lunes, 19 de julio de 2021

ACEPTOLOGIA (Gerardo Schmedling) – Capítulo 1. El poder de la paz interior





Este tema está dirigido a todas aquellas personas que piensan que
este mundo puede llegar a ser un lugar mejor; a los que están seguros de que el ser humano se puede cambiar a sí mismo para llegar a convivir en paz y armonía; a los que guardan la esperanza de una nueva vida; y, en definitiva, a todos aquéllos que están dispuestos a mejorar su vida y tener éxito en sus proyectos.
Todos los seres humanos buscamos lo mismo: ser felices, encontrar
la paz interior y aprender a amar. Podemos hacerlo a través de lo material o de lo espiritual, pero la búsqueda es la misma, independientemente del camino que se escoja, pues se puede llegar al mismo lugar por distintas sendas.
1.1 Diferencia entre estar en paz y tener paz
Estar en paz se puede comparar con el mar cuando está en calma;
pero si viene una tormenta se agita y se forma un gran oleaje. Sin
embargo, en el fondo del mar aun así se mantiene la calma. Esto sería tener paz: no alterarse ni reaccionar ante un evento externo, sino ser capaz de mantener la calma y la serenidad.
Para estar en paz es suficiente con aislarse, practicar la meditación,
visitar un jardín botánico, escuchar una música relajante o cualquier otra situación que nos garantice que no vamos a alterarnos.
Estar en paz es un estado transitorio, mientras que tener paz es un
estado permanente de paz invulnerable. La paz temporal se produce cuando nos aislamos de las situaciones que no podemos manejar para no permitir que nuestra energía vital descienda a las zonas de oscuridad. La paz permanente, por su parte, es imperturbable: un Maestro no necesita aislarse, porque está entrenado y no permite que ninguna situación externa altere su paz, por lo que su energía vital se mantiene siempre en
la zona de luz, donde hay comprensión y claridad mental.
Tener paz es igual a cero conflictos.

