jueves, 9 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- CUARTA PARTE: HACIA UN MUNDO SIN EGO. FINAL DEL LIBRO


Crear un espíritu colectivo de yos espirituales.
Pero si por el contrario el Hombre ve una puerta que se abre en lo alto, es un nuevo escenario para su desarrollo; si cada uno de nosotros puede creer que está trabajando con el fin de que el Universo pueda alzarse, en él y a través de él, hasta un nivel más alto, entonces una nueva fuente de energía manará desde el corazón de los trabajadores de la Tierra, ha totalidad del gran organismo humano, superando la vacilación de un momento, inspirará profundamente y continuará con renovada fuerza
Pierre TEILHARD DE CHARDIN

Transmitiré mi yo espiritual al exterior, para bien de todos
Este capítulo final será una odisea al interior de todos los males de nuestra sociedad. No tengo intención de acabar este libro catalogando todos los problemas que hemos creado como resultado de permitir que nuestros egos sean la fuerza dominante del mundo.
Eso no quiere decir que no reconozca que tenemos muchos problemas que han surgido de nuestra preocupación por satisfacer a nuestro ego. Tampoco soy ciego ante el hecho de que nuestros egos individuales han interactuado de formas que han producido guerra, delincuencia, adicción, pobreza, injusticias sociales y tiranías.
Hemos creado un ego mundial que refleja, a nivel global, la misma carencia de profundidad y riqueza que existe en nuestras vidas. A lo largo de todo este libro he expuesto razones para dominar el ego personal y sugerencias de cómo hacerlo. Exactamente lo mismo puede hacerse con respecto al mundo. Abrigo la esperanza de que a usted le resulte tan obvio como a mí que el ego colectivo se beneficiará cuando dejemos atrás nuestros egos individuales.
Usted, como ser individual, tiene una búsqueda espiritual que emprender.
Esa búsqueda implica llegar a conocer su naturaleza superior e
invitarla a que le muestre el camino de su yo espiritual en la vida cotidiana.
Esto significa negar las exigencias de su ego si esas exigencias
entran en contradicción con su yo superior.
Nuestro mundo es un colectivo de seres individuales a los que su
amorosa esencia divina insta a seguir la búsqueda espiritual individual y colectivamente. El mundo se convertirá en un entorno pacífico, satisfecho, cooperador, amoroso, sincero, tolerante y puro, cuando los seres individuales que componen la conciencia colectiva dominen su ego. Lo mismo que ocurre en el microcosmos, ocurre en el macrocosmos.
El todo se comporta de la misma forma que las partes individuales.
Muchas personas con las que hablo me dicen que se sienten
impotentes para modificar el mundo. Creen que, dada la envergadura de los problemas globales, sus esfuerzos serán insignificantes.
Lo que no ven es que ese mundo se transformará precisamente mediante un cambio en la conciencia individual. Todos los problemas con que nos enfrentamos dentro de un grupo reflejan los que tenemos a escala individual.
El mundo se encuentra con un déficit espiritual que refleja nuestra necesidad de emprender de modo consciente la senda de la búsqueda espiritual. La solución de los problemas individuales y mundiales es la superación del déficit espiritual. Cuando usted realiza el cambio de conciencia y se permite ser un agente de la conciencia superior, está contribuyendo a la transformación del mundo.
Usted no está separado de las otras almas que habitan el planeta.
Comparte la misma energía que fluye por las almas de Ruanda y Pakistán, por ejemplo. Usted es la bombilla y Dios la electricidad. Fluye a través de usted con tanta seguridad como lo hace a través de todos los seres vivos. Cuando usted toma la decisión de escoger la guía de su yo superior antes que la que le ofrece su falso yo, se ha conectado con su energía divina interior. Cuando rige su vida según los principios del yo superior, está contribuyendo a la transformación del mundo entero.

