jueves, 9 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- TERCERA PARTE: DE LA APARIENCIA EXTERNA A LA SUSTANCIA INTERIOR


No consiste en recibir honores sino en merecerlos.
Mis juicios me impiden ver lo bueno que hay màs allà de las apariencias.
La plegaria que más a menudo se cita en el mundo occidental incluye las siguientes palabras: «...hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo». Para el ego, el tener el cielo en la tierra significa ser la persona más rica y famosa de este reino. Para su yo espiritual, «el cielo en la tierra» significa que no existen dichas distinciones.
En la tierra, insiste el ego, usted debe perseguir las apariencias y las adquisiciones. El principal motivo de su vida aquí, según el ego, tiene que ver con las apariencias, y su apariencia está por encima de sus más profundos sentimientos. Su carrera profesional, la calidad y cantidad de sus posesiones, y los oropeles del éxito, son hacia lo que el ego quiere que dirija su energía. Esto es muchísimo más importante para el ego que la vida interior.
Pero todos somos conscientes de la vacuidad y futilidad de la forma de ser del ego. Usted está leyendo este libro en parte porque es consciente de que, con el fin de tener una experiencia de vida más profunda y rica, tiene que saber cómo apartarse del ego y dirigirse hacia el yo interior, que le ofrece la amorosa esencia divina.
IR MÁS ALLÁ DEL MUNDO DE LAS APARIENCIAS

Para entender cómo funciona el ego, usted tiene que darse cuenta
de que esta falsa visión de sí mismo cree que la Tierra es la única morada.
Si usted se reconoce sólo como un terrícola, como quiere el ego, su felicidad y satisfacción tendrán que ser realidades físicas, cosas.
Pero hay un aspecto de usted que sabe que estas cosas no proporcionan la satisfacción espiritual que supone la promesa de la búsqueda espiritual.
El planeta Tierra no es su única morada. Lo que éste ofrece es
satisfactorio sólo en parte para el invisible yo que habita en su cuerpo.
Esa faceta interna sabe que esta vida en la Tierra no es el último destino.
Sin embargo, a la mayoría nos ha convencido el tenaz y decidido
ego, de que las apariencias son lo que cuenta en la vida, y que las recompensas se obtienen por las apariencias. El yo interior sabe que todo esto es muy fugaz porque las recompensas que usted obtiene de la juventud y la fuerza física, por ejemplo, disminuirán al deteriorarse esas cualidades físicas.
Su yo físico observa eternamente las transformaciones físicas del
cuerpo. Este reino del yo superior está gobernado por un yo interior que es consciente de las realidades de la Tierra y de las realidades del cielo. Es inmune a las exigencias del ego para que concentre toda su energía en el plano terrenal.
He aquí cómo lo describe Nisargadatta Maharaj: «El mundo es la
morada de los deseos y el miedo. No puedes encontrar paz en él. Para hallar paz debes trascender el mundo». Y eso es en verdad el cielo en la tierra: una experiencia de paz interior sin idolatría de las posesiones y apariencias.
La perspicaz respuesta a la plegaria «...hágase tu voluntad, así en
la tierra como en el cielo» se halla en el conocimiento de que el cielo no es este mundo. Es el mundo de Dios, el reino donde usted ha destruido todo lo que ha acumulado y donde encuentra la paz a la que hace referencia Sri Nisargadatta.
Su yo superior está más allá de este mundo de vida y muerte donde las apariencias son lo más importante. Vea cómo esas apariencias han triunfado sobre el yo espiritual.

