martes, 18 de agosto de 2015

Libro Volver al Amor de un Curso de Milagros (Marianne Williamson)



DIOS Capitulo 2 (2ª Parte)
«Tú estás en Dios.»
1. DIOS ES LA ROCA
«No hay tiempo, lugar ni estado del que Dios esté ausente.»
En mi vida ha habido ocasiones (y es algo que todavía hoy me sucede, aunque ahora son más la excepción que la regla) en que me he sentido como si la tristeza fuera a abrumarme: algo no resultaba como yo quería, o tenía algún conflicto con alguien, o me asustaba lo que podía pasar o no en el futuro. En momentos así la vida puede ser muy dolorosa, y la mente inicia una interminable búsqueda de cosas que nos hagan sentir mejor, o que cambien la situación.
Lo que aprendí de Un curso de milagros es que el cambio que estamos buscando lo llevamos dentro. Los acontecimientos fluyen sin parar. Un día te aman; al día siguiente hacen de ti su blanco. Un día una situación va sobre ruedas; al siguiente es el reino del caos. Un día sientes que eres una persona estupenda, y al siguiente te sientes un total fracaso. Estos vaivenes siempre sucederán en la vida; forman parte de la experiencia humana. Lo que puede cambiar, sin embargo, es nuestra manera de percibirlos. Y ese cambio en nuestra percepción es el significado de los milagros.
En la Biblia, Jesús dice que podemos construir nuestra casa sobre arena o sobre roca. Si la edificamos sobre arena, los vientos y la lluvia pueden desmoronarla. Si la construimos sobre roca, nuestra casa será recia y fuerte y las tormentas no podrán destruirla.
Nuestra casa es nuestra estabilidad emocional. Si la levantamos sobre arena, eso significa que nuestra sensación de bienestar se basa en cosas pasajeras y estados de ánimo fugaces. Una llamada telefónica nos decepciona y nos desmoronamos; una tormenta, y nuestro hogar se nos viene abajo. Si la casa está construida sobre roca, eso significa que no somos tan vulnerables a los dramas de la vida. Nuestra estabilidad descansa sobre algo más perdurable que los acontecimientos del momento, sobre algo que es fuerte y permanente. 
Cuando nuestra casa está edificada sobre roca, eso significa que confiamos en Dios.
Yo jamás había caído en la cuenta de que confiar en Dios significaba confiar en el amor. Había oído decir que Dios era amor, pero jamás había comprendido qué quería decir eso exactamente.
Cuando empecé a estudiar Un curso de milagros descubrí varias cosas sobre Dios:
Que es el amor dentro de nosotros.
Que «ir en pos de Él», es decir, pensar con amor, depende totalmente de nosotros.
Que cuando optamos por amar, o cuando permitimos que nuestra mente se unifique con Dios, la vida es maravillosa. Cuando nos apartamos del amor, comienza el dolor.
De modo que cuando pensamos con Dios, la vida está llena de paz. Cuando pensamos sin Él, la vida está llena de dolor. Y esa es la opción mental que hacemos en cada momento de cada día.
2. EL AMOR ES DIOS
«El amor no conquista todas las cosas, pero sí las pone en su debido lugar.»
El amor, si se lo toma seriamente, es un punto de vista radical, una importante desviación de la orientación psicológica que rige el mundo. Es amenazador no porque sea una idea pequeña, sino porque es tan enorme.
Para muchas personas, Dios es una idea aterradora. Pedirle ayuda no parece un gran consuelo si pensamos que es algo externo a nosotros, o que es caprichoso, o que nos juzga. Pero Dios es amor, y habita dentro de nosotros. Fuimos creados a Su imagen, o mente, lo que significa que somos extensiones de Su amor, o Hijos de Dios. El Curso afirma que tenemos un «problema de autoridad». Pensamos que somos los autores de Dios, en vez de darnos cuenta de que Él es nuestro autor. En vez de aceptar que somos los seres de amor que Él creó, hemos pensado con arrogancia que éramos capaces de crearnos a nosotros mismos y después crear a Dios. Nos hemos hecho un Dios a nuestra imagen. Como nosotros somos coléricos o juzgamos, le hemos proyectado a Él esas características. Pero Dios sigue siendo quien es, y siempre será la energía, el pensamiento del amor incondicional. Él no puede pensar con cólera ni juzgar. Es la misericordia, la compasión y la aceptación total. Pero nos olvidamos de ello, y después nos olvidamos de quiénes somos nosotros mismos.
De repente empecé a darme cuenta de que tomarme el amor en serio significaría una transformación completa de mi pensamiento. Un curso de milagros se autodenomina "un entrenamiento mental" para renunciar a un sistema de pensamiento basado en el miedo y aceptar en cambio un sistema de pensamiento basado en el amor. Ahora, más de una década después de haber empezado a estudiar Un curso de milagros, no puedo decir que mi mente sea un ejemplo de percepción sagrada. Ciertamente, no pretenderé que siempre consigo tener una visión desde el amor de todas las situaciones de mi vida, al menos no inmediatamente. Sin embargo, una cosa que tengo muy clara es que, cuando lo consigo, mi vida funciona maravillosamente bien. Y en el caso contrario, las cosas se me atascan.
