos comer, caminar o dormir.
La intención de la palabra ha sido interiorizada y lo único que necesitamos es algo que nos la recuerde (“Creo que me iré a dormir”), para que se produzca el resultado esperado. ¿Realmente es acertado decir que esto es un conjuro, como lo hizo Arturo? Sí, porque una vez que se absorbe la intención de una palabra, se crea un conjuro en forma de huella mental.
La palabra escuela inmediatamente desencadena en toda persona la experiencia de los años escolares.
El buen estudiante evocará las asociaciones de éxito y alabanza, mientras que el mal estudiante verá imágenes de fracaso y crítica.
Toda nuestra vida está metida dentro de nosotros en forma de huellas que son activadas por las palabras.
“Los mortales están envueltos en palabras, de la misma manera en que las moscas quedan atrapadas en la tela de la araña”, afirmaba Merlín. “Sólo que en su caso son a la vez araña y mosca, porque se aprisionan dentro de su propia tela”.
No cabe duda de que todos utilizamos nuestras propias palabras para establecer los hábitos que permiten que la vida continúe inconscientemente.
Ya hemos mencionado el asunto de identificarnos con los nombres y los rótulos; éstos, naturalmente, son palabras.
Pero ¿cuáles palabras nos permitirán romper los viejos hábitos y liberarnos de las identificaciones restringidas?
Si toda palabra imprime una huella en la mente, ¿acaso son limitantes todas y cada una de las palabras? “La paradoja de las palabras”, dijo Merlín, “es que se deben utilizar para crear disciplina y entrenamiento. Caminar, hablar, leer, todas éstas son funciones de las cuales carece un bebé.
La madre y el padre deben encargarse de educar al niño acerca de las cosas del mundo, lo cual hacen por medio de palabras. “El problema es que las palabras también tienen significados psicológicos. A través de las palabras los padres hacen que los niños se sientan bien o mal, buenos o malos.
Las expresiones más poderosas que cualquier persona puede utilizar son el sí y el no. El efecto de estas dos sílabas puede levantar fronteras o eliminarlas.
Todo aquello que crees que puedes hacer lleva un sí encerrado en alguna parte, generalmente pronunciado por un progenitor o un maestro en el pasado lejano. Todo aquello que crees que no puedes hacer lleva un no escondido, proveniente de las mismas fuentes”. “¿Eso por qué es una paradoja?”, preguntó Arturo. “Porque aunque las palabras nos dicen quiénes somos, de todas maneras somos más de lo que ellas pueden expresar. Independientemente de cuán poderoso sea el conjuro de las palabras, las personas pueden cambiar.
El poder de las palabras puede crear algo nuevo, no sólo un límite”. El mago utiliza las palabras para decir sí a las cosas a las cuales nos han enseñado a decir no.
En un nivel, eso es lo que hace este libro: tejer un mundo de significados completamente nuevos, para reemplazar los viejos con los que todos hemos crecido.
Pero aquí hay un misterio más profundo.
Las palabras encierran a la vez conocimiento e intención; por lo tanto, enmarcar una intención en palabras es el primer paso para cerciorarse de que se haga realidad.
Dos buenos ejemplos de esto son la oración y la afirmación. Afirmar cosas como “Soy bueno”, o rezar a Dios diciendo “Permite que me cure”, son actos que van mucho más allá de la simple expresión verbal de un pensamiento.
Siempre que una palabra está respaldada por una intención, entra en el campo de la consciencia en forma de mensaje o petición. El universo está siendo notificado de que tenemos un determinado deseo. No se necesita más que eso para que los deseos se hagan realidad, porque la capacidad de ejecución de la consciencia universal es infinita.
Todos los mensajes son escuchados y obedecidos.
“Los mortales y los magos no son tan distintos como piensas”, dijo Merlín. “Ambos envían sus deseos al campo esperando una respuesta, pero en el caso de los mortales, los mensajes son confusos y enredados; en el caso de los magos, son transparentes como el cristal.
Aunque jamás se hace caso omiso de una intención, puede haber obstáculos para su realización considerando la cantidad de conflictos que se encierran en ella, todos los conflictos presentes en el corazón humano”.

Para Vivir la Lección.
Vivir esta lección implica reconocer que todas las intenciones producen un resultado.