Para tener paz es necesario un entrenamiento y manejar las
herramientas del respeto y el asumir. Para ello se necesita no enfrentarse
a nada ni nadie y dejar de reaccionar ante los acontecimientos externos.
Tendremos paz absoluta si respetamos a todas las personas en sus
ideas, costumbres, creencias y comportamientos, así como en su derecho a tomar sus propias decisiones; es decir, si renunciamos a criticar, juzgar o castigar a los demás por cualquier motivo, porque comprendemos que cada quien hace lo mejor que puede con lo mejor que sabe, y nadie es quien para juzgarlo.
Tendremos también paz invulnerable si asumimos el resultado de las decisiones que tomamos y de nuestra experiencia de vida, y si aceptamos que nuestros pensamientos, sentimientos y emociones los generamos nosotros y no lo que sucede alrededor, y mucho menos lo que piensan, dicen, hacen o dejan de hacer los demás. Esto supone renunciar a culpar a otros por lo que nos ocurre.
No vamos a conseguir mucho peleando por la paz, sufriendo porque no se logra o tratando de imponerla, pues ese no es el camino; la única forma de conseguirla es individuo por individuo, no de manera global, al igual que ocurre con el desarrollo espiritual. Si cada uno trabaja en su propio desarrollo individual, puede convertirse en un ser de paz, entrar en un estado de paz por sí mismo, renunciando totalmente a la violencia en pensamiento, palabra y obra. Así, cada individuo que se convierte en un
ser de paz comienza a ser parte de la hermandad del Universo; mientras que, en tanto no lo es, no forma parte de ella, sino que está situado en el lado de la agresión.
Mientras no se consiga un cambio interno, todo lo demás es inútil.
Esta propuesta tiene cientos de miles de años, y es la misma que se hace desde las técnicas de meditación: si cada uno de nosotros entra “en paz” y toda la Humanidad lo hace, entonces la Humanidad estará en paz; pero para ello es imprescindible el trabajo individual.
La Ley de Correspondencia crea un mundo externo correspondiente con los pensamientos. Por eso, si alguien establece en su interior, con su pensamiento, un mundo de paz y armonía, de convivencia pacífica y de amor, la Ley de Correspondencia del Universo creará externamente unas circunstancias que encajen de forma perfecta con esa realidad.
Declararse en estado de paz significa renunciar totalmente a sentirse mal con lo que sucede alrededor.
Tener paz interior constituye uno de los tres pilares del desarrollo
espiritual. Si aumenta nuestra paz se incrementa nuestra energía vital, y esto a su vez nos permite mejorar nuestra comprensión, ya que tendremos más claridad mental. Por el contrario, si estamos llenos de conflictos y no tenemos paz, desgastamos inútilmente la energía vital, entramos en la zona de oscuridad mental y disminuye nuestra comprensión. Si en esta triada falta cualquiera de los tres elementos no funciona el equilibrio; es un proceso de movimiento continuo.
Un Maestro alcanza un nivel de paz interior imperturbable, y llega a una racionalización tal en el gasto de su energía vital que consume mucha menos de la que genera, por lo que aumenta su lucidez y alcanza una mayor comprensión. Si se aspira a que la energía vital ascienda es necesario aprender a sostener estados mentales de paz.
A un Maestro se le reconoce porque alberga en su interior una paz
invulnerable. Al ascender su energía vital a la zona de luz, siempre tendrá la información que necesite en el momento preciso. Por eso un Maestro sabe exactamente lo que tiene que hacer cuando llega el momento de hacerlo; en su desarrollo espiritual ha alcanzado la felicidad a través de la paz interior.
Todos los días tenemos la oportunidad de practicar y verificar si
realmente tenemos paz o sólo estamos en paz; y ello gracias a nuestros queridos “entrenadores”, que son las personas que nos pone la vida delante para que aprendamos precisamente a no perder la paz.
Nuestros mejores entrenadores suelen ser el jefe, la pareja, los hijos, los amigos que le dicen a uno las “cosas claras”, el que nos toca el claxon cuando vamos conduciendo y, en definitiva, todas las personas que nos hacen “perder los nervios”. A todas ellas tenemos que agradecerles la oportunidad que nos dan para aprender a conseguir una paz invulnerable.
Toda dificultad nos enseña a no perder la felicidad, la paz ni la actitud de servicio y la capacidad de disfrutar de la vida.

La paz comienza en uno mismo.
La paz, como el Amor, no existe por naturaleza, sino que es una
manifestación consciente del Ser, un estado ideal. La Humanidad, a través de su historia, ha conocido muy pocas épocas de paz, porque siempre se ha creído que era un estado natural, que la paz la pueden hacer otros o que es posible imponerla por la fuerza o por decreto: no hemos comprendido que la paz, como el amor, sólo nace del corazón.
Si sembramos ahora mismo la semilla de la paz en el corazón de
todos los niños y jóvenes y del resto de los seres humanos, pero
principalmente dejamos que anide en nuestro propio corazón, mañana podremos vivir en un mundo de armonía.
La semilla de la paz se siembra con el ejemplo: demostrando en todo momento con una sonrisa nuestra voluntad de servir con amor a la causa de la paz; mostrando cada día nuestra capacidad de comprender, de perdonar, de ayudar; manifestando a cada instante nuestro espíritu de integración, de solidaridad y de colaboración. En fin, declarando siempre nuestra buena voluntad, amabilidad, responsabilidad y sencillez con todo el mundo. Así estaremos ayudando a construir un mundo mejor.
Cualquiera que lea este mensaje debería observar sus sentimientos y analizar si existe en ellos cualquier brote de rencor, odio, celos o
resentimiento. Pues quien no tiene paz en su interior tampoco puede encontrarla en su hogar o país, ni, en general, en el mundo. Y es que sólo se recibe lo mismo que se da, se tiene y se siente.
Por tanto, no se debe pretender recibir aquello que no se es capaz de dar. Cada uno debe analizar cómo piensa, cómo actúa y qué trato da a los demás, y concluir si en realidad se ha hecho correspondiente con vivir en un mundo en paz.
Olvidemos, pues, todo lo que nos ha herido, nos ha hecho daño u
ofendido, y permitamos que germine en nosotros la semilla de la paz, y así crezca la llama del amor en nuestro corazón.

