jueves, 7 de abril de 2016

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)-SEGUNDO CAPITULO



El Encuentro
Capitulo- 2 (Tercer Escrito)
¿En qué consiste la espiritualidad?
Perdoname, pero no te escuché bien. ¿Qué dijiste? ¿Querés que hablemos sobre la espiritualidad? Hummm… Es todo un tema, sobre todo en este tiempo en donde el mundo parecería dividirse entre los espirituales y los no espirituales, como si sólo unos pocos tuviesen espíritu. En honor a la verdad, no puedo decirte qué es la espiritualidad como quien da una definición académica. En el mejor de los casos, puedo intentar explicarte qué representa para mí. Pero eso sí, quiero volver a recordarte que todo lo que digo, absolutamente todo, forma parte de mi subjetividad. 
Te lo remarco para que no te quedes con mis palabras y salgas a experimentar tus propias respuestas, porque el camino es siempre individual. Somos espirituales por naturaleza. Encarnamos en el mundo de las formas para experimentar la densidad de la materia, pero nuestra esencia es espíritu. 
También podemos decir que es energía o luz. Cada quién lo denomina como mejor le resuena. De todos modos, muchas veces hablamos de espirituales y no espirituales como una forma de diferenciar quienes intentan manejarse de manera consciente y quienes prefieren hacerlo mecánicamente. Desde mi punto de vista, ser espiritual no está sujeto a rezar, ir a misa, meditar, hacer cursos de autoayuda, cantar mantras, etc. 
Todas esas herramientas nos ayudan a ser más conscientes de que existen planos superiores y contribuyen a que iluminemos nuestras zonas oscuras, pero no nos garantizan nada por sí solas. ¿De qué sirve ir a misa si cuando salgo de la iglesia no hago otra cosa que maldecir? ¿De qué sirve que me sienta en paz mientras medito, si en mi trabajo estoy buscando la forma de ascender un puesto a costa de los demás? ¿Cuál es el sentido de cantar mantras por varias horas y sentirme extasiado, si al llegar a mi casa maltrato a mi familia? Perdemos el tiempo si todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, para conectar con la divinidad y volvernos más conscientes, no podemos aplicarlas para trasformar nuestro día a día. No serviría de nada. 
Las herramientas son un simple medio para alcanzar un determinado fin. Sólo eso. ¿Por qué me mirás de ese modo? ¿Te suena raro lo que te digo? Te daré un ejemplo. 
La agujereadora sirve para hacer un agujero en la pared. 
El fin es hacer un orificio, no importa la agujereadora en sí. Podríamos haber hecho el agujero usando un martillo y un clavo, o cualquier otra herramienta. ¿Comprendés lo que intento explicarte? El mundo estaría mucho mejor si no existiesen las religiones, y los hombres lleváramos una vida centrada en los valores humanos. Imaginate un futuro en donde la gente viviese en el amor, sin andar perdiendo el tiempo con discusiones sin sentido, sobre qué líder religioso fue la máxima expresión del amor. Así vamos por la vida, discutiendo que fue mejor Buda, que fue mejor Cristo, que fue mejor Mahoma, etc. Y no hacemos más que pelearnos, dividirnos y sembrar odio y resentimiento. 
Lo que importa es el mensaje, no el mensajero. La divinidad, fiel a su naturaleza creativa, se expresa bajo millones de forma. 
Si hoy volviese a la Tierra cualquiera de los iluminados sobre quienes se montaron las estructuras de las religiones, otra sería la historia. Te aseguro que no quedaría institución religiosa en pie, porque han desnaturalizado las enseñanzas. Con tantos dogmas y reglas estrictas, la esencia de los mensajes prácticamente se marchitó. No digo todo esto porque sea ateo.
En el año 2004 vi a la Virgen de San Nicolás y ese hecho cambió mi vida, pero no me cerré en esa manifestación. Seguí abierto a la existencia. Recibí enseñanzas de Aguila Blanca y de seres de otras dimensiones, y sigo sin cerrarme. También recibo enseñanzas de las mariposas, las abejas, las nubes, el Sol, el viento, etc. Absolutamente todo comunica y enseña a cada instante. 
Lo único que necesitamos es permanecer atentos y receptivos. Nada más. En tanto y en cuanto estemos abiertos a la vida, veremos que la esencia de lo que la divinidad nos expresa es la misma, independientemente del canal a través del cual se manifieste. Debemos trascender los encasillamientos que nos propone la mente, así nos sentiremos hermanos y lograremos vivir en un clima de paz, armonía y unidad. 
La espiritualidad consiste en volvernos bien humanos. 
Cuando logremos hacerlo, habrá nacido el hombre nuevo. 
Un “Ser Humano” con todas las letras, que vivirá en concordancia con la naturaleza, siguiendo los dictados de su corazón, con plena consciencia de que todos somos Uno, moviéndonos de manera sincrónica y perfecta, a través de una espiral ascendente que fluye con la luz.
