sábado, 8 de agosto de 2015

Un viaje sin retorno: CAPITULO 25.- LOS ÚLTIMOS MOMENTOS CON LOS AMIGOS

La playa estaba solitaria. Había una brisa deliciosa y un cielo lleno de estrellas. Nada más llegar Jesús se descalzó y se tumbó en la arena con la mirada fija en el cielo. Raquel hizo lo propio, y se quedó observando a su amigo. Su corazón estaba preocupado, y veía en la mente de su amigo una especie de nebulosa. Aquella cita en la playa, a esas horas de la noche y dejando a todos en la cama le resultaba un poco sospechosa.



-¿Cuantas has contado ya…Jesús?

-¡Ya he perdido la cuenta…!

-¿Qué te pasa esta noche, mi príncipe…?

-¿Mi amor…tu no tienes miedo…?

-¿No…por qué…?

-Yo sí…tengo miedo. En estos momentos, Raquel me siento incapaz de proteger a una mosca. No tengo fuerzas… ¡y el momento ha llegado ya!



Raquel quedó petrificada. Lo presintió, pero la certidumbre de Jesús le heló el alma. Pero en aquellos momentos su amigo la necesitaba, y la iba a tener…

-¿Y amor, Jesús…? ¿Te queda un poquito de amor para mí?

-¡Todo mi amor es tuyo, princesa, pero no…ahora no…estoy contaminado, Raquel…!

-¡Quiero amarte, Jesús, y con mi amor le voy a echar de tu cuerpo!

-¡No, Raquel…quedarías tú también marcada por él! ¡No seas inconsciente…por favor!

-Se lo que hago, Jesús. Si mi amor no es lo suficientemente fuerte y poderoso para salvarte de él…entonces… ¿qué pinto yo aquí?

-¡Pero yo no quiero que te arrastre conmigo!

-Mi amor…yo no quiero permanecer aquí…ni en ningún otro lugar, si tú…mi amor, no estás con nosotros, bien sea en cuerpo o en espíritu…me da lo mismo… Tú no vas a ser arrastrado por él, ni te precipitarás hacia el vacío. Voy a amarte como nunca lo he hecho. Vas a sentir mi amor como fuego que te quema las entrañas, la sangre. Voy a hacer desaparecer de tu cuello su herida. ¡Déjate amar, Jesús! ¿No ves que es lo único que puedo hacer? He nacido para amarte, para estar contigo, para realizar tu gran sueño… ¿Qué puede significar para mí la existencia si no estás conmigo?



Jesús tenía a Raquel entre sus brazos. Deseaba ser amado y quería amarla con toda su alma. La sentía parte de él. Cuando aquellos momentos de amor, de ternura, de entrega total se apaciguaron, Raquel siguió con las caricias. Moldeaba con sus manos su pelo, acarició su rostro, besaba su cuello…¡¡su cuello!!



-¡Jesús…la herida… ha desaparecido…ha desaparecido!



Jesús se tocó el cuello. No había quedado ni rastro del zarpazo de la bestia. Cogió a Raquel, le levantó la camisa por la espalda y pudo comprobar que las heridas ocasionadas por el mismo animal, habían desaparecido. Y sonrió…

-Jesús… ¿Qué quiere decir esto…que quizás podamos evitar lo inevitable…?

-Lo único que quiere decir lo que nos ha pasado a los dos, mi amor, es que ha sido mucho más fuerte nuestro amor que su venganza. Pero no va a evitar nada… Eso es lo que quería decirte al traerte aquí. ¡La hora ya ha llegado! Dentro de tres días esa energía vendrá a por nosotros, mi amor. Deseo celebrar con todos una cena especial, pero no quiero que el verdadero sentido sea desvelado. No quiero que Marga, Juancho,  Tico y la comunidad sufran innecesariamente. Para ellos sería tan solo un suceso trágico y muy doloroso. Llegará un día en que comprenderán el verdadero sentido, y dejarán de sufrir. Pero todavía no están preparados.

