lunes, 1 de abril de 2019

SADHANA, UN CAMINO DE ORACIÓN. EJERCICIO 24 Y 25: EL VALOR DE LA VIDA


Imagina que vas al médico para saber los resultados de una exploración que te han hecho. El doctor ha prometido dártelos a conocer hoy. Las pruebas podrían revelar alguna enfermedad seria.
Percibe lo que sientes mientras vas de camino a la consulta del doctor...
Te encuentras en estos momentos en la sala de espera... observa todos los detalles de la sala... el color de las paredes, los cuadros, el mobiliario... las revistas que hay allí... ¿Hay alguna otra persona esperando al doctor?.. Si hay otras personas, fíjate mucho en ellas, sus fisonomías, su atuendo... Advierte lo que sientes mientras esperas ser llamado a la consulta...
En este momento escuchas tu nombre... echa un vistazo a la sala de consulta del doctor...
Observa todos los detalles, los muebles... ¿Es la sala amplia o diminuta? Observa bien al doctor, sus rasgos, su manera de vestir... ¿Qué tipo de persona es?... El comienza a hablarte y tú adviertes que te esconde algo... Pídele que te hable con absoluta sinceridad... Entonces, con gran compasión en sus ojos, te dice que las pruebas han descubierto que padeces una enfermedad incurable... Le preguntas por el tiempo que te queda de vida... Te responde: «Dos meses de vida activa a lo sumo... después un mes o dos en cama...
¿Qué respondes tú a esto?... ¿qué sientes?.. Retén durante unos momentos estos sentimientos... Sal ahora de la consulta del doctor y lánzate a la calle... Continúa viviendo esos sentimientos... Contempla la calle, ¿está muy concurrida o vacía?... ¿Qué tiempo hace? ¿Es un día radiante o nublado?.. ¿Hacia dónde te diriges?.. ¿Deseas hablar con alguien?... ¿Con quién?... Quizá vuelves a tu comunidad. (Supongo que eres un religioso o una religiosa. Puede
adaptarse fácil mente si se trata de otra clase de personas.) ¿Qué vas a decir a tu superior? ¿Deseas que sepan la noticia los miembros restantes de la comunidad?.. Tu superior te pregunta qué quieres hacer durante los dos meses de vida activa que te restan... indicándote de forma más o menos abierta que te deja libertad de elección... ¿Qué vas a escoger?... ¿Cómo piensas emplear los dos
meses que te quedan?..
En estos momentos te encuentras cenando con la comunidad... en el recreo... ¿Saben ellos lo que te ocurre?... ¿Qué sientes cuando estás en su compañía?... Vete ahora a tu habitación y escribe una carta a tu provincial explicándole la situación y pidiéndole ser relevado eventualmente de tu trabajo... ¿Qué dices en la carta?.. Redáctala mentalmente ahora mismo...
Son altas horas de la noche... Todos los de la comunidad están acostados... Te deslizas hasta la capilla, completamente oscura. Tan sólo luce la luz del Santísimo... Siéntate y mira fijamente el
tabernáculo... Mira a Jesús durante unos instantes... ¿Qué le dices?... ¿Qué te responde él?... ¿Qué sentimientos vives en estos momentos?...
Los efectos que produce este ejercicio son demasiado variados como para describirlos y enumerarlos en este momento. Muchas personas disfrutan volviendo a él una y otra vez y siempre que lo hacen sacan mucho provecho.
La mayoría de las personas sacan de este ejercicio un grande aprecio por la vida y enorme amor a la misma... Como consecuencia, se sumergen en ella con mayor profundidad, la disfrutan, la viven, la emplean más intensamente… Muchos se sorprenden al darse cuenta de que no temen la muerte tanto como suponían…
Ocurre con demasiada frecuencia que sólo cuando perdemos algo somos capaces de apreciar su valor. Nadie agradece la vista más que el ciego. Nadie valora y estima tanto la salud como el enfermo. Pero, ¿por qué tenemos que aguardar a perder esas cosas para hacernos capaces de apreciarlas y disfrutar de ellas?
He aquí algunos otros ejercicios para llenar tu vida de agradecimiento y de gozo: Imagina que el doctor ha examinado tus ojos y está a punto de comunicarte el resultado de sus investigaciones... Haz la escena lo más viva posible, observa los detalles del lugar y personas como en el ejercicio anterior...

