sábado, 5 de marzo de 2016

EL LIBRO DE LA NADA OSHO




Capitulo VI 
NO PERSIGAS NINGUNA META.
HAY MUCHAS cosas maravillosas en este sutra.
Y no solo son maravillosas sino que, para el buscador, también son esenciales, fundamentales; porque Sosan no es un poeta, es alguien que ve. Lo que dice lleva consigo la poesía del infinito, pero esa no es la cuestión.
Cuando una persona iluminada habla, lo que dice es maravilloso, poético.
Simplemente por su forma de ser, en todo lo que de él sale resuena él, va él, su fragancia. Pero esa no es la cuestión.
No te pierdas en la poesía, porque la poesía es parte de la forma y la verdad no tiene forma.
La forma en que Sosan dice las cosas es hermosa y poética, pero recuerda, no te pierdas en su poesía.
No te pierdas en la poesía de los Upanishad, del Gita, de las palabras de Jesús. En sí misma la forma es hermosa pero esa no es la cuestión. Entra en el contenido, no te quedes en el recipiente.
Para el buscador lo esencial es el contenido, entender el contenido y convertirse en él; porque no hay verdad más allá del entendimiento. De hecho, el entendimiento en sí mismo es la verdad. Decir que a través del entendimiento se alcanza la verdad no es cierto, porque no hay otra verdad aparte del entendimiento. El entendimiento es la propia verdad. Entiendes..., te has convertido en la verdad.
La verdad no está en algún lugar esperándote a ti para ocurrir: se revela a través de tu entendimiento, se revela dentro de ti.
Estas instrucciones de Sosan son para el buscador, y cada palabra tiene un gran significado. Vivir en el Gran Camino no es ni fácil ni difícil... Siempre que haya una meta, el camino podrá ser fácil o difícil. Depende de dónde estés, de cuánta distancia haya entre tú y la meta, de que para llegar allí haya una autopista o tengas que caminar por un sendero. ¿Está el camino señalado en el mapa o tienes que encontrar tu propio camino? Si existe una meta será o fácil o difícil. Depende... También depende de si has caminado por ese camino antes. ¿Conoces el camino?
Si es así, entonces será fácil, pero si no conoces el camino, entonces será difícil. ¿Eres un buen viajero? Depende de tu condición física, de tu condición mental, que sea fácil o difícil. Pero la verdad no es en absoluto una meta; ¿así que cómo va a ser fácil o difícil?
Hay gente que dice que la verdad es muy difícil.
Estas palabras proceden de su total ignorancia.
Hay otra escuela opuesta que dice: «La verdad es fácil; no tiene nada de difícil; sólo hay que comprender, es fácil». También estos están diciendo algo que no es correcto.
Y ambas posturas pueden ser entendidas por la mente. ¿Es difícil?; entonces la mente puede encontrar técnicas, caminos y medios, para hacerla fácil.
Hace tres mil años viajar era algo realmente difícil. ¡Ahora es tan fácil! como cualquier otra cosa: tú simplemente entras en un avión y no haces nada, sólo descansas.
Y cuando te hayas terminado el té, ya habrás llegado.
Si la meta es difícil se puede hacer fácil.
Eso es lo que Maharishi Mahesh Yogi va enseñando en Occidente: que ha descubierto una técnica de alta velocidad. Si la meta es difícil, entonces, por supuesto, te resultará muy difícil viajando en un carro, pero si viajas en avión te será más fácil. ¿Hay acaso una meta? Este es el quid de la cuestión.
Si hay una meta, en algún lugar, en la lejanía, entonces hay posibilidad de hacer caminos, medios, vehículos..., más fáciles. ¿Pero acaso hay una meta?
Sosan dice que no la hay, así que ¿cómo va a ser fácil o difícil? Y si no hay una meta, ¿cómo va a haber un camino?
Y si no lo hay, ¿cómo va a haber métodos y técnicas para llegar a ella? ¡Imposible! Sosan dice que no es ni fácil ni difícil, puesto que no existe ninguna meta en absoluto.
Vivir en el Gran Camino no es ni fácil ni difícil... ¿Entonces qué es este Gran Camino?
Este Gran Camino es tu naturaleza; ¡tú ya eres eso! Es por eso que no es una meta. No es algo que esté en el futuro.
