lunes, 6 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- SEGUNDA PARTE: LAS CUATRO CLAVES DE ACCESO A LA CONCIENCIA SUPERIOR. "CULTIVAR LA CONDICIÓN DE ESPECTADOR" PARTE 3


Observación de su energía vital
Todo en la vida es energía. Comprender el principio de la energía
es de una importancia vital para aprender a cultivar la condición de espectador.
Sus emociones son energía. La máquina de escribir que estoy
usando es energía. Cuando uno conoce a otra persona, se produce un intercambio de energía. Cada uno de los hechos de la vida implica intercambio de energía.

Cuando usted decida ser espectador de toda su vida, comenzará a
verla desde una perspectiva energética. Todos los conflictos en los que ha participado a lo largo de su existencia, de alguna forma le han extraído energía espiritual y le han dejado con energía letárgica.
Estos encuentros, desde la infancia, representan una energía almacenada que ha hecho que centrara su vida en su ego. Se ha identificado con los hechos y las personas que le han influido. Eso ha creado y alimentado la energía letárgica que le inhibe a la hora de conocer su yo espiritual.

Usted guarda en sí una gran cantidad de energía negativa, invisible, de la que sus sentidos no le informan en un idioma que le hayan enseñado a entender. Los naguales (maestros espirituales de América Central y México) tienen un entrenamiento ritual llamado la recapitulaciòn, que puede disminuir la energía negativa, letárgica, e incrementar la capacidad de observar.
Taisha Abelar, en The Sorcerers' Crossing {La travesía de los hechiceros), describe el proceso de recapitulación como un «llamar de vuelta la energía que ya hemos empleado en acciones pasadas... Recapitular implica evocar a todas las personas que hemos conocido, todos los lugares que hemos visto y todos los sentimientos que hemos tenido a lo largo de nuestra vida —comenzando en el presente y retrocediendo hasta los unís tempranos recuerdos—, y luego limpiarlos uno por uno».
Cuando por primera vez hice el esfuerzo de recapitular mi vida y
limpiar la energía negativa que había acumulado, pensé que sería una tarea imposible. Pero no lo fue. Sólo entrañó utilizar mi atención para observar un hecho concreto y luego dejarlo tras de mí.
El proceso suena raro, pero cuando se lleva a cabo uno obtiene una poderosa sensación de dejar tras de sí los viejos condicionamientos y recargar de energía el presente. Lo que encontré casi pasmoso fue mí capacidad para evocar a personas y hechos aparentemente olvidados hace mucho tiempo.
Un día decidí recapitular mi clase de cuarto de básica. Por el simple sistema de ser un espectador benevolente de mi aula en la Arthur Elementary School de Detroit, fui capaz de ver a cada uno de mis compañeros de clase, el lugar en que se sentaba cada cual, el libro que leía La señorita Engel: El jardín secreto, la lección de quebrados, el globo terràqueo en un rincón, y los nombres de todos los de la clase.
Mientras me observaba a mí mismo en el aula, me di cuenta de que había consumido una enorme cantidad de energía teniendo miedo de no ser aceptado. Era mi primer año en esa escuela porque nos habíamos trasladado desde otro vecindario. Fui capaz de devolver a mi cuerpo energético la energía consumida. Me quedé sorprendido ante la capacidad de mi mente para evocar todos aquellos hechos y compañeros de clase en apariencia insignificantes y olvidados mucho tiempo atrás.
El proceso de recapitulación es un proceso energético. Todos los
recuerdos, como todo lo demás del universo, son energía. Recobrar la energía perdida y despojarse de la energía negativa parece imposible de hacer, pero puedo asegurarle que el cultivo de la condición de espectador tendrá el espectacular efecto de aumentar su conciencia y hacerle conocer su más sublime yo.
Al penetrar en su interior y empezar a ser espectador, testigo de
toda su vida, comenzará a sentir una abrumadora sensación de asombro y respeto ante la forma en que todo encaja. Aquello contra lo que luchaba cuando era adolescente, le condujo a un plano de existencia más elevado en la juventud, o en la edad madura. La energía que empleó luchando contra sus padres, o enfrentándose a reglas necias, puede ser recuperada y utilizada de una manera más provechosa.
Desde la perspectiva del espectador, uno no establece juicios sobre lo correcto o incorrecto de tal o cual hecho, de sus comportamientos o de las reacciones de los otros. Al ser un testigo de su propia vida, usted se libera de la energía atrapada en los prejuicios, enojo y vanidad que pueda haber experimentado en esa época, y que aún se encuentran dentro de su cuerpo. Mediante la observación, descubrirá que posee la capacidad de regresar a cualquier momento de su vida y actuar como si volviera a estar ante la misma situación.

