sábado, 8 de agosto de 2015

Un viaje sin retorno: CAPITULO 28.- EL ENCUENTRO CON LOS AMIGOS (ULTIMO CAPÍTULO)


Volvemos de nuevo a casa. El grupo se dispone a cenar. Todos seguían con las actividades de siempre. Había sido un día normal de trabajo. Pedro y Juan, que regresó después de haber dejado a Jesús a buen recaudo, se habían puesto a faenar con los pescadores recordando viejos tiempos.

Habían pasado ya 20 días. Esa noche para cenar había verdura, cordero asado, castañas asadas con miel, y el postre preferido por todos: pan de cereales con un buen vino. Es una noche especial. Se celebra el 28 cumpleaños de Raquel.



Desde la mañana le fueron entregando los regalos, incluida la pequeña Salem. Pero Raquel anhelaba un regalo especial. ¡Ojala Jesús apareciera en aquel momento! Sería lo que culminaría la felicidad de aquel día.

Pedro había sido en aquella ocasión el cocinero, y se dispuso a repartir la cena en los platos. Alguien llamó a la puerta. Esperaban que Daniel apareciera con los huevos que le había encargado Marga, pero el corazón de Raquel se movió, y una gran inquietud la inundó. Cuando Peter abrió la puerta, se encontró con Jesús, calado hasta los huesos, pues estaba lloviendo a cántaros.

                                 

-¡Jesús…! ¡Jesús…ya estás aquí! ¡Qué alegría, hermano…..!

-Peter, como sigas reteniéndome aquí en la puerta, sin dejarme entrar…vais a tener que pasarme por la centrifugadora, jajaja. ¿Podrías ofrecer a este vagabundo de la vida un plato caliente, un cepillo de dientes y una cálida cama donde reposar estos huesos húmedos…?

-¡Bienvenido, Jesús…bienvenido, hermano mío!  Y Peter se echó a los brazos de Jesús. ¡Dios mío cuanta felicidad y cuanta intensidad de amor sentían esos dos corazones! Uno a uno fue abrazando Jesús a todos los presentes. Raquel se fue quedando rezagada, pero cuando inevitablemente llegó su turno, Jesús, sacando una bolsita del interior de su camisa, la puso en sus manos, pidiéndole que la abriera al finalizar la cena.


-¡Feliz cumpleaños…Pitufa!


Y Raquel fue hacia Jesús y le abrazó intensamente…Se quedó pegada a él como un imán. Raquel lloraba…Jesús lloraba…todos lloraban...de emoción, de felicidad. Y Tico no entendía nada. No entendía semejante recibimiento para unos pocos días que había estado de viaje con Patricio.



-Oye…Jesús… ¿Y Patricio dónde está? ¿No ha venido contigo?

-¡Claro que sí, campeón, pero lo más seguro no vendrá a cenar! Mañana hablaremos tu y yo, y te explicaré todo… ¿de acuerdo…?

-Vale… ¿Te has acordado de traerme alguna sorpresa…?

-¡Naturalmente que sí, campeón…! He estado con mi padre y le he dado tu regalo, y como ha visto que eres un buen “canista”, de su propia colección me ha entregado las más bonitas para ti.



Tico abrió aquella caja de cristal violeta, y sus ojos quedaron deslumbrados. Había doce canicas, cada una de un color. Eran transparentes, y en su interior había una sustancia con luz propia salpicada por diminutas partículas doradas.



-¡Son preciosas, Jesús…me gustan muchoo!

-Pero tienen una sorpresa, Tico. ¿Qué es lo que más te gustaría hacer con ellas ahora mismo? Y sé sincero…porque si no…la sorpresa no funciona…



Y Tico se echó a reír y se metió el dedo entre los dientes. Miró a Jesús y luego lo hizo a Raquel. Su cara de pillo maquinando algo, la puso en guardia. Y Tico fue sincero y se decidió. Cogió todas las canicas en una mano, y con fuerza las estrelló contra el suelo. Pero al botarlas, las doce pequeñas esferas se multiplicaron en miles de burbujas de color, de luz y de música que flotaban y envolvían a todos los allí presentes.



-¡Jooooooo, que alucineeeeeeeeeeeee, Jesús…! ¿Pero cómo hago ahora para recogerlas a todas? ¡Ahora son muchas…y vuelan…!

-Es fácil…cierra tus ojos, abre la mano y diles que vuelvan a ti.



Y Tico, siguiendo la sugerencia de su amigo, hizo lo propio, y todos aquellos fuegos artificiales volvieron a su mano, e introdujo de nuevo las canicas en su caja de cristal.



-¿Y todas las que tiene…son así?

-¡Todas, Tico…pero te ha regalado las más bonitas…! Solo te pide un favor, que hasta que él te lo diga, no juegues con ellas con los demás niños. Hazlo siempre en casa y cuando estés con cualquiera de nosotros.

-¿Y por qué no, Jesús?

-Campeón…mañana te lo explicaré todo. Iremos tú y yo a pasar la mañana a la playa… ¿de acuerdo?

-¡Vale, si!



Jesús, cogiendo a Tico en brazos lo zarandeó y le apretó la nariz con los dedos…



-¡Ay…Tico…Tico…qué voy a hacer contigo…!

-¡Jugar a espías!

-Bien, de acuerdo…pero mañana. Ahora hay que estar con todos, y disfrutar del cumple de Raquel.

-¡Qué…cenamos ya muchachos…!

-Sí, en cuanto venga Juan, no creo que tarde ya, pero estando tu aquí…creo que…

-…falta una persona… ¿no es eso, princesa? ¿No has invitado a tu fiesta a Marcos?

-¡Claro que sí, Jesús, pero…el no quiso venir! Desde que participó con nosotros en la transmisión de energías, ha sido abordado por experiencias de todo tipo. El no estaba tan rodado como nosotros en ese sentido y…ha sido muy fuerte. Lo entenderás perfectamente cuando te diga que por él mismo ha llegado a saber el motivo de su manía con las manos y el agua. ¡Y se hundió! Felipe fue el primero que intentó ayudarle, pero se cerró, y cuando fui yo a hablar con él, fue mucho peor. Le recordaba todavía más aquello. Lo hemos dejado tranquilo porque sabíamos que cuando regresaras, le curarías esa herida, como lo has hecho con nosotros.

-Me gustaría ir a hablar con él y traerle a cenar con nosotros, pero no puedo dejarme  ver. Todos saben que he muerto… ¿cómo lo hacemos?

-Por eso no te preocupes, Jesús. Ya habíamos pensado en esa posibilidad. Toda la aldea sabe que tú tienes un hermano gemelo, y que al morir tú, iba a venir a pasar unos días con nosotros. Hemos tenido que pensar en todo, y no ha sido fácil.

-Hermanitos, tened cuidado con lo que habláis…que Tico anda por aquí…porque me lo he llevado un rato a la cocina…si no metéis la patita...

-¡Huyyy, es verdad…gracias, Marga…que descuido!

-No os preocupéis que mañana hablo yo con Tico, y ya no habrá ningún problema con él.  Bien…tengo un hermano gemelo…y ¿cómo se supone que me llamo ahora?

-Pues la verdad…nadie nos lo preguntó, pero es cierto…tu gemelo tendrá que tener un nombre… ¡Miguel!, sí…es un nombre muy apropiado…

-Bien, de acuerdo…soy su hermano y me llamo Miguel. ¿Y dónde podrá estar ahora Marcos?

-Jesús, hoy tenía trabajo en el embarcadero con la barcaza de su padre. Seguirá allí, seguro. Respondió Pedro.

-Bien, entonces habrá que retrasar la cena. Vendré con Marcos. Poner un cubierto más.



Y Tico, que en ese momento salía de la cocina, vio que Jesús se marchaba y quiso ir con él.



-No, Tico, ahora no, Tengo que hablar con Marcos en privado. Lo mismo que voy a hacer contigo mañana en la playa, lo voy a hacer con el ahora.

-Vale, Jesús.

-Jesús…ponte este chubasquero y llévate el paraguas, llueve a cántaros, y ha refrescado mucho.



Y Jesús, sonriendo, se lo puso, y cuando menos se lo esperaba Raquel, y cogiéndole del todo desprevenida, la besó.



-¿A quien has encontrado…al Maestro…al Cristo…o a tu amigo del alma?

-¡Déjalo ya, Jesús…me comporté como una tonta!

-¡Luego hablaré también contigo!

-¿Debo ponerme a temblar ya o no…? Y Jesús, riéndose, cerró la puerta. Se dirigía al embarcadero. Pedro, que estaba escuchando con una herramienta de cocina en la mano detrás de Raquel, con la otra acarició el cuello de ésta a la vez que le susurraba:



-¡Me alegro de sentirte tan dichosa…hija!

-Pedro… ¿Os iréis Juan y tú con él?

-Nos comprometimos con Luzbel al igual que vosotros, y permaneceremos aquí, hasta que haga falta.

-Pedro, aquí ya estamos nosotros…pero Jesús…estará solo. Y Pedro sonrió…

-Hija…Jesús, en el plano donde va, tiene muchos amigos y hermanos, los nuestros…

-Sí, Pedro, y yo conozco a algunos, pero no tienen ese espíritu humano que tenéis vosotros dos. Les noté distintos. Son grandes seres, con apariencia humana, y de hecho lo fueron, pero ya no tienen nada de humanos… ¿entiendes lo que te digo?

-¡Claro, hija, te expresas muy bien!

-Juan y tú sois y sentís todavía como humanos, como Jesús, y si estáis a su lado, se sentirá arropado. Además…tampoco os iríais de aquí. Conozco a Jesús, y aunque esté en un nivel distinto, nunca abandonará esta dimensión, y vosotros tampoco. La única diferencia estará en que nosotros seremos visibles y vosotros no.