No se necesita tiempo para que ocurra. Tú siempre has estado en él; ya es. Ya estás en la meta, tú existes en la meta. No puedes existir fuera de ella, ni hay posibilidad de que te salgas de ahí. Por muy lejos que te vayas no puedes salirte de ahí. Donde sea que vayas tu Tao irá contigo.
Es tu naturaleza intrínseca. No es prescindible, no puedes ponerla a un lado y olvidarla. Ya estás ahí porque ese «ahí» es aquí. No necesitas mirar al futuro: simplemente estate aquí, y lo encontrarás. Si lo buscas, no lo encuentras.
No busques, sólo sé, y ahí está. Y te reirás, porque siempre ha estado ahí; era sólo debido a tu búsqueda que no te dabas cuenta, que al tener tanta prisa no podías verlo dentro de ti.
Vivir en el Gran Camino no es ni fácil ni difícil, pero aquellos que tienen una visión limitada son miedosos e indecisos: cuanto más se apresuran, más lentos van, y el apego no tiene límites; estar apegado, aunque sea a la idea de la iluminación, es desviarse.
Deja que las cosas sean a su manera y no habrá ni ir ni venir. Deja que las cosas sean a su manera y no habrá ni ir ni venir.
ERES EL CAMINO y la meta. No hay ninguna distancia entre tú y la meta. Eres el buscador y lo buscado. No hay ninguna distancia entre el buscador y lo buscado. Eres el devoto y la devoción. Eres el discípulo y el maestro. Eres el medio y el fin. Ese es el Gran Camino.
Ha estado siempre a tu alcance. En este mismo instante estás en él. Despierta, y estás en él.
Te vas a dormir, y permaneces en él, sólo que al estar dormido no puedes verlo. Y entonces te pones a buscar.
Tú eres como un borracho buscando su hogar, pidiendo algo que está justo delante de tus ojos. Pero en tus ojos no hay claridad: están llenos de opiniones, de distinciones, están llenos de palabras y teorías. Por eso tu visión es borrosa.
Por lo demás, lo que sea que estés buscando está justo delante de ti.
Los hindúes emplean el método de mirarse la punta de la nariz: simplemente te sientas en silencio y te miras la punta de la nariz, sin hacer ninguna otra cosa. A la gente le parece gracioso, ¡porque vaya una tontería!: ¿qué vas a conseguir con eso? Pero se ha perdido su significado.
Lo que los hindúes quieren decir con esto es que está justo delante de ti, justo en la punta de la nariz.
Quédate en silencio, mírate la punta de la nariz y no te líes con ningún pensamiento... Y de pronto, ahí está; justo en la punta de la nariz, siempre delante de ti. Y esto es lo bonito de mirarse la punta de la nariz: vayas donde vayas está siempre delante de ti. Si vas al lugar adecuado, ahí está; si vas a un lugar equivocado, ahí está. Si eres un pecador, está delante de ti; si eres un santo, ahí está, delante de ti. Cualquier cosa que hagas (ponte boca abajo, en la postura de shirshasana), y ahí está, delante de ti.
Duérmete, y ahí está; despierta, y ahí está. Esto es lo que quiere decir mirarse la punta de la nariz, porque hagas lo que hagas, no puedes ponerla en otro sitio que delante de ti. En cuanto te mueves, se mueve. Sólo mirándote la punta de la nariz entenderás que la verdad está justo delante de ti. Adonde sea que vayas, va contigo. No puedes perderla, así que no es cuestión de encontrarla. Entender que no la has perdido... Pero fíjate: normalmente nunca te miras la punta de la nariz, porque siempre estás mirando otras cosas, interesado por otras cosas.
Nunca te miras la punta de la nariz. Los hindúes tienen otra hermosa teoría.
Dicen que cuando alguien empieza a mirarse la punta de la nariz, significa que su muerte está próxima, que morirá antes de que hayan pasado seis meses. Cuando empieza a verla sin hacerlo voluntariamente (cuando haga lo que haga va viéndose la punta de su nariz), morirá en un periodo de seis meses. Hay algo de verdad en esto. Porque solamente te haces consciente de la punta de tu nariz cuando todos tus deseos, todos los objetos de deseo, han dejado de tener sentido.
Ya no tienes energía para perseguir deseos, se acerca la muerte. Ya te queda muy poca energía, toda la vitalidad se ha desvanecido. No puedes ni mover los ojos, no puedes correr tras las metas y los deseos... la vida se va desvaneciendo.
