miércoles, 11 de noviembre de 2015

El Sendero del Mago: IV Lección






EL SENDERO DEL MAGO: LECCIÓN 4
¿Quien soy yo? es la única pregunta que vale la pena
hacerse y la única que nunca se responde.
Nuestro destino es representar una infinidad de papeles, pero esos papeles no somos nosotros mismos.
El espíritu no tiene lugar, pero deja tras de sí una huella a la cual llamamos cuerpo.
Un mago no se considera a sí mismo un suceso local que sueña un mundo más grande.
Un mago es un mundo que sueña sucesos locales.Merlín desapareció del mundo de Arturo durante muchos años; sin embargo, un buen día reapareció y salió del bosque en dirección a Camelot. Dichoso de ver a su maestro, el rey Arturo ordenó un gran banquete en su honor, pero Merlín se mostró perplejo y miró a su antiguo pupilo como si nunca lo hubiera visto.
“Tal vez podría asistir, si eres la persona que creo que eres”, dijo Merlín. “Pero, dime la verdad, ¿quién eres?”. Arturo quedó desconcertado, pero antes de que pudiera protestar, Merlín se dirigió a la corte reunida y dijo en voz alta: “Le doy esta bolsa de polvo de oro al que pueda decirme quién es esta persona”. 

inmediatamente apareció en su mano una bolsa repleta de oro en polvo. Aturdidos y mortificados, ninguno de los caballeros de la Mesa Redonda se adelantó. Entonces un joven paje se aventuró a decir: “Todos sabemos que él es el rey”. Merlín sacudió la cabeza y expulsó bruscamente al joven de la sala.
“¿Ninguno de ustedes sabe quién es él?”, repitió.
“Es Arturo”, gritó otra voz. “Hasta un idiota sabe eso”. Merlín identificó el sitio de donde venía la voz — del rincón donde estaba una anciana sirvienta — y también le ordenó que abandonara el recinto. 

Toda la corte zumbaba de confusión, pero el reto del mago no tardó en convertirse en juego. 
Comenzaron a oírse varias respuestas: el hijo de Uther Pendragon, el gobernante de Camelot, el soberano de Inglaterra. Merlín no aceptó ninguna de ellas, como tampoco algunas más ingeniosas como hijo de Adán,
flor de Albión, un hombre entre los hombres, y así sucesivamente. Finalmente le llegó el turno a la reina Guinevere. “Es mi amado esposo”, murmuró. Merlín solamente sacudió la cabeza. Uno por uno, todos abandonaron el gran salón hasta que quedaron solos el mago y el rey “Merlín, nos has puesto a todos en una
situación embarazosa’, admitió Arturo. “Pero estoy seguro de saber quién soy Por lo tanto, mi respuesta es ésta: Soy tu viejo amigo y discípulo”. Tras vacilar unos segundos, Merlín desechó también esta última respuesta, y al rey no le quedó otra alternativa que salir. Sin embargo, movido por la curiosidad, se dirigió hacia una puerta abierta desde donde podía ver el gran salón. Para su asombro, vio cómo Merlín iba hacia una ventana y lanzaba el oro al aire.
“¿Por qué hiciste eso?”, gritó sin poder reprimirse.
Merlín alzó la vista. “Tuve que hacerlo”, replicó. “El viento me dijo quién eres”.
“¿El viento? Pero si no dijo nada”.
“Precisamente”.


Para Comprender la Lección.
Los magos y los de su especie con frecuencia han preferido no tener nombre ni pertenecer a sitio alguno.

No es de su agrado permanecer en un solo lugar, donde podrían llegar a acostumbrarse demasiado a los mortales.
“Quien quiera que me llama por mi nombre es un extraño”, decía Merlín. “El hecho de que reconozcas mi rostro no significa que me conozcas”.
Los magos se consideran ciudadanos del cosmos. Por lo tanto, el sitio exacto donde se les pueda encontrar es irrelevante.
En la vida mortal, lo que nos limita en primero y último lugar son los nombres, los rótulos y las definiciones.
Tener un nombre es útil — nos permite saber cuál es el certificado de nacimiento que nos pertenece — pero no tarda en convertirse en una limitación. El nombre es un rótulo. 

Define un lugar y una hora de nacimiento, en una determinada familia. Al cabo de unos años, el nombre define que vayamos a una determinada escuela, y que después sigamos una determinada profesión. Cuando llegamos a los treinta años, nuestra identidad está encerrada en un cajón de palabras. 
Las paredes del cajón podrían estar hechas de lo siguiente: “Abogado tributario católico, educado en x universidad, casado, padre de tres hijos y con una hipoteca”. Aunque es probable que esos hechos sean exactos, son engañosos. Atrapan a un espíritu incondicionado dentro de unas condiciones.
Muchas de esas limitaciones parecen pertenecernos a nosotros, cuando en realidad se refieren únicamente a nuestro cuerpo — y todos somos mucho más que un cuerpo. El mago tiene una relación peculiar con su cuerpo. Lo ve como un haz de consciencia que adopta una forma en el mundo, de la misma manera como las piedras, los árboles, las montañas, las palabras, los deseos y los sueños fluyen y adoptan una forma. El hecho
de que un deseo o un sueño no tenga sustancia mientras que el cuerpo es sólido, no perturba al mago.
Los magos no tienen el prejuicio común que nos lleva a pensar que ‘sólido” es sinónimo de “realidad”.
El mago no se ve a si mismo como un suceso local que sueña con un mundo más grande. El mago es un mundo que sueña con sucesos locales. No hay fronteras que lo limiten. Los mortales no podrían vivir sin fronteras. Sus cuerpos definen el lugar donde se encuentran — sin cuerpo no podrían ni siquiera saber cuál es
su hogar, puesto que el hogar es el sitio a donde va el cuerpo para refugiarse y descansar.
Sin embargo, Merlín no se consideraba un ser sin hogar. Decía: “Este cuerpo es como un nido al cual llegan mis pensamientos, pero entran y salen tan rápidamente que bien Podría decirse que viven en el aire”.
Suponemos que nuestros pensamientos van y vienen dentro de nuestra mente, pero, nuevamente, no podemos demostrarlo. ¿Quién ha visto un pensamiento antes de que aflore? ¿Quién sigue un pensamiento hasta el sitio a donde va después?
Merlín no comprendía por qué los mortales deseaban aferrarse a sus cuerpos. “Está bien decir que esta envoltura de carne y hueso soy ‘yo”’, decía, “pero sólo si esa colina, esa pradera y ese castillo también son ‘yo”’. A los ojos de Merlín, el cuerpo mortal no era mejor que un perchero para colgar las creencias, los temores, los prejuicios y los sueños. Si se cuelgan demasiados abrigos en un perchero, éste desaparece de vista. Eso es lo que los mortales han hecho con sus cuerpos, decía Merlín. Es imposible ver la verdad del cuerpo humano — que es un río de consciencia que corre a través del tiempo —, debido al exceso de peso del pasado que se ha acumulado sobre él.


