martes, 7 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- TERCERA PARTE: DE LA LUCHA A LA META


Sé que ya soy un ser entero y que no necesito perseguir nada con el fin de estar completo.
El mensaje de este capítulo puede ser resumido en una palabra:
¡alégrese! Su yo superior no le exige nada. No tiene que demostrar quién es ante Dios. Fue creado como extensión de una fuerza espiritual más elevada, la esencia misma del universo. No llegó al aquí y ahora incompleto, en ningún sentido. No tiene que luchar para demostrar nada. A menos que, por supuesto, decida escuchar al omnipresente falso yo, el cual estipula que si no está ocupado en perseguir algo es un fracasado.
Puede resultar difícil alegrarse por fin y entender que la vida es lo que sucede mientras usted está haciendo otros planes. ¡Eso es! Todos y cada uno de los instantes de su vida tienen lugar en el momento presente.
Usar los momentos presentes para perseguir los momentos futuros es una actividad dictada por el ego. Su ego quiere que se sienta incompleto con el fin de poder controlar su existencia. Cuando por fin tenga la posibilidad de decir que ha llegado, sabrá lo que se siente cuando se es libre. Se habrá liberado de su falso yo, el cual podría mantenerle en perpetuo movimiento, persiguiendo más y más, hasta su último aliento.
Su yo superior no quiere que sea un haragán ni que no tenga un
propósito, sino que se dé cuenta del poder del conocimiento al que ha llegado. Cuando usted sabe que este momento es su vida entera, no está concentrado en los momentos pasados ni futuros, y se libera del estrés y la tensión que acompañan a la vida de la lucha. Al liberarse, se torna más productivo y calmo de lo que era cuando miraba a sus espaldas o por delante de sí mismo y no permitía que su mente descansara en el centro de quietud del momento presente.
Contrariamente a lo que el ego intenta hacerle creer, no se limitará a vegetar, ni se quedará sin techo ni se convertirá en un irresponsable a la deriva. Lo que sucederá es que se alegrará y se verá tan absorto en su misión que estará más activo. Con este poder, descubrirá que es libre para entregarse a cualquier cosa hacia la que se sienta atraído.
Cuando deje de luchar y comience a saber que tiene una misión divina, y que no se encuentra solo, alcanzará la meta. Esa experiencia le brindará el júbilo de hallarse en el reino del espíritu, donde no hay preocupaciones ni culpabilidades. Estar del todo en el ahora quiere decir que conocerá el cielo en la tierra porque estará por completo absorto en el instante espiritual.
Al examinar algunos nuevos conceptos desde la perspectiva del alma, aprenderá sobre las cosas que quiere cambiar con el fin de acercarse más a la experiencia de llegar a la meta y alejarse de la lucha.

LOS COMPONENTES DEL GIRO HACIA LA META

Para vivir el júbilo de saber que está aquí ahora, en este momento
—y que hay todo lo que hace falta que haya, todo lo que alguna vez hubo y todo lo que conocerás jamás—, debe aprender a confiar en su yo superior y despojarse de esas arraigadas enseñanzas de todos los egos que han influido en su existencia. Comenzará a darse cuenta de que en el aquí y ahora no está a prueba. No tardará en comprender que su misión es servir y entregar el amor que constituye su esencia básica.
No tiene que hacer más, aunque puede que decida hacer muchísimo. Su principal objetivo es mantenerse centrado en dar y recibir el amor paternal y fraternal, el amor de Dios. Si incorpora las siguientes ideas a la práctica de su misión cotidiana, tendrá éxito en su objetivo.

