miércoles, 27 de abril de 2016

LIBRO LOS 50 PRINCIPIOS DEL MILAGRO (XXII-XXIII)


PRINCIPIO 22 

Los milagros se asocian con el miedo debido únicamente a la creencia de que la oscuridad tiene la capacidad de ocultar. Crees que lo que no puedes ver con los ojos del cuerpo no existe. Esta creencia te lleva a negar la visión espiritual. Permítanme dedicarle un poco más de tiempo a éste. 
El ego nos enseña que el centro de nuestro ser es este oscuro lugar pecaminoso que es nuestra culpa, y que ésto es lo que realmente somos. Hay una lección que dice que si realmente se mirara introspectivamente, usted creería que si la gente lo viera como usted cree que es, se alejaría de usted como si se tratase de una serpiente venenosa (L-pI.93.1:1-2). 
Creemos que somos miserables personas pecaminosas. Entonces creemos que de algún modo podemos protegernos del horror de jamás acercarnos a esto defendiéndonos con todas las armas que usa el ego. 
Estas son lo que Freud llamó los mecanismos de defensa, y los más importantes de éstos son la negación y la proyección. Nosotros simulamos que esto no es lo que somos, después que primero habíamos simulado que esto es exactamente lo que somos. Luego tratamos de esconderlo cubriéndolo con un manto de inconsciencia y proyectándolo hacia afuera. Finalmente, no veo más que ese oscuro lugar de culpa está en mí; lo veo en otros y los ataco por ello. 
Esto significa que creemos que esta defensa puede esconder lo que está debajo. Al proyectar sobre otra persona, creo que mi culpa puede esconderse de mí. Esta es la creencia de que la oscuridad tiene la capacidad de ocultar. La "oscuridad" en esta aseveración puede equipararse con la palabra "defensa.
" Mi defensa puede ocultar esto, lo que quiere decir que necesito mi defensa para protegerme de mi propia culpa. 
El ego me enseña que si renuncio a esto, no voy a tener nada que me proteja de mi culpa, y voy a tener muchas dificultades. El ego enseña que las defensas nos protegen; la oscuridad puede ocultar. Esto, pues, aumenta el miedo de que si renuncio a la oscuridad, me voy a exponer completamente a esta culpa y voy a tener dificultades. El ego jamás nos dice que las defensas no ocultan: el hecho de que yo no vea la culpa no significa que la misma no esté ahí. Una importante línea que aparece más adelante en el texto dice que "las defensas dan lugar a lo que quieren defender" (T-17.IV.7:1), lo cual es un principio muy importante. La razón de que invirtamos tanto tiempo y esfuerzo y energía en mantener las defensas es que creemos que éstas nos protegerán de aquello que tememos. El propósito de todas nuestras defensas es protegernos de nuestra culpa. 
Lo que el ego jamás nos dice es que mientras más invirtamos en una defensa, más afirmamos, de hecho, que hay algo horrible dentro de nosotros. Si yo no tuviera esta culpa horrorosa, no tendría que molestarme con la defensa. Por lo tanto, mientras más invierta en tener una defensa contra mi culpa, a la cual le temo, más temeroso me voy a sentir porque el hecho de que tengo una defensa me dice: "Mejor te cuidas; hay algo dentro de ti que es vulnerable." Eso es lo que quiere decirnos Un curso en milagros cuando afirma que "las defensas dan lugar a lo que quieren defender." Su propósito es defendernos del miedo, pero realmente refuerzan el mismo. El ego jamás nos dice eso. 
En una sección muy poderosa en el Capítulo 27 del texto titulada El temor a sanar (T-27.II), el Curso aclara por qué el ego nos enseña a tenerle miedo a los milagros y a la curación. 
El ego enseña que si usted escoge el milagro y renuncia a las defensas del ataque (i.e., ver a su hermano como su amigo y no como su enemigo), no tendrá nada sobre lo cual proyectar su culpa. Esta permanecerá con usted y lo destruirá. Y entonces el miedo crece en realidad. 
Ese es otro ejemplo de lo que quiere decir el Curso más adelante cuando afirma que cuando usted comienza a escuchar la Voz del Espíritu Santo y a prestarle atención a lo que El dice, su ego se tornará perverso (T- 9.VII.4:4-7). 
La perversidad del ego es siempre alguna forma de miedo, de terror, el cual se proyecta luego en forma de ira, destrucción, etc. El ego enseña que si nos desprendemos de nuestras defensas, se desatará el mismo infierno, literalmente. 