El doctor te anuncia en este momento que comienza a fallar tu vista, que la ciencia médica nada puede hacer por salvada y que, probablemente, quedarás ciego en un plazo de tres o cuatro meses... ¿Qué sentimientos tienes en ese momento?... Eres consciente de que dispones tan sólo de tres o cuatro meses para imprimir en tu memoria imágenes visuales que no volverás a ver... ¿Qué cosas te interesa especialmente ver antes de quedarte ciego?... Observa cómo miras ahora cosas que sabes no verás más puesto que pronto te quedarás ciego para siempre...
Imagina ahora que te has quedado realmente ciego...
¿Qué tipo de vida llevas como ciego?... Dedica tiempo a penetrar en todas tus disposiciones y sentimientos... Con la imaginación recorre un día de tu vida de ciego, desde el momento en que te
levantas y te lavas por la mañana hasta el momento de acostarte por la noche... come... lee libros, habla con la gente... sal a pasear... como ciego...
Ahora abre los ojos y comprueba que puedes ver... ¿Qué sientes?... ¿Qué le dices al Señor?
Las mejores cosas de la vida están disponibles. Cosas tales como la vista, la salud, el amor la libertad y la vida misma. Lo malo es que nosotros no disfrutamos de ellas. Estamos demasiado preocupados en pensar que no tenemos suficientes cosas de las secundarias, dinero, buenos trajes y fama. Recuerdo que en cierta ocasión, en un viaje de vuelta en avión, me hallaba irritado porque llegábamos con retraso. Sucedió que, al llegar al aeropuerto, el avión comenzó a sobrevolarlo durante una media hora -aumentando de esta manera nuestro retraso- a causa de lo que dieron en llamar «dificultades técnicas”... Fue media hora llena de suspense y de ansiedad. Puedes imaginar el respiro que sentimos al aterrizar. ¿Qué había sucedido con la irritación que yo había experimentado porque llegábamos con retraso? No quedaba ni rastro de ella. Estábamos llenos de gozo por haber aterrizado sanos y salvos... Llegar con retraso no tenía importancia. Fue preciso que sintiésemos la posibilidad de un accidente serio para que nos diéramos cuenta de ello.
Leí en cierta ocasión el relato de un prisionero nazi que escribía a su casa lleno de gozo porque había sido trasladado de una celda con las cuatro paredes desnudas a otra en la que había un orificio por el que podía contemplar un retazo del firmamento azul por la mañana y algunas estrellas por la noche. Para él esto constituía un inmenso tesoro. Cuando terminé de leer la carta eché un vistazo desde mi ventana al amplio espacio del firmamento... Yo era un millón de veces más rico que aquel pobre prisionero pero no había sido capaz de gozar de mi riqueza. No había gozado nada de ella.


Piensa lo que supone la vida para un prisionero, para un internado en un campo de concentración... y cuando has penetrado realmente en su vida y en sus sentimientos, toma un autobús que recorra toda la ciudad, goza de todo lo que puedas contemplar y saborea tu libertad.
Te presento a continuación otro ejercicio de este mismo tipo. Puedes inventar otros de naturaleza similar, de manera que tu corazón pueda sentirse inundado de agradecimiento a Dios por
todas las cosas encantadoras que posees.
Imagina que te encuentras en un hospital; estás paralítico... Quizá te ayude tumbarte en el pavimento si estás en grupo o en tu cama si estás solo mientras realizas este ejercicio. Imagina que eres incapaz de mover un solo miembro de tu cuerpo... Con la imaginación recorre tu vida a lo largo de un día entero como paralítico. ¿Qué haces durante todo el día?... ¿Qué piensas?... ¿Qué sientes?..
¿En qué te entretienes?... En esta situación, hazte consciente de que aún puedes ver... Siente agradecimiento por esta circunstancia... Percibe, después, que puedes oír... Agradece también esta posibilidad... Después, que puedes pensar con lucidez... que puedes hablar y expresarte... que posees el sentido del gusto, fuente de placer para ti... Agradece cada uno de estos dones que Dios te concede... Comprende lo rico que eres a pesar de tu parálisis...


Imagina ahora que, pasado algún tiempo, comienzas a responder al tratamiento y que puedes mover el cuello. Con dolor al principio, con mayor facilidad después puedes girar tu cabeza de un lado para otro... se te ofrece un área de visión más amplia. Puedes ahora mirar de una punta a la otra de tu habitación sin necesidad de que otra persona tenga que moverte... Advierte el agradecimiento que sientes también por esta circunstancia... Ahora vuelve a tu existencia presente y advierte que no te encuentras paralítico. Mueve tus dedos despacio, y hazte cargo de que tienes vida y movimiento.
Menea los dedos de tus pies... mueve tus brazos y piernas... Pronuncia una oración de acción de gracias a Dios por cada uno de estos miembros...
El día en que seas capaz de sentir agradecimiento por cada una de las nimiedades de tu vida, por el tren que se mueve, por el agua que corre del grifo cuando lo abres, por la luz que aparece cuando pulsas un botón, Por las sábanas limpias de tu cama... tu corazón se llenará de contento y de gozo continuo. Si quieres estar siempre contento, mantén una postura continua de agradecimiento.
Intenta este ejercicio dentro del área de las relaciones humanas. Cuando te sientas ofendido por un amigo o por alguien de tu familia, dedica algún tiempo a imaginar que esa persona es peor
de lo que pensabas, que tiene muchos más defectos de los que habías visto en ella... A continuación, advierte todas las cosas buenas que tiene... Probablemente le apreciarás más, le estarás más
agradecido y te resultará muchísimo más fácil perdonarle.
ANTHONY DE MELLO

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