Al final no queda nada excepto mirar la punta de la nariz. Este es uno de sus significados. Otro, y más importante, es que siempre que una persona pueda verse la punta de la nariz, morirá a este mundo. Tendrá un nuevo nacimiento, porque ha mirado con claridad delante de sí mismo.
Este mundo y esta vida desaparecen. En lo que concierne a su viejo ser, él ya está muerto.
Él es un nuevo ser, es un renacimiento. Ahora ya no hay un ir y venir. Se ha realizado; ¿tan sólo mirándose la punta de la nariz? Sí, porque la cuestión radica en mirar lo que hay delante y no a los lados. Porque la verdad está delante de ti, no puede ser de otra forma. No es ni fácil ni difícil.
No es cuestión de esfuerzo, ¿cómo va a ser fácil o difícil?
Es cuestión de despertar, no es cuestión de esfuerzo, no es cuestión de hacer algo. Al hacer, te perderás, porque te absorberá el hacer. Y si haces algo, será fácil o difícil.
Es cuestión de no-hacer. ¿Cómo va a ser fácil o difícil el no hacer? El no-hacer está completamente más allá del mundo del hacer. ¡Es solamente ser! ¿Cómo puede el ser resultar fácil o difícil?
Ser es simplemente ser. Este es el Gran Camino.
El único esfuerzo está en llegar a conocer y verse la punta de la nariz, sólo en mirar con claridad delante de ti. ...pero aquellos que tienen una visión limitada son miedosos e indecisos: cuanto más se apresuran, más lentos van... Parece contradictorio pero le ocurre a todo el mundo.
Eso es lo que te ha ocurrido a ti. Cuanto más rápido vas, más lento eres. ¿Por qué? Porque vas sin mirar delante de ti, ¡y la meta está aquí! Cuanto más rápido te mueves, más rápido te alejas. Si alguien se fija en tu velocidad creerá que eres rápido, pero si se fija en lo que te pierdes, verá que eres lento. Cuanto más rápido vas, más lento. ¡No vayas a ningún sitio! Estate aquí; e inmediatamente llegas.
No hay ningún espacio que recorrer ni ningún tiempo que transcender. ¡Estate aquí! Haz del aquí y el ahora tu único mantra, no necesitas nada más. Estate ahora y aquí.
No vayas a ningún sitio, ya sea rápido o despacio.
Una vez ocurrió: Un chiquillo llegó a la escuela muy tarde. Siempre llegaba tarde. La maestra estaba muy enfadada y le dijo: «¿Otra vez? ¡Otra vez llegas tarde, y además más tarde que ayer! Y te lo he repetido una y otra vez.
¡Pero no escuchas!». El chico dijo: «Es que el camino es muy difícil. Afuera está lloviendo, ¿sabe?, y el camino está tan lleno de barro que me resbalo constantemente, doy un paso hacia la escuela y retrocedo dos. Está tan resbaladizo que cuanta más prisa me doy, más tardo.
De hecho para llegar he tenido que caminar en la dirección opuesta». La profesora dijo: «Eres muy listo, pero entonces ¿cómo has llegado?». El chico respondió: «Pues me puse a caminar hacia mi casa, y así llegué».
Tú también vas por un camino resbaladizo por el que cuanto más rápido vas, más lenta es la velocidad; porque te vas alejando. Si miras hacia la meta, entonces te estás alejando. Tu velocidad es peligrosa, va en contra de la meta, porque no se necesita velocidad. Simplemente tienes que parar y mirar.
Algunos vienen y me preguntan: «¿Cuándo me iluminaré? ¿Cuándo?». Si les digo: «Ahora», no me pueden creer. Y yo digo que ahora. Si te pierdes este ahora, entonces será en otro ahora, pero siempre ahora. No hay otro tiempo. Cuando ocurra, ocurrirá en el ahora, y siempre que ocurra ocurrirá en el aquí. Aquí y ahora no son dos palabras, al igual que el espacio y el tiempo no son dos palabras. Einstein acuñó un nuevo término: «espacio-tiempo».
Formó una palabra con las dos, «espacio tiempo», porque descubrió científicamente que el tiempo no es otra cosa que la cuarta dimensión del espacio, así que no es necesario usar dos palabras. Y aquí y ahora tampoco son dos palabras. Miles de años antes que Einstein, místicos como Sosan fueron conscientes de ello. Es «aquí-ahora».