Los psicólogos caen en la misma trampa cuando enseñan que si usted no tiene defensas se pondrá psicótico. Es realmente lo contrario. Si usted no tiene defensas se sanará, no se volverá psicótico. Pero eso no quiere decir que usted despoje a la gente de sus defensas. El proceso tiene que ser muy suave y amoroso, y el terapeuta a menudo tiene que ser muy paciente. 
Para repetir, esto no significa que debamos despojarnos de todas las defensas. Lo que sí quiere decir es que si usted sigue la dirección del Espíritu Santo, la meta será no tener defensas. 
Y luego cuando mire introspectivamente, usted no verá pecado; verá que no hubo pecado. Ese es el final del viaje. 
"Los milagros se asocian con el miedo únicamente debido a la creencia de que la oscuridad tiene la capacidad de ocultar." Una vez usted puede reconocer que la oscuridad no tiene la capacidad de ocultar, que las defensas no hacen lo que dicen que hacen, entonces usted está listo para dar el próximo paso, el cual se explica más adelante en el Capítulo 1 del texto (T-1.IV). Entonces usted comprende que no hay nada que haya que ocultar porque la culpa no es nada terrible; es sólo un tonto sistema de creencias que desaparecerá. 
Es por eso que tenemos miedo de escoger un milagro, lo cual se traduce a por qué tenemos miedo en verdad de perdonar a alguien, de realmente desprendernos del pasado y entender que no somos víctimas no importa cuán convincentemente las experiencias del mundo nos quieran enseñar esa creencia. Todos somos muy buenos cuando se trata de racionalizar por qué no queremos renunciar a todo esto. 
La verdadera razón por la cual no queremos renunciar a todo esto es porque no queremos estar en paz. 
De esto es que habla el Curso más adelante como la atracción de la culpa del ego (T-19.IV-A..i). Preferimos ser culpables y hacer la culpa real; luego tenemos que defendernos contra la misma. Creemos que lo que nuestros ojos físicos no ven no existe. Este es realmente el principio del avestruz, que es el principio de la represión o negación. Si no veo un problema, éste no existe. Si cubro mi culpa, entonces no está ahí. 
Esa es la idea, repito, de que la oscuridad tiene la capacidad de ocultar. Esto conduce luego a la negación de la "visión espiritual," el término que se utiliza en las primeras secciones del Curso en vez de "visión." Y, cuando Un curso en milagros habla sobre visión, o vista espiritual, no se refiere a ver con los ojos de uno. Habla de ver con los ojos del Espíritu Santo, lo cual es una actitud. No tiene nada que ver con la vista física. 
PRINCIPIO 23 
Los milagros reorganizan la percepción y colocan todos los niveles en su debida perspectiva. Esto cura ya que toda enfermedad es el resultado de una confusión de niveles.
Los niveles que se están confundiendo son los niveles de la mente y del cuerpo. El ego toma el problema de la culpa en nuestras mentes, que es la verdadera enfermedad, y dice que no es la mente la que está enferma, que es el cuerpo el que está enfermo. Cambia del nivel de la mente al nivel del cuerpo. 
El milagro regresa el problema adonde comenzó, y afirma que no es el cuerpo el que está enfermo, es la mente la que está enferma. Eso es todo lo que hace el milagro. Regresa el problema adonde radica. Repito, el milagro le devuelve a la causa (la mente) la función de causalidad. El Curso es muy, muy enfático al respecto. No hay nada de clase alguna que esté enfermo en el cuerpo. El cuerpo no hace absolutamente nada. El cuerpo es neutral. Hay una lección en el libro de ejercicios que dice: "Mi cuerpo es algo completamente neutro" (L-PII.294). El cuerpo meramente lleva a cabo los dictados de la mente. Como dije antes, el cuerpo no puede sanarse porque el cuerpo jamás estuvo enfermo. Es la mente la que está enferma y, por consiguiente, es la mente la que tiene que sanarse. 
La enfermedad de la mente es la separación, o la culpa; la cura de la mente es el perdón, o la unión. El milagro logra esto al devolver el problema al lugar donde radica. 
Kenneth Wapnick

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