Buscar la paz externa es algo inútil.

Mientras una persona no ha encontrado su paz interior, la posibilidad de paz exterior no existe para ella, independientemente del lugar en el que viva, porque estará en conflicto permanente con los demás y con las situaciones de la vida. Al contrario, podríamos decir que alguien que tiene paz interior no importa dónde viva, pues en cualquier lugar encontrará paz a su alrededor; al proyectar paz y Amor, eso será exactamente lo que
encuentre afuera.
La paz interior es una herramienta muy poderosa para el despertar
de la consciencia y la trascendencia del espíritu. La paz permanente del espíritu se encuentra en el interior, en la propia consciencia, y es el resultado del desarrollo espiritual, es decir, del incremento de la comprensión.

La paz interior es un termómetro del desarrollo espiritual, y se
mide en la capacidad de manejar las situaciones sin perderla.
La paz interior indica el grado de desarrollo espiritual de las personas.
A medida que vamos avanzando en la comprensión de los principios que rigen el orden del Universo, empezamos a darnos cuenta de que sufrimos con menor intensidad, tenemos menos reacciones automáticas y nuestra paz interior aumenta.
En nuestro interior existe una energía con características especiales, a la que llamamos energía vital. Esta energía se utiliza en todas las funciones humanas asociadas con el pensamiento, la mente, los sentimientos y las emociones. Así como se elabora la glucosa, analógicamente, especialmente durante los estados de reposo mental, como el sueño o la meditación, se elabora esa energía vital. Cuando la energía vital asciende a la zona mental de luz, permite conectar las facultades superiores del ser humano. Sin embargo, muy pocas personas logran alcanzar dicha zona, porque la mayoría mantiene en su interior estados permanentes de conflicto mental, sentimental o emocional que consumen cantidades alarmantes de energía vital; además de ceder
innecesariamente su energía vital a través del miedo, los apegos y la tendencia a involucrarse en experiencias que no les corresponden. El gran poder oculto de tener paz es precisamente la capacidad para no desperdiciar inútilmente esta preciosa energía que, al conservarla, nos convierte en sabios, Maestros, magos o santos... es decir, en seres humanos más completos y espiritualmente más desarrollados.
El desarrollo espiritual consiste en renunciar a alterarse ante los
distintos acontecimientos. La energía vital puede permanecer, bien en la zona superior de luz aumentando la comprensión y claridad mental; en la zona media o de penumbra, donde está nuestro sistema de creencias que conforman nuestra ignorancia; o bien en la zona baja, de oscuridad o depresiva. La paz interior, como ya hemos señalado, nos permite elevar la energía vital para ascender a la zona de luz.
Uno de los grandes secretos para lograr el despertar de la consciencia es el manejo de la energía vital. Los Maestros lo son tanto por su capacidad para manejar la energía como por la sabiduría que atesoran. Y es que, por mucha sabiduría que tenga una persona, si no gestiona correctamente su energía vital no le servirá de nada, ya que puede incluso llegar a perder su capacidad de actuar si cae en la zona de oscuridad.
La comprensión nos hace libres y nos conduce a la paz, que nos lleva a su vez a respetar a los demás. Por el contrario, la falta de respeto que conduce a los conflictos y las guerras se origina en la falta de comprensión y de paz interior.
1.2 La invulnerabilidad de la paz
La paz requiere de una profunda comprensión de cada individuo,
nacida de su propia experiencia en la búsqueda de la verdad. No es algo que pueda imponerse, sino que nace en el interior de cada persona y se proyecta hacia el exterior, a todo cuanto la rodea. No se puede obligar a nadie a estar en paz, y mucho menos a tener paz.

La paz no se consigue luchando contra el mal, ni tratando de imponer el bien.