Hay que unir estas dos palabras, son una, porque el ahora no es más que una dimensión del aquí; la cuarta dimensión. «Aquí-ahora» es una palabra. Y cuando ocurra, ocurrirá en el «aquí-ahora». Puede ocurrir ahora, ¡no hay necesidad de esperar! Pero no te decides, tienes miedo; eso crea el problema. ¿Qué significa tener miedo? ¿Qué ocurre dentro cuando tienes miedo? Quieres algo, y al mismo tiempo no lo quieres. Esta es la situación de una mente temerosa: quiere y no quiere porque tiene miedo.
Le gustaría pero no está segura, no se decide.
Jesús siempre usaba la palabra «miedo», muchas veces, en contraposición a fe. Nunca usaba «incredulidad» o «desconfianza» en contraposición a fe; siempre usaba la palabra «miedo» en oposición a fe. Decía que aquellos que no tienen miedo, tienen fe, porque la fe es una resolución. La fe es una decisión, una decisión total. Vives totalmente en ella, es una confianza, sin nada que te retenga, es incondicional. No se puede volver atrás.
Si has entrado totalmente en ella, ¿quién se echará atrás? La fe es absoluta. Si entras, entras. No puedes salirte; ¿quién va a salirse? No hay nadie detrás de ti que te pueda hacer volver. Es un salto al abismo, y Jesús está absolutamente en lo cierto al hacer del miedo el antónimo de la fe.
Nadie había hecho esto antes. Pero está absolutamente en lo cierto, porque no le interesa el lenguaje externo, lo que le interesa es el lenguaje del ser interior. Lo que no te permite tener fe es el miedo. No la incredulidad, recuerda, lo que te impide tener fe no es no creer, es el miedo. Por supuesto que racionalizas tu incredulidad, tu miedo. Lo escondes tras palabras, dices: «Tengo mi escepticismo, mis dudas. ¿Cómo voy a entrar en ello a no ser que esté totalmente convencido?». Pero mira profundamente en tu interior y encontrarás miedo.
El miedo significa que una mitad de ti quiere adentrarse y la otra mitad no quiere. Una mitad de ti se siente atraída por lo desconocido, ha escuchado la llamada, la invocación; y la otra mitad tiene miedo a lo desconocido y se aferra a lo conocido. Porque lo conocido es lo conocido, no implica miedo. Haces algo, y ese algo se vuelve conocido.
Ahora, si quieres cambiar a un nuevo trabajo, a una nueva forma de vida, nuevos hábitos, nuevo estilo, la mitad de ti se aferra a lo conocido, dice: ¡No te muevas! ¿Quién sabe?, puede que sea aún peor que esto. Y una vez que hayas dado el paso no podrás volver». Así que una mitad dice: «¡Quédate aquí!».
Esta mitad pertenece a la memoria, al pasado, porque el pasado es conocido. Y la otra mitad se siente atraída, siente la llamada a entrar en un camino desconocido, a través de lo inexplorado; porque lo nuevo te emociona. Ahí está el miedo. Estás dividido. El miedo te divide, y si estás dividido hay indecisión. Con un pie vas hacia lo desconocido, y el otro permanece en el pasado, en la tumba del pasado.
Y entonces te paralizas, porque nadie puede moverse con un solo pie, con una sola pierna; nadie. Tienes que mover tus dos alas, ambas partes. Sólo así te puedes mover.
Cuando estás indeciso, estás estancado; y todo el mundo está indeciso. Este es el problema, esta es la ansiedad.
Estás paralizado, sin poderte mover. La vida sigue fluyendo, y tú te has vuelto como una piedra, bloqueado, un prisionero del pasado. ...pero aquellos que tienen una visión limitada son miedosos e indecisos:
cuanto más se apresuran, más lentos van... Toda su vida es contradictoria.
Hacen algo con una mano e inmediatamente lo deshacen con la otra; indecisos. Con una mano amas a una persona y con la otra la odias. Con una mano creas amor y con la otra plantas las semillas del odio. Y nunca eres consciente de lo que estás haciendo.
Precisamente ayer por la noche estuve hablando con alguien acerca de un monasterio oculto en Bokhara. Gurdjieff vivió en ese monasterio durante al menos seis años. Allí aprendió muchas técnicas de la escuela sufi.
Una de sus técnicas todavía se usa en ese monasterio.
