jueves, 27 de abril de 2017

El Yoga de Jesús por Paramahansa Yogananda Capitulo - IV (II Escrito) ¿”UN SOLO CAMINO” O UN CAMINO UNIVERSAL?


Capitulo IV (II Escrito) ¿”UN SOLO CAMINO” O UN CAMINO UNIVERSAL?
Las enseñanzas de Jesús
Acerca de “nacer de nuevo”,
Alcanzar el cielo y “creer en su nombre”
El “segundo nacimiento”: el despertar de la facultad intuitiva del alma La verdad oculta en las parábolas de Jesús.
“Y acercándose los discípulos le dijeron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. El les respondió: “Es que a vosotros se os ha dado a conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden”. (Mateo 13: 10-11,13).
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús por qué enseñaba a la gente por medio de la sutiles imágenes de las parábolas, él les respondió: “Porque ha sido decretado que vosotros, que sois mis verdaderos discípulos, que vivís una vida espiritual y guiáis vuestras acciones de acuerdo con mis enseñanzas, merecéis, en virtud de vuestro despertar interior en la meditación, comprender la verdad de los arcanos del cielo y el modo del alcanzar el reino de Dios, es decir, la Conciencia Cósmica oculta tras la creación vibratoria de la ilusión cósmica.
“Pero las personas comunes, cuya receptividad es todavía
insuficiente, no están capacitadas para comprender o practicar las verdades más profundas de la sabiduría.
Según su entendimiento, captan de las parábolas las verdades más sencillas contenidas en la sabiduría que yo les comunico.
Mediante la aplicación práctica de lo que son capaces de recibir, realizan cierto progreso hacia la redención.”
¿Cómo es que perciben la verdad aquellos que son receptivos, en tanto que quienes no lo son “viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden”? Las verdades fundamentales relacionadas con el cielo y el reino de Dios, la realidad que se encuentra en el trasfondo de la percepción sensorial y más allá de las reflexiones de la mente racional, solo pueden captarse a través de la intuición, es decir, mediante el despertar del saber intuitivo, o comprensión pura, del alma.


 
 
“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judio. Fue éste a Jesús de noche y le dijo: “Rabbi, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tu realizas si Dios no está con él¨.
“Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”.
“Dícele Nicodemo: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?”.
“Respondió Jesús: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es Espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”. (Juan 3: 1-8)
Nicodemo visitó a Jesús en secreto, durante la noche, porque temía las críticas de la sociedad. Acercarse al controvertido maestro y expresar su fe en la divina estatura de Jesús constituyó un acto de valor por parte de quien ocupaba una posición tan encumbrada. Reverentemente, afirmó su convicción de que solo un maestro que experimentase la verdadera comunión con Dios podía tener dominio de las leyes superiores que gobiernan la vida interior de todos los seres y de todas las cosas.
En respuesta, Cristo dirigió la atención de Nicodemo directamente hacia la celestial Fuente de todos los fenómenos de la creación- tanto mundanos como “milagrosos”- y señaló de manera sucinta que cualquier persona puede establecer contacto con esa Fuente y conocer las maravillas que proceden de ella – como Jesús mismo lo hacía- si experimenta el “segundo nacimiento”:
El nacimiento espiritual del despertar intuitivo del alma.
Las multitudes, que tan solo albergaban una curiosidad superficial y se sentían atraídas por el despliegue de poderes fenoménicos, recibían una porción ínfima del tesoro de sabiduría de Jesús; en cambio, la manifiesta sinceridad de Nicodemo le permitió obtener del maestro una guía precisa que hacía énfasis en el Poder y el Objetivo Supremos en los cuales debe concentrarse el hombre.
Los milagros de la sabiduría que iluminan la mente son superiores a los de la curación física y a los del dominio sobre la naturaleza; pero aún mayor es el milagro que consiste en la curación de la causa original de toda forma de sufrimiento: la engañosa ignorancia que eclipsa la unidad del alma humana con Dios.
Ese olvido primordial puede desterrarse sólo mediante la realización del Ser, a través del poder intuitivo con que el alma percibe de manera directa su propia naturaleza como Espíritu individualizado y siente al Espíritu como la esencia de todas las cosas.
Todas las religiones del mundo auténticamente reveladas se basan en el conocimiento intuitivo.


 
 
 
Cada una de ellas tiene una particularidad exotérica o externa y una esencia esotérica o interna.
El aspecto exotérico es su imagen pública, constituida por procesos morales y un conjunto de doctrinas, dogmas, razonamientos, normas y costumbres que tienen como propósito servir de guía al común de los seguidores.
El aspecto esotérico consiste en ciertos métodos que se concentran en la comunión real del alma con Dios.
El aspecto exotérico es para las multitudes; el esotérico, para aquellos pocos que cuentan con verdadero fervor.
Es el aspecto esotérico de la religión el que conduce a la intuición, al conocimiento directo de la Realidad.
El sublime Sanatana Drama de la filosofía védica de la antigua India –resumido en los Upanishads y en los seis sistemas clásicos de conocimiento metafísico, e incomparablemente sintetizado en el Bhagavad Guita – está basado en la percepción intuitiva de la Realidad Trascendental.
El Budismo, con sus diversos métodos de lograr el control de la mente y profundizar en la meditación, aboga por el conocimiento intuitivo para alcanzar la trascendencia del nirvana. El sufismo del Islam tiene su fundamento en la intuitiva experiencia mística del alma. Dentro de la religión judía, hay enseñanzas esotéricas basadas en la experiencia interior de la Divinidad de lo cual existe copiosa evidencia en el legado de los profetas bíblicos iluminados por Dios.
Las enseñanzas de Cristo expresan plenamente esa realización. El libro del Apocalipsis, escrito por el apóstol Juan, constituye una notable revelación de las más profundas verdades que, revestidas de metáforas, se presentan ante la percepción intuitiva del alma.
El “segundo nacimiento”, sobre cuya necesidad habla Jesús, nos permite entrar en los dominios de la percepción intuitiva de la verdad.
Aun cuando al escribir el Nuevo Testamento no se utilizó la palabra “intuición”, pueden hallarse en él abundantes referencias al conocimiento intuitivo.

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