miércoles, 17 de febrero de 2016

EL LIBRO DE LA NADA OSHO


Capitulo 2
EL CAMINO ES PERFECTO.
UNAS CUANTAS COSAS
Antes de entrar en este sutra de Sosan.
En Occidente, hace sólo unos años, hubo un hipnotizador francés, Emile Coué, que redescubrió una de las leyes básicas de la mente humana.
La llamó «la ley del efecto contrario»; este es uno de los sutras más antiguos del pensamiento taoísta y del zen. Sosan está hablando de esta ley. Intenta comprenderla, y entonces sus palabras te serán fáciles de entender.
Por ejemplo, si no tienes sueño ¿qué harás? Tratarás de dormirte; harás esfuerzos, harás esto y aquello, pero todo lo que hagas tendrá justo el efecto contrario; no traerá lo que necesitas.
Ocurrirá justo lo contrario, porque cualquier actividad, cualquier esfuerzo, irá en contra del sueño. Dormir es una relajación.
No puedes provocarlo, no puedes hacer nada para que ocurra; no forma en absoluto parte de tu voluntad.
Dormir es entrar en el inconsciente y tu voluntad es simplemente un fragmento de la consciencia. Cuando entras en el inconsciente, en lo profundo, dejas en la superficie la parte que es consciente, el fragmento que es la voluntad. No puedes llevar tu superficie a la profundidad, no puedes llevar tu circunferencia al centro.
Por eso cuando haces esfuerzos para dormir, estás haciendo algo autodestructivo. Estás haciendo algo que se convertirá justo en lo opuesto; te despertarás aún más. La única manera de entrar en el sueño es no hacer nada. Si no viene, no viene. Espera... ¡No hagas nada! De otra forma lo alejarás aún más y crearás una distancia. Simplemente espera, apaga la luz, cierra los ojos, relájate y espera. Cuando llega, llega. No puedes provocarlo con ningún acto de tu voluntad; la voluntad está en contra del inconsciente.
Y esto ocurre con muchas cosas de la vida: que ocurre justo lo contrario. Si quieres estar en silencio, ¿qué harás?; porque el silencio es como el sueño. No puedes forzarlo. Sólo puedes permitir que ocurra, es un dejarse llevar, pero no hay forma de producirlo. ¿Qué harás si quieres estar en silencio? Si haces algo estarás aún menos en silencio. Si quieres estar tranquilo, ¿qué harás?; porque quietud significa no-hacer. ¡Solamente flotas, solamente te relajas! Y cuando digo que solamente te relajas, quiero decir solamente.
No hay que usar ningún método para relajarse, porque cualquier método significaría de nuevo que estás haciendo algo.
Hay un libro que se titula ¡Tienes que relajarte! Y el «tienes que» va justamente en contra de la relajación; el «tienes que» no se debería incorporar, si lo haces así te pondrás más tenso.
Esta ley fue descubierta por Emile Coué, quien dijo: «Deja que las cosas ocurran, no las fuerces». Hay cosas que se pueden forzar; todo lo que pertenece a la mente consciente se puede forzar.
Pero hay cosas que no: todo lo que pertenece al inconsciente, a tu profundidad, no se puede forzar. Ocurre muchas veces: intentas recordar un nombre o un rostro y no lo consigues, aunque sientes que lo tienes justo en la punta de la lengua.
La sensación es tan intensa que te parece que va a llegar en cualquier momento y tratas de que te venga a la memoria.
Y cuanto más lo intentas, menos te viene.
Hasta empiezas a sospechar si esta sensación es real.
Pero lo sientes; todo tu ser te dice que está ahí, justo en la punta de la lengua. ¿Pero por qué no te viene si está justo ahí? No te saldrá. Hagas lo que hagas, no te saldrá. Entonces te sientes frustrado, te desesperas y te olvidas del asunto.
