martes, 7 de julio de 2020

TUS ZONAS SAGRADAS.- TERCERA PARTE: TRASCENDER LAS IDENTIDADES DEL EGO (parte 2)


LOS DIVIDENDOS QUE OBTIENE EL EGO
AL FOMENTAR LA AGITACIÓN

El ego —la falsa idea que todos tenemos de nosotros mismos—,
quiere mantener este persistente estado de enfrentamiento interno por unas razones muy sólidas. Cuando uno entiende su ego, tiene mucha más capacidad para dominarlo. Cuando sepa por qué el ego se comporta como lo hace, será capaz de llevar a cabo los ajustes necesarios para que su yo espiritual posea una mayor influencia sobre su existencia.
He aquí algunas de las razones por las que el ego le mantiene en
ese estado de agitación interna:

• Lo más importante, el ego ha estado con usted desde la infancia. Casi todas las personas que usted ha conocido lo han alimentado. Los antepasados de estas personas también se vieron dominados por su ego.
Su ego quiere sobrevivir. Si consigue mantenerle en un estado de
agitación impedirá que conozca su yo espiritual. Desde la perspectiva del ego, Dios es una enorme amenaza. Así que hará todo lo que pueda para impedir que goce de esa placidez interna donde la voz de Dios es tan hermosamente clara.
• Su ego no quiere que cambie. Verse a uno mismo como un ser importante y especial nutre al ego y lo mantiene funcionando a pleno rendimiento.
A pesar de que el ego es en sí mismo una ilusión que lleva
consigo, se comporta como si tuviera vida propia.
Su ego realizará todos los esfuerzos del mundo para convencerle de que no necesita cambiar. De hecho, si está preguntándose por qué no debería sentirse especial, podría estar escuchándolo en este mismo momento.
Ese es el tipo de pensamiento que le ha impedido realizar los
cambios que conducen a la paz interior. Cuanto más le asalten tales ideas, más feliz será el ego.
• El ego se crece con el miedo. Cuando usted tiene miedo, está a merced del ego. El miedo le impulsará a comportarse de maneras que minan su yo espiritual.
Su yo superior le dice que no hay nada que temer, que el amor es la respuesta a todo y que Dios es amor. Su amorosa esencia divina le asegura que no tiene necesidad de sentirse culpable ni temeroso, y que si se siente así eso desaparecerá cuando alcance paz interior.
Pero el ego quiere que mantenga la sensación de miedo. Vivir en el miedo es una manifestación de que no confía en la energía divina ni en su sabiduría interna. Esta presencia del miedo confirma la abdicación de su yo espiritual y la creencia de que Dios no sabe lo que está haciendo.
Lo opuesto del miedo no es la valentía: es el amor.
Cuando siente amor dentro de sí, usted no siente ni culpabilidad ni miedo. Sabe que todo lo que está experimentando tiene su razón, incluso sus aflicciones, que son sus más grandes maestros, y la muerte de su cuerpo, destino de todo lo manifiesto. Usted sabe que la muerte es una recompensa, no un castigo. Por lo tanto, no tiene nada que temer a menos que escuche a su ego cuando alienta el miedo y aparta a Dios de su lado.

• Su ego quiere que no cese de buscar más cosas que consumir y más posesiones que tener. Cuanto más acelerada sea su vida, menos tiempo tendrá para conocer su esencia espiritual. El ego le alienta para que permanezca ocupado, para que se mantenga en movimiento y evite la búsqueda espiritual.

• Su ego quiere que mire hacia fuera. Quiere que continúe mirando en la dirección equivocada para que no note la presencia de Dios en su vida. Al mirar al exterior uno alienta la presencia del ego.
Las consecuencias serán que de modo constante sentirá la presión de compararse con otros; la necesidad de derrotar a otros con el fin de sentirte poderoso o importante; de tener más y mejores juguetes; de acumular más trofeos. Todo este mirar al exterior es obra del ego. Siempre que se niegue a escuchar, él gritará que tiene que sentirse molesto cuando otros le superan; que no vale nada cuando pierde; que ser el número uno es más importante que nada; que conformarse con menos es admitir que se es un perdedor.
Todas estas creencias están profundamente arraigadas en usted. Le resulta muy difícil imaginar siquiera el no tenerlas, porque los esfuerzos de su ego y de los egos de muchos otros han estado trabajando duro para convencernos de que es la única manera de ser. Mirar al exterior provoca una sensación interna de conflicto y agitación que hará que continúe persiguiendo las pompas que le ofrece el ego.
Una sensación de paz desafiaría esas arraigadas ideas, y podría significar la muerte de su falso yo. Su ego está en lucha con su deseo de paz, y no aflojará la presa de buen grado. Gritará más y más fuerte, pero recuerde que se acobardará cuando se encare con la luz de Dios.
Éstas son algunas de las estrategias de su ego para mantenerle alejado de la paz. Le he proporcionado algunas opciones para las tácticas persuasivas del ego. Tenga presente que usted puede dominar ese ego mediante su voluntad. Lo único que hace falta es la determinación de vivir según los dictados de su yo espiritual.

