lunes, 14 de noviembre de 2016

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-5 (Segundo Escrito)


Capitulo 5- (Segundo Escrito)

EL CUERPO DEL DOLOR
EL CUERPO DEL DOLOR: INDIVIDUAL Y COLECTIVO 
Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y reconozcamos por lo que es puede realmente disolverse por completo. 
Deja tras de sí un rastro de dolor. Para los niños en particular, las emociones negativas fuertes son demasiado abrumadoras, razón por la cual tienden a tratar de no sentirlas. 
A falta de un adulto completamente consciente que los guíe con amor y compasión para que puedan enfrentar la emoción directamente, la única alternativa que le queda al niño es no sentirla. Desafortunadamente, ese mecanismo de defensa de la infancia suele permanecer hasta la edad adulta. 
La emoción sigue viva y, al no ser reconocida, se manifiesta indirectamente en forma de ansiedad, ira, reacciones violentas, tristeza y hasta en forma de enfermedad física. 
En algunos casos, interfiere con todas las relaciones íntimas y las sabotea. 
La mayoría de los psicoterapeutas han tenido pacientes que comienzan afirmando que su infancia fue completamente feliz y más adelante terminan diciendo todo lo contrario. 
Si bien esos son los casos más extremos, nadie pasa por la infancia sin sufrir dolor emocional. 
Aunque los dos progenitores hayan sido personas iluminadas, el niño crece en medio de un mundo principalmente inconsciente. Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para luego dejarse atrás, terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células mismas del cuerpo. 
Está constituido no solamente por el sufrimiento de la infancia, sino también por las emociones dolorosas que se añaden durante la adolescencia y durante la vida adulta, la mayoría de ellas creadas por la voz del ego. 
El dolor emocional es nuestro compañero inevitable cuando la base de nuestra vida es un sentido falso del ser. 
Este campo de energía hecho de emociones viejas pero que continúan muy vivas en la mayoría de las personas, es el cuerpo del dolor. Sin embargo, el cuerpo del dolor no es solamente individual. También participa del sufrimiento experimentado por un sinnúmero de seres humanos a lo largo de una historia de guerras tribales, esclavitud, rapacería, violaciones, torturas y otras formas de violencia. 
Ese sufrimiento permanece vivo en la psique colectiva de la humanidad y se acrecienta día tras día como podemos comprobarlo viendo los noticiarios u observando el drama de las relaciones humanas. En el cuerpo colectivo del dolor seguramente está codificado el ADN de todos los seres humanos, aunque todavía no se haya podido demostrar. 
Todos los seres que llegan al mundo traen consigo un cuerpo de dolor emocional. En algunos es más pesado y denso que en otros. Algunos bebés son bastante felices la mayoría de las veces. Otros parecen albergar una gran cantidad de tristeza. 
Es cierto que algunos bebés lloran mucho porque no reciben suficiente atención y cariño, pero hay otros que lloran sin razón aparente, como si quisieran que todas las personas a su alrededor fueran tan infelices como ellos, lográndolo a veces. Han llegado al mundo con una carga pesada de sufrimiento humano. 
Otros bebés lloran con frecuencia porque detectan las emanaciones de las emociones negativas de sus padres, lo cual agranda su cuerpo del dolor al absorber la energía de los cuerpos del dolor de sus padres. Independientemente de la razón, a medida que crece el cuerpo físico, crece también el cuerpo del dolor. El bebé que nace con un cuerpo del dolor liviano no será necesariamente un adulto más "avanzado espiritualmente" que el que nace con un cuerpo más denso. 
De hecho, muchas veces sucede lo contrario. 
Las personas cuyo cuerpo del dolor es más pesado generalmente tienen mayores oportunidades de despertar espiritualmente que quienes llegan con un cuerpo relativamente liviano. 
Mientras algunas permanecen atrapadas en sus cuerpos densos, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su infelicidad, de manera que se acentúa su motivación para despertar.
¿Por qué es tan significativa en la conciencia colectiva de la humanidad la imagen del Cristo agonizando con su rostro distorsionado por el sufrimiento y su cuerpo manchado con la sangre de sus heridas? 
Los millones de personas, especialmente durante la Edad Media, no se habrían identificado tan profundamente con esa imagen si ésta no hubiera encontrado eco con algo dentro de ellas o si no la hubieran reconocido inconscientemente como una representación de su propia realidad interna, de su cuerpo del dolor. Todavía no estaban lo suficientemente conscientes para reconocerla directamente en su interior, pero fue el primer paso para hacerlo. Cristo puede considerarse como el arquetipo humano en quien se albergan tanto el dolor como la posibilidad de trascendencia. 
DE CÓMO SE RENUEVA EL CUERPO DEL DOLOR 
El cuerpo del dolor es una forma semiautónoma de energía, hecha de emociones, que vive en el interior de la mayoría de los seres humanos. Tiene su propia inteligencia primitiva, muy parecida a la de un animal astuto, y el principal objetivo de esa inteligencia es la supervivencia. 
Al igual que todas las formas de vida, necesita alimentarse periódicamente (absorber nueva energía) y su alimento es la energía compatible con la suya propia, es decir, la energía que vibra en una frecuencia semejante. 
Toda energía emocionalmente dolorosa puede convertirse en alimento para el cuerpo del dolor. Es por eso que tanto le agradan al cuerpo del dolor los pensamientos negativos y el drama de las relaciones humanas. 
El cuerpo del dolor es una adicción a la infelicidad. 
Es probable que usted se sienta sorprendido al saber por primera vez que hay algo en su interior que busca periódicamente la negatividad emocional y la infelicidad. 
Es preciso estar más conscientes para verlo en nosotros mismos que para verlo en los demás. 
Una vez que la infelicidad se apodera de nosotros, no solamente no deseamos ponerle fin sino que tratamos de que los otros se sientan tan infelices como nosotros a fin de alimentarnos de sus reacciones emocionales negativas. 
En la mayoría de los casos, el cuerpo del dolor tiene una fase activa y otra latente. Cuando está latente olvidamos fácilmente que llevamos una nube negra o un volcán dormido en nuestro interior, dependiendo del campo de energía de nuestro cuerpo del dolor en particular. 
El período que permanece latente varía de una persona a otra: unas cuantas semanas es lo más común, pero puede también ser unos cuantos días o unos meses. 
En algunos casos infrecuentes, el cuerpo del dolor puede permanecer en estado de hibernación durante años hasta que algún suceso lo despierta. 
DE CÓMO SE ALIMENTA DE LOS PENSAMIENTOS EL CUERPO DEL DOLOR.

