miércoles, 13 de enero de 2016

El Sendero del Mago Lección XX





EL SENDERO DEL MAGO:LECCIÓN 20

El mayor bien que puedes hacerle al mundo es convertirte en mago. Era el último día que pasarían juntos.
El joven Arturo estaba parado al lado del camino que conducía hacia afuera del bosque.
Mirando por encima del hombro trató de ver el claro de Merlín, pero éste había desaparecido.
Un espeso parche de bosque, que había crecido de la noche a la mañana, se lo había tragado y, con él, la entrada a la cueva de cristal.
Arturo sintió el vacío de la pérdida, seguro de que ésta afectaría a todos los mortales y no solamente a él.
“No regresaré jamás, ¿verdad?”, preguntó. Merlín, quien se encontraba a su lado, sacudió la cabeza.
“No hay necesidad de que lo hagas. Ya terminaste conmigo”.
“Dudo que algún día pueda terminar contigo”, pensó Arturo.
Le parecía que incluso después de tantos años de entrenamiento, tenía muchas más cosas que preguntarle a su maestro que el primer día. Leyendo su mente, el mago dijo:

“Quise darte un obsequio de despedida y no se me ocurrió nada mejor que esto”. Señaló el camino sobre el cual estaban parados, el cual también había aparecido de la noche a la mañana.
“Los senderos son la señal del mago. ¿Sabias eso?”
“Entonces recuerda mis palabras.
Un mago es alguien que enseña alejándose y cuando tú mismo puedas alejarte, serás un mago.
Aunque creas poseer una parte de esta tierra, en realidad sólo caminas sobre ella.
En espíritu eres el polvo del camino, la inquietud del viento.
Ustedes los mortales construyen casas para protegerse del mundo. Para un mago, el hogar es este momento, y los momentos siempre están en movimiento...” “Por el camino del tiempo”, añadió Arturo terminando la frase.
Conocía de memoria muchas de las enseñanzas de Merlín.
“Sí”, convino Merlín. Los dos guardaron silencio.
El muchacho miró por el rabillo del ojo para ver si Merlín estaba triste o por lo menos acongojado por su partida.
La expresión del mago no denotaba ni una cosa ni otra.
“Veo que no me crees del todo”, dijo Merlín.
“Pero alejarte de mí es en realidad el mejor obsequio que puedo darte”. Y con eso, los indecisos pies del muchacho comenzaron a andar. Había un recodo a noventa metros de distancia y cada paso que Arturo daba hacia él parecía cambiarlo un poco.
Los años que había pasado al lado de Merlín parecían desvanecerse en un sueño, al tiempo que aumentaba su curiosidad por conocer el mundo.
Para cuando llegó al recodo, no pudo resistir las ganas de ver lo que había más allá. Toda la acción y el deseo de un mundo que nunca había conocido se convirtieron en algo de lo cual ansiaba ser parte; ahora sus pies volaban en su anhelo de salir del bosque.
La imagen del propio Merlín se diluyó en su mente hasta quedar solamente una voz que decía:
“Te he llevado a los lugares recónditos de tu alma.
Ahora deberás encontrarlos nuevamente, esta vez por ti mismo”.
Al cabo de un momento, también la voz se desvaneció.
El muchacho pasó el recodo, levantó el polvo con un salto de alegría y sonrió. En ese momento supo que cada vez que viera un camino pensaría en Merlín.
Para Comprender la Lección.
Andar un camino es señal de desapego, y los magos enseñan que la verdadera libertad está en el desapego.
Una persona libre vive en el espíritu, de la misma manera que el mago, y puede hacer mucho más bien que el que podría hacer por fuera del espíritu.
Nuestra sociedad no acepta aún este punto de vista, porque usted y yo y todas las personas a quienes conocemos hemos sido condicionados para pensar de otra manera.
Estamos apegados a todo y creemos que lo que hace funcionar la vida es el apego. Nuestro sentido de apego comienza con nuestra relación con esta Tierra.
Los mortales, dicen los magos, viven bajo la ilusión de que son dueños del mundo y controlan su destino.
Desde el punto de vista de los magos, el mundo tiene un espíritu que supervisa nuestro bienestar; vivimos al abrigo de ese espíritu y tenemos la capacidad de forjar nuestro propio destino.
Pero no es posible poseer o controlar al espíritu.
“¿Deseas poseer el mundo entero, no es así?”, le preguntó Merlín a Arturo. “No, creo que no”, replicó el muchacho.
“Ah, silo deseas, créeme.
Ustedes los mortales son como la chispa que ha de incendiar todo un campo algún día.
La chispa parece insignificante, pero se disemina cada vez más”. “¿Quieres decir que destruiremos el mundo?”, preguntó Arturo.
