sábado, 24 de septiembre de 2016

De lo humano a lo divino (Capitulo 4º De Niña a Mujer)


Capítulo 4º 
DE NIÑA A MUJER 
Con dieciséis años Paloma no había salido aún con chicos a solas. 
Le había gustado un chico del coro pero la cosa pasó sin más. Un día mientras paseaba con una amiga se acercaron dos chicos. 
El que se puso a su lado era muy mayor, le llevaba cerca de once años, pero eso fue lo que más le gustó a ella. Estuvieron toda la tarde hablando y quedaron para el día siguiente. Cuando se lo contó entusiasmada al padre, éste se dio cuenta con tristeza que su niña ya había crecido, ya no era una niña. 
Se había convertido en toda una mujer bella, encantadora, amorosa y sobre todo, inocente. Él debía explicarle los peligros que hay entre un hombre y una mujer pero no se atrevía. Durante todos estos años habían hablado de casi todo pero nunca de sexo. 
Ella nunca había sentido interés por ese tema y él no sabía por dónde empezar. Optó por no decirle nada pero pensó que debía de estar preparado porque en cualquier momento ella preguntaría. Paloma empezó a entusiasmarse con su nuevo amigo. 
Él era un hombre atractivo con un futuro profesional por delante, muy maduro, simpático, encantador y ella se pasaba las horas escuchándolo. Un día él le pidió hacerse novios. Paloma no se lo pensó, él sería su esposo, ¡con él sería feliz! Y con una gran felicidad se fue a contárselo al padre. 
¡Tengo novio, tengo novio! irrumpió Paloma en su despacho. 
Padre tengo novio, se me ha declarado y yo le he dicho que sí. El padre se quedó petrificado en su sillón. Su niña ya se había hecho una mujer y se había enamorado de un hombre. 
Ya no sería él sólo en la vida de Paloma ni la vería todos los días ni podría compartir con ella los problemas diarios... 
Un miedo paralizador le empezó a inundar todo su cuerpo y una pregunta le vino a su mente. ¿Es que mi misión con ella ha acabado? Acababa de empezar el infierno particular del padre Antonio. Él se alegraba mucho por ella pero era mayor y no podía estar muchos años a su lado. 
Pensaba que si se casaba y tenía un buen hombre, él se sentiría más tranquilo. 
Pero se engañaba, se había habituado a ella y a todas sus cosas. Para él ella lo era todo. 
Su fe en Dios y Paloma eran su mundo. 
Lo demás era secundario. 
Hacerse a la idea de que un nuevo hombre había entrado en la vida de ella no le iba a ser fácil, pero la amaba y quería lo mejor para ella. Así, no tuvo más remedio que hacerse a la idea. Paloma ya no era su misión. 
Y desde el momento que tuvo novio ese papel le correspondía a él. 
A partir de ese momento, en el corazón del padre se generó un sufrimiento tremendo. Tanto que, al año de Paloma estar casada y cuando esperaba un bebé, él pidió el traslado a tierras Americanas. 
¡SU MISIÓN CON PALOMA HABÍA ACABADO! 
¡Que equivocado estaba! Pero eso ni él ni Paloma lo sabían. 
Años después se volverían a reencontrar. 
Una tarde, el padre fue a visitarla en su nuevo hogar. Desde la boda había una separación entre ellos. Había dejado de contarle sus cosas. Se había cerrado en un mutismo que el padre no quiso o no pudo romper. 
Pero ocurrió que él se sentía mal porque no había superado la separación que había entre ellos. 
Él lo interpretó como que Paloma ya no quería nada de él y ni siquiera se le ocurrió pensar que algo le ocurría a su querida niña. 
Paloma, tengo que decirte algo, dijo el padre No sé lo que será, pero miedo me das. 
Intuyo no me va a gustar. 
Como sabes, desde que llegaste a mi vida has sido para mí la persona más importante de este mundo y te tomé bajo mi protección. 
Para mi has sido la hija que nunca tuve, y eso fue hasta el día de tu boda. Ahora ese papel le corresponde a tu esposo, por eso como mi misión aquí ha acabado me voy a las misiones en América y salgo dentro de dos días. 
Dios mío, ¡no!... ¡por Dios! ¡Dime que es una broma, he oído mal, tú no te puedes ir ahora, yo te necesito, yo...! Paloma no pudo seguir. Rompió a llorar, no podía decirle la verdad. Cómo explicarle que desde la noche de bodas supo se había equivocado de hombre. 
