domingo, 23 de agosto de 2015

Libro Volver al Amor de un Curso de Milagros (Marianne Williamson)




LOS MILAGROS (Capitulo V)
«Tu santidad invierte todas las leyes del mundo. Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio, distancia, así como de cualquier clase de límite.»
1. EL PERDÓN
«Ante el glorioso Resplandor del Reino, la culpabilidad se desvanece, y habiéndose transformado en bondad, ya nunca 
volverá a ser lo que fue.»
«Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor.» Reflejan un cambio en nuestra manera de pensar, un cambio que libera el poder de la mente hacia los procesos de sanación y rectificación.
Esta sanación asume muchas formas. A veces, un milagro es un cambio en las condiciones materiales, como puede ser una curación física. Otras veces es un cambio psicológico o emocional. 
Y no tanto un cambio en una situación objetiva -aunque con frecuencia también eso ocurra- como en la forma en que nosotros la percibimos. 
Lo que cambia es, principalmente, la manera como se nos aparece en la mente una experiencia, es decir, la vivencia que tenemos de ella.
El mundo humano, con nuestra absoluta concentración en el comportamiento y en todo lo que acontece fuera de nosotros, es un mundo engañoso. Es un velo que nos separa de un mundo más real, un sueño colectivo.
El milagro no consiste en disponer de otra manera las imágenes del sueño. El milagro es despertarnos.
Al pedir milagros, lo que buscamos es un objetivo práctico: un retorno a la paz interior.
 No pedimos que cambie nada externo a nosotros, sino algo que está en nuestro interior. Vamos en busca de una perspectiva 
vital más suave, más tierna.
La vieja física newtoniana sostenía que las cosas tienen una realidad objetiva independiente de cómo las percibimos.
La física cuántica, y más especialmente el principio de incertidumbre de Heisenberg, nos revela que a medida que nuestra percepción de un objeto cambia, el objeto mismo, literalmente, también cambia. 
La ciencia de la religión es la ciencia de la conciencia, porque en última instancia toda creación se expresa por mediación de la mente. Así pues, tal como se afirma en Un curso de milagros, nuestra herramienta más eficaz para cambiar el mundo es nuestra capacidad para «cambiar de mentalidad con respecto al mundo.»
Como el pensamiento es el nivel creativo de las cosas, cambiar la mente es la potenciación personal fundamental. Aunque escoger el amor en vez del miedo sea una decisión humana, el cambio radical que ésta produce en todas las dimensiones de nuestra vida es un regalo de Dios. Los milagros son unas "intercesiones 
en nombre de nuestra santidad", procedentes de un sistema de pensamiento que se encuentra más allá del nuestro. En la presencia del amor, las leyes que rigen el estado normal de las cosas quedan superadas. 
El pensamiento que ya no tiene ningún límite nos aporta una experiencia que ya no tiene ningún límite.
Nuestra herencia son las leyes que rigen el mundo en que creemos. Si nos consideramos seres de este mundo, entonces nos regirán las leyes que lo rigen: las de la escasez y la muerte.
Si nos consideramos hijos de Dios, cuyo verdadero hogar se encuentra en un nivel de conciencia allende este mundo, nos percataremos entonces de que «no nos gobiernan otras leyes que las de Dios».
Nuestra percepción de nosotros mismos determina nuestro comportamiento. Si creemos que somos criaturas pequeñas, limitadas, inadecuadas, tenderemos a comportarnos de esa manera, y la energía que irradiemos reflejará esa creencia, no importa lo que hagamos. Si pensamos que somos criaturas magníficas, con una abundancia infinita de amor y de capacidad de dar, entonces tenderemos a conducirnos de esa manera, y la 
energía que nos rodee reflejará nuestro estado de conciencia.
"Los milagros, como tales, no se han de dirigir conscientemente."
Se producen como efectos involuntarios de una personalidad amorosa, de una fuerza invisible que emana de alguien cuya intención consciente es dar y recibir amor. A medida que nos liberamos de los miedos que bloquean el amor que llevamos dentro, nos convertimos en instrumentos de Dios, en Sus obradores de milagros.