• La inmaterialidad. El ego intenta convencerle de que la inmaterialidad es un estado de indeseable pobreza. Si experimenta dicho estado, el ego quiere que crea que se debe a que no se ha realizado. El ego insistirá en que sentirse no realizado o vacío es algo inaceptable.
Tiene que crear una relación nueva con la inmaterialidad, el vacío, si quiere describir un giro que le aparte de la lucha y le conduzca hacia la meta de amar su existencia en el aquí y ahora.
Lo inmaterial tiene un valor muy positivo en su vida. Todo fue
creado de la nada. Si se sienta en silencio y escucha el primer sonido que se produzca, se ve obligado a admitir que proviene del silencio. De la nada se crea una onda que llamamos sonido. Sin la nada no podríamos tener sonido.
Se considera que el espacio es la nada: sin partículas, sin formas.
Así que lo describimos como la nada. Temerle a ese espacio vacío o negar su valor como parte de nosotros significa dudar de nuestra propia existencia. Nosotros llegamos de la nada al mundo de las formas, el aquí y ahora. Tenemos una conexión íntima, tanto con la nada como con el mundo de las formas. Somos ambos. Ambos son parte de nosotros.
Necesitamos tanto el espacio como la forma para existir.
Es importante que llegue al lugar donde es posible amar la nada
con el mismo entusiasmo que siente por el aspecto material de su vida.
Ambos son facetas esenciales de su existencia. En ese espacio unificado hallará el secreto que se encuentra en el centro de su ser, la nada. Ahí se familiarizará con la paz de llegar y renunciar a la ansiedad que se genera al emplear todos sus preciosos momentos en luchar.

• Entrega. Para entender el concepto de la entrega no podrá confiar 
en su ego. El ego no quiere que ni considere la posibilidad de entregarse.
Preferirá que se aferré a la creencia de que tiene que luchar, y
que se mantenga dentro de lo conocido.
Cuanto más fiel permanezca a lo que está acostumbrado, más se aferrará a las preocupaciones y estrés que pertenecen al mundo físico. Este comportamiento frenético le mantiene ocupado y le incapacita para establecer conexión con el mundo del espíritu y de su búsqueda espiritual.
Sentirse atraído por lo que le sucedió en el pasado puede estar muy profundamente arraigado en usted por obra de su falso yo. Debe aprender a reconocer el apego que el ego siente por el pasado cuando se sirva de él para mantenerle en la lucha. Renuncie a la creencia de que su pasado es lo que impulsa su presente.
Entregarse significa también aprender a reconocer las señales que le envía su yo superior para hacerle saber que algo dentro de usted requiere atención. Significa entregarse, a no importa qué, en el momento presente. Para muchas personas puede resultar confuso distinguir si es el ego o el espíritu quien se encuentra al timón.
A mí, la imagen de un barco que avanza por la superficie de un lago me resulta útil para diferenciar el ego del yo superior. Veo la estela del barco como un símbolo del pasado. La estela no impulsa al barco. No es más que la pista que deja atrás el movimiento de mi barco imaginario.
Lo que impulsa el barco es la energía, generada ahora. Yo no le atribuyo méritos ni culpas al pasado por que el barco haya llegado a un punto concreto del lago.
Luego respiro lenta y profundamente y le pido a mi yo superior que complete el cuadro. Si el barco falla en cualquier sentido, lo contemplo con amor, sin culparlo, entregándome a ello. Esto es muy diferente de las órdenes del ego de continuar navegando de forma constante o más rápido, o de conseguir un barco más grande o más elegante.
Si irrumpe la charla del ego, ello se debe a que se siente amenazado por el ejercicio que está llevando a cabo. Teme mi callada aceptación.
Quiere que abandone esa tontería y continúe con la lucha.
Si el ego no se ve amenazado y el barco no falla, entonces sé que estoy a flote. Interpreto el avance del barco como un símbolo de que procedo en la vida sin que la influencia del ego me obligue a mirar hacia el pasado, y de que no estoy haciendo caso omiso de las señales de mi yo superior, con las cuales me indica que se encargará de cualquier daño del pasado.
Si prueba esto y oye una voz crítica que casi le grita que continúe,
tenga la seguridad de que se trata de la charla del ego. Entregarse significa entregarse a lo que es, no a lo que el ego quiere que sea ahora ni a lo que el ego piensa que tendría que haber sido en el pasado.
Entregarse significa dejarse ir y estar aquí, en este instante, en ninguna otra parte. Significa saber en su fuero interno que se encuentra aquí, en este momento, y que cualquier cosa que le haya sucedido es como la estela que queda tras el barco. Al observar la estela del barco, se ve que permanece durante pocos instantes y que luego se desvanece con lentitud. Del mismo modo ocurre esto en la vida. Su pasado se desvanece con lentitud y todo cuanto queda es el ahora.