Los cambios físicos que tendrán lugar en el mundo sucederán de
forma automática, del mismo modo que tendrán lugar en su cuerpo cuando se vuelva hacia su yo espiritual. Esto resulta inevitable, El ego se desvanece ante la brillante luz divina. Usted se encuentra con que está comportándose más pacífica y amorosamente. Lo mismo sucederá a escala mundial.
Usted tiene que fortalecer su voluntad de seguir su senda espiritual cuando el ego le llame estúpido por creer que podría llegar a existir un mundo sin guerra. Si el ego puede convencerle, se convertirá en parte del conjunto de falsedades del ego. Las personas que elijan hacer caso a la propaganda del ego construirán más bombas y fabricarán más armas.
En la actualidad hay unos seis mil millones de personas en el planeta.
Alrededor de unos tres millones están en guerra o conflictos que
los hacen matarse y torturarse los unos a los otros. ¡Pero eso significa que existen cinco mil novecientos noventa y siete millones que no están en guerra! Esto es una estadística esperanzadora que nuestros egos no quieren que consideremos.
Por el contrario, el ego colectivo lucha para mantener a la población con los nervios de punta mediante recordatorios destinados a hacer que consideren al mundo en términos de «nosotros contra ellos».
Este punto de vista del ego no sólo refuerza la demente escalada de las formas de matarnos los unos a los otros, sino que además es responsable de la mayoría de nuestros problemas sociales.
No estoy sugiriendo que hagamos caso omiso de los problemas de
las personas sin techo, hambrientas, enfermas y demás. Lo que sí sugiero es que nuestro ego colectivo nos ha convencido de que estos problemas no tienen solución. La verdad es que hemos avanzado de manera notable a pesar del ego, merced a la consideración y el amor de los que están motivados por su yo espiritual.

De todas las personas del planeta, el 99,9 por 100 tiene un lugar al 
que acudir cada noche. Puede que no todos tengan una casa lujosa, pero en general hemos ingeniado una manera de alojar a todas las personas del planeta, menos un pequeño porcentaje. Muchos de nosotros trabajamos cada día para conseguir que el ciento por ciento tenga techo.
No obstante, el cuadro que nos presenta el ego es de unas condiciones rampantes de desesperación, y una conciencia colectiva basada en el miedo. También esto es verdad por lo que respecta al hambre.
Estamos dando pasos de gigante en la ayuda de aquellos que viven al borde de la inanición. Eso sucede debido al esfuerzo de personas inspiradas por su yo espiritual, no por el pesimismo del ego. Es obvio que una sola persona que muera de malnutrición es una cantidad excesiva, y nosotros podemos hacer algo que garantice que vivamos en un mundo donde ese tipo de realidades no se den, y lo haremos. Pero esto no se logrará mediante la visión pesimista del ego, que nos sugiere que somos mejores que esas personas que viven en la pobreza. Si la totalidad del mundo se apartara de pronto de la idea de que somos seres aislados y escuchara la verdad de nuestro yo espiritual, no cabría posibilidad ninguna de que alguien muriera de hambre.
Decir que un mundo semejante es imposible es escuchar al ego,
que trabaja colectiva así como individualmente, para convencernos de que estamos separados los unos de los otros.
COMPRENSIÓN DEL EGO MUNDIAL
El ego mundial es uña extensión del ego personal. Nos conducirá
como grupo al mismo pantano de nuestros egos personales, sólo que en escala mucho más grande y observable. El ego mundial no existe en el sentido físico porque se trata de una idea. No es lo que somos como pueblo sino lo que creemos que somos como colectivo. Vuelva a repasar las características del ego que he expuesto en el capítulo séptimo, y sencillamente aplique esas cualidades a la totalidad del mundo.
El ego del mundo es nuestro falso yo, y ésta constituye la principal característica que necesitamos reconocer. Queremos creer que somos nuestros cuerpos físicos y que los territorios que ocupamos son tan importantes que estamos dispuestos a matarnos los unos a los otros con el fin de mantener esas líneas fronterizas.
Nos hemos convencido de que nuestras verdaderas identidades provienen de nuestros antepasados, tradiciones, historias, así como del color y forma de nuestros cuerpos. Hemos perdido de vista nuestras verdaderas identidades debido a las etiquetas que nuestros egos nos han asignado.
Nuestros egos se han combinado en una falsa percepción mundial de nosotros mismos, basada en una incapacidad para conocer nuestra verdadera naturaleza espiritual. A pesar de que todos nuestros dirigentes espirituales nos han recordado nuestra naturaleza espiritual y nos imploraron e incluso ordenaron amarnos los unos a los otros, el ego del mundo ha ganado esta batalla y producido enemistades ancestrales e incontables horrores en la larga historia de la humanidad.
Como consecuencia de escuchar al falso yo y hacer caso omiso del espíritu, la humanidad ha vivido en un perpetuo conflicto que ha creado sociedades regidas por la conciencia primitiva. Como pueblo, somos capaces de crear sociedades gobernadas por la conciencia divina que todos compartimos. Todos somos criaturas del mismo Dios, que se manifiestan en una forma física con atributos identificables.
Podemos trabajar individualmente en nuestros egos y hallar la verdad de nuestro yo superior. Luego ampliaremos ese yo espiritual al exterior, y la humanidad ya no será gobernada por los bajos instintos y la inteligencia primitiva, seremos regidos por el sagrado espíritu que se encuentra dentro de todos nosotros. Si eso le parece una tarea imposible, es porque ha vuelto a caer en la trampa del ego. El ego no quiere que crea en una posibilidad semejante, porque significaría su abolición.
La solución espiritual para los principales problemas con que se enfrenta el mundo es llevar a posiciones de poder a esas personas que no están motivadas e impulsadas por su ego, sino que ven el bien colectivo como objetivo principal. Necesitamos dirigentes que no manifiesten tendencias dictadas por la conciencia primitiva como el odio, la envidia, la codicia, la sed de sangre y la intolerancia, sino que estén basadas en el amor, la tolerancia, la veracidad y la pureza. Dichos dirigentes están emergiendo y continuarán emergiendo a medida que consigamos superar nuestros egos personales y conocer el verdadero espíritu de Dios. El ego del mundo quedará obsoleto al hacernos nosotros conscientes de nuestro yo espiritual.