• Juzgar a los demás por su apariencia. Un rasgo común de la persona guiada por el ego es el de juzgar a los demás por las medidas externas de sus posesiones, apariencia y conducta.
A menudo, tras el enjuiciamiento, se decide no fomentar la amistad con alguien, basándose en su posición social. De todas formas, es una técnica de la que se sirve el ego para impedir que usted conozca su yo superior.
Todo enjuiciamiento relativo a las apariencias no es más que un
modo de verse a uno mismo como mejor por comparación con otra persona. El ego hace que se ratifique su diferenciación de los demás, y le encanta mantenerle en dicho estado. De esa forma consigue evitar que se sienta conectado con el universo.
Cuando uno habla con su yo superior, se aprende que, en parte, se tiene la misma divina esencia que nos conecta a todos con la fuente del espíritu. Su yo interior confirma que usted no es en nada mejor que otra persona y que no necesita ni juzgar ni compararse con otros. Hay un solo Dios, una fuente con muchas manifestaciones.
Cuando uno tiene conciencia de esto, no se puede ver a los demás en tèrminos de lo que poseen o de lo que parecen, ni siquiera de la forma en que se conducen. Se relaciona con las otras personas en función de la divinidad que fluye a través de ellas, que constituye una manifestación de la energía que da soporte al mundo físico. En la senda de la búsqueda espiritual, uno experimenta la energía que fluye a través de sí y de los demás.
Entonces se es capaz de entregar amor y bondad, sin reparar en las apariencias, porque se siente la energía espiritual. El yo superior nos lleva a recordar la verdad acerca de alguien, incluso cuando ese alguien lo ha olvidado.

Usted ya no juzgará a los seres, con los que se encuentre, que sigan 
la senda trazada por el ego. Usted será capaz de limitarse a observarlos con amor mientras su cuerpo se relaciona con ellos, percibiendo la amorosa esencia divina, aun cuando ellos no la sientan. Usted y Dios estaràn unidos cuando se siguen los dictados del yo superior.
Gracias a esa conjunción, usted será serenamente consciente de que esta morada llamada Tierra es transitoria, y que, en ella, sus habitantes y las posesiones de los mismos nunca permanecen iguales. Sufren un constante cambio. El cielo, por el contrario, es inmutable y eterno: en él no hay enjuiciamientos, ni posesiones, ni posiciones sociales.
«Así en la tierra como en el cielo» no debe ser una expresión vacía, sino un conocimiento de que su yo superior le insta a descartar cualquier pensamiento de que se encuentra separado de los demás y de Dios. «Así en la tierra como en el cielo» significa comenzar a vivir sin las falsas ideas que fomenta el ego.
Desde luego que muchas personas se conducirán según los dictados (le su ego. En esos momentos, su tarea es recordar al yo interior que ellos han olvidado. Evite la tendencia a aceptar la invitación del ego a juzgarlas.
También esas personas son criaturas de Dios. También ellas tienen la fuente de la bondad fluyendo por su interior, aunque lo hayan olvidado o permitan que el ego domine sus vidas. Pero la conducta de quienes están dirigidos por su ego no es una razón para que usted haga lo mismo.
Estas personas aprenderán de sus propios comportamientos. Pero
para hallar la respuesta usted necesita consultar a su espíritu. Ésta es la manera de dominar al ego y conocer la paz que proviene de la negativa de juzgar a otros. Esto no quiere decir que deba aprobar la mala conducta de otros ni que no deba hacérseles responsables de su comportamiento.
Lo que usted necesita es hablar con su yo superior, y negarse a
juzgar o a creerse mejor como resultado de comparaciones.