No pretendo que creas lo que acabo de decirte, porque ésta es mi particular forma de interpretar la espiritualidad, la cual puede cambiar de un momento a otro, si es que comprendo que esta visión me limita o no me resulta funcional. Sé que lo único constante es el cambio, por eso quiero alentarte a que saltes a la vida y obtengas tus propias vivencias. Ninguna otra cosa podrá transformarte. No te quedes con verdades prestadas. Recorré tu propio camino.
Buscá tus propias respuestas.
No estamos solos en el universo
Uhhhhhhhh! Te pido mil disculpas, ya lo había olvidado. Tenés razón. Hace sólo unos instantes, cuando te estaba narrando parte de las experiencias en lo de Emilio, te dije que había vivido algo maravilloso, pero quedé en contártelo más adelante para no mezclar los temas. Se nota que estás atento. Esto que te voy a contar, está relacionado con un tema que divide a la opinión pública a la hora de hablarlo. 
Se trata de si estamos solos, o no, en el universo. Desde mi punto de vista: estamos más que acompañados. Te reís. Está bien, es saludable poder hacerlo. Si ninguno de los dos experimentó el fuego alguna vez, es probable que –de acuerdo con nuestras creencias– nos aferremos a la posibilidad de que pueda quemar o tal vez que no. Pero, ¿qué pasará una vez que pongas la mano sobre la llama de una vela? ¿Te quedarían dudas de que el fuego quema? ¿Verdad que no? Esa es la ventaja del conocimiento vivencial. Los demás, desde un plano teórico, podrán seguir creyendo lo que les venga en gana con respecto al fuego. Vos, en cambio, no necesitarás creer. Simplemente sabrás. El problema estará en si después querés salir a la calle convenciendo a todos de tu experiencia. Muchos te mirarían de manera poco amistosa y pensarían que un buen chaleco de fuerza te quedaría más que bien. No quiero ser reiterativo, porque sé que en “La Búsqueda” leíste sobre las ciudades intraterrenas, el avistaje de naves y las extrañas luces que vivencié en un monasterio trapense. 
Lo que ahora te quiero contar, para complementar esas otras vivencias, es lo que experimenté en lo de Emilio. “Es tiempo de celebrar y vestirse de blanco”, nos explicó el chamán. 
Por mi gesto de sorpresa al caer en la cuenta de que había ido vestido todo de negro, tuvo la amabilidad de aclarar que vestirse de blanco nada tiene que ver con el color de la ropa, sino con poner conciencia en cada uno de nuestros actos. 
Si bien no recuerdo las palabras exactas con que lo dijo, Emilio también nos explicó que, al caer la noche, la manifestación que veríamos en el cielo estaría relacionada con el grado de vibración alcanzado durante la jornada. El día fue desarrollándose con juegos que contenían enseñanzas, ejercicios de introspección y relajación. También compartimos experiencias e intercambiamos opiniones. Al atardecer cantamos el gayatri mantra y también una hermosa canción a la Virgen María. 
Luego de cenar salimos, como todas noches, a contemplar las respuestas del cielo. Esa noche fue muy especial, no sólo porque contamos cerca de 25 naves, que aparecían y desaparecían, moviéndose en todas direcciones, sino porque, de repente, se presentó una formación triangular enorme.
Las aproximadamente 15 personas que estábamos reunidas allí quedamos con la boca abierta.
“¡Miren allá!”, anunció uno de los chicos. Un triángulo de kiló- metros de distancia, formado por tres luces que se movían de manera perfectamente sincrónica, comenzó a desplazarse entre las estrellas, a una gran altura. Lo vimos durante un par de minutos, y justo cuando llegó arriba de nuestras cabezas desapareció. Todos nos fundimos en un solo grito de alegría.
No podíamos dar crédito a lo que acabábamos de presenciar, porque contar 25 naves ya había sido mucho, pero el triángulo fue demasiado. Nos quedamos un largo tiempo debatiendo si se había tratado de una sola nave triangular, enorme, o de tres naves chicas, que al moverse de manera tan perfecta creaban la ilusión de ser una sola. Miramos para preguntarle a Emilio, pero ya se había ido a descansar. Sólo para nosotros había sido algo fuera de lo común. Recordé su frase: “Los cielos reflejarán el modo en que hayamos vibrado”. No quedaban dudas, sabía de lo que hablaba. Al día siguiente todos estuvimos muy acelerados por el recuerdo de la vivencia. Pusimos aún más empeño en que nuestras acciones no fueran producto de la inconsciencia. 
Por la tarde, su hermana, dos amigos de la infancia (que llevaban muchos años sin verlo) y otro familiar cercano, fueron a visitar a Emilio. En medio de risas y bromas, se podía percibir que tenían grandes dudas sobre lo que habíamos visto la noche anterior. “¿Quién sabe? –les dijo Emilio alegremente–. En una de ésas, esta noche tenemos suerte de nuevo y cuando ustedes vienen a cenar vemos algo”. La noche era tan hermosa que habíamos decidimos sacar las mesas y comer pizzas a la leña al aire libre. 
