domingo, 2 de agosto de 2015

Un viaje sin retorno: CAPITULO 5.- EL CONTACTO Y LA HUÍDA


Raquel se encerró en su tienda. Se sentía mal. Cuando se despidió de Jesús, algo muy dentro de ella se derrumbó. Una encrucijada de emociones y sentimientos la ahogaban, hasta que rompió a llorar.
“¡Dios mío…! ¿Qué me está sucediendo? Me siento terriblemente cansada y ya no puedo más. Mi cuerpo es joven, pero me siento tan vieja… Ya no me quedan fuerzas para seguir buscándote, Señor… o Sananda… o como te llames ahora. Ayúdame a encontrarte, por favor… estoy perdida y desorientada, y sola… terriblemente sola. Son muchos años de búsqueda y esta aventura parece no tener fin. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Una pesadilla? ¿Un sueño? ¿Fue real… y si así fue… por qué no te encuentro, mi Amor… me oyes… me oyes…?
                              
Raquel se encontraba con el rostro hundido entres sus manos. La soledad y el dolor eran sus únicos compañeros. Solo la presencia de su amiga Marga le sacó de aquel estado.

-Eh… ¿qué te ocurre, Raquel? ¿Te encuentras mal?
-¿Qué hay, Marga, cómo os ha ido? ¿Habéis vuelto todos?
-¿Pero qué te pasa… estás llorando?
-No, no pasa nada…Ya sabes que cuando me entra la depre me pongo un poco tonta.
-Ya, la depre… En esto no puedo ayudarte, Raquel. Te quiero mucho y eres mi mejor amiga, pero no te comprendo. A veces te siento como una extraña para mí. Tanto tú como Felipe escapáis a mi entendimiento, y aquí no sirve de nada la buena voluntad que pone una.
-Vamos… vamos, Marga, no dramatices ahora, y cuéntame qué es lo que ha pasado.
-Tú y tu dichosa manía de desaparecer sin avisar. Hemos estado buscándote por todo el campamento. Felipe se ha enfadado contigo.
-Pues peor para él, dos trabajos tiene… además, yo no imaginaba que iba a haber este despliegue nocturno.
-Ha sido alucinante. Nos disponíamos todos a dormir, cuando de pronto oímos unos gritos. Salió Felipe en calzoncillos de la tienda y pudo verlo con sus propios ojos. Es la primera vez que vemos un avistamiento tan descarado.

-¿Pero qué es lo que visteis?
-Dos naves gigantescas que se dirigían a unas velocidades increíbles hacia la ciudad. Felipe calculó que venían del norte.
-¡La Montaña Sagrada…! Jesús comentó que estaba al norte.
-Bueno, sigo… cogimos todos los utensilios y las cámaras, y como no te encontrábamos, nos fuimos. Cuando llegamos a la ciudad todo el mundo estaba en la calle mirando hacia el cielo. Las dos naves ya habían aterrizado, muy cerca del Huerto de los Olivos, pero en el cielo todavía se veían luces de un lado para otro.
-Bien, ¿y qué paso?
-Fue maravilloso, Raquel, y pensar que yo era reacia a todas estas cosas…
-Vamos… vamos, Marga, que no es para tanto. Te deslumbras enseguida.
-¿Me dejas seguir o me callo?
-Bueno, perdona, sigue contando.
-Estuvimos unas dos horas aproximadamente esperando ver salir a alguien de esas dos naves, hasta que por fin, dos seres, que por su físico parecían humanos pero mucho más altos y llevando un casco en la cabeza, aparecieron flotando en el aire. Sus ojos eran azules y muy rubios sus cabellos.
-Pero bueno, Marga… ¿no dices que llevaban cascos?
-Sí, claro, ya te lo he dicho.
-Entonces, ¿me quieres decir cómo pudiste verles los ojos y el pelo?
-Es fácil imaginárselo… eran tan altos… y todos los altos son guapísimos.
-¿Ah si… pues has ido a enamorarte de un canijo?
-¡Que mala leche tienes a veces, Raquelita!
-¡Y tu no tienes remedio, hija!

