sábado, 6 de junio de 2020

LIBRO DEL EGO.- CAPÍTULO 13: LA ILUMINACIÓN (PARTE 1)


¿Está la iluminación más allá de la naturaleza de las cosas?

LA ILUMINACIÓN es la naturaleza misma de las cosas, pero nunca se ha expresado en tales términos. Por el contrario, se ha corrompido la mente de las personas creando un objetivo contrario a la naturaleza, con nombres increíbles como «supranaturaleza». Y
el ser humano se ha visto enredado en esto por una sencilla razón: la naturaleza de las cosas ya está donde vosotros estáis.
No es una excitación, ni un reto, ni una invitación a poner a prueba tu ego. No es una estrella remota. Para alimentarse, la mente necesita algo muy difícil, algo casi imposible. Solo si logras lo imposible sentirás que eres especial.
La iluminación no es una cuestión de talento, no es como quien nace pintor, poeta o científico... Eso sí que es una cuestión de talento.
La iluminación es simplemente la fuente misma de la vida para todo el mundo. Ni siquiera tienes que salir de casa para buscarla. Si sales de tu casa para buscarla, la perderás, y quién sabe cuándo podrá volver.
La iluminación no es sino comprender el hecho de que «Soy lo que siempre he querido ser, nunca he sido otra cosa y jamás podré ser otra cosa». La definición misma de la naturaleza consiste en que no puedes superarla. Puedes realizar esfuerzos y provocar angustia, ansiedad, tristeza, pero no superarla. Porque eres tú, y ¿cómo vas a
ir más allá de ti mismo?
Es la fuente misma de tu vida, tu existencia misma. Vayas a donde vayas, serás ella.


Se sabe de muchas personas cuya primera experiencia de sí mismas ha sido una simple carcajada. Ver lo absurdo de lo que intentaban hacer... ¡intentar ser ellos mismos! Es lo único imposible en este mundo, porque ya eres tú mismo... ¿cómo vas a intentar serlo?
Pero los sacerdotes, los llamados líderes religiosos y todos los que os quieren ver esclavizados os dan ideales. Os dicen: «A menos que os comportéis de cierta manera, os equivocaréis». A menos que hagáis lo que os mandan, no sois buenos. Nadie le ha preguntado a esas personas: «¿Quién os ha dado autoridad para decidir por otros? Si pensáis que algo está bien, hacedlo, pero no tenéis ningún derecho a decirle a nadie que siga vuestro ejemplo».
Los grandes corruptores, los grandes envenenadores son quienes han creado a los seguidores, porque seguir a alguien simplemente significa meterte en una situación absurda contra ti mismo: te dicen que tienes que ser alguien que nunca podrás ser.
Esto ha creado todo un mundo de terrible sufrimiento.
A menos que comprendamos las raíces, no desaparecerá ese sufrimiento.
Podremos tener más artilugios, más tecnología, pero no acabará el sufrimiento. No se trata solo de que los pobres sufran; según mi experiencia, el pobre sufre menos que el rico... el pobre, al menos, tiene alguna esperanza. El rico vive sin esperanza. Sabe que ha hecho todo lo que podía hacer, y su vida está tan vacía como siempre, o incluso más vacía que nunca. Y se aproxima la muerte, la vida se acorta por momentos, y la ha desperdiciado acumulando dinero, poder, prestigio. Ha desperdiciado su vida por ser santo, por orar ante dioses fabricados por el hombre.
Y todo esto se ha hecho sencillamente para que no puedas ser tú mismo.