Decir que “se lucha por la paz” es realmente incoherente. ¿Cómo
vamos a hacerlo, si resulta que la lucha ya no es paz? Lo apropiado sería decir que “trabajamos” por la paz, y que es un trabajo interior, pues solamente podrá tener paz aquél que se dedica a trabajar sobre sí mismo y no sobre los demás. Para comprenderlo es necesario establecer un sistema de educación para la paz que se inicie desde la más tierna infancia. Esto requiere que los padres y las demás personas involucradas
en la educación decidan asumir un verdadero comportamiento pacífico, sustentado en una comprensión profunda del amor y de las Leyes que rigen el Universo.
Reconocer la existencia de las Leyes del Universo aporta una gran
paz interior y mayor armonía, porque implica dejar de pelear con el Universo y con la vida, y empezar a comprender que todo lo que sucede es perfecto y necesario y que cada quien se encuentra en su propio proceso de aprendizaje. Lo único que necesitamos hacer es aprender lo que la vida nos quiere enseñar, es decir, a tener paz, a servir y a ser felices.
La paz es el resultado de la integración de extremos en conflicto y

no de la eliminación de alguno de ellos.

Muchas personas, al ir en busca de la paz, utilizan diferentes métodos de aislamiento de las situaciones conflictivas. Para ello construyen sus casas en lugares lo más alejados posible de las zonas de desarmonía.
Otras, en cambio, entran en estados que son consecuencia de distintas formas de relajación, oración y/o meditación, o tratan de distraer su mente en diferentes actividades recreativas. Cualquiera de estos métodos resulta beneficioso para alcanzar el estado de paz y, por tanto, para la salud mental de quien los practica. Efectivamente, ayudan considerablemente a restablecer los niveles adecuados de energía vital, y contribuyen al equilibrio físico, emocional, sentimental y mental. Sin embargo, todos estos estados de paz son temporales, porque tan pronto como la persona entra, nuevamente, en contacto con las situaciones que la confrontan, pierde de nuevo su paz interior, cede su energía vital y
vuelve a caer en un estado depresivo.

Si la paz que tenemos es el resultado de no afrontar
situaciones que nos confrontan, entonces no tenemos paz.
Si compartimos la vida con quien tiene paz, estaremos en paz si
nosotros trabajamos también en nuestro interior. Si la compartimos con quien no tiene paz, tendremos la oportunidad de aprender a tenerla, si aprovechamos esa oportunidad; en caso contrario, la perderemos.
Para estar en paz es suficiente con aislarse; para tener paz es necesario entrenarse.

1.3 Ejercicios para estar en paz
Todo aquello que contribuye a que la mente entre en reposo y a que
se aleje todo pensamiento de conflicto, frustración, angustia, miedo, rechazo, tristeza y sufrimiento, facilitará que la energía vital ascienda a la zona de luz interior y, por consiguiente, que se produzca un estado de equilibrio y paz mental muy reconfortante.
Por esta razón, es muy importante que aprendamos a:
Tener diversiones sanas, vacaciones armónicas, contacto con la
naturaleza y suficientes horas de sueño.
ü Practicar las técnicas de manejo del pensamiento puro.
ü Poner en marcha técnicas de relajación, meditación y oración.
ü Practicar la socialización armónica, puesto que compartir afecto
genera internamente grandes cantidades de energía vital.

