jueves, 28 de mayo de 2020

LIBRO DEL EGO.- CAPÍTULO 12: LA AUSENCIA DE EGO (PARTE 1)


Siempre nos habla de que hay que librarse del ego, pero ¿cómo puedo hacerlo si no sé distinguir entre el ego y mi verdadero carácter?
NO PUEDES librarte del ego. Es como la oscuridad: no puedes librarte de la oscuridad; solo puedes hacer la luz. En cuanto existe la luz, deja de existir la oscuridad.
Podría decirse que esa es la forma de librarse de la oscuridad, pero no hay que tomárselo en sentido literal. La oscuridad no existe; es la ausencia de luz. De ahí que no se pueda influir directamente sobre ella. Con la luz solo se pueden hacer dos cosas: o encenderla o apagarla. Si quieres oscuridad, apaga la luz; si no quieres oscuridad, enciende la luz. No se puede uno librar del ego.
La meditación se puede aprender. La meditación funciona como una luz, es luz.



Transfórmate en luz, y no encontrarás el ego por ninguna parte.
Si quieres librarte de él te verás en dificultades, porque, ¿quién es el que quiere librarse de él? Es el ego mismo, con un nuevo juego, el juego llamado espiritualidad, religión, realización. ¿Quién plantea esta pregunta? El ego mismo, que te engaña. Y cuando el ego pregunta cómo deshacerse de él, naturalmente piensas: «No puede ser el ego. ¿Cómo va a querer suicidarse el ego?». Así es como te engaña.

Tu propio carácter no plantea preguntas, no necesita respuestas. Tu propio carácter es luz, está lleno de luz. No sabe de oscuridades; jamás se ha topado con la oscuridad.
No tienes que librarte del ego. Limítate a indagar, a buscar dónde está; en primer lugar, tienes que encontrarlo. No te preocupes por tu propio carácter. Sigue buscando el ego y no lo encontrarás; por el contrario, encontrarás tu propio carácter, luminoso, fragante como un loto. Jamás habrás visto semejante belleza, en ninguna otra parte. Es la experiencia más hermosa de la vida, y cuando hayas visto tu propio loto de luz, tu propio loto floreciendo, el ego habrá acabado para siempre. Entonces dejarás de plantear esas preguntas absurdas.

«¿Cómo distinguir entre el ego y mi verdadero carácter?», preguntas.
O bien el ego está ahí, y entonces no se conoce el verdadero carácter, o se conoce el verdadero carácter, y entonces no queda nada del ego. Como no puedes tener ambas cosas, no puedes hacer distinciones, no puedes distinguirlas, no pueden estar presentes las dos al mismo tiempo. Solo una puede estar presente.
En estos momentos, seas lo que seas, eres ego, y no debes preocuparte por distinguirlos. Si no hubiera ego no habrías planteado la pregunta. El propio carácter no sabe de preguntas, porque es éxtasis, no un problema.
Pienso que al desarrollar una actitud de entereza ante las dificultades he llegado a resignarme a gran parte de la vida. Tengo la sensación de que esa resignación es como un peso que se opone a mis esfuerzos para vivir más la meditación. ¿Significa esto que
he suprimido mi ego y que debo encontrarlo otra vez antes de perderlo realmente?