Libro UNA NUEVA TIERRA (ECKHART TOLLE ) Capitulo-5 (Primer Escrito)


CAPÍTULO 5 (Primer Escrito)
EL CUERPO DEL DOLOR 
En su mayor parte, nuestro proceso de pensamiento es involuntario, automático y repetitivo. 
No es más que una especie de estática mental que no cumple ningún propósito real. Estrictamente hablando, no pensamos: el pensamiento es algo que nos sucede. Cuando decimos "yo pienso" está implícita la voluntad. 
Implica que tenemos voz en el asunto, que podemos escoger. 
Sin embargo, en la mayoría de los casos no sucede así. 
La afirmación "yo pienso" es tan falsa como la de "yo digiero" o "yo circulo mi sangre". La digestión sucede, la circulación sucede, el pensamiento sucede. La voz de la mente tiene vida propia. La mayoría de las personas están a merced de esa voz, lo cual quiere decir que están poseídas por el pensamiento, por la mente. Y puesto que la mente está condicionada por el pasado, empuja a la persona a revivir el pasado una y otra vez. En Oriente utilizan la palabra karma para describir ese fenómeno. 
Claro está que no podemos saber eso cuando estamos identificados con esa voz. 
Si lo supiéramos, dejaríamos de estar poseídos porque la posesión ocurre cuando confundimos a la entidad poseedora con nosotros mismos, es decir, cuando nos convertimos en ella. Durante miles de años, la humanidad se ha dejado poseer cada vez más de la mente, sin poder reconocer que esa entidad poseedora no es nuestro Ser. 
Fue a través de la identificación completa con la mente que surgió un falso sentido del ser: el ego. 
La densidad del ego depende de nuestro grado (el de nuestra conciencia) de identificación con la mente y el pensamiento. 
El pensamiento es apenas un aspecto minúsculo de la totalidad de la conciencia, la totalidad de lo que somos. 
El grado de identificación con la mente varía de persona a persona. Algunas personas disfrutan de períodos de libertad, por cortos que sean, y la paz, la alegría y el gusto por la vida que experimentan en esos momentos hacen que valga la pena vivir. Son también los momentos en los cuales afloran la creatividad, el amor y la compasión. 
Otras personas permanecen atrapadas en el estado egotista. Viven separadas de sí mismas, de los demás, y del mundo que las rodea. Reflejan la tensión en su rostro, en su ceño fruncido, o en la expresión ausente o fija de su mirada. El pensamiento absorbe la mayor parte de su atención, de tal manera que no ven ni oyen realmente a los demás. 
No están presentes en ninguna situación porque su atención está en el pasado o en el futuro, los cuales obviamente existen sólo en la mente como formas de pensamiento. 
O se relacionan con los demás a través de algún tipo de personaje al cual representan, de manera que no son ellas mismas. La mayoría de las personas viven ajenas a su esencia, algunas hasta tal punto que casi todo el mundo reconoce la "falsedad" de sus comportamientos y sus interacciones, salvo quienes son igualmente falsos y los que están alienados de lo que realmente son. Estar alienado significa no estar a gusto en ninguna situación o con ninguna persona, ni siquiera con uno mismo. 
Buscamos constantemente llegar a "casa" pero nunca nos sentimos en casa. 
Algunos de Ios más grandes escritores del siglo veinte como Franz Kafka, Albert Camus, T.S. Eliot, y James Joyce, reconocieron en la enajenación el dilema universal de la existencia humana, el cual  probablemente sintieron profundamente, de tal manera que pudieron expresarlo magistralmente a través de sus obras. 
No ofrecen una solución, pero nos muestran un reflejo del predicamento del ser humano para que podamos verlo más claramente. Reconocer ese predicamento es el primer paso para trascender. 
 EL NACIMIENTO DE LA EMOCIÓN 
Además del movimiento del pensamiento, y no tan separada de él, está otra dimensión del ego: la emoción. 
Claro está que no todo pensamiento ni toda emoción le pertenecen al ego. Se convierten en ego solamente cuando nos identificamos con ellos al punto de permitir que nos suplanten por completo; es decir cuando se convierten en el "Yo". 