1.4 Ejercicios para tener paz
El desarrollo de la capacidad de mantener constantemente la paz
interior y de adueñarse de ella sin permitir que nada ni nadie nos la quite (recordemos que la paz no nos la quita nadie, sino que la perdemos nosotros solos), requiere de un entrenamiento consciente para aprovechar todas las circunstancias que la vida presenta diariamente, pero sin buscar aquéllas que no necesitamos.
Toda circunstancia que presenta algún nivel de dificultad, ya sea para la mente, los sentimientos, las emociones, o para controlar las reacciones del instinto, es una maravillosa oportunidad para aprender y entrenarse en el cultivo de la paz interior. Sólo si entendemos eso estaremos listos para aplicar la aceptación y la renuncia y liberarnos para siempre del conflicto mental y del sufrimiento interior. Así pues, ante cualquier situación de confrontación mental debemos aceptar que ésta solamente es
un proceso de las Leyes de Correspondencia y Evolución, y renunciar a tratar de cambiarla y a involucrar nuestros conceptos, creencias, sentimientos y emociones.
Lo deseable es realizar siempre en calma y con serenidad lo que haya que hacer; jamás reaccionando, sino actuando. Cada vez que
reaccionamos estamos comportándonos desde la ignorancia y no estamos haciendo uso de nuestra capacidad de comprensión.
Debemos pensar lo mejor de todas las situaciones para que en
nuestra mente se cree un archivo de paz que sustituya al anterior de reacciones automáticas. Para ello es necesario pensar en clave de amor.
Por ejemplo, si nos gritan, pensaremos: «No permitiré que mi instinto reaccione a los gritos de los demás; seré invulnerable e inmune a cualquier grito; mi paz no se alterará en lo más mínimo». Si nos decimos esto muchas veces cada jornada, mágicamente llegará el día que alguien nos grite y comprobaremos que no sentimos nada, que no reaccionamos y, por tanto, que no perdemos nuestra paz.
El pensamiento es muy poderoso; pensemos constantemente esto:
«Mi paz es invulnerable, no permitiré que lo que suceda afuera altere mi paz». Este pensamiento al final codificará de nuevo nuestra mente. Si pensamos que tenemos todo lo necesario para ser felices, estaremos usando nuestra mente con sabiduría y tendremos paz.
1.5 Controlando nuestros pensamientos
Los pensamientos que pasan por la mente pueden ser de dos tipos:
agradables o “puros”, que se reconocen porque generan paz interna; o desagradables o “impuros”, que generan conflicto o malestar.
El pensamiento genera en nosotros emociones positivas o negativas, y cuando pensamos automáticamente nos esclaviza. Por eso debemos observar nuestros pensamientos y seleccionarlos conscientemente como quien selecciona una emisora de radio, desechando aquellos que no sean puros.
Toda forma de pensamiento que traiga paz tiene un valor muy
positivo, porque ésta hace dos cosas maravillosas: aparta de la mente la negatividad que bloquea; y permite que la energía vital ascienda, por lo que aumenta la claridad mental para comprender y actuar.
Si los pensamientos alteran nuestra paz debemos concluir que se
originan en la ignorancia, no en la comprensión.
Como ya se ha dicho, la paz es un estado mental, interior, que no
tiene nada que ver con lo que sucede afuera, más bien al contrario: lo que ocurre en el exterior es el resultado de la correspondencia interior.
Solamente debemos trabajarla en nuestro interior, pues la paz es un proceso individual, no colectivo. Si todos los individuos tienen paz, la colectividad también la tendrá.

Las circunstancias no nos incomodan;
cada quien decide o no incomodarse con ellas.