ESTE ES UNO DE LOS MAYORES PROBLEMAS... parecerá una paradoja, pero es verdad. Antes de perder el ego, tienes que alcanzarlo. Solo el fruto maduro cae al suelo. La madurez lo es todo.
No se puede arrojar por la borda un ego inmaduro, no se puede destruir. Y si luchas con un ego inmaduro para destruirlo y disolverlo, tus esfuerzos serán vanos. En lugar de destruirlo, lo encontrarás más reforzado, de una forma nueva, más sutil.
Es algo fundamental, que hay que comprender: el ego debe llegar a la cima, debe ser fuerte, tiene que alcanzar la integridad, y solo entonces se puede disolver.
No se puede disolver un ego débil, y eso se convierte en un problema.
En Oriente todas las religiones predican la ausencia de ego, de modo que, en Oriente, todo el mundo está en contra del ego desde el principio. Debido a esta actitud, el ego nunca se fortalece, nunca llega al punto de integración a partir del cual puede desaparecer. Nunca llega a madurar. Por eso resulta muy difícil disolver el ego en Oriente, casi imposible.
En Occidente, la tradición occidental, religiosa y psicológica, propone, predica y convence a la gente de que tenga un ego fuerte... porque a menos que tengas un ego fuerte, ¿cómo vas a sobrevivir? La vida es una lucha; si no tienes ego, te destruirán. Así
¿cómo resistirse? ¿Quién va a luchar? ¿Quién va a competir? Y la vida es una continua competición.
La psicología occidental dice que hay que alcanzar el ego, afianzarlo, pero en Occidente resulta muy fácil disolver el ego, de modo que cuando alguien que va en su busca llega a comprender que el problema radica en el ego puede disolverlo fácilmente, con más facilidad que en Oriente.
En eso consiste la paradoja: que en Occidente se enseña el ego y en Oriente se enseña la ausencia de ego; pero en Occidente resulta fácil disolverlo, y en Oriente resulta muy difícil.
Te enfrentas a una ardua tarea, en primer lugar alcanzar el ego y después perderlo, porque solo se puede perder algo que se posee. Si no lo posees, ¿cómo vas a perderlo? Si no eres rico tu pobreza no puede tener la belleza que predica Jesucristo, ser pobre de espíritu. Tu pobreza no puede tener la misma importancia que cuando Buda
Gautama se hace mendigo.
Solo el rico puede hacerse pobre, porque únicamente se puede perder lo que se tiene. Si nunca has sido rico, ¿cómo vas a ser pobre? Tu pobreza será superficial; nunca llegará al espíritu. Serás pobre en la superficie, y en el fondo ansiarás riquezas. Tu espíritu ansiará las riquezas, tendrás ambición, un deseo constante de obtener riquezas.
Solamente serás pobre en la superficie, e incluso te consolarás diciéndote que la pobreza es buena, pero no puedes ser pobre, porque solo una persona rica, realmente rica, puede ser pobre. El simple hecho de poseer riquezas no significa ser realmente rico.
Puedes seguir siendo pobre. Si sigue existiendo la ambición, eres pobre. Lo que importa no es lo que tienes. Si tienes suficiente desaparece el deseo. Cuando tienes suficientes riquezas, desaparece el deseo.
La desaparición del deseo marca el criterio de lo suficiente. Entonces eres rico; puedes abandonarlo, puedes hacerte pobre, puedes hacerte mendigo como Buda, y entonces tu pobreza es rica, entonces tu pobreza tiene su propio reino.
Y lo mismo ocurre con todo. Los Upanishads, Lao Tzu, Jesucristo o Buda... todos enseñan que el conocimiento es inútil. Limitarse a adquirir conocimientos no resulta de mucha ayuda. No solo no resulta de mucha ayuda, sino que puede convertirse en una barrera. No se necesita el conocimiento, pero eso no significa que debas ser ignorante.
Tu ignorancia no será real. Cuando has acumulado suficientes conocimientos y los abandonas, llegas a la ignorancia. Entonces te haces realmente ignorante, como Sócrates, que decía: «Solo sé que no sé nada». Este conocimiento, o esta ignorancia —podemos llamarlo como nos plazca— es completamente distinto, tiene una cualidad distinta, ha cambiado de dimensión. Si eres ignorante sencillamente por no haber reunido conocimiento, tu ignorancia no puede ser sabia, no puede ser sabiduría, sino simple ausencia de
conocimiento. Y el ansia continuará dentro: ¿cómo obtener más conocimientos? ¿Cómo obtener más información?
Cuando tienes demasiados conocimientos —has conocido las escrituras, has conocido el pasado, la tradición, has conocido todo lo que se puede conocer—, de repente te das cuenta de la inutilidad de todo, de repente te das cuenta de que eso no es conocimiento, sino algo prestado. No es tu propia experiencia existencial, no es lo
que has llegado a saber. Quizá otros sí lo hayan sabido, pero tú simplemente lo has reunido, de una forma mecánica. No ha surgido de ti, no es algo que haya crecido. Es basura recogida de otras cosas, prestada, muerta.