Su yo espiritual está esperando compartir con usted y con el resto
del mundo el conocimiento de que somos todos de la misma esenciaeterna, una extensión de Dios. En ese conocimiento está ausente la creencia de que somos miembros de una tribu dispuestos a matar por las diferencias físicas.
La noción de que estamos aislados los unos de los otros es de la que se alimenta el ego mundial. Es una extensión de todos los egos individuales que están en conflicto los unos con los otros, que libran batallas para demostrar lo separados que están unos de otros. En verdad, ninguno de nosotros está separado de Dios. Ninguno de nosotros está separado de los demás. El hecho de vivir en un planeta redondo simboliza la imposibilidad de tomar la decisión de estar a un lado u otro.
Todos compartimos el mismo oxígeno, bebemos de la misma agua, caminamos y vivimos sobre el mismo suelo. Y tanto si nos gusta admitirlo como si no, todos compartimos íntimamente el continuo cambio de átomos y moléculas de los demás. La única constante del mundo físico es el cambio. Todo lo que se manifiesta en forma material estácambiando en todo momento. Esta constante mutación de los átomos significa que no existe separación en el sentido científico cuántico ni en ningún otro. Su yo espiritu está aguardando a que tome la decisión de hacerle conocer esta verdad a su ego.
Su ego quiere separarle, y lo mismo quiere el ego del mundo. Mientras el ego mundial crea de una forma tan terminante en la separación, habrá conflictos para mitigar esa presión que ejerce el ego. Las naciones estado continuará bajo la dominación del ego del mundo. El nacionalismo representa el egoísmo o egocentrismo de una nación, y prevalecerá mientras se tome al ego como verdad.
Cuando avancemos hacia la unidad crearemos un mundo regido por el yo superior, que nos ve a todos como habitantes del mismo reino.
Entonces no se servirá a ningún interés en especial; no se construirán fortalezas en las fronteras; no se creará ninguna arma nuclear, y no habrá ni pasaportes ni aduanas, ni siquiera cambio de divisas. Sabremos que no somos esas fronteras a las que nos aferramos para mimar al ego mundial y fomentar las ideas por las que miles de millones de personas han muerto innecesariamente.