• Juzgarse a uno mismo basándose en la apariencia. Si ha permitido que su ego le convenza de juzgar a otras personas por su apariencia, es probable que se inflija el mismo castigo a usted mismo. Cuando uno examina su vida con evaluaciones basadas en las apariencias externas y se concluye que no se ha estado a la altura de nuestro potencial, uno puede estar seguro de que el ego se alegra con ello.
Cuando usted necesita más de cualquier cosa para sentirse bien
consigo mismo, usted se halla en una carrera sin fin, y no puede alcanzar el goce espiritual. El camino para salir de esta trampa que hace que nos rechacemos a nosotros mismos es reconocer que el reino terrenal no es la única morada. Edgar Alian Poe nos recuerda: «Todo lo que vemos o parecemos, no es sino un sueño dentro de un sueño». Cuando uno sabe que la vida es un sueño dentro de otro sueño mayor, se pueden abandonar las apariencias como escala de valor.
Comience por entender que el sistema de creencias del ego es similar a sus sueños nocturnos, en los que usted cree que el sueño es real mientras duerme pero que al despertar ve que era una ilusión. Toda la vida es una proyección de la mente: un sueño dentro de un sueño. Sabiendo esto, usted puede hablar con su yo superior y olvidarse de acceder a las exigencias del ego.
El cielo en la tierra comienza a darse cuando uno abandona la falsa idea de que tiene que demostrarle a alguien que ha adquirido las credenciales necesarias para que le consideren una persona de éxito. Aún recuerdo cuando, hace años, llegué a darme cuenta de esto.
Fue en una consulta con un hombre al que llamaré Richard, que
había conseguido todo eso que la mayoría de los que vivimos en el mundo occidental consideraríamos necesario para que nos tuvieran por unos triunfadores. Era multimillonario, tenía varias mansiones y había viajado por todo el mundo. Pero tan sólo había llevado una existencia centrada en lo externo. No conocía ninguna otra forma de vivir, estaba atrapado por ese modo de vida.
Durante los meses en que trabajé con Richard, quedó claro que las apariencias no crean paz y que la paz es lo que ofrece el yo superior.
Richard necesitaba constantemente compararse con los demás para quedar por encima de ellos. Su ego estaba trabajando horas extras para ratificar su superioridad.
Asì que se encontraba atrapado en una vida de lucha con el objeto de demostrar su valor y dedicándose a tener aventuras con mujeres más jóvenes, a comprar las ropas y los perfumes más caros, y obsesionándose por la pérdida del cabello... No se llevaba bien con sus hijos, ya mayores, a todas horas estaba preocupado por que su esposa descubriera sus devaneos y se. divorciara de él, lo que le dejaría sin un duro y con la sensaciòn de no valer nada. Richard había escuchado a su ego durante toda la vida, y aunque había edificado una fachada de éxito, se sentía desdichado.
Vivía con el terror de que si perdía su apariencia de triunfador
quedarìa como un ser poco digno de aprecio. Anhelaba una vida más satisfactoria, pero no tenía ni idea de que su falso yo le hacía renunciar a su búsqueda espiritual. Poco a poco, comenzó a descubrir el viaje interior y empezó a prestarle menos atención a los dictados de su ego.
A medida que trabajábamos en las sesiones, descubrí las ilusiones a las que el ego nos estaba sometiendo tanto a Richard como a mí mismo.
También yo estaba siendo dirigido por mi ego, porque me habían
enseñado que el éxito se medía por las realidades externas. Observé a Richard y supe con facilidad que yo podía acabar con los mismos miedos y valores superficiales. Tuve la sensación de que me había sido enviudo para que yo comprendiera aquello. Incluso hoy, veinticinco años después de aquello, pienso en Richard cuando tengo la inclinación de poner las apariencias por encima de lo realmente importante.
Richard murió hace unos pocos años. Él, al igual que sus posesiones han cambiado en algún sentido. Su espíritu está vivo y se encuentra en un lugar donde no existen escalafones, ni posesiones, ni distancia respecto de la energía madre. El cielo en la tierra significa adquirir esa conciencia y dejar que el ego se jubile.
En uno de sus momentos de mayor iluminación, Robert Frost acunó estas palabras: Perdona mis actos sin sentido como yo perdono los actos sin sentido de aquellos que piensan que obran con sentido.
Hacer hincapié en medir la vida de uno basándose en las adquisiciones o éxitos externos no es más que un sin sentido. Este hincapié en la experiencia se presenta en la vida bajo muchos aspectos.

CÓMO AFECTAN A SU VIDA LAS APARIENCIAS

Centrarse en las apariencias es una de las maneras más comunes que tiene el ego de dominar su existencia cotidiana. Con el fin de superar estas inclinaciones que se apartan de la esencia, usted tiene que identificar esas tendencias a medida que se presentan. He aquí unos cuantos de los ejemplos más frecuentes de este tipo de pensamiento y comportamiento.

• Estar más preocupado por su apariencia que por su propósito. (Obsesión con las joyas, los cosméticos y la ropa; dedicar grandes cantidades de tiempo y dinero a vestirse.)

• Perseguir notas, recompensas y símbolos externos de éxito en lugar del júbilo del mero participar y aprender. (Ver sus trofeos, condecoraciones o signos de mérito como criterio de su valor; creer que las notas de sus hijos son lo más importante que recibirán en el colegio; alentar a su hijo a complacer a los profesores a costa de la paz interior del niño.)

• Un tipo de conversación que revela cuánto control tiene el ego sobre su existencia. (Dedicar una gran cantidad de tiempo a hablar de sus éxitos y victorias sobre otros o sobre el entorno; hacer comentarios sobre otras personas y sus limitaciones y señalar de modo constante su superioridad: por ejemplo, decir: «Yo nunca haría nada semejante y no puedo entender cómo alguien puede hacerlo»; emplear sus acciones como patrón de los demás.)