En aquel momento Felipe hizo su aparición junto con Juancho y Patricio en la tienda de Raquel.

-¡Alabado sea el Cielo! Por fin apareció la oveja perdida…
-Felipe, por favor, ahora no. Si quieres discutir, lo dejamos para mañana. Ahora no lo soportaría.
-Está bien, aunque aquí, la que más has perdido has sido tú.
-Felipe… ¿qué ha pasado en realidad?
-¿No te lo ha contado ya Marga?
-Si… pero la versión romántica. Yo quiero la real. Solo quiero que me cuentes desde que esos seres salieron de las naves flotando…
-Pues una vez que hicieron acto de presencia, hubo unos instantes de silencio, y ellos empezaron a saludar con un acento metalizado en varios idiomas. Fue muy curioso, pues ellos hablaban en una lengua extraña, pero cada uno de los que estábamos allí, les oíamos en nuestro propio idioma.
-¿Pero que dijeron?
Mira… conforme íbamos oyendo el mensaje, Patricio y yo, cada uno con su grabadora, intentamos grabarlo conforme lo escuchábamos. Creo que lo hemos conseguido. Vamos a oírles.
-Algo que me llamó mucho la atención fue en su saludo, cuando dijeron que no habían podido hacer acto de presencia hasta que no hubieran llegado los que faltaban, porque no todos los que había allí, habían sido citados, y los que sí habían sido llamados, se habían retrasado.
-Pues me temo que los últimos en llegar hemos sido nosotros… ¿no…?
-Pues parece que sí, Patricio.
-¡Mira por donde… a nosotros precisamente nos estaban esperando… que casualidad…!
-Raquel tiene razón, si todos hemos venido aquí de chiripa. Nadie nos había citado.

En aquel momento un cómplice silencio reinó en la tienda. Todos se miraban. Todos recordaban lo sucedido hace doce años… todos sospechaban algo, pero quizás por miedo a lo que hubiera detrás de todo ello, nadie se atrevió a dar su versión. Felipe fue el que salió con un arranque típico de él.

-¿Y quien no nos dice que han sido ellos los que han programado nuestro viaje?
-Y lo dices tan convencido… Hablas de programaciones con una facilidad espantosa. Yo no se que pensaréis los demás, pero yo no me siento una computadora.
-Ni tú, Marga, ni ninguno de nosotros. Bueno… dejémonos de conjeturas y oigamos la cinta.

Felipe conectó el aparato. Al principio se oían ruidos raros y la cinta se paró algunas veces, pero al final se consiguió escuchar lo más importante del mensaje:

“Bienvenidos seáis todos vosotros a esta tierra sagrada del Padre. Somos vuestros hermanos de universos paralelos. Venimos de muy lejos según la medida de vuestra tiempo, pero estamos muy cerca en la Luz.  Hemos venido por el amor que tenemos hacia vosotros, que es un fiel reflejo del de nuestro Padre, del de todos. Venimos para avisaros del grave peligro al que estáis expuestos. Ha llegado el momento del cambio, del juicio y balance de esta generación, y el señor de las tinieblas habita entre vosotros con el propósito de hundir al ser humano para siempre en la miseria espiritual y de la ignorancia. Pero nuestro amado hermano Sananda, que os ama profundamente, ha querido combatirle a vuestro lado. Ahora os corresponde a vosotros identificarlo. Si el corazón del hombre todavía puede reconocerle, es que el Amor sigue todavía latente en vuestro planeta y en vuestra humanidad, y la recuperación sería posible en la Tierra”.