El pasado no puede impulsarle hasta este ahora, y ese pasado no ha 
de considerarlo el responsable de los problemas del barco. Ello quiere decir que no debe culpar al pasado, ni negar la existencia de un problema.
Lo que usted hace es entregarse a lo que está sucediendo en este
momento.
Entrèguese mediante un nuevo acuerdo con el ahora. Reconozca
que su pasado es una huella de momentos que han quedado atrás, y al tiempo sepa que si está teniendo dificultades en el momento presente, debe entregarse a esa realidad.
No permita que el ego le convenza de culpar al pasado del presente, y no le permita que le convenza de luchar para arreglar el problema sin la colaboración de su yo superior. El ego intentará que supere el dolor o la dificultad con soluciones del ego, por miedo a que llegue a sentirse demasiado a gusto con su amorosa esencia divina.
El ego teme sobre todo que su entrega a lo que existe en el ahora le lleve a la entrega definitiva: la aceptación de la muerte, el más embarazoso de los acontecimientos para el ego.
Hace varios años recibí el siguiente texto de un lector de Milwaukee.
Se titula There Is No Death (No hay muerte), de autor anónimo.
Estoy de pie, en la orilla del mar. Una nave que hay cerca despliega sus velas a la brisa de la mañana y se dirige hacia el océano azul. Es un objeto lleno de hermosura, de fuerza, y yo permanezco de pie y la observo hasta que pasado largo rato se halla suspendida como una pequeña nube justo donde el mar y el cielo se funden el uno con el otro.
Entonces, alguien que hay a mi lado dice:
—¡Ya está! ¡Se ha ido!
Ido de mi vista, eso es todo. Su mástil y su casco son igual de grandes que cuando salió, y ella no es menos capaz de llevar su carga de vida hasta su puerto de destino.
Su disminución de tamaño está en mí, no en ella. Y justo en el momento en que alguien que está a mi lado dice «¡Ya está! ¡Se ha ido!», hay otros ojos que contemplan su llegada, y otras voces dispuestas a recoger el alegre grito:
—¡Ahí llega! Y eso es morir.
La entrega invita a su amorosa esencia divina a estar disponible en todo momento del presente. ¡Qué placer puede entonces ser cada momento!
Incluso el final.

• Aceptación. Una vez, cuando me pidieron que definiera la iluminación, lo mejor que se me ocurrió decir fue: «la serena aceptación de lo que es». Yo creo que los seres verdaderamente iluminados son aquellos que se niegan a sentir angustia por cosas que simplemente son como son.
Alcanzar la meta en lugar de luchar significa aplicar la sabiduría de la llamada Plegaria de la Serenidad, de Reinhold Neibuhr: «Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que sí puedo, y la sabiduría para conocer la diferencia». ¡Conocer la diferencia puede ser lo más difícil!
El ego intenta impedirle que posea la sabiduría de su yo superior,
manteniéndole en un estado de ánimo atemorizado o dispuesto a la lucha.
El ego quiere que crea que debe trastornarse y angustiarse para
demostrar que es una persona valiosa que se preocupa por los problemas del mundo. Esta forma, dictada por el ego, de abordar las cosas impide que pueda llegar a convertirse en parte de la solución de lo que puede cambiarse.
La aceptación no implica aprobación. Soto se refiere a un estado
mental que le permite estar en paz y conocer la diferencia entre las cosas que puede erradicar y las cosas que sencillamente son como son. Si se encuentra en un estado de aceptación, se ve libre del estrés y puede estar más abierto para escuchar y ayudar.
Usted no aprende cuando está hablando con otros o enjuiciándose, o enojado consigo mismo. Escuchar en silencio e invitar a su yo superior a participar es el camino para conocer la diferencia entre lo que puede cambiar y lo que debe aceptar como inmutable. La no aceptación podría deberse a que su ego insiste en que su camino es el correcto, en lugar de aceptar lo que podría ser el designio divino de Dios, el cual usted puede percibir.
Existe una solución espiritual para todos los supuestos problemas
con los que nos encontramos. Todos nuestros males sociales derivan de un déficit espiritual del que trato en el último capítulo de este libro.
Su deseo de remediar esas carencias forma parte del designio divino como las carencias mismas. Cambiar de la no aceptación y el enjuiciamiento a la aceptación, se convertirá en parte de la solución.
La aceptación significa llegar a un lugar de paz. Es el lugar al que William Blake se refirió al escribir lo siguiente: «Si las puertas de la percepción estuviesen límpidas, todo aparecería tal y como es... infinito». Limpie esas puertas del enjuiciamiento y verá a su yo superior que le dice que éste es un universo divino y un sistema inteligente del cual usted forma parte. Incluso aunque no entienda cómo ni por qué tantas cosas ocurren tal como ocurren, ésa no es una razón para molestarse por ellas. La aceptación lleva a las soluciones. El enjuiciamiento y la no aceptación alimenta el hambre que tiene el ego de problemas y luchas. Hay una antigua enseñanza zen que dice: «Si entiendes, las cosas son simplemente como son. Si no entiendes, la cosas son simplemente como son». Ésta es la esencia de la aceptación y la manera de alcanzar la meta.

