domingo, 17 de mayo de 2020

EL LIBRO DEL EGO.- LOS IDEALES -SEGUNDA PARTE: TERCER ESCRITO


El perfeccionismo es el origen de todas las neurosis
 
El perfeccionismo es el origen de todas las neurosis. A menos que la humanidad se olvide de la idea de la perfección, nunca estará cuerda. La idea misma de la perfección ha llevado a la humanidad entera a la locura. Pensar en términos de perfección significa
pensar en términos de ideología, objetivos, lo que debería y no debería hacerse.
Tienes que seguir un modelo y si no lo consigues te sentirás terriblemente culpable, pecador. Y el modelo tendrá tales características que nunca podrás seguirlo. Si lo consigues, no tendrá gran valor para el ego.
De modo que la característica intrínseca del ideal perfeccionista consiste en que no puede alcanzarse, y solo así vale la pena alcanzarlo. ¿Comprendes la contradicción? Y esa contradicción provoca esquizofrenia: intentas hacer lo imposible, algo que sabes
perfectamente que no va a ocurrir, que no va a ocurrir por la naturaleza misma de las cosas. Si pudiera ocurrir no sería tal perfección; cualquiera podría hacerlo. Entonces el ego no encuentra mucho de lo que alimentarse, no tiene nada que le sirva para crecer.
El ego necesita lo imposible, y por su propia naturaleza, lo imposible no ocurre.
De modo que solo quedan dos alternativas. Una, que empieces a sentirte culpable.
Si eres inocente, sencillo, inteligente, empezarás a sentirte culpable, y la culpa es un estado enfermizo. Yo no estoy aquí para contribuir a ese sentimiento de culpa. Aúno todos mis esfuerzos para ayudarte a que te libres de toda culpa. En cuanto te libras de ella, estalla el júbilo. Y la culpa tiene su origen en la idea de la perfección.
La segunda alternativa consiste en lo siguiente: si eres astuto, te volverás hipócrita, empezarás a fingir que lo has conseguido. Engañarás a otros e incluso intentarás engañarte a ti mismo. Empezarás a vivir en medio de espejismos, de alucinaciones, y
eso es sumamente pecaminoso, irreligioso, pernicioso.
Fingir, llevar una vida de fingimientos es mucho peor que la vida que lleva una persona con sentimiento de culpa. Al menos, la persona que se siente culpable es sencilla, pero quien finge, el hipócrita, el santo, el llamado sabio, el mahatma, es un
sinvergüenza. Es sobre todo inhumano, inhumano consigo mismo porque se reprime, y esa es la única forma de fingimiento.
 
Tiene que reprimir todo cuanto en él vaya en contra de la perfección. Le hervirá la sangre, estará que arde, y su rabia saldrá al exterior de mil maneras, sutiles, indirectas, pero aflorará.
Incluso las personas como Jesucristo, tan amable, tan bueno, están llenas de rabia, de cólera, y resulta increíble que vayan en contra de tales cosas. Llega Jesucristo con sus discípulos, esa pandilla de memos llamados apóstoles. Tiene hambre, como toda la panda. Se topan con una higuera, y resulta que no es la época de los higos. No es culpa del árbol, pero Jesucristo se pone tan furioso que lo condena, que lo maldice. Vamos a ver: ¿cómo es posible? Por un lado, Jesucristo dice: «Ama a tu enemigo como a ti mismo», y por otro lado no es capaz de perdonar a una higuera que no ha dado frutos porque no es la época.
 
