viernes, 7 de agosto de 2015

Un viaje sin retorno: CAPÍTULO 18.- TRABAJO EN EQUIPO


Después de seis meses de intenso trabajo y vida en común, ya todo estaba terminado. Al menos lo más importante. Duró mucho más la construcción, pero los elementos aunaron sus esfuerzos con ellos, ya que las lluvias no aparecieron, y el verano se alargó. Cuando vino el frío, la gente se alojaba en las casas que ya estaban levantadas. Ya todas las familias tenían un nuevo hogar. Los quince niños huérfanos que habían sido devueltos por el hospital y la autoridad competente, habían sido acogidos por las distintas familias de la nueva aldea, que había tomado un nuevo nombre: SALEM

La pesca había ayudado mucho a esa gente a sobrevivir, y los campesinos comenzaban a cosechar los primeros productos después de la catástrofe. Comenzaban a verse a algunos animales de granja, rebaños de ovejas y de cabras.
Pero ahora se había presentado una nueva necesidad. Era la hora de repartir trabajos sociales, responsabilidades. Con los cabeza de familia del lugar, no podía contarse, pues era gente sencilla, analfabeta la mayoría, que solo sabían de pesca, de campo y de granjas. Desde luego, en ese terreno, no había nadie que pudiera darles lecciones. Eran unos maestros.
Para eso tipo de trabajo especial, solo estaban ellos cuatro. Eran los únicos capacitados, pero ellos, ha excepción de Peter, eran médicos, y había que elegir al maestro, al sanitario y al responsable de aquella nueva comunidad. Para ese arduo trabajo, Jesús los convocó aquella noche antes de la cena.

-¡Por fin, muchachos…hacía mucho tiempo que no conseguía reuniros a todos a la vez!
-¡Estamos impacientes, hermano!
-¿Impacientes, por qué?
-Por saber lo que nos reservas.
-Pero si ya lo sabéis…ya he hablado del tema que nos va a ocupar ahora con cada uno de vosotros.
-Sí, hermano, y es por eso, que de mutuo acuerdo, hemos decidido que seas tu quien haga el reparto, ya que mejor que tú, no nos conoce nadie, y sabes perfectamente en dónde vamos a poder desarrollar nuestras capacidades al máximo.
Así que…para ganar tiempo…ya puedes empezar…tengo hambre…jajaja.
-Está bien, Felipe…pues vamos al grano. Empiezo por ti, Peter… tú podrías encargarte del mantenimiento general de esta comunidad. Estarías pendiente de todas las necesidades que fueran surgiendo, y en este mantenimiento, amigo mío…entra también el espiritual…

-Muy bien, Jesús…dalo por hecho. Incluso, se me ocurre…que podría darles cursillos sobre bricolage, mecánica, electricidad y demás. Es bueno y conveniente que vayan haciéndose autosuficientes.
-Me parece perfecto, Peter, tu eres el especialista. Entonces… ¿de acuerdo?
-¡Hecho!
-Y tú, Felipe, quiero que estés conmigo, que trabajes a mi lado. Hay una parte totalmente externa en este plan. Tienes dotes especiales de líder, pero tienes que aprender mucho todavía. Tu trabajo, Felipe, está fuera de esta comunidad, en el mundo.
-¿Quieres decir…que tendré que dejaros…?
-Hermano mío…Tu casa es ésta, pero yo no puedo salir. Debo permanecer en el anonimato todo el tiempo que pueda. Hay muchos grupos y comunidades en el mundo ansiosas por recibir el mensaje que les vas a llevar. Todos ellos son muy importantes en este plan, Felipe, y tú tienes toda la fuerza y el dogma del Bautista. Nadie podría ocupar tu lugar. ¡Va a ser tu trabajo duro, hermano, pero no podemos desfallecer!
-No me preocupa el trabajo, ni lo que pueda venir, hermanos, lo que siento y me entristece es tener que dejaros… Pero lo superaré, amigos…estos altibajos emocionales suelen durarme muy poco.