Mi moral es muy sencilla, la que os enseño: no os volváis en contra de vuestra naturaleza. Ni aunque todos los budas posibles, de todas las épocas, se opusieran a ello, no les hagáis caso. No tienen nada que ver con vosotros. Hicieron lo que les parecía bueno para ellos, y vosotros tenéis que hacer lo que consideréis bueno para vosotros.
¿En qué consiste lo bueno? No lo puede definir ningún texto sagrado. No lo puede definir ningún criterio externo. Hay que comprender un criterio intrínseco: lo que te hace más feliz es bueno. La única moralidad es lo que te hace dichoso. Lo que te hace desgraciado es el único pecado. Lo que te aparta de ti mismo es lo único que has de evitar.
Regocíjate en ti mismo y estarás iluminado. Siempre lo has estado; no hay forma de no estarlo.
Lo he intentado de muchas maneras, pero he de reconocer que no lo he logrado: no he podido no estar iluminado. En cualesquiera posiciones, haciendo cualesquiera cosas, siempre me sorprendía; tanto si iba al norte como al sur, siempre estaba iluminado.
En Japón hay un muñeco muy bonito... quizá sea el pueblo que hace los muñecos más bonitos. Y este no es normal y corriente. En Japón lo llaman daruma, pero es la adaptación japonesa del nombre de Bodhidharma: el muñeco está hecho según la visión de Bodhidharma. Tiene las piernas pesadas y por arriba es muy ligero. De modo que se tire como se tire siempre adopta la postura del loto. Es inevitable. Quizá se haya olvidado y se haya convertido en un juguete para niños, pero representa lo que yo digo y lo que decía Bodhidharma, que es imposible no estar iluminado.
¿Quién te ha metido esa idea en la cabeza, que tienes que alcanzar la iluminación?

LA SEÑORITA PRIM, la vieja solterona, da una charla en el colegio femenino.
—Chicas, recordad una cosa —dice—. Cuando salgáis, nada de fumar en la calle, nada de mala conducta en público, y cuando los hombres os molesten, preguntaos lo siguiente: ¿vale la pena pagar toda una vida de vergüenza por una hora de placer?
Bien. ¿Alguna pregunta?
Se oye una voz al fondo de la sala:
—¿Y cómo se consigue que dure una hora?

HAY PERSONAS A TU ALREDEDOR QUE TE VUELVEN LOCO. Por lo demás todo es perfecto. Este es un mundo perfecto; no le falta nada, pero unos cuantos chiflados no pueden quedarse tranquilos a menos que empujen a los demás a correr en pos de
sombras que nunca podrán ser reales.
Y cuanto más comprenden que no pueden hacerse realidad, mayor el sinsentido, mayor la desesperanza, mayor el sentimiento de absoluto vacío... y la tristeza se impone y aumenta a medida que pasa el tiempo.
Jamás aceptes ningún criterio que te haga desgraciado. Jamás aceptes una moralidad que te haga sentirte culpable. Jamás aceptes nada que intente imponerte algo en contra de tu carácter.
Sé tú mismo y serás perfecto.
Apártate de ti mismo y tendrás grandes dificultades. Todo el mundo las tendrá.
Según mi propia experiencia de contacto con miles de personas, nunca he visto a un hombre realmente desgraciado. Por el contrario, he conocido a personas que disfrutan de su desgracia, que exageran su desgracia. Da una tremenda lástima ver que unas personas que podrían haberse transformado en hermosas flores hayan quedado tan reducidas. No conocen el camino hacia su propia casa, y todo el mundo intenta ayudarlas a ir a otro sitio... «Sé un Jesucristo, sé un Buda, sé un Moisés.» Pero nadie te dice: «Sé tú mismo».