Su marido no demostraba deseo hacia ella. 
Se sentía despreciada como ser humano y humillada como mujer. 
Cómo decirle las humillaciones por las que estaba pasando, las lágrimas de las noches y la amargura de los días desde su casamiento. ¿Cómo contarle la soledad de una niña, mujer decepcionada, cuando había puesto todas sus ilusiones y deseos en ese hombre...? ¿Cómo decirle esto...? había optado por no contárselo para no hacerlo sufrir y ahora cuándo estaba con seis meses de embarazo le dice que ya no lo verá más. ¿Qué se va de su vida para siempre porque ella no lo necesita? ¡Dios mío!, si le necesitaba más que nunca. ¿Cómo era posible esto? ¡Era injusto! Así estuvo un rato. 
El Padre no sabía qué hacer, intentaba consolarla y sobre todo intentaba ocultar sus propias lágrimas. 
Cada uno tenía su propia lucha personal. 
Se amaban como siempre pero dejaron de comunicarse y la mente humana empezó a ganarle la batalla al amor. 
Se generaron unos pensamientos que les hacían daño pero no fueron capaces de romper con aquello y hablar. De ser, una vez más, sinceros y abrir sus corazones. Si el padre le hubiese dicho a Paloma sus auténticos sentimientos, que se sentía abandonado, y no se sentía útil y sobre todo, tenía celos de su marido porque la podía mimar y él no. 
Si eso se lo hubiese dicho a Paloma, ella habría abierto su corazón y una vez más él la habría cuidado, mimado y protegido. 
Pero la oportunidad la perdieron. 
Paloma se cerró y él también y a los dos días el padre Antonio se fue a un país Americano a empezar una nueva vida. 
Para Paloma fue tan grande el golpe que cayó en una depresión. Ahora sí se sentía sola. 
Tenía una hija pero eso no le ayudaba mucho a su corazón de mujer. Antes de irse, el Padre le presentó al sacerdote que se quedaría en su lugar. 
A Paloma le gustó, le pareció como familiar, como si le conociese. Al contrario que el padre Antonio, el padre Pedro, así se llamaba el nuevo párroco, era mucho más serio, menos expresivo y casi no miraba ni sonreía pero a Paloma le gustó. 
Sintió que era de fiar, los dos sacerdotes eran más o menos de la misma edad. 
Con la marcha del padre Antonio, Paloma se metió en un mutismo que nadie descifraba. 
Sólo le abrió la puerta de su corazón al padre Pedro, pero él no era tan expresivo como el padre Antonio. Estaba educado para ocultar sus sentimientos, no hacer demostraciones de ellos y si era posible ni siquiera tenerlos. 
Y ahora ante él estaba una jovencita de 20 años que por las circunstancias de la vida se había convertido en niña-mujer encantadora, guapa, atractiva, simpática, expresiva, buena y sobre todo cariñosa. Esto último era lo que más le perturbaba porque no sabía cómo responder a sus muestras de cariño. 
Nadie le había enseñado a ser cariñoso y mucho menos a tener muestras de cariño con él y ahora a sus 40 y pico de años no sabía qué hacer, qué decir ante las muestras de ella. Paloma no lo entendía muy bien pues estaba habituada a que si estaba llorando, el padre Antonio la consolaba, la cogía de la mano y hasta le limpiaba los mocos si era necesario. Pero no entendía que ante su dolor el padre Pedro nunca salía de detrás de la mesa, nunca le cogía la mano y nunca le dio un abrazo aunque fuese para consolarla. 
Y con esos pensamientos se fue a la cama.
Hola mi niña, empieza un nuevo aprendizaje. Sé que no entiendes al padre Pedro y lo que no entiendes te hace sufrir. 
Por eso quiero explicarte algo. 
El padre Pedro ha tenido una educación muy impersonal, sin cariño. Entró con mucha ilusión en el seminario y sintió la llamada de Cristo, pero pronto su desilusión fue grande. No con Dios que sigue estando presente en su corazón, sino con la iglesia a la que pertenece y con sus compañeros que no respetan sus propios votos. 
Como una comunidad más dentro de la comunidad humana hay de todo, gente que ama su labor y otros están simplemente porque les resulta cómodo. 
Tú has dado con dos seres como son el padre Pedro y el padre Antonio, seres evolucionados y, a pesar de sus defectos o debilidades, aman lo que hacen, quieren servir a sus semejantes e intentan ser cada día mejores. 
Pero volviendo al padre Pedro, tú tienes un duro trabajo que hacer y lo harás. 
