lunes, 6 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- SEGUNDA PARTE: LAS CUATRO CLAVES DE ACCESO A LA CONCIENCIA SUPERIOR. "CULTIVAR LA CONDICIÓN DE ESPECTADOR" PARTE 1


Cultivar la condición de espectador
 
De la primera clave de acceso a la conciencia superior se habla también en la Biblia. (Deuteronomio, 30:14): «Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas».
Dejo el resto en sus manos. Sólo tiene que desterrar la duda.
En verdad, es la vida la que da vida... Mientras que tú, que te consideras un donador, no eres más que un testigo.
Kahlil GIBRAN.
 
Me doy cuenta de que siempre estoy en libertad para dejarme ir y
observarme.
Cultivar la condición de espectador es la segunda de las cuatro claves para acceder a la conciencia superior que le conducirá por el camino de la búsqueda espiritual. Hay muchos beneficios al asumir esta postura.
En el presente capítulo le pido que cambie la percepción de sí mismo y cultive un aspecto superior de usted: el de espectador comprensivo.
En lugar de pensar en sí mismo como un ser humano que tiene
pensamientos, sentimientos y hábitos, comience a salir de usted mismo.
Estoy señalándole el camino hacia un nuevo tipo de libertad en la
que usted será espectador de su vida y ya nunca volverá a danzar al ritmo que le marquen otros.
 
¿QUÉ SIGNIFICA SER EL ESPECTADOR?
 
Tómese un momento para reflexionar sobre cómo se ve a sí mismo.
Mientras lo hace, piense en lo que significa decir: «Estaba diciéndome a mí mismo que. . .». Descubrirá que la frase da a entender que usted es dos personas.
Una persona es el «yo» que estaba diciendo. La otra es el que recibía las palabras del que hablaba. El yo le hablaba al mí mismo, cosa que, cuando uno examina sus diálogos internos, se hace centenares de veces al día. Cuando se cultiva la condición de espectador uno se aparta tanto de la posición del yo como de la del mí mismo.
Aquí, desde un espacio invisible, ajeno a su cuerpo físico, el espectador se desprende de todas las emociones, sentimientos y comportamientos.
Desde ahí, el espectador observa amorosamente el acontecer de toda su vida.
Hace varios años traté un caso en el que la paciente sufría lo que
ella llamaba tristeza terminal. Estaba siempre deprimida. Describía sus sentimientos con frases como: «Todas las partes de mi ser están deprimidas. Estoy deprimida cada día, en todo momento. Me despierto deprimida y me voy a dormir deprimida. Al parecer no puedo librarme de esta terrible sensación de depresión».
Un día le formulé una pregunta que se convirtió en el punto de inflexión de su tristeza.
—Dígame —le pedí—, ¿ha estado advirtiendo esta depresión con
mayor frecuencia en las últimas semanas?
Ella respondió:
—Sí, he advertido que cada vez se expande más.
—Ahora piense con cuidado antes de responder —proseguí yo—.
¿La persona que advierte eso está deprimida? —Ella me pidió que repitiera la pregunta—. ¿La persona que advierte eso está deprimida?—repetí.
Quedó demasiado desconcertada como para responder. Pero por
primera vez fue capaz de contemplar que existía otro aspecto de ella misma aparte de la depresión.
Ese aspecto era la parte de ella misma que advertía la depresión.
Esta que la advertía era la testigo, la observadora, que no había sido atrapada por la depresión. Esa entidad invisible, sin fronteras, era su yo espiritual. Antes de aquella sesión, la mujer nunca había conocido esa parte de sí misma.
Pasé meses enseñándole a dejar de identificarse con los pensamientos y sentimientos deprimentes. Aprendió a desprenderse de ellos y observarlos desde la posición del espectador comprensivo, con independencia de sus pensamientos y de su cuerpo físico.
 