“Eso depende. No es posible destruir el espíritu y si llegas a considerarte un espíritu, te unirás al espíritu de la Tierra.
La alternativa es hacer caso omiso del espíritu y, si optas por ese camino, esta Tierra no te interesará para nada.
Su dolor no apelará a ti”. Merlín señaló una gran roca.
“Patéala”, dijo. Arturo obedeció. “¡Ay!”, se quejó. “Raro”, comentó Merlín. “Fue la roca la que recibió la patada y, no obstante, fuiste tú quien gritó”. “¿Qué tiene eso de raro?”, se quejó Arturo, sospechando que el mago lo había hecho patear más fuerte de lo que el había planeado. “Esta fue una lección sobre el espíritu. Cuando pateaste la roca, te lastimaste a ti mismo.
La roca no protestó, porque la Tierra jamás lo hace.
Ella está segura en el espíritu. La lección de la Tierra para ustedes, los mortales, es su seguridad en el espíritu.
Pero si sientes ira a causa de tu lesión, la cual la roca se limitó a devolverte, tenderás a hacer caso omiso del espíritu.
Querrás aplastar la roca, destruirla y utilizarla para tu beneficio, todo porque la Tierra es lo suficientemente gentil como para no gritar cuando la lastimas”.
Es parte de la naturaleza del espíritu no protestar.
No hay forma de lastimar al espíritu, y aunque los humanos hemos causado un daño asombroso a la Tierra, el resultado final siempre será que acabaremos dañándonos a nosotros mismos.
No respetamos nuestro propio espíritu.
Nos vemos a nosotros mismos con temor e ira.
“Has perdido la fe en la fe”, dijo Merlín.
“Pareces no confiar en la confianza”.
Lo que esto significa es que las cualidades del espíritu, entre ellas el amor, la fe, la confianza, deben conocerse y experimentarse para que sirvan de algo. La mayoría de las personas batallan contra su voluntad; recurren al miedo y a la ira porque sienten que esos son los caminos que les han sido impuestos.
La voluntad para vivir en paz depende de no dejarse guiar por esas energías negativas, y eso sólo puede lograrse siguiendo el sendero del mago. «Si deseas hacerle bien al mundo, abandona todo tu egoísmo y conviértete en mago”, decía Merlín.
“Si deseas hacerte bien a ti mismo, sé completamente egoísta y de todas maneras conviértete en mago”.
Aunque esto puede sonar paradójico, en últimas todo espíritu es espíritu. Todos vamos por el mundo como individuos, pero también como parte de la Tierra.
Por lo tanto, en la medida en que nos reconquistamos, recuperamos al mundo.
Para Vivir la Lección.
Los magos no desestimulan el impulso de hacer el bien.
Desapego no es sinónimo de indiferencia.
«Cuando veas el sufrimiento, apresúrate a aliviarlo”, dijo Merlín, “pero cerciórate de no salir con el sufrimiento pegado a ti”.
Este consejo llega directo al corazón de la compasión.
La raíz de la palabra compasión es “sufrir con”, y ésa es la forma como la mayoría de nosotros la interpretamos.
Suponemos que la persona compasiva es la que asume el sufrimiento de otra; sin embargo, si eso fuera cierto, la compasión duplicaría el sufrimiento del mundo en lugar de aliviarlo.
La verdadera compasión no es negativa.
Podemos sentir el dolor del otro pero permanecer seguros en el espíritu. La Tierra se comporta de esa manera con nosotros. Aunque el drama de los asuntos humanos se representa sobre el escenario de la Tierra, en sus campos que teñimos de sangre y en sus playas donde amasamos nuestra riqueza, ella permanece desapegada.
Los bosques, los campos, las playas y las montañas no se alzan y caen por causa nuestra.
Si no aceptamos que la Tierra tiene espíritu, ese desapego se convierte en indiferencia.
En nombre de la indiferencia estamos saqueando la Tierra.
La compasión por ella será posible únicamente cuando unamos nuestro espíritu al de ella. ¿Qué se necesita para unirnos al espíritu de la Tierra? Este libro es un intento por ofrecer una respuesta.
El sendero del mago se originó en el mito, en la memoria profunda de la humanidad, cuando aún nos refugiábamos en los bosques primordiales.
Merlín representaba entonces un espíritu de la naturaleza dotado de gran magia y poder.
Hoy no hay espíritus de la naturaleza porque los mortales decidieron apartarse de ella.
El viejo impulso de vivir dentro de la naturaleza dio paso a su contrario, el impulso de conquistarla.
Este impulso se ha impuesto casi hasta el punto del desastre.
En todas partes se oye el clamor en pro del regreso a la naturaleza, quizás en la última hora.
Los magos nunca se apartaron de la naturaleza, de modo que no tienen sitio al cual regresar.
Nos esperan para acogernos cuando retornemos al espíritu.
