domingo, 2 de agosto de 2015

Un viaje sin retorno; CAPITULO 7.- EL RECHAZO


Pocos minutos faltaban  ya para mediodía cuando Jesús entraba por la puerta principal del campamento “Estrella de David”. Todo estaba en calma. La mayoría de los que allí habían estado instalados durante seis meses, después de la experiencia colectiva de Jerusalén, habían partido ya hacia sus países de origen. Jesús atravesó a paso ligero el callejón central, y se dirigió directamente hacia la tienda de Felipe. Allí no había nadie. Pasó luego a la de Patricio, y allí estaba el muchacho, sentado en el suelo leyendo una novela de Julio Verne.

-¿Qué hay, Patricio?
-Hola. ¿Dónde está Raquel… no viene contigo?
-Ella está bien. La encontré muy cerca de donde yo vivo, pero quiere estar unos días sola. Necesita pensar y reflexionar. ¡Le irá muy bien! ¿Dónde están los demás?
-En el dispensario. Yo, como no entiendo de medicina, estoy aquí… matando un poco el tiempo.
-Te veo triste, ¿te ocurre algo, Patricio?
-No, no me pasa nada… solo estoy aburrido.
-Bueno, pues te dejo que sigas leyendo. Voy a ver qué hacen los muchachos y a darles el parte. ¡Hasta pronto, Patricio!
-Adiós…

Jesús se dirigía hacia el dispensario un poco pensativo y triste a la vez. No conseguía encontrar la forma ni el momento de introducirse en el corazón del muchacho. Era un caso difícil, pero no perdía la esperanza. Cuando llegó, Felipe, Juancho y Marga se encontraban sentados tomando un café. Estaban bastante nerviosos, con el aspecto de no haber dormido en toda la noche, y cuando vieron aparecer a Jesús, se abalanzaron hacia él.

-¿Cómo está Raquel, la has encontrado…? ¿Dónde está?
-Calma, muchachos… calma… todo está bien. Encontré a Raquel tiritando de frío, pero en buen estado. La acerqué a un pequeño refugio de montaña y allí terminó de reaccionar. Le he dejado víveres para varios días y ropa suficiente para el frío de la noche.
-¿Pero es que no ha bajado contigo?
-No, Felipe, quiere estar unos días sola para pensar… lo necesita.
-¿Pero cómo has podido dejarla allí sola? ¿Estás loco? ¿Y si le pasa algo?

-Felipe, cálmate, no le va a pasar nada. Si necesita algo, mi casa está a diez minutos del refugio y el camino no es peligroso. ¿Crees acaso que si hubiese visto el más mínimo riesgo la habría dejado allí?
-Pero es que tu no tenías ningún derecho a decidir nada en este asunto… eres un perfecto desconocido. Nosotros somos sus amigos, no tú.
-¡Basta ya, Felipe! No olvides que fue él quien se arriesgó y subió a buscarla. ¡Tú eres quien no debería haberla dejado marchar!
-Yo también lo habría hecho, Marga, de saber dónde estaba.
-Y nosotros también, nadie lo pone en duda. Pero Jesús nos ayudó y es tan amigo de Raquel como lo somos nosotros, y no tenemos ningún derecho a decidir sobre ella. Si quiere quedarse allí… que lo haga, perfecto…
-Felipe… Marga… no os pongáis así. Ella me dio un recado para vosotros: que la perdonéis, y que os quiere mucho. Lo está pasando bastante mal y todos sabéis por qué. Hemos estado hablando sobre la experiencia y le ha relajado mucho. Se ha quedado más serena.
-¿Qué ha hablado contigo de este tema? ¿Y conmigo… por qué no lo ha hecho nunca…? ¿Qué le has prometido tu o qué le has dado para que lo hiciera…? Yo soy su mejor amigo y nunca se ha confiado a mí, y viene un desconocido, la encandila y consigue de ella lo que yo nunca he logrado. ¿Qué más has conseguido de Raquel… dime…? ¿Ha sabido ser contigo la mujer que nunca lo fue conmigo?
-Felipe… ¿qué quieres decir?
-¿Qué si se ha dejado seducir por ti, maldito judío…? ¡Eso es lo que quiero decir!