• Estar preocupado por el coste de las cosas. (Emplear el precio como indicador de valor; preguntar siempre cuánto cuesta algo o cuánto le pagaron a alguien; usar el dinero no sólo como un indicativo del éxito y de la posición, sino como criterio medular de pensamiento en la vida.)

• Creer que uno sólo es un cuerpo. (Estar insatisfecho con su apariencia y andar a la caza de cumplidos para, indirectamente, contrarrestar susensación de ser poco digno de aprecio; valorarse a sí mismo y su felicidad sobre la base de los cambios físicos como el descolgamiento, las arrugas, las canas o la menor vitalidad: todo lo descrito son señales de que su ego le ha convencido de que usted es exclusivamente un cuerpo y de que está deteriorándose con rapidez.)
• Permitir que la industria publicitaria le controle. (La publicidad, en todas sus formas, responde, por lo general, al intento de convencerle de que usted està incompleto y necesita comprar algo para realizarse. En consecuencia, se ve bombardeado en casi todos los momentos en los que se expone a la publicidad de los medios de comunicación, la cual le insta a que consuma para realizarse como persona. Leer, escuchar y mirar de forma permanente estos mensajes es una prueba del control de su ego.)

• Señalar las limitaciones de los otros. (Dedicar tiempo a describir lo que considera imperfecciones, como una nariz grande, una voz desagradable, una personalidad engreída o un proceso de mal envejecimiento.
El hábito de reparar en lo descrito es una estrategia de su ego
para convencerle de que usted es mejor que las personas a las que está criticando. Por supuesto, esto continúa impidiéndole ver la amorosa esencia divina que reside, invisible en esos «abrigos raídos sobre un palo», como llama Yeats a las personas independientes de su alma.

• Luchar para obtener reconocimiento. (Angustiarse por no recibir lo que piensa que «merece en justicia» dentro del mercado laboral; sentirse herido y deprimido cuando sus esfuerzos no son recompensados con una posición, un título o un contrato mejores.) A menudo, esas recompensas no sirven para otro propósito que el de aportar una base pura que su ego proclame su mundana superioridad.
Los relatos cotidianos que informan de los salarios astronómicos de la gente del espectáculo y los atletas son una prueba muy visible de esta actividad del ego. Resulta irrelevante que las cantidades sobrepasen la capacidad de esas personas para gastar incluso después de que un enorme porcentaje se lo lleven los impuestos. Estamos ante unas exigencias dictadas por el ego, que lleva a esas personas a la falsa creencia de que se les está insultando si alguien de su profesión recibe un sueldo superior.
Muchas de estas personas se apartarán de su profesión, al permitir que su ego los convenza de lo correcto de sus actos. Puede que se sientan insatisfechas, infelices y desdichadas, pero se ha vuelto más importante apaciguar el ego que su vocación, así como recibir una compensación que está muy por encima de lo suficiente, con independencia de lo que cualquier otro esté ganando. Esta agitación interna por no recibir reconocimiento o compensación complace al ego, porque cualquier inclinación a dirigir la atención hacia el yo superior se distrae cuando uno se enfrenta a la agitación.

• Trastornos alimentarios. La mayoría de los trastornos alimentarios 
son, en un principio, esfuerzos por estar a la altura de unos modelos que alguien cree que aportan felicidad. El ego ha convencido a las personas que tienen problemas alimentarios de que su verdadera esencia está emplazada en el valor de su apariencia.
Esta gente se preocupa tanto por la apariencia como para excluir la mayoría de los otros aspectos de la vida, y al final destruye sus cuerpos intentando hacerlos perfectos a ojos de los demás.

QUÉ OBTIENE DE SU EGO

El proceso de superar la preocupación excesiva por la apariencia y 
hacer hincapié en la sustancia llega al entender por qué el ego controla su vida. A continuación encontrará algunas de las razones más corrientes por las que esto sucede.

• La principal función de su ego es evitar que conozca su yo superior. Todas las apariencias son máscaras que uno lleva para ocultar su yo espiritual, que no se preocupa en absoluto de las apariencias, las adquisiciones ni el poder.
Si su yo superior gobernase su vida, el ego ya no podría funcionar como lo hace.