La técnica es muy hermosa. Cuando alguien entra en el monasterio, se hace discípulo y se le da una placa, un letrero. En un lado lleva escrito: «Estoy negativo, por favor, no me toméis en serio». Si digo algo ofensivo, en realidad, no te lo estoy diciendo a ti: es porque estoy negativo, estoy lleno de odio, de ira y de depresión. Y si hago algo, es debido a mi negatividad, no a que tú estés equivocado. En el otro lado de la placa lleva escrito: «Estoy positivo, estoy amoroso, lleno de afecto, por favor, no me toméis en serio»: si digo que eres maravilloso, no estoy diciendo nada acerca de ti; es sólo que me siento bien. Y cuando una persona siente que su estado de ánimo está cambiando le da la vuelta al letrero; se lo pone de un lado u otro, dependiendo de cómo se sienta. Y a través de esto ocurren muchas cosas, porque nadie le toma en serio.
La gente se ríe, porque él está negativo. Si alguien se siente mal y vomita, ¡está bien! No te está vomitando a ti, no te está echando nada encima. Simplemente está expulsando algo que le molesta. Y sólo cuando esta división se acaba y el discípulo va al Maestro y le dice: «No soy ni lo uno ni lo otro. Ahora no estoy ni negativo ni positivo, todo se ha calmado y mis dos alas se han hecho una, ahora soy uno», sólo entonces se quita la placa.
El momento en que se retira la placa es un momento de iluminación. Entonces estás completo. De otra forma estás siempre contradiciéndote a ti mismo, y entonces sufres y sientes angustia, y piensas: «¿Qué me pasa?». ¡No te pasa nada! Por un lado haces algo bueno, e inmediatamente, por el otro haces algo malo; inmediatamente, para destruir ese otro lado que se ha adelantado, porque no puedes decidir, porque estás dividido. Una parte de ti se agarra a los viejos hábitos, y la otra quiere adentrarse en lo desconocido.
Una parte quiere agarrarse al mundo, y la otra quiere convertirse en un pájaro y entrar en el desconocido cielo de lo Divino, en la propia divinidad de la existencia. Entonces estás estancado. Trata de darte cuenta. Es difícil porque nunca lo has intentado, pero en realidad no es en absoluto difícil. No es ni fácil ni difícil.
Sólo observa lo que estás haciendo contigo y con los demás. Todo lo que hagas a medias te producirá sufrimiento. Estancado, caerás una y otra vez en el infierno. El infierno es el lugar en donde la gente se estanca, y el cielo es el lugar en donde todo el mundo se mueve, donde no están paralizados.
El infierno es un lugar en donde no hay libertad, el cielo es libertad. Los hindúes han llamado al estado supremo moksha, libertad absoluta. Nadie está estancado en ningún lugar, sino que fluye libre como un río, o como un pájaro al viento, con todo el cielo infinito a su alrededor, sin estar sujeto a nada. ...pero aquellos que tienen una visión limitada son miedosos e indecisos: cuanto más se apresuran, más lentos van, y el apego no tiene límites.

EL LIBRO DE LA NADA OSHO



Capitulo III (Tercer Escrito)
LA VERDAD NO SE PUEDE BUSCAR
PENSAR ES DIVAGAR.
En cuanto empiezas a pensar acerca de algo, inmediatamente has empezado a alejarte. Yo estoy aquí, tú puedes estar conmigo; pero si empiezas a pensar acerca de mí, te embarcas en un viaje sin fin, y cuanto más piensas más te alejas.
Pensar es una forma de huir de la realidad; te da una dirección interior, te proporciona un camino en tu mente, y tú lo sigues.
Un pensador nunca está aquí y ahora, nunca está en el presente, está siempre en algún otro lugar.
Un meditador está siempre aquí y ahora, y en ningún otro lugar. Por eso es que el pensar es el único obstáculo en la meditación. Tienes que hacerte consciente, y poco a poco, cuanto más consciente te vayas volviendo, más dejarás de cooperar con el pensar. Yo te traigo una rosa y tú empiezas a pensar.
En seguida la mente dice: «¿Qué hermosa es? ¡Nunca había visto una rosa como esta!» o «¡Yo ya había visto otras rosas tan hermosas como esa!», y así sigue y sigue. A tu mente hasta se le puede ocurrir preguntar: «¿Qué es la belleza?». Nadie lo sabe, nadie ha llegado a ninguna conclusión.