-A Felipe sí que tengo que avisarle. Confía en ello.

-¡De acuerdo!

-Y Patricio…no le has mencionado.

-Patricio estará con nosotros. El está involucrado, y lo sabe. A Marga y a Juancho les pediré que vayan a resolver varios asuntos a Tel Avit. Les tendrán ocupados allí dos días. Serán suficientes.



Pero Raquel, a pesar de comprenderlo, de vivirlo en todo su Ser, no pudo con el dolor, y se dejó caer en la arena de la playa. Jesús se inclinó, la cogió por los hombros, la apretó contra él,   la besó, y le susurró…



-¡Raquel…mi amor…ahora no podemos desfallecer!

-¡Ya pasó, Jesús…ya pasó! ¿Quieres que me encargue yo de la cena?

-¡Me gustaría mucho que lo hicieras tu, mi amor!

-Esta cena será inolvidable, Jesús…te lo aseguro.

-Camaleón…mi camaleón… ¡por fin voy a tenerte sentada a mi lado en mi última cena…! Y esta vez no voy a invitarte a través de un muchacho. Yo en persona iré a buscarte, y si es necesario te llevo por los pelos.

-¡No será necesario, mi amor…porque estaré en primera fila! ¿Y Juan y Pedro…no van a venir?

-Estarán, Raquel…te lo aseguro, pero…

-… ¿pero invisibles…no? ¿Pero con plato o sin plato? Que es lo que necesito saber…

-¡Sin plato!

-¿Y para cuando quieres la cena?

-¿Podría ser para mañana…? El tiempo apremia, Raquel.

-¡Claro que sí! ¡Ayúdame, mi amor…a ser fuerte para ti!

-¡El amor nos ayudará, princesa…confía en él!



Cuando regresaron a casa, la idea de la cena propuesta por Jesús fue muy aplaudida. Y a Marga, el hecho de ir a la ciudad y poder ir de compras, le fascinaba. Pero cuando Raquel se negó a acompañarla con la excusa del dispensario sanitario, Marga desistió. Se consolaría con acompañar a Juancho en sus asuntos y con la niña a hacer turismo. Incluso pensaron adelantar la hora de la cena para poder marcharse en el todo terreno y pasar allí la noche. Desde que se casaron no habían tenido una oportunidad de viajar, y aunque iban acompañados de un violonchelo llorón, no iban a desaprovechar la ocasión. Iban a intentar disfrutar a tope de la estancia.



Al día siguiente, pasaron toda la mañana en la playa. Jesús no se separó ni un instante de Patricio. Eran como uña y carne. Peter, a pesar de estar serio y distante de aquella velada marítima, hizo lo posible por aparentar ser el de siempre, y Tico, ni jugaba ni se bañaba. Con el juguete llorón que le habían traído Juancho y Marga, tenía bastante. Y Raquel, con la excusa de que tenía que preparar la cena, se fue vistiendo para regresar a casa.



-Raquel…con lo bien que se está ahora aquí…no te vayas, mujer…ya prepararemos entre todos la cena…

-Marga, sabes que me gusta hacer a conciencia pero sin prisas. Hay que hacer el cordero, las verduras, el postre…preparar la mesa…Aprovechad vosotros con los críos, y volved a la hora de cenar.

-¡Y así no te incordiamos…! ¿No es eso, Raquel…jajaja?

-¡Pero que bien me conoces, Juancho!

-¡Pues anda y que te zurzan…y no nos quemes el cordero…!

-Raquel…yo también voy contigo.

-¿Tu también te vas, Jesús…?

-¡Soy el anfitrión, y tendré que ayudarla un poco! Además…tengo que preparar las bebidas…

-¿Y no tendrás por ahí algún vino de reserva bueno?

-¡No hay cuidado, Peter…sacaré el mejor! ¡Os esperamos entonces para las siete! ¡Hasta luego, muchachos!



-Jesús…no es necesario que me ayudes…lo puedo hacer yo sola…¡Quédate y distráete un poco!