ALGUNAS IDEAS PARA LLEVAR LA PAZ A SU VIDA DE MODO PERMANENTE.

• Recuerde, tiene que ofrecer paz para tenerla. Tiene que ofrecer paz para conocerla. Intente ofrecer paz en tantos ámbitos como le resulte posible.
Pensar en uno mismo como una persona de paz es el primer paso,
pero sólo el primero. El pensamiento debe traducirse en acción. Esfuércese para refrenar su tendencia a provocar enfrentamientos y trastornos en las vidas de otros.
Detenerse y preguntarse si quien está a punto de actuar es su ego,
que adora la agitación, o su yo espiritual, que adora la paz, le ayudará a enviar al exterior la respuesta adecuada aun en las situaciones en las que se sienta impaciente o incomprendido.
En esas situaciones, será capaz de decirle sencillamente, por ejemplo, a un dependiente agresivo: «Hoy tiene usted un día malo, ¿verdad?», en lugar de «he estado esperando durante quince minutos y la verdad es que me siento muy mal tratado». Ofrezca paz al exterior por el sistema de contenerse y consultar luego a su amorosa esencia divina.

• Recuerde que su pasado le ha enseñado los mensajes incorrectos si éstos no le aportan paz y felicidad. No tenga miedo de abandonar esas creencias si no le proporcionan una sensación de paz.
Por ejemplo, si le han enseñado a ganar las discusiones y debates a toda costa pero ese comportamiento no le ha procurado una verdadera sensación de paz, pruebe a abandonar esa postura y alentar a los demás a experimentar júbilo. Mire si su júbilo le proporciona una sensación más plena de paz que salir triunfante de la discusión.

• Expulse las emociones de miedo y culpabilidad y reemplácelas por amor, perdón y bondad. Gozará de paz cuando abandone esas respuestas emocionales.
Si se siente culpable por su conducta anterior, recuerde que de ese modo está invitando a la agitación a su interior.
Deshágase de la culpabilidad perdonándose a sí mismo y haciéndose la promesa de evitar ese tipo de conducta en el futuro. No necesita sentirse culpable, a menos que quiera que su ego continúe dominando su vida.
Por ejemplo, haga una lista de todo lo que le impide amarse a sí
mismo. La lista podría incluir tener sobrepeso, ser celoso, nervioso, adicto a algo, incompetente o desorganizado. Luego, con independencia del esfuerzo que requiera, afirme que se ama a pesar de estar gordo, ser adicto, etc.
Esto le ayudará a sentirse en paz con la decisión que ha tomado, y a darse cuenta de que no es ese cuerpo ni esos deseos. Usted es el ser invisible que decide. A medida que se sienta más en paz con el que decide, el espíritu del amor comenzará a reemplazar las elecciones perjudiciales para alcanzar la paz.
Examine todo lo que le ofende y mire si puede conseguir que su
ego haga mutis por el foro. Si el hambre y la inanición del mundo le sacan de sus casillas, intente cambiar a una nueva conciencia.
De algún modo que yo no comprendo, estas cosas ocurren según un orden divino, y también mi deseo de cambiarlo existe según un orden divino. Despójese de lo negativo y varíe su rumbo.
Cuando uno se siente molesto o indignado, en realidad está pensando: «Esto es horrible, no debería estar sucediendo. ¿Cómo puede Dios permitirlo?». Líbrese de su ego, y luego actúe según eso que defiende.
No hay necesidad de cobijar sentimientos de violencia.
De modo similar, si el comportamiento de alguien le resulta ofensivo, es porque está interpretando esa conducta desde su egocentrismo, el cual sostiene que esa persona no debería actuar como lo hace. Es usted quien escoge sentirse ofendido, herido o enfadado por su comportamiento.
Pero esa persona está actuando según es. El que se sienta ofendido es obra de su ego, que quiere mantenerle en la ansiedad. Si no se lo toma como algo personal, y si juzga el comportamiento por lo que es, podrá erradicar los males del mundo sin que el ego le ponga impedimentos por el sistema de encresparle.