No había una sola nube. Ese día también había sido de gran celebración, así que todos estábamos expectantes a ver cómo respondería el cielo. Poco a poco, los rostros de sus amigos se fueron iluminando, al ver cómo iban y venían las luces. Aparecían y desaparecían, cruzando el cielo mendocino en todas las direcciones. Pero una vez más, se borraron todas las dudas. 
El gran triángulo volvió a aparecer en el cielo, muy alto, y se desplazó entre las estrellas. Esta vez, éramos más de 30 personas las que pudimos verlo. Cuando llegó exactamente arriba de nuestras cabezas, desapareció sin dejar rastro.
En medio de la algarabía. Emilio se acercó hasta donde estaba su hermana y con una enorme sonrisa le dijo: “¿Y, hermanita, qué me decís ahora, existen o no existen? Eso sí, no vas a andar contándolo mucho, a ver si alguien te quiere encerrar como vos decías que había que hacerlo conmigo, cuando te contaba sobre esta realidad”. 
No hubo nada más que acotar, la mirada emocionada de su hermana lo dijo todo. ¿Suena lindo, no? Mejor todavía es vivirlo, porque a través de las palabras, no puedo reflejarte ni el uno por ciento de lo que se siente al vivir esa experiencia. 
Unos meses antes de ir a lo de Emilio, estando en Cuchi Corral, una localidad cercana a Capilla del Monte (provincia de Córdoba – Argentina), también presencié el avistaje de varias naves, aunque esa vez fue en compañía de una mujer contactada, que se llama Lina. No quiero ahondar en más detalles porque estaría dando vueltas sobre lo mismo, lo que me interesa de todo esto es que comprendas que existen otras civilizaciones. 
Hay más de mil millones de sistemas solares como el nuestro, con sus respectivos soles, planetas, estrellas, etc. ¿Nunca te pusiste a pensar que habiendo tantos y tantos lugares en el universo, que podrían estar habitados, lo más extraño fuera que sólo en la Tierra hubiese vida inteligente? Si el tema te interesa, buscá información sobre los Pleyadianos, los Arcturianos, los Venusinos, etc. Te vas a sorprender al caer en la cuenta sobre cuántas civilizaciones, de un modo u otro, están estableciendo contacto con la humanidad. Hay muchísima bibliografía al respecto, así como miles y miles de sitios web, en donde una innumerable cantidad de canalizadores están acercándonos, día a día, los mensajes de los seres de otras galaxias. 
Sé que suena a ciencia ficción todo esto, pero bueno… Es lo que hay, diría uno de mis amigos. ¿Qué se le va a hacer? Una vez más, simplemente me remití a las vivencias, para fundamentarte, a mi modo, por qué afirmo que no estamos solos en el universo. 
Podés creerme o no. Eso es algo que no me incumbe. Sé que muchas personas dicen: “¿Pero si es tan fácil de ver, por qué yo no veo nada?”. Me quedo con la respuesta que me dio el chamán: “Cada vez que ves una nave te imprimen una determinada vibración, y no todos las pueden ver porque muchos se cierran a la posibilidad de que existan”. Tu gesto de descreimiento me hizo recordar el momento exacto en que, con gran entusiasmo, le conté todo esto a mi esposa Claudia. 
Ella, con tu misma expresión gestual, me dijo: “Qué me importa que existan, si es cierto en algún momento me voy a enterar, dejame de molestar con todo eso, te dije que no me cuentes más sobre esas cosas porque me asustan”. Creo que ya te diste cuenta, ¿no? Ella es mi gran maestra. Tiene la habilidad de hacerme ejercitar la paciencia y la templanza hasta límites insospechados. ¿Sabés por qué traje a relucir este comentario? Porque a raíz de lo que ella me dijo, caí en la cuenta de que, a los fines personales, es intrascendente que existan otras civilizaciones. ¿De qué te sirve ver pasar un ovni? ¿Acaso con eso solucionás tus conflictos internos? ¿Vas a poder cancelar la cuenta del banco o conseguir un mejor puesto en tu trabajo? ¡Te estoy cargando! Pero no olvides que dentro de toda broma se esconde algo de verdad. 
En cierto que el hecho en sí de ver un objeto volador no modificará nada en el corto plazo, pero también es cierto que ese hecho abrirá una gran interrogante en tu camino, y la duda constituye un poderoso motor que nos ayuda a movernos. 
Una pregunta te llevará a la otra. Sin darte cuenta entrarás en el terreno de las vibraciones, el sentido de la vida, etc. 
Y cuando quieras acordarte, casi sin proponértelo, habrás llegado a tu interior. No importa por dónde comencemos la búsqueda, podemos hacerlo desde los lugares más insólitos. Todos los caminos conducen al mismo lugar.
Vamos, arriba ese ánimo! La alegría tiene que estar presente en nuestras vidas, es sinónimo de salud. ¿De qué sirve que podamos hablar sobre estos temas si no tenemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos, no te parece? La vida merece celebrarse a cada instante.
Continua.....

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