-Felipe… para… para y retrocede la cinta.
-¿Qué es lo que te ha llamado la atención?
-Quiero volver a oír el nombre del hermano de ellos que está aquí.
-No hace falta. Su nombre es Sananda.
-Sananda… Sananda…
-Ahora que me acuerdo, Raquel, cuando te diste el golpe y recuperabas el conocimiento, decías una y otra vez ese nombre… hablabas de una puerta y algo relacionado con el tiempo.
-Dime, Felipe, ¿te has parado a pensar por un instante en el contenido y en el alcance del mensaje de los comunicantes…? Vamos, me dirijo a ti, pero la pregunta va por todos.
-Bueno, Raquel, tampoco hay que tomarse las cosas tan a pecho. No hay que pasarse. Mensajes como éste han pasado por nuestras manos a cientos y nunca ha pasado nada. Ha sido una bonita experiencia, y solo por lo que hemos visto, ha merecido la pena venir a Jerusalén. Ya nos podríamos ir tan contentos. Contactos como éste seguirán invadiendo la asociación.
-¡Que bien, Felipe… ya me está gustando el tema… Me apasiona el misterio!
-Pues mira a ver si le contagias algo a tu querida amiga, Marga, que ya le llega la cara a los pies.
-No te preocupes, Felipe, ya me encargo yo de ella. Lo que pasa es que está con depre.
-¡Basta ya, Marga, te lo ruego! Salid todos de aquí, por favor, quiero hablar a solas con Felipe.
-Chicos… va a haber bronca. Es mejor que nos vayamos.

Cuando Juancho, Marga y Patricio salieron de la tienda, el rostro de Felipe cambió radicalmente de expresión. Sus ojos miraban fijamente a los de Raquel. Era una mirada dura y expectante.

-¿Pero qué es lo que quieres, que te pasa… maldita sea?
-No quiero nada extraordinario, solo hablar contigo.
-¡Hablar contigo es discutir!
-Eso no es ninguna novedad, somos expertos. Que yo recuerde lo llevamos haciendo desde que nos conocemos.
-¡Deja en paz a nuestro pasado! Si tu vives todavía estancada en el pasado, yo no. Soy un hombre lo suficientemente maduro y responsable para tomar mis propias decisiones y forma de hablar sin que tú tengas que estar incordiándome y amonestándome siempre.
-¿Qué tu eres responsable y maduro? ¿Y tú quieres arreglar las mentes de los demás…? ¡Empieza por ti mismo!
-Estás histérica, Raquel, completamente perdida y sin rumbo…
-Sí, lo reconozco, pero tú en cambio juegas a ser un hombre cuando en realidad te comportas como un niño.
-En vez de criticarme, podrías tomar lecciones de cómo comportarte como una verdadera mujer. En ese aspecto dejas mucho que desear.
-Si según tú no soy una mujer… ¿Qué soy entonces… una mona?
-Mucho peor… eres una niña mimada, caprichosa, que no permite que nadie la contraríe.
-Sí, soy una miserable, una histérica y no tengo ni puñetera idea ni ganas de portarme como una mujer, pero no me lo reproches tanto… porque cuando acudí a ti buscando ayuda, comprensión, atención y sobre todo consideración, ni te encontré a ti, ni a los demás. Nunca me habéis tomado en serio. Para ti he sido una lunática que no superó aquella experiencia y que vive traumatizada por ello, pero tú no te libras de culpa. Tú eres el peor. Eras el más indicado para ayudarme, me querías, al menos eso me decías, pero me ridiculizabas. Se que estás detrás de mí intentando averiguar algo. Sabes que te oculto algo que quieres saber, pero no eres capaz de quitarte esa máscara de sabelotodo y autosuficiente, y de hablar conmigo de lo que nos preocupa a los dos. Eres orgulloso, Felipe, y muy superficial con los sentimientos. Tú también tienes una tormenta en tu cabeza. Te sientes perdido, tú como yo, sabes o intuyes cosas, hechos, pero tienes miedo, porque tendrías que enfrentarte primero contigo mismo, y no eres capaz, porque eres cobarde… como yo. A veces, Felipe, pienso que me odias, porque me ves como a la viva imagen de tu fracaso.
-Si de verdad piensas eso Raquel… es que estás ciega. ¡Yo te quiero!
-Y yo también Felipe, yo también… pero llevamos siempre un diálogo de sordos y de mudos. Nunca nos escuchamos ni intentamos comprendernos. Lo único que hacemos es descargarnos mutuamente la rabia y decepción que llevamos dentro, y nos hacemos mucho daño.
-Y pensar que todo esto ha sido por el maldito mensaje…
-No ha sido el mensaje solamente, Felipe, y lo sabes. Todos pasamos por aquella experiencia, y no fue gratuita. Que cada cual escoja su propio camino y busque su propia respuesta. Desconozco hasta que punto estás implicado conscientemente en este asunto. Eres muy libre de hacer lo que quieras. Yo también, y voy a ponerme en marcha. Ya no quiero depender de vuestra comprensión ni de vuestro apoyo, ni os haré culpables de mi problema. He decidido enfrentarme a él yo sola. Desde este momento considérame fuera de esta expedición que no lleva a ninguna parte.
-Y ahora… ¿a dónde vas? ¿Qué haces con esa mochila? ¿Dónde vas maldita sea?
-Si, Felipe… sigue maldiciendo… es lo único que sabes hacer muy bien. Puede que nunca llegue a ser una mujer como a las que a ti te gustan, pero lo que no seré nunca, seguro, es la marioneta de nadie, sea de abajo o de arriba… ¿me entiendes? Y ahora… ¡déjame pasar!
-Al menos dime donde piensas ir
-¡¡AL INFIERNO!!