• La ansiedad por la carrera profesional garantiza que uno no està mirando a su interior. La preocupación constante por la carrera profesional y otros papeles semejantes impide que conozca su luz interior. Todos esos pensamientos sobre decisiones destinadas a llevarle a un determinado nivel en su profesión son en realidad pensamientos del ego que siembran en usted la ansiedad.

• Usted intenta llenar el vacío que el ego le dice que tiene dentro de su ser.
Si cree que es lo que posee, usted está centrado en lo externo. Hacer hincapié en las propiedades le mantiene en el ámbito de las adquisiciones.
El ego quiere que se sienta incompleto, de forma que se entregue
a una carrera de adquisiciones para intentar llenar el vacío.
Si cree que necesita algún objeto con el fin de tener valor, nunca
verá lo inmaterial, que es el verdadero valor. Así pues, el ego le hace comprar cada vez más, con el fin de asegurar su propia supervivencia.

• Su ego quiere ser el señor de todo lo que hay en su vida. Él sabe que su facultad más sabia tiene respuestas que son permanentes y que le proporcionarán un pasaje para la búsqueda espiritual. Esta necesidad de estar al mando de todo es la necesidad que el ego tiene de control. Si él no tuviese el control, tendría miedo de que usted descubriera la verdad de su auténtico yo.

• El ego hace que usted se resista a correr riesgos y realizar cambios. El ego no quiere que usted tenga ni idea de los beneficios de correr riesgos y permitir cambios en su existencia. Esas ideas son peligrosas desde el punto de vista del ego. El ego cree que es más seguro para usted concentrarse en las apariencias antes que vivir el júbilo interno.
Este mensaje ha ayudado a crear el entorno en el que usted vive,
que está mayoritariamente de acuerdo con la egocéntrica idea de la apariencia como criterio más importante que los valores internos. El déficit espiritual resultante se encuentra en la raíz de todos nuestros problemas.

ALGUNAS IDEAS PARA IR MÁS ALLÁ DE LAS APARIENCIAS

• Tómese unos instantes para quedarse muy quieto. En silencio, comience a liberarse del apego a las impresiones externas. Puede imaginarse haciendo una enorme hoguera y arrojando cosas en ella. Eche allí sus joyas, ropas, automóviles, trofeos, todo, incluso su título académico.
Con cada objeto que vaya a parar al fuego imaginario, sienta que cada vez es más libre.
Una vez más le recomiendo que lea Mutant Message Down Under, de Mario Morgan. Ella cuenta que se despojó de sus posesiones y recorrió un viaje iniciático gracias a unos aborígenes espirituales. Sólo entonces se dio cuenta de que hacer hincapié en las apariencias nos mantiene alejados de nuestro yo superior.

• Quite las etiquetas que le ha pegado a su vida. Realice un intento de describirse sin usar ninguna etiqueta. Escriba unos párrafos en los que no mencione su edad, sexo, posición, titulación, logros, posesiones, experiencias, herencia ni datos geográficos. Sencillamente escriba quién es, al margen de toda apariencia.
Al principio resulta difícil describir el yo eterno, inmutable y espiritual, esa parte de usted que no se identifica con los sentidos. La observación de que sufrimos de una ceguera particular que sólo ve lo visible podría ser la razón de nuestras dificultades. Cuando quite las etiquetas, verá la parte invisible de su ser.

• Busque la amorosa esencia divina en los otros. Tómese un día para intentar ver la plenitud de Dios en todas las personas con las que se encuentre.
En lugar de ver sólo otro ser físico, diga para sí que el Cristo de mi interior está encontrándose con el Cristo del interior del otro.
O pase un día recitando en silencio la palabra «amor» siempre que se encuentre con otro ser humano. Esto tiene un efecto tan poderoso que podría decidir usarlo como un silencioso mantra a lo largo del día.
Cuando podemos reemplazar nuestro yo físico por la energía espiritual que hay en todos nosotros, no habrá lugar para el enjuiciamiento.