Un mago es alguien que sabe con exactitud cómo inyectar las intenciones en el campo y esperar a que se tornen realidad.
El resto de nosotros no tenemos ese grado de consciencia. También enviamos constantemente nuestras intenciones al campo, pero de manera inconsciente.
Nuestros deseos son aleatorios o repetitivos u obsesivos, todo lo cual no es más que desperdicio de energía.
“Ustedes los mortales suponen que tienen que trabajar para hacer realidad sus sueños”, decía Merlín, “cuando la verdad es que la mayor parte del trabajo que se ufanan de realizar les impide realizar sus sueños”.
Desde el punto de vista del mago, cuanto menor el esfuerzo, mejor. En sus enseñanzas, los magos les muestran a sus pupilos cómo pensar de una manera más ordenada, consciente y eficaz.
Para hacerlo, es necesario eliminar primero los hábitos de pensamiento que obstaculizan la capacidad del universo para hacer realidad los deseos. Imaginemos que la mente es un transmisor de radio con el cual bombardeamos el campo con mensajes.
Si nos sentamos en silencio a observar la mente, nos daremos cuenta que está llena de señales contradictorias.
Dudamos acerca de las cosas que deseamos; tampoco estamos totalmente seguros acerca del tipo de persona en que deseamos convertimos.
De la misma manera, la mente está llena de repeticiones inútiles. Se calcula que el 90% de los pensamientos que tiene una persona en un día son los mismos del día anterior.
Esto se debe a que somos criaturas de costumbre, preocupación y obsesión. Por último, la mente está llena de estática inconsciente, la cual se remonta hasta las profundidades mismas de la memoria infantil.
Es probable que prestemos atención únicamente a nuestros pensamientos conscientes, deseados, pero en el fondo la mente inconsciente vive martillando sus esperanzas frustradas, sus viejos temores y deseos — en otras palabras, todas aquellas cosas que aparentemente no se hicieron realidad en el pasado. Las intenciones son simples deseos y los deseos van ligados a las necesidades. Por lo tanto, toda esa actividad de la mente que no se satisface se compone de viejas necesidades insatisfechas.
Miles de veces hemos pensado “Quiero” o “Deseo” o “Espero” sin que pase nada, y si pasa, ocurren cosas menos deseables. “Me gustaría barrer tu cerebro”, refunfuñó Merlín una vez en que Arturo se comportaba de manera bastante confusa. “Tu pensamiento debería ser una corriente transparente, pero es como una guerra”.
“¿Por qué no puedes barrer mi cerebro?”, preguntó Arturo cándidamente. “Porque todas las personas y todo lo que hay en él eres tú”. Merlín suspiró. “Te has convertido en todos esos conflictos rancios, repetitivos, y ellos no desaparecerán sino cuando cambies”.
El primer paso hacia el cambio es el reconocimiento. Reconocer que al menos unas cuantas esperanzas y unos cuantos deseos sí se han hecho realidad en nuestra vida.
Una persona nos ha llamado justo cuando necesitábamos hablar con ella; nos ha llegado ayuda de donde menos la esperábamos; nuestras oraciones han sido escuchadas.
Todo eso sucede en el campo. Cuando tenemos una intención y la enviamos al campo de la consciencia universal, en realidad estamos hablando con nosotros mismos en otra forma.
Como remitentes del mensaje somos individuos que vivimos aquí, en el tiempo y el espacio.
Pero también somos los destinatarios del mensaje en nuestra calidad del yo superior que domina sobre nuestra identidad espacial y temporal. Y, más aún, somos también el medio del mensaje, la consciencia pura misma.
Con el fin de vernos verdaderamente, debemos reconocer que poseemos estos tres aspectos: remitentes, destinatarios y medios. Hay muchas variaciones de este tema: somos el deseo, quien desea, y quien concede el deseo. Somos el observador, el observado y el proceso de observar.
Este triple estado se conoce como unidad. Así, enviar una intención al campo y recibir una respuesta no es algo que exija esfuerzo.
En nuestra naturaleza unificada, lo único que hacemos es cumplir nuestras intenciones; ése es nuestro oficio de tiempo completo. No existe un solo pensamiento que no produzca un resultado. El problema es que todos pasamos por alto los resultados demasiado sutiles, que no se acomodan a nuestras metas inmediatas o no coinciden con aquello que, según nuestro ego, debería suceder.