Convertirse en espectador supone un acto de amor. Nos saca del
mundo de fronteras y formas y nos permite entrar en un espacio de amor puro.
Así pues, comience ahora a advertir realidades de su vida. Advierta lo plácido que se siente, o cuánta ansiedad tiene. Advierta su apariencia física. Cuánto pesa, lo en forma que se siente y el grado de fatiga. Advierta cuánto tiempo quiere pasar con su familia, en su trabajo, viajando, jugando y rezando. Déjese penetrar por todo lo suyo. ¡Sus uñas, sus hábitos de conducción, su jardín!
Ahora examine el número de veces que he usado la palabra «advierte». Recuerde que existe una actividad llamada advertir, y que incluye al que advierte y al que es advertido. Entonces, concéntrese en ser el que advierte y acostúmbrese a acudir a ese lugar de su conciencia durante su vida cotidiana.
  
¿POR QUÉ DARLE LA BIENVENIDA A LA CONDICIÓN DE ESPECTADOR?
 
«En mi mundo, nunca nada va mal.» Estas palabras fueron pronunciadas por Nisargadatta Maharaj en respuesta a una entrevistadora que, exasperada, le pidió a Maharaj que hablara de los problemas de su vida. Para mí, es la afirmación de mayor fuerza que haya oído jamás.
La tengo presente cada día de mi vida y he hecho colgar una reproducción de la misma en un lugar estratégico de mi despacho como recordatorio de su supremo valor.
La entrevistadora insistió en que Nisargadatta tenía que tener problemas como todos los otros seres humanos. Nisargadatta le dijo:
—Usted no tiene ningún problema, sólo su cuerpo tiene problemas...
En su mundo, nada perdura; en el mío, nada cambia.
¿Por qué diría este iluminado maestro que en su mundo nada iba
nunca mal? Yo creo que se debía a que estaba hablando desde la posición del espectador comprensivo.
Dentro de todos nosotros existe la dimensión eterna e inmutable de nuestro yo espiritual. Este es el yo invisible que le habla al yo físico. Es el pensador de los pensamientos. Este observador comprensivo no se revela con instrumentos científicos y no aparece en las autopsias.
Cuando uno es realmente capaz de creer en el dominio espiritual
del espectador, entonces nada va mal porque el mal no carece de sentido para el observador. Todo tiene su orden. Nada se cuestiona desde esa perspectiva. Es como vivir en el paraíso, donde están la eternidad y el alma, al tiempo que uno se encuentra en el cuerpo físico. Pero en este espacio, el cuerpo no es el centro de la existencia.
No estoy sugiriéndole que se retire y se deshaga de todas sus posesiones materiales con el fin de hallar esa clave para la conciencia superior, aunque, desde luego, es una posibilidad. En cambio, quiero que considere cómo estas palabras de «nunca nada va mal», de «no tener problemas» y de «vivir en el mundo de lo inmutable» pueden aplicarse a su despertar espiritual.
Hay muchísimo que aprender de estas ideas. Cultivar la condición de espectador le pondrá en el sendero donde su yo superior comienza a influir sobre su ego físico en lugar de que suceda lo contrario.
Como dice Maharaj: «Dedícale toda tu atención, examínalo con
amoroso cuidado, y descubrirás alturas y profundidades del ser con las que no has soñado, absorto como estás en la insignificante imagen de ti mismo». Estas palabras describen el poder y el valor de cultivar la condición de observador.
La manera de sentir y vivir nuestros apegos y sufrimientos puede
cambiarse cuando se aprende a acceder a la actitud del espectador. He aquí las principales ventajas cuando uno traba conocimiento con su observador comprensivo:
 
1. Cuando usted cultiva la condición de testigo comprensivo, adquiere conciencia de que es algo más que sus pensamientos, sentimientos y sensaciones cotidianos. Usted aprende que es mucho más que un cautivo del conjunto de creencias y comportamientos adquiridos que ha practicado a lo largo de su vida. Adquirirá una visión más amplia de quién es, y esta nueva percepción le conducirá a niveles de vida más elevados.
Le pondrá en contacto con su alma eterna. Al conocer ese yo espiritual, usted será capaz de elevarse a alturas que sus creencias anteriores le impedían ver.
En las relaciones, comenzará a trascender su ego y abandonará la necesidad de tener razón. La simple observación de sí mismo le revelará hasta qué punto son limitadoras las antiguas formas de ser. El espectador comprensivo abrirá la puerta a la comunión espiritual con los seres queridos.
El aprendizaje de cultivar la condición de espectador añadirá nuevas dimensiones a su vida, y le conducirá a una existencia más espiritual y jubilosa.
 