Recuerda que el conocimiento solo está vivo cuando tú conoces, cuando es tu experiencia inmediata, directa, pero cuando tu conocimiento proviene de otros, es simple memoria, no conocimiento. La memoria está muerta. Cuando reúnes gran
cantidad —las riquezas del conocimiento, las escrituras, todo lo que te rodea, las bibliotecas condensadas en tu mente, y de repente te das cuenta de que simplemente llevas la carga de otros, de que no te pertenece nada, de que no has conocido—, entonces puedes abandonarlo, puedes abandonar todo ese conocimiento.
Al abandonarlo surge un nuevo tipo de ignorancia. No se trata de la ignorancia del ignorante, sino de la sabiduría del sabio.
Solamente el sabio puede decir: «No sé», pero al decir «No sé» no siente ansias de conocimiento. Está constatando un hecho. Y cuando puedes decir de corazón «No sé», en ese mismo momento se te abren los ojos, se abren las puertas del conocimiento. En
ese mismo momento es cuando puedes decir con toda sinceridad «No sé», cuando eres capaz de adquirir conocimiento.
Esta ignorancia es muy hermosa, pero se obtiene mediante el conocimiento. Es la pobreza a la que se llega mediante la riqueza.

Y lo mismo ocurre con el ego: solo puedes perderlo si lo tienes.
CUANDO BUDA DESCIENDE DE SU TRONO, SE HACE MENDIGO... ¿QUÉ NECESIDAD TENÍA BUDA? Era un rey en su trono, en la cúspide de su ego... ¿Por qué llegar a tal extremo, a cambiar su palacio por las calles, a mendigar? Pero en el mendigar de Buda hay belleza. La tierra jamás ha conocido mendigo tan hermoso, mendigo tan rico, mendigo tan majestuoso, tal emperador. ¿Qué ocurrió cuando descendió de su trono?
Descendió de su ego. Los tronos no son sino símbolos, símbolos del ego, del poder, el prestigio, la posición social. Descendió y sobrevino la ausencia de ego.
Esta ausencia de ego no es modestia, no es humildad. Encontrarás a muchas personas humildes, pero bajo su humildad funciona un ego muy sutil.

SE CUENTA QUE DIÓGENES FUE UN DÍA A VER A SÓCRATES. Vivía como un mendigo, llevaba la ropa sucia, llena de agujeros y remiendos. Incluso si le regalaban ropa nueva no se la ponía; primero la ensuciaba y la rompía.
Fue a ver Sócrates y empezó a hablar sobre la ausencia de ego, pero con sus penetrantes ojos, Sócrates debió de darse cuenta de que Diógenes no era un hombre sin ego. Su forma de hablar sobre la humildad era muy egoísta. Por lo visto, Sócrates le dijo: «A través de tu ropa sucia, a través de los agujeros de tu ropa no veo sino el ego.
Hablas de humildad, pero tus palabras proceden de un profundo centro del ego».

ASÍ OCURRE, ASÍ ES COMO SE DA LA HIPOCRESÍA. Tienes ego, y lo escondes con lo contrario, haciéndote humilde superficialmente. Esa humildad superficial no puede engañar a nadie. Quizá te engañe a ti, pero a nadie más. El ego no para de asomarse por los agujeros de la ropa asquerosa que llevas. Siempre está presente. Esto no es sino engañarte a ti mismo; no vas a engañar a nadie más.
Eso es lo que ocurre si empiezas a desprenderte del ego inmaduro.
Mis enseñanzas parecerán contradictorias, pero son reales como la vida misma. La contradicción es algo inherente a la vida.
Os enseño a que seáis egoístas para que podáis desprenderos del ego.
Os enseño a que seáis absolutamente egoístas. No lo ocultéis, porque si no, nacerá la hipocresía. Y no luchéis contra el fenómeno inmaduro. Dejadlo madurar, y ayudadlo a madurar. Llevadlo al punto culminante. No tengáis miedo; no hay nada que temer. Así
llegaréis a comprender la agonía del ego.
Cuando llegue al punto culminante, no necesitaréis ningún Buda, ni a mí, para que os diga que el ego es el infierno. Lo sabréis, porque el culmen del ego será el culmen de vuestras experiencias infernales, será una pesadilla, y entonces no hará falta que nadie
os diga: «Abandónalo. Te resultará difícil mantenerlo».
El conocimiento se alcanza únicamente mediante el sufrimiento.
No se puede prescindir de nada mediante argumentaciones lógicas. Se prescinde de algo solo cuando llega a ser tan doloroso que no se puede continuar con ello.
Tu ego aún no te resulta tan doloroso, y por eso puedes sobrellevarlo. Es natural.
Yo no puedo convencerte para que lo abandones, e incluso si te convenciera, lo esconderías... eso es todo.
No se puede tirar nada que no esté maduro. El fruto sin madurar se aferra al árbol y el árbol se aferra al fruto. Si los obligas a separarse se formará una herida, y la cicatriz permanecerá. La herida continuará como si fuera reciente y tú siempre sentirás dolor. Recuerda que todo tiene su momento, su tiempo para crecer, para madurar, para caer a la tierra y disolverse. También el ego tiene su momento, tiene que llegar a la madurez.
De modo que no tengáis miedo de ser egoístas. Lo sois, porque de otro modo hace tiempo que habríais desaparecido.
Tal es el mecanismo de la vida: tenéis que ser egoístas, tenéis que luchar para abriros camino, tenéis que luchar contra los millones de deseos que os rodean, tenéis que debatiros, tenéis que sobrevivir.
El ego es una medida de supervivencia.
Si un niño nace sin ego, morirá. No sobrevivirá; es imposible, porque si tiene hambre no lo notará: «Yo tengo hambre». Notará que hay hambre, pero no la relacionará consigo mismo. En el momento que se siente hambre el niño siente que es él quien tiene hambre y se pone a llorar para que le den de comer. El niño crece
mediante el crecimiento de su ego.
Por eso, para mí el ego forma parte del proceso de desarrollo natural.