Uno de los filósofos ingleses más grandes de esta era, G. E. Moore, escribió un libro, Principia ethica, uno de los mejores tratados lógicos para definir qué es el bien. Y después de unas dos cientas o trescientas páginas de un compacto razonamiento lógico, dice que es difícil definir lo que es el bien.
Y al final acaba diciendo que es indefinible; pero todo eso después de doscientas o trescientas páginas de argumentos.
Una de las mentes más agudas, a pesar de intentarlo una y otra vez, de una y otra forma, llamando a una puerta y otra, llega a la conclusión de que el bien es indefinible; ¿por qué? Dice que el bien es simplemente una cualidad, como el color amarillo. ¿Cómo defines el color amarillo? ¿Qué dirías si alguien te preguntara?: «¿Qué es el amarillo?». Dirías: «El amarillo es el amarillo». ¿Cómo lo vas a definir? Una rosa es una rosa, es una rosa. ¿Cómo la vas a definir? Si dices que es hermosa, ¿acaso sabes qué es la belleza? ¿La ha definido alguien? No. Dicen que la belleza es indefinible.
Si la comparas con otras rosas... ¿sabes que todo es incomparable? ¿Cómo puedes compararla con otras rosas? Esta rosa es esta rosa; no es otra rosa. ¿A qué viene traer aquí otras rosas? Y cuando traes otras rosas, tu mente se abarrota; entonces tienes muchas cosas en la mente y estas se convertirán en un obstáculo, y la rosa no podrá llegar hasta ti. Y era algo real; podría haberte penetrado.
La rosa estaba lista para llamar a tu corazón, pero empezaste a pensar acerca de ella. Y para cuando estés de vuelta, la rosa ya no estará aquí, porque la rosa no esperará; se marchitará.
Ella tenía un mensaje que entregar, traía algo de lo desconocido. Pero este algo es muy delicado, no puede continuar estando ahí para siempre. Trajo algo del más allá; cada rosa lo trae.
Cada mañana llega, y llama a vuestra puerta, pero a vosotros os encuentra siempre pensando. A través de la rosa, algo de lo desconocido, de lo Divino, algo de más allá del tiempo, penetra en el tiempo. Pero si piensas, te lo pierdes, porque al pensar te alejas, en cuanto te has puesto a pensar ya te has ido.
El filósofo piensa acerca de la rosa. El poeta siente acerca de la rosa. Y si tuvieras que decidirte, decídete siempre por el poeta; esta más cerca de la realidad que el filósofo. Y un místico, ni piensa ni siente; simplemente está en presencia de la rosa. Porque sentir también es alejarse; no tanto como pensar, pero sentir también es irse, porque sentir es también una clase de actividad.
Un místico simplemente está en presencia de la rosa. Sin actividad, sin pensar, sin sentir; sin corazón ni cabeza. Simplemente está ahí con la rosa.
Los hindúes lo llaman satsang. Siempre que estés en presencia de un hombre que haya florecido (un buda, un Maestro), simplemente estate con él. No pienses, no sientas. Simplemente estate con él; simplemente con él, existe con él. Los hindúes lo llaman satsang: estar con la verdad. La palabra satsang quiere decir: estar en presencia de la verdad.
Una rosa está ahí; estate con ella. No crees ninguna actividad, sea burda o sutil. Pensar es una actividad más burda y sentir es una actividad más sutil. Pero sabes que el sentir puede desembocar en el pensar y el pensar puede convertirse en el sentir. Son convertibles, no están muy lejos lo uno de lo otro. El sentir es el pensar que está en camino, quizá la semilla, o más exactamente el germen; y el pensar es el árbol, pero el proceso no es diferente.
El corazón y la cabeza no están muy alejados entre sí.
Las cosas comienzan en el corazón e, inmediatamente, antes de que te hayas dado cuenta, han alcanzado la cabeza. Solamente estando con..., y entonces todo se revela, entonces se abren todas las puertas.
No hay preguntas ni respuestas. Simplemente te has hecho uno con la realidad. Piensas, y te separas. Sientes, y no te separas tanto pero te separas: juntos pero todavía separados.
Ni pensando ni sintiendo, sólo siendo, y de pronto tú ya no estás ahí y el mundo ya no está ahí.
El Uno, Brahma, se revela. Tú y el mundo, ambos os habéis hecho uno. Lo infinito está ahí, lo que no tiene forma está ahí; y esa es la verdad.