Dios, en cuanto amor, se expande constantemente, floreciendo y creando nuevas pautas para la expresión y el logro del júbilo. Cuando a nuestra mente, centrada en el amor, se le permite que sea un canal abierto por el que Dios se expresa, nuestra vida se convierte en el medio de expresión de ese júbilo. Este es el significado de nuestra vida. Estamos aquí como representaciones físicas de un principio divino. Decir que estamos en la tierra 
para servir a Dios significa que estamos en la tierra para amar. No fuimos, sin más, arrojados al azar sobre un mar de rocas. Tenemos una misión, que es salvar al mundo mediante el poder del amor. El mundo tiene una desesperada necesidad de sanar, como un pájaro con un ala rota. La gente lo sabe, y los que han rezado son millones.
Dios nos ha oído. Y envió ayuda. Te envió a ti.
Convertirse en un obrador de milagros significa tomar parte en 
un movimiento espiritual clandestino que está revitalizando el mundo, participando en una revolución de sus valores en el nivel más profundo posible. Esto no quiere decir que hayas de anunciárselo a nadie.
Un miembro de la resistencia francesa no iba a enfrentarse con un oficial del ejército alemán que había ocupado París para 
decirle: «Hola, soy Jacques, de la Resistencia francesa». De la misma manera, tú no le cuentas a gente que no tiene la menor idea de lo que estás diciendo que has cambiado, que ahora trabajas para Dios, que Él te ha enviado con una misión de sanador y que el mundo ha de prepararse para grandes cambios. Los obradores de milagros aprenden a guardar silencio.
Es importante saber que cuando se habla de la sabiduría espiritual en un momento o lugar inadecuado, o con una persona inadecuada, el que habla más parece un necio que un sabio.
El Curso, cuando habla del plan de Dios para la salvación del mundo, lo llama "el plan de los maestros de Dios". 
El plan llama a los maestros de Dios a sanar el mundo valiéndose del poder del amor. Esta enseñanza tiene muy poco que ver con la comunicación verbal, y todo que ver con una cualidad de la energía humana. 
«Enseñar es demostrar.» Un maestro de Dios es cualquiera que opte por serlo. «Los maestros de Dios proceden de todas partes del mundo y de todas las religiones, aunque algunos no pertenecen a ninguna religión. Los maestros de Dios son los que han respondido.» La frase «Muchos son los llamados, pero pocos 
los escogidos» significa que "a todos se los llama, pero pocos se preocupan por escuchar".
La llamada de Dios es universal, se emite para todas las mentes en todo momento. Sin embargo, no todos optan por atender a la 
llamada de su propio corazón. Como demasiado bien lo sabemos todos, poco les cuesta a las voces chillonas y frenéticas del mundo exterior sofocar la tímida vocecita interior del amor.
Nuestro trabajo como maestros de Dios, si decidimos aceptarlo, consiste en buscar constantemente, en nuestro interior, una mayor capacidad de amor y de perdón. Hacemos esto mediante una «forma selectiva de recordar», mediante una decisión consciente de recordar únicamente los pensamientos amorosos y de desaferrarnos de cualesquiera pensamientos atemorizantes. Este es el significado del perdón, una importante piedra angular de la filosofía de Un curso de milagros.
Como muchos de los términos tradicionales usados en el 
Curso, también éste se utiliza de una manera nada tradicional.
Tradicionalmente, pensamos que perdonar es algo que debemos hacer cuando creemos que alguien es culpable de algo. En el Curso, sin embargo, se nos enseña que nadie es culpable, que no hay culpa, porque sólo el amor es real. Nuestra función consiste en ver, a través de la falsa idea de la culpa, la inocencia que está 
más allá. «Perdonar no es otra cosa que recordar únicamente los pensamientos amorosos que diste en el pasado, y aquellos que se te dieron a ti. Todo lo demás debe olvidarse.» Lo que se nos pide es que extendamos nuestra percepción más allá de los errores que nuestras percepciones físicas nos revelan -lo que alguien hizo, lo que alguien dijo-, para captar la santidad en ellos que sólo el corazón nos revela. 