-Acabas de verle entrar ahora en casa…y ha venido de una dimensión superior…le has abrazado… ¿has sentido en él alguna diferencia…?

-¡Ninguna!

-Por eso…hija…él estará constantemente con nosotros. Vosotros haréis el trabajo más arduo aquí, pero a él le tendréis siempre…en todo lo que hagáis…y siempre que deseéis estar con el…lo estará. Vosotros podríais estar perfectamente en el piso de arriba, hija…sin ningún problema…pero por vuestro amor a esta humanidad, habéis elegido trabajar aquí, pero vuestra casa no es ésta…El siempre estará a vuestro lado… siempre…No te olvides, hija, de que la Tierra y el Cielo…ya se han fundido. Lo hablaré con Juan. Me parece buena idea lo que me has dicho. Seguiremos juntos, pero quizás nuestro hermano…nos necesite a su lado, para trabajar en el otro nivel.

Y ahora te dejo, que la obligación me requiere. Raquel…creo recordar que a ti las verduras amargas no te gustan…

-¡¡Ni se te ocurra, Pedro…ni se te ocurra!! ¡Las verduras que sean normales!



Y Pedro se fue hacia la cocina riéndose a carcajadas. El resto estaba en un rincón del salón calentando motores con un caldo. Raquel, bastante caliente está ya, así que, como no se gustó mucho cuando se miró al espejo, subió a su cuarto a cambiarse y retocarse un poco. Era su cumpleaños, y tenía que estar guapa.



Mientras tanto dos hombres están hablando sentados sobre una barcaza en el embarcadero a la luz de una pequeña lámpara de petróleo. Uno de ellos llora, y el otro tiene las manos de éste entre las suyas y las besa.



-Marcos, hermano, no reniegues de tus manos. Son la proyección de tu Corazón, al que has recuperado. Mira…son manos fuertes, seguras, curtidas, a través de las cuales entregarás al mundo todo el amor y ternura que hay en tu corazón, y que es mucho. Son manos sagradas.

-Son manos que un día te condenaron a muerte, Jesús, y tú me las besas… Estás hablando ahora con Poncio, no con Marcos, que murió hace unos días en la playa.

-¡Totalmente al revés, Marcos! El que murió allí, el que se transmutó fue Poncio y su corazón herido, y el que está hablando ahora conmigo es mi amigo, mi querido amigo Marcos, el que ha salvado el corazón del viejo y herido león romano. ¡Y estas manos son preciosas para mí! ¡Las manos del viejo león me quitaron la vida, pero las de Marcos, me la han devuelto! Y tampoco quiero que guardes un mal recuerdo del viejo y herido león Poncio, porque antes de ser quien fue, hizo grandes cosas por esta Humanidad y entregó mucho de sí mismo. Solo fue un mal paso en su largo camino. ¡No le condenes ahora por haber caído! Todos hemos tropezado muchas veces, y yo también, Marcos, y como ya sabes, mi hermano Luzbel. Tampoco hay que condenar a la humanidad haga lo que haga. El ser humano es un ser de Luz que decidió separarse de la Unidad para fundirse con la materia, con la roca, con el propósito de elevarla, de transmutarla. Fue un paso muy difícil y que requería mucho amor y mucha entrega. La Luz penetró en la materia, se fundió con ella, pero luego se enfrió, y quedó atrapada en ella. Tuvo que aprender a vivir en la más absoluta oscuridad. Sus lazos con la Unidad se rompieron al olvidar su origen, y además de la oscuridad, tuvo que sufrir la soledad y el abandono. Y todo esto, esos seres lo sabían, y aun con todo lo hicieron. Y esos seres, somos nosotros, Marcos, todos los hombres y mujeres de este planeta. Somos valientes y tenemos mucho amor. Lo único que hay que combatir es la ignorancia. Hay que ayudarles a que sean conscientes de nuevo de su verdadera identidad y para qué han venido a esta dimensión.

Mi querido Marcos, no hay buenos ni malos. ¡Somos todos maravillosos! Solo hay quienes están todavía atrapados en la oscuridad de la roca, y los que han salido de ella, que al mirar a su lado y ver a un hermano atrapado todavía en la suya, la acaricia, la aman y le enseñan el camino de salida. Marcos, no condenes nunca a nadie por lo que hace. Mira siempre al corazón, porque allí vive el verdadero Ser de Luz. Y cuando lo hagas…amarás a todos los hombres. Tu antes me has preguntado que cómo podía amar tanto al hombre después del trato que me había dado…Y yo, Marcos, te digo, que fui yo quien lo elegí, como tu elegiste arriesgar tu vida en la playa por mí y por mi hermano, y por lo que me dices, no tenías miedo porque eras feliz, lo hacías por amor, y deseabas hacerlo. Es lo mismo que he sentido yo. Cuando se camina con el Amor por los senderos de la Vida, las caídas son normales y frecuentes, pero te vuelves a levantar con nuevos ánimos y fuerzas. Y aunque te salgan bandoleros, ladrones y asesinos, no pones resistencia. Te entregas, porque ya conocías los riesgos. Sabías perfectamente que esos caminos tenían sus dueños y exigían impuestos. Y se pagan, pero se sigue adelante sin desfallecer, porque sabes que por allí donde tú has caminado, ha quedado más limpio, y los que van detrás de ti, tienen el camino más llevadero.

¡Y ya está bien…que no hago más que hablar yo! Espero que hayas comprendido Marcos. Yo he venido a hablar contigo, pero también a llevarte a casa a cenar. Y no pienso irme sin ti.

-¡Gracias, Jesús, por tus palabras! Lo he comprendido perfectamente y me has ayudado a descubrir realmente quien soy.

-¿Y como llevas el tema de las manos…lo vas superando?

-Jesús…llevo ya cuatro horas con mis manos pringadas de brea, y no he sentido la necesidad de limpiármelas con agua. Además… ¡estas manos me gustan…y más habiéndomelas besado tu…y solo por eso no me las limpiaría nunca!

-¡Ay…Marcos…Marcos…que tampoco es para tanto…jajaja! ¡Y ahora vamos a cenar!

-¡Jesús, no puedo ir!

-¿Cómo que no…?

-Mi padre y mi tío tienen que salir a faenar dentro de dos horas, y confían en que estará preparada. Tengo mucho trabajo todavía con ella…

-¿Tu quieres venir a cenar?

-¡Me muero de ganas por ir!

-¡Y yo también…, así que da las instrucciones precisas a esta barca, y ella lo hará solita!

-¡Pero Jesús…ella sola! ¿Vas a hacer algún tipo de milagro?

-¡Yo no…! Y no se trata de ningún milagro…sino de una orden. ¡Y la vas a dar tú!

-¿Yo…?

-¡Sí, tu…pero que no la de Marcos…sino su Corazón!

-¡Bien…pues ya está…si solo es eso…!

-¡No hace falta más, la barca es muy lista…!



Y Marcos se limpió la brea de las manos con unos trapos viejos, y cogido por los hombros por los brazos de Jesús, abandonaron el embarcadero rumbo a casa. Cuando ya llevaban unos metros alejados de la barca, Marcos tuvo la tentación de mirar hacia atrás, pero Jesús, cariñosamente, le cogió de la barbilla y le volvió el rostro hacia delante.



-¿Para qué mirar hacia atrás, Marcos…?

-Pues yo…es que…verás, quiero ver…

-¿No confías en el amor, Marcos?

-¡Claro que sí, Jesús!

-¡Pues demuéstraselo, y déjale hacer! Tú te has puesto a su servicio y él se ha puesto al tuyo. Si él confía en ti, confía tú en él.

-Jesús, no dudo el que la barca esté lista cuando vengan a recogerla, pero me gustaría ver…cómo se las arregla sola…

-Marcos, tu ya eres un instrumento de la Luz, y ella ilumina a través tuyo aunque no seas consciente de ello, y es mejor así…porque si volviéramos nuestros ojos atrás para ver lo que nuestra propia Luz hace en el mundo y por el mundo, nos deslumbraríamos, y mientras tanto no avanzamos. ¡Somos LUZ, y tenemos que darle la espalda a la luz para seguir proyectándola! Marcos…nunca veremos los frutos de nuestras acciones, porque no debemos pararnos. Debemos estar siempre actuando, en movimiento y siempre hacia delante. ¿Me has comprendido? Y el ejemplo de la barcaza es un fiel reflejo de lo que tiene que ser nuestra vida desde ahora: hacer, confiar y seguir adelante… ¿De acuerdo, Marcos?

-¡Entendido!

-¡Y ahora a cenar…que ya hay hambre en estos estómagos!



De camino a casa se encontraron con Juan que también regresaba. Y se pusieron a cenar.

Hablaron, compartieron, sintieron…Fue la cena más alegre y dichosa que Jesús había tenido en mucho tiempo. Y la alegría fue mayor cuando éste les comunicó que pasaría con ellos doce días. Tenían que hablar del futuro, de nuevos proyectos, de nuevas ilusiones. Esos doce días fueron declarados de vacaciones, y las clases se recuperarían más adelante.



Raquel se levantó a la cocina para traer el postre a la mesa, pero al volver, sufrió un pequeño desvanecimiento que le provocó la caída al suelo.

-Raquel… ¿qué ha pasado…?

-Ha sido un simple mareo, Jesús…no es nada…lo siento por el postre, que anda todo por el suelo…

-¿Ya se ha pasado, Pitufa?

-Sí…me encuentro mejor. Han tenido que ser las emociones y todos los sentimientos que tengo apelotonados…

-¡Claro…si no guardaras tanto…! ¡Ya podías repartir un poco a los demás…!