El organismo físico, nuestro cuerpo, tiene su propia inteligencia, y lo mismo sucede con todas las demás formas de vida. Esa inteligencia reacciona a lo que dice la mente, a nuestros pensamientos. Claro está que la inteligencia del cuerpo es una parte inseparable de la inteligencia universal, una de sus incontables manifestaciones. 
Proporciona cohesión temporal a los átomos y las moléculas que componen el organismo. 
Es el principio organizador de todo el funcionamiento de los órganos del cuerpo, de la conversión del oxígeno y los alimentos en energía, de los latidos del corazón y la circulación de la sangre, del funcionamiento del sistema inmune encargado de proteger al cuerpo de los invasores, de la traducción de la información sensorial en impulsos nerviosos que llegan hasta el cerebro donde son descodificados y ensamblados nuevamente para crear un panorama coherente de la realidad externa. 
Esta inteligencia coordina perfectamente todas esas funciones, además de otras miles que ocurren simultáneamente. 
No somos nosotros quienes manejamos nuestro cuerpo. 
Lo hace la inteligencia, la cual está también a cargo de las reacciones de nuestro organismo frente a su entorno. 
Eso es así para todas las formas de vida. 
Es la misma inteligencia que dio su forma física a la planta y que se manifiesta en la flor que abre sus pétalos para recibir los rayos del sol de la mañana y luego los cierra durante la noche. Es la misma inteligencia que se manifiesta como Gaia, ese ser viviente complejo que es nuestro planeta Tierra. 
Esta inteligencia da lugar a reacciones instintivas cuando el organismo se ve amenazado o desafiado. 
En los animales produce reacciones semejantes a las emociones humanas: ira, temor, placer. Podría decirse que estas reacciones instintivas son emociones primordiales. 
En algunas situaciones, los seres humanos experimentan las reacciones instintivas de la misma manera que los animales. Ante el peligro, cuando está amenazada la supervivencia del organismo, los latidos del corazón se aceleran, los músculos se contraen y la respiración se hace más rápida, en preparación para luchar o huir. Es el miedo primordial. 
Cuando el cuerpo se siente acorralado, se produce una intensificación súbita de la energía que le da una fuerza que antes no tenía. Es la ira primordial. 
Aunque estas reacciones instintivas parecen semejantes a las emociones, no lo son en el sentido verdadero de la palabra. 
La diferencia fundamental entre una reacción instintiva y una emoción está en que la primera es una reacción directa del cuerpo frente a una situación externa, mientras que la emoción es la respuesta del cuerpo a un pensamiento. 
Indirectamente, una emoción también puede ser una reacción a una situación o a un hecho real, pero vista a través del filtro de la interpretación mental, el filtro del pensamiento, es decir, a través de los conceptos mentales de bueno y malo, gusto y disgusto, yo y lo mío. 
Por ejemplo, es probable que no sintamos emoción alguna cuando nos enteramos de que le han robado el automóvil a alguien, mientras que si es nuestro automóvil, nos sentiremos muy alterados. Es sorprendente cuánta emoción puede generar un concepto mental tan nimio como es el de "mío". 
Si bien el cuerpo es muy inteligente, no está en capacidad de distinguir entre una situación real y un pensamiento. 
Reacciona a todos los pensamiento como si fueran la realidad. No sabe que es apenas un pensamiento. Para el cuerpo, un pensamiento preocupante o amenazador significa, 
"Estoy en peligro", llevándolo a reaccionar de conformidad, aunque la persona esté descansando en su cama en la noche. 
El corazón se acelera, los músculos se contraen, la respiración se hace más rápida y se acumula la energía. 
Pero como el peligro es solamente una ficción de la mente, esa energía no tiene por dónde desfogar. Parte de ella retorna a la mente y genera más pensamientos angustiosos. 
El resto de la energía se vuelve tóxica e interfiere con el funcionamiento armonioso del cuerpo.

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