Por eso estás en su vida. 
Debes romper el armazón de dureza o indiferencia que se ha puesto. 
Debes enseñarle a amar. 
Por eso tu estás en su camino, enséñale lo que es amar. Deja de verlo como un CARDO-BORRIQUERO, como tú lo llamas y ve quitándole poco a poco esas espinas al cardo y conviértelo en un ser amoroso como él es realmente. 
Todo eso es lo que le vas a transmitir y enseñar. Por su parte, él te ayudará a no sentirte tan sola, a notar un ser humano que te ama desinteresadamente y con el cual siempre puedes contar. 
Con el tiempo y en un momento muy malo de tu vida solo él te responderá. Esa seguridad te dará fuerzas para seguir adelante. 
Paloma seguía yendo a la parroquia siempre que podía, compartía todas sus cosas con él. 
Le contó el comportamiento tan extraño de su marido hacia ella y él supo ver en su corazón toda la angustia. 
Cada tarde Paloma iba a la parroquia y en la soledad de aquel lugar se sentía bien. 
Era el mejor momento del día. Reía con la rigidez de él pero no conseguía que perdiera los papeles y eso a Paloma le hacía gracia. 
Era como un juego. Nunca salía de detrás de la mesa, nunca estaba cerca de ella pero, a la vez, Paloma sabía que en espíritu estaba con ella. Sentía que alguien la entendía por lo menos en este mundo había una persona que la comprendía y conocía, su dolor y decepción de casarse enamorada y comprobar el poco caso y el poco amor de su marido hacia ella. 
Y así fueron pasando los años. 
Ella creciendo como mujer y ser humano y él aprendiendo de ella el amor humano y la expresividad que tanta falta le hacía. 
Hola Padre dijo Paloma al entrar en su despacho ¿qué te ocurre, por qué esa cara de perro? Siéntate Paloma, debo decirte algo muy importante. 
Y por primera vez se levantó y cerró con llave la puerta del despacho. 
Paloma se asustó, pensó que algo malo estaba a punto de ocurrir. 
La semana próxima me voy destinado a otra ciudad, lejos de aquí. ¡No, otra vez no!, No me puede estar pasando esto por qué otra vez. ¿Por qué ahora? ¿Por qué me quitan lo único que me da vida? Paloma, escucha, no llores, serénate, yo soy un sacerdote y me debo a mi trabajo. 
Me han destinado a otro lugar y yo no puedo hacer otra cosa. Siento dejarte sola pero ya sabes que donde yo esté tienes un huequecito en mi corazón y si me necesitas siempre estaré ahí para ti. El padre Pedro se levantó, cogió una silla y se puso enfrente de ella. 
Por primera vez en tantos años estaban uno frente al otro. Paloma y él se miraron a los ojos y los dos supieron que sus vidas se separaban. El tiempo compartido se acababa. Él empezaba una nueva misión y ella seguía con su soledad y angustia sin alguien en quien confiar y poder dar el amor que había en su corazón. 
Paloma sintió como si le clavaran un puñal en el alma. El padre Pedro había sido un ser muy amoroso con ella sin necesidad de decirle algo, sin demostraciones físicas pero estando siempre presente cuando lo necesitó, escuchando y dando lo mejor de sí mismo con una palabra o, en ocasiones, con una sonrisa. 
Paloma necesitaba solamente saber que le importaba a alguien y no estaba sola en este mundo, que a ella le parecía tan cruel. 
Paloma se sentía como morir, pero no quería hacerle la marcha al padre más difícil. Su vida ya no sería la misma. Sin él volvía a estar sola como lo había estado toda su vida. 
Era como si le dieran por un corto espacio de tiempo un poco de oxigeno. 
Como si le pusieran una persona para ayudarla a superar las pruebas pero, al poco tiempo, la separaban de su lado. 
Esto le parecía injusto y en su mente se creó una lucha de no entender por qué la dejaban siempre sola y además le quitaban lo que más amaba. Una de las virtudes que más le había atraído del Padre Pedro era su honestidad y él lo era con su profesión. 
A pesar del dolor comprendía su marcha lo entendía y lo respetaba más por tener el valor de tomar la decisión de irse a otra misión y empezar de nuevo. 
Para el padre tampoco era fácil romper el lazo que le unía a Paloma. 
Nunca otro ser humano le había demostrado cariño como lo hizo ella. También él se sentía solo, estaba en una comunidad rodeado de compañeros pero no estaba de acuerdo con algunos comportamientos de ellos. 