-Pero Jesús…ya me estás chinchando… No voy a ir dando besos y abrazos a todo el mundo y a todas horas…

-¡Pero a tus amigos si!...seguro que no les importa que los besuquees. ¿Y cuales son esos sentimientos, princesa?

-¡Me siento muy feliz, amigos, pero…echo mucho de menos a Patricio!

-Pero Raquel…si no tardará en venir…Seguro que mañana está aquí ya… Respondió Tico.



Y Raquel se quedó muda. Por segunda vez se había olvidado de Tico, y por poco había estado a punto de meter la pata. Jesús le iba a contar todo, pero a su manera. El conocía al muchacho mejor que nadie.



-Tienes razón, Tico, soy una tonta. Pero es que le quiero mucho… ¿sabes?

-Raquel…Peter…mientras Marga reparte lo que ha quedado del postre…salid conmigo un momento al huerto. ¡Ahora volvemos, muchachos! Y… ¡dejadnos algo de postre…jejeje!



Y ya en el huerto, Jesús tocó el vientre de Raquel y sonrió.



-Dices princesa que le echas mucho de menos, pero no por mucho tiempo, si vosotros lo deseáis…

-¿Si deseamos el qué…Jesús?

-¡Que Patricio vuelva de nuevo como hijo vuestro! Raquel, en tu vientre está Patricio, y solo espera a que vuestro amor le de una forma de vida.

-¿Quieres decir que estoy embarazada…?

-¡Mujer… para eso tendréis que hacer vuestros méritos, no…! Jajaja…



Y aquella exclamación tan explosiva de Jesús, a Raquel, como antaño, le volvieron a aflorar en sus mejillas dos rechonchos tomates.



-Solo vosotros, queridos, podéis darle todo el amor que se merece. El os ha elegido como padres, y también ha decidido que a edad muy temprana recordará sus verdaderos lazos con vosotros.

-¡Dios mío…! ¡Es el día más hermoso de mi vida! Tengo junto a mí a mis dos amores, estoy rodeada de los mejores amigos que puedan existir jamás, y tengo en mi vientre, esperando, al mejor de todos. ¿Qué es lo que he hecho yo para merecer todo esto?

-¡Despertar al Amor y creer en El, princesa! Respondió Jesús.

-¡Gracias, amigos míos…gracias por todo!

-¿Tu nos das las gracias a nosotros, Jesús? ¡El hombre te lo debe a ti, hermano!

-¡No, Raquel…! Digamos que entre todos hemos ayudado a que el Amor triunfe para siempre. Y esta vez si podemos decir que estamos TODOS. ¡Lo hemos conseguido!

-Jesús… ¿y Luzbel? ¿Cómo ha quedado la cosa al final?

-¿Es que no lo sabéis…?

-¡Sí, claro, pero no lo tenemos muy centrado…!

-El está con vosotros de la misma forma en que estuve yo,  en el corazón, en todo vuestro Ser. Ahora no le notáis porque su espíritu había perdido mucha fuerza, pero a través de vosotros la volverá a recuperar, y entonces sí que lo notaréis, y entonces el voltaje de la Tierra, unido al voltaje del Cielo…provocará una explosión de tal calibre, que en este universo en vez de un sol, habrá dos soles.

-¡A ver si ahora…la vamos a joder…! ¿Qué quieres decir con lo de la explosión? Y Jesús, ante la exclamación de Raquel, se echó a reír a pierna suelta.

-¡Eres única, Raquel! Me refiero a que la Luz saldrá de la materia, mutando a la roca en pura energía…

-¡Ah, bueno!



Y volvieron a la mesa. Les estaban aguardando para comenzar el postre y continuar con el preferido de Jesús. Al término de éste último, Jesús pidió a Raquel que sacara de la bolsita que le había entregado, su contenido. Y ésta extrajo de su interior una cadena de oro con un colgante, que no era otra cosa que los dos triángulos insertados formando una estrella de seis puntas, y en el centro, engarzado, un corazón.



-Amigos míos, este símbolo que veis aquí, ya lo tenéis todos vosotros en vuestro interior. Desde ahora, esta estrella y nosotros seremos lo mismo: Cielo y Tierra, perfecto matrimonio, y el corazón, nosotros, sus hijos. Pero como hoy es el cumpleaños de nuestra querida Raquel, ella es la depositaria de este reflejo de lo que somos, para que nunca lo olvidemos. Y tú, Raquel, con esta estrella colgada en tu pecho, recibes todo el amor de tus amigos.

-¡Gracias, amigos míos…gracias…! Y como este momento es tan especial, quiero haceros partícipes de una noticia maravillosa. Peter y yo seremos papás, y a ese futuro hijo le conocemos todos…



Y Raquel se echó a llorar, y aunque no dijo más, sabían perfectamente a quien se refería. Y fue un estallido de alegría. Y Tico, como se había quedado a dos velas, pregunto.



-¿Qué vais a ser padres Peter y tú? ¿Qué vais a tener un niño?

-¡Si, Tico…y si tu lo deseas…será tu hermanito!

-Pero para eso…vosotros tendríais que ser mis papás…

-¡Sí, claro…!

-¿Y a vosotros os gustaría que yo fuese vuestro hijo?

-¡Claro, Tico…y me haces muy feliz aceptándome como padre tuyo! Exclamó Peter todo emocionado…

-¡Que bien…tengo papás y un hermanito!

-¡Y al mejor amigo del mundo, que es Jesús…y tus tíos…que somos nosotros…! Respondió Juancho entusiasmado.

-¡Eso…sí….jajaja…! ¡Yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¿Y podré jugar con él a las canicas, verdad Jesús?

-¡Claro…! ¿Pero y si es una chica…?

-¡Jopeeeeee noooooooo…que son muy raras…!

-¡Caray con el Tico…que deprisa aprende…jajaja! Exclamó Juancho.

-¡Pues hasta que no nazca, Tico…no lo sabremos…!

-¿Queréis saber si es chico o chica…? Preguntó Tico todo misterioso…

-¡Pues claro…! ¿Pero cómo lo vamos a saber?

-Esperad un poco.



Y Tico subió corriendo los escalones y se metió en su habitación dando un portazo que hizo temblar todo el edificio.

A los pocos minutos volvió a salir. En sus manos traía la caja azul de  cristal con las canicas.



-A ver, Raquel…ponte de pié. ¿Ese hermanito está en la barriga?

-¡Si, Tico, si…lo estará!



Y el muchacho se pone en la mano izquierda la caja, y con la derecha toca el vientre de Raquel.



-A ver…tú…el que está ahí dentro… ¡Mira lo que tengo en la mano…! ¿Tu que harías con esto…?



Y Tico esperó la respuesta. Y no se hizo esperar demasiado, porque como si de una mano invisible se tratara, las canicas fueron saliendo de la caja y fueron estrellándose con fuerza contra el suelo, convirtiéndose de nuevo en una lluvia de fuegos artificiales, música y luz que iluminó todo el salón. Y tico gozoso exclamó:



-¡Es un chico…es un chico…es un chico…Yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!



Y en medio de aquel festival de alegría, de colorido y de corazones compartidos, Raquel se dirigió a Peter y le susurró al oído: ¿Y si le traemos esta misma noche…?



Y Peter no le respondió. La abrazó, la besó con toda su alma. Y Jesús les contemplaba con lágrimas en sus ojos. Era dichoso de ver cómo dos grandes seres a los que amaba, y que se habían estado buscando durante eones, por fin se habían encontrado.



“¡Amigos míos…que la Luz sea en vosotros, y mi Fuerza y Amor en vuestro Corazón, hoy…y siempre! ¡Gracias, Padre, por ellos! ¡Les esperaré e iremos juntos hacia ti!”





Pasaron los días, y Jesús tenía que partir. Comenzaba de nuevo la actividad y él tenía que cumplir con su parte. Sabía lo difícil que eran las despedidas, así que, después de una cena entrañable con todos los amigos alrededor, partió en compañía de Pedro y de Juan. Pero ya había una nueva cita para un nuevo encuentro: dentro de nueve meses.



Cuando los demás despertaron, vieron sus habitaciones vacías, pero no hubo nostalgia ni tristeza. En sus corazones había un nuevo inquilino. Había una cita para dentro de unos meses y recibir a Patricio. Y con esa ilusión comenzaron a preparar las maletas.



Raquel y Peter quedaban allí, en la casa de todos, con Tico, el futuro niño y Marcos, como base de aquella comunidad que se iba integrando cada vez más, y que con el tiempo crecería en almas y en corazones dispuestos a trabajar.



Juancho y Marga fueron a Grecia. Allí Felipe había formado un pequeño núcleo de personas dedicadas íntegramente a la enseñanza y práctica de sanaciones espirituales y curaciones a través de la energía. Y ellos dos iban a hacerse cargo de todo.



Felipe volvió a marchar a Madrid. Allí tenía su cuartel general. Desde allí se desplazaba a todos los puntos del planeta. Por fin, Josefa, la prima de Raquel, le echó el guante, y Felipe se dejó gustoso atrapar. Había encontrado a su princesa, y sabía que iba a ser amado y apoyado por ella. Más tarde se desplazarían a Sevilla. Por su luz, por la vibración especial de aquélla zona…había sido elegida el punto neurálgico desde donde la Luz del nuevo Mundo se extendería por todo el planeta.



Y Raquel siguió dando largos paseos por la playa, pero ya iba acompañada de Tico, Peter y Marcos, y una barriga de seis meses.

Pero ella siempre se iba…su mente volaba, y cuando miraba hacia el horizonte marino su Corazón vibraba y saltaba de alegría. Allí les veía a los dos, a los dos hermanos, radiantes, hermosos, unidos en un gigante abrazo y que con sonrisa picarona le guiñaban el ojo. ¡Qué hermoso espectáculo! ¡Qué felicidad tener en el Corazón a los dos juntos!