-¡Quiero estar contigo, mi amor! ¿O es que deseas estar sola?

-Mi amor… ahora no me hagas llorar…lo único que deseo…es abrazarme a ti…y no soltarte ya nunca.

-Nuestra fusión final, mi amor, tendrá que esperar un poco más…pero mientras estemos juntos…nada ni nadie podrá impedir que nos compartamos, que nos amemos el uno al otro… ¡Ven aquí, mi camaleoncito!



Y Jesús la rodeó con sus brazos…y juntos comenzaron a subir la ladera, hacia casa.



-Jesús… ¿Qué pasará cuando tu cuerpo muera? ¿Qué pasará contigo?

-Pues…que entraré en un proceso de evolución, como cualquier ser humano que quiera permanecer en esta dimensión…

-¿Y tu necesitas ese proceso? ¿No está ya muy por encima tu evolución espiritual?

-Raquel, renuncié a ello, como lo habéis hecho vosotros. Tengo que volver a empezar. Es la única posibilidad que tengo de trabajar con el ser humano desde dentro de esta dimensión…como vosotros…

-¿Jesús…confías en mí?

-¿Cómo no voy a confiar en ti…? ¡Claro que si, mi amor!

-Entonces, Jesús, cuando destruyan tu cuerpo, usa el nuestro. Vive y trabaja a través nuestro.

-Raquel…eso no puedo hacerlo. Vuestro cuerpo os pertenece a vosotros. Vosotros tenéis que actuar según vuestro espíritu y vuestro corazón. Nadie, ni siquiera yo, puede distorsionar vuestra identidad.

-Pero Jesús…Constantemente estamos hablando de que formamos un solo corazón, una sola mente, un mismo espíritu, compartimos un mismo sueño, una misma vida…  ¿y no vamos a poder compartir nuestros cuerpos? Jesús…Peter y yo lo hemos estado hablando y estamos totalmente de acuerdo. ¿Qué diferencia hay entre tú y nosotros? Si te quedas, si permaneces en nosotros, seguiremos trabajando juntos… ¡Y quien sabe si…!

-Quien sabe si… ¿qué…mi amor?

-Es que de repente se ha despertado en mí algo que…es como una cascada de agua suave y cristalina que cae sobre mi cabeza y me va abrazando todo mi interior. Me da una sensación de seguridad, de grandeza…la convicción de que puedo hacerlo…de que podemos hacerlo entre todos. Ahora no puedo decirte qué es, solo lo siento…y se que está dentro de mí. Jesús, por eso te pido que confíes en mí. Usa nuestro cuerpo.

-Si hago lo que me pides, Raquel, existe la posibilidad de que no podáis albergar mi energía y mi espíritu. Mi amor, sabéis ya mucho sobre el mundo de las energías…pero desconocéis muchas cosas, y no es tan fácil meterse en el cuerpo de otro sin el riesgo de destruirlo. Es como enchufar una lámpara de 220 a una red de 500. ¡La lámpara se funde!

-¡Pero nosotros no nos fundiremos, Jesús!

-Y la otra posibilidad, que ya no sería posibilidad, sino certeza absoluta, es que esa energía la detectaría de nuevo en vosotros, y entonces seríais las próximas víctimas.

-Lo hará de todas formas, Jesús, porque contigo o sin ti, seguiremos bombeando, y tarde o temprano le resultaremos incómodos. La ventaja de que estés con nosotros es que seríamos mucho más fuertes, daríamos mucha más luz, porque 220 más 500 es igual a 720 W. ¿Comprendes?

-Lo que me pides es una locura, Raquel.

