martes, 9 de abril de 2019

SADHANA, UN CAMINO DE ORACIÓN. EJERCICIO: 31-32


Ejercicio 31: Consciencia del futuro
Este ejercicio es una variación del anterior. Cambia únicamente la materia sobre la que versa.
Aquí atendemos a los acontecimientos futuros, no a los pasados. Este ejercicio es más adecuado para las mañanas. el anterior lo era para las noches.
Arrancando del momento presente, recorre los acontecimientos del día que tienes ante ti,
acontecimientos que puedan suceder con alguna probabilidad... Naturalmente, no puedes estar seguro de que sucedan, pero selecciona aquellos que, probablemente, ocurrirán: una entrevista con alguien, las comidas, tu tiempo de oración, la ida al trabajo y el regreso de él...
Observa cada uno de estos acontecimientos tal como ocurrirán probablemente... No intentes
corregirlos o cambiarlos. Limítate a mirar. Confórmate con observar... Siguiente paso: Recorre, una vez más, cada uno de esos acontecimientos y mira tu comportamiento (pensamientos, sentimientos, reacciones) ideal, tal como querrías que fuese. Por favor, ¡no tomes resolución alguna! Limítate a verte con la imaginación tal como desearías comportarte...
Mira, después, esos acontecimientos tal como te gustaría que fuesen...


Paso final: Vuelve a cada uno de esos  acontecimientos... Encuentra a Cristo y su acción en cada uno de ellos...
Retorna al momento presente y termina el ejercicio con una oración a Cristo, presente en ti en este momento...
Otra variante:
Piensa por un momento que eres una manifestación de Dios al mundo.

Dios se aparece a todas las personas que encuentres a lo largo del día. Se esconde en tu forma y figura...
Ahora recorre los acontecimientos futuros Y mira esta manifestación de Dios en acción... ¡No
condenes ni juzgues! Y, sobre todo, no tomes decisión alguna. Limítate a mirar. Confórmate con ver los acontecimientos tal como es probable que sucedan.

O como quisieras tú que ocurriesen...
Ejercicio 32: Consciencia de las personas.
Presento aquí una simple variación de los dos ejercicios anteriores. Se basa en el conocimiento de que Jesucristo, el Señor Resucitado, se hace presente en nuestras vidas de una forma no reconocible en un principio.


Esta fue la experiencia de los apóstoles después de la resurrección. Su primera impresión era la de encontrarse con un extraño (en el camino a Emaús, en la orilla del lago de Tiberíades, en la tumba donde se apareció a María Magdalena como jardinero).
Sólo más tarde llegaron a reconocerle como quien era.
Este ejercicio quiere ayudarte a que reconozcas al Señor Resucitado en el rostro de cada persona con la que te encuentres en el día de hoy.
Repite el ejercicio anterior recorriendo algunos de los acontecimientos que pueden suceder
hoy...
Detente ahora de manera especial en las  personas con las que entras en contacto en un día corriente... Piensa que cada una de ellas es el Señor resucitado en persona que se te aparece bajo un disfraz…
Reconoce al Señor en cada una de ellas... Ámalo, adóralo, sírvelo... concibiendo en tu
imaginación incluso formas de adoración, de servicio y de amor que no te permitirías en el ámbito de lo real...
Al final del ejercicio vuelve al momento presente... Percíbete de la presencia de Jesús en la habitación en la que te encuentras... Adóralo... Habla con él...
Con este ejercicio cerramos la serie de los  dedicados a nuestra fantasía. La fantasía es un
elemento muy valioso en nuestra vida de oración, al igual que lo es en cualquier vida emocional sana. Si la empleamos juiciosamente, es decir, como medio para profundizar nuestra memoria y nuestro silencio interior y no como medio dé entretenimiento agradable, nuestra vida de oración se enriquecerá en gran medida. Sin duda que descubrirás la verdad de esta afirmación haciendo uso de alguno de estos ejercicios.
Santa Teresa de Ávila, que llegó a alcanzar las cumbres de la unión mística con Dios, fue
defensora acérrima de la utilización de la imaginación dentro de la oración. Tenía una mente muy distraída y era incapaz de guardar silencio interior aunque fuera por unos segundos. Su manera de orar, nos confiesa la santa, consistía en encerrarse dentro de sí misma; pero no podía hacerlo a menos que encerrara simultáneamente consigo miles de vanidades.
Toda su vida agradeció que su mente fuera así; ello le había obligado a sacar su oración del
campo del pensamiento y llevarla al ámbito del afecto y de la imaginación. Por eso recomienda
encendidamente el empleo de las imágenes. Imagina que ves a Jesús en su agonía, en el Huerto, y consuélale. Imagina que tu corazón es un jardín precioso y que Jesús pasea en él, entre flores.
Imagina que tu alma es un hermoso palacio, con paredes de cristal, y que Dios es un diamante
brillante, situado en el corazón de ese palacio. Imagina que tu alma es un paraíso, un cielo don de serás inundado de delicias. Imagina que eres una esponja totalmente empapada, no de agua, sino de la presencia de Dios. Ve a Dios como una fuente en el centro de tu ser. O como sol radiante que ilumina cada parte de tu ser, enviando sus rayos desde el centro de tu corazón.
Cada una de estas imágenes serviría en sí como contemplación imaginativa. Juntamente con
el uso de la imaginación, Teresa recomienda el empleo del corazón en la oración. De esta forma de oración vamos a tratar precisamente en los capítulos siguientes.
ANTHONY DE MELLO

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