¡¡AMIGOS MIOS…OS AMO…Y JUNTOS IREMOS A POR TODAS!!

 FIN

Un viaje sin retorno: CAPITULO 27.- EL AMOR SE PRUEBA A SÍ MISMO HASTA EL ÚLTIMO INSTANTE



Raquel quedó sentada en el sofá del salón. Intentaba asimilar y digerir todo lo que había sucedido. Ya no lloraba, porque no tenía más fuerzas. Aquellos puñales habían desaparecido ya para siempre. Había estado con él, lo había conseguido. Pero ella seguía viva, y él ya no estaba. En aquel momento su vientre le llamó la atención, y su corazón comenzó a golpear el pecho. ¡Ya sé, mi amor…ya se…! ¡Estás vivo…! Pero soy una mujer enamorada, y no puedo verte, ni abrazarte…pero pasará…Mi amor…ayúdame a superar estos momentos, yo lo intento con toda mi alma, tu lo sabes…, y ayuda a los chicos. Se que yo les influyo mucho, están muy pendientes de mí…y si ven que yo lo supero, ellos lo harán también. Por eso mi amor…¡¡ayúdame!!



Raquel seguía concentrada en sí misma, cuando oyó un fuerte ruido en la cocina. Con el corazón en vilo corrió hacia ella, abrió la puerta y vio la silla volcada en el suelo, y sobre ella el cuerpo de un hombre tumbado boca abajo. Su cuerpo estaba lleno de heridas que sangraban abundantemente. Su vientre se movió al ritmo de su corazón, con fuerza e intensidad. Fue hacia él, lo volteó, y su corazón, durante unos segundos se paralizó. ¡Jesús no podía ser…tenía que ser él…!

Aquel hombre la miró. Tenía lágrimas en sus ojos.

-¡Soy yo…si…soy Luzbel…ayúdame…!



En aquel momento la mente de Raquel se volvió loca. De nuevo las mismas imágenes. Aquel ser había sido el causante del dolor y de la muerte de su amor, y su mente escupía pensamientos cargados de ira, de rabia y de odio hacia aquel ser despreciable. Había deseado tenerle delante para escupirle a la cara y para descargar todo su dolor contra él. Pero en cambio allí estaba, malherido e implorándole ayuda a ella… ¡a ella precisamente!

Su mente seguía con esa actividad, sin embargo su corazón movía sus manos y las invitaba a acariciar el rostro de aquel contrincante.



-¡Ayúdame, por favor!

-¿Puedes andar?

-¡Sí…lo intentaré!



Luzbel se apoyó sobre los hombros de Raquel, y lentamente, y con mucho cuidado subieron las escaleras hacia las habitaciones. Raquel lo tumbó sobre su cama y le quitó la poca ropa que le quedaba en el cuerpo y que se había pegado a las heridas. Y su corazón se llenó de compasión, y su mente dejó de lado aquella funesta actividad. Aquel cuerpo había sido castigado brutalmente. Lo lavó con sumo cuidado, e intentó curar esas heridas, aunque dada la gravedad de las mismas…era imposible a no ser que se cosieran…y todo su cuerpo estaba lleno de ellas. Cuando se disponía suministrarle un fuerte calmante para el dolor, Luzbel se negó.



-¡No, no lo quiero!

-Si no te lo suministro, en unos minutos los dolores serán insufribles.

-¡Yo quiero que sea así! Deseo sufrir algo del dolor que he causado a mi hermano.

-¿Quién te ha hecho esto?

-¡El mismo que ha destruido a nuestro hermano!

-¿Te refieres a Jesús? ¿Acaso no fuiste tú quien lo hizo?

-¡Fue la Bestia, esa energía…fue ella la que dispuso su final, pero fue el hombre quien eligió la forma!

-El hombre no, sino los monstruos que tu has creado. Hablas de la Bestia como si ya no tuviera nada que ver contigo… ¡Tú eres la Bestia! ¡Y por eso te odio, más que por lo que le has hecho al hombre…por lo que le has hecho a él!

-Raquel, ¿por qué me dices que me odias, cuando no es así?

-El que te esté ayudando no significa que tenga ningún interés por ti.

-Raquel, mi hermano me ha perdonado. ¿Es que tú no lo vas a hacer?

-Jesús siempre te ha amado a pesar de todo. Siempre ha apostado por ti. El vino aquí con la esperanza de recuperarte. Incluso cuando le estabas quitando la vida, estaba amándote y llamándote con el corazón. Pero yo… ¿cómo puedo perdonarte si vas a seguir con tu macabro plan?

-Raquel…si…él me estuvo llamando y yo acudí. Cuando le ví allí, entre aquellos monstruos sin alma sedientos de sangre, y hambrientos, siendo devorado por mi propia obra, mi propio dolor me liberó de aquella energía, y fui hacia él, y me perdonó, y me abrazó…¡hacia tanto…tanto tiempo que no sentía el Amor dentro de mí…! Quise morir con él, fundirme con él para siempre y acabar con todo, pero comprendí que era el camino más fácil. Soy responsable de lo que hice, y debo liberar a la humanidad de ese monstruo que yo mismo creé y alimenté. Por eso me fui, no podía morir, todavía no. Sé que el está aquí, con vosotros.

-Comprenderás, Luzbel el que me cueste creerte, ¿verdad?

-Sí, Raquel, te comprendo, y yo mismo me sorprendo por ti, que seas capaz de estar curando, cuidando y escuchando al que sientes como tu peor enemigo. No puedo darte pruebas, porque no las tengo. El único que realmente sabe de mi corazón, es mi hermano, al que lleváis dentro. También se que tu miedo hacia mí, no es por vosotros, sino por él. Temes que haya venido a destruirle.

-¡Antes tendrías que hacerlo con nosotros!

-Sabes…mi hermano ha sufrido mucho, pero bien pagado está con vuestro amor y fidelidad. ¡Le envidio! Yo he tenido el poder, la Fuerza a mis pies, y creí que lo tenía todo. ¡El solo con el Amor, ha triunfado! Yo nunca he tenido amigos como él. Grandes seres se pusieron a mi servicio. Millones de seres humanos lucharon en mis filas…pero ninguno me amó. Los que estaban conmigo era por temor, o por el poder. ¡He cosechado el fruto de mi siembra!

-Hubo quienes te amaron de verdad…y no solo Jesús.

-¡Tu, por ejemplo!

-Sí…yo…y renegaste de mí, y escupiste tu venganza sobre mí.

-Pero me sigues amando…por eso estoy aquí…Raquel, déjame sentir a mi hermano en tu pecho…¡por favor!



Y Raquel se echó hacia atrás protegiéndose el pecho. Tenía miedo a que se lo arrancara y destruyera a Jesús. Luzbel tendió su mano, implorando, suplicando, y ella estaba entre la espada y la pared. “Jesús, mi amor, ayúdame a ver y a sentir tus deseos. No me dejes sola en estos momentos. Yo quiero hacerlo, mi amor, pero no se si me está engañando. Solo tu sabes de su corazón…¡Ayúdame!



Y Raquel vio cómo de su interior salía la silueta de Jesús. Solo salió la mitad, la otra quedó dentro de ella. Vio cómo el corazón de su amigo, a través de aquellos brazos largos y transparentes, iba a Luzbel queriendo acariciarle y abrazarle. Pero no llegaron a tocarle. Y la silueta desapareció de nuevo en el interior de Raquel. Y oyó la voz de Jesús en su corazón: “Yo no puedo hacerlo ahora, pero tu sí. Quiero abrazar a mi hermano, hazlo tu por mí!”



Y Raquel se echó a llorar y corrió hacia Luzbel y se quedó abrazada a él. Y entonces supo cuanto la amaba aquel ser. Y Luzbel se sintió amado, perdonado por su hermano y por una mujer a la que había desterrado de su corazón y desheredado, solo porque se había negado a prescindir de su verdadero Padre. Luzbel la acarició, y Raquel sintió cómo aquel cuerpo herido se estremecía de dolor.



-Luzbel…por favor…deja que te inyecte el calmante. Te aliviará.

-¡No, Raquel, mi hermano tampoco lo ha tenido!

-¡Luzbel, deja ya de castigarte! ¡Jesús seguro que no lo desea!

-¡Amo a mi hermano, y es la única forma y oportunidad que tengo de estar unido a él! Escúchame atentamente: Ya te he dicho antes que cuando fui hacia mi hermano, su amor me liberó de la energía de la Bestia. Pero al permanecer allí con él, sufrí el mismo castigo. No destruyeron mi cuerpo porque yo me solté a tiempo. Pero mi cuerpo está mal, muy herido, y no quiero que esa energía se apodere de él. Si lo hiciera…volvería a ser invencible. Y sería el fin. Quiero que mi cuerpo sea para mi hermano. Solo un cuerpo como el mío, puede albergar un espíritu tan grande como el de Jesús. Y esa energía me está buscando. Anda inquieta, se siente insegura, y si no vuelvo a ella arremeterá contra todo y contra todos con todo su poder y violencia. Mi hermano tiene que hacerse cargo de este cuerpo, y así poder neutralizarla. ¡Ayúdame, Raquel…!

-¿Pero cómo…?

-Hay una forma de hacerlo. Tiene que haber nueve personas dispuestas a pasar esta prueba, y seguir una técnica que yo explicaría…tendría que hacerse en la playa, junto al mar. ¡Necesito el agua! Pero tiene que ser pronto. Este cuerpo no seguirá funcionando por mucho tiempo y no tengo la fuerza suficiente para renovarlo. Y si la energía me detecta, me hará suyo otra vez, y no podré evitarlo.

