lunes, 6 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- SEGUNDA PARTE: LAS CUATRO CLAVES DE ACCESO A LA CONCIENCIA SUPERIOR. "CULTIVAR LA CONDICIÓN DE ESPECTADOR" PARTE 2


CUATRO CATEGORÍAS DE OBSERVACIÓN

Con el fin de cultivar su condición de espectador, usted necesita
desarrollar sus poderes de observación respecto de sí mismo y del
mundo. Necesita aprender a observar sus reacciones, para superarlas.
Es ese «ir más allá» lo que constituye la parte esencial de la búsqueda espiritual. He dividido los diferentes tipos de observación en cuatro categorías.

Observación de su cuerpo

Este tipo de observación lo hemos practicado la mayoría de nosotros de una u otra forma. En general, permitimos a nuestro cuerpo que funcione sin interferencias. Somos conscientes de que existe el cuerpo y de que existe un «espíritu» que hace que funcione la máquina.
Desde la primera vez que se miró en un espejo y vio que su rostro
le devolvía la mirada, ha estado observando su cuerpo. El propietario u ocupante de su cuerpo es un ente misterioso.
Sin embargo, incluso como ocupante, a menudo se ha identificado con su cuerpo. A veces lo olvida y da por supuesto que usted es ese cuerpo. Pero, esencialmente, ha observado su cuerpo cuando realiza movimientos, y siendo consciente de que un yo invisible está en alguna parte del interior, observando.
A lo largo de su vida ha visto su cuerpo pasar por muchos cambios.
No obstante, dentro de usted siempre ha habido un yo inmutable. Todavía hay un niño pequeño, que se ve a sí mismo en unos términos que desafían el tiempo y los límites. Él sabe que no es ese cuerpo, al mismo tiempo le preocupa que su innegable conexión con él causará su muerte cuando el cuerpo muera.
Cuando se mira al espejo y ve una nueva arruga, la parte incorpórea de usted que ve la arruga no ha cambiado, a pesar de que la piel se pliegue. ¡Me veo pelos que me crecen en las orejas y en la nariz, y me pregunto por qué están ahí ahora y dónde han ido a parar los que solían crecerme en la cabeza! Pero por dentro soy el mismo. Cuando usted ve canas donde solía ver cabello moreno, sabe que el yo real no es canoso, y si piensa en el asunto, sabe que el yo real tampoco era moreno. Se ve manchas en la piel y sabe que alguna parte de usted mismo es inmaculada.
Desde que tiene memoria, ha estado observando esos fenómenos de su cuerpo. También es cierto que sabe que la entidad que realiza la observación está desligada por completo de lo que está observando.


Mientras lee esta frase, está permitiéndole a su cuerpo que actúe sin intromisión por su parte. No está ocupado en hacer latir su corazón, ni en llenarse los pulmones, ni en oxigenar su flujo sanguíneo, ni en hacer circular sus fluidos vitales. Deja que su cuerpo funcione por su cuenta y le permite a otra parte de usted conocer cómo ser un observador espiritual. Esta forma de hacer las cosas le reporta un magnífico servicio.
Al observar su cuerpo y no participar mentalmente de su funcionamiento, éste trabaja con la perfección para la que fue destinado. Si estuviera constantemente comprobando e intentando controlar las funciones de su cuerpo, estaría en exceso ligado a él, e inhibiría sus funciones naturales.
Las veces que durante su vida se ha preocupado por las funciones
de su cuerpo o ha interferido en ellas, son aquellas en las que su
salud se ha quebrantado.
Cuando no se deja llevar por los instintos de su cuerpo, se encuentra con que éste se desequilibra y quebranta de una u otra forma. Al adoptar el papel de intruso, usted crea disfunciones que en última instancia quebrarán los cimientos del edificio divino que alberga su alma.
Alimenta su cuerpo con los alimentos incorrectos y éste responderá con letargia y enfermedades. Deje de ejercitarlo y se volverá pesado y torpe. Haga caso omiso de sus necesidades de aire fresco y entornos saludables y se desmoronará. Déle sustancias narcóticas y reaccionará negativamente.