Al sustituir el miedo por el amor y permitir que aparezca nuestro
yo espiritual, la necesidad de separación desaparecerá de manera gradual.
Está sucediendo ahora mismo, a pesar de los esfuerzos que realizan muchas personas movidas por su ego para mantener los símbolos de la separación, los cuales están desvaneciéndose de forma gradual. El trabajo del espíritu es sutil y paciente.
No existe nada más poderoso que una idea cuya hora ha llegado,
y la muerte del ego del mundo hace mucho que tendría que haberse hecho realidad. Ya basta de enviar a los jóvenes a morir para conservar antiguas fronteras. Ya basta de asesinar a nuestros hermanos cuyas costumbres son diferentes, pero que están conectados con nosotros en el mundo del yo espiritual. El movimiento hacia el yo espiritual hará que la seductora voz del ego mundial resulte menos atractiva.
Ya no podemos permitirnos esa separación que el ego del mundo
nos implora que aceptemos. Las armas que existen hoy en día, si se las usa, matarán incluso a aquellos que las usen. Todos compartimos el mismo entorno, respiramos el mismo aire. Contaminarlo con radiactividad equivale a disparar armas contra nosotros mismos, que es precisamente lo que hacemos cuando disparamos un arma contra cualquier otra persona. Cuando Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen», estaba implorándonos que nos diéramos cuenta de que todos somos uno. Su yo espiritual lo sabe... y también lo sabe el alma del colectivo mundial.
La parte falsa, el ego, insiste en que no sólo estamos separados sino en que somos especiales. Con este credo de lo especial, el ego intenta convencernos de que estamos más favorecidos que otros, y de que esta condición de especiales se alimenta si seguimos a un maestro espiritual, nuestro pasaje hacia el paraíso. Este dios de lo especial odia a determinadas personas y ama a otras, dependiendo de sus sistemas de creencias. El ego usa este tipo de pensamiento para controlarnos.
Cuando usted se centra y encuentra su propio espacio silencioso,
interior, espiritual, conoce la amorosa esencia divina que no hace discriminaciones.
Usted sabe que la condición de especial no es algo conferido a unos y no a otros. Sabe que es absurdo creer que un bebé musulmán se quemará en el infierno por no tener creencias budistas o cristianas. Sabe que los aborígenes australianos son iguales a los reyes. Su yo espiritual se lo dice, y lo mismo hace toda nuestra literatura
espiritual.
El mensaje que su ego le transmite de que es especial, resuena y se intensifica en el mundo colectivo. El ego mundial quiere que resulte fácil hacer caso omiso de los que tienen menos. De este modo, las sociedades menos industrializadas que no están tan alfabetizadas pueden ser vistas como «ellos», lo cual el ego interpreta como menos favorecidos.
Puede considerárselos como no elegidos de Dios. Eso hace posible pasarlos por alto o usar nuestras armas superiores para eliminarlos. Así se hace posible que la gente contemple en la televisión los bombardeos y se diga a sí misma que las víctimas están recibiendo lo que se merecen.
Pero el yo espiritual sabe que «no matarás» no tiene ninguna cláusula excluyente. Cuando matamos campesinos al derrocar a un dictador, el yo espiritual sabe que estamos violando nuestros más elevados mandamientos al convertir a algunas personas en prescindibles.
En verdad, nadie es especial. Todos somos iguales y todos compartimos el mismo espíritu. Si creemos que alguien es especial, significa que alguna otra persona no lo es. El ego del mundo trabajará con gran ahínco para mantener con vida esta idea de lo especial, porque le permite llevar a cabo el tipo de acción que perpetúa su propia existencia.
Nos apartaremos de esa posición al seguir el camino de nuestra búsqueda espiritual. Cuando conozcamos la amorosa esencia divina, seremos incapaces de ver a los otros como no especiales o a nosotros mismos como especiales. Esto representará una victoria del altruismo sobre el egoísmo en todas sus formas y en la totalidad del mundo.

