martes, 6 de septiembre de 2016

LIBRO MAESTRIA EN FELICIDAD (Chamalu) Carta-26


Carta-26
¿Cuánto tiempo tenemos que esperar antes de partir y desentrañar el misterio? Para quien no aprendió a vivir, la vida se convierte en una cárcel de celdas invisibles y confortables cadenas; el verdugo ya no está afuera, como en la Edad Media; ahora cada uno fue entrenado para ser su propio represor. 
Hoy me levanté arropado de pensamientos extraños, extrañas preguntas, como si sospechara de la gente que no es feliz. 
En verdad ningún infeliz es totalmente confiable, su precariedad existencial los hace tremendamente desconfiables. 
Un compañero de curso de la universidad me cuenta que está pensando irse a vivir a Panamá. 
Allá tiene un pariente que le ayudará a instalarse; su idea es trabajar doble jornada, estar unos años, quizá diez o veinte, y al regresar, con lo ahorrado comprarse una casa grande y dos autos, mientras sus tres hijos, ya con hogares constituidos, vuelan con sus propias alas. Me pregunto para qué una casa grande si los hijos ya partieron. Hoy veo la vida como un extraño ritual donde cada uno se autoengaña con estilo propio. 
Hay tanta gente destruyéndose, pienso; otro amigo se fue al norte, nunca más regresó, un accidente de tránsito lo envió vestido de madera a su última morada. La vida es un sitio extraño y apasionante; casi todo lo que uno piensa al principio es falso. Me gustó la conferencia que escuché el otro día de un japonés; destruyó varios mitos sobre su cultura sin irse por las ramas; la gente, por no amigarse con la disciplina, prefiere imaginar que el otro nació inteligente o porque tiene los ojos rasgados le resulta fácil la disciplina; en otra ocasión, escuché una conversación tan profundamente frívola que no pude evitar el mareo y las náuseas; es que la vida no puede ser reducida a una secuencia de banalidades vestidas de prejuicios. Somos lo que la educación hizo de nosotros. El vidrio de la ventana por la que miramos la vida tiene un determinado color, entonces vemos las cosas como nos enseñaron a verlas, lo bueno y lo malo, nos lo dijeron, y mientras no repensemos nuestra existencia, así será. 
En este sentido, te propongo ver la forma como ves el mundo, sin descartar esa mente abierta con la cual toda persona inteligente debería ir por la vida, para no caer en fundamentalismos personales que enturbian la visión y nos hacen cometer las peores aberraciones. Y te digo «mente abierta» como sinónimo de estar dispuesto a todos los cambios que sean necesarios. 
El paradigma es la cosmovisión desde la cual construyes la realidad que habitas. 
Vivimos al interior de paradigmas dominantes, compartimos puntos de vista, sin embargo, al interior de ellos, podemos, es más, debemos construir nuestro propio paradigma personal, desde el cual podremos ir matizando con estilo propio nuestra manera de ver y vivir la vida. 
Los idiomas también reflejan este condicionamiento, imagínate, en muchos idiomas indígenas, palabras como «complicado», «difícil», «problema», «aburrido» no existen, por tanto esa posibilidad resulta inexistente, porque en el idioma se refleja todo a lo que damos estatus de realidad, es decir, si no hay una palabra para referirse a algo, aquello prácticamente no existe. 
Mira cómo interpretas todo lo que pasa y pregúntate si todo eso es realmente tuyo, si no estás repitiendo cosas de la familia sin que reflejen lo que realmente sientes y eres, fíjate cómo, para la mayoría de la gente, vivir se ha convertido en sinónimo de ganar dinero, ese paradigma reduce el tiempo a dinero y la vida al trabajo y, por tanto, toda la existencia deviene en una rutina laboral, donde no pasa nada, solo el tiempo a cambio de un salario. Eso para nosotros es inaceptable. 
La felicidad tiene que ser el eje de tu vida, ello te compromete a un trabajo interior desde el cual te irás conociendo y, al hacerlo, liberarás tu potencial interior y comprenderás tu misión. 
De esa manera la misión aparece a la vista y tu evolución pasa a estar garantizada por tu estilo de vida, que transforma existencia en felicidad, búsqueda en crecimiento, autoconocimiento en sensibilidad y a esta en visión, luego en misión y al final en evolución, disfrutando de todo el proceso. 
Desde un nuevo paradigma podrás reinventar tu vida, explorar otras maneras de vivir, incorporar un poco de locura que te vacuna contra la cordura extrema que rigidiza la existencia, descartar palabras que te limitan. 
Recuerda que casi todo lo que nos pasa en la vida depende de nuestra actitud ante ella. 
