lunes, 4 de enero de 2016

El Sendero del Mago Lección XII






EL SENDERO DEL MAGO:LECCIÓN 12


La sabiduría vive y, por lo tanto, siempre es imprevisible.
El orden es otra cara del caos, el caos es otra cara del orden. La incertidumbre interior es la puerta hacia la sabiduría.
El aventurero siempre irá acompañado de la inseguridad, pero aunque tropieza, nunca cae.
El orden humano está hecho de reglas.
El orden del mago no tiene reglas, fluye con la naturaleza de la vida. Merlín solía tomar nota de los detalles más pequeños de la naturaleza, y en todos ellos veía lecciones.
Un día, mientras caminaba por el bosque con Arturo, oyeron la perorata que un grajo les lanzaba desde un pino cercano. “Detente y mira”, le susurró Merlín.
El grajo era un pájaro nervioso, caprichoso.
Tras hacerse oír de los dos intrusos, voló hasta otra rama con mejor vista, pero a los pocos segundos no le bastó y voló hasta una tercera. Después aparentemente olvidó que ellos estaban allí y bajó al suelo para inspeccionar un cono de pino.
En cuestión de segundos, pasó de chapotear en un charco a espantar un reyezuelo verde y a picotear un trozo de corteza podrida. “¿Qué piensas de eso como forma de vida?”, preguntó Merlín. “No mucho”, replicó Arturo. “Actúa como una bola de plumas sin cerebro, sin idea alguna de lo que desea hacer”. “Así parecen ser las cosas cuando una criatura vive confiando únicamente en Dios”, dijo Merlín. “Se pasa el día persiguiendo despreocupadamente un impulso tras otro sin pensar en el futuro y, no obstante, debes admitir que la pasa bastante bien”.
Para Comprender la Lección.
La naturaleza de la vida es contener a la vez el caos y el orden. Del desorden surgen patrones que más adelante se disuelven nuevamente en él.
El cuerpo es totalmente caótico en ciertos niveles — con cada inhalación entran en el torrente sanguíneo remolinos de átomos de oxigeno, cada célula rebosa enzimas y proteínas, y hasta los disparos de las neuronas en el cerebro son una tormenta eléctrica incesante.
No obstante, este caos es sólo una cara del orden, porque no hay duda que nuestras células son obras maestras de una función organizada y que la actividad del cerebro produce pensamientos coherentes.
En efecto, el caos y el orden coexisten tan estrechamente que no pueden separarse. “Antes de ser una estrella reluciente es preciso ser caos”, decía Merlín. Y eso es literalmente cierto, porque los remolinos de gases primordiales que formaron el universo tuvieron que existir antes de que nacieran las galaxias.
Al principio, esos gases no mostraban ningún patrón, sólo una ligera atracción entre sí. Sin embargo, a partir de esa leve insinuación de atracción gravitacional se desencadenaron una serie de sucesos que culminaron en el principio del ADN humano, una molécula tan compleja que la alteración de una de su tres mil millones de unidades genéticas pudo haber sido la diferencia entre la vida y la muerte.
A nivel personal, cada cual lucha entre el orden y el desorden. Las cosas tienden a desbaratarse; aquello que fue fresco y maduro acaba por dañarse; lo que era joven envejece y muere. “La muerte es una ilusión”, decía Merlín, “y, no obstante, la lucha de los mortales contra la muerte es muy real.
Ningún mortal sabe exactamente lo que es la muerte, pero le teme tanto a ese suceso inminente que batalla contra él con todas sus fuerzas, sin darse cuenta del enorme desorden y caos que genera.
El mago sabe que la vida siempre se ha organizado desde adentro.
Esos mismos tirones de gravedad que dieron nacimiento a las estrellas a partir del caos existen en todos los niveles de la naturaleza.
Una rosa puede estar totalmente segura de convertirse en rosa, aunque cuando es una plántula no es muy distinta de un frijol o de una violeta, y cuando es semilla su exclusividad quizás radique únicamente en los minúsculos giros de su par de cadenas de ADN.
Sin embargo, nosotros los humanos nos preocupamos mucho por la perfección, de manera que desperdiciamos horas de lucha y esfuerzo tratando de afirmar nuestra individualidad. “¿Qué importa que las aves vivan sin pensar, o que una rosa sea siempre una rosa?”, preguntó Arturo. “No tienen mente y, por lo tanto, no tienen otra alternativa que ser lo que son.
“Es cierto que ustedes los mortales tienen libre albedrío, pero le dan demasiada importancia”, replicó Merlín.
Yo vivo sin tener que elegir entre diferentes opciones, y mi vida es mucho más feliz”. “¿Sin tener que elegir entre diferentes opciones? Pero si tomas las mismas decisiones que yo”, protestó Arturo. Merlín se encogió de hombros. “Te dejas engañar por las apariencias.
Mira tu mano. No hay duda de que te pertenece pero, no obstante, no decides cómo crecen sus células; no tienes la minina idea de qué es lo que hace que tus nervios y músculos se muevan; no haces crecer tus uñas conscientemente y tampoco haces que una herida cicatrice cuando te lastimas, o sí?” “Es cierto, no tengo que hacer ninguna de esas cosas”.