¿Qué relación existe entre Moisés y tú? ¿Cuáles son los vínculos entre Moisés y tú? Pero la gente rinde culto, y reza, con la esperanza de que algún día llegarán al ideal que imaginan. Naturalmente, siempre fracasan. Eres una rosa y vas a ser una rosa. Que el mundo entero lo aprecie o lo condene, no importa.
En cuanto una persona toma la postura de «Voy a hacerme valer»... no tiene nada que ver con el ego; se trata simplemente de protegerte ante un mundo criminal corrompido desde hace miles de años. Tienes derecho a protegerte, a que no te envenenen. Y no sentirás ninguna necesidad de un dios, de una religión, dé un código moral, de una metodología, de hacer esfuerzos por alcanzar la iluminación.
El simple hecho de ser natural supone más de lo que te imaginas. Salvo el hombre, la existencia entera está iluminada. Nadie intenta conseguir otra cosa; todo el mundo está tranquilo, en paz con el universo.
El gran científico Julián Huxley sostiene una hipótesis que, aunque no hay forma de demostrarla, parece tener cierta trascendencia. Tras toda una vida de investigaciones llegó a la siguiente conclusión; «Parece que algo ha ido mal en el mecanismo mismo del hombre. Porque ningún árbol parece sentir angustia, ningún animal en libertad se suicida, ningún animal en libertad se vuelve homosexual». Pero en los zoológicos ocurre algo extraño. Cuando los animales viven en un zoológico, empiezan a adquirir características humanas, como la homosexualidad. Se ha descubierto que algunos se suicidan. Se vuelven pervertidos, empiezan a hacer cosas que no habían hecho sus antepasados, durante milenios. ¿Qué ocurre en el zoológico? Los animales pasan a formar parte de la sociedad humana, a imitar a los seres humanos. Se deforman, se vuelven antinaturales.

En mi opinión, la existencia entera es absolutamente sana, absolutamente serena, salvo el hombre. La idea de Julián Huxley posee cierto valor pragmático. Quizá no se pueda demostrar qué es lo que se ha torcido, porque el hombre es un mecanismo muy
complejo, pero no cabe duda de que algo se ha torcido.
Desde mi punto de vista, lo que anda mal no es nada hereditario. Es algo que le ocurre a todo niño una y otra vez, porque todo niño nace en una sociedad que no está cuerda, y tiene que aprender el funcionamiento de las personas que están dementes.
Cuando puede desarrollar cierta inteligencia, ya ha sido envenenado. Ya es demasiado tarde; se ha vuelto un imitador.
Los niños son inocentes. Vienen al mundo sin idea alguna de lo que va a ocurrir.
Naturalmente, al verse rodeados de personas, empiezan a imitarlas. Es su forma de aprender, pero en el proceso de imitación y aprendizaje se produce el gran error que Julián Huxley considera genético. No es genético, sino cultural. Se debe a los adultos. El
niño no tiene otra salida; tiene que aprender de personas que están enfermas. Y esos enfermos no aceptarán a nadie que no esté enfermo.
Cualquiera que esté sano, cualquiera que esté cuerdo, será odiado, envenenado, lapidado, porque la chusma tiene que elegir entre dos cosas: o el individuo tiene razón, y entonces la chusma y toda su historia están equivocadas, o si la chusma y su largo pasado, lo que se llama «el pasado de oro» tienen razón, hay que eliminar a esa
persona, pues en otro caso planteará una pregunta constante.
Sócrates no fue envenenado sin razón. Sócrates era intolerable. Su presencia misma os molesta porque su altura, su inteligencia, su honradez, todo eso demuestra vuestra hipocresía. Naturalmente, la chusma no está dispuesta a aceptar el criterio de un solo hombre opuesto a la historia entera de la humanidad. Es mejor destruir a ese
hombre, librarse de él. No para de fastidiar, diciéndote que no eres honrado, que vives en la mentira, que tus dioses son falsos, que tus esperanzas son simples consuelos, que estás intentando esconder tu desnudez.
Sabes muy bien que debajo de tu ropa eres una persona completamente distinta.
Esas personas te lo recuerdan, y duele mucho que te recuerden tu falta de honradez para contigo mismo. Duele saber que tu amor no es amor sino celos, una forma atenuada de odio. Duele saber que tus dioses son falsos, una creación tuya, que tus sagradas escrituras son tan poco sagradas como cualquier libro. Lo más fácil es
deshacerse de cualquier hombre como Sócrates y quedarte tranquilo en medio de tu desdicha, haciendo esfuerzos por alcanzar la iluminación.

Es una situación muy extraña. Siempre que alguien es natural y está iluminado, se le destruye y se intenta averiguar cómo alcanzar la iluminación.
Quizá tu búsqueda de la iluminación no sea sino una astuta estrategia para aplazar la iluminación. Aún más; incluso hablar de aplazamiento no es correcto.
Tienes la iluminación y estás intentando no tenerla. Todos tus esfuerzos por ser católico, protestante, por ser hindú o musulmán no son sino una estratagema para no reconocer tu iluminación.