Entonces, de hecho, no hay nada que perdonar. 
Lo que tradicionalmente se ha entendido por perdón -lo que en el Canto de la oración se llama «perdón para destruir» es, por lo tanto, un acto de enjuiciamiento. Es la arrogancia de alguien que se ve a sí mismo como mejor que otra persona, o quizá como igualmente pecador, lo que sigue siendo una percepción errónea y una expresión de la arrogancia del ego.
Como todas las mentes están conectadas, que alguien rectifique su percepción es, en algún nivel, una sanación de la mente de la raza humana como tal.
La práctica del perdón es la contribución más importante que podemos hacer a la sanación del mundo. De personas enfadadas no se puede esperar que creen un planeta pacífico. A mí me divierte recordar cómo me enojaba cuando la gente no quería firmar mis escritos en petición de la paz.
El perdón es un trabajo de dedicación completa, y a veces muy difícil. No conseguimos perdonar siempre, pero hacer el esfuerzo es nuestra vocación más noble. Es la única probabilidad real que podemos ofrecer al mundo de volver a empezar. 
Un perdón radical es una liberación completa del pasado, tanto respecto a las relaciones personales como respecto a las tragedias colectivas.
El perdón es un trabajo de dedicación completa, y a veces muy difícil. No conseguimos perdonar siempre, pero hacer el esfuerzo es nuestra vocación más noble. Es la única probabilidad real que podemos ofrecer al mundo de volver a empezar.
Un perdón radical es una liberación completa del pasado, tanto respecto a las relaciones personales como respecto a las tragedias colectivas.
2. VIVIR EN EL PRESENTE
«Todo tu pasado, excepto su belleza, ha desaparecido, y no queda ni rastro de él, salvo una bendición.»
Dios existe en la eternidad. El único punto donde la eternidad se encuentra con el tiempo es el presente.
«El presente es el único tiempo que hay.» Un milagro es un cambio que nos lleva de la idea de lo que podríamos haber hecho en el pasado o de lo que deberíamos hacer en el futuro a pensar en lo que nos sentimos libres de hacer en este mismo lugar y en este mismo momento. 
Un milagro es una liberación de la servidumbre interior. 
Nuestra capacidad de brillar es igual a nuestra capacidad de olvidar el pasado y el futuro.
Por eso los niños pequeños resplandecen. No recuerdan el pasado y no se relacionan con el futuro. Sed como niños pequeños, 
para que el mundo finalmente pueda crecer.
Uno de los ejercicios del Cuaderno de Trabajo de Un curso de milagros dice: «El pasado ya pasó. No me puede afectar». Perdonar el pasado es un paso importante para permitirnos la experiencia de los milagros. 
El único significado de cualquier cosa que pertenezca al pasado es que nos trajo aquí, y tal es el honor que merece. Lo único que es real en nuestro pasado es el amor que dimos y el que recibimos. Todo lo demás es ilusorio. El pasado no es más que una idea que tenemos. Todo está, literalmente, en nuestra mente. El Curso nos dice: «Entrégale el pasado a Aquel que puede hacer que cambies de parecer con respecto a él por ti». 
Entregar el pasado al Espíritu Santo es pedir que en nuestra mente no queden más que pensamientos de amor acerca de él, y que todo lo demás desaparezca.
Lo que nos queda entonces es el presente, el único momento en que suceden los milagros. 
"Ponemos tanto el pasado como el futuro en manos de Dios." La frase bíblica «El tiempo ya no existirá» significa que un día 
viviremos plenamente en el presente, sin obsesionarnos por el pasado ni por el futuro.
El universo nos provee a cada momento de una hoja en blanco; la creación de Dios no tiene nada en contra nuestra. Nuestro problema es que no nos lo creemos. Pidamos perdón, no a "Dios, que jamás nos ha condenado", sino a nosotros mismos, por todo lo que creemos que hicimos y que dejamos de hacer. Démonos 
permiso para volver a empezar.