Observar su vida y cambiar las pautas energéticas existentes implica alcanzar una enorme disciplina. Puede que prefiera no pasar por esta dura prueba. Sin embargo, si se convence de que tiene el poder para hacerlo, y que usted puede ser un testigo de su vida a voluntad y revivir esos acontecimientos desde una perspectiva distante, podrá desembarazarse de todos los bloqueos que le inhiben.
Cualquier energía que otorgue a los acontecimientos pasados y que no esté basada en el amor incondicional es una energía que le impide conocer a su yo espiritual.

Observación del mundo que le rodea

Uno puede adoptar la postura del espectador ante todo lo que sucede.
Esto incluye hechos ocurridos en el vecindario, así como acontecimientos de importancia mundial. Como testigo, uno se niega a identificarse con lo que ve; se es un observador distante, pasivo pero que advierte las cosas. Usted no se identifica con lo que sucede, pero lo advierte.
Cuando uno se convierte en testigo de los hechos que nos rodean,
elimina la perspectiva egocentrista. Ya no lo verá en términos de cómo le afecta a usted. Se limitará a advertir lo que pasa. No está unido al bien o al mal de lo ocurrido. Sabe que, de alguna forma misteriosa, todo forma parte del orden natural. No cuestionará a Dios. Se limitará a observar.
La ventaja de adoptar esta posición es que uno comienza a ver cómo ese hecho afecta a toda la gente. Si es un problema, usted ve la solución con claridad. Siente que no debería estar sucediendo, pero no pregunta por qué y no juzga ni se enoja por ello. Usted es un testigo silencioso.
Si el acontecimiento es un huracán o un terremoto, por ejemplo, no se siente desgarrado por dentro. Sabe lo que ha sucedido, sabe lo que es necesario hacer, y puede ponerse a hacerlo.
Aprender a observar el mundo desde la perspectiva del observador distante, sin embargo, no significa carecer de emociones. Sólo significa estar libre de emociones inmovilizadoras. Abraham Maslow definió a los más valiosos seres humanos como aquellos que se habían realizado, y especificó que la más alta cualidad que poseían era ser «independíentes de la buena opinión de los demás».

Cuando uno ya no necesita ver los acontecimientos de su vida desde una perspectiva egocéntrica, o desde el punto de vista de cómo debería reaccionar atendiendo a los demás, ha conseguido una importante parcela de libertad.
Libertad es lo que ofrece la posición del testigo. Libertad de estar
en un aeropuerto, por ejemplo, contemplando cómo los demás se trastornan por la cancelación de un vuelo, mientras usted observa en silencio el comportamiento ajeno a la par que el suyo propio.
Durante la época en la que estaba aprendiendo a practicar la condiciòn de testigo, me encontré en un avión que se vio atrapado en una turbulencia increíble. Mientras caían las mascarillas de oxígeno, el avión se sacudìa con violencia y los pasajeros gritaban de pánico, yo me encontré observando el acontecimiento, incluido mi comportamiento. Dejé que mi cuerpo se quedara allí sentado y fuera sacudido violentamente.
No experimenté el más mínimo miedo. Estaba distanciado, y en consecuencia no era yo quien se hallaba en peligro, sino ese al que estaba observando.
En mi corazón sabía que no podía morir, que era eterno, y desde esa eternidad observaba.
Ese testigo sereno evitó que fuera presa del pánico, y pareció aliviar el miedo también en la persona que tenía sentada a mi lado.
Usted puede aplicar la condición de testigo a todo lo perturbador.
Las guerras continuarán y continuarán, con independencia de su torbellino interno. El que hubiera muchos espectadores del mundo podría ayudar a crear una energía colectiva de paz. Desde luego, no será su enojo lo que erradicará la guerra.
Lo mismo es verdad en el caso de la violencia, el hambre, la enfermedad y todos los problemas que padecemos. Al transformarse en testigo, no se vuelve pasivo ni indiferente. Se convierte en el observador que ve lo que sucede como lo que es, y que también ve las soluciones.
Si hace suyo el enojo de los violentos, usted se transforma en un
violento más que altera la armonía del mundo. Como testigo, usted radiará la calma energía de la observación y el distanciamiento. 

Éstas son las metas que nuestro mundo alcanzará si los que observamos como testigos logramos llevar a término una revolución espiritual.
Estas son, pues, las cuatro categorías de observación que usted tiene disponibles. Puede que le suenen un poco extrañas si cree que sólo actuamos sobre el mundo con nuestro yo físico o intelectual. Admito que es una noción nueva y quizá radical, pero póngala a prueba. ¿Quién sabe? Podría acabar transformando su vida y ayudándole a entrar en contacto con la fuerza y la sabiduría de su yo espiritual.

