domingo, 13 de marzo de 2016

EL LIBRO DE LA NADA OSHO




Capitulo IX (Segundo Escrito)
NI ESTO NI AQUELLO.
Y UNA VEZ QUE TE HAS FUNDIDO (que te has fundido en la esencialidad, en tathata, en la comprensión) no existe nada que sea tú, ni nada que no seas tú, no hay ni yo ni nada que no sea yo.
En la esencialidad, en la profunda comprensión de la naturaleza de las cosas, las ataduras desaparecen.
Mulla Nasrudin estaba enfermo. El médico le examinó y le dijo: «Bien, Nasrudin, muy bien. Estás mejorando, lo llevas muy bien, estás casi bien del todo. Tan sólo queda una pequeña cosa; uno de tus riñones todavía no está bien. Pero eso no me preocupa en absoluto». Nasrudin miró al médico y le dijo: «¿Cree usted que si uno de sus riñones no estuviera bien yo me preocuparía por ello?». La mente siempre divide: el otro y yo. Y el momento en que divides en yo y el otro, el otro se convierte en enemigo, el otro no puede ser amigo. Esta es una de las cosas más básicas y que debe ser entendida profundamente. Necesitas penetrar en ella.
El otro no puede ser amigo, el otro es el enemigo. El hecho de que sea el otro hace que sea tu enemigo. Algunos son más hostiles, otros menos, pero el otro siempre es enemigo. ¿Quién es amigo?
El menos enemigo; en realidad, no hay nadie más. Amigo es aquel que es menos hostil contigo, y enemigo es aquel que es menos amistoso contigo, pero están en la misma fila.
Los amigos están más cerca, los enemigos más lejos, pero todos son enemigos. El otro no puede ser amigo. Es imposible, porque con el otro tiene que haber competición, celos, lucha. Tú peleas también contra tus amigos; por supuesto, de una manera amistosa.
También compites con ellos, porque tus ambiciones son las mismas que las suyas. Quieres conseguir prestigio, poder; ellos también quieren conseguir prestigio y poder. Te gustaría tener un gran imperio, a ellos también. Estáis luchando por lo mismo, y sólo unos pocos pueden tenerlo. Es imposible tener amigos en el mundo.
Buda tiene amigos, tú tienes enemigos.
Buda no puede tener enemigos, tú no puedes tener amigos. ¿Por qué Buda tiene amigos? Porque el otro ha desaparecido, ahora no hay nadie que no sea él. Y cuando este otro ha desaparecido, el yo también desaparece, porque son dos polos de un mismo fenómeno. Aquí adentro está el ego y ahí afuera está el otro; dos polos de un mismo fenómeno. Si desaparece un polo, si el «tú» desaparece, el «yo» desaparece con él; si el «yo» desaparece, el «tú» desaparece.
Tú no puedes hacer desaparecer al otro, tan sólo puedes hacerte desaparecer a ti mismo. Si tú desapareces no hay ningún otro; cuando se abandona el yo, no hay tú. Esa es la única manera.
Pero lo intentamos, intentamos justo lo opuesto; intentamos matar al «tú». Al «tú» no se le puede matar, al «tú» no se le puede poseer, dominar. El «tú» siempre seguirá en rebelión, porque el «tú» está esforzándose en matarte a ti. Ambos estáis luchando por el mismo ego; él por el suyo y tú por el tuyo. Todas las políticas del mundo consisten en cómo matar al «tú» para que sólo quede el «yo» y todo esté en paz. Porque cuando no haya nadie más, cuando sólo estés tú, todo estará en paz. Pero esto no ha ocurrido nunca ni ocurrirá jamás. ¿Cómo vas a matar al otro? ¿Cómo vas a destruir al otro?
El otro es inmenso, el otro es todo el Universo.
La religión trabaja en una dimensión diferente: intenta abandonar el yo. Y una vez que se ha abandonado el yo no hay otro, el otro desaparece. Por eso te aferras a tus quejas y tus rencores; porque ayudan al yo a permanecer. Si el zapato te molesta, entonces el yo puede existir más fácilmente. Si el zapato no molesta, se olvida el pie: entonces el yo desaparece.
La gente se apega a sus enfermedades, se aferra a sus quejas, se aferra a todo lo que molesta. Y dicen: «Son heridas y nos gustaría curarnos». Pero en el fondo ellos siguen haciendo las heridas, porque si se curan todas las heridas, ellos no estarán ahí. Simplemente fíjate en la gente; se aferran a sus heridas. Hablan de ellas como si fuera algo de lo que mereciese la pena hablar.