• Asombro. Si está ocupado en luchar por algo, tiene muy poco
tiempo o energía para admirarse por su entorno o vivir con asombro el momento presente. El asombro llega cuando uno se toma el tiempo necesario para apreciar todo lo que se es, todo lo que tiene y todo aquello en lo que puede convertirse.
Su ser físico es un milagro: millares de partes en funcionamiento
con una inteligencia divina. Considere la circulación de su sangre, la inhalación del aire y la oxigenación, sus ojos, músculos y huesos respondiendo todos a las órdenes de un cerebro y sistema nervioso que están más allá de la comprensión. Hay kilómetros de venas y arterias, intestinos con infinidad de diminutos microbios, todos trabajando al unísono con la inteligencia divina que creó el cuerpo.
Para gozar del asombro, deténgase y contemple el milagro de usted mismo. Permítase disfrutar del asombro y la reverencia de quién y qué es.
Existe una milagrosa máquina que le alberga, y existe el incomprensible misterio del espíritu que habita en la máquina, formado por su mente y su alma, observándolo todo.
Su yo superior se vuelve fácilmente accesible cuando usted contempla el misterio de quién es. El estrés con el que crece el ego desaparece, por lo cual su yo auténtico queda disponible. Su ego intentará llevarle de vuelta a su realidad, amenazándole con que se volverá indolente e improductivo.
Pero puede vencer al ego si ve el misterio revelado como la presencia de Dios en todas partes. Entonces «venderás tu inteligencia y comprarás asombro», según las instrucciones de Rumi.

• Paciencia, tolerancia y comprensión. Al pasar de la lucha a alcanzar la meta, su yo superior revela la presencia del espíritu, que es la presencia organizativa del mundo manifiesto. Su fe cambiará para ser conocimiento, y usted comenzará a confiar en el amable consejo que su espíritu le proporciona.
La necesidad de luchar para hallar respuestas desaparecerá. Será reemplazada por el conocimiento de que el designio divino revelará cuál será el siguiente paso por el sendero de su búsqueda espiritual.
A mí, este tipo de paciencia, de tolerancia, de comprensión me ha
proporcionado una enorme guía en mi vida, y se ha convertido en una virtud. Cuando me siento inclinado a escuchar a mi ego, soy capaz de recurrir a esta actitud y decir: «Lo dejo en tus manos. Mi ego me atosiga, pero eso no me brinda satisfacción, así que aguardaré en silencio para ver en qué dirección debo encaminarme. En tus manos estoy».
Esto no es una abdicación de la propia responsabilidad, como le
gustaría hacerme creer al ego. El ego es impaciente, intolerante, incapaz de comprender. Quiere que la acción no se detenga. Y utiliza esas características de manera extremadamente eficaz para mantenernos apartados de nuestro yo espiritual.
Nuestra amorosa esencia divina nos ofrece la infinita paciencia, tolerancia y comprensión que brinda Dios. Me han hecho falta más de cincuenta años para conocer muchos de los conceptos sobre los que escribo en estas páginas. Dios ha sido paciente. En mi vida he hecho cosas que hoy me hacen estremecer de desprecio, y sin embargo Dios, de alguna forma, insistió conmigo, vio mi potencial para mayores propósitos. En mis primeros años robé, me llevé cosas de las tiendas sin pagarlas, mentí con excesiva frecuencia, fui promiscuo e infiel, consumí sustancias adictivas. . . y a pesar de todo eso y mucho más, Dios me mostró su infinita paciencia.
Las historias de las vidas de san Pablo y san Francisco de Asís describen el mismo tipo de paciencia. Y está a su disposición en todo momento.
Con independencia de dónde haya estado, cómo haya vivido y
cuánto haya confiado en su falso yo, la infinita paciencia de Dios está siempre presente.
Al existir la paciencia divina, usted también puede alcanzarla. Todo lo magnífico no tiene miedo alguno del tiempo; en gran medida porque su yo superior sabe que el tiempo no existe, como no sea en nuestras mentes. La infinitud y la eternidad son conceptos que niegan la existencia del tiempo. Su yo superior forma parte de la infinitud y la eternidad, y le ofrece paciencia.
Éstos son, pues, los cinco componentes para alcanzar la meta. Mediante el cultivo de una nueva actitud respecto de la inmaterialidad, la entrega, la aceptación, el asombro, la paciencia, la tolerancia y la comprensión, sentirá que se produce un giro espectacular: un giro que le aleja de la lucha constante. Usted puede llegar al precioso presente con la serenidad que acompaña a su yo superior.