Todos hemos deseado, en un momento u otro de nuestra vida, no haber hecho algo que hicimos, o haber hecho algo que no hicimos. Son los momentos, no importa que se remonten a ayer o a varios años, que no nos animamos a evocar. 
Una de las técnicas más liberadoras que nos ofrece Un curso de milagros es una plegaria mediante la cual damos instrucciones al universo para que des-haga nuestros errores:
«... el primer paso en el proceso de deshacimiento es reconocer que decidiste equivocadamente a sabiendas, pero que con igual empeño puedes decidir de otra manera. 
Sé muy firme contigo mismo con respecto a esto, y mantente plenamente consciente de que el proceso de deshacimiento, que no procede de ti, se encuentra no obstante en ti porque Dios lo puso ahí. 
Tu papel consiste simplemente en hacer que tu pensamiento retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo allí a la Expiación en paz.
Repite para tus adentros lo que sigue a continuación tan sinceramente como puedas, recordando que el Espíritu Santo 
responderá de lleno a tu más leve invitación:
Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz.
Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra.
Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz.
No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo permito, desvanecerá todas las consecuencias de mi decisión equivocada.
Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mi.»
¡Y ya está! Se trata de un Curso sobre milagros, no de un Curso sobre mover los muebles. "Los milagros invierten las leyes físicas. El tiempo y el espacio están bajo su control."
En cuanto al futuro, el Curso señala que no hay manera de que sepamos lo que va a suceder mañana, pasado mañana o dentro de cinco años. Sólo el ego hace conjeturas sobre el futuro. 
En el Cielo "ponemos el futuro en manos de Dios". 
El Espíritu Santo nos devuelve una fe y una confianza totales en que si hoy vivimos con el corazón totalmente abierto, el mañana se cuidará de sí mismo. Tal como dijo Jesús en el Sermón de la 
Montaña: «No os afanéis, pues, por el día de mañana, que el día de mañana traerá su propio afán».
"El ego basa su percepción de la realidad en lo que ha sucedido en el pasado, traslada esas percepciones al presente y crea, por lo tanto, un futuro similar al pasado." Si sentimos que hubo carencias en nuestro pasado, nuestras ideas sobre el futuro se basan en esa percepción. Entonces convertimos el presente en un esfuerzo por compensar el pasado. 
Como esa percepción es nuestra creencia central, volvemos a crear las mismas condiciones en el futuro. «El pasado, el presente y el futuro no son estados continuos, a no ser que impongas 
continuidad en ellos.» En el presente tenemos la oportunidad de romper la continuidad del pasado y el futuro pidiendo la intervención del Espíritu Santo. Este es el milagro. Queremos una vida nueva, un nuevo comienzo. 
Deseamos una vida que no esté contaminada por ninguna negrura del pasado, y como "tenemos derecho a los milagros", tenemos derecho a esa plena liberación. Esto es lo que quiere decir que Jesús nos purifica de nuestros pecados. Él nos limpia de los pensamientos faltos de amor. 
Renunciamos a todo pensamiento que implique juzgar y nos mantenga así atados al pasado. 
Renunciamos a todo pensamiento de apego que nos mantenga con la mano tendida hacia el futuro.
El mundo del ego es un mundo de cambios constantes, de altibajos, de luz y oscuridad. 
El Cielo es un ámbito de paz constante, porque es la conciencia de una realidad que está más allá del cambio. «Y el Cielo no 
cambiará, pues nacer al bendito presente es liberarse de los cambios.»
El mundo que nos revela el Espíritu Santo trasciende este mundo, y se nos revela por mediación de una percepción diferente. Morimos en uno de estos mundos para poder nacer en el otro. «Renacer es abandonar el pasado y contemplar el presente sin condenación.» El mundo del tiempo no es el mundo real; el mundo de la eternidad es nuestro verdadero hogar. Cargados de posibilidades, vamos en camino hacia allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...