La gente habla acerca de sus enfermedades, de sus defectos, más que de ninguna otra cosa. Escúchalos y te darás cuenta de que lo están disfrutando. Yo he tenido que escuchar todas las tardes, he escuchado durante muchos años. Mira sus caras, ¡lo están disfrutando! Son mártires...: su enfermedad, su ira, su odio, sus problemas, su egoísmo, su ambición. Y obsérvalo: todo el asunto es una locura por que están pidiendo deshacerse de esas cosas, pero fíjate en sus caras, lo están disfrutando.
Y si realmente desaparecieran, ¿entonces con qué disfrutarían?
Si todas sus enfermedades desaparecieran y estuvieran completamente sanos, no tendrían nada de lo que hablar.
La gente va a ver a los psiquiatras para poder hablar acerca de ello, para poder decir que han visitado este o a ese otro psiquiatra, que han visitado a este o a ese otro Maestro. En realidad disfrutan diciendo: «Todo, todo el mundo ha fracasado conmigo. Todavía soy el mismo, nadie ha podido cambiarme». Ellos lo disfrutan, es como si estuvieran triunfando al demostrar que todos los psiquiatras son un fracaso, que todas las «terapias» han sido un fracaso.
He oído una historia acerca de un hombre que era hipocondríaco, que hablaba constantemente acerca de sus enfermedades. Y nadie le creía, porque le habían hecho toda clase de pruebas y exámenes y no habían encontrado nada. Pero todos los días iba corriendo al médico, el cual estaba en serias dificultades. Luego, poco a poco, el médico se dio cuenta de que «cualquier cosa que oyera (si veía un anuncio en la televisión de alguna medicina y se hablaba de alguna enfermedad), inmediatamente le venía esa enfermedad.
Si leía acerca de una enfermedad en alguna revista, inmediatamente, al día siguiente, se presentaba en la consulta del médico; enfermo, completamente enfermo. Reproducía todos los síntomas». Así que el doctor le dijo una vez: «No me preocupa demasiado, porque yo leo las mismas revistas que tú y veo los mismos programas de televisión que tú. Y justo al día siguiente aquí estás tú con la enfermedad». El hombre contestó: «¿Qué se cree usted?, ¿el único médico de la ciudad?».
El hombre dejó de visitar a ese médico, pero no abandonó su locura por las enfermedades. Un día se murió (todo el mundo tiene que morir algún día). Antes de morir le encargó a su mujer que escribiera una frase en la losa de mármol que cubriría su tumba. Todavía está ahí. En su losa está escrito en letras grandes: «¿Cree ahora que yo tenía razón?».
La gente se siente muy feliz por su desgracia.
También yo me pregunto algunas veces que, si toda su desdicha desapareciera, ¿qué iban a hacer? Estarían tan ociosos que sencillamente se suicidarían. Y he llegado a esta conclusión: les ayudas a salir de una y al día siguiente se presentan con cualquier otra. Les ayudas a salir de algo, y ya se están preparando..., como si tuvieran un gran apego a la desgracia. Sacan algo de todo esto, es una inversión; y deja beneficios. ¿En qué consiste esta inversión?
La inversión consiste en que cuando el zapato te está pequeño, te sientes más de lo que eres. Si el zapato se ajusta perfectamente, tú simplemente te relajas. Si el zapato se ajusta perfectamente, no sólo se olvida el pie: el yo desaparece. No puede haber ningún yo con una consciencia de bienaventuranza; ¡imposible! El yo sólo puede existir con una mente desgraciada, el yo no es otra cosa que la combinación de todas tus desgracias juntas.
Así que sólo si realmente estás decidido a abandonar el yo, desaparecerán tus desgracias. De otra forma seguirás creando nuevas desgracias. Nadie puede ayudarte, porque estás en un camino derrotista, autodestructivo.
Así que la próxima vez que vengas a mí con algún problema, primero pregúntate en tu interior si te gustaría que se resolviera; porque, entérate: yo puedo resolverlo. ¿Realmente estás interesado en resolverlo o simplemente quieres hablar de ello? Te sientes bien hablando de ello. Ve hacia adentro e investiga, y te darás cuenta de que todas tus desgracias existen porque tú las apoyas. Sin tu apoyo nada puede existir. Existen porque tú les das energía; si no les das energía no pueden existir. ¿Y quién te obliga a darles energía? Hasta para estar triste se necesita energía, porque sin energía no puedes estar triste.
Para hacer que el fenómeno de la tristeza ocurra, tienes que poner energía. Es por eso que después de la tristeza te sientes tan derrotado, agotado. ¿Qué ha ocurrido?; porque durante tu depresión no estabas haciendo nada, estabas simplemente triste. Así que, ¿por qué te sientes tan derrotado y cansado? Tendrías que haber salido de la tristeza pletórico de energía; pero no. Recuerda, todas la emociones negativas necesitan energía, te agotan.