-¿Y lo tuyo no lo es o que…? ¡El libre albedrío es para todos, sabes…! Jesús, estoy tan segura… ¡algo inesperado va a suceder! Jesús, nosotros hemos confiado en ti… ¡confía ahora en nosotros! Para que te hagas una idea…el símbolo o el gesto que representaría perfectamente todo lo que yo siento dentro de mí, sería el “guiño del Padre”, que aunque no se de que va…estoy segura de que es algo bueno…



Jesús se había parado. Cerró sus ojos, respiró profundamente y se mantuvo en silencio unos minutos. Raquel permaneció a su lado y abrió su corazón. Quería que su amigo le sintiera, que oyera su voz suplicándole que accediera. Jesús se dejó caer de rodillas en el camino y estuvo en esa posición unos minutos más. Raquel se arrodilló a su lado, y esperó. De nuevo Jesús abrió sus ojos, se levantó, cogió a Raquel por los hombros y la abrazó.



-¡¡De acuerdo, mi Camaleón…vamos a por todas!!







-¡Jesús, la cena ya está! ¡Ven a revisar lo que me has dicho!

-¡Ya voy Raquel!

-¿Ya están todos en casa?

-Solo falta Peter. Se está duchando. Los demás están en el salón. ¡Qué buena pinta tiene esto…umm… que bien huele!

-El cordero siempre huele que resucita…

-¿Dónde están el vino y los panes?

-Están ahí…en esa cesta de mimbre. ¿Te han dicho ya los muchachos lo que han pensado para la ofrenda? Marga en cuanto llegó…me comentó.

-Sí…lo han hecho…

-¿Y qué te parece?

-¡Pues que todo lo que sale del corazón…es digno de ofrecer al Padre, y el Amor…lo hace suyo!

-¿Ya está todo preparado en la mesa…?

-¡Sí, está todo!

-¡Pues vamos allá!

-¡Raquel…un momento!

-¿Sí…?



Y sin dejarla reaccionar…Jesús la besó en la frente, en los párpados y en los labios.

-¿Y esto…a qué se debe…?

-¡Por lo buena cocinera que eres, mi amor…pero sobre todo…por la alquimia de amor que haces!





Jesús, como anfitrión, sirvió la cena en los platos. Raquel, como buena amante de la música clásica, puso de fondo una bonita pieza de Mozart. Y empezaron a cenar. Todos reían…hablaban, comentaban proyectos futuros, proyectos ya concluidos, bueno, todos menos los cuatro, creían que aquella cena era una más, muy entrañable por el ritual que Jesús acostumbraba a hacer, pero solo eso. La vivían con alegría, entusiasmo, recogimiento, pero por sus mentes no pasaba ni remotamente el significado que aquella cena tomaba. El no quería desvelarles la verdad. Tenía sus motivos, pero quería despedirse de ellos, compartir con sus amigos aquellos difíciles momentos, pero también esperanzados. Y llegó el momento mas deseado. Una vez que Marga y Juancho recogieron los platos y limpiaron el mantel blanco, Jesús puso delante de él los panes y el vino. Miró a todos y a cada uno, y comenzó a hablar.



-Padre…estamos aquí, ante ti…por tu amor y en tu Luz, para ofrecerte nuestro esfuerzo, nuestra entrega compartida, que aunque pequeña a los ojos del hombre, es grande para ti. Sobre este altar blanco ponemos nuestros corazones, nuestro propio SER, todo lo que poseemos con el corazón, que es tuyo, todo lo que somos, fiel reflejo de tu voluntad, todo lo que seremos, según nuestra capacidad para amar! ¡Aquí estamos, Padre…!



-Vamos, amigos…el Padre escucha en el silencio de nuestro corazón…es vuestro turno…



-Nosotros, Padre, Marga y yo, te ofrecemos nuestra unión, pero sobre todo a nuestra amada hija Salem. Que ella sea el símbolo, la ofrenda  de las nuevas generaciones, por las que viviremos luchando, trabajando y proyectando tu Luz, tu Verdad y Tu Amor. Aquí, Padre, en presencia de nuestros hermanos, queda nuestra ofrenda.



Marga puso en los brazos de Jesús a la pequeña, que tras ser tocada en su pecho y en su frente por él, fue devuelta a su madre. Y con una mueca de Jesús hacia Tico, le hizo saber que había llegado su turno.