Marga, indignada por la reacción de su amigo, le propinó a éste una sonada bofetada.

-¡Eres injusto y ruin! ¿Por qué te comportas así?
-Marga, déjale… no tiene importancia.
-No, no podemos dejarle, se está comportando como un imbécil. ¡No puedo permitir que te ofenda de esta manera, y tampoco a Raquel!
-Marga, no me siento ofendido, pero lo que sí es triste, Felipe, es que descargues tu ira en los demás. Puedes pensar de mí las barbaridades que quieras… pero aceptar la idea de que Raquel se hubiese dejado seducir por mí… ¿en qué concepto la tienes? A Raquel y a mí nos une un amor y un cariño muy fuerte, aunque ahora no podáis entenderlo, pero es más sublime que el amor que tú sientes por ella. Es distinto. Pero tú te empeñas en ver algo sucio donde no lo hay. Y el sexo, Felipe, que es a lo que tu, claramente te referías, no es sucio si se hace con amor. Es lo más hermoso que Dios ha entregado al ser humano. ¡Pero tranquilo… en ese sentido puedes relajarte!
-¡Yo solo se que me ha traicionado!
-¿Por qué… porque se ha sincerado conmigo y no contigo? Estás celoso, Felipe, celoso por nada. Si Raquel no se ha apoyado en ti, es porque no le has ofrecido ningún apoyo, ni le has tendido una mano, no porque no hayas querido, sino porque no has podido, no has sabido hacerlo, porque estabas y estás con la misma dolencia que ella.
-¿Enfermo yo? ¿De qué?
-Ella con la suya… pero tu, Felipe, de intransigencia, de orgullo, de ignorancia consciente… pero sobre todo de desconfianza hacia ti mismo. ¡No te perdonas!
-¿Y tu… eres perfecto acaso? ¡Claro, se me olvidaba que a Raquel solo le gustan los hombres perfectos!
-Yo no soy perfecto, Felipe. La única ventaja que tengo sobre ti es que todo este tipo de problemas que os afligen ahora a vosotros, yo los pasé hace mucho tiempo, y se que duelen mucho… por eso te entiendo y se que si estás reaccionando así, es porque no eres tú mismo en estos momentos.
-Mira… lo que menos soporto de ti es tu aire paternal y comprensivo. ¡Tú ocultas algo… a mí no me engañas! Y desde que hemos llegado a este campamento, no nos has quitado el ojo de encima. No se el motivo, pero no voy a permitir que Raquel siga presa en tus redes.
-Si quieres, Felipe, te aclaro ahora mismo esta duda. Lo estoy deseando… aunque dudo mucho que me creyeras. Yo estuve con vosotros en la experiencia hace casi doce años… ¿no os acordáis de mí?
-¡Yo no me acuerdo de tu cara, tu no viniste con nosotros, de eso estoy seguro!
-Con vosotros no entré a la Montaña Sagrada, no era necesario… porque yo ya estaba allí.
-¿Qué tu estabas allí…? ¿Eras el portero…? ¿Qué me quieres decir? ¿Pero es que no veis que os está tomando el pelo? La verdad es que Raquel te ha contado todo lo que recuerda de la experiencia, y ahora tú la aprovechas en tu propio beneficio. ¡”Yo ya estaba allí…”! ¡Vete con ese cuento a otra parte! Y ahora mismo... ¡dime dónde está Raquel! ¡Quiero verla, no me fío de ti!
-Lo siento, Felipe, lo siento por vosotros, si no confiáis en mí, porque lo estáis pasando mal por Raquel, pero no puedo traicionar su confianza. ¡Ella quiere estar sola!
-¡O me lo dices… o te mato!
  