“Ustedes los mortales viven en el mundo del debería y el qué tal si”, decía Merlín. “Yo vivo en el mundo de lo que es”. Cuando aprendemos a acallar la mente y a desintoxicaría de todos sus conflictos de vieja data, se revela ante nosotros la realidad simple del funcionamiento del universo — lo que es. Hablaremos más de eso en la tercera parte de este libro.
Por ahora, dedique un poco de tiempo todos los días a tomar nota del contenido de su mente.
Este acto de tomar nota, aunque muy simple, es uno de los pasos más poderosos para efectuar el cambio.
No podemos cambiar lo que no vemos. Es probable que a su ego no le agrade admitir que está lleno de negación, conflicto, intenciones contradictorias, vergüenza, culpa y todas las demás confusiones que obnubilan a la mente y le impiden ver la realidad de lo que es. En efecto, el ego se enorgullece de su capacidad para ocultarle a usted esas cosas, son pretextos de evitarle el sufrimiento que experimentaría al ver sus errores, faltas y pecados. El segundo paso es aprender a hacer realidad sus intenciones. Los pasos son completamente naturales, pero es preciso aprenderlos.
Haga que el ego se aparte y se lleve consigo todas sus expectativas y esperanzas.
En lugar de sentir que necesita controlar el resultado de su intención, sienta la seguridad de que el campo hará el trabajo por usted. Libere su intención dentro del campo de lo eterno; cuanto más amplia sea su consciencia, más clara será la señal transmitida.
Por último, tómese todo el proceso con tranquilidad y naturalidad. Cuando todos estos pasos converjan, su intención entrará en el campo de la consciencia, el cual es como una especie de matriz donde se conecta el pensamiento individual con todo lo que es.
Las angustias y los apegos del temeroso ego no obstaculizarán el suave avance hacia el resultado. Lo cierto es que ninguna de las oscuridades de la mente es pecado. “Recuerda siempre”, le advirtió Merlín al joven Arturo, “que Dios no juzga, sólo la mente lo hace”. Lo que Dios desea es que se cumplan todos los mayores ahelos de cada persona; ése es nuestro estado natural como creadores de nuestra propia realidad.
Deepak Chopra

El Sendero del Mago Lección VIII


EL SENDERO DEL MAGO:LECCIÓN 8
El poder es una espada de doble filo.
El poder del ego busca controlar y dominar El poder del mago es el poder del amor El asiento del poder está en el yo interior El ego nos persigue como una sombra oscura.
Su poder intoxica y crea adicción, pero en últimas destruye.
El choque eterno del poder termina en la unidad.
La tristeza se apoderó de Arturo al acercarse el momento de abandonar a Merlín. Tenía casi quince años y rara vez había departido con otras personas. “¿Estás triste por ir a vivir entre ellos?”, preguntó Merlín. “Después de todo, perteneces a su especie”. Arturo apartó la mirada. “Estoy triste, pero ésa no es la razón”. “Entonces, ¿cuál es?” “Deseo preguntarte algo pero no sé cómo, o si debería hacerlo”. “Hazlo”. Había duda en los ojos del muchacho.
“No es acerca de ninguna de tus lecciones. Más que nada, deseo saber... eso es si quisieras decírmelo...” Calló, incapaz de proseguir. “¿Tal vez deseas saber cómo es estar enamorado?” Arturo asintió, feliz de verse salvado por la intuición de Merlín. El viejo mago reflexionó unos momentos y dijo: “Ante todo, no te avergüences, porque en realidad has tocado un tema verdaderamente importante.
Hay algo acerca del amor que no es posible expresar con palabras, pero ven conmigo”. Merlín condujo a Arturo a un claro del bosque donde brillaba el Sol del medio día.