• Tenga presente que los agravios acarrean agitación, mientras que la comunicación trae paz. Si quiere paz en su vida, olvídese de los agravios.
La manera de desestimar estos agravios es abandonar el egocentrismo y practicar el perdón, no la venganza. Al abandonar el egocentrismo, le sobrevendrá una sensación de paz. Si está enfadado con alguien, por muy difícil que pueda resultarle, esfuércese por comunicarle sus sentimientos al respecto.
Su resistencia a comunicarse es una consecuencia de la estrategia de su ego. Si permite que se encone, mantendrá viva la agitación y nunca le embriagará el éxtasis que la paz aporta. Cuando se resista a comunicarse con alguien, recuerde que ello es obra de su ego, y que usted está decidido a tener paz. Unos minutos de conversación e incluso de perdón, alejarán la agitación y debilitarán la influencia de su ego.
Su indignación o angustia por ser tratado de manera injusta es precisamente lo que su ego pretende, puesto que eso le mantendrá apartado de la búsqueda espiritual y en las garras de su ego.

• Tenga esta pequeña frase a mano: «El enjuiciamiento y la paz son antitéticos ». El libro A Course in Miracles nos dice: «La tensión del enjuiciamiento constante resulta prácticamente intolerable. Es curioso que una práctica tan dañina sea tan seguida».
Usted tiene que realizar un esfuerzo para mirar a los demás sin condenarlos.
Cada enjuiciamiento le aparta de su meta de paz. A su ego le
encanta que usted juzgue, dado que con esos juicios usted permanece en un continuo estado de angustia y remordimiento. Tenga presente que nadie queda definido por sus juicios, sino que se define a sí mismo como alguien que necesita juzgar.
El juzgar a los demás de modo condenatorio le niega la posibilidad de que experimente amor. Si puede permanecer neutral, en lugar de condenar, llegará al júbilo sobre el que estoy escribiendo. No tiene que fingir que le encanta algo que aborrece. Limítese a permanecer neutral y dejar que sus juicios se desvanezcan.
La paz no se halla en tener razón o sentirse herido o enojado. Por
supuesto, esfuércese para corregir aquello que percibe como negativo, pero hágalo sabiendo que cualquier sentimiento de enojo le impide conocer a Dios.
La paz llegará cuando usted sea un reformador, no un juez.

• Hágase el regalo de un retiro en silencio cada día. Aunque sólo sea unos momentos. Regrese a esa clave de acceso a la conciencia superior, acalle el diálogo interno y conozca la diferencia entre el parloteo y el júbilo del espacio unificado. Cuando comience a disfrutar regularmente de momentos de silencio, los codiciará e insistirá en que sean una parte de su vida, con independencia de lo atareado que esté. Ésta es la forma más segura de librarse de la férula del ego y alcanzar la visión interna de paz que es su legítimo derecho.

• La mejor de las técnicas para traer paz a su vida es recordar que siempre debe escoger la amabilidad ante la alternativa de tener razón o ser amable.
Éste es el método más eficaz que conozco para tener una sensación de paz. Y recuerde, siempre tiene esa alternativa.

• Tenga como algo predominante en su mente el hecho de que existe un lugar dentro de usted donde hay una paz perfecta y donde nada resulta imposible.
Si ora de forma regular, llegará a ese punto. La paz será suya con que sólo la pida.
En el libro Yoga Vasistha, se nos recuerda la necesidad de paz:
Esta vida mundana no conduce a la verdadera felicidad, así que busca el estado de ecuanimidad en el que experimentarás paz, júbilo y verdad.
Si permaneces en la incertidumbre, no habrá paz, no habrá felicidad.
Esta idea de la incertidumbre le resultará útil. La incertidumbre se traduce en agitación; la ecuanimidad, en paz. Dicho estado de ecuanimidad es inalcanzable mediante el ego. Debe poner su yo espiritual al timón de su nave.
Si continúa al timón el ego, permanecerá en la incertidumbre eternamente.
Su yo espiritual —y sólo él—, alienta la paz. Él quiere, desesperadamente, que conozca el júbilo de ese estado interno de ecuanimidad.
Su yo superior siempre alienta la paz. Si tiene la duda de si es su
ego o su yo espiritual el que le impulsa a algo, la respuesta se torna evidente cuando uno se pregunta: «¿Esto me traerá paz o agitación?».
Fin del capítulo

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