ALGUNOS TÍPICOS COMPORTAMIENTOS DE LA LUCHA

La tendencia a evitar la actitud que garantiza alcanzar la meta puede revestir demasiadas maneras para describirlas aquí. Usted sólo encontrará algunos ejemplos en estas páginas. Al reparar en ellos cuando se presenten, comenzará a entender por qué ha optado por la lucha.
Y cuando se ponga en el camino de la búsqueda espiritual ya habrá decidido cómo abandonar tales comportamientos.
• Manifestaciones corporales. Presión sanguínea alta, malestar general, úlceras, comerse las uñas, fumar, beber y comer en exceso son pruebas de un perpetuo estado de lucha y ansiedad.

• Medir su felicidad basándose en la posición que ocupa, ya sea en su profesión, ya en su comunidad. Usted busca constantemente posiciones más altas y más prestigio para demostrar su competencia o valor.

• Búsqueda de símbolos externos de éxito. Dedica su atención a las notas, los trofeos, las clasificaciones o cualquier otro reconocimiento que usted necesita para sentirse bien consigo mismo.

• Vivir en un permanente estado de preocupación y ansiedad. Usted mantiene conversaciones consigo mismo que giran en torno a cosas como la necesidad de conseguir un ascenso, el temor de que su seguridad se halle en peligro a menos que obtenga más dinero, y la ansiedad respecto de la falta de propósito en su familia. Estos pensamientos le apartan del momento presente y le causan preocupación o temor.

• Poner una etiqueta con el precio a cada cosa que hace. Usted centra su pensamiento en el dinero. Su tendencia es emplear el criterio monetario como medio exclusivo de evaluación de sí mismo y de los demás.

• Hacer del «intento» y el «esfuerzo» las piedras angulares de su filosofía vital. Usted siente que tiene que estar siempre atareado con el fin de ser digno de aprecio. Juzga a los demás como haraganes o indignos de aprecio si disfrutan del ser en lugar del hacer.

• Hallar defectos en el mundo tal cual es. Usted es incapaz de aceptar lo impredecible de la naturaleza. Está preocupado por el miedo a la muerte y se siente atraído por las conversaciones que se lamentan de los desastres que suceden.

• Ser incapaz de pasar un rato en calma y a salas. Usted llena su tiempo con conversaciones telefónicas, mirando la televisión o planeando acciones futuras. Está siempre preocupado con las fechas límite que se avecinan. Rechaza la idea de la meditación o la contemplación como una pérdida de tiempo.
• No ser capaz de permitir que el silencio sea una parte natural de su relación con los otros. Se siente impelido a llenar cualquier hueco de silencio con actividad o conversación.

• Tendencia a hacerlo todo rápido. Se impacienta con quienes no hablan, se mueven, comen o conducen con la rapidez suficiente como para encajar en su modelo de conducta. Corre por la vida y juzga negativamente a los que avanzan a paso más lento.
Estos son algunos conceptos de la interminable lista de comportamientos típicos de la lucha. Cuando confiamos en nuestro falso yo en lugar de hacerlo en nuestra conciencia espiritual, estos comportamientos se transforman en una parte habitual de nuestras vidas. Es posible transformar estas pautas de comportamiento del ego cuando uno examina el porqué su ego le insiste tanto en que vaya en esa dirección.