Él veía cosas que le hacían dudar de su fe y ese fue su sufrimiento hasta que conoció a Paloma. Ella le devolvió la fe. Su inocencia hizo que creyera de nuevo en la raza humana y le dio las fuerzas suficientes para seguir. 
Con esa maleta empezaba de nuevo en otro nuevo lugar donde no estaría Paloma pero sí su recuerdo. Tenía la maleta llena de bellos y amorosos recuerdos, algo que nunca había tenido antes.
Tengo que irme, ya hablaremos por teléfono. 
A Paloma no le dio tiempo de reaccionar, la puerta se había cerrado y allí quedaba ella sola, triste y abandonada. 
Ni siquiera le había dado la oportunidad de darle su eterno agradecimiento a ese ser humano con el cual durante un tiempo anduvo junto por la misma senda con amor, respeto y honestidad. Jamás saldría de su corazón. 
El día de su marcha lo llamó para despedirse y aunque su alma lloraba se prometió que no lo demostraría. Una vez más se tenía que hacer la “dura”. No era difícil para ella, pues desde su casamiento había tenido que aprender a disimular. Ella era como el mejor diamante, pura y transparente y debía fingir con todo el mundo. 
Aprendió a ser alegre, simpática y comunicativa por fuera aunque por dentro su corazón estuviera desgarrado por el dolor. 
Con esa máscara fue creándose una nueva personalidad. Lo hizo tan bien que a partir de ese momento nadie llegó a conocerla realmente como era. Sólo el padre Pedro supo siempre lo que su corazón ocultaba y deseaba. 
Sólo a él le permitió ver su alma. 
Y ahora estaba con el teléfono en la mano a punto de decirle adiós al único ser humano en el cual había confiado después del padre Antonio (pero él era como su padre). 
El padre Pedro era más cercano, más de ser humano a ser humano.
Hola Padre, ¿Cómo estás?  Regular, Paloma, no es fácil dejar tantas cosas, tantos recuerdos y a tanta gente. Estoy haciendo la maleta y no me está resultando nada fácil, yo... Paloma sabía el significado de esas palabras y, a pesar de que él era un mago a la hora de disimular sus sentimientos, supo había llorado y estaba haciendo unos esfuerzos sobrehumanos para no volverlo a hacer. 
Él, el duro, el impasible, el que no perdía nunca los papeles, estaba como un niño llorando y suplicando a Dios le diera fuerzas para poder seguir adelante. 
Y Paloma supo que debía ser ella la fuerte. 
No podía entrar en la emoción del momento, porque el ponerse a llorar los dos por teléfono a él no iba a ayudarle. 
No te preocupes, pues todo se va a arreglar. Cuando estés en tu nuevo hogar ya verás cómo te sientes mejor pero, recuerda, ya no puedes comportarte como un CARDO BORRIQUERO. 
Ahora debes demostrar a la gente lo formidable que eres, verás cómo te van a querer, como aquí te queremos.... -
Paloma no pudo seguir, un nudo se le hizo en la garganta y las lágrimas empezaron a caerle por sus mejillas, se despidió bruscamente y colgó. En un extremo y otro del teléfono la escena era la misma. 
Dos seres que por un tiempo se habían dado lo mejor de sí mismos llorando, pidiendo a Dios fuerzas para poder soportar aquel dolor de la separación y pidiendo lo mejor para la otra persona. Jamás se olvidaría el uno del otro. Todos los años para su Santo, el padre Pedro la llamaba para felicitarla. 
Seguía su vida a distancia, pero nunca rompió el cordón sentimental que le unía a ella. 
Ella sabía cómo, en alguna parte de este planeta un ser humano la amaba desinteresadamente y quizás fue el único ser humano que nunca se aprovechó de ella. 
La amó sin pedirle algo a cambio. 
Los dos sacaron de esta relación lo mejor de ellos. Por eso les costaba tanto la separación, porque una relación así es difícil de encontrar. Ellos tuvieron la suerte de haberla encontrado aunque sólo fue por un corto espacio de tiempo. Desde ese día el padre Pedro tuvo una herida en su corazón y al cabo de los años se le volvió crónica, enfermo del corazón, también se quedó sordo. No quería oír nada del exterior. 
Su pequeño mundo con sus compañeros no le interesaba ni le gustaba y por eso eligió no escuchar tantas falsedades ni mentiras. 
Al cabo de los años se volvieron a encontrar, pero esta vez en unas dramáticas circunstancias.

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