Cuando su cuerpo se encuentra en mal estado, lo cual va desde la
obesidad a los dolores de espalda, el nerviosismo, la gripe, el cáncer o cualquier otra anomalía respecto del curso natural del cuerpo, entonces es imperativo que asuma la posición de espectador benevolente.
La verdadera conciencia es un estado de pura observación, sin ningún intento de reparar o cambiar lo que se está contemplando. Se trata de una especie de amor curativo que no establece juicios. Aun a pesar de que lo que esté observando sea «enfermedad», el espectador comprensivo advierte los puntos en conflicto y los observa con amor incondicional.
La ausencia de enjuiciamiento del acto de observación contribuye
con la apropiada energía de amor que la situación necesita.
Cuanto más pueda practicar la condición de espectador, más se encontrará con que el mero acto de observar hará que su vida continúe avanzando por el camino de la búsqueda espiritual. La mecánica de la creación es tal, que el lugar en que pone su atención y la mantiene es el lugar en que se origina el cambio de la nada al aquí y ahora.

Observación de su mente

Puede que se haya acostumbrado a observar su cuerpo. No parece difícil porque imagina que la observación del cuerpo la hace con la mente. Así pues, ¿qué utiliza para observar su mente? Aquí es donde abandonará sus viejas creencias y entrará en un nuevo mundo de la observación.
Trate de ver sus pensamientos como un componente de su cuerpo/
mente. Piense que los pensamientos son cosas. Cosas que le permiten salir fuera de ellas y observarlas.
Su mente genera cada día millares de pensamientos. Llegan y se
marchan como trenes de una estación: uno entra, otro ocupa su lugar; uno sale, y llega otro. Esto continúa durante todo el día.
Le han hecho creer que estos pensamientos no siempre están bajo su control. Usted suele creer que el proceso del pensamiento continúa y continúa incluso cuando le gustaría que se detuviera. No estoy pidiéndole que detenga sus pensamientos (el tema del capítulo sexto), sino sólo que sepa que tiene la capacidad para ser observador de sus pensamientos.
El mero observar el flujo de pensamientos refrenará su mente hasta el punto de detención en el que podrá experimentar a Dios.
Primero necesita observar sus pensamientos. Luego necesita observarse a sí mismo observando sus pensamientos. Aquí está la puerta al espacio interior donde, libre de todo pensamiento, experimentará el júbilo y la libertad que le transportará hasta su yo espiritual.
El sencillo ejercicio de observar su mente conformando sus pensamientos llegará a hacer que los pensamientos no deseados, innecesarios, erróneos, se disuelvan. Al desarrollar la condición de espectador, aprenderá a acallar la mente, hacer inventario, y descartar o redirigir los pensamientos que generan reacciones derrotistas o egocéntricas. En este simple proceso, también llegará a conocer su yo espiritual.

Hace algún tiempo, el Congreso de Estados Unidos debatía las disposiciones para una reducción del déficit. Una de las propuestas clave era una disposición de aumento de los impuestos para las personas que se encontraban dentro de mi escala de ingresos.
Al tiempo que estaba estudiando el libro I Am That (Yo soy eso) y
aprendiendo a introducir esta técnica de observación en mi vida, estaba siguiendo con gran interés cómo avanzaban los trámites de esa ley. Si era aprobada, mis impuestos aumentarían de modo considerable.
Las enseñanzas de Nisargadatta Maharaj me alentaban a aprender a observar mis pensamientos desde una perspectiva distanciada, si no incondicionalmente amorosa, y no dada a establecer perjuicios. Así que me senté y observé mis pensamientos a propósito del probable incremento de los impuestos. Lo que vi fue el más desnudo egocentrismo terrenal.
Los pensamientos generados por el ego desempeñan un enorme
papel en la creación del mundo que el ego desea crear. Cada uno de mis pensamientos parecía exigir que lo considerara el más importante.
A medida que aprendí a observar mis pensamientos, advertí que uno en particular reaparecía con frecuencia. Era el siguiente: «¿Cómo se atreven a decir que no pago lo que me corresponde? ¿No se dan cuenta de que sólo tengo un voto y que sin embargo le envío más dinero a la burocracia gubernamental que el 99 por ciento de la gente? ¿Cómo se atreven a acusarme de no ser un buen ciudadano?».
Luego, al cabo de unos momentos, otro pensamiento que lo rebatía hacía su aparición: «Hay un gran déficit, y yo he sido bendecido con unos ingresos abundantes. Mucha gente se beneficiará de que yo pague más, y puedo permitírmelo. Así que, ¿por qué tanto problema?».

