martes, 24 de septiembre de 2019

SADHANA, UN CAMINO DE ORACIÓN. EJERCICIO: DEVOCIÓN- Ejercicio 37-38 : CONTEMPLA A JESÚS QUE TE ESTÁ MIRANDO


Ejercicio 37: Contempla a Jesús que te está mirando
Este ejercicio pretende que experimentes por ti mismo el amor que Cristo te tiene, ejercicio favorito de Teresa de Ávila. Es uno de los ejercicios fundamentales que recomendaba a toda la gente.
Imagina que ves a Jesús situado delante de ti... Está mirándote... Observa cómo te mira...
¡Eso es todo! Teresa lo expresa con una breve fórmula: “Mira que te mira».
Sin embargo, añade dos adverbios muy importantes:


“Mira que te mira amorosa y humildemente». Pon cuidado especial en sentir ambas actitudes cuando Cristo te mira; mira que te mira con amor; mira que te mira con humildad.
Ambas actitudes suelen provocar dificultades. A muchas personas les resulta duro imaginar que Jesús les mira amorosamente. Imaginan a Jesús adusto y exigente, piensan que les ama si son buenos. La segunda actitud les resulta aún más difícil de aceptar. ¿Que Jesús les mire humildemente?... ¡Imposible! No han entendido al Jesús del Nuevo Testamento. Nunca tomaron en serio el hecho de que Jesús se convirtió en su servidor y esclavo; que es el único que lava los pies de los discípulos, el único que, voluntariamente, se entregó a la muerte de esclavo por amor a ellos.
Así, pues, mira que te está mirando. Observa el amor en su mirada. Observa su humildad. Una de las hermanas de santa Teresa que practicó con fidelidad este método de oración, durante horas sin fin, confesaba que nunca sentía aridez en la oración. Cuando le preguntaron qué hacía en la oración respondió: «Me limito a ser amada».
Ejercicio 38: El Corazón de Cristo
Un ejercicio más para que te abras al amor que Cristo te tiene. Lo aprendí de un pastor protestante que parecía tener el don de comunicar la experiencia de Jesucristo, el Señor Resucitado, a las personas que le pedían les pusiese en contacto con Cristo. Por lo que recuerdo, el método del pastor era más o menos el siguiente:
Supongamos que alguien se acercaba a él y le decía: “Quiero entrar en contacto con el Señor Resucitado». El pastor lo conducía a un rincón tranquilo. Ambos cerraban los ojos e inclinaban sus cabezas en señal de oración.
Entonces el pastor decía a la otra persona algo como esto: “Escucha con atención lo que tengo que decirte ahora: Jesucristo, el Señor Resucitado está presente aquí y ahora con nosotros. ¿Lo crees?”. Después de una pausa el hombre decía: «Sí, lo creo».
“Voy a hacer ahora que consideres algo más difícil de creer. Jesucristo, el Señor Resucitado, Que está aquí, te ama y acepta tal cual eres. No tienes necesidad de cambiar para conseguir que él te ame. No es preciso que seas mejor." que abandones la vida de pecado... Naturalmente, él desea que seas mejor. Obviamente, desea que abandones tu vida de pecado. Pero no tienes que hacer esto para conseguir su amor y aceptación. -Los tienes ya, justamente en este momento, tal como eres, incluso antes de decidirte a cambiar, te decidas o no... ¿Crees esto?... Toma el tiempo que necesites antes de responder... Después decide si lo crees o no».
Tras alguna reflexión el hombre dice: «Sí, lo creo».
«Bien», añade el pastor, «entonces dile algo a Jesús. Díselo en voz alta».
El hombre comienza a orar en voz alta al Señor... al poco rato coge la mano del pastor y dice:
«Ahora sé exactamente lo que significa cuando usted habla de experimentarlo. El está aquí. Puedo sentir su presencia». ¿Pura imaginación? ¿Carisma especial de nuestro pastor? Quizá. En cualquier caso, dejando a un lado la cuestión de si este método es adecuado o no para poner a una persona en contacto con el Señor Resucitado, la doctrina en la que se fundamenta es sana y el método es capaz de hacer que una persona sienta los tesoros infinitos del amor de Cristo. Haz la prueba por ti mismo.
Recuerda que el Señor Resucitado está presente junto a ti... Dile que crees que está presente aquí, junto a ti…
Reflexiona en que te ama y acepta tal como eres en este momento...


Dedica a un tiempo a sentir el amor incondicional que te tiene cuando te mira amorosa y humildemente Habla a Cristo o limítate a permanecer en silencio y comunicarte con él sin mediación de palabras.
La devoción al Corazón de Cristo, tan floreciente hace pocos años y tan olvidada en nuestros días, florecería de nuevo si la gente entendiese que esencialmente consiste en aceptar a Jesucristo como amor encarnado, como la manifestación del amor incondicional que Dios nos tiene. Toda persona que acepte esto, experimentará frutos insospechables tanto en su vida personal de oración como en su apostolado. La divisoria de tu vida se produce no cuando comprendes que amas a Dios, sino cuando entiendes que Dios te ama a ti incondicionalmente.
En los retiros, es norma que los ejercitantes se hagan las tres famosas preguntas de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué vaya hacer por Cristo? Por regla general a la tercera pregunta se responde con toda clase de acciones generosas y de sacrificios que el ejercitante desea realizar como expresión de su amor a él. Sugiero a los ejercitantes lo siguiente: de todo lo que puedas hacer por Cristo nada le producirá mayor alegría que creer en su amor, en su amor incondicional a ti. Probablemente, te darás cuenta de que hacer esto es más difícil que algunos de los sacrificios generosos que prometiste realizar y que produce mayor alegría espiritual y progreso que todo lo que pudieras hacer tú por Cristo. Después de todo, lo que más puedes desear de una persona a la que amas profundamente, ¿no es que crea en tu amor y que lo acepte plenamente?

ANTHONY DE MELLO

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