Y ante la mirada atónita del joven, Raquel, cogiendo bruscamente la mochila y echándosela al hombro, salió precipitadamente de la tienda.
Felipe no comprendía nada. Quiso marchar tras ella, pero algo le detuvo. La quería más que a nadie en el mundo, pero nunca supo demostrárselo. Eran dos almas gemelas que no habían tenido la oportunidad de encontrarse. Los dos necesitaban aislarse del mundo para encontrarse a sí mismos. No la seguía porque confiaba que en la huída de Raquel, encontraría aquello que él no supo darle. Felipe quedó inmóvil, en la puerta, pero su corazón marchó con ella.

-¿Pero qué pasa aquí? ¿Hay heridos?
-Dos heridos muy graves, Marga, que necesitan de cuidados intensivos.
-Pues este tipo de cuidados, hermano, no puedo dártelos.
-Esta clase de heridas no las puede curar un médico de este maldito mundo.
-¡Huy… huy…! ¿Pero qué ha pasado aquí… dónde está Raquel?
-Se ha marchado.
-¿Pero a dónde?
-¡Al infierno!
-Vamos, déjate de tonterías y dime dónde ha ido.
-¿Tontería… no es acaso este puñetero mundo un infierno? ¡Dime…!
-¡Ay, Felipe, que mi brazo no tiene la culpa!
-¡Perdóname, Marga, perdóname… no he querido hacerte daño, perdona…!
-Esta vez la discusión, ha sido dura, ¿verdad?

En aquel momento Juancho entró jadeante. Había salido corriendo del campamento con la esperanza de localizar y alcanzar a Raquel, pero no lo había conseguido.

-Chicos, no ha habido manera. No hay ni rastro de ella, y por la puerta del campamento no ha pasado.
-Y aunque lo haya hecho… con el alboroto que hay en estos momentos, es imposible dar con ella.

-Pero algo hay que hacer, aquí estamos relativamente seguros, pero fuera la cosa está muy chunga… y ahora que caigo… se ha ido sin el pasaporte y sin el visado… ¡Madre mía… pero Felipe, como has podido dejarla marchar!
-No he sabido reaccionar, pero no tengo miedo por su integridad física, sino por lo que pueda estar tramando en estos momentos.
-Juancho, ¡acompáñame un momento!
-¿A dónde quieres ir, Marga?
-Ven conmigo… mientras vamos te lo digo.

Juancho y Marga salieron de la tienda con dirección al dispensario sanitario.

-¿Pero dónde vamos?
-Vamos a decirle lo que pasa a Jesús.
-¿Y quien es ese Jesús?
-Tu no le conoces, pero nosotras sí, y le hemos hablado de vosotros. Es el compañero que está a cargo del dispensario del campamento, el que ha atendido a Raquel esta mañana cuando el accidente. Es un colega muy majo y él es de esta zona. Podrá ayudarnos.