LIMÍTATE A SER NATURAL PARA MANTENERTE EN SINTONÍA CON LA EXISTENCIA, para que puedas bailar en medio de la lluvia, para que puedas bailar al sol y bailar con los árboles, para que puedas comulgar incluso con las piedras, las
montañas, las estrellas. Salvo esa, no existe otra iluminación.
Voy a definirlo: la iluminación consiste en estar en armonía con la existencia.
Estar en armonía con la naturaleza —la naturaleza misma de las cosas— es la iluminación. Ir en contra de la naturaleza solo conlleva desdicha, una desdicha que tú mismo creas. Nadie sino tú es responsable.
¿Requiere la iluminación un momento especial, un lugar especial?
Todos los lugares son especiales, porque todos los lugares están desbordantes de Dios. Ningún lugar es normal y corriente. ¡Te puede llegar la iluminación incluso en el cuarto de baño! A la iluminación no le asusta un cuarto de baño. Puede ocurrir en
cualquier parte. No hace falta que vayas a lugares sagrados, porque no hay ninguno. La existencia entera es sagrada. No hace falta que vayas a Varanasi, ni a Jerusalén ni a La Meca... Tonterías. Todos los sitios están llenos de Dios. Todo lugar es especial.

¿Y sobre qué momento especial preguntas? ¿Existe una razón, un clima especial para la iluminación?

En realidad, la iluminación no es algo que ocurra. Si ocurriese, quizá entonces, en cierto terreno, en cierto clima, en cierto lugar, en ciertos días resultaría más posible, pero la iluminación no es algo que ocurra.
La iluminación se limita a un reconocimiento, al reconocimiento de que siempre has estado iluminado, de que ni un solo momento has perdido esa iluminación; simplemente estabas dormido. Por eso te topas con extrañas experiencias satori de los maestros del zen.
Alguien que pasa por el mercado oye recitar el sutra del Diamante. Con un solo verso, le sobreviene la iluminación. ¿Cómo es posible? ¿Un solo verso del sutra del Diamante y ya te ha llegado la iluminación?
Sí, puede ocurrir, porque la iluminación es tu naturaleza, tu carácter mismo. No es algo que esté fuera. La flor ya está floreciendo, pero tú no la miras. Sigues mirando hacia otros lados, no hacia adentro.
Puede ocurrir... A veces sucede que el maestro pega al discípulo y de pronto —con el bastonazo del maestro en la cabeza algo se dispara— deja de pensar. De pronto lo reconoce, toma conciencia.
Cualquier cosa... Se cuenta que había un discípulo meditando en silencio, meditando durante meses enteros, años enteros. Un día llegó el maestro, con un ladrillo, y se puso a frotarlo contra una piedra ante el discípulo, que estaba sentado como un Buda. El discípulo había adquirido gran destreza en permanecer sentado
durante horas, sin moverse, como una estatua. El maestro estaba frotando un ladrillo contra una piedra, y sin duda el discípulo se sintió muy molesto. Debió de darle dentera, con alguien frotando un ladrillo contra una piedra enfrente de él, y que encima fuera el maestro. Intentó controlarse, una y otra vez, y cuando no lo pudo soportar dijo:
—¡Ya vale! ¿Qué haces?
Y el maestro replicó:
—Estoy intentando hacer un espejo con este ladrillo. A base de frotar y frotar, un día será un espejo.
El discípulo dijo, riendo:
—Debes de haberte vuelto loco.
El maestro replicó:
—¿Y tú? Llevas años sin dejar de frotar el ladrillo de tu mente, ¿y crees que va a pasar algo?
De pronto se disiparon las nubes.
-¡Sí!
El discípulo lo reconoció y se postró a los pies del maestro.
PERO EL MAESTRO TIENE QUE ESTAR AL TANTO DE LOS MOMENTOS EN LOS QUE EL SUSTRATO DE INCONSCIENCIA ES MUY LEVE.
La iluminación puede darse en cualquier lugar, en cualquier momento. Solo hay que dejar que se produzca. No se trata de tiempo ni de lugar; se trata de dejar que ocurra.