Sales al jardín y te pones a trabajar en él, o te pones a leer el periódico o enciendes la radio y escuchas música; y de repente te viene a la memoria. ¿Qué ha ocurrido? Pertenecía al inconsciente, estaba en lo profundo de ti. Y cuanto más lo intentabas, más difícil se hacía; y cuanto más lo intentabas más se perturbaba el inconsciente. Entonces todo se volvió un caos, todo se removió. Estaba ahí, justo en la punta de la lengua, pero al tú estar tan activo intentando recordarlo... estabas usando la voluntad, y la voluntad no puede traer las cosas de tu profundidad. Sólo a través de la rendición puedes hacerlo, sólo cuando te dejas llevar.
Así que cuando te fuiste al jardín, al parque o empezaste a leer el periódico o a cavar un hoyo en el suelo o a escuchar música, te olvidaste completamente del asunto..., y de repente ahí lo tienes. Esta es la ley del efecto contrario. Recuerda, con el inconsciente la voluntad no sirve para nada; no es que no sirva para nada sino que además resulta peligrosa, perjudicial. Lao Tse, Chuang Tzu, Bodhidharma y Sosan... son los maestros de esta ley del efecto contrario. Y esta es la diferencia entre el yoga y el zen.
El yoga hace toda clase de esfuerzos y el zen no hace ninguno; y el zen es más auténtico que cualquier yoga. Pero el yoga te atrae, porque en lo que a ti concierne hacer es fácil; por muy duro que sea, hacer es fácil. No-hacer es difícil. Si alguien dice: «No hagas nada», te sientes perdido. Vuelves a preguntar: «¿Qué es lo que tengo que hacer?».
Si alguien dice: «No hagas nada», esto es lo más difícil para ti.
Si lo comprendieras, no sería así. No-hacer no requiere cualificación alguna.
Puede que el hacer sí, puede que el hacer requiera práctica. No-hacer no requiere práctica alguna.
Es por eso que el zen dice que la iluminación puede ocurrir en cualquier momento; porque no es cuestión de cómo alcanzarla, es cuestión de cómo permitirla.
Es como el dormir: te relajas y ahí está, te relajas y ocurre.
No estás permitiendo que ocurra porque tienes mucha actividad en la superficie. ¿Te has dado cuenta alguna vez del hecho de que casi el noventa por ciento de los niños nacen durante la noche, no durante el día? ¿Por qué? Debería ser el cincuenta por ciento.
¿Por qué más niños eligen la noche? Y ¿por qué el noventa por ciento? Porque por la noche la madre está inconsciente, relajada. Está durmiendo y el niño puede salir fácilmente.
Si ella está consciente, se esforzará, y entonces hará su presencia la ley del efecto contrario.
Mientras la madre esté despierta, hará todos los esfuerzos posibles para poder sobrellevar el dolor, para que la cosa se acabe y el niño nazca. Y todo esfuerzo es una barrera; ella pone obstáculos.
Cuanto más se esfuerza, más estrecho se hace el canal, y el niño no puede salir. En las sociedades primitivas las madres no sienten ningún dolor cuando dan a luz, ningún dolor en absoluto.
Es un milagro.
Cuando, por primera vez, la ciencia médica occidental descubrió esto (que todavía existían sociedades primitivas en las que las madres no sufrían en absoluto) no se lo podía creer. ¿Cómo es posible esto? Entonces hicieron muchos experimentos, llevaron a cabo muchos proyectos de investigación, y se descubrió que todo se debe a que se trata de mujeres inconscientes.
Viven como animales salvajes; no hay lucha, no hay conflicto, no hay esfuerzo. No quieren nada, simplemente flotan.
Son primitivas, no tienen una mente muy consciente.
Cuanto más civilizado eres, tu mente está más consciente.
Cuanto más civilizado, más entrenada está tu voluntad, y tu inconsciencia se aleja cada vez más, hacia las profundidades, y entonces se crea una distancia. Si hay algo que hacer, por difícil que sea, siempre podrás encontrar la forma de hacerlo, de cómo hacerlo. Puedes aprender la técnica; hay expertos que te pueden enseñar.
Pero el zen no es algo que se le pueda enseñar a nadie.
En Dios no hay expertos ni autoridades; no puede ser, porque no es una cuestión de saber cómo, de hacer, sino de relajarte en tu ser.
Lo más importante te ocurrirá sólo cuando tú no estés ahí.