2. Cuando usted cultiva su condición de espectador comprensivo, adquiere conciencia de que usted es algo más que aquello que le molesta. Al cultivar la condición de observador, la verdad de «en mi mundo nunca nada va mal» se hace evidente.
Uno desarrolla un saber que trasciende lo que llamamos nuestros
problemas. El espectador no se identifica con ellos. Los ve como concernientes al cuerpo, y pueden ser resueltos sin desesperación. Distanciándose de ese modo, los problemas no pueden fijarse en su mundo interior.
Usted se volverá casi indiferente porque poseerá el conocimiento de que en ese mundo del cuerpo todo cambia, nada permanece igual. Los problemas también cambiarán. Llegarán y se marcharán. La frase «también esto pasará» adquiere un significado más personal y relevante.
Si aprende a ver las dificultades no como algo que se inscribe en su yo interno sino como manifestaciones pasajeras del mundo de lo físico, cultivará la condición de espectador en el sendero de su búsqueda espiritual.
 
3. Cuando usted cultiva su condición de espectador comprensivo, emprende una acción que puede disipar los problemas. En un punto anterior de este libro escribí brevemente acerca de la mecánica de la creación. La misma explicación es aplicable al cultivo de la condición de espectador.
Como breve recapitulación, he aquí dos frases que resumen el libro de Nick Herbert, Quantum Reality (Realidad cuántica): «No existe realidad en ausencia de observación. La observación crea la realidad». Por lo tanto, el acto de ser espectador —por sí solo, sin ninguna otra actividad que interfiera— creará su realidad.
Cuando usted presencia con actitud comprensiva, benevolente, los hechos problemáticos de su vida, manteniendo su atención en ello de una forma que ayuda a adoptar resoluciones, eso es lo que ocurre. El plantearse un problema a la manera del testigo crea la energía necesaria para avanzar. A mí me resulta muy satisfactorio hacer que los problemas se desvanezcan de mi vida mediante este proceso de observación.
 
Por ejemplo, en el pasado me ponía muy ansioso ante la presión de una fecha límite de entrega para acabar un escrito. La ansiedad se manifestaba en forma de malestar estomacal, fatiga, sensaciones de inquietud y malestar físico general.
Cuando aprendí a ser espectador descubrí que podía cerrar los ojos y negarme a identificarme con «el problema». Continuaba formando parte de mi cuerpo, pero estaba separado de mí. Al observarme a mí mismo en ese estado, comprensivamente despegado de mi cuerpo, pude notar que los síntomas de la ansiedad se disipaban. Me encontré con que me sentía calmo y confiado.
Cuando la urgencia de fecha límite volvía a entrar en mi mente, el malestar regresaba, pero era diferente. Ahora yo no era el pensamiento sino el observador del pensamiento. De modo gradual, el pensamiento desaparecía y era reemplazado por una sensación de calma.
Tras treinta minutos de ser espectador, observando cómo los pensamientos llegaban y se marchaban, y vuelta a empezar, toda la escena se disolvió. Abandoné literalmente mi ser. Entonces descubrí que era capaz de sentarme y escribir en lugar de estar apresado por las ideas derivadas de la fecha límite que imponían mi cuerpo y mi mente.
El acto de observar como testigo desde una perspectiva objetiva
creó una nueva energía dentro de mí. La energía disolvió el problema y me permitió funcionar a un nivel más saludable y productivo.
 