Felipe había cogido a Jesús por el cuello. Estaba como loco de furia. Comenzó a soltar puñetazos sobre la cabeza del infortunado. La fuerza bruta de Felipe dejó inmediatamente fuera de circulación a Jesús, quien quedó tumbado, sin sentido en el suelo del dispensario. Felipe abandonó el recinto y desapareció.
-Juancho… ayúdame, por favor… hay que reanimarle… ¡está sangrando por la boca! ¿Por qué has permitido que Felipe le golpeara de esta forma?
-Pero si no ha dado tiempo a reaccionar Marga, este hombre tampoco se ha defendido, y no es un peso pluma, como podrás ver…
-¡Dios mío, Juancho… nunca había visto a Felipe así…!
-A ver si le controlamos la hemorragia del labio, ¡Pero como le ha puesto!

Jesús, después de unos segundos, empezó a reaccionar…

-Jesús, ahora no te muevas… espera un poco… ¡ya está! Estaba terminando de ponerte unas grapas en el labio, ahora le pongo un apósito… y ya está… Mañana habrá que cambiar la cura, que no se te olvide, bueno…¡que tonta soy...! Como si no te doliera para que no te acordases… Es deformación personal, ya sabes…
-Gracias, Marga, de vez en cuando a uno le gusta que le cuiden y le mimen…
-¿Todavía te queda humor?
-¡Nunca hay que perderlo, Marga!
-¿Te duele?
-Dentro de una hora te lo diré. Ahora no me siento la cara
-Jesús, este incidente ha sido muy desagradable. Perdona a Felipe. El nunca se ha portado como lo ha hecho hoy. Es un buen hombre y un inmejorable amigo a pesar de su mal carácter. Daría su vida por cualquiera de nosotros, incluso por ti, pero desde que vinimos aquí… no se que ha pasado, pero desde luego, estamos todos histéricos y muy nerviosos. Y el incidente de ahora lo confirma. Pero es que tú eres tan cabezota como él. Si le hubieras dicho dónde estaba Raquel, no habría recelado de ti, y todo esto se habría evitado.
-Juancho… Felipe está celoso de mí, y deseaba desahogarse de esta manera. Espero que con esto se haya desfogado por un tiempo.
-¡Pero mira como te ha puesto… como un cristo… es un salvaje!
-No te preocupes, Marga. Tengo la cara muy dura. Además, si le hubiese dicho a Felipe dónde está Raquel, estoy seguro de que habría ido a verla, y lo que menos necesita ahora Raquel es a Felipe. Ninguno de los dos puede ayudarse mutuamente, porque primero necesitan ayudarse a sí mismos. De todas formas, si tú, Marga, te quedas más tranquila si ves a tu amiga, puedes venir conmigo esta tarde. Subiré un rato de paso que voy a casa.
-No, Jesús. Respeto el deseo de Raquel de estar sola. Yo confío plenamente en ti, y si tú nos dices que está bien, no lo pongo en duda. Me quedo tranquila.
-¿Y tu, Juancho, también confías en mí?
-Sería una cortesía para salir del paso si te dijera que sí… y a mí me gusta ser sincero: No, no confío todavía… pero no es por nada personal. Yo, apenas te conozco, y no es que desconfíe, tampoco es eso… sencillamente, necesito un poco más de tiempo, y no creo que tengamos mucho para profundizar en esta relación. En cuanto al tema de Raquel, creo que eres un hombre íntegro. Lo has demostrado hace un momento. Soy un experto en artes marciales y sé perfectamente que, si hubieses querido, podrías haber hecho papilla a Felipe. Y no lo has hecho…
-No se habría resuelto nada. Además… yo no practico la violencia… sí, soy experto como tu en artes marciales, pero solo lo hago como deporte. Me gusta.