En ocasiones se oye decir: «¿Cómo vamos a estar tranquilos con este gobierno, con esta juventud alocada, con esta violencia, con este tráfico, etc.?». Tenemos una larga lista de responsables a los que culpar de nuestra alteración mental. Sin embargo, resulta que ésta es propia de cada quien, y no hay por qué buscar los culpables afuera.
¿Cómo se puede saber si se tiene o no paz? El síntoma más evidente de que no se tiene es la cualidad de alterarse por cualquier cosa, reaccionando negativamente ante cualquier evento. Esta falta de paz que se traduce en una falta de control nos lleva a aislarnos para tener tranquilidad, pero al salir de ese aislamiento perdemos el “supuesto” estado de paz porque no era interior, sino exterior. Además, cuando no conseguimos tener paz solemos cometer dos errores: culpar al otro y tratar de cambiarlo, bien agrediéndolo o imponiéndole nuestro criterio.
Ésa es la expresión perfecta del egoísmo y el origen de todas las guerras.
En lugar de imponerle nada a los demás para sentirnos bien con ellos, debemos aceptar al otro como es. Ésa sí es una expresión de amor que conduce hacia la paz.
Cuando se tiene paz, para mantenerla no es necesario aislarse de
ninguna situación o persona, ni tampoco huir de ningún lugar. Cualquiera puede verificar si tiene o no paz interior con una sencilla observación: si al estar con personas que no tienen paz, se altera, entonces significa que no tiene la paz que creía tener. El día que no perdamos la paz ante una situación conflictiva sabremos que tenemos paz y el problema habrá desaparecido de nuestra vida mágicamente. El síntoma más evidente de que tenemos paz es que no nos alteramos por nada de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Sólo podemos ser pacíficos cuando aceptamos a las personas
violentas y dejamos de enfrentarnos a ellas, porque éstas nos dan la oportunidad de trabajar nuestra paz y deberíamos estar agradecidos por ello y aprovechar la situación que nos brindan. Renunciemos a cualquier forma de conflicto o de protesta, así como a cualquier pensamiento que altere nuestra paz interior.
Todo aquello que nos conduce a la rebelarnos es información falsa
que mantenemos en la mente, mientras que lo que nos lleva a aceptar y a entrenarnos para obtener paz, felicidad y servicio, es información de sabiduría. Pelearse contra lo externo es ineficiente, y huir no sirve para nada salvo para desperdiciar la oportunidad de entrenarnos y aprender.
Tenemos dos opciones: aprovechar la oportunidad de aprender o
quejarnos por nuestra desgracia. Si hacemos esto último perdemos
energía, por lo que lo más eficiente es aprovechar la experiencia. Si estamos dispuestos a disfrutar de todo lo que sucede, esta actitud nos conducirá a un estado de paz interior.
A veces nos quejamos de lo que sucede en nuestro entorno y de lo
que vemos en las noticias, y no logramos separar lo que ocurre a nuestro alrededor de lo que nos pasa a nosotros. Si no es nada grave, ¿de qué nos quejamos? Parece que no podemos permitirnos tener paz si en el país o en el mundo hay violencia; sin embargo, esto es un error, porque la paz empieza por uno mismo, no hay que esperar a que el mundo entero esté en paz ni a que las cosas funcionen “a nuestra manera”.
Tener paz interior consciente significa tener paciencia (que no es
tolerancia hacia el sufrimiento, sino -como se ha dicho- “calma y ciencia de la paz”), y comprender que las cosas no son instantáneas, sino que todo en el Universo forma parte de un proceso. La paciencia es una virtud que necesitamos cultivar, porque es la que nos permite respetar los ritmos del Universo con serenidad. No adelantamos nada impacientándonos.
Cuando una persona tiene paz interior es confiable para sí misma y para los demás, porque no tiene conflictos internos ni externos.
Cuanta más paz se alcanza, menos peso tiene el destino en la vida.
La misión y el destino forman parte de nuestra existencia, y a medida que caminamos va adquiriendo mayor importancia la misión y menor el destino. Esto se consigue porque aprendemos a comprender e incluso podemos disfrutar de las dificultades, que pasan a ser para nosotros herramientas de trabajo y oportunidades de aprendizaje.
Para conseguir una nueva vida llena de satisfacción necesitamos estar dispuestos a disfrutar de aprender y a valorar todas las experiencias, en especial las de mayor dificultad, dejando de rebelarnos contra ellas y aceptándolas. De ese modo lograremos una paz invulnerable, una felicidad total y una expresión constante de amor.
Así, si valoramos lo que aprendemos de las dificultades y las
consideramos únicamente como herramientas que nos pone la vida
delante para nuestra evolución, empezaremos a buscar soluciones en lugar de centrarnos en los problemas, y conseguiremos un estado de paz interior, independientemente de si las demás personas aceptan esas soluciones o no.

Todo lo comprendido produce paz.

A la ignorancia le corresponden ciertas situaciones que no son
agradables, mientras que a la comprensión, a la sabiduría y a la verdad les corresponden resultados satisfactorios. Por lo tanto, cada uno obtiene los beneficios o problemas que él mismo genera dentro de sí. El destino es propio de cada uno, y se corresponde exactamente con su archivo de ignorancia, es decir, con lo que aún necesita aprender.
Gerardo Schmedling

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