4. Cuando usted cultiva su condición de espectador comprensivo, lleva paza su vida. No sólo se pone en contacto con la parte espiritual de su ser, sino que también permite que la paz y armonía de esa presencia gloriosa sea una experiencia básica en su vida cotidiana.
Stephen Wolinsky lo describe de la siguiente forma en su libro
Quantum Consciousness (Conciencia cuántica): «Si puedo comenzar a observar, a ser testigo de mis reacciones, me sentiré más libre y en paz. Mediante la identificación y fusión con un pensamiento o sentimiento me impido a mí mismo ser el observador y me convierto en la experiencia misma».
La capacidad para adoptar el punto de vista del espectador significa permitirle a nuestro yo superior observar de una forma que no comporte la formulación de juicios. Cuando puede observar su ego, usted ya no es su ego.
Su ego retrocede cuando su yo espiritual está más íntimamente
integrado en su ser. Descubrirá que esta nueva paz le llevará por las tareas de su mundo material con una mayor eficacia y productividad.
 
5. Cuando usted cultiva su condición de espectador comprensivo, da el primer paso hacia la liberación. Cuando comienza a alejarse y observar, ya no está controlado por los hechos físicos de su vida.
Por ejemplo, cuando experimente enojo, dé un paso atrás y obsérvelo durante unos instantes. Advertirá que queda casi de inmediato liberado del dolor asociado al enojo. Los acontecimientos continuarán sucediendo, pero usted ya no será el que se identifique con esos hechos.
Ser capaz de observar los acontecimientos, incluidos los de su propio cuerpo, le libera de tener que experimentar el dolor que en otra época creyó que era la única opción. Mi esposa y yo hemos criado ocho hijos; si no hubiéramos mantenido la actitud del espectador, muchas veces podríamos habernos sentido muy turbados y desdichados.
Con una actitud de observador, podemos dar un paso atrás y contemplar nuestros pensamientos y sentimientos, así como los que tienen nuestros hijos. Sabemos que nos liberaremos si podemos desprendernos de vez en cuando del caótico mundo físico de nuestra numerosa familia. Desde el espacio del espectador comprensivo que no se identifica con el problema, el problema desaparece.
La solución proviene de nuestra habilidad y voluntad de confiar en que podemos ofrecer consejo y guía, sin identificarnos como padres fracasados o como padres perfectos.
El acto de observar nos libera. Y también le liberará a usted cuando cultive su condición de espectador.
 
6. Cuando usted cultiva su condición de espectador comprensivo, entra en contacto con Dios. Gracias al acto de cultivar la condición de espectador he llegado a conocer a Dios con más claridad. El acto de observación es lo máximo que he sido capaz de hacer para acercarme a la verdadera experimentación de otra dimensión, dimensión no estorbada por las limitaciones del mundo material.
Es una experiencia extracorpórea, en la que se ve el cuerpo y los
pensamientos sin identificarse con ellos. Una práctica regular de la observación hará que pueda apreciar el comentario de Carl Sandburg: «Algo me originó y no tenía origen; algo me pondrá fin y no tiene fin».
Desde la posición de espectador, usted sabe que no es sólo eso que ve.
Hay una realidad espiritual disponible cuando se separa de su yo
material. La conexión con el plano superior de sí mismo la establece sólo desde esa posición.
La energía divina que tiene en su interior le envuelve en amor y paz mientras observa los pensamientos, sentimientos y sensaciones de su cuerpo. Este proceso de cultivar la condición de espectador es el proceso de conocer la verdad que anunció san Mateo: «. .. para Dios, todo es posible » (San Mateo, 19:26). Ahora, dígame si se puede decir algo más.
Usted sabe que todo no es posible en el reino de lo físico; por lo tanto, Dios viene a ser esa parte de usted que está más allá de lo material.
Mediante la condición de espectador puede conseguir que esto sea su realidad.
Así pues, he aquí los seis beneficios que obtendrá al alcanzar la


condición de espectador. Paulatinamente usted emergerá como un ser que sabe que existe fuera de sus pensamientos, emociones y sensaciones físicas, y por lo tanto éstos no desempeñarán el importante papel que han estado representando.

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