-¿Es que de esta forma se ha resuelto algo? Porque ya no puede ir la cosa peor de lo que está.
-¿Cuanto tiempo pensáis quedaros en Jerusalén?
-Pues yo quisiera irme cuanto antes, porque ya no pintamos nada aquí, pero ahora a Marga se le ha antojado permanecer aquí hasta que se resuelvan las cosas… y no llevan camino de arreglarse. Además, la situación en esta zona no es muy buena, y los extranjeros no estamos seguros, pero sobre todo nosotros… que somos tan morenos…jajaja
-¿Qué tiene que ver el color de la piel para que os tengáis que marchar?
-Pues mucho, Jesús. Yo he salido un poco fuera del campamento y he pateado un poco la ciudad, y cuando no me confundían con un palestino, lo hacían con un judío, todo dependía de la zona donde estuviera. Llevamos las de perder por ambos frentes.
-¿Y tu Marga, por qué, realmente, no quieres irte?
-Porque no quiero seguir huyendo. Se que en Jerusalén está la respuesta, la solución  o el por qué de todo esto. Llevamos doce años acarreando este problema sin resolver y ya es hora de enfrentarnos a él. Yo, desde luego, no me muevo de aquí hasta que vea claro. Raquel tiene razón. La Montaña Sagrada es la clave de todo, pero tampoco me voy a aventurar como ella en busca del extraterrestre que me de la respuesta. Ya las hemos pasado muy crudas, como para tener que comenzar ahora otro camino de iniciación y de sacrificio. ¡Por ahí no paso!
-¿Te das cuenta Jesús, de que este ambiente nos subleva la sangre? Hasta yo me he cabreado, y es muy raro en mí.
-Todo esto tiene una explicación, Marga, el momento del encuentro se acerca y vuestro subconsciente lo sabe. Estáis nerviosos, eso es todo, y es normal.
-Pero si todo esto es cierto, Jesús… tendríamos que estar alegres, entusiasmados. Todos nosotros recordamos que la primera experiencia fue bonita, no recordamos más, pero lo fue. Pero es que ahora sentimos todo lo contrario. Es como si nos diera angustia, preocupación… ¡no lo entiendo!
-Marga… es que en esta ocasión vais a tener que tomar una decisión única, muy importante, y nada fácil.
-Sí… eso es lo que nos dijiste aquella vez… con esas mismas palabras…¡cielos! Sí… si, tu… si, tu eres… ¡eres Sananda! Ahora recuerdo.
-¿Pero también alucinas, tú, Marga? ¡Venga ya… lo que nos faltaba!
-Juancho… estoy segura… ¡segurísima!
-Marga… vamos a dar un paseo por favor, necesitas airearte un poco.
-¡Yo no necesito airearme! ¡Estoy segura de lo que digo!
-¡Pues si no quieres, no vengas…me voy yo solo! ¡Adiós!
-Y encima… se cabrea…
-Marga, hermana… escucha, ¿tú quieres a Juancho?
-Si, pero… ¿Qué tiene que ver eso ahora? Eres Sananda, lo se. Nos hemos encontrado otra vez contigo, y eso quiere decir que estamos aquí por algo…¡¡Tienen que saberlo todos!!
-Marga, si… soy Sananda, y me encontrarás aquí mañana, pasado mañana y al otro, y al otro, si tú lo deseas, pero es Juancho el que te necesita ahora. Ve a acompañarle en el paseo y no le intentes convencer. Déjale tranquilo… El que me reconozca es un trabajo personal que tiene que hacer él solo. Simplemente… dale tu amor y tu cariño… es lo que más necesita ahora.
-Pero…
-¡Todo se arreglará, Marga, no te preocupes!
-¿Puedo darte un abrazo, Jesús?
-Un momento ¿Juancho es celoso?
-¡Que más quisiera yo…!
-Entonces, ¡dame ese abrazo, hermana… bienvenida seas!

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