-¡Y yo Padre, pues…no se…no se que regalarte…!. ¿Qué puedo regalarle yo Jesús? ¡Yo no tengo nada! Y se hurgó nervioso en la nariz…



A pesar de la trascendencia del momento, todos rieron. Aunque Tico ya tenía ocho años…seguía siendo el niño que todos conocieron, lleno de ingenuidad…espontáneo…



-Tico… ¿no tenías por esos bolsillos algo que te gusta mucho?

-¡Sí, Jesús…las canicas…! ¿Pero para qué quiere un señor tan mayor jugar con ellas? ¿Ya le gustarán?

-¡Ya lo creo que sí, campeón…son sus preferidas!...

-Pues entonces ya está… ¡Señor Padre…mira…te regalo estas canicas que gané en el concurso y sin trampas, eh..! ¡Tómalas, Jesús!



Jesús, con toda la ternura de la que era capaz de manifestar, extendió sus manos hacia Tico y depositó en ellas su gran tesoro.



Y llegó el turno de Peter y de Raquel. Ninguno de los dos se atrevía a hablar. Eran tantas las emociones y sentimientos contenidos, que cualquier demostración podría convertirse en un desvelamiento de la verdad, y por encima de todo respetaban el deseo de su hermano de mantenerlo en secreto.

Fue Peter, el más fuerte en ese momento, el que tomó la palabra en nombre de los dos.



-¡Padre…tu ya sabes lo que hay en nuestros corazones, y todo ello, es tuyo! Raquel y yo nos ofrecemos como puros instrumentos de tu Amor para esta humanidad. ¡Que se haga tu voluntad en nosotros, Padre! ¡Ahora y siempre!



Y le llegó el turno a Patricio…



-Padre yo…en este momento solo puedo ofrecerte el amor que siento por mis hermanos, por Jesús, y a mí mismo, tal como soy, y mi vida…y si puedo servir para algo…pues… ¡aquí estoy! Soy un hombre rebotado del mundo, que lo ha conocido todo menos el amor, pero el que he experimentado y gozado con mis amigos, y que lo llevo muy vivo en mi corazón, está al servicio de quien lo necesite…



A Patricio, muy emocionado, se le había hecho un nudo en la garganta que le impedía seguir hablando, y unas lágrimas asomaron por sus mejillas. Jesús se levantó y fue hacia él. Le invitó a levantarse y le dio un fuerte abrazo. Después se sentó a su lado.



-Patricio se ha ofrecido a sí mismo. El es el fiel reflejo de esta humanidad. Una humanidad que ha vivido sin amor y condenada al sufrimiento. Así como tú, Patricio, has sido capaz de abrir tu corazón al amor, esta humanidad lo hará también, y la Luz, la Vida, y el Amor, reinarán para siempre en el hombre. Por lo tanto, Patricio, tu y yo quedamos unidos en esta ofrenda, que no será al Padre, porque ya estamos en EL, sino al propio hombre. ¡Que nuestros cuerpos, mentes y espíritus sean entregados al hombre, por el hombre!



Jesús cogió los panes y los repartió. A continuación llenó una gran copa de vino y tras elevarla hasta su frente, bebió de ella, la pasó a Patricio y a continuación la entregó al resto de los presentes.



Una vez terminada la celebración, algunos se sorprendieron al ver a Jesús, como, uno a uno, iba abrazándolos a todos, con intensidad, con profundo sentimiento. Raquel no pudo más, y fue hacia Patricio. Se agarró fuertemente a él. Tenía un presentimiento. Patricio se sorprendió, ya que su querida amiga no era muy dada a ese tipo de expresiones emocionales.



-¡Patricio…eres el mejor de todos nosotros, créeme!

-Siempre has sido mi amiga favorita…y a mi no me engañas… ¿a qué vienen esas lágrimas?

-Porque ahora me doy cuenta de lo injusta que ha sido la vida contigo, Patricio. Tú te merecías algo mejor. ¡Si de mí dependiera…!