Merlín hizo aparecer una vela encendida, la cual sostuvo frente al Sol. “¿Puedes ver si está encendida o no?”, preguntó. “No”, dijo Arturo. La luz del Sol era tan brillante que impedía ver la llama de la vela. “Pero mira”, dijo Merlín. Arrimó una bola de algodón a la llama, y ésta se prendió inmediatamente. “¿Qué tiene eso que ver con el amor?”, preguntó el muchacho. Merlín no respondió. Se limitó a exprimir dos gotas del jugo de una genciana silvestre sobre los dedos del muchacho. “Prueba”, le ordenó. Arturo hizo un gesto. “Es muy amargo”. Merlín lo llevo a un lago y le ordenó que se lavara las manos. “Ahora prueba el agua”, le dijo. “¿Hay algún rastro del sabor amargo?” “No”, admitió Arturo. “¿Pero qué tiene esto que ver con el amor?” Tampoco esta vez respondió Merlín sino que se adentró más en el bosque. “Siéntate y quédate quieto”, le dijo suavemente al muchacho. Arturo obedeció.
Tras un momento, un ratón se aventuró a campo abierto; una sombra se proyectó sobre él, pero antes de que pudiera moverse, cayó presa en las garras de un águila, la cual remontó el vuelo hasta su nido en los peñascos. Desconcertado, Arturo dijo: “Pero dijiste que me enseñarías sobre el amor. ¿Qué tienen que ver con él todas las cosas que me has mostrado?” “Escucha”, dijo el maestro. “Al igual que la llama que se toma invisible ante el Sol, tu ego se disolverá en medio de la fuerza abrumadora del amor.
Como el sabor amargo que desaparece una vez diluido en el lago, la amargura de tu vida será tan dulce como las aguas más frescas cuando se mezclen con el amor. Y al igual que la presa devorada por el águila, tu importancia parecerá un punto minúsculo en el ojo del amor que te devora”.
Para Comprender la Lección.
El poder del amor es el poder de la pureza.
La palabra amor se utiliza de muchas maneras, pero para el mago es sagrada, porque para él amor es “aquello que disuelve todas las impurezas, dejando sólo lo verdadero y real”. “Mientras temas, no podrás amar de verdad”, advirtió Merlín.
“Mientras sientas ira, no podrás amar verdaderamente. Mientras sientas el egoísmo del ego, no podrás sentir verdadero amor”. “Entonces, ¿cómo podré amar?”, preguntó Arturo, sabiendo que el temor, la ira y el egoísmo eran cosas que experimentaba con bastante frecuencia.
“Ah, ése es el misterio”, replicó Merlín. “Por impuro que seas, el amor te buscará y trabajará en ti hasta que puedas amar”. El amor busca la impureza a fin de deshacerla. No existe una persona sin amor — solamente hay personas que no pueden sentir la fuerza del amor. Invisible y siempre presente el amor es más que una emoción o un sentimiento; es más que placer o incluso éxtasis.
Tal como lo ven los magos, el amor es el aire que respiramos, es la circulación en cada célula. El amor lo impregna todo a partir de su fuente universal. Es el culmen del poder porque, sin necesidad de fuerza, el amor lo atrae todo hacia sí. Incluso en el sufrimiento, el poder del amor continúa su trabajo, lejos de la vista del ego y de la mente.
Comparadas con el amor, todas las demás formas de poder son débiles. “¿Eres tan poderoso como un rey?”, preguntó Arturo a Merlín. “¿Por qué crees que un rey pueda tener poder alguno?”, preguntó Merlín a su vez. “El rey recibe su poder de sus súbditos, los cuales se pueden rebelar en cualquier momento y arrebatárselo.
Por esa razón todos los reyes viven atemorizados — saben que todo lo que poseen realmente es prestado. El siervo más pobre del país es más rico que el rey — hasta que entrega su poder y se inclina ante él”. El verdadero poder es interior. Poder ver el mundo a la luz del amor, la cual sólo puede venir de adentro, es vivir sin temor, en una paz imperturbable. El amor tiene muchos secretos que escapan a la atención de la gente.

A fin de recibir amor, primero hay que darlo.
Para asegurarnos que otra persona nos ame incondicionalmente primero debemos eliminar todas las condiciones. Para aprender a amar a otro primero debemos amarnos a nosotros mismos.
Muchas de estas cosas parecen obvias. Sin embargo, ¿por qué no actuamos de conformidad? La respuesta del mago es que debemos desenterrar el amor, quitarle todas las capas de ira, temor y egoísmo que lo tapan como si fueran manos de pintura vieja.