-¡Luzbel, yo creo en ti, pero cómo convencer a los demás!

-¡El momento de la Verdad, para todos ha llegado!

-Luzbel, tienen que estar a punto de llegar. ¿Puedes quedarte tu solo en la habitación? ¿Necesitas algo?

-¡No estoy solo…él está conmigo…ve tranquila!



Raquel abandonó la habitación y cerró la puerta. Y cuando bajaba las escaleras hacia el salón, sonó el teléfono. Se apresuró a cogerlo. Era Marga. En aquellos momentos estaban en una gasolinera a las afueras de Tel Avit. Había surgido un imprevisto y volvían a casa. Llegarían en una hora. “¡Dios no…!”



Todavía no había colgado el auricular, cuando el grupo apareció por la puerta del salón. “¿Dios…y ahora que…?” Por un lado regresan  éstos antes de lo previsto, y por otro… ¿cómo les explico yo que en mi habitación tengo a Luzbel…? ¡Jesús, mi amor…ayúdame!



-¿Con quien hablabas, Raquel? Preguntó Felipe serio y ensombrecido.

-Con Marga…Chicos, tenemos un problema a la vista. ¡Vienen para aquí! Llegarán en menos de una hora.

-¡Joder…no…! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué regresan tan precipitadamente?

-Juancho ha estado toda la noche con muchos dolores y se siente muy mal. Tico ha tenido pesadillas y ha estado toda la noche llorando. Marga tiene una angustia terrible, y la niña vomita todo lo que bebe. Intuyen algo, aunque no me lo han dicho abiertamente.

-¡Dios…Jesús…hermanooo…! los apartaste de esta pesadilla para que no sufrieran, pero ellos no han querido hacerlo. Estamos más unidos a ti de lo que pensabas. ¡Y ahora se van a encontrar con este pastel! ¿Y cómo se lo decimos a Tico?

-No hay por qué hacerlo, al menos por ahora…Se le dice que se ha marchado con Patricio a hacer un viaje corto. A Daniel y a su hermano sí que habría que decirles lo que ha sucedido.

-Yo me encargo de eso. Ahora mismo pasaré a desayunar con ellos y les diré. Contestó Peter.

-¿Cómo ha ido por allá arriba, muchachos?

-Los hemos incinerado y sus cenizas las hemos dejado caer por el riachuelo. Contestó Felipe a punto de derrumbarse totalmente.

-¡Os he preparado café…está recién hecho! Yo mientras, quiero hablar con Juan. Juan… ¿me acompañas a dar un paseo?



Juan sintió a Raquel nerviosa, inquieta y muy excitada. Vio en sus ojos un brillo muy especial. Sabía que algo importante estaba ocurriendo e instintivamente miró hacia arriba, hacia las habitaciones.



-¡Sí, claro, te acompaño!



Y Raquel fue tremendamente directa. ¡No tenían mucho tiempo! Le contó a Juan todo lo sucedido, y lo que de nuevo tenían entre manos. Juan le escuchó sin parpadear, serio, pero sin soltar la mano de su amiga.



-Juan, no sabía que hacer, ni como enfocárselo a los demás. Y he pensado en ti.

-Raquel, quiero hablar con él. Quiero verle y sentirle…y si lo deseas…yo hablo con los demás luego.

-Sí, Juan, tu estás más preparado. Tú lo expondrás mejor que yo y te comprenderán enseguida. ¡Yo me pondría muy nerviosa!

-¡Te has expresado muy bien conmigo, hermana! Es el corazón el que habla, no somos nosotros. Pero te entiendo, y te ayudaré. Esto es cosa de todos, no solo es tu responsabilidad.

-Juan…antes cuando has entrado por la puerta…me has mirado y me has guiñado un ojo… ¿por qué?

-Ha sido un gesto cariñoso, de apoyo, de compañerismo…una forma de decirte ¡ánimo chavala!

-¡Para mí ha sido más que un gesto, Juan…¡Ha sido una señal del Cielo…el guiño de nuestro Padre! ¡Estamos en el buen camino, Juan!



Y Pedro apareció y gritó desde la puerta…



-¿Chicos…vosotros dos también vais a tomar café?

-Sí, Pedro…ahora vamos…

-Raquel, ve tu…yo subo ahora mismo a verle. ¿Está en tu habitación dices?

-Sí, es la segunda del pasillo. Yo me voy con ellos.

-Raquel…cuando vengan Juancho y Marga seremos ocho. En el caso de que se decida hacer el plan de Luzbel, faltaría uno. ¿No me dijiste que tenían que ser nueve?

-No había pensado en ello, Juan. Podemos contar con Daniel, aunque él no comprenda nada, haría cualquier cosa por Jesús.

-Esto lo dejo en tus manos. Intuyo que lo tienes que hacer tu. ¡Y lo harás bien, hermana!

-¡Me encanta que confíes tanto en mí, Juan!

-¡Es que el Jefe está contigo…cualquiera le lleva la contraria…jajaja!

-¡Juan, eres un payaso maravilloso…te quiero mogollón!

-Sí, hermana…somos payasos de la Vida, unos locos del amor. Somos como niños que llevan en sus manos cosas muy valiosas, y sin embargo jugamos con ellas, y como los niños, podemos poner la casa patas arriba. ¿Te has parado a pensar, hermana, que podemos poner del revés a todo este Universo en una sola jugada?

-¡Si, claro, pero cuando los “mayores” vuelvan a ordenarlo, verán con sorpresa y agrado que muchas cosas que tenían almacenadas por falta de tiempo, tienen que ser reorganizadas y puestas en su sitio, y cuando consigan ponerlo todo en orden de nuevo, se darán cuenta de que la casa ha quedado mucho más bonita. Tengo mucha experiencia en esto. De pequeñita, he obligado a mis padres a cambiar la casa cientos de veces. No les daba mucho tiempo para que almacenaran cosas en la trastienda. ¡Y como es arriba…es abajo…y al revés…! Dios…Juan…en estos momentos te comería a besos…Cuando has sonreído…eras calcado a Jesús. Y Raquel se echó sobre su hombro y unas lágrimas se escaparon por sus ojos…

-Ahora todos somos él, hermana, no lo olvides. Yo también le estoy sintiendo a través de ti, de tus ojos, de tu forma de hablar…

-¡Juan, ve con él…no tenemos mucho tiempo!  Ya seguiremos luego.





-¿Habéis dejado un poco de café para mí?

-Sí, he puesto otra cafetera. Respondió Felipe.

-¿Qué tal está Josefa? Preguntó Raquel a su amigo intentando sacarle de aquel bajo estado de ánimo.

-¡Tan loca como siempre…pero está muy guapa!

-¿Le dijiste a qué venías?

-¿Cómo le voy a decir…? Puede que mucho más adelante…pero no se…

-Te advierto que es más bruja que yo. Tiene muchísima experiencia, y su escoba es mucho más vieja que la mía.

-¡Pues lo tengo claro…!

-¡Pero es una mujer maravillosa! ¡Un diamante en bruto!

-¿Y por qué me vendrán a mí las mujeres sin pulir?

-¡Puede que tu seas el joyero adecuado para ese diamante, hermano! Y Felipe sonrió. Y Raquel resucitó viendo esa sonrisa en su querido amigo.

-¿Dónde está Juan, Raquel? ¿No estabais juntos?

-Si, Pedro, pero se ha retirado a mi habitación. Necesitaba estar a solas. Más tarde intentaré haceros a vosotros sitio en el ático.

-No te preocupes por nosotros, hija, Juan y yo…en cualquier sitio estamos bien.

-Raquel…te siento rara… ¿Nos hemos perdido algo? ¿No nos tienes que decir nada? Preguntó Peter que desde que entró en la casa no había dejado de observarla…

-Sí…Peter tiene razón…Y además inquieta y nerviosa… ¿Pasa algo?

-Estoy intranquila porque Juancho y familia están a punto de llegar, y hay que volverlo a revivir otra vez.

-Si prefieres que lo haga yo, no me importa. Se supone que soy el más indicado para decir este tipo de cosas…

-¡Tu solo, no, Felipe, lo haremos entre todos! Además…ellos nos necesitarán. Será un golpe muy duro…y hablando de ellos… ¡ya están aquí!

-¡Jesús…ayúdanos…por tu Padre, ayúdanos! Exclamó Felipe nervioso…



-Bienvenidos, muchachos… ¡Pero tíos…de dónde salís…si parece que regresáis de una guerra…!

-¡Felipe…! ¿Y tú que haces aquí? ¿Tan pronto nos has echado de menos?

-¡Que alegría, hermanito…! ¿Pero has venido solo…o Josefa te ha acompañado?

-¡No, Marga, no…no ha venido! Ya sabes que en según que cosas, no me gusta precipitarme… Juancho…¿cómo estás, colega? ¡Vaya cara que traes..! ¿Tan mal te trata Marga?

-¡Vaya nochecita…! ¡Espero que vosotros la hayáis pasado mejor!

-¡Hola, pequeñajo! ¿Cómo te va esa vida? ¡Choca esa mano!

-Felipe, yo ya no soy pequeñajo…ya soy mayor…tengo ocho añosssssssssssss!

-Te he traído de Madrid un regalo muy bonito, pero no solo para ti… sino para que lo compartas con Sacha.

-¿Sí…..? ¡Que bien….! ¿Y cuando nos lo vas a dar?

-Más tarde, y como vamos a necesitar pilas, y aquí no tenemos, ¿qué te parece si pasas con Pedro a buscar a Sacha y vais los tres a comprarlas a la tienda de Ismael?

-¡Joooooooo, pero es que hay que andar mucho…y estoy cansado!

-¡El que algo quiere…!

-¿Pero ya sabe Pedro que hay que andar mucho? ¡Como es tan mayor!