Ahora una parábola, una parábola zen moderna, que no encontraréis en los libros de zen: La iluminación de un buscador...
UN JOVEN MUY SERIO SE SENTÍA CONFUSO por los conflictos de mediados del siglo XX en Estados Unidos. Acudió a muchas personas en busca de una forma de resolver las discordias que lo atribulaban, pero siguió como estaba, atribulado.
Una noche, en un café, un sacerdote zen qué se había autoordenado como tal le dijo:
—Ve a la mansión en ruinas a esta dirección que te he escrito. No hables con ninguno de los que viven allí. Debes guardar silencio hasta que salga la luna, mañana por la noche. Ve a la habitación grande que está a la derecha de la entrada, siéntate en la postura del loto sobre los escombros, en el rincón nororiental, de cara al rincón, y ponte a meditar.
El joven siguió las instrucciones del sacerdote zen. Mientras meditaba, no paraban de asaltarle las preocupaciones. Le preocupaba si lo que quedaba de las cañerías del segundo piso se desplomaría sobre el primero, donde estaba toda la basura sobre la que se había sentado. Le preocupaba cómo enterarse de cuándo saldría la luna a la noche siguiente. Le preocupaba qué dirían de él las personas que pasaban por la habitación.
Tanta meditación y preocupación se interrumpieron cuando le llegó un efluvio del segundo piso, como para poner a prueba su fe. En aquel mismo momento entraron dos personas en la habitación. Una le preguntó a la otra quién era el hombre que estaba sentado allí. La segunda persona respondió: «Unos dicen que es un santo, y otros que es un gilipollas».
Al oírlo, aquel hombre recibió la iluminación.
SOLO SE TRATA DE ESTAR PRESENTE EN CUALQUIER SITUACIÓN. Al oír esto… no un sutra del Diamante, pero sin duda tuvo que oírlo, debía de estar muy atento. Es natural que cuando alguien habla de ti y dice: «Unos dicen que es un santo, y otros que es un gilipollas», dejes de pensar. Al oírlo, a aquel hombre le llegó la iluminación.
Puede ocurrir en cualquier momento, en cualquier lugar. Se puede acceder a la iluminación. No viene del exterior. Cuando desaparecen los pensamientos, sale de tu interior. Cuando los pensamientos dejan de reclamar tu atención y de repente guardas
silencio, te mantienes atento, alerta, sale del centro mismo de tu ser. Surge como un perfume. Y desde el mismo momento en que ves que surge, es tuyo para siempre.

En vista de que todo el mundo desea tanto la iluminación, ¿no será verdad que también tenemos todos mucho miedo? ¿Cuál es ese temor que nos impide relajamos y ser nosotros mismos?

No existe un solo temor, sino muchos. En primer lugar, si deseas la iluminación, tienes que experimentar una muerte psicológica. Tienes que renacer como un ser espiritual nuevo, pero no sabes nada de espiritualidad. Lo único que conoces de ti mismo es tu mente, centrada en torno al ego.
Se trata de un fenómeno muy extraño, identificarse con algo que no eres, que has olvidado lo que eres, lo que has sido siempre, lo que siempre serás. No hay forma de ser otra cosa. Tu ser forma parte de lo existencial, pero existen múltiples estratos de condicionamientos, padres, profesores, sacerdotes, políticos... Entre tú, el tú real, y tú, el tú irreal, se interponen muchas personas.
Y como es natural, querías a tus padres y ellos te querían a ti. Te hayan hecho lo que te hayan hecho, fue algo completamente inconsciente, no algo intencionado. No querían que fueras hipócrita, pero te han hecho hipócrita. No dudo de sus buenas

intenciones. Su intención era hacer de ti alguien estupendo, pero son tan inconscientes como tú. Sus padres les traspasaron su inconsciencia, como herencia, y lo mismo ocurre desde Adán y Eva. 

 CONTINUARA...

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