La verdad no es una conclusión filosófica, es una experiencia existencial. No es ni pensamiento ni sentimiento, es existencial; estás con ella con todo tu ser.
Cuando una gota de agua cae al océano, caiga con la cabeza, caiga con el corazón o caiga totalmente, caerá totalmente; corazón, cabeza, todo; bueno, malo, todo; santo, pecador, todo.
¡Cae completamente! Ni los santos pueden conocer lo Divino, porque son demasiado buenos y su bondad se convierte en un obstáculo; ni los pecadores, porque ellos piensan que son muy malos y su maldad se convierte en un obstáculo. El que no es ni santo ni pecador, ni esto ni aquello, el que no elige, el que no proclama que «soy esto o soy aquello», el que simplemente está en la presencia, sólo ese puede conocer lo Divino.
Y no tienes que irte a los Himalayas, te puedes quedar junto a una piedra y ocurrirá: ¡no necesitas ir a ningún templo!
Te puedes quedar junto a un árbol y ocurrirá. Ni siquiera necesitas acercarte al árbol: te puedes quedar simplemente contigo mismo y ocurrirá; porque lo Divino está en todos los sitios. Cada átomo vibra con ello, cada átomo lo celebra. Está en todas las cosas. Cuanto más hablas y piensas acerca de ello, más te alejas de la verdad. Deja de hablar y de pensar, y no habrá nada que no puedas saber.
NO-PENSAR ES LA PUERTA. Sin-palabras es la entrada. Simplemente es el camino. ¿Cómo lograrlo? ¿Qué harás para conseguirlo? Solamente escuchar no va a servir de ayuda, porque la mente es muy astuta. La mente se pondrá a pensar acerca de ello, acerca de lo que Sosan está diciendo; la mente empezará a pensar y a desarrollar teorías al respecto.
La mente dirá: «Sí, es verdad». Y te habrás alejado. La mente dirá: «No, eso es muy difícil, es imposible. ¿Cómo puedes dejar de pensar?», y te habrás alejado. Si escuchas a la mente nunca estarás cerca de la verdad. Si escuchas a la mente estarás siempre de viaje. He oído una historia acerca de una mujer filósofa, una pensadora; había escrito muchos libros y era bien conocida. Un día, de repente, anunció a todos sus amigos que se iba a casar. Nunca antes se había oído ni un rumor acerca de sus relaciones amorosas, porque los que piensan no aman. A nadie se le había ocurrido jamás que pudiera casarse, así que todos se quedaron muy sorprendidos. Preguntaron: «¿Quién es él?». Ella dijo el nombre, lo cual les sorprendió aún más, y le volvieron a preguntar: «¿Pero qué es lo que ves en ese hombre?». Él era un hombre corriente..., y ella era una mujer muy famosa.
Era profesora de universidad, había escrito muchos libros, y su nombre era conocido en todo el país. «¿Te vas a casar con ese hombre? ¿Pero por qué?, ¿qué ves en él?». Ella respondió:
«Algo maravilloso: que es viajante de comercio. Y nunca estará en casa, siempre estará de viaje». Los pensadores se casan siempre con viajantes de comercio.
«Él nunca estará en casa y yo estaré libre para pensar y hacer mis cosas». Casarse con la mente es casarse con un vendedor, con un Viajante de comercio: siempre está de viaje. Y debido a esta mente que siempre está de viaje nunca puedes estar en contacto con lo real. Comes pero no te das cuenta. Te pierdes el sabor, el gusto, el olor. Simplemente ingieres cosas. ¡Es desagradable!. ¿Pero por qué no te das cuenta? Porque la mente sigue pensando; mientras comes estás pensando en mil cosas.
Rinzai dice: «Cuando como sólo como, y cuando duermo sólo duermo».
Alguien replicó: «Pero en eso no hay nada de especial, todo el mundo lo hace».
Rinzai se río y dijo: «Si todo el mundo lo hace, entonces todo el mundo está iluminado, todo el mundo es un buda».
Cuando estés comiendo; simplemente come, estate en ello.
Cuando camines; simplemente camina, estate ahí. No te adelantes, no te vayas aquí y allí. La mente siempre se adelanta o se atrasa. estate en el momento.
Al principio te será muy difícil permanecer en el momento.
Y a veces el momento puede que no sea muy feliz.
Te enfadas, y entonces la mente empieza a pensar en arrepentirse o trata de hacer algo para que no vuelva a ocurrir. A veces estás triste; y enciendes la radio o el televisor, o te pones a leer un libro, porque no te gusta estar triste. Quieres distraer la mente.
