martes, 9 de abril de 2019

SADHANA, UN CAMINO DE ORACIÓN. EJERCICIO: DEVOCIÓN- Ejercicio 33


Ejercicio 33: El método "benedictino"
Se trata de una forma de oración ampliamente extendida en la Iglesia durante siglos y que se
ha atribuido a san Benito que fue quien la popularizó y refinó su empleo.

Tradicionalmente se la ha dividido en tres partes: lectio o lectura espiritual, meditatio (meditación) y oratio (oración).
He aquí una manera de practicar esta forma de oración:
Comienza por pacificarte en la presencia de Dios...
A continuación, toma un libro para hacer la lectura espiritual, lectio, y empiézala hasta que
topes con una frase o con una palabra que te llame la atención, que te atraiga...
Cuando te encuentres con una sentencia que reúna estas condiciones, pon fin a la lectio. Ha
terminado la primera parte del ejercicio; ahora comienza la segunda parte, la meditación.
Digamos al menos una palabra sobre el libro a escoger para la lectura. Podemos decir que
cualquier libro es útil a condición de que estimule y fomente la devoción y la oración y no la especulación. El libro ideal es la Biblia. La Imitación de Cristo de A. Kempis es otro libro que se presta de modo especial para esta forma de oración. También son adecuados los libros escritos por los Santos Padres o cualquier otro libro de devoción.


Es importante que no comiences leyendo un pasaje que no te sea familiar; correrías el peligro
de dejarte llevar de la curiosidad y no cesar en la lectura. La lectura busca despertar tu corazón a la oración; no trata de estimular tu curiosidad. La curiosidad puede ser un incentivo valiosísimo de la creatividad o una forma sutil de pereza. Se convierte en forma de pereza cuando nos aparta de la tarea, aparentemente tediosa, que estamos haciendo.
Supongamos que has tomado para la lectio un pasaje del Nuevo Testamento o de los Salmos,
dos libros de la Biblia que se prestan de maravilla para este género de oración. Cogeré como
muestra uno de mis pasajes favoritos, Jn. 7, 37. Comienza a leer: «El último día de la fiesta, el más solemne, puesto en pie, Jesús gritó: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba el que cree en mí, como dice la Escritura: de su seno correrán ríos de agua viva“...
Supongamos que te sientes impresionado, como suele ocurrirme a mí, por las palabras: «Si
alguien tiene sed, venga a mí y beban. Entonces pones punto final a la lectio y comienzas con la
meditatio.
La meditatio se hace no con la mente, sino con la boca. «La boca del justo meditará la sabiduría, nos dice la Escritura. Cuando el salmista nos dice cuánto ama meditar en la ley de Dios, que la encuentra más dulce que la miel, que medita en esta ley incesantemente -día y noche- ¿nos
habla de la meditación como actividad puramente mental, como reflexión sobre el contenido de la lev de Dios? Pienso que habla también de la recitación constante de la ley de Dios; así pues, medita tanto con su boca como con el corazón. Esto es lo que debes hacer tú ahora con esta frase:
Repítela incansablemente.

Puedes hacerlo mentalmente, no es preciso pronunciar las palabras con la boca o decirlas en voz alta. Sí es importante, sin embargo, repetir muchas veces esas palabras (aunque sea mentalmente) y reducir la reflexión sobre su significado al mínimo posible. De hecho,sería mejor suprimir por completo la reflexión. Ya sabes lo que significa. Ahora, por medio de la
repetición, permite que esas palabras caigan dentro de tu corazón y de tu mente, que se conviertan en parte tuya... «Si alguien tiene sed, venga a mí y beba... Si alguien tiene sed, venga a mí y beba...
Si alguien tiene sed, venga a mí y beba... Si alguien tiene sed...” Al hacer esto, saborea y gusta las palabras que repites... Es probable que tiendas a acortar la frase, a detenerte en un grupo de palabras y no en otras. «Si alguien tiene sed... alguien... alguien...
Cuando lo hayas hecho durante un rato, habrás saboreado suficientemente su contenido. Te
sentirás saturado de ellas, alcanzado por la unción que traspiran. Ahora es el momento de terminar con la meditatio y de comenzar la oración, oratio.
¿Cómo se hace la oración? O bien hablando espontáneamente al Señor, en cuya presencia te
encuentras, o manteniéndote delante de él en un silencio amoroso" lleno de gracia, de unción, de la actitud que esas palabras han inducido en ti. Puedes entonces proceder más o menos de la siguiente manera:
«Alguien... alguien... alguien...“ ¿Piensas de

verdad esto, Señor? ¿Estás dispuesto a dar de
beber a cualquiera? ¿Es cierto que la única calificación que necesitamos es la de ser personas? ¿Que no importa que yo sea pecador o santo, si te amo o no, si te he sido fiel en el pasado o no? ¿Que es suficiente con que tenga sed y me acerque a ti?...” puedes decir algo parecido a... Sediento, sed...sedienta;… ven a mí... ven a mí... ven a mí... ¡Señor, tengo sed, por eso vengo a ti! "Pero vengo cargado de desconfianza.


