sábado, 11 de julio de 2020

LIBRO EMMAMUEL.- VIVIR CON EMMANUEL


Me gustaría compartir con vosotros lo que para mí supone vivir con Emmanuel.
Hace aproximadamente unos catorce años, mientras hacía meditación transcendental, noté que me distraían unas visiones internas que era incapaz de eliminar a pesar de mis esfuerzos. Decidí por fin dar un espacio propio a
dichas visiones. Desde ese momento todo en mi vida cambió, como dicen las novelas románticas.
Al principio creí que se trataba de una  alucinación. La cosa resultaba de lo más inquietante, de modo que me puse a investigar lo que los demás decían sobre este tipo de
cosas. Leí un montón de libros y asistí a varias conferencias y cursos sobre todo lo que, aunque sólo fuera remotamente, tuviera algo que ver con mis experiencias. Comencé una terapia, me uní a una comunidad espiritual, me debatía en la duda de si debía resistirme o ceder a aquello, de si debía disfrutar de esas experiencias o renunciar a ellas. Por último, a través de esa búsqueda, de aquel proceso de auto- clarificación, o quizá simplemente de familiarización, la incertidumbre que me producían dichas visiones dio paso a una especie de comodidad, de fascinación e incluso de placer. En el curso de esta exploración, me di cuenta del tremendo miedo que había en mi vida. Un miedo indescriptible a casi todo. Miedo a un montón de cosas, al principio las a visiones. Pero, una vez que me acostumbré a ellas, empecé a mirarlas como una guía para aliviar mis otros miedos. Volar, pongamos por caso, había supuesto siempre para mí algo terrible. 