CÓMO EL EGO ALIMENTA LA LUCHA

He aquí algunas de las principales razones por las que el ego ha seguido el camino de la lucha.

• El ego quien que crea en sus tergiversaciones. La más grande tergiversación es que usted es su cuerpo y los logros del mismo. Si puede mantenerle convencido de que eso es verdad, usted continuará trabajando con ahínco para probarse a sí mismo mediante la lucha. Mientras esté concentrado en luchar, no verá a su yo superior.

• El ego fomenta la falsa idea de que la contemplación es algo rechazable.
Para asegurar su dominio, el ego le insta a evitar las actividades contemplativas o meditativas y a llenar su vida con actividades, ruido, conversación o sustancias adictivas. Nunca hay tiempo para alcanzar la meta.

• El ego dirige de manera persistente su atención hacia el pasado o el futuro. El hecho de dirigir los pensamientos hacia el pasado o el futuro borra el momento presente. Si cambia su atención al momento presente, se libera automáticamente del estrés respecto del pasado o el futuro.
En el momento presente conocerá a Dios, lo cual rechaza el ego.
• Cuando cree que su pasado impulsa su presente, acepta la falsa creencia de que la estela es lo que hace mover al barco. La realidad es que la estela no es otra cosa que un rastro que se deja atrás, al igual que lo son sus comportamientos pasados. Mientras crea que no puede escapar del pasado y que éste impulsa su vida, está en las garras de su ego y será incapaz de correr los riesgos y aceptar las responsabilidades que acompañan al ser espiritual.

• El ego usa el miedo a la muerte como motivación para mantenerle a la búsqueda del hedonismo, las adquisiciones y el poder. La idea de la muerte como acto natural de despojarse del cuerpo desgastado es algo aterrorizador para el ego. Sabe que usted será incapaz de invitar a su yo superior a participar en su conciencia si puede mantenerle luchando por más y creyendo que a eso es a lo que su vida está destinada.

• El ego insiste en que tiene que ser impaciente e intolerante o perderá su lugar junto con su credibilidad. En este sentido está reforzando su dogma de que está separado de todos los demás, por lo que necesita superarlos.
Puesto que se trata de un combate, le resulta imposible ser paciente.
Esto le mantiene en una lucha constante.

ALGUNAS IDEAS PARA NO CAER EN LA TRAMPA DE LA LUCHA

• Puede detener la presión del ego cuando está en campaña para que luche por más. Recurra al sencillo y placentero pensamiento de que no necesita hacer nada. «No necesito hacer nada» es una afirmación útil. Este simple recordatorio invitará a su yo superior a dirigir su vida.

• Cuando se encuentre ante un dilema sobre lo que quiere perseguir en la vida, ponga la decisión en manos de su yo espiritual. Cree una frase que repetir en silencio y en voz alta cada vez que intente averiguar qué hacer; algo parecido a esto: «Decide por mí, lo dejo en tus manos». Luego déjese llevar y escuche.
Las respuestas llegarán a medida que desarrolle la voluntad de permitir que su yo superior le guíe. Puede que esto suene como una excusa para desentenderse, pero para mí ha sido una técnica útil en muchos aspectos problemáticos de mi vida. Cuando digo «te pido que decidas por mí», me encuentro con que las respuestas aparecen de inmediato.
Milagrosamente, se presentará la persona indicada y me dirá con
toda precisión lo que necesito oír, o me llegará por correo un libro conpasajes subrayados que son justo lo que yo estaba buscando, o sonará el teléfono y se me guiará. Con el fin de que esto ocurra, tiene que ser capaz de dejarse ir y tan sólo permitir que su conciencia superior tome cartas en el asunto.

• Dé un paso atrás y observe a su ego en acción. No intente hacer algo respecto de su ego. No se resista a él, ni lo someta, ni lo controle o destruya. Eso sólo conseguiría hacer más fuerte al ego, más real.
Tiene que recordar que su ego no es algo real. Se trata de una falsa creencia. Mediante la observación de su ego, está escogiendo el amor y entablado contacto con la amorosa esencia divina.