Se trata, en definitiva, de «descivilizarse» un poco, solo al punto de recuperar esa humanidad perdida, de dejar de ver a la civilización occidental como el único referente ético, de atreverse a pensar con cabeza propia y, si fuera necesario, convertirse en la oveja negra del rebaño, de dotarse de buenos principios y metas claras. De hacerte cargo de tu vida y empezar a hacer lo que amas, de disfrutar de lo que haces y saber que todo eso es parte de un plan de vida donde la vida y el crecimiento consciencial son lo fundamental. En nuestro paradigma, la felicidad es el eje. ¿Ya aprendiste a ser feliz? ¿Sabías que ser infeliz es ser un maleducado? ¿Que la felicidad está vinculada a la sabiduría y esta no es más que el haber llegado al punto de no complicarse y saber disfrutar la vida? Se trata de educar la inteligencia y la sensibilidad, y pasar a la acción, de esta manera evitar ese lamentable error de tanta gente que se pasa la vida preparándose técnicamente para vivir, sin nunca llegar a hacerlo, porque la vida no es cuestión de licenciaturas o doctorados, sino del cultivo de nuestro potencial. ¿Zona de confort? No, gracias, zona de crecimiento, esa es nuestra opción. Se trata de comenzar a pensar distinto, de nadar contra la corriente, si es necesario, de comenzar preparándose para dudar, para preguntarse, para buscarle sentido a la vida y luego para identificar cada oportunidad de crecimiento. 
En este sentido te propongo, ten una agenda de aprendizaje, aprende a hacerte las preguntas correctas. En este momento quiero preguntarte cuánto tiempo de cada día estás dispuesto a invertir en ti. Recuerda que vivir significa aprender y comienza con aprender a ser feliz y aprender a ser feliz es parte de aprender a vivir. Somos consecuencia de nuestro hábitos, que provienen de la educación recibida; somos lo que hicieron de nosotros, pero esta es la buena noticia: podemos rehacernos. Quien no se pregunta, ya retornó al mundo animal. Recuerda que mucha gente confunde felicidad con comodidad, error que lo lleva a practicar la ley del mínimo esfuerzo, que se traduce en el fondo en sobrevivir vacío, sin principios, sin proyecto de vida y solo para aparentar. Esto es otra forma de estar muerto, ya sabes que hay muertos caminando por las calles del presente. No importa lo que digan los demás, prepárate para lograr lo que elegiste, especialízate en problemas, crisis y adversidades, de esta manera estarás preparado para todo, acepta tus derrotas con optimismo y aprendiendo algo nuevo, es decir, nunca dejes de aprender, vivir significa aprender y aprender comienza con aprender a aprender, y a continuación, aprender a ser feliz. Debes admitir también que no todo tiene una respuesta, que es mejor prepararse para todo, sin perder el enfoque, que ser bueno es más inteligente y dejar que el amor decida por nosotros marca la diferencia. No esperes que las cosas cambien un día, cambia algo hoy, tu manera de pensar, de interpretar, de reaccionar, ese es un territorio interesante para atravesar, una región poco visitada para explorar y modificar. Te propongo ir hasta el extremo de tu vida, hasta ese límite nunca antes visitado y explorar senderos que no sabías que existían. Lo que hicieron contigo es historia ajena, tú puedes reconstruirte y reinventarte y elegir cómo quieres ser y desde hoy cómo hacer las cosas. Puedes desgranar de otra manera tus instantes, pintar de otro color tus emociones, ir vía meditación hasta la desembocadura de tus pensamientos y diseminar silencios, y alfombrar de amor tus pasos, y fabricar nuevas alas en abismos inéditos, reservados para buscadores. Entonces el desierto de una vida plana devendrá en fértil valle, decorado por manantiales que con su flujo certifiquen la inexistencia de la infelicidad y otras formas humilladas de la no vida. No pude ser como el resto, te confieso, y ahora, desde mi pequeño otoño te digo, si volviera a nacer, volvería a cosechar los racimos de sorpresas que caracterizaron mi vida, volvería a lanzarme al abismo de lo nuevo, ese acantilado que me regaló las alas que me llevaron a descubrir que la vida es otra cosa. Eso te propongo a ti, y en la próxima carta, poco antes de la despedida, te compartiré la importancia de manejar con inteligencia las relaciones y plantear un liderazgo existencial, ese que a mí me permitió ir por el mundo repartiendo semillas de luz. Te espero en la próxima estación de enseñanza.
http://elnuevodespertardelser.blogspot.com.es/

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