Tom Brown describe esta actitud en un maravilloso texto extraído
de su estimulante libro The Quest (La búsqueda): El hombre que vive en la pequeña isla del yo, no vive más que una pequeña parte de lo que constituye la existencia. El hombre debe dejar atrás las barreras, las prisiones del ego y el pensamiento, y alcanzar al
Creador. Debe construirse un puente sobre todas las islas, todos los círculos. Cada mundo debe ser comprendido, y por último fundido en una unicidad absoluta y pura. Entonces podrá no haber ni dimensiones interiores ni exteriores, ninguna separación del yo, sólo una pura unidad en la que el hombre sea todas las cosas a la vez. En esta fusión de mundos el hombre conocerá todas las cosas y vivirá los más profundos significados de la vida... Entonces, y sólo entonces, podrá el hombre aspirar al contacto con Dios.
A medida que viaje por la senda de la búsqueda espiritual, podrá
ayudar a disipar el absurdo de lo especial que con tanta asiduidad fomenta el ego. Verá el final de este tipo de pensamiento en su vida, y también a escala mundial.
En la escena del mundo, en el momento presente de la historia, vemos que se desarrollan enormes conflictos sólo para aplacar a la parte del ego que se sintió ofendida. Cuando usted se ofende, es el egocéntrico ego quien se siente herido e insiste en demostrar lo especial e importante que usted es. Lo mismo sucede a nivel colectivo. Este ego colectivo trabaja a escala mundial y también en nuestras ciudades.
El ego del mundo se ofende con facilidad. Cuando el ego se ofende, necesita tomar venganza. Necesita tomar represalias para demostrar su importancia y calidad de especial ante cualquier cosa que perciba como causa de la ofensa. Así pues, cuando su nación, dominada por el ego, se siente ofendida por las palabras de un intolerante tirano, zanja el agravio mediante la agresión y el asesinato.
Así también están nuestras ciudades llenas de jóvenes que confían tanto en su ego que están dispuestos a matar de forma arbitraria a aquellos que no obran de acuerdo con sus criterios. Están convencidos de que son especiales y tienen derecho a cualquier cosa que demuestre que son especiales. Si no lo obtienen, se ofenden y causan alborotos, mutilan, matan y saquean.
Esto representa una gigantesca carencia de conciencia espiritual. Necesitamos volver a colocar a Dios en la conciencia de estos jóvenes, reemplazar el déficit por la conciencia superior. Entonces estos problemas comenzarán a disiparse. Cuando las personas descubren su búsqueda espiritual, ya no se sienten ofendidas por lo que no tienen. Entonces se muestran deseosas de dar algo de sí mismas y se ven libres de la necesidad de compararse con otros. Este cambio hacia el yo sagrado acabará por eliminar los problemas del bienestar social y la guerra.
Cuando el ego colectivo se ofende, el mundo se enzarza en la destrucción.
¡Cuando se consulta al yo superior, no hay nada por lo que
ofenderse! Uno sólo ve lo que hay que hacer y comienza a vivir según el amor que el silencio interno proclama. Considere esta declaración de Soren Kierkegaard:
El presente estado del mundo y de la totalidad de la vida es la
enfermedad. Si yo fuera un médico y me pidieran consejo, contestaría: «Cread Silencio».
En efecto, si acudimos a nuestro interior y les enseñamos a hacer lo mismo a todos aquellos que estén deseosos de enmendar sus agravios, presenciaremos un importante cambio de conciencia y muchísima más comprensión y tolerancia. Por último, veremos la paz que todos los habitantes de este planeta deseamos con tanta desesperación.
La faceta superior de nosotros mismos sobre la que he escrito a lo
