martes, 29 de enero de 2019

TIERRA DE ESMERALDA por A. y D. Meurois- Givaudan. INTRODUCCIÓN


«... que el alma existe después de la muerte del hombre y que el pensamiento conserva una cierta actividad y exige ser confirmado y demostrado afondo.»
Así se expresaba Platón algunos siglos antes de nuestra era y si escuchamos las preguntas que se sigue formulando el hombre contemporáneo, el problema sigue sin resolverse.
¡O, mejor dicho, sí! Siempre ha estado resuelto sin esfuerzo aunque llegando a conclusiones opuestas por los que, por un lado, han adoptado una religión y, por otro, han escogido el ateísmo. Las convicciones íntimas no se discuten. Son... como son y debemos respetarlas.
Pero, después de todo, ¿qué sabemos nosotros realmente en concreto sobre el tema?
En definitiva, prácticamente nada... ¡o tan poco!
Los postulados personales y perentorios prevalecen, con frecuencia, sobre el análisis objetivo.., y la experiencia.
Nuestra obra no pretende desde luego resolver por sí sola el problema. Se limita a ofrecerse como testimonio.
Quien dice testimonio dice, es evidente, experiencia vivida. De eso se trata precisamente en el más amplio sentido de la palabra. Creemos que para poder hablar de la muerte y de lo que hay más allá de sus puertas, es preciso haber vivido la muerte misma.
¿Podríamos hablar con honradez de un paraje lejano sin haberlo siquiera visitado? Sería perderse en suposiciones y afirmaciones en absoluto dignas de crédito.
¿Hemos sido víctimas de un terrible accidente? ¿Hemos padecido un coma profundo? ¿Nos han llevado de mala manera hasta el umbral último de la vida para poder hablar de un hipotético más allá? Nada de eso y ahí reside uno de los puntos capitales de nuestro testimonio.
«Espiritismo», pensarán ustedes. ¡Tampoco!
Se trata de una técnica, un procedimiento, viejo como el mundo, enseñado de forma regular a algunos privilegiados. Iniciados, diríamos nosotros.
¿Vamos a traicionar aquí los secretos de alguna secta misteriosa, extraña y dañina? ¡Nada de eso! Además no hay secreto alguno ni, menos aún, secta alguna.
Repetimos que sólo se trata de una técnica perfectamente natural, recalcando especialmente esta palabra: natural.
Los autores no han tomado nunca ninguna clase de droga.
Creemos importante esta precisión, puesto que el relato constituido por los siguientes capítulos es, a veces, de una naturaleza tal que algunos lectores podrían formarse opiniones erróneas.

Pero no divaguemos. ¿Qué técnica es ésa? ¿Qué es exactamente lo que permite?
No es más que un procedimiento basado esencialmente en métodos de respiración que logren que el consciente del individuo abandone su cuerpo a voluntad.
¿Adónde va ese consciente, ese potencial de energía en el que se asientan la inteligencia, la razón, la personalidad entera? A otro universo inaccesible para nuestros cinco sentidos. Pero no diremos más de momento.
Las líneas de la presente introducción bastan ya para que algunos sientan ganas de cerrar el libro definitivamente... O de leerlo con una amplia, amplísima, sonrisa en los labios. ¿Pues es en definitiva razonable pretender lo que pretendemos nosotros? Puede creerse en buena lógica, que haya individuos que puedan abandonar y regresar a su cuerpo  voluntariamente? ¿Que logren así tener acceso a una especie de universo que no es el nuestro sino uno de los «más allá» cuyo rastro se viene buscando inútilmente desde siempre?
A quienes así piensen, los autores responden que el siglo xx, pese a todos sus prodigios, está muy lejos de haberlo inventado explicado todo. También sugieren que, quienes hubieran hablado de teléfono o de ondas de radio en el siglo pasado habrían sido considerados locos inofensivos o iluminados.
Muchas cosas, hoy corrientes, pertenecían antes al terreno de la ciencia ficción.
Contra lo que pudiera creerse, con esta obra queremos dirigirnos a la verdadera razón, a la razón que admite, por curiosidad constructiva, ausencia de prejuicios, o voluntad de progreso, la puesta en tela de juicio de muchos conceptos.
No deseamos convencer sino como ya dijimos, sencillamente dar testimonio, ofrecer una especie de reportaje, absolutamente auténtico sobre un fenómeno capaz de brindarnos otra visión del mundo y de la vida. En efecto, por encima del problema de la muerte está el de la Vida, con algunos de sus misterios como protagonistas.
Citábamos antes a Platón, que habló del alma. Esta palabra nos resulta incómoda debido a las connotaciones religiosas que entraña.
Al emprender nuestro trabajo hemos tratado de sustraernos a cualquier juicio preestablecido, tanto de tipo religioso como ateo.
En consecuencia, si se utilizan palabras de este tipo es por motivos prácticos.
Somos conscientes de que el tema que abordamos ha sido tratado ya por algunos esoteristas con más o menos precisión.
No querríamos añadir nuestro trabajo al suyo, dirigiéndonos a una minoría de seres sensibles a ciertos hechos singulares. Pretendemos llegar a una mayoría de hombres y mujeres no ligados por todo aquello que se proclama y cuantifica oficialmente.
Aquí se cuenta todo tal cual es, sin  preocupaciones estéticas ni novelísticas. Aunque, como toda vivencia, no querríamos que tuviese la aspereza de una mera exposición... Dejaremos que sea el corazón quien hable.

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