• Permanezca quieto y conozca. Estas palabras le ayudarán a superar la lucha y a conocer el júbilo de estar aquí en el momento presente.
Cuando se permita vivir la quietud, comprenderá la futilidad de la
lucha constante y de la persecución de más cosas.
Piense en lo divertido que resulta contemplar un perrito o un gatito que persigue su cola. El animal no se da cuenta de que es imposible.
El deseo mantiene a la cola justo fuera del alcance del animalito.
Su falsa creencia le mantiene luchando por la felicidad de manera análoga. Cuando se sienta atrapado en la incesante lucha, recuerde: «Permanecer quieto y conocer».

• Realice un esfuerzo para despertarse entre las tres y las seis de la mañana y hacer veinte minutos de meditación. Para mí, éstas han sido las horas más productivas del día para acceder a mi yo espiritual.
Comprométase con una hora de meditación por difícil que le resulte salir de la cama. Luche contra la tentación de volver a dormirse, levántese y vaya a un lugar que haya escogido y donde pueda permanecer sin que le molesten y en silencio. Medite. Luego vuelva a dormir si quiere.

• En medio de una reunión agitada o durante una discusión con sus hijos, levántese y excúsese durante un momento. Cuando haya abandonado la agitación, concédase cinco minutos para centrarse y formularle a Dios la siguiente pregunta: ¿cuál es mi propósito aquí y cómo puedo servirte en medio de toda esta confusión?
Pasados unos instantes de silencio, regrese a la reunión. Descubrirá que la calma y el reconocimiento de la presencia de Dios le ayudan a ver con mayor claridad el papel que debe desempeñar. Sabrá que ya está completo y reconocerá que se trataba de una prueba. También podría recordar las dos reglas para estar en paz: no apurarse por las pequeñas cosas, y todas las cosas son pequeñas.

• Convierta en práctica habitual el irse de paseo a solas. Ésta es una de las formas más sencillas y rápidas de ponerse en contacto con su yo espiritual. Puede realizar esta experiencia mediante la creación de un mantra personal para repetirlo al ritmo de sus pasos; puede ser una frase como «el designio divino resplandece por toda mi persona», o una palabra sencilla como amor, belleza o paz.
Ralph Waldo Emerson era un entusiasta caminante solitario. En la pared de su biblioteca se podía leer la siguiente frase: «Creo que caminar es lo mejor para la humanidad. En las horas felices, creo que todos los asuntos deberían de ser pospuestos por el caminar».

• Tenga presente el consejo ofrecido por A Course in Miracles: «Sólo la paciencia infinita produce resultados inmediatos». Aprenda a ser paciente consigo mismo y con quienes le rodean.
Al entrar en el coche, imagine cómo quiere que sea su manera de
conducir y sea paciente con todo lo que se presente a lo largo de la ruta.
Ser paciente puede tener lugar dentro de su mente mediante el sencillo sistema de mantener un diálogo interno al respecto en favor del desarrollo natural de los acontecimientos. Un sencillo mantra silencioso también fomenta la paciencia.
La impaciencia es una respuesta aprendida que en muchos sentidos es malsana. Puede liberarse de esa tendencia impulsada por el ego mediante la observación de sí mismo en frenético movimiento, y permitiendo que su conciencia superior reemplace la impaciencia por amor y aceptación.

• Asómbrese ante el milagro que en verdad es la vida. El asombro es una apreciación del trabajo de Dios y de la presencia de la inteligencia divina.
Al concederse tales momentos de apreciación, podrá acceder a la
meta. Al estar en un estado de reverencia o asombro, uno escoge verse libre de las exigencias del ego y permite a la amorosa esencia divina que se haga sentir. Cuando celebre el momento presente de esta manera, estará alcanzando la meta y viviendo ese momento.
Uno de los grandes maestros de mi vida fue Paramahansa Yogananda, un hombre que salió de la India para enseñarles a los pueblos de Occidente los caminos del yo espiritual. He leído muchos de sus discursos y hallado gran consuelo en sus escritos así como en la lectura de su vida. Uno de mis refranes favoritos es aplicable a este capítulo. Se lo ofrezco para que lo medite mientras avanza hacia la meta.
Busca los confines espirituales en tu interior. Lo que tú eres es mucho más grande que cualquier otra persona o cosa que jamás hayas anhelado.
Ésa es la voz de su yo superior que en silencio le recuerda que se

acepte a sí mismo y acabe con los anhelos. Nunca va a obtenerlo todo, ya lo es todo usted mismo.

Final del capítulo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...