Y todas las emociones y actitudes positivas son dínamos de energía; crean más energía, nunca te agotan. Si eres feliz, de repente el mundo entero fluye hacia ti con energía, el mundo entero se ríe contigo. Y qué razón tiene el refrán que dice: «Cuando ríes, el mundo entero se ríe contigo. Cuando lloras, lloras solo». Es cierto, absolutamente cierto. Cuando eres positivo, toda la existencia te da más, porque cuando tú eres feliz toda la existencia es feliz contigo. No eres una carga, eres una flor; no eres una piedra, eres un pájaro. Toda la existencia se siente feliz contigo. Cuando eres como una piedra, cuando estás sentado apático con tu tristeza, alimentando tu tristeza, nadie está contigo. Nadie puede estar contigo. Simplemente se abre un espacio entre tú y la vida. Entonces todo lo que hagas tendrá que depender de tu fuente de energía. Se agotará, estarás desperdiciando tu energía, te estarás agotando por tu propia estupidez. Pero hay algo: cuando estás triste y negativo sientes más ego. Cuando estás contento, feliz, extasiado, no hay yo, el otro desaparece. Estás en contacto con la existencia, no separado; estáis juntos. Cuando estás triste, enfadado, egoísta, moviéndote solamente dentro de ti mismo, disfrutando tus heridas y viéndolas una y otra vez, jugando con tus heridas, intentando ser un mártir, hay un espacio entre tú y la existencia. Te quedas solo y ahí te sientes yo. Y cuando te sientes yo, toda la existencia se vuelve hostil contigo. No es que tu yo la haga volverse hostil; parece ser hostil. Y si ves que todos los demás son enemigos, te comportarás de tal manera que todo el mundo tendrá que ser tu enemigo.
En este mundo de Esencialidad no existe ni el yo ni nada que no sea yo. Cuando aceptas la naturaleza y te disuelves en ella, vas con ella. No das ningún paso propio, no tienes ninguna danza propia, ni siquiera tienes una cancioncilla propia; la canción de la totalidad es tu canción, la danza del todo es tu danza. Tú ya no estás aparte. No sientes: «yo soy»; simplemente sientes: «El todo es. Yo sólo soy una ola, que viene y se va, que llega y se marcha, siendo y no-siendo. Yo voy y vengo, el todo permanece. Yo existo a través del todo, el todo existe a través de mí». Algunas veces toma forma y otras no; en ambos casos es maravilloso. Algunas veces surge en el cuerpo y otras desaparece del cuerpo. Tiene que ser así, porque la vida tiene un ritmo.
Algunas veces tienes que estar en la forma, luego tienes que descansar de la forma. Algunas veces tienes que estar activo y en movimiento, una ola, y otras te vas a las profundidades y descansas, inmóvil. La vida tiene un ritmo. La muerte no es el enemigo. Es simplemente un cambio de ritmo, moviéndose hacia lo otro. Pronto nacerás; más vivo, más joven, más fresco. La muerte es una necesidad. Tú no te estás muriendo en la muerte; es sólo que todo el polvo que se ha acumulado a tu alrededor tiene que lavarse. Esa es la única manera de rejuvenecer. No sólo Jesús resucita, en la existencia todas las cosas resucitan. Precisamente a ese almendro que está ahí afuera se le han caído todas sus viejas hojas, ahora hojas nuevas las remplazarán. ¡Esa es la manera! Si el árbol se apegara a las hojas viejas nunca tendría hojas nuevas y se marchitaría. ¿Por qué crear un conflicto? Las viejas desaparecen para que puedan aparecer las nuevas. Hacen sitio, hacen espacio, para que puedan llegar las nuevas. Y siempre estarán llegando nuevas, y siempre se estarán marchando las viejas. Tú no mueres. Sólo se caen las hojas viejas para hacer espacio a las nuevas. Mueres aquí, naces allí; desapareces aquí, apareces allí. De la forma a la sin-forma, de la sin-forma a la forma; del cuerpo al nocuerpo, del no-cuerpo al cuerpo; movimiento, reposo; reposo, movimiento; este es el ritmo. Si te fijas en el ritmo no te preocupará nada: confía. En el mundo de la Esencialidad, en el mundo de la confianza, no existe ni el yo ni nada que no sea yo. Entonces tú no estás ahí, ni tampoco hay ningún otro. Ambos han desaparecido, ambos se han convertido en el ritmo del uno. Ese uno existe, ese uno es la realidad, la verdad. Para entrar directamente en armonía con esta realidad, cuando las dudas surjan simplemente di: «No dos».

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