Entregarse a Dios significa entregarse al amor. Esta es una visión muy difícil de alcanzar cuando se cree que la entrega es algo que se hace cuando se ha perdido la guerra. La entrega es pasiva, y por ello pensamos que es una debilidad. Pero en un sentido espiritual la pasividad es fortaleza, es la única manera de equilibrar nuestra agresividad. La agresividad no es mala; en muchos sentidos, es nuestra creatividad. Pero la mente que está separada de Dios se olvida de consultar con el amor antes de salir al mundo. La función de la mente es tener la vivencia del amor, sin la cual no podemos actuar con sabiduría. Sin amor, nuestra actividad será histérica.
Entregarse a Dios significa relajarse y amar, sin más. Al afirmar que el amor es nuestra prioridad en una situación, realizamos el poder de Dios. Esto no es una metáfora; es la realidad. Literalmente, usamos nuestra mente para crear junto con Él. Mediante una decisión mental -el reconocimiento consciente de la importancia del amor y de nuestra disposición a experimentarlo- «invocamos a un poder superior». 
Dejamos a un lado nuestras pautas mentales normales, regidas por el hábito, y las reemplazamos por un modo de percepción diferente, más benévolo. Eso es lo que significa dejar que un poder mayor que nosotros dirija nuestra vida.
Una vez llegados al punto donde nos damos cuenta de que Dios es amor, no es demasiado difícil entender que seguirle no significa otra cosa que seguir los dictados del amor. El obstáculo con que nos enfrentamos ahora es la cuestión de si es prudente o no seguir al amor. La pregunta ya no es «¿Qué es Dios?», sino «¿Qué es el amor?».
El amor es energía. Tal vez no lo podamos percibir con nuestros sentidos físicos, pero generalmente la gente puede decir cuándo lo siente y cuándo no. Son muy pocas las personas que sienten suficiente amor en su vida. 
El mundo se ha convertido en un lugar bastante falto de amor. Ni siquiera podemos imaginarnos un mundo donde todos nos amáramos siempre los unos a los otros. No habría guerras porque no nos pelearíamos. No habría hambre porque nos alimentaríamos los unos a los otros. No existiría el desastre ambiental porque nos amaríamos demasiado para destruirnos, a nosotros mismos, a nuestros hijos y a nuestro planeta. No habría prejuicios, opresión ni violencia de ninguna clase. No habría dolor. Solamente habría paz.
La mayoría de nosotros somos personas violentas, no necesariamente en el sentido físico, sino en el emocional. Nos han educado en un mundo que no pone el amor por delante; y donde el amor está ausente, se instala el miedo. El miedo es al amor lo que la oscuridad es a la luz. Es una ausencia terrible de aquello que necesitamos para sobrevivir. El miedo es la raíz de todo mal. Es el problema del mundo.
Cuando los bebés no reciben caricias, pueden volverse autistas, e incluso se pueden morir. Se acepta que los niños necesitan amor; pero, a qué edad se supone que dejamos de necesitarlo? Nunca. Necesitamos amor para vivir felices, tanto como necesitamos oxígeno para sobrevivir. Sin amor, la verdad es que el mundo no es un gran lugar donde vivir.
3. SÓLO EL AMOR ES REAL
«Dios no es el autor del miedo. El autor del miedo eres tú.»
De modo que el problema con el mundo es que nos hemos apartado de Dios, o nos hemos alejado del amor. 
De acuerdo con Un curso de milagros, esta separación de Dios se dio hace millones de años. Pero la revelación importante, lo esencial del Curso, es que en realidad no sucedió jamás.
En la introducción de Un curso de milagros se dice: «Este curso puede, por lo tanto, resumirse muy simplemente de la siguiente manera:
Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe».
Lo que esto significa es:
1. El amor es real. Es una creación eterna y nada puede destruirla.
2. Todo lo que no sea amor es ilusorio. 
3. Recuérdalo, y alcanzarás la paz.
Mantengo que Un curso de milagros afirma que sólo el amor es real: «Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener opuestos». Cuando pensamos con amor, estamos literalmente creando junto con Dios. Y cuando no pensamos con amor, puesto que sólo el amor es real, entonces, de hecho, no estamos ni siquiera pensando. Estamos alucinando.
Y eso es lo que es este mundo: una alucinación en masa, en donde el miedo parece más real que el amor. El miedo es una ilusión, un delirio. Nuestra locura, nuestra paranoia, nuestra angustia y nuestros traumas son imaginarios. Esto no quiere decir que no existan para nosotros en cuanto seres humanos, y es necesario exponerlos a la luz para poder liberarnos de ellos.
