miércoles, 30 de marzo de 2016

Libro Despertar La clave para volvernos más humanos (Julio Andres Pagano)

LA BUSQUEDA
Capitulo- 1 (Segundo Escrito)
Visión reveladora
Antes de que finalizara el año 2001, viví una experiencia que marcó un antes y un después en mi vida, tras tomar contacto con una comunidad terapéutica de la ciudad de Villa La Bolsa, Córdoba (Argentina), donde personas provenientes de diferentes lugares del mundo estaban nucleadas con el propósito de contribuir a la expansión de la conciencia, la armonización energética y la sanación.
Fue mi hermana mayor, Celina, que ya se encontraba desarrollando su propio camino de búsqueda espiritual, quien sirvió de nexo para que llegara hasta ese lugar, llamado Sambala.
Casi sin darme cuenta, me encontré acostado en una camilla blanca, con los ojos cerrados, escuchando los sonidos raros que provenían de la boca de un hombre español. Mientras colocaba piedras y cristales sobre distintas partes de mi cuerpo, y me rociaba con un líquido al que denominó “limpiador energético”, dijo que aquello que hacía era depurar mi campo etérico.
La suave y armónica música de sonidos naturales que puso para acompañar la sesión, junto al agradable olor de los sahumerios, que rápidamente inundó el cuarto, hicieron que me fuese relajando y abriendo a la experiencia.
Finalizado el encuentro, que duró por espacio de una hora, me sentí más liviano. Esa fue la única sensación que pude identificar con claridad. A poco de salir del lugar, mi mente comenzó a disparar advertencias teñidas de racionalidad y desconfianza: ¿Cuál era el sentido de todo eso? ¿Para qué me servía, para que me saquen dinero? ¿Sería cierto que a través de esa manera rara de eructar me había limpiado cosas de las cuales no era consciente? ¿No habré caído en manos de chantas? Una vez en el colectivo de línea, que me traería de regreso a mi ciudad natal (Olavarría), decidí dejar de torturarme con tantas preguntas. Todavía me quedaban recorrer mil kilómetros, y estaba demasiado cansado como para seguir cuestionándome cosas que no podía responder.
No tenía ni la más remota sospecha de que faltaban sólo un par de horas para que mi existencia cobrara sentido, de una manera atípica. Realmente, no tengo en claro de qué manera exacta sucedió. Simplemente recuerdo que en un momento del viaje, todas las cosas que hice en mi vida se transformaron en piezas de un rompecabeza que encajaron a la perfección, en un proyecto con el que me identifiqué plenamente. Todo hacía suponer que, luego de años de andar buscando sin resultados positivos, había dado con mi misión de vida. Ni bien el colectivo detuvo su marcha, para que todos los pasajeros tomáramos un descanso, lo primero que hice fue intentar explicarle a Tomás –mi hermano menor, que me había acompañado en el viaje a Córdoba– lo que me había pasado.
Fue ahí cuando caí en la cuenta de que lo que se me había presentado como una inesperada visión, era prácticamente imposible de traducir en palabras.
Por más que lo intenté de varias formas, mi hermano adolescente sentenció: “Ni vos entendés lo que querés decirme”. Tenía razón. No era capaz de encontrar las palabras adecuadas para decodificar, coherentemente, lo que había recibido. Decir que lo recibí, puede que suene estrafalario. Pero debo confesar que, desde el primer momento, sentí que lo que experimenté no era algo que salió de mí. Mi íntima convicción fue que me lo revelaron. Se trató de un ordenamiento de piezas tan claro y de un solo vistazo, que mi mente, prácticamente, no tuvo tiempo de participar. Es cierto que físicamente no hubo ninguna persona a mi lado que me haya dicho “tenés que hacer tal cosa”. Ni tampoco un ángel bajó del cielo o algo por el estilo. Sin embargo, de la manera en que lo vivencié, sé que vino de otro plano, otra dimensión o como mejor prefieran denominarlo.
Una manera distinta de “Despertar”
No fue fácil para mi mente, por demás racional, cuadrar con lo que había visto. Me angustiaba no saber cómo explicarlo.
Con el transcurso de los días, me fui serenando. A medida que gané en claridad, reconocí que no se trataba de algo complejo de explicar, sino que la dificultad radicaba, principalmente, en que abarcaba muchos aspectos al mismo tiempo. Me alivió comprender que lo que le daba una apariencia inentendible era la suma de cosas simples, entrelazadas, presentadas de un solo golpe de vista.
Como de acuerdo a lo que había aprendido en un curso de PNL (programación neuro–lingüística), mi canal de expresión predominante era el visual, pensé que debía apoyarme en las imágenes para mostrar lo que tenía que hacer. Fue así como comencé a pasar horas y horas frente a la computadora, rastreando fotos en Internet que me resultaran útiles. Tuve que dejarme guiar por la intuición, algo a lo que no estaba demasiado acostumbrado. Entraba a los buscadores de fotografías e ingresaba palabras que me surgían en el momento: amor, equilibrio, armonía, color, naturaleza, percepción, máscaras, flores, etc. Cientos y cientos de palabras, libradas al azar, me permitieron reunir más de cuatro mil imágenes, que me ayudarían a consolidar lo que había visualizado en el colectivo. Intenté explicarles a algunos familiares y amigos cómo convertiría la visión en un proyecto, pero, a juzgar por la incredulidad con que me miraban, comprendí que únicamente a través de las palabras no lograría hacerme entender. Así que lo más acertado fue enfrascarme en la computadora, hasta que pudiese imprimir, aunque más no sea, un par de hojas que dieran forma a lo que les había intentado plantear.
Los primeros meses fueron los más duros.
Nadie comprendía qué era eso que tanto tiempo me demandaba, cuando en realidad tendría que estar dedicándole más horas al estudio para finalizar la carrera de marketing, y buscar alguna actividad laboral que me ayudara a generar ingresos. Tantas horas de inactividad física, sumadas a mi creciente ansiedad que liberaba a través de la comida tuvo un resultado alarmante: Comencé a aumentar rápidamente de peso. Pero no me importaba. Debía plasmar sobre el papel aquella visión que le dio sentido a mi vida. Por suerte, tengo un amigo psicólogo, Alejandro, que por tener desde chico la percepción extrasensorial desarrollada no veía como algo lunático lo que estaba realizando.
De alguna manera tenía que largarme a la pileta, así que, luego de darle infinitas vueltas al asunto, resolví que lo que había recibido podía concretarse bajo el esquema de un parque temático. Impulsado por esa idea comencé con la primera página del proyecto. Le puse un nombre que le diera identidad, “Despertar”. Y escribí su misión.
Continuara.....

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