Jesús pasó su brazo sobre los hombros de su querido amigo. Sabía del sentimiento de Felipe, que a pesar de su apariencia segura e inquebrantable, era un ser humano cargado de sentimiento, de cariño…que sufría al ser consciente de su partida. Jesús no podía hacer nada por él. Aquel abrazo lo dijo todo. A Peter y a Raquel, aunque lo venían sospechando, les cayó como un vaso de agua helada. Sobre todo Raquel… ¡Felipe tenía que partir, un día u otro! No sería para siempre, pero el hecho de la separación la había entristecido profundamente. Jesús quiso romper aquel silencio ingrato, y siguió con el reparto.

-Y tú, Raquelita…mi princesa… serás la médica de esta comunidad, y la maestra de nuestro tesoro más preciado, los peques. Felipe y yo te ayudaremos siempre que nos necesites.
-Jesús…como médico pediatra…lo veo perfecto…pero de maestra…
-Raquel, eres la más sensible y la que más llega a los niños. Además…jejeje…, se lo comenté a Tico y éste lo hizo con el resto de sus amigos, y todos te han elegido a ti.
-En ese caso… ¿qué puedo decir yo…? ¡De acuerdo!
-¿Seguro que estás de acuerdo, Raquel? No te veo muy convencida…te llega la carota hasta lo pies…
-Felipe, si tengo mala cara es porque me duele mucho la cabeza. Pero estoy de acuerdo… ¡claro que si! Y me gusta la idea de estar con los niños.
-Pues muy bien…entonces…si ya está todo arreglado… ¡cenemos! Veo que hay mucha hambre aquí…jejeje.
-¿Has hecho tu hoy la cena, Jesús?
-Sí, hermano…
-Entonces cenaremos cosas normales… ¡esos platos tan exóticos de Raquel…me sientan como una bomba en el estómago!
-¿Te sientan mal, Felipe…?
-No por lo que cocinas, Raquel…sino porque es todo tan bueno…que no me mido…y me lleno demasiado…
-Pues hoy, hermano, tienes pescado y verduras. Ya sabes que a mí la carne…no me gusta meterla en la alimentación…
-Es igual, hermano…tengo tanta hambre, que me comería ahora mismo una ballena.
-Jajaja... ¡Pues confórmate con unas sardinas!
-Raquel… ¿quieres comenzar a cenar? ¿Te pasa algo?
-Felipe, si tú tienes hambre…come…
-Llevas trabajando todo el día, y a penas has desayunado, no has comido, y ahora parece que tampoco vas a cenar…
-¿Tu también, Peter…? No creo que me muera porque esté un día sin comer…
-Es que ya son muchos días los que llevas así… exclamó Jesús.
-Solo tengo dolor de cabeza, y me siento mal…es un simple catarro.

Una vez terminada la cena, se sirvieron las infusiones. Raquel cogió su infusión de manzanilla y la bebió lentamente, pero unas lágrimas asomaron por sus ojos.

-Eh… pitufilla…¿Qué te pasa?
-Nada Peter, debe ser de la congestión nasal, no puedo ni abrir los ojos…me voy un rato a la escuela. Allí intentaré hacerme un plan para mañana, y así me despejaré.
-Pero si no has cenado…
-Felipe, no te preocupes, me sobran grasas y calorías. ¡Hasta luego, chicos!

Raquel cogió su cazadora y una carpeta que había colocado anteriormente sobre una silla, y abandonó el salón con dirección a la escuela recién estrenada.