A este pensamiento le seguía: «Espera un momento, ellos no tienen ningún derecho a hacerme pagar un porcentaje mayor de mis ingresos.
No me importa entregarles más dinero pero, ¿por qué tienen que exigir a un ciudadano un porcentaje mayor de sus ingresos y castigarlo por tener éxito? Más dinero, sí. ¡Un porcentaje más alto, no!». Mi observador fue comprensivo y neutral.
De aquí para allá volaban estos pensamientos por mi mente míentras yo los observaba en lugar de poseerlos. A medida que practicaba la condición de espectador, advertí un fenómeno interesante. La ansiedad por el problema comenzó a disiparse. Ya no me importaba ni una cosa ni la otra, y me di cuenta de que ya no participaba de ese drama. Los hechos sucederían con independencia de mis pensamientos sobre ellos, y cuanto más me limitaba a observar los pensamientos, más tendían a evaporarse.
Entonces comprendí lo que Nisargadatta quiso decir cuando escribió que «el conocimiento de uno mismo es desapego... Cuando sabes que no careces de nada, que todo lo que existe eres tú y es tuyo, cesa el deseo... No perturbes tu mente con búsquedas... La mente está interesada en lo que pasa, mientras que la conciencia se interesa en la mente misma». Una vez que fui espectador de mis pensamientos, ya no estuve unido a ellos ni a su resultado. Quedé en libertad.

Esta posición de ser espectador de sus pensamientos no tiene relación con la cifra de sus ingresos. Sus pensamientos no influirán en el Congreso de modo alguno. Así que conviértase en observador y aprenda cómo evitar que sus pensamientos gobiernen su vida.
En verdad no tenía importancia si aprobaban o no aquel redactado de la ley, puesto que en mi mente tenía argumentos muy convincentes para defender una postura y la contraria. Lo que me quedó fue la libertad de escoger cómo deseaba sentirme respecto del asunto y/o dejarlo en las manos de Dios. En aquel momento aprendí que no pueden gravarme con impuestos a mí, sólo a mi cuerpo.
La capacidad para colocarse imaginariamente a sus espaldas y observar sus pensamientos ilustra muy bien la capacidad para mirar su interior y participar del acto divino de creación de su vida espiritual.
Los problemas empiezan con un pensamiento que uno pone dentro de su mente y al que se le permite enconarse hasta el punto de la ansiedad.
La ansiedad comienza a manifestarse en su vida como síntomas físicos, a los que llamamos artritis, presión sanguínea alta y taquicardia.
La benevolente energía que recibimos del observador, del espectador, permitirá que esos pensamientos entren y salgan con toda naturalidad.
Pensamientos que entran y pensamientos que salen. Aprenderá a
ser espectador de sus pensamientos del mismo modo que observa la realidad exterior.
Ser testigo de sus pensamientos requerirá algo de práctica. Con el

perfeccionamiento llega el milagro y el deleite. Los traumas se disuelven en la etapa del pensamiento y se les impide manifestarse en el mundo cotidiano. Proporciono varias sugerencias para ejercitarse en esta práctica en el apartado final del presente capítulo.

CONTINUARÁ...

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