Para lograr una vida plena de amor debemos purificar nuestra vida. No existe una forma correcta o incorrecta de
aproximarnos al amor.
“Una persona que busca desesperadamente el amor”, decía Merlín, me recuerda al pez que busca desesperadamente el agua”. La vida puede parecer muy carente de amor, pero es sólo el ojo de quien percibe, no el mundo “allá afuera”, el que priva a una persona del amor. El primer paso para lograr el amor como un aspecto completo, inalterable de la vida, consiste en redefinir aquello que llamamos amor en este momento.
La mayoría de nosotros pensamos que el amor es una atracción hacia otra persona, una fuerza cálida que nos hace sentir importantes para otro, un placer y un deleite, o un sentimiento o emoción muy poderosa.
Aunque el amor está presente en todas esas definiciones, el mago diría que en el mejor de los casos éstas son parciales.
“El amor, como ustedes los mortales lo definen, está condenado a desvanecerse y perecer”, decía Merlín.
“Lo que ustedes llaman amor va y viene. Pasa de un objeto de deseo a otro. Se convierte prontamente en odio si el deseo no se cumple. El verdadero amor no puede cambiar, no tiene nada que ver con un objeto y no puede transformarse en otra emoción, puesto que, para comenzar, no es una emoción”.
Si descartamos todos los tipos falsos o superficiales de amor, ¿qué nos queda? Podemos vislumbrar la respuesta cuando comenzamos a aceptarnos a nosotros mismos. Puesto que es una fuerza interior, el amor se percibe primero adentro, dirigido hacia nosotros mismos.
“Los mortales viven ansiosos, inquietos y angustiados con el amor”, dijo Merlín. “Si no pueden poseer al objeto de su amor, sienten que van a morir.
Pero el amor no puede producir inquietud, no el verdadero amor, porque éste nunca busca salir.
El ser amado más deseado es una extensión de ti mismo.
El amor que piensas obtener de otra persona saca a flote una limitación de tu propia consciencia. Para un mago, todas las formas de amor provienen del yo”.
“Eso suena en extremo egoísta”, objetó Arturo. «Confundes el yo con el ego, cuando en realidad el yo es espíritu”, replicó Merlín. “El egoísmo viene del ego, el cual siempre desea poseer, controlar y dominar.
Cuando el ego dice: ‘Te amo porque eres mío’, está haciendo un planteamiento de dominio y posesión, no de amor. Quienes han aprendido a amar realmente, se han deshecho primero del egoísmo.
Sólo entonces comienza una experiencia completamente diferente”.
“¿Y cómo es esa experiencia?”, preguntó Arturo. “¿La conoceré algún día?” “Un día, cuando hayas superado esta fiebre de ansiedad, verás una pequeña luz en tu corazón.
Al principio será apenas una chispa, después la llama de una vela y finalmente una hoguera gigantesca.
Entonces despertarás y la llama devorará al Sol, a la Luna y a las estrellas. En ese momento no habrá otra cosa que amor en el cosmos, aunque todo estará aún dentro de tu propio corazón”.
Para Vivir la Lección.
El proceso de dejar el ego de lado se cumple por etapas —son muchas las capas de aislamiento, temor, costumbre, egoísmo e ira que nos impiden experimentar el amor tal y como lo conoce el mago.
La mente puede ser la primera en asumir el liderazgo para aprender a entrar en contacto con la fuerza universal del amor. La mente puede adoptar un nuevo punto de vista, y entonces podemos proceder a reeducar las emociones. ¿Cuál es la base del nuevo punto de vista de la mente?
Sencillamente que la fuerza del amor está presente en todas partes, y que podemos estar seguros de que traerá orden y paz a nuestra vida. Ensaye el siguiente ejercicio: salga en la noche y contemple el firmamento sembrado de estrellas.
Durante siglos, la humanidad ha visto esa escena y ha contemplado su increíble estructura y belleza. Es un ejemplo perfecto del orden de la naturaleza — mirando el cielo en la noche podemos apreciar el paso del tiempo a través de miles y millones de años, el cual ha nutrido cada pequeño paso de la vida del universo, desde la organización del primer átomo de hidrógeno hasta la formación de las estrellas y el advenimiento del ADN.