PERO ESO NO SIGNIFICA QUE TENGAS QUE MANTENERLO PARA SIEMPRE. Es un proceso de desarrollo natural, y para abandonarlo hay que dar un segundo paso, que
también es algo natural, pero solo se puede dar el segundo paso cuando el primero ha llegado al punto culminante, al máximo, cuando el primero ha llegado a la culminación.
Por eso yo enseño las dos cosas: la presencia del ego y la ausencia del ego. En primer lugar, sé egoísta, completamente egoísta, como si la existencia entera solo existiera para ti y tú fueras su centro, como si todas las estrellas girasen a tu alrededor, como si el sol solo saliera para ti. Todo existe para ti, para ayudarte a ti. Sé el centro, y
no tengas miedo, porque si tienes miedo nunca madurarás.
¡Acéptalo! Forma parte de tu desarrollo. Disfrútalo y llévalo al culmen. Cuando llegue al culmen, de repente te darás cuenta de que tú no eres el centro, que ha sido una tontería, una actitud infantil. Pero como eras aún un niño, no pasa nada.
Ahora has madurado y sabes que no eres el centro. Cuando comprendes que no eres el centro también comprendes que no hay un centro en la existencia o que el centro está en todas partes. O no hay centro y la existencia existe como totalidad, como integridad sin centro como punto de control, o cada átomo constituye un centro.
Jakob Boehme dice que el mundo entero está lleno de centros, que cada átomo es un centro, y que no existe la circunferencia... centros por todas partes y ni una sola circunferencia. Existen estas dos posibilidades. Ambas significan lo mismo; únicamente los términos son diferentes y contradictorios, pero en primer lugar tienes que convertirte en centro.
Lo que pasa es lo siguiente: estás soñando, y si el sueño llega a la culminación, se destruye. Siempre ocurre lo mismo, que cuando un sueño llega al punto culminante, se destruye. ¿Y cuál es el punto culminante de un sueño? El punto culminante de un sueño llega cuando se tiene la sensación de que es real. Tienes la sensación de que es real, no un sueño, y continúas con él hasta que el sueño se hace casi realidad. Nunca puede llegar a ser realidad, sino casi real.
Se aproxima tanto a la realidad que no puedes ir más lejos, porque con dar un paso más el sueño sería real, y no puede serlo porque es un sueño. Cuando se acerca tanto a la realidad, te despiertas, con el sueño hecho añicos. Lo mismo ocurre con los demás engaños.
El ego es el mayor de los sueños. Tiene su belleza, su agonía. Tiene su éxtasis, su agonía. Tiene su cielo y su infierno, porque ambos están allí. Los sueños son hermosos unas veces y otros son pesadillas, pero en ambos casos son sueños.
Por eso os digo que no despertéis de vuestro sueño antes de que llegue el momento. No; jamás hagáis nada antes de que llegue el momento. Dejad que las cosas se desarrollen, que lleguen a su momento, para que todo ocurra de forma natural.
El ego desaparecerá. Puede disolverse por sí solo. Siempre y cuando dejéis que se desarrolle y lo ayudéis a desarrollarse, no habrá necesidad de que vosotros os libréis de él.
Se trata de algo muy profundo. Si renuncias a él, el ego sigue dentro de ti. ¿Quién renunciará a él? Si piensas que tú renunciarás a él, tú eres el ego... de modo que renuncies a lo que renuncies, no será lo real. Lo real continuará y tú te habrás librado de otra cosa.


 CONTINUARÁ...

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