largo de todo este libro, refleja una visión infinita. Ésta, sin duda, no es la visión del ego. El ego es igual de cobarde a escala colectiva como lo es a escala individual. El ego mundial tiene miedo de un llamamiento masivo a la superación de nuestro déficit espiritual.
Cuando las personas dirijan su mirada al interior y abracen una
perspectiva más amorosa, el poder del yo espiritual producirá un cambio no sólo en las comunidades sino también en todo el mundo. El ego del mundo hará todo lo que pueda para evitar este tipo de camino interior.
Ridiculizará a quienes fomenten la meditación, las manifestaciones pacifistas y el amor de Dios como salida del pantano de males sociales en que nos hallamos. El ego quiere conflicto.
La visión del ego está cómodamente instalada en el mundo material, y aprueba una especie de levantamiento en armas contra aquellos que propongan mejorar la vida oponiéndose al ego. El ego es cobarde en el sentido de que teme a la luz celestial de Dios. Este sistema se mantiene de manera exclusiva por el hábito, y por el miedo al yo superior. Que alguien sugiera que existe un déficit espiritual y que necesita que se incorporen a nuestra vida el amor, la paz, la bondad y la compasión, y será objeto de burlas y calificado como utópico o ingenuo. Lo que el sistema basado en el ego fomenta es más gastos y más separación.
Un cambio en la conciencia desvanecerá sin duda el viejo sistema
en el que existe una atroz alianza entre unos poderosos burócratas, bien atrincherados, y las masas. En el viejo sistema, los burócratas se otorgan a sí mismos beneficios que les son negados a aquellos que pagan a los burócratas, y luego se ocultan tras el disfraz de los privilegios cuando se los enfrenta a su cobardía. Es aquí donde la cobardía del ego del mundo muestra su desvergonzado rostro una y otra vez.
El ego colectivo insiste en que no podemos permitirnos realizar demasiados cambios; que no podemos permitirnos proporcionarle a todo el mundo los mismos privilegios que tienen los que están en el poder; que quienes se enfrentan con el sistema son unos buscarruidos y es necesario silenciarlos.
La conciencia colectiva superior sabe que no es así. Sabe que no
tenemos nada que temer siempre y cuando actuemos desde el amor y no por el deseo de servir al ego. El yo espiritual sabe que el verdadero poder está dentro del yo, no en las instituciones que hemos creado y distancian a las masas de aquellos que han acumulado poder. El ego colectivo es cobarde, pero sin embargo luchará para mantener la influencia que tiene sobre los tantísimos que son víctimas de ese arraigado sistema.
Cuando comience a consultar con su yo superior, modificará la conciencia colectiva y obligará a aflojar la presa a aquellos que se aferran al sistema basado en el ego. El ego teme siempre a la luz, y por lo tanto opera siempre en secreto. Cuando la motivación de todos los que se encuentran al mando se base de modo exclusivo en la conciencia superior, el ego colectivo se marchitará.
La principal prioridad para el ego colectivo es el poder. Este poder
suele medirse en términos monetarios. Cuanto más dinero tiene uno, un mayor grado de calidad de especial se le confiere, y más tiempo consigue estar al mando.
Así pues, al ego del mundo le encanta gastar dinero, en particular
el de usted. Se le contará lo importante que es que gastemos miles de millones de sus ingresos en un sistema impracticable que nos protegerá de los misiles del espacio exterior, y puede estar seguro de que se harán con ese dinero. El ego del sistema le dirá que necesitamos armas más complejas con el fin de poder dirigir la guerra desde el interior de fortalezas con aire acondicionado donde podamos pulsar un botón y borrar del mapa a miles de personas y todas sus posesiones sin siquiera tener que presenciar el sufrimiento que estemos creando.