Pero no reemplazan al amor que hay dentro de nosotros. Son, literalmente, una pesadilla. Es como si la mente se hubiera escindido en dos partes, una de las cuales sigue estando en contacto con el amor, mientras que la otra vira hacia el miedo.
El miedo produce una especie de universo paralelo donde lo irreal parece más real que lo real.
En Un curso de milagros se define el pecado como una "percepción desprovista de amor". La manera de escaparse del temor es haciendo que la mente adopte una actitud receptiva al amor. El amor expulsa el miedo de la misma manera que la luz expulsa la oscuridad. El pasaje del miedo al amor es un milagro. No es que organice las cosas en el plano terrestre; se dirige a la auténtica fuente de nuestros problemas, que está siempre en el nivel de la conciencia.
Los pensamientos son como programas en un ordenador, y aparecen en la pantalla de tu vida. Si no te gusta lo que ves en la pantalla, de nada sirve que te dirijas hacia ella para borrarla. El pensamiento es Causa, la experiencia es Efecto. Si no te gustan los efectos que encuentras en tu vida, tienes que cambiar la naturaleza de tu pensamiento.
El amor en la mente produce el amor en la vida. Este es el significado del Cielo.
El miedo en la mente produce el miedo en la vida. Este es el significado del infierno.
Nuestros problemas mundanos no son, en realidad, más que síntomas del verdadero problema, que es siempre una falta de amor. El milagro, un cambio desde el miedo al amor, funciona en un plano invisible. 
Transforma el mundo en el nivel Causal. Cualquier otra cosa no es más que un paliativo temporal, un remiendo pero no una sanación, un tratamiento del síntoma pero no una curación.
«Dios, por favor, ayúdame» significa «Dios, corrige mi pensamiento».
«Líbrame del infierno» significa «Líbrame de mis insensatos pensamientos». Dios no violará la ley de Causa y Efecto, que es la ley más básica de la conciencia, y fue establecida para nuestra protección. Mientras tratemos a los demás como queremos que nos traten a nosotros, estaremos a salvo.
Adán y Eva fueron felices hasta que «comieron del árbol de conocer el bien y el mal». Lo que esto significa es que todo era perfecto hasta que empezaron a juzgar, a mantener el corazón abierto a veces, pero cerrado otras. 
«Te amo si haces esto, pero no si haces aquello.» Cerrar el corazón destruye la paz interior. Es ajeno a nuestra verdadera naturaleza. Nos pervierte y nos convierte en personas distintas de las que habríamos debido ser.
Freud definió la neurosis como el hecho de alejarse del Yo, y eso es. El verdadero Yo es el amor dentro de nosotros. Es el «hijo de Dios». El yo temeroso es un impostor. La vuelta al amor es el gran drama cósmico, el viaje personal desde lo ilusorio hasta el Yo, del dolor a la paz interior.
En mi caso, las cosas fueron de la siguiente manera. Me metía en algún berenjenal tremendo, y entonces recordaba que lo único que necesitaba era un milagro, una inyección celestial, una curación radical, y le pedía 
a Dios que reprogramara mi ordenador mental. Rezaba: «Dios, por favor, ayúdame. Sana mis percepciones. 
Sea donde fuere que mi mente se apartó del amor -si he sido controladora, manipuladora, voraz, si he tenido ambiciones egoístas y he usado de alguna manera mi cuerpo o mis recursos sin amor-, sea lo que fuere, estoy preparada para que me sanes mentalmente. Amén». Estupendo. Y entonces el universo me oía y yo conseguía mi milagro. La relación sanaba, la situación quedaba perdonada, lo que fuere.
Pero después volvía a pensar de la misma manera que me había llevado a la humillación, y a repetir la misma secuencia. Me metía en alguna catástrofe emocional, terminaba otra vez derrotada, humillada, de nuevo le pedía a Dios que me ayudara y una vez más recuperaba la cordura y la paz.
Finalmente, tras un montón de repeticiones de aquellos mismos y conflictivos guiones, terminé por decirme: 
«Marianne, la próxima vez que te encuentres de rodillas, ¿por qué no te quedas así?». ¿Por qué no nos quedamos simplemente en el terreno de la respuesta, en vez de regresar siempre al del problema? ¿Por qué no buscar algún nivel de conciencia donde no sigamos creándonos continuamente los mismos problemas? No nos limitemos a pedir otro trabajo, una nueva relación o un cuerpo diferente. Pidamos un mundo nuevo. 
Pidamos una nueva vida.
Cuando estuve completamente de rodillas, y supe lo que significa sentirse sinceramente humilde, casi esperaba escuchar la cólera de Dios. En cambio, fue como si Le oyera decirme suavemente:
-¿Podemos empezar ahora?
Hasta ese momento estuve escondiéndome de mi amor, es decir, resistiéndome a mi propia vida. El retorno al amor no es el final de la aventura de la vida. Es el verdadero comienzo, el regreso al ser que eres.

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