Esta dicotomía, esta esquizofrenia ha reinado sobre la humanidad durante milenios.
Jesucristo dice: «Dios es amor», pero Dios nos tiene preparado el infierno. Si Dios fuera amor, lo primero que habría que destruir sería el infierno; habría que quemar, que destruir inmediatamente el infierno. La sola idea de ese infierno muestra a un Dios celoso,
pero Jesucristo nació judío y vivió y murió como judío. No era cristiano ni jamás oyó la palabra «cristiano». Y la idea de Dios que tienen los judíos no es especialmente bonita. El Talmud dice, en palabras del mismísimo Dios: «Soy un Dios celoso, muy celoso. ¡No soy amable! ¡No soy vuestro tío!». Un Dios así tiene que crear el infierno. Aun más; vivir en el cielo con semejante Dios —que no es tu tío, que no es amable pero sí celoso— sería un infierno. ¿Qué clase de paraíso habrías encontrado viviendo con él? Habría una atmósfera despótica, dictatorial, sin libertad, sin amor. Los celos y el amor no pueden convivir.
 
De modo que incluso las llamadas buenas personas han causado sufrimiento a la humanidad.
Nos duele porque nunca hemos reflexionado sobre estas cosas. Nunca hemos intentado excavar en nuestro pasado, y todas las causas del sufrimiento tienen su origen en nuestro pasado. Debes recordar que tu pasado está más dominado por Jesucristo,
Mahavira, Confucio, Krisna, Rama y Buda que por Alejandro Magno, Julio César, Tamerlán, Gengis Kan, Nadirsha. Los libros de historia hablan de estas personas, pero no forman parte del inconsciente. Pueden formar parte de la historia, pero no conforman tu personalidad. Tu personalidad la conforman las llamadas buenas personas. Sin duda poseían algunas cualidades buenas, pero junto con ellas había una dualidad y esa dualidad surgió de la idea de la perfección.
Los jainistas dicen que Mahavira no sudaba. ¿Cómo va a sudar un hombre perfecto? Yo sí que sudo; no soy perfecto. Y la sudoración en verano es maravillosa; la prefiero a la perfección. Porque una persona que no suda sencillamente tiene un cuerpo de plástico, sintético, sin poros, que no respira. El cuerpo entero respira y por eso se suda. El sudor es un proceso natural para mantener la temperatura constante. Por eso, Mahavira debe de estar ardiendo por dentro como el propio infierno. ¿Cómo puede mantener constante la temperatura corporal? Sin la transpiración no puede hacerse, es imposible. Los jainistas dicen que cuando una serpiente picó a Mahavira en los pies, de ellos no brotó sangre sino leche. Eso solo habría sido posible si, en lugar de pies, Mahavira hubiera tenido pechos, y un hombre con pechos tendría que estar en un circo.
 
Así es su idea de la perfección: un hombre perfecto no puede tener cosas tan sucias como la sangre; está lleno de leche y miel. Pero no hay más que imaginarse la peste que desprenderá un hombre lleno de leche y miel. La leche se agriará y la miel atraerá moscas y otros insectos. ¡Qué bonito, todo su cuerpo lleno de moscas! A mí no me gusta nada esa clase de perfección.
Mahavira es tan perfecto que ni orina ni defeca, cosas que solamente hacen los imperfectos seres humanos. Nadie se puede imaginar a Mahavira sentado en la taza del váter, pero entonces, ¿adonde va a parar su mierda? Debe de ser el hombre más jodido
del mundo. Me he enterado por una revista médica del caso más largo de estreñimiento: dieciocho meses. Pero eso no es nada. Los médicos no conocen el caso de Mahavira: ¡cuarenta años! Es el período más largo en el que un hombre ha sido capaz de controlar
sus evacuaciones. ¡Eso sí que es yoga! El estreñimiento más prolongado en la historia de la humanidad, y no creo que nadie vaya a superarlo.
 
Estas ideas absurdas se han ido perpetuando simplemente para el sufrimiento de la humanidad. Si respetáis estas ideas os sentiréis culpables por todo.
A mí me encanta este mundo porque es imperfecto. Sí, es imperfecto, y por eso está creciendo. Si fuera perfecto habría muerto. Solo puede darse el crecimiento si existe la imperfección.
La perfección significa el punto y aparte, en definitiva, la muerte, y entonces no hay forma de llegar más allá. Me gustaría que lo recordarais siempre, que yo soy imperfecto, que el universo entero es imperfecto, y que lo que quiero transmitiros es precisamente el amor a esa imperfección, la alegría por esa imperfección.
 