-¡Caramba, con el muchacho…! ¡Pequeño…soy ya viejo…pero tengo correa para rato!

-¡Pues vale…vamos a comprar las pilas! ¿Y Jesús dónde está? Y a Felipe se le encogió el alma.

-Nos ha dejado plantados. Yo vengo de propio a verle, y él se me larga con Patricio.

-¿Pero a dónde han ido?

-De viaje… ¡espero que regresen antes de que me vaya yo!

-¿Y Juan…no ha venido con Pedro como la otra vez?

-Sí, si que está…pero ha venido cansado y está dormido en la habitación de Raquel.

-¡Anda…, pues tengo que entrar…porque también es mi habitación y tengo allí los zapatos! Estos me están haciendo daño.

-Espera Tico…ya subo yo. No quiero que despiertes a Juan. ¿Te bajo algo más?

-¡No, nada más!



Raquel subió deprisa las escaleras. Abrió la puerta y la volvió a cerrar con rapidez, quedándose apoyada de espaldas en ella. Y respiró hondo. Allí seguían los dos. Juan, sentado sobre la cama, tenía cogida la mano de Luzbel. Este estaba sereno, pero muy demacrado, y Juan sonreía y lloraba a la vez. Los dos volvieron su rostro hacia ella.



-¡Están todos abajo! Vengo a por unos zapatos para Tico. Pedro lo va a alejar de casa. ¿Cómo estás…? Pregunto a Luzbel acariciándole el rostro.

-¡Sintiendo…sintiendo y amando a mi hermano…!

-Raquel, está muy mal. Hay que darse prisa.



Y la sonrisa y la mirada de Juan le revelo el sentir y la disposición que tenía.



-Cuando Tico haya salido, bajaré yo a hablar con todos.

-¡De acuerdo!



Y Raquel bajó al salón con los zapatos en la mano, se los puso a Tico y con un buen bocata de tortilla, le despidió desde la puerta. Se iba con Pedro a casa de Daniel a buscar a Sacha. Y su corazón descansó.

Enseguida apareció Juan. Saludó a todos y tuvo en sus brazos a la pequeña Salem, que después de la mala noche que había pasado, dormía tranquila y profundamente.



-¿A qué es muy bonita, Juan…? Preguntó Marga encantada

-¡Es preciosa… se parece a ti…pero me da que se está despertando…!

-Subo a mi habitación y la dejo sobre la cama. Necesita dormir más, y aquí con todos, no va a poder hacerlo.

-¿Y tu, Peter…no tenías que hablar con Daniel y su hermano? Te estarán esperando.

-¡Sí, Juan…ahora mismo me iba!

-Juancho… ¿te apetece una infusión? Preguntó Raquel

-Pues sí, hermana…me sentará bien…sigo mal con el estómago.

-Ya se lo preparo yo, Raquel… ¿No tenías algo urgente que hacer?

-¡Ah si…Juan…joer… se me había olvidado! Dentro de un ratito vengo, chicos… ¡Hasta luego!



Y Raquel salió de la casa. Juan y Felipe iban a encargarse de darles la noticia, y después… ¡el remate final! ¡Ay Jesús…y de donde saco yo ahora al que falta…! Daniel es el más íntimo, pero no se…no se…



Raquel quiso hacer un poco de tiempo para que Peter pudiese hablar con él. Cogió el camino hacia la playa y recordó maravillosos momentos. Y su vientre y su corazón se movieron. Ella los acarició y abrazó, y volvió a sentir correr la lava de su volcán por sus venas. Nunca antes se había sentido mujer. Desde niña había sido muy masculina a pesar de su apariencia inequívocamente femenina. Nunca experimentó el instinto de la maternidad, y tampoco se enamoró de ningún hombre como lo hacían las chicas de su edad. Tenía un gran amor en su corazón, y para ella no existía nadie más. Nunca había entendido el por qué había nacido mujer. Ahora sí que lo sabía. Tenía que experimentar en su cuerpo, en su alma, en su vientre y en su sangre el amor que durante tanto tiempo había encerrado en su Corazón. ¡Qué hermoso es ser mujer! ¡Qué plenitud poder entregarse como mujer!

Se dejó acariciar por la brisa marina, y su mente esta vez le invitó a recrearse en momentos felices y dichosos en ese mismo lugar. Pero el tiempo pasaba, y tenía que volver.



De vuelta a casa, quiso pararse en la pequeña fuente. Tenía sed. Cuando llegó vio que Marcos, el hijo de Ezequiel y sobrino de Daniel, estaba lavándose las manos. Fue por detrás y le saludó.



-¡Hola, Marcos! Y el hombre, asustado, retiró sus manos del grifo.

-¡Ah…eres tu, Raquel…que susto me has dado!

-Si lo llego a saber…no te digo nada. ¿Qué te pasa Marcos? ¿Por qué lloras?

-Se lo de Jesús. Estaba en casa de mi tío cuando Peter llegó, y me sentí muy mal…y tuve que venir aquí sin que me vieran a lavarme las manos.

-¿No podías lavártelas en casa?

-¡No…! Me tienen vigilado. Dicen que es una manía absurda que acabará por ponerme enfermo. ¡Y yo necesitaba lavármelas!

-¿Y que manía es esa?

-La tengo desde niño. Tengo que estar constantemente lavándomelas con agua muy fría. Me arden como fuego, y aunque están limpias…yo me las siento sucias.

-¿Y nunca has pedido ayuda profesional?

-¿Te refieres a un médico?

-¡Sí…a un psicólogo…por ejemplo!

-Se lo dije a Jesús, y me dijo que no me preocupara…que entre los dos lo arreglaríamos…pero ya no va a poder ser…

Y aquel hombre se derrumbó. Se apoyó sobre la fuente y se abandonó al llanto. La mente de Raquel empezó a funcionar, y su corazón a moverse vertiginosamente. Recordó lo que Jesús le dijo sobre Poncio Pilatos a propósito del desprecio que ella siempre había sentido hacia ese personaje al que conoció 20 siglos atrás: que era un gran amigo suyo, que era judío, y que se iba a pringar hasta los pelos en aquella aventura. Y que ella se iba a encontrar…¡Dios mío…eres tu!



-¿Qué soy yo quien…?

-No, nada, Marcos…nada…Es que yo últimamente estoy en otra onda.

-Me imagino que vosotros, sus amigos, lo estaréis pasando muy mal.

-No solo nosotros, Marcos, sino todos aquellos que le queríamos. Además, también han matado a otro amigo nuestro, Patricio.

-¡Si, ya lo se! Trabajamos juntos en el nuevo dispensario que Peter realizó. ¡Era un buen muchacho!

-Marcos… ¿tu que serías capaz de hacer por Jesús?

-¡Cualquier cosa…pero ahora ya…que puedo hacer por él!

-Olvídate por un momento de que Jesús ya no está entre nosotros. Si el te necesitara… ¿qué estarías dispuesto a arriesgar por ayudarle?

-¡Lo que hiciera falta! ¡Quería a ese hombre! ¡Le quería de verdad! ¡Era mi amigo!

-¿Incluso la vida? ¿Arriesgarías tu vida por él?

-No solo la arriesgaría… ¡Se la daría ahora mismo!

-Marcos, escúchame atentamente. Es muy importante lo que te voy a decir, pero no intentes razonarlo con tu cabeza, porque sería imposible. Escúchame con el corazón. Siente…pero no razones.

-Se lo que me quieres decir…Jesús me enseñó.

-Marcos, Jesús está muerto. Yo misma he visto el cuerpo destrozado. Lo hemos incinerado. Pero aún así…puede vivir de nuevo. Escondido en nuestra casa, hay un hombre idéntico a él. Es su hermano, y está muy mal herido, pues al igual que a Jesús y Patricio, también le castigaron brutalmente. Pero él se salvó. Y antes de morir, quiere que su cuerpo sea para Jesús, y él sabe la forma de hacerlo. Pensé en un principio en pedírselo a tu tío Daniel, pero es un hombre muy conservador con sus creencias y podría haber malinterpretado esto que te estoy diciendo como algo diabólico. Es un buen hombre, y amaba a Jesús, pero hay cosas que…

-¡Devolver la vida a un muerto! ¡Eso solo lo puedo hacer Dios!

-¡Solo Dios, Marcos…te doy toda la razón! Aunque para nosotros Dios y el Amor, son el mismo. ¡Y una cosa así, sin AMOR, no puede hacerse!

-¿Pero cómo puede resucitarse a un muerto…?

-No me preguntes, Marcos, porque yo tampoco lo sé. Ninguno de nosotros lo sabemos. Solo confiamos en Dios. Sabemos o sabremos la forma de hacerlo, queremos hacerlo a pesar del riesgo porque le amamos. Dios, el AMOR, medirá nuestra capacidad de entrega y de amor, y depende del resultado el que nos devuelva a Jesús vivo y más radiante que nunca. Lo único que se es que se necesitan nueve personas. Y solo estamos ocho. Falta uno.

-¡Pues ese uno soy yo! ¡Quiero hacerlo!

-¿Marcos…estás seguro?

-Como tú muy bien me has advertido, no intento razonar. No quiero hacerlo, porque seguro que saldría corriendo de aquí. Pero mi corazón sabe que sois buena gente, como Jesús. Y si Dios no está con vosotros…no está en ninguna parte. ¿Qué tengo que hacer?

-¡Pues venir con nosotros!

-¿Pues a qué esperamos?

-¡Marcos…bendito seas!

-¡Bendito…solo es Dios, Raquel! Pero dime… ¿realmente es muy arriesgado? ¿Podemos perder la vida? Solo lo pregunto por saberlo…por prepararme…nada más.

-¿Tienes miedo?

