martes, 26 de mayo de 2020

LIBRO DEL EGO.- CAPÍTULO 10: LA MEDITACIÓN (1ª PARTE)



LA AUSENCIA DE PENSAMIENTO ES MEDITACIÓN

LA AUSENCIA de pensamiento es meditación. Cuando no se piensa es cuando llegamos a conocer a quien está oculto por nuestros pensamientos. Cuando no hay nubes aparece el cielo azul, y también hay un cielo dentro de ti. Aparta las nubes de los
pensamientos para verlo, para conocerlo. Se puede hacer. Cuando la mente está en calma y no tiene pensamientos, en ese silencio, en esa profunda irreflexión, en la ausencia completa de pensamientos se ve la verdad.
¿Qué se puede hacer para conseguirlo? Hay que hacer una cosa muy sencilla, pero te resultará muy difícil porque te has vuelto muy complejo. Lo que es posible para un recién nacido a ti te resulta imposible. El niño se limita a mirar, sin pensar. Solamente ve. Y simplemente ver es maravilloso. En eso consiste el secreto, la llave que puede abrir la puerta de la verdad.
Yo os estoy viendo. Simplemente os estoy viendo. ¿Lo comprendéis? Solo os estoy viendo, sin pensar. Y entonces desciende sobre mí una calma insólita, un silencio palpable, y se ve todo y se oye todo pero nada perturba la calma en el interior. Dentro no hay ninguna reacción, no hay pensamientos. Solo existe darshan, «ver».

 
La conciencia correcta es el método de la meditación. Tienes que ver, solo ver lo que está dentro y lo que está fuera. Fuera hay objetos; dentro, pensamientos. Tienes que mirarlos sin ningún objetivo concreto. No existe ningún objetivo; solo ver. Eres un testigo, un testigo imparcial, y simplemente ves.
Esa atención, esa vigilancia, poco a poco te lleva a la paz, al vacío, a la ausencia de pensamiento. Inténtalo y lo conocerás.
A medida que se disuelven los pensamientos se despierta y cobra vida la conciencia. Párate un día tranquilamente, en cualquier sitio, en cualquier momento. Mira, escucha y sé testigo del mundo y de ti mismo. No pienses. Limítate a ser testigo y ver qué ocurre. Deja que crezca la actitud de ser testigo, deja que invada toda tu actividad física y mental. Deja que esté siempre contigo.
Si eres testigo, tu ego desaparecerá y verás, comprenderás lo que realmente eres. El «yo» morirá y se alcanzará el ser.
En esta sadhana (disciplina) de ser testigo, en esta observación del propio estado mental, se produce fácilmente una transformación, un cambio, entre lo que se presencia y el que es testigo. Mientras observas tus pensamientos vislumbras al que está observando. Y un día, el que observa aparece en toda su gloria y majestad y tocan
a su fin tu miseria y tu desdicha.
No es un método que se pueda practicar solo de vez en cuando para conseguir la liberación. Hay que practicarlo continuamente, día y noche. A medida que se practica el ser testigo, a medida que se avanza hacia el estado de ser testigo, ese estado se hace más estable y empieza a estar presente todo el tiempo.
Poco a poco empieza a acompañarte continuamente, despierto y dormido. Incluso empieza a estar presente durante el sueño. Y cuando eso ocurre, cuando empieza a estar presente incluso mientras duermes, puedes tener la certeza de que ha profundizado en tu interior, de que ha extendido sus raíces a lo largo y lo ancho. Hoy estás dormido incluso cuando estás despierto. Mañana estarás despierto incluso cuando duermas.
Este estado disuelve los pensamientos despertándonos del sueño y de los sueños.

Las olas se disuelven en una mente libre de pensamientos y sueños. La mente se queda en calma, sin olas, sin temblores, al igual que el mar está en calma cuando no hay olas, al igual que la llama de una vela no titila cuando no sopla brisa en la casa. Es en tal estado cuando se conoce a Dios, el que es el ser, el que soy yo, la verdad. Y entonces se abren las puertas del palacio de Dios.
Estas puertas, esta entrada, no se encuentra en las palabras... se encuentra en el ser. Por eso digo que no hay que indagar en otro sitio, sino en ti mismo. No vayas a ninguna otra parte. Adéntrate en ti mismo.
¿Qué relación guardan entre sí lo unidireccional, la concentración y la meditación?
Lo unidireccional, la concentración y la meditación no guardan ninguna relación entre sí. Es una de las confusiones más extendidas.
Lo unidireccional es otro nombre de la concentración, pero la meditación es justo lo contrario de la concentración. Sin embargo, la mayoría de los libros, la mayoría de los diccionarios y de los llamados profesores las emplean como sinónimos.
La concentración significa sencillamente enfocar algo unidireccionalmente. Es algo de la mente. La mente puede ser un caos, una aglomeración. La mente puede ser muchas voces, muchas direcciones, una encrucijada. Por lo general, eso es la mente,
una aglomeración. Pero si la mente es un caos, no puedes pensar racionalmente, no puedes pensar científicamente. Para pensar racional y científicamente tienes que concentrarte en el objeto de tu estudio. Sea cual sea el objeto, lo fundamental es que viertas toda tu energía en él. Solo con toda esa fuerza existe la posibilidad de conocer la verdad objetiva; por consiguiente, la concentración es el método de todas las ciencias.