SUGERENCIAS PARA ALCANZAR LA CONDICIÓN DE ESPECTADOR.


Las siguientes son algunas ideas para poner al testigo a trabajar
su vida.
• ¡Perciba al que percibe! Mientras toma nota de sus mundos, el
interior y el exterior, comienza a familiarizarse con el que percibe.
Si hace esto varias veces al día, comenzará a ver que es mucho
más que su cuerpo, su mente y los hechos programados de su vida.
Darse cuenta de la presencia de su verdadero yo como un observador le aportarà nuevas dimensiones de creatividad y contento.

• Mientras se familiariza con el que percibe, recuerde que no puede sentir dolor ni sufrimiento. Su testigo benevolente le revela un rincón de libertad donde usted es inmune a la angustia sugerí a una camarera que estaba siendo importunada por unos clientes desconsiderados, que observara el comportamiento de ellos en lugar de ser la víctima. No lo entendió y me pidió que se lo explicara. Tiene tres protecciones entre el yo real y el mundo exterior —le dije. Primero tiene el uniforme de camarera. Eso, desde luego, no es su verdadero yo, así que no se identifica con la camarera.
En segundo lugar, tiene su cuerpo, pero no debe cometer el error de creer que es su cuerpo. Si lo hace, cualquiera puede hacerle daño con un comentario poco halagüeño sobre él. Usted posee un cuerpo, pero no es ese cuerpo.

•En tercer lugar, tiene la mente, pero advierta que se trata de su
mente.. Ahora bien, ¿quién es la dueña de su mente? Es quien observa y esa es usted.

•No es la mente, ni su cuerpo, que siente ansiedad; tampoco su
uniforme de camarera, que no es más que un vestido.

•No permita que nadie entre en su interior a menos que venga con amor con todos los demás, limítese a retroceder y observarlos, así como a usted misma, en el pequeño drama que esté desarrollándose. Una vez que ponga fin a la falsa identificación de sí misma, será libre. Ser el observador es su billete hacia la libertad. Vaya por él.
De esta manera obtuvo una nueva sensación de alivio y orgullo de ella misma, y supo mantener a distancia la desagradable energía de otros clientes desconsiderados.
Usted puede lograr algo semejante en cualquier momento de su
vida por el sistema de convertirse en espectador.

• Cuelgue esta afirmación en tantos sitios como le sea posible: «En mi En mi mundo nunca va nada mal». Mírela cada día y recuerde que todo lo que sucede obedece al orden divino y comporta una lección. Al mismo tiempo, le ayudará a vivir en el reino espiritual: el reino de lo inmutable y eterno.
Comenzará a identificarse, no con los problemas que bombardean su cuerpo, sino con el observador silencioso. Verá que las soluciones empiezan a surgir cuando adopte esta postura. Si sabe que sus problemas no son suyos sino sólo de su cuerpo, entonces el acto de observar evitará que quede inmovilizado en el interior. Esa serenidad le ofrecerá la solución para resolver el problema de su cuerpo.

• Cuando se sienta trastornado por cualquier cosa, diga en voz alta: «Soy algo más que aquello que me molesta». Sólo esta sencilla declaración que afirma que usted es algo más que un receptáculo de problemas evitará que permita a esos problemas prevalecer en su vida cotidiana.
Usted no es esos problemas, sino el que es consciente de la existencia de los mismos. Su conciencia superior puede proporcionarle un refugio cuando comienza a creer que usted es esos problemas, y que hasta que los resuelva sentirá dolor.

• Intente este ejercicio: piense en algo que ha estado molestándole durante un largo período de tiempo. Ahora váyase a un lugar tranquilo y cierre lo ojos. Limítese a ver el problema aflorando a la pantalla en blanco de su conciencia. Advierta todos los aspectos del problema. Qué apariencia tiene, cuándo aparece, qué siente cuando lo tiene en la mente, el dolor y miedo que experimenta cuando está presente, cómo se ha enfrentado a él sin éxito en el pasado. Piense en todo lo relacionado con el problema.
Luego distancíese del problema. Simplemente déjelo que permanezca allí, en la pantalla de la mente. Mírelo desde el punto de vista del espectador comprensivo que sin juzgar observa la pantalla. Contémplelo como una película, permitiéndole que cambie.
Verá que cambia y aparece y desaparece de la conciencia. Con cada cambio o movimiento que realice en la pantalla, usted continúa en la actitud del testigo benevolente que sabe que la energía hará lo que quiera y que también estará acompañada por la amorosa energía del testigo.

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