El hecho de que se haya violado un mandamiento y de que estemos 
participando en el asesinato en masa de nuestros hermanos no es algo que el ego considere. Ésos son enemigos, nos recuerda el ego. Son malos, y necesitamos más y más dinero para ser capaces de matarlos con unos medios de destrucción más tecnificados.
El ego colectivo se convence a sí mismo de que el dinero lo hace especial, así que arrojará dólares a cualquier problema y se enorgullecerá del acto. Consumid, consumid, consumid. Más es mejor. Cuanto más acumuléis, cuanto más lujosos sean vuestros juguetes, cuanto más grandes vuestros centros comerciales, cuanto más gasolina gastéis en vuestros automóviles, más éxito tendréis. Es un impulso que nos aparta de la paz y nos acerca al consumismo y el capitalismo.
Sin embargo, su yo superior sabe que no hay paz en «cuanto-más-mejor». Esto es tan cierto en el plano colectivo como en el individual. El yo superior le insta a simplificar y evitar contribuir a cualquier cosa que perjudique a otros o incremente su separación de la fuente espiritual.

A medida que escuche con mayor atención a su yo espiritual y deje 
atrás su ego, también el ego del mundo será apartado del poder, el control y el dinero, y volveremos a las virtudes básicas de la conciencia superior, la paz, la belleza, el amor, la pureza, la tolerancia, la paciencia y la comprensión. Esto no significa que no pueda disfrutarse de los beneficios de la tecnología. Quiere decir que el ego no será la fuerza motivadora de nuestras vidas. Lo que en verdad somos como pueblo es una fuerza que anhela paz y sencillez.
Queremos la conciencia más profunda que acompaña a la cordura del yo superior. Es descabellado continuar creyendo que somos una serie de tribus, cada una con una identidad separada y una misión especial.
Es descabellado creer que cualquiera que no encaje en la mentalidad de nuestra tribu particular es un enemigo en potencia.
Sabemos que no existe un Dios distinto para cada uno de nosotros, ni siquiera para cada una de nuestras tribus. Sabemos que existe una inteligencia divina universal que fluye a través de todos nosotros, y que en ese espacio sagrado de nuestro interior somos todos uno y lo mismo.
Sabemos que somos seres espirituales que intentan ser humanos. Sabemos que lo mejor que tenemos dentro es el amor, la bondad y la comprensión.
No obstante, nuestros egos, tanto individuales como colectivos,
han hecho campaña durante mucho tiempo y con ahínco para fomentar una idea falsa. ¿Qué puede tener de cuerdo que la gente esté matándose entre sí por disputas que crearon los antiguos egos muchísimo antes de que nosotros llegáramos? ¿Qué puede tener de cuerdo que creamos que algunos de nosotros merecen comer los alimentos que Dios provee, y que otros no lo merecen en virtud de su emplazamiento geográfico?
¿Qué puede tener de cuerdo que ensoberbezcamos a nuestros jóvenes mediante la filosofía de que nada cuesta nada, induciéndoles a creer que si quieren algo es porque lo merecen? ¿Qué puede tener de cuerdo que les enseñemos a nuestros hijos imágenes de violencia, y les permitamos adoptar la creencia del ego de que la naturaleza humana es perjudicar a otros como forma de defender el derecho a ser especial y distinto?
Cuando nuestro yo superior comience a triunfar sobre nuestro ego en las decisiones cotidianas de nuestra existencia, estaremos haciendo progresos en el sendero de la búsqueda espiritual de toda la humanidad.
Usted debe desterrar toda duda sobre su capacidad para iniciar
dicha búsqueda, y comenzar a saber que usted es tanto el microcosmos como el macrocosmos.
Dentro de usted hay un universo: un espacio unificado abierto a todas las posibilidades al que puede llegar al convertirse en el observador comprensivo. Guarde silencio y acalle el diálogo interior. Más importante aún, deje atrás el falso yo que llamamos ego. Entonces tendrá lugar la curación.
El ego mundial está destinado a ser reprimido a medida que más
personas miren dentro de sí y consulten con su faceta espiritual. Las dudas están desvaneciéndose y la revolución del espíritu ya está comenzada.
El avance hacia un mundo sin ego no es una idea inverosímil, no
más que la caída del Telón de Acero. A aquellos que oyeron hablar de ello unos pocos años antes de que sucediera, les pareció algo en verdad absurdo. Pero las ideas, los pensamientos y conocimientos son poderosos instrumentos para la desintegración del falso yo.
Una de las maneras más sencillas y poderosas de hacerlo es la que enseña Eknath Easwaran; en su libro Meditation {Meditación), nos aconseja dedicar treinta minutos cada mañana a la meditación, repitiendo la plegaria de san Francisco. Al decir esta plegaria, dejamos atrás el ego a la vez que invitamos al yo espiritual a guiarnos. Le invito a que se una a mí en esta plegaria cotidiana mientras compartimos el sendero de la búsqueda espiritual.
Porque es en el dar que recibimos; es en perdonar que somos perdonados; es en morirnos que nacemos a la vida eterna.
Si usted tiene la misma conciencia y determinación respecto de su
mundo, tendrán lugar cambios espectaculares cuando todos apliquemos la energía más grande del universo: la energía del amor.
Ahora procede citar a mi maestro espiritual Nisargadatta Maharaj.
Él nos recuerda lo simple que es crear una sociedad que esté basada en principios espirituales:
Mi postura es clara: produce para distribuir; alimenta antes de comer tú, da antes de recibir, piensa en otros antes de pensar en ti mismo.
Sólo una sociedad altruista que se base en el compartir puede ser estable y feliz. Ésta es la única solución práctica. Si no la quieres, entonces... lucha.
Yo la quiero. Le aliento a hacer lo mismo. ¡Que Dios le bendiga!

LA PLEGARIA DE SAN FRANCISCO

Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, déjame sembrar amor; donde haya perjuicio, perdón; donde haya duda, paz;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya oscuridad, luz; donde haya tristeza, júbilo.

Oh, divino Maestro, concédeme que no busque tanto
ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender,

ser amado como amar.

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