Pero la meditación es algo completamente distinto. En primer lugar, no es de la mente. No es ni una mente unidireccional ni multidireccional; sencillamente no es mente.
La meditación significa ir más allá, más allá de la mente y sus límites. No pueden tener ninguna relación; son polos opuestos.
La concentración es mente y la meditación no-mente.
Sobre todo Occidente no conoce la meditación. Se ha limitado a la concentración —y de ahí el progreso científico, la tecnología—, pero no ha conocido la ciencia interior del silencio, la paz, de ser una luz hacia ti mismo.
El enfoque unidireccional puede revelar los secretos del mundo exterior. La meditación revela los secretos de tu propia subjetividad. Podría decirse que la concentración es objetiva y que la meditación es subjetiva. La concentración se dirige hacia afuera; la meditación hacia adentro. La concentración significa alejarte de ti mismo; la meditación, llegar a tu centro más recóndito. La mente, la lógica, la razón: todas apuntan hacia lo exterior; para ellas no existe lo interior.
Pero una ley fundamental de la realidad interior consiste en que una persona razonable jamás logra nada en el mundo interior. Se trata de un enfoque irracional, o mejor dicho, suprarracional. Para conocerte a ti mismo no necesitas la mente, sino el silencio absoluto. La mente siempre está ocupada en una o muchas cosas. Tiene montones de pensamientos, de ondulaciones; el lago de la mente jamás se queda en calma.
Tu ser interior solo puede reflejarse en un espejo sin ondulaciones. La ausencia de mente —el silencio absoluto, sin pensamientos, la ausencia total de mente— se convierte en ese espejo sin ondulaciones, sin ni siquiera un solo pensamiento revoloteando. Y de repente, la explosión; has tomado conciencia de tu propio ser por primera vez.

Hasta ahora has conocido las cosas del mundo; ahora conoces al que conoce. Eso es exactamente a lo que se refiere Sócrates cuando dice: «Conócete a ti mismo».
Porque sin conocerte a ti mismo —quisiera añadir al consejo de Sócrates— no puedes ser tú mismo, y a menos que seas tú mismo nunca te sentirás tranquilo.
Cierta incomodidad, cierta pena... No sabes muy bien qué es, pero
constantemente tienes la sensación de que te falta algo, de que lo tienes todo y sin embargo falta algo que podría darle significado a ese todo. Tu palacio está lleno, con todos los tesoros del mundo, pero tú estás vacío. Tu reino es grande pero tú estás ausente. Tal es la situación del hombre actual; de ahí la constante sensación de sinsentido, de ansiedad, de angustia, de Angst.
La mente actual es la más atribulada que ha existido jamás, por la sencilla razón de que el ser humano ha llegado a la mayoría de edad. A un búfalo no le preocupa el sentido de la vida... La hierba es el sentido de la vida para él. Aparte de eso, lo demás le resulta inútil. A los árboles no les interesa el sentido de la vida; con buen riego, tierra fértil y un hermoso sol la vida es un inmenso gozo. No hay árboles ateos, ni árboles con dudas. Salvo para el hombre, la duda no existe. Salvo el hombre, nadie parece preocupado. Ni siquiera tos burros se preocupan. Parecen tan relajados, con una
tranquilidad tan filosófica... No tienen miedo a la muerte, ni a lo desconocido, ni preocupación por el mañana.
Solo el hombre con su inteligencia lleva una vida muy difícil, continuamente atormentado. Intentas olvidar de mil y un modos, pero vuelve una y otra vez. Y así seguirá ocurriendo a menos que sepas algo de meditación, a menos que aprendas a volverte hacia adentro, a mirar tu propio interior. Y de repente, desaparecerán todos los sinsentidos.

En un nivel muy elevado, estarás tan tranquilo como los árboles. En un nivel de conciencia muy elevado, te sientes tan relajado como toda la existencia. Pero tu relajación posee cierta belleza: que es consciente, que está alerta. Sabe que existe. Sabe que mientras la existencia entera duerme, ella está despierta.
¿Qué sentido tiene un maravilloso amanecer si estás dormido? ¿En qué consiste la belleza de una rosa si estás dormido? La mente es el dormir, estés concentrado o no. La meditación es el despertar. En el momento en que te despiertas, desaparece el dormir y con él todos los sueños, todas las proyecciones, todas las expectativas, todos los
deseos. De repente te encuentras en un estado sin deseos, sin ambiciones. en un silencio inconmensurable. Y solo en ese silencio alcanzan la plenitud las flores de tu ser.
Solamente en ese silencio abren sus pétalos los lotos.
Recuerda que cualquier profesor que te diga que la concentración es meditación comete un gran crimen. Al no saber que te está engañando, y que engañarte en un asunto tan fundamental, resulta mucho más peligroso que alguien que pueda matarte. Te mata más significativa y profundamente. Destruye tu conciencia; destruye la posibilidad misma de que abras las puertas de todos los misterios que tú eres.

La concentración no tiene nada que ver con la meditación, pero te han dicho los cristianos, los hindúes, los musulmanes, las llamadas religiones organizadas que te concentres en Dios, que te concentres en determinado manirá o en la estatua de un Buda, pero que te concentres. Y recuerda que, si te concentras en un hipotético Dios al que nadie ha visto, al que nadie conoce, de cuya existencia no existe ninguna prueba... puedes seguir concentrándote en una hipótesis vacía, que no te revelará tu ser.
Concéntrate en una estatua creada por el hombre, esculpida por ti; concéntrate cuanto quieras, pero no encontrarás nada que transforme tu ser. O concéntrate en unas escrituras, en unos manirás, unos cánticos... pero todos esos esfuerzos resultarán

vanos.

Continuará... 

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