He venido a ti con mucha frecuencia y no me quitaste la sed... ¿Qué es esa agua misteriosa de la que hablas?... ¿Es que existe dentro de mí algún obstáculo que me impida verla... gustarla...?
Ora espontáneamente de esta manera o limítate a estar delante del Señor en silencio amoroso,
tal como te he sugerido anteriormente, todo el tiempo que puedas permanecer sin distracciones.
Cuando comiences a advertir que te resulta difícil mantenerte en la oratio sin caer en ellas, abre de nuevo el libro y comienza de nuevo la lectio... continúa leyendo el pasaje que has escogido hasta que tropieces con otra frase que te llame la atención...
San Benito dice: “Oratio sit brevis et pura”, que la oración sea breve y pura. No habla aquí del
tiempo que damos a la meditación y a la oración en general. Habla de la tercera parte de este método de oración, la oratio, en la que deberíamos permanecer mientras sea pura, es decir, sin distracciones. Cuando comienzan a venir distracciones es el momento de pasar a la lectio. Con frecuencia, esta oratio tendrá que ser breve para el principiante que no está  acostumbrado a permanecer largo tiempo sin distracciones.
Es ésta una excelente forma de oración para recomendar a los que quieran iniciarse en el arte
de orar con el corazón más que con la cabeza. Ofrece a la cabeza alguna participación durante la oración y de esta forma la mantiene alejada de las distracciones. Al mismo tiempo, aparta la oración suavemente del discurso y de la reflexión y la traslada a la simplicidad y a la afectividad.
En los salmos encontrarás una mina de oro para practicar esta forma de oración. ¿Quién puede
resistirse a la fuerza de frases como las que se hallan diseminadas por todo el libro de los salmos?
“Dios, tú mi Dios, yo te busco sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne.
cual tierra seca, agotada. sin agua” (Sal. 62)
i Solamente deseo una cosa, habitar en la casa del i Busco tu rostro, Señor! (Sal. 26)[Señor!
Mi alma suspira por el Señor más que el centinela por la aurora (Sal. 120)
Sólo en Dios está mi reposo. Mi ayuda viene del Señor (Sal. 61)
Unos los carros, otros los caballos.
Nosotros invocamos el nombre de Yahvé nuestro Dios. Clamé al Señor en mi angustia [Sal. 19)
Dios es la roca en la que me refugio...
Tú eres. Yahvé, mi lámpara... mi Dios que alumbras mis tinieblas. Contigo puedo romper todas las barreras Dios es un escudo para todos los que se refugian en él (Sal. 17)
¡Quién me diera alas como a la paloma para volar y reposar! Descarga en Dios tu peso
y él te sustentará (Sal. 54)
No retires de mí tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación (Sal. 50).
Existe una manera de practicar este método de oración en grupo: el que lo dirige hace pasar al
grupo por unos ejercicios de conscienciación, como ayuda para que cada uno profundice el silencio dentro de sí... O invita al grupo a que lo logre por medio de aquel recurso que a cada uno le resulte más útil.. Pasados unos minutos de silencio, el director del grupo recita una frase de las Escrituras con voz clara y potente; después se hace el silencio, dando tiempo a que las palabras se deslicen hasta el corazón de los participantes... Cuanto más profundo sea el silencio en tu corazón, más fuerte será el impacto que produzcan las palabras. Si adviertes que las palabras te distraen, no les presten atención; limítate a incorporar el sonido de las palabras al mundo de tu consciencia.
Otra variante es hacer que el grupo recite las palabras después de haberlo hecho el director y
que recite cada frase dos o tres veces. Cuidado con que haya tiempo abundante de silencio; es
absolutamente necesario para que las palabras entren en el corazón y para crear una atmósfera
receptiva de las palabras que se recitarán después.
ANTHONY DE MELLO

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