Ni siquiera un hilo se ha perdido durante ese enorme intervalo de tiempo; cada trozo de información y energía ha evolucionado de manera tal que ha hecho posible que usted, el observador, pueda asomarse a un cosmos que es el cuadro vivo de todo su pasado. Las fuerzas del universo son inmensas, infinitamente más grandes de lo que la mente puede comprender y, no obstante, el proceso que dio lugar a los átomos de hidrógeno, las estrellas y el ADN fue extremadamente delicado.
Las cosas habrían podido tomar un rumbo muy diferente — de hecho, infinidad de rumbos — y el resultado no habría sido lo que reconocemos como nosotros mismos. Los elementos que permiten que este acto de equilibrio suceda son la organización y la inteligencia.
Según la perspectiva del mago, el orden no puede brotar simplemente del azar; es innato en la creación. Así, las fuerzas titánicas que giran en el cosmos no están en pugna recíproca; pueden existir y evolucionar como parte de la tendencia de la naturaleza a crecer. Ahora tomemos todas estas cualidades juntas: orden, equilibrio, evolución e inteligencia.
Lo que tenemos es una descripción del amor.
No el ideal popular, sino el amor del mago— la fuerza que sostiene la vida y la nutre. Es ahí cuando la mente comienza a darse cuenta de que la fuerza del amor es real.
En la vida moderna nos hemos acostumbrado al azar, a la noción de que la vida es precaria y se encuentra amenazada a cada instante. Pero la historia de la vida nos demuestra que ha sobrevivido durante miles de millones de años; de hecho, parece crear las condiciones para su propia supervivencia por medio de una inteligencia profunda jamás amenazada.
Por hostiles que sean las condiciones, la vida es inextinguible. Podemos aplicar este conocimiento a nuestra propia vida. Imaginemos el puro comienzo de ella, cuando en contra de millones de obstáculos, un solo espermatozoide logró fecundar un óvulo en el útero de nuestra madre.
Toda nuestra identidad actual se forjó a partir de ese acto.
Las probabilidades contrarias a ese suceso único lo hacen parecer casi imposible, pero sucedió sin esfuerzo alguno. Asimismo, el ambiente ha lanzado contra nosotros millones de ataques, desde contaminación, radiación y mutaciones aleatorias a nivel celular; cualquiera de esos ataques pudo haber acabado con nuestra probabilidad de sobrevivir en cualquier momento, desde la concepción hasta ahora.
Sin embargo, la inteligencia y el poder organizador presentes dentro de nosotros han superado esos obstáculos sin esfuerzo, a pesar de que la mente consciente piensa que es necesario sostener una lucha para mantener la vida.
En realidad, la mente consciente no podría prever o planear la forma de concebir, mantener o defender a la vida de tan grandes peligros. Ahora, si es posible que estos actos sucedan con tanta facilidad a nivel inconsciente y celular, ¿por qué no podría pasar lo mismo en el plano consciente? ¿Puede verse a usted mismo montado sobre la cresta de la ola de la vida? De hecho, eso es lo que usted hace en este preciso momento.
Sus impulsos personales para pensar, actuar y sentir son como la cresta de una ola que cae constantemente hacia el futuro y, no obstante, se renueva permanentemente desde abajo — la fuerza del amor que mantiene constantemente la vida es como la marejada del océano que renueva cada ola.
Al reconocer esto damos el primer paso hacia la confianza.
Sí fuerzas titánicas como la gravedad y las gigantescas energías que dan luz a las estrellas pueden coexistir sin destruirse entre si, entonces es posible mantener nuestra propia vida. El temor y la duda nos dicen lo contrario; nuestra arraigada creencia en la lucha se basa en la noción de que, si no lucháramos por sobrevivir, seríamos aplastados por la indiferencia aleatoria de la naturaleza.
El mago nos abre un camino diferente, invitándonos a entrar en un mundo donde el temor, la violencia y la destrucción son reflejo de nuestras propias creencias erróneas.
A la luz de la confianza, a medida que ésta se desarrolle lentamente con el tiempo, reconoceremos que somos hijos privilegiados del universo, que estamos completamente a salvo y totalmente respaldados, y que somos plenamente amados.
Deepak Chopra
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...