“En otras palabras, ésas no son opciones que tú debas elegir”, continuó Merlín. “Estas funciones le han sido entregadas a un lado involuntario de tu cerebro, el cual se ocupa de ellas automáticamente.
Asimismo, yo he entregado al lado automático de mi cerebro todas aquellas cosas a las cuales tú dedicas tanto tiempo — pensar, decidir, sentir, elegir, juzgar.
Lo que es otra forma de decir que las he dejado en manos de Dios”. “Entonces, ¿para qué utilizas tu mente consciente?”, preguntó Arturo. “Para apreciar este mundo y el milagro de la vida. Soy testigo de todo lo que es y, como espectáculo, no hay nada más asombroso, bello o gratificante”.
Para Vivir la Lección.
La vida moderna está tan llena de presiones provenientes de todos lados que la mayoría de nosotros reaccionamos tratando de imponer el orden. Por lo tanto, nuestra sociedad de fuerzas caóticas es una sociedad con infinidad de leyes y normas.
Esto no debe sorprendernos, puesto que los humanos amamos el orden y tememos al desorden.
Por ser imprevisible y estar más allá de nuestro control, el desorden nos produce tensión.
Recuerde un momento en que su vida haya sido invadida súbitamente por el desorden y el azar: el día en que perdió un vuelo, en que su automóvil se descompuso en la mitad de la nada, en que supo que un ser querido perdió el empleo.
Casi siempre estos sucesos se resuelven por sí solos, sin que lleguen a lesionar realmente la existencia; sólo producen ligeros inconvenientes. Sin embargo, lo más probable es que su sistema nervioso haya reaccionado fuertemente, manifestando temor y malestar cuando los planes no salieron como usted esperaba.
La respuesta del ego ante el caos es luchar contra él y tratar de imponer control. La siguiente vez que usted tomó un avión, seguramente reconfirmó la hora de salida y partió temprano para el aeropuerto. Y cuando viajó nuevamente por tierra, tomó precauciones para que no le volviera a suceder lo mismo que la vez anterior.
El problema es que toda esa lucha, preocupación, planeación y control va en contra de la esencia de la vida.
La vida está compuesta de caos y orden al mismo tiempo.
No es posible que el uno exista sin el otro. Si deseamos ir con la corriente de la vida, no podemos luchar contra ella al mismo tiempo.
Por lo tanto, quien busca la perfección debe aceptar el hecho de que siempre habrá incertidumbre, que siempre se sentirá en desequilibrio.
“El papel del discípulo”, dijo Merlín, “es tropezar siempre pero sin caer jamás”. Pese a que el ego detesta la incertidumbre, la verdad es que todos nos hemos beneficiado de ella una y otra vez.
Piense por un momento en las oportunidades inesperadas que se le han cruzado en el camino, ofrecimientos de ayuda que nunca imaginó recibir, ideas e inspiraciones súbitas, decisiones impulsivas de moverse o hablar con un desconocido que le abrió nuevos horizontes.
Esa es la forma natural de vivir.
«Tu vida ya está organizada en sí misma”, dijo Merlín.
«La vida emana de la vida, el botón se abre en flor, el niño madura en adulto. Confía en cada etapa, regocíjate en ella y permite que la siguiente llegue a ti sin esfuerzo alguno”.
Hay un ejercicio simple que le mostrará a usted cuán maravilloso es vivir una vida imprevisible.
Siéntese unos momentos e imagine que puede ver su vida como una película que pasa por su mente. Empiece a ver la película con los sucesos de hoy y déjela correr hacia adelante visualizando la forma como desea que sea mañana, luego el día siguiente y así sucesivamente.
Imagínese que pasan los años y usted envejece: visualice el futuro que desearía si pudiera lograr que todos sus deseos se cumplieran. Deje volar la imaginación y termine con el día de su muerte.
Haga que sea una muerte deseable, sin dolor y tranquila. Cuando termine, vuelva atrás y proyecte una película completamente diferente.
Comience con los sucesos de hoy, pero visualice un desenlace diferente. Es sólo cuestión de imaginación, de manera que puede visualizar una vida caótica, catastrófica o dramática o, por el contrario, llena de virtud.
Lleve la película hasta la escena de su muerte. Ahora vuelva atrás y comience de nuevo. El punto del ejercicio es que todo lo que usted ha visualizado es cierto — su futuro no consta de una sola situación sino de muchas situaciones posibles. estas se ramifican a partir del momento presente, como hilos invisibles de potencial.
La vida de todo el mundo es así; sólo nuestro falso sentido del control nos hace creer que podemos imponer orden sobre lo que en realidad es totalmente imprevisible.
El ego debe examinar sus temores y dejar de tratar de controlar. Ésa es una parte enorme de la aventura en la que nos hemos embarcado.
Si logramos aceptar el flujo de la vida y ceder ante él, habremos aceptado la realidad. Sólo cuando aceptemos la realidad podremos vivir con ella en paz y alegría.
La alternativa es una lucha interminable porque significa combatir contra lo irreal, contra un espejismo de la vida en lugar de la vida misma.
Deepak Chopra

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