-¿Pero qué le sucede a Raquel? ¿Por qué está así? Hace ya un tiempo que la siento mal, extraña…
-Peter, Raquel ha sido rara siempre.
-¿Le has mirado acaso a la cara? La verdad…hermanos, creo que la hemos echado a un lado últimamente. Con todo esto de la construcción, de los trabajos…y las pocas oportunidades que hemos tenido de estar todos juntos, se habrá sentido sola. Al fin y al cabo, nosotros tres hemos trabajado juntos, pero ella ha tenido que estar casi todo el tiempo volcada en la comunidad, con las mujeres, y supongo que se habrá sentido algo sola.
-Peter…hay cosas más importantes que hacer ahora, que el estar contemplándonos los unos a los otros. Esto no es fácil, y lo sabíamos los cuatro.
-No olvides, Felipe, que el factor humano sigue siendo lo más importante, mucho más que todo esto.
-Peter, el ser humano comete errores. Somos muy vulnerables. Lo importante es el cimiento.
-¡Vamos, muchachos…no discutáis ahora! Lo que no debéis olvidar nunca es que el ser humano es lo primero. Después todo lo demás. Y esto tiene que quedar muy claro. Trabajamos en equipo, tanto en lo humano, en lo material como en lo espiritual.
-Pero si estoy de acuerdo contigo, hermano, pero el que uno de nosotros, en este caso se trata de Raquel, se sienta solo o tenga un problema personal, no podemos estar todos encima de ella. Tenemos que ser cada uno de nosotros lo suficientemente maduros y responsables para afrontar este tipo de problemas en solitario. Jesús, es duro, lo se…pero no tenemos tiempo…ni podemos estar siempre pendientes de las subidas y bajadas anímicas y emotivas de todos nosotros.
-¡Felipe, yo no lo veo así! Tampoco le hemos preguntado qué le pasa…
-Jesús…Peter lo ha hecho durante la cena…y como siempre…no ha respondido y se ha marchado. Siempre reacciona así.
-Siempre no…Felipe… Raquel está constantemente encima de todos, pendiente de todos nosotros, y seríamos muy injustos si no nos volcáramos ahora en ella.
-¿Y qué quieres que hagamos, Peter? ¿La vamos a buscar y la traemos a rastras para que confiese lo que le pasa?
Intentadlo vosotros. Yo no he tenido nunca tacto con ella. Somos incompatibles. Además…ya se lo que le pasa…y al respecto…yo no le puedo ayudar.
-¿Qué tu sabes lo que le sucede…? ¡Que leche! ¿Y por qué no lo dices?
-Es algo muy personal, hermano.
-Pues si te lo ha dicho a ti, supongo que no habrá ningún inconveniente en que lo sepamos nosotros… ¡digo yo…!
-Ella no me ha dicho nada, Jesús. Yo la conozco demasiado bien…e intuyo lo que le pasa, y siento que esté así… ¡yo también la quiero…pero no puedo hacer nada…! ¡Perdonadme…salgo al huerto a tomar un poco el aire!

Felipe se levantó de la mesa y salió al jardín. Jesús se levantó igualmente y fue tras él. Peter quedó en la casa, recogiendo la mesa y los pocos utensilios de cocina.
Jesús, saliendo al huerto…abordó a Felipe.