Para Vivir la Lección
Para experimentar esta lección, olvide su nombre durante un tiempo. Digamos que la pregunta ¿Quién soy yo? es real en este momento. Escapar del nombre y de la forma implica descubrir quiénes somos en realidad.
La mayor parte del tiempo nos experimentamos a través de la limitación. Representar un papel es una limitación y, aun así, todo el mundo asume y descarta papeles todo el tiempo. 

Recuerde cuando usted era pequeño y su madre era lo más importante del mundo. Usted no imaginaba que ella tuviera otra vida aparte de ser su mamá; la identidad de ella estaba grabada en su mente. Sólo cuando usted creció, se dio cuenta de que
ella representaba otros papeles como el de esposa, hermana, hija, profesional y demás. A la mayoría de los niños les es difícil aceptar el hecho de que su mamá tenga una vida propia, y que ésta no gire totalmente alrededor de la maternidad — ése es el egoísmo natural de todos los niños pequeños. Pero con el tiempo
aprendemos a meternos en nuestros propios papeles, siguiendo el ejemplo de nuestros padres.
Asumir un gran número de papeles nos parece una forma de ampliar nuestra experiencia. Una mujer que se limita a ser madre podría sentirse abrumada por la vida. En nuestra sociedad, ser “completos” significa representar tantos papeles como sea posible. Pero el mago no ve la situación de esa manera. Para él, ser completo significa liberarse de todos los papeles. “Soy un espíritu libre reducido a la apariencia de este pequeño cuerpo”, diría Merlín. “Podemos tapar el Sol con un dedo, ¿pero acaso su luz no llena todo el cielo?”
Dejar de representar papeles no es fácil; sin embargo, para entrar en el mundo del mago es necesario prescindir de los papeles que jugamos. ¿Cuál es, entonces, la experiencia de estar totalmente liberados de los papeles? En realidad es bastante simple.

Cuando despertamos en las mañanas, hay un instante antes de
comenzar a pensar en las cosas del día, un momento para sentirnos despiertos sin ningún pensamiento en la mente. Somos apenas nosotros mismos, en un estado de consciencia simple. Esta experiencia de simplicidad se repite a intervalos durante el día, pero son pocas las personas que toman nota, porque estamos
acostumbrados a identificarnos con el proceso de pensamiento, el cual también tiene lugar durante todo el día.
Sin embargo, en realidad no somos lo que pensamos.
Quizás le resulte difícil creer esto, pero los pensamientos que pasan por su cabeza no son suyos — le pertenecen al nombre, a los papeles que usted representa. Si usted es una mujer que piensa en su hijo, en cómo le va en la escuela, en qué prepararle para la cena, etc., no es usted la que tiene esos pensamientos. Es
la madre. Cuando en mi consulta pienso en los diagnósticos, las fórmulas y demás, es el médico el que está pensando. Los papeles de madre y médico son útiles, claro está, pero llega el momento en que terminan y entonces todos debemos confrontar el enigma de quién somos — enigma que jamás desciframos, independientemente de cuán bien hayamos representado nuestros papeles.
Sin embargo, si usted lo desea, puede trascender el nivel de los papeles en un segundo. Mientras lee, dirija su atención a quien está leyendo. O mientras escucha música, dirija su atención a quien está escuchando. O si ve un arco iris, trate de ver a quien lo está mirando. En todos los casos sentirá inmediatamente una consciencia alerta, despierta, desprendida, silenciosa y, no obstante, intensamente viva. ¿Qué es lo que usted ha hecho en
realidad? Ha interrumpido el acto de la observación para vislumbrar al observador. Esta maniobra arroja una luz sobre la certeza absoluta de la existencia, porque más allá de la observación está el observador inmodificable. Este observador es el factor sin tiempo presente en todas las experiencias limitadas por el tiempo; este observador es usted.
La idea de existir fuera del tiempo puede ser atemorizante para quien se identifica fuertemente con el papel que representa. Es enorme el número de personas que se sienten devastadas cuando pierden el empleo, cuando los hijos crecen y se van, cuando fallece su cónyuge amado. Su sentido del yo’ está tan ligado a los
nombres, los rótulos y los papeles, que no han dedicado tiempo para averiguar quiénes son en realidad.
El hecho de ser totalmente humanos nos hace reales. Pero la realidad no se puede definir, sólo se puede experimentar. Manténgase alerta a esos breves momentos durante el día cuando experimenta su yo fundamental detrás de una respiración, un sentimiento, una sensación. Antes de