Sus secretos revelan que, si deseamos reunirnos con la naturaleza, el camino es recuperar nuestra propia naturaleza, la cual es la consciencia pura. “Allá afuera” no hay otra cosa que el reflejo de lo que hay “aquí adentro”.
Si deseamos regresar al hogar, debemos reconocer que el hogar es el momento presente.
Todo el poder y la realización que los hombres ansían existen en este momento. En el ahora se esconde una energía tremenda, más grande de lo que la mente puede imaginar.
Nada podría estar más cerca y, sin embargo, nada se aleja con tanta rapidez. Ese es el misterio y la paradoja. Para resolverlos, debemos reconocer que somos este momento.
Todo el poder presente aquí debemos encontrarlo en nuestro interior.
Todo el mundo tiene días llenos de energía, emoción y optimismo, y otros marcados por la fatiga, la confusión y el pesimismo.
¿En qué radica la diferencia?
Algunas personas creen que la respuesta está en los ciclos biológicos, o en la acción de unas fuerzas aleatorias, o en el destino, o en la suerte.
Pero los magos dicen que la respuesta está en la capacidad para estar presentes.
Cuando estamos presentes en el momento, tocamos la fuente de la vida. El tiempo mismo fluye a partir de este momento y de ningún otro.
Por lo tanto, para ir montados sobre la cresta del tiempo, necesitamos toda la energía de la cual podamos hacer acopio, y esa energía se encuentra dentro del momento.
Es imposible no preguntarnos cómo fue que el momento presente se nos fue. Usted puede responder ese interrogante por medio de un ejercicio simple.
Siéntese unos segundos y piense en la forma como opera la memoria.
¿Qué hace cuando ve el rostro de una persona pero no recuerda su nombre? Si se esfuerza en recordar, el esfuerzo mismo parece sofocar el poder para recordar.
Pero todos hemos tenido la experiencia de recordar un nombre o un rostro olvidado cuando menos lo esperábamos.
El simple hecho de dejar de pensar en el asunto parece activar el poder para recordar.
El deseo funciona de la misma manera, aunque pocas personas reconocen su mecánica.
Como todos deseamos cosas, nos es fácil caer en la trampa de trabajar, preocuparnos y luchar constantemente para obtener lo que deseamos. Sin embargo, los magos dicen que cuando dejamos de pensar en las cosas, la mecánica del deseo se ocupa de todo. Aunque esto parece misterioso, piense en esto:
¿Realmente sabe cómo regresan a la mente los recuerdos perdidos? La mente consciente no puede obligarlo a recordar las cosas y, no obstante, es muy capaz de recuperar todas y cada una de las cosas que ha conocido.
Asimismo, la mente consciente no puede medir la forma como el universo hace realidad los deseos.
Y lo mismo que la persona que lucha en vano por recordar un nombre, la gente se esfuerza desesperadamente por satisfacer sus deseos, sin darse cuenta de que el esfuerzo es el problema, no la solución.
Aunque ya hemos cubierto estos puntos en el libro, me gustaría presentarlos nuevamente en un plano más profundo.
En este momento usted es un mago.
Se ha perfeccionado en el espíritu; jamás se ha separado de Dios o de la naturaleza. Lo único que ha sucedido es que, en su lucha por no sentir dolor, ha comenzado a bloquear el momento presente.
La memoria y el deseo ocultan el espíritu.
Lo hacen porque hace mucho tiempo usted comenzó a temer por su seguridad aquí en la Tierra.
La inseguridad es el motivo por el cual atacamos a la Tierra, porque si confiáramos en que contamos con sustento y apoyo, ninguno de nosotros perseguiría la supervivencia de una manera tan histérica. “Confía en la confianza, ten fe en la fe”, decía Merlín.
“Ésa es la única solución cuando se han perdido la confianza y la fe”. Dentro de nuestro corazón no somos otra cosa que confianza. El ser y el amor también son parte nuestra, pero es la confianza la que nos permite respirar tranquilamente, aceptar el espíritu de la Tierra como nuestro.
Y la técnica para recordar esto es tan simple como la técnica para recordar cualquier otra cosa: permitirnos dejar de creer que la lucha es la respuesta.
Apreciemos en silencio la vida que nos sale al encuentro a cada momento. Con esta aceptación silenciosa viene la enorme energía que está escondida en el presente y, con esa energía, la abundancia, la paz, la inteligencia y la creatividad. Todos ellos son los obsequios del silencio envueltos dentro del espíritu de la Tierra.
Deepak Chopra

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