-Felipe… ¿qué pasa…? ¡Por favor, dime algo!
-¿Sobre qué?
-¿De qué narices crees que quiero hablar? Pues de Raquel… ¿qué sabes tú?
-No se si debo decírtelo…la verdad…es que me sorprende que tu no te hayas dado cuenta… estabais muy compenetrados los dos… ¿qué os ha pasado ahora? Si Raquel está así, es por ti, hermano…tu, precisamente, eres el que le ha dado esquinazo.
-¿Pero de qué estás hablando?
-¿No sabes de qué estoy hablando…? ¿Seguro, Jesús, que no lo sabes? Desde que llegó Peter, haces lo que puedes para que los dos estén juntos.
-¿Y qué tiene eso de malo, Felipe? Ellos están predestinados a estar juntos.
-Juntos sí…pero… ¿enamorados…? Peter está enamorado de Raquel. La ama. Se le ve, además él no tiene intención de disimularlo. Pero Raquel…ella sigue enamorada de ti. Y tu también la quieres, y estás enamorado de ella, de una forma más sublime, si…menos posesiva que la nuestra…pero es así. La quieres y estás enamorado de ella. ¿Por qué entonces, este distanciamiento entre los dos? Está mal ella…y estás mal tú.
-Hermano… ¿y qué puedo hacer? Peter la quiere, y ella también le ama, lo sé. Se complementan. Juntos son felices…y yo…no estaré aquí siempre…
-¿Y piensas que con esa actitud de distanciamiento hacia ella,  vas a cambiar sus sentimientos? Ella os ama a los dos, pero está profundamente enamorada de ti. Déjale que te ame mientras te tenga a su lado. Deja que sea feliz, se feliz tu también, amándola.
-¿Y qué pasa con Peter? El la quiere.
-¿Y qué pasa con Raquel? Ella te quiere a ti, y Peter lo sabe. Es consciente de ello. Por eso es tan delicado y va muy despacio con Raquel. El es consciente de que no puede luchar contra un amor que os une desde siempre. Si él sufre, hermano, es porque os ve a los dos así. Peter sabe esperar…sabe que en el corazón de Raquel, él no es el primero, como lo he sabido yo siempre. Tú eras nuestro contrincante común, pero también nosotros te amamos, y a nuestra manera…hermano…también estamos enamorados de ti. Por eso Peter comprende a Raquel, y te comprende a ti. Lo que no entiende, como yo, es tu actitud. Has decidido venir de nuevo, hermano…como un ser humano más…entonces… ¡compórtate como hombre!
-Me he equivocado, ¿verdad Felipe?
-Esta vez has metido la pata hasta el fondo…Pero la puedes volver a sacar.
-Felipe… ¡gracias, amigo mío…gracias!
-¿Gracias por qué?
-Por hacerme ver lo  imbécil que he sido.
-¿Y ahora a dónde vas a estas horas?
-Me voy a dar un paseo hasta la escuela…
-¡Adiós…amigo…! ¡Hay que joderse…hasta él se vuelve jilipollas en el tema de las mujeres!

 Raquel estaba en la escuela. Era una sola pieza, grande, con cavidad para unos cincuenta niños. Se sentó en la silla preparada para el “profesor” y se quedó mirando fijamente a la negra pizarra. Intentó concentrar su atención en el programa de clase para el día siguiente, pero no lo conseguía. Después de seis meses de intenso trabajo y actividades en la comunidad, se sentía sola, cansada, deprimida y con una fuerte nostalgia de los primeros momentos de permanencia en Jerusalén. Intentaba animarse con el recuerdo del encuentro con Jesús, con el de entonces…, quería centrarse en el cariño, en el amor que sentía hace su mejor amigo, al hombre de su vida, de su existencia, pero todavía le deprimía más. Sentía que algo en su interior se estaba desgarrando.

Felipe era un hombre distinto, había cambiado hasta el punto de que en ocasiones, le parecía casi un extraño. Peter era un hombre maravilloso, un poco payaso…pero lo quería… Le amaba…pero… ¿cómo hacerle comprender que podía amar y entregarse a dos hombres a la vez? Ni ella misma se aclaraba. Y Jesús…, definitivamente, ya no la necesitaba. ¿Por qué era tan distante con ella? Estaba Raquel tan metida en sus sentimientos y en su tristeza, que no se percató de la presencia de Jesús.

-Raquel… ¡eh…, que estoy aquí!

Raquel se volvió sobresaltada mirando hacia la puerta de entrada.
-¡Perdona, Jesús, estaba totalmente distraída…!
-¿Cómo va tu catarro?
-Bien…bien mal diría yo…
-¿Y esa congestión? Por lo que veo en tus ojos, sigue incordiándote…
-Sí…sigue dando mal
-Raquel… ¿sigo siendo tu amigo?
-¡Vaya pregunta! ¿Acaso no sabes que sí…?
-¿Por qué no me dices lo que te pasa?
-¡Porque no lo se!
-Intenta hablar…de lo que sea…pero háblame…
-¿Quieres dejarme en paz, Jesús? Si de verdad eres mi amigo, déjame tranquila. Si supiera lo que me pasa…te lo diría, y yo misma intentaría remediarlo… ¿no crees? Pero no lo sé… ¡no lo se!