Resulta bastante curioso comprobar que ahora que estoy abierta a ese tipo de experiencias, sobre todo a las visiones de Emmanuel, y que he volcado mi interés en su sabiduría, puedo perfectamente disfrutar de un vuelo en avión, por largo que sea. En la actualidad veo con claridad que lo que me indujo en un principio a practicar la meditacion y más tarde a analizar aquellas visiones era el miedo... y el valor para superar
aquel miedo, debo confesarlo. Sentía unas grandes ansias de demostrar a mis niños, y también a la niña que existe dentro de mí, que el mundo es algo seguro, sin peligros.
No deseaba que mis hijos vivieran tan asustados como yo.
Quizá parezca una justificación un tanto rara de mi decisión de abrir una puerta espiritual, pero lo cierto es que funcionó. Aquello me impulsó a emprender un viaje espiritual, a lo largo del cual pude comprobar cómo mis temores iban remitiendo. Gracias a Dios hoy día puedo afirmar que sé, como también saben mis hijos, ya mayores, que el mundo no es peligroso.
A medida que mis aprensiones iban cediendo, el amor avanzaba. La primera vez que vi a Emmanuel, unos dos años después de que empezaran aquellas visiones, él apareció, y aún sigue apareciendo hoy día como un ser de luz dorada. Al principio parecía situado de pie a mi derecha, dentro de mi campo visual, aunque no dominándolo por completo, ni mucho menos. Poco a poco, sin embargo, fue ocupando el centro de mi visión interior, de modo que al cabo de una semana se situó directa y claramente frente a mí. Le pregunté quién era: «Soy Emmanuel», respondió.
«¿Quieres estar conmigo?», le pregunté. Su respuesta fue un simple y dulcísimo «Sí». Y así empezó nuestro trabajo en común.
Al principio me limité a disfrutar sentándome a meditar y estar en su compañía, pues debéis saber que lo más importante para mí, no es lo que veo o lo que oigo, sino cómo siento. Desde el mismo instante en que se me apareció, sentí un amor que me resultaba extraño a mi experiencia humana, pero al mismo tiempo conocido y recordado un sentimiento que las palabras no son capaces de expresar.
Dado que Emmanuel me resultaba tan familiar, no me costó ningún trabajo confiar en él. Lo que no me pareció difícil fue confiar en todo lo que se abrió ante mí como consecuencia de aquel encuentro (lecturas privadas, cursillos, conferencias, viajes por todo el mundo, este Ilbro), todo lo cual se hallaba más allá de mi manera de hablar conciente o incluso de mis capacidades, según podía comprobar yo misma. No obstante, cuanto más digo «sí» a lo que se me ofrece, tanto más ese «sí» se convterte en sabiduría. Confiar, fluir con todo es un placer exquisito, siempre que soy capaz de permitirlo. Las recompensas son inmediatas e inequívocas. Constituye una sensación de paz y alegría, que a su vez me ayuda a seguir confiando. El resultado de esa confianza ha supuesto una espiral de ascenso positivo en mi vida.
He tardado doce años en saber a ciencia cierta que Emmanuel estaría a mi lado cuando me abriera a él. Según me explicó, no es él quien rompe el contacto, sino yo. Para vivir mi vida he tenido que hacer juegos malabares para compaginar esas dos realidades aparentemente distintas.
Por fin me he dado cuenta de que mi tarea consiste en combinar todo ello en el Ahora del Amor. iEstoy en ello!
Mis experiencias con Emmanuel me motivan a evolucionar como persona hasta que pueda mantener constantemente esa empatía de amor con el mundo.
Mucha gente me pregunta quién es Emmanuel. Yo aún no lo sé con exactitud. ¿Nos conocemos en una vida anterior? Él dice que sí. ¿Seguiremos juntos cuando me vea obligada a abandonar este cuerpo físico? «Sin duda», me asegura. ¿Forma parte de mi yo superior? Quizá, pues todos somos recíprocamente parte de los demás y de la Unidad que lo abarca todo. Lo único seguro que puedo decir es que siento una hondísima satisfacción cuando me hallo conectada a esa luz que, por su parte, me permite confiar por completo en la dulzura de todo lo existente. Hay momentos durante los encuentros en los que siento personalmente el grandísimo amor que nos aporta, capaz de abarcarlo todo. No se trata de algo meramente visual o intelectual, sino mucho más profundo y absoluto.
Yo también he tenido que recorrer un largo camino hasta llegar a confiar y saber que no seré explotada ni por el mundo del espíritu ni por la gente en general. He tenido que aprender a decir «no» cuando me siento demasiado cansada, demasiado distraída o cuando mis ataduras personales son demasiado fuertes o incluso demasiado laxas, de modo que no me veo capaz de seguir el sendero que habitualmente conduce al «sí».

He descubierto que el decir «no» puede también ser parte integrante del plan perfecto.
Emmanuel ha traído además otros tesoros a mi vida: la gente maravillosa que he conocido, la creacion mutua de este libro, y el hilo de oro que ha tejido esta tarea conjunta, mi amiga desde los eones más remotos, Judith Stanton. De no ser por ella no habría conocido nunca a Ram Dass ni habría emprendido los cursillos que me llevaron a viajar por todas partes. Tampoco hubiera tenido la idea ni el valor de comenzar este libro. Por todo ello le estoy profundamente agradecida. Y sin embargo la mayor bendición que supone para mí es que me enseña que un ángel de Dios puede ir vestido con camiseta y tejanos, conducir una camioneta, y hacer gala de un humor ingenioso y de una vida aventurera y tarambana y, al mismo tiempo, realizar plenamente el Plan de Salvación.
De este modo todos los pasos dados me han aportado alguna enseñanza, y además esas enseñanzas han llegado por vías maravillosas. Mi deber es permanecer abierta y aceptar lo que está para ser recibido y utilizado para mi propio crecimiento. He aprendido que oímos con el corazón, no con los oídos. Comprendemos con nuestra intuición, no con nuestra mente.
Así es como os presento a mi querido, mi sabio, mi dulce y divertido, mi absoluto amigo EmmanueL Y lo hago con más orgullo, más cariño y gratitud que lo que cabría expresar aquí. A partir de este punto es él quien habla elocuentemente por sí mismo.
Pat RODEGAST

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