No hay que preocuparse por la perfección
 
No hay que preocuparse por la perfección. Es mejor sustituir la palabra «perfección» por «totalidad». No hay que pensar en ser perfecto, sino en ser total.
La totalidad te proporcionará una dimensión diferente.
En eso consisten mis enseñanzas: sé total y olvídate de ser perfecto. Hagas lo que hagas, hazlo totalmente; no perfecta, sino totalmente. ¿Cuál es la diferencia? Cuando estás enfadado, el perfeccionista dirá: «No está bien enfadarse. La persona perfecta nunca se enfada». Eso es una tontería, porque sabemos que Jesús estaba enfadado.
Estaba realmente enfadado con la religión tradicional, con los sacerdotes, con los rabinos, tanto que sin la ayuda de nadie expulsó a los mercaderes del templo, látigo en mano. Gritaba tanto y su furia era tan intensa, tan apasionada, que todos se asustaron.
No es simple coincidencia que el pueblo en cuyo seno nació fuera el que lo mató.
Estaba realmente furioso y se rebeló.
Recuerda que el perfeccionista dirá: «No te enfades». ¿Y qué haces entonces?
Reprimir tu furia, tragártela, y así se convertirá en un lento envenenamiento de tu ser.
Serás capaz de reprimirla pero entonces te convertirás en una persona colérica, y eso sí es malo. Un estallido de cólera de vez en cuando tiene su propia función, su propia belleza, su humanidad. Una persona incapaz de enfadarse no tiene entrañas, no tiene
carácter.
Una persona incapaz de enfadarse tampoco podrá amar, porque para ambas cosas hace falta pasión, y es la misma pasión. La persona incapaz de odiar tampoco podrá amar; ambas cosas van unidas. Su amor será frío. Y debemos recordar que más vale un
odio cálido que un amor frío. Al menos es humano, tiene intensidad, tiene vida, respira.
Y quien ha perdido la pasión será una persona sosa, anquilosada, como muerta, y toda su vida será pura cólera. No la expresará, sino que seguirá reprimiéndola. La cólera se irá acumulando, una capa sobre otra, hasta que simplemente sea una persona colérica. No hay más que ver a los llamados mahatmas y santos: son personas coléricas.
 
Creen haber controlado su cólera, pero ¿qué se puede hacer con una cólera controlada?
Tragársela. Y entonces, ¿adonde va a parar? Es algo tuyo, forma parte de ti, y en ti seguirá, sin expresión.
Siempre que se expresa la cólera, te libras de ella, y tras la cólera puedes volver a sentir compasión. Una vez calmadas la cólera y la tormenta, puedes volver a sentir el silencio del amor. Existe un ritmo entre el odio y el amor, la cólera y la compasión. Si renuncias a uno de ellos, el otro desaparecerá. Y la ironía está en que, renuncies a lo que renuncies, simplemente te lo tragarás y pasará a formar parte de tu organismo. Te enfadarás sin razón alguna, de una forma irracional. Se reflejará en tus ojos, en tu tristeza, en tu expresión sombría y seria. Serás incapaz de disfrutar.
Cuando digo que se debe sustituir la perfección por la totalidad, me refiero a que cuando te enfades lo hagas totalmente, por completo. Sé cólera, cólera pura. Tiene su belleza. Y el mundo mejorará cuando aceptemos la cólera como parte de la humanidad, como parte del juego de las polaridades. No puede existir el este sin el oeste, ni la noche sin el día, ni el verano sin el invierno.

Hemos de aceptar la vida en su totalidad, porque existe cierto ritmo, cierta polaridad.
 
Continuará... 

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