-¡Un poco sí! Pero a vuestro lado…lo superaré.

-Marcos…veas lo que veas…que pueden ser cosas mucho más alucinantes todavía que las que vieron tus antepasados con Moisés, no razones. Las ves, las sientes, las disfrutas o las sufres, pero míralas con el corazón, porque si lo haces con los ojos de la mente podrías volverte loco. Y que conste, que ninguno de nosotros lo sabemos, pero intuimos algo. ¡Confía…confía siempre en el AMOR, en DIOS! ¡Pase lo que pase! ¡Porque vamos a ir a por todas, Marcos!

-¡Así lo haré, Raquel!

-Marcos, todo saldrá bien. Y te aseguro que será el mismo Jesús el que te explique todo, y también el que te diga el por qué esa lucha tuya con las manos, y será muy hermoso…porque sabrás y comprenderás muchas cosas.

-Entonces… ¿vamos ya?

-Sí, Marcos, vamos para casa. Puede que te encuentres con un ambiente un poco desangelado. Unos amigos nuestros que no sabían lo de Jesús, a estas horas ya lo conocerán. Y también sabrán todo lo que te he estado diciendo a ti, y puede que cuando vayamos, todavía estén decidiendo que hacer.

-¿No hay mucho que decidir, no…? ¡Si queremos que Jesús viva, hay que hacerlo!

-¡Tienes mucha razón, Marcos…veo que eres tan temperamental e impulsivo como yo! ¡Vamos allá!





Cuando Marcos y Raquel entraron en casa, estaban todos reunidos en el salón. Ella llevaba ya hora y media fuera de casa, y en ese tiempo había pasado de todo. Todos se le quedaron mirando con un interrogante en sus rostros y extrañados ante la presencia de Marcos. Luzbel estaba tendido en el sofá. Lo habían bajado de la habitación. Estaba ya muy mal, y querían que fuera testigo de la decisión que iba a tomarse. Raquel se dirigió al grupo con voz fuerte y grave y les confirmó que su acompañante era el número nueve. Y fue derecha hacia Luzbel. Tenía mucha fiebre, y los dolores, a la vista de los espasmos que le sacudían, debían ser terribles.

El, con voz jadeante y cubierto de sudor rojizo, hacía lo posible por incorporarse.



-Raquel… ¡se acerca! Ya sabe que estoy aquí. ¡Decidid pronto! ¡Me estoy apagando!

-¿Y qué pasará contigo después? Cuando Jesús haya cogido tu cuerpo, ¿dónde irás tú? ¿Qué será de ti?

-¡Eso no importa, Raquel! ¡Es mi cuerpo lo que necesita Jesús!

-¡Sí que me importa! ¿Qué pasará contigo?

-¡Ella me absorberá! ¡Le pertenezco…pero sin mi cuerpo ya no podrá recuperar su poder! ¡Moriré con mi creación!

-¡No…no lo quiero! ¡Y Jesús tampoco! El no vino aquí para recuperarte y perderte después. El quiere que trabajes con él, que le ayudes contra ese monstruo de ignorancia y de temor que va sembrando la muerte. ¡Luzbel, vive, por favor!

-¡Sin mi cuerpo no puedo hacerlo! Podría fundirme con mi hermano, pero tengo, quiero permanecer aquí, quiero reparar el daño que he causado. Soy el único que conoce esa fuerza, y el único que puede combatirla.

-Pero sin tu cuerpo físico tampoco podrás hacerlo. Y ese monstruo te destruirá…

-¡Pero lo habré intentado! Cuando Jesús recobre su poder, marchad con él también. Vosotros ya no pertenecéis a este mundo, y todos los que han vencido a esa fuerza, marcharán también. ¡Ayudadme, amigos… a entregarle a mi hermano lo único que del Amor hay en mí, este cuerpo malherido y agonizante que requiere de un espíritu y de un corazón como los de él!

-Luzbel, hay una posibilidad. Nosotros tenemos cuerpos fuertes, y te amamos. ¡Vive en nosotros!, hazlo a través nuestro. Nosotros potenciaremos tu fuerza y tu poder, y también tu amor. Seremos tus instrumentos. Te guardaremos en nuestro Corazón como osos, leones y serpientes, si es necesario. Además, Jesús, tampoco se iría si tú quedaras a merced de esa Bestia. ¡Lo se, Luzbel! Ha venido a por su hermano, y no se irá sin ti.

-¡El no puede quedarse aquí! Con un cuerpo, y fuera de esta dimensión, podrá ayudar mucho más a esta humanidad. Y si hiciera lo que me propones, os condenaría a permanecer en este planeta siglos y hasta eones. El mismo tiempo que he invertido en crearla, lo necesitaría para depurarla.

-No te preocupes, Luzbel…nosotros somos muy buenos…y acortaríamos el tiempo…Un día viniste a visitarme y me ofreciste un vaso con sangre, y yo lo rechacé y te lo arrojé encima… ¿te acuerdas?

-Sí, me acuerdo…respondió sonriendo.

-¡Yo ahora te ofrezco a ti esa copa llena de sangre, de vida! ¡Acéptala, no me la rechaces! ¡No sería ninguna condena para nosotros! Simplemente estaríamos ayudando a nuestro hermano a reparar la casa. Somos pequeños, Luzbel, pero somos muchos…y creceremos…y además…fuera de casa tendremos a un hermano, con mucha locura, ingenio y poder, fuerza y corazón, y que su especialidad son los apagones. ¡El es nuestro aliado! ¡Pongamos la casa patas arriba, Luzbel…que el Universo entero tenga que ponerse a hacer reformas! ¡Vamos a por todas! ¡Que por fin los dos triángulos se fundan! ¡Que el Cielo y la Tierra se unan para siempre!

-Raquel, se que tú estás dispuesta, pero los demás también son importantes. ¡Beberé de esa copa de vida que me ofrecéis, si es compartida por todos!



Todos estaban allí escuchando y sintiendo. Les miró Raquel uno a uno, buscando una respuesta. Cuando sus ojos se posaron en los de Marcos, se emocionó. El joven, con lágrimas en sus ojos, y de rodillas, había levantado la mano. No podía hablar, pero su gesto lo decía todo. ¡El estaba dispuesto! “Dios mío…Jesús…qué ironía…el hombre que el mundo condenó por su cobardía a defenderte, que no ha disfrutado de tu amor como nosotros, ofrece su vida para devolvértela a ti ahora, y se condena a un destierro por un hombre que no conoce, pero que sabe que es tu hermano, y que le amas…¿qué es esto…amor, locura, valor…? ¿Qué ha transformado tanto a este hombre?”

La voz de Felipe la sacó de sus pensamientos.



-Amigos, es hora de que tomemos nuestra decisión. Y seré yo el primero. Creo en ti, Luzbel, en tu sinceridad y en tu entrega. Puedes disponer de mí para hacerle a Jesús la entrega de ese cuerpo. Y en cuanto a ti…Yo tuve una segunda oportunidad, y ahora yo te la doy a ti. Me comprometí con Jesús a ser el despertador de consciencias por un tiempo ilimitado; si puedo estar acompañado por otro amigo… ¡mejor que mejor! ¡Te digo lo mismo que le dije a él…es vuestro problema…yo estoy dispuesto…y si os atrevéis a compartir esqueleto conmigo…pues adelante…! Y tú, Raquel…bueno, no hace falta que digas nada. Ya lo hemos escuchado todos… ¿Tu Pedro…qué dices…?

-¡Que apuesto por Jesús, apuesto por ti, Luzbel, apuesto por nosotros y apuesto por la Vida! ¡Aquí hay mucho amor y estoy en mi casa, y permaneceré en ella todo el tiempo que haga falta!

-¡Muy bien…! ¿Y tú, Juan…? ¿Qué dices?

-¡Que el Cielo y la tierra se unan también en mí!

-¡Perfecto…! ¿Y vosotros…Juancho y Marga?

-Teníamos nuestras dudas, pero por miedo. Si nos pasara algo…nuestra hija quedaría sola, pero estamos de acuerdo con vosotros…Nosotros en la ofrenda de Jesús entregamos nuestras vidas para luchar por las nuevas generaciones. Y como símbolo ofrecimos también a Salem. Queremos hacerlo por Jesús y por ella, y por todos los que han de venir. Queremos que vengan y abran sus ojos a un Paraíso, y no a un infierno. Y si esto fracasa…si perdiéramos la vida en ello, Salem lo comprendería. ¡Al menos lo habríamos intentado! Y si Luzbel va a luchar por lo mismo que nosotros, no nos importa hacer juntos el camino.

-¿Y tu Marga…estás de acuerdo con Juancho?

-¡Sí, Felipe, lo estoy!

-¿Y tu, Peter…que nos cuentas?



Pero Peter fue derecho hacia Luzbel, le cogió de la mano y se la llevó a su corazón.



-Luzbel, hermano, siempre me has caído bien, tío…Te he tenido muy vigilado, pero he confiado en ti. Y soy feliz de saber que mi confianza no era en vano. Jesús decía muchas veces que entre amigos de verdad, la palabra perdón no debería pronunciarse. Debería sustituirse por un sentimiento de esperanza en el corazón por el amigo. Yo no tengo que perdonarte nada, solo he esperado, he creído como Jesús en esta espera, y he aquí el resultado. ¡El amor no te ha derrotado, hermano, te ha ganado para El! ¡Aquí me tienes, y como ha dicho Juan…que en mí se fundan el Cielo y la Tierra!

-Y ya solo faltas tú, Marco…Me imagino que Raquel te habrá puesto al corriente de lo poco que nosotros sabemos, y el hecho de que hayas venido aquí nos habla claramente de tu decisión. Pero después de hacer sentido, escuchado y visto… ¿sigues teniendo la misma respuesta?