-¿Si de ti dependiera…el que…Raquel? Jesús había estado escuchando a los dos.

-¡Echar la moviola hacia atrás, y que Patricio hubiese conocido el verdadero amor ya desde las entrañas de su madre!

-Raquel, no quiero acordarme de mi vida pasada. Ahora soy feliz, y tengo a los mejores amigos del mundo. ¡Qué mas puedo pedirle a la vida…! Bueno…os dejo…que Marga me necesita para terminar de recoger, que tienen que irse ya…



Raquel se quedó a solas con Jesús. El la miraba atentamente, sonriente. Ella seguía con el gimoteo e intentaba buscar un pañuelo en su bolsillo.



-¡Anda…, toma este pañuelo… llorona! Sabes…cuando lloras, mi amor, tus ojos cambian de color… ¿no lo has notado nunca?

-Es que cuando lloro, no tengo costumbre de mirarme al espejo.

-Tienes reflejos verdes. ¡Es una mirada preciosa! Raquel…mi amor…no te puedes ni imaginar lo feliz que has hecho a Patricio con ese abrazo. En el ha recibido todo ese amor de una madre que nunca tuvo.

-Es que ha sido ahora cuando he descubierto al verdadero Patricio. Jesús, mi amor, puedes irte feliz y orgulloso. El ser humano es maravilloso. En un instante puede pasar de ser un miserable, a sentir como un dios, a amar como un dios, y todo…solo por un sentimiento de amor en su corazón. Al hombre no le hace falta conocimiento, ni perfección, ni inteligencia, solo necesita amar, con el corazón, con la mente, con el espíritu, y todo él es sabiduría, belleza, plenitud, perfección…y nosotros, mi amor, vamos a entregarles Amor a raudales, y se sentirán invadidos por él, y ni siquiera el propio Luzbel podrá seguir manteniendo esa postura absurda y egocéntrica, porque será tan fuerte la vibración del amor, que o sucumbe, o se transforma en un gran ser de Luz, como siempre lo ha sido. Mi amor… ¿por qué me siento en estos momentos como una diosa…por qué tengo la sensación de que puedo hacer todo aquello que sueño y anhelo?

-¡Porque la Fuerza del Amor te ha transformado, Raquel, y ha inseminado en ti el instinto de la Madre Naturaleza, de la Tierra! ¡La Naturaleza ha fecundado en ti y ha germinado en tu Ser la llama divina! Antes me amabas a mí, a tus amigos, pero ahora amas al hombre, a la naturaleza, a todo lo que te envuelve. Ahora si que puedes hacer todo aquello que quieras, porque todos los elementos están contigo. ¡El Amor te ha hecho su Instrumento!



Marga se acercó a ellos…



-Eh…chicos, venga…que hay que recoger. Queremos irnos ya, si no a la niña se le hará demasiado tarde.

-¿Necesitáis que os llevemos los bultos al coche?

-No, Jesús…Juancho lo hizo antes de la cena. Ya solo nos queda despedirnos…

-¿Y así os vais…sin un abrazo si quiera…?

-¡Caray…Jesús…que no nos vamos a una guerra…jajaja…

-De todas formas, Marga…dame un abrazo…

-¡Todos los que quieras, hermano, todos los que quieras!

-¡Y cuida bien de la niña…es una ofrenda muy valiosa…! ¡Y tu Juancho…cuídate, por favor…dame un abrazo!

-¡Descuida, hombre,  que no me perderás de vista tan fácilmente…!

-¡Oye, Jesús…! ¿Qué quieres que te traiga de la ciudad?

-¿Tu también te vas, campeón?

-Raquel me ha dejado…tengo que cuidar de Salem. ¿Por qué no te vienes tú también?

-Yo aquí tengo mucho trabajo, campeón, pero ya sabes que me gustan las sorpresas… ¡Dame un abrazo, Pitufo! ¡Y un beso muy muy fuerte!

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