Cuando llegaron ante la puerta de la tienda roja, quedaron asombrados. Una veintena de personas aguardaban fuera, bien sentadas en sillas, o echadas sobre el césped. Cuando entraron en el interior, vieron a Jesús intentando reanimar a una muchacha que tenía dificultades para recuperar su respiración. Cuando éste les vio aparecer, la desesperación desapareció de su rostro.

-En buena hora habéis llegado, colegas. Echarme una mano porque esta muchacha se nos va.

Después de unos minutos de intensos ejercicios de respiración y de masajes en el pecho de la joven, ésta comenzó a respirar y la tensión muscular fue desapareciendo. El pulso se iba normalizando.

-Lo hemos conseguido… en buen momento habéis venido, hermanos.
-¿Pero qué ha pasado… ha habido alguna epidemia de algo?
-Sí, la epidemia de la locura colectiva. La causa ha sido lo que habéis visto en Jerusalén: histerias, neurosis, infartos, e incluso ataques epilépticos en algunos casos. Pero os veo preocupados… ¿a qué veníais?
-Jesús, Raquel se ha marchado, mejor dicho, ha huido de nosotros.
-¿Qué ha huido o, sencillamente, se ha ido a dar una vuelta?
-No, Jesús, es en serio. Tuvo una discusión muy fuerte con Felipe a causa del mensaje de los del ovni, y cogió su mochila y se largó. Lo peor de todo es que he comprobado que en su mochila no llevaba nada. Todo su equipaje estaba en la tienda, pero lo más preocupante es que se ha ido sin el pasaporte y sin el visado.
-¿Y no tenéis idea de a dónde ha podido ir?
-No. Yo me he acordado de ti, eres el único que conocemos aquí y sabes de esta zona. Si te sirve de algo… cuando oíamos el mensaje en la grabadora, volvió a oír el nombre de Sananda, y recordó de nuevo lo de la Montaña Sagrada. Comentó que tú le habías dicho que estaba al norte…
-Sí… creo que se hacia dónde se dirige. Y esa zona es muy peligrosa.
-¡Jesús, hay que hacer algo!
-Está bien… ¿vosotros tenéis experiencia en puestos de urgencia?
-Como no… estuvimos casi dos años cubriendo urgencias en un hospital de Madrid.
-Entonces, vosotros quedaros aquí. Encontraréis batas blancas en ese armario, y llamar sin falta a una ambulancia para que trasladen sin demora a esta muchacha al hospital. Aquí tenéis el teléfono. Pero usad el inglés.
-Jesús… si es peligroso… ¿quieres que te acompañe yo?
-No, Juancho. Tú haces más falta aquí. Si vinieras conmigo tendría que estar también pendiente de ti. Además, esto no puede ser abandonado. Llamar a vuestros compañeros para que os echen una mano. ¿Entre vosotros hay alguno especializado en pediatría? Hay un matrimonio ahí fuera con su bebé que tiene problemas en su alimentación.
-Si, claro… pero es Raquel.
-Bueno, en ese caso, cuando venga la ambulancia, que se lleven también al niño. Si veis que tardo, nos os preocupéis. Hay muchos caminos para llegar allí, pero ignoro cual ha podido coger. Puedo tardar incluso días.
-Seguro que Raquel ha cogido el más difícil y tortuoso… ella es así…
-Muy bien, Marga, me has dado una pista muy buena. La seguiré.
-¡Por favor… ten cuidado… y tráela pronto!
-No os preocupéis. Todos vosotros estáis protegidos. Lo que más me preocupa es cómo estará ella psíquicamente y emocionalmente. Y si no se ha llevado ropa de abrigo… lo va a pasar mal. ¡Hasta pronto, chicos!
-Pide ayuda a los de arriba… a ver si te echan una mano… para variar….
-Pero Marga, ¿también tú alucinas?
-¡Cállate, Juancho, Raquel tiene razón sobre vosotros… sois unos orgullosos sabeloto!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...