Raquel, no pudiendo contener por más tiempo las lágrimas, y siendo presa de nuevo de los nervios, desató por fin toda la angustia que llevaba dentro. Se levantó precipitadamente de la silla e intentó escapar de Jesús. Pero éste se interpuso en su camino y cogiéndola fuertemente de los brazos la apretó contra él. Jesús si sabía del pesar de su querida amiga.

-¡Déjame, Jesús…por favor…déjame!
-¡Raquel…por favor…perdóname! He sido un imbécil, un egoísta. Renuncié a ti para que te acercaras más a Peter. Con el serías más feliz…eso pensaba, Raquel, pero no pensé en ti, en tus sentimientos. Cometí la torpeza de creer saber lo que era mejor para ti, sin contar contigo. Pero la verdad es que… ¡te quiero, princesa, te amo…y te necesito más que nunca! No quiero que pienses que te he echado de mi vida, porque no es así…Pensaba en Peter, en ti, y en lo que te haría sufrir cuando llegara el momento. Sería más fácil para ti, el que te sintieras más unida a Peter que a mí…pensaba que era lo mejor…
-¿Y ahora qué piensas, Jesús?
-Ya no pienso, mi amor…soy incapaz…solo siento.
-¿Y qué…sientes?
-Quiero sentirte a ti, amarte, tenerte a mi lado…si tu…si tu puedes perdonarme. Te he hecho daño, princesa…precisamente a ti…
-Jesús, no has sido egoísta…tu no sabes lo que es eso…ni un imbécil…solo un tonto de remate.
-¿Quiere decir eso que me perdonas?
-¡No tengo que perdonarte nada, Jesús!
-¿De verdad, Raquel…? Siento un cierto desencanto en tus ojos… ¿te he decepcionado un poquito?
-¿Pero por qué eres tan pincha culos, Jesús? No me has decepcionado…no es eso…solo que estás muy cambiado… No eres el mismo que cuando te ví por primera vez aquí…Te comportas más como hombre…vamos…que no eres tan espiritual…que no capto en ti esas vibraciones de entonces…
-¿Estoy perdiendo puntos para ti…Raquel?
-Como sigas en esa línea no hablo contigo. ¿Me dejas terminar de hablar sin que saques conclusiones erróneas?
-¡Perdóname…!
-Mis sentimientos no han cambiado para nada, Jesús, solo que te siento más hombre, con miedos, temores, con cierta inseguridad…Ahora me siento mucho más cerca de ti. Ahora no te idealizo, ni te idolatro. Ahora te amo como hombre…ahora me siento mucho más cerca de ti…ahora sencillamente…te amo. Supongo que hace 20 siglos serías el mismo de ahora, un ser tremendamente humano, no fuiste ningún súper hombre, ni un semi-dios como te ha convertido la historia…Fuiste un ser humano de pies a cabeza…por eso entonces también te amé.
-Mi amor, desde que me conociste…he sido el mismo…te lo aseguro. Yo no he cambiado…la que se ha transformado, eres tú, y ahora ves en mí lo que verdaderamente soy y fui entonces. Aquel ídolo fantasma llamado Jesús al que has adorado siempre, se ha hecho trizas. ¡Te lo has cargado tú! Y esto que tienes delante de ti…es lo que queda de él. Y este es el hombre por el que has puesto en juego tu vida, tu evolución y tu existencia… ¿sigues creyendo que ha merecido la pena?
-Merece la pena todo esto, y mucho más…solo por estar contigo, mi amor.

Jesús y Raquel quedaron estrechamente abrazados. Aquellas vibraciones que Raquel echaba de menos, volvieron a sacudirla hasta hacerla estremecer. Los dos espíritus volvían a encontrarse, y de aquella unión salía fuego, luz, sentimiento, ternura…pasión…

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