Y debido a que los momentos infelices son más numerosos que los felices, esto se convierte en un hábito constante. Y una vez que el hábito se ha fijado, aún cuando llega la felicidad, no estás en casa. Estás en algún otro sitio. Toma una determinación: cualquier cosa que venga... tristeza, ira, depresión o infelicidad; sea lo que sea, estate con ella. Y de repente te sorprenderás de que si permaneces con la tristeza, la tristeza se transforma en algo hermoso, la tristeza se vuelve algo profundo.
Si permaneces con la ira, no pensando en ella sino estando con ella, la ira se transforma: se vuelve perdón.
Si permaneces con el sexo, el sexo toma una cualidad diferente: se convierte en amor. Si empiezas a vivir en el momento verás que tu ser es un milagro, que tiene magia en sí mismo.
La felicidad se volverá más profunda. Normalmente tu felicidad es muy superficial. En lo más profundo de ti cargas con millones de cosas, la felicidad sólo ocurre en la superficie. Si permaneces con ella, se volverá más y más profunda. Si comienzas a vivir con ella, todo se transformará porque aportarás una nueva cualidad de ser, de consciencia, de presencia.
No luches contra la tristeza ni persigas la felicidad, porque eso es alejarte, perderte. ¿Te has dado cuenta?: si te vas de vacaciones a los Himalayas o a Suiza, y durante meses has estado planeando llegar allí, en el mismo instante en que llegas, tu mente empieza a planear el momento de regresar, cómo regresar a casa. ¡Observa! Durante meses planeas cómo llegar y cuando llegas, o aun antes de llegar, cuando estás de camino, tu mente ya ha empezado a pensar en volver: en cómo volver. Cada una de tus llegadas es el principio de una salida. Y nunca estás ahí porque eres incapaz de estar ahí. De nuevo en casa volverás a pensar. A la vuelta empezarás a pensar acerca de lo que ocurrió en los Himalayas, y repasarás las maravillosas experiencias que tuviste allí; pero cuando estabas allí, no estabas realmente allí. Es como si lo hubieras leído, como si alguien te lo hubiera contado. Buscas en la memoria como si la memoria funcionara por sí misma, tomando fotografías y convirtiéndose en un álbum. De vuelta en casa abrirás el álbum y lo mirarás, y le contarás a los amigos: «¡Ha sido maravilloso!».
Y empezarás a planear otra vez cómo ir a los Himalayas el próximo año. La mente no está nunca donde estás tú: la consciencia está siempre donde estás tú. Ve abandonando más y más la mente y el darle vueltas a la mente, y hazte más y más consciente y atento. Tráete a ti mismo al momento. Al principio será difícil.
Porque debido al hábito, la mente se irá una y otra vez. Tráela de vuelta. ¡No hay necesidad de luchar! Simplemente dile que vuelva, dile: «Ven». De nuevo se irá..., en unos segundos ya no estará ahí. Dile de nuevo que vuelva. Y poco a poco, cuando empieces a disfrutar de este momento (el eterno presente, el único tiempo que existe, la única vida que hay), cuanto más empieces a disfrutarlo, más presente estará la mente en ello. Y menos se irá. Entonces se produce una sintonización. De repente estás aquí, en casa, y la realidad se desvela. La realidad siempre ha estado ahí, tú eres el que no estaba ahí. No es la verdad lo que hay que buscar, sino que eres tú el que tiene que volver a casa.
Volver a las raíces es encontrar el significado, pero perseguir apariencias es alejarse del origen.
En el momento de la iluminación interior se transcienden las apariencias y el vacío. A los cambios que parecen ocurrir en el mundo vacío los llamamos reales solamente debido a nuestra ignorancia.
No busques la verdad; tan sólo deja de mantener opiniones.
No permanezcas en el estado de dualidad; evita cuidadosamente esas búsquedas. Si queda rastro de esto o aquello, de lo correcto o lo incorrecto, la esencia de la Mente se perderá en la confusión. Aunque todas las dualidades proceden del Uno, no te apegues ni siquiera a este Uno. Cuando la mente existe imperturbable en el Camino, nada en el mundo puede ofender; y cuando ya nada puede ofender, deja de existir tal como era antes. Cuando no surgen pensamientos discriminatorios, la mente de antaño deja de existir.
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