-¡Yo solo confío en Dios y creo en el Amor! Como le he dicho antes a Raquel, si Dios no está aquí en vosotros, no está en ningún sitio, y eso es imposible… ¡Así que contad conmigo!

-Muy bien…pues como has podido comprobar, Luzbel, todos te ofrecemos la copa de la vida para que la compartas con nosotros. ¿Qué dices tú?



Luzbel tenía los ojos cerrados. Todo su cuerpo temblaba. Hacía verdaderos esfuerzos por mantenerse consciente. Los abrió y esbozó una tímida sonrisa.



-¡Será un honor para mí vivir en vosotros! ¡Quiero que seáis mis herederos!

-Los herederos solo salen cuando hay un muerto por medio. Y tú no vas a morir, porque te veremos siempre en Jesús, y te sentiremos en nuestro corazón y en nuestra sangre.

-¡Tenéis razón…! Y como dice mi hermano y vuestro amigo: ¡¡Vamos a por todas!! Y ahora, Raquel, si que te acepto esa inyección, pero que no sea calmante, sino algo que me mantenga despierto un poco más. ¡Lo siento por mi hermano, le va a costar levantar este cuerpo de carne! Amigos…en cuanto Raquel termine conmigo, vayamos rápido hacia el mar, a un sitio recogido donde no podamos ser vistos. Juan ya sabe qué hacer. El os dará las instrucciones.



Raquel le inyectó un fuerte reconstituyente. Y entre Felipe y Peter le arroparon bien con una manta y le ayudaron a incorporarse. Se metieron los nueve en el todo terreno y acomodaron entre sus piernas lo mejor posible al herido. Era un corto trayecto, y podría soportarlo. Dejaron el vehículo aparcado entre unos peñascos y empezaron a bajar por una serie de rocas que bordeaban una pequeña cala.

Nadie podría verles a no ser que se subieran, como ellos, por aquellas piedras resbaladizas. Tuvieron que bajar a Luzbel entre cuatro hombres, y aún así, aquel descenso agudizó todavía más los dolores.

-¡Rápido…amigos…Ella está aquí!



Lanzó ese grito desesperado, y el cielo se oscureció. Unos grandes nubarrones negros cubrieron la cala y el horizonte marino. Había mucha tensión en el ambiente. El mar enmudeció y unos amenazantes rayos avanzaban hacia ellos.

Se acercaron hasta la misma orilla, tumbaron a Luzbel en el suelo, le quitaron la poca ropa que llevaba y lo voltearon hacia abajo, y siguiendo las instrucciones de Juan, hicieron lo mismo, tocando con su frente el suelo. Raquel, antes de coger su sitio, se acercó a Luzbel, y con lágrimas en sus ojos besó sus párpados y sus labios. Luzbel abrió sus ojos.



-¡Ya sabéis lo que tenéis que hacer, Raquel…!

-¡Solo quería decirte que te amo con toda mi alma y que me siento muy orgullosa de tenerte como amigo y hermano!



Y Luzbel volvió a cerrar sus ojos.

Se tumbaron boca abajo y en círculo, y unidos entre sí por las manos y los pies. Y cerraron la rueda. Raquel y Peter se pusieron a la izquierda y derecha de Luzbel. Este estaba ya inconsciente. A la señal de Juan, aquélla rueda de energía comenzó. La transmisión de energías también. La tormenta avanzaba. El cielo seguía amenazante. Comenzaron los relámpagos y amenazaban al grupo. Caían muy cerca de ellos. Se podía masticar la electricidad. Un rayo atravesó el cuerpo de Luzbel e intentaba engullirlo, desintegrarlo, pero Raquel y Peter se aferraron a él como el hierro rusiente al agua. De las manos de todos salían chispas, y se hallaron envueltos en una nube eléctrica, pero ninguno se inmutó. Nadie se movió de su sitio, y la transmisión de energías no cesaba.



De repente se abrió el suelo. Una profunda grieta apareció en el centro del círculo y de ella salió una fuerte descarga en forma de rayo de Luz. Era de color azul, fuerte, potente, que atravesó uno a uno a todos los presentes y terminó por introducirse en el cuerpo de… ¿de quien ahora? ¿De Luzbel o de Jesús? La tormenta y la oscuridad desaparecieron a la misma velocidad que como vinieron. El Cielo se volvió azul, lleno de luz y de vida, y al mirar hacia él para contemplar la nueva Luz, vieron cómo del mar salía una gran nave de cristal con reflejos azules y dorados. ¡Era divina…! Comenzó a ascender lentamente, y cuando ya había alcanzado los cien metros por encima de sus cabezas, un potente rayo de Luz Dorada salió del vientre de aquella gran nave, y al igual que el rayo azul que saliera de las entrañas de la Tierra, atravesó el cuerpo de Luzbel, que seguía aparentemente sin vida. Aquel rayo dorado fue el mismo que vio salir de Jesús en la Montaña Sagrada, tres años atrás.

La actividad cesó. La nave seguía sobre ellos, y un ligero movimiento de manos empezó a observarse en aquel cuerpo. Juan se levantó y fue hacia él. Le tocó el pecho, la frente y la cabeza, y tras dejar un beso en el rostro de su amigo, se dirigió a los demás con rostro resplandeciente, radiante y feliz.



-¡Amigos…éste es Jesús! ¡Ya está de nuevo con nosotros!



Uno a uno se fueron levantando del suelo. Les fallaban  las piernas, y apenas podían andar. No daban crédito a lo que estaban viendo. ¡Era Jesús! ¡Lo habían conseguido! Todos echaron a llorar. La tensión a la que habían estado sometidos, tenía que salir de alguna forma. Cuando quisieron tocar a Jesús, Juan les advirtió:



-¡Todavía no, amigos…! Necesita que le recompongan un poco. El nos está escuchando, pero no puede hablar ni moverse. Nuestros Hermanos nos están diciendo que tienen que llevárselo para compensar sus energías, y luego volverá a nosotros. ¿Quien de vosotros quiere acompañarle?



Y todos miraron a Raquel.



-¿Tu, Raquel…quieres subir con él?

-Estoy desnuda, Juan… ¿cómo voy a subir así?

-Lo estamos todos…jajaja…además, ¿qué importancia tiene eso?

-Juan…sube tu con él, o Pedro…Vosotros conocéis a los del piso de arriba y yo…me sigo sintiendo extraña entre ellos. Además…necesito estar sola ahora…Jesús…se que me oyes… ¿y lo entiendes, verdad? ¡Te queremos…te queremos mucho…, arréglate rápido y ven a comer un día de éstos con nosotros…!



Y dicho esto, Raquel cogió su ropa del suelo y echó a correr. ¿De qué huía ahora? ¡De sus propios sentimientos! Raquel había notado de nuevo esas vibraciones tan fuertes del principio. Jesús era ya más un dios que un hombre, al que Raquel amaba con toda su alma. Ella no era ninguna diosa. Su corazón amaba como tal, pero no lo era. Era una mujer sencilla, con sus limitaciones humanas. ¿Sería capaz de volver a mirar a Jesús cuando éste se presentara? Peter la siguió. Cuando la alcanzó, se abrazó a ella.



-¡Pitufa…! ¿Por qué no has ido a acompañarle?

-Mi sitio está aquí, Peter. No podía subir a un lugar, que no me corresponde…

-Pero Raquel…ellos son nuestros hermanos…y su casa es nuestra casa…

-Juan es su amigo. Estará bien acompañado. Cuando regresen, habrá tiempo para decirnos todo lo que sentimos.

-¿Y qué sientes ahora, Raquel?

-¡Siento que le he perdido!

-¿Pero cómo puedes decir eso ahora?

-Peter, él ya no es como nosotros. Ha vuelto a su verdadera esencia, el Cristo…y a esos niveles…ya no alcanzo nada bien…

-Raquel, mi amor…él seguirá siendo el mismo siempre…siempre…Ahora notarás sin duda ese vacío tan grande que te ha dejado como hombre. Tú sigues sintiendo como mujer, y sigues enamorada de él. Jesús me aleccionó sobre este momento. Sabía perfectamente lo que pasaría por tu corazón y por tu mente. Quiero ocupar su lugar, Raquel. El te seguirá amando con el espíritu, y yo con mi personita y mis sentimientos, y mi corazón…y mi amor, que aunque no sea tan sublime y pleno como el de él, es todo tuyo…¡¡Te amo, Raquel!!

-¡Peter…no eres ningún suplente…! ¡¡YO TE AMO A TI!! ¿Cuando lo vas a entender?

-Raquel, yo también estoy enamorado de él. Cuando estoy contigo, siento sus vibraciones, su presencia. Y a ti te pasa lo mismo, solo que tú rechazas esa comparación porque la crees odiosa. ¡Y no es así! Jesús unió nuestras vidas y estamos fundidos a él para siempre. Formamos con él un mismo espíritu, un solo corazón. Siempre que estemos juntos, él estará presente. ¡Yo le veo a él en ti, y tú le sientes a él en mí…¡ ¡Y es maravilloso! Mira…mira, Raquel…cómo se lo llevan… ¡cuanta Luz…qué precioso espectáculo…!



La nave se elevaba poco a poco, y cuando alcanzó varios cientos de metros por encima de ellos, se disipó. Pero Pedro salió al paso y les tranquilizó.



-¡Hijos, tened calma! ¡Ellos están ahí, solo que han apagado las luces! Volvamos a casa y esperemos a que el Maestro vuelva. ¡Hay que preparar un buen banquete, si señor! ¡Qué orgulloso me siento de vosotros, hijos…! ¡Le habéis dado a mi ya olvidada condición de hombre, una buena lección, y no solo a mí…sino también a los del piso de arriba!
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