• Defienda al ausente. Cuando se encuentre en una conversación en 
la que se ataque a personas que no están presentes, defienda a esa persona.
Adquiera el hábito de ser la persona del grupo que defienda a los
que se encuentran ausentes. Puede preguntarse en voz alta cómo explicaría esa persona los aspectos que están siendo criticados, y sugerir que podría haber más de lo que se ve en la superficie.
Este tipo de declaraciones sirve para dominar la necesidad que tiene su ego de comparar y sentirse superior, y sirve a su yo superior, que quiere ayudar a los demás. Ésta es una lección particularmente beneficiosa para enseñársela a sus hijos, los cuales tienen la tendencia a formar grupitos y despellejar al ausente. Pregúntese siempre: «¿Quién está aquí para defender a la persona que no está para defenderse por sí misma?».

• Recuerde que un músculo se desarrolla levantando objetos pesados. Esto también es aplicable al ámbito de lo espiritual. Crecerá espiritualmente mediante misiones cada vez más difíciles. Una de éstas es no tomar en consideración los mensajes del ego para que se evalúe según, los criterios de la apariencia y las posesiones. Pero ha de saber que cada vez que consigue hacer menos juicios respecto de los demás o de sí mismo, se hace más fuerte.
• Practique la compasión y el amor. La presencia de los que no tienen ninguna posesión puede proporcionarle una oportunidad para poner en práctica el amor y la compasión. Use esos casos para reconocer la plenitud de Dios que hay dentro de esas personas, aun a pesar de que decida no contribuir con dinero u algún otro tipo de ayuda.
Los sufrimientos de los otros representan un déficit espiritual. Usted puede mejorar ese déficit con bondadosos pensamientos de amor y compasión, y no con el miedo o las críticas dictadas por el ego.

• Cultive su vocación. Intente cambiar sus objetivos, olvídese del egocentrismo. Piense en su vocación. Recuerde que este mundo es un sistema inteligente y que está aquí para ser amado y tener amor gracias al servicio a los demás. Use su talento e intereses para cumplir a través de su vocación.
Su vida laboral describirá un giro espectacular hacia la abundancia, y usted sentirá que tiene un propósito y que se halla en el sendero de la búsqueda espiritual.

• Afirme. Haga de las afirmaciones una práctica diaria. Créelas o
comience por éstas: «Dar de comer antes de comer». En un restaurante, dígales a todos los demás que pidan y ayúdeles antes de pedir usted. En la mesa, ayude a todos los demás a servirse el plato antes deservirse usted. «Dar antes de recibir.» Realice un esfuerzo por dar más y estar menos orientado a recibir.
Envíe contribuciones o regalos anónimos. Lléveles regalos inesperados a los amigos, la familia o los desconocidos. Regale un libro que le haya gustado, flores de su jardín, y cualquier otro pequeño objeto por la sencilla razón de dar. Pague el peaje del coche que haya detrás del suyo para practicar el dar sin recibir nada a cambio.

• Reduzca la importancia de las notas. Libere a sus hijos de la presión a la que se los somete por hacer hincapié en las notas. Enséñeles a poner en práctica sus propios intereses y aptitudes con el fin de conocerse a sí mismos y servir a los otros. Esto los ayudará a encontrar su yo superior y descubrir que tienen una fuente de todo conocimiento dentro de sí. Necesitan aprender en un momento temprano de su vida que su valor no se encuentra en los exámenes.

• Practique la generosidad. Recuerde: si no es generoso cuando resulta difícil serlo, no lo será cuando sea fácil. Muchas personas que dan voluntariamente sus posesiones y su dinero no lo hacen porque «tengan que dar». Están en comunicación con un aspecto del corazón relacionado con el servir y compartir.
En algún sentido, todos tenemos que dar. Quizá no en la misma
cantidad, pero todos podemos dar algo en servició a los demás.

• Mantenga en todo momento la atención. Perciba lo milagroso que es su propia existencia en cualquier momento, e intente llevar su conciencia a ese momento. Todo lo que hay en su vida constituye una oportunidad para practicar la atención.
Al prestarle atención al entorno y reparar en todo lo que encuentra con una actitud de reverencia, usted supera la necesidad del ego de acumular y consumir. Al actuar así, usted se centra en cada momento de la existencia y lo vive a través de su yo espiritual. Su vida se desarrolla dando importancia a los momentos. Poner atención en los momentos presentes le enseña aspectos profundos del espíritu que limitan la actuación del ego.


Final del capítulo

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