Y si estás haciendo algo tendrás que estar ahí.
El sueño llega cuando tú no estás ahí. La iluminación también sigue la misma regla; llega cuando no estás ahí.
Pero cuando estás haciendo algo, ¿cómo vas a estar ausente al mismo tiempo? Si estás haciendo algo, estarás ahí.
La acción alimenta el ego. Cuando no estás haciendo nada el ego no puede alimentarse. Simplemente desaparece, se muere, no está ahí. Y cuando el ego desaparece, desciende la luz. Así que, lo que sea que hagas queriendo, será la propia barrera. Cuando estés aquí, en mis meditaciones, hazlas, pero no a base de voluntad. No las fuerces; es mejor que dejes que ocurran. Flota en ellas, abandónate en ellas. Déjate absorber, no pongas tu voluntad.
No manipules, porque al manipular te divides, te conviertes en dos: El manipulador y el manipulado.
Y una vez que eres dos, inmediatamente se crean el cielo y el infierno; entonces se abre una distancia enorme entre tú y la verdad. No manipules, deja que las cosas ocurran.
Si estás haciendo la meditación Kundalini, permite el movimiento; ¡no lo hagas! Quédate de pie en silencio, siéntelo llegar, y cuando tu cuerpo comience a temblar un poco, colabora, ¿pero no lo hagas? Gózalo, disfrútalo, permítelo, recíbelo, dale la bienvenida, pero no lo hagas voluntariamente.
Si lo fuerzas, se convertirá en un ejercicio, un ejercicio físico. Entonces aparecerá el temblor, pero sólo en la superficie.
No te penetrará.
En el interior permanecerás sólido, como una piedra, como una roca. Continuarás siendo el manipulador, el hacedor, y el cuerpo tan sólo te estará siguiendo. El cuerpo no es lo importante, lo importante eres tú. Cuando digo muévete, quiero decir que se mueva tu solidez, tu ser rocoso debe sacudirse hasta los mismos cimientos para que así se vuelva líquido, fluido, para que se derrita y fluya. Y cuando el ser rocoso se vuelve líquido el cuerpo le sigue. Entonces no hay un alguien que lo mueva, sólo movimiento; entonces nadie lo está haciendo, sino que simplemente está ocurriendo.
Entonces no hay un hacedor.
Disfrútalo, pero no lo hagas voluntariamente.
Y recuerda, siempre que haces algo voluntariamente no puedes gozarlo. Esas dos cosas son contrarias, opuestas; nunca se encuentran.
Si fuerzas algo no puedes disfrutarlo, si lo disfrutas no puedes forzarlo. Por ejemplo, puedes forzar tu amor.
Puedes hacerlo de acuerdo a los manuales, pero así no lo disfrutarás. Si lo quieres disfrutar tendrás que tirar todos los manuales, todos los Kinseys y los Masters & Johnsons; tendrás que tirarlos todos. Tendrás que olvidarte por completo de todo lo que has aprendido acerca del amor.
Al principio te sentirás perdido, porque no tendrás ninguna guía, ningún mapa. ¿Por dónde empezar? Simplemente espera..., deja que se mueva tu energía interior, entonces síguela adondequiera que te lleve. Puede que tarde un poco de tiempo, pero cuando el amor llega te sobrepasa. Ya no estás ahí. El amor está ahí pero no hay nadie que ame. El amor ocurre como una energía, pero en él no hay ego. Entonces es algo inmenso, es una gran liberación.
Entonces el amor se convierte en éxtasis, y descubres algo que sólo han conocido aquellos que han llegado a lo Divino. Descubres un pequeño fragmento de ella, un rayo de luz, una gota del océano; entonces te llega su sabor. La meditación, Dios, la iluminación, el nirvana..., todo ello llega a la existencia a través del amor, porque a través del amor llega un destello. Y tan pronto como ese destello estuvo allí, algunas almas valientes emprendieron una aventura para encontrar la fuente de donde procedía. A través del amor se ha descubierto a Dios. Por eso, siempre que alguien le pregunta a Jesús: ¿Qué es Dios?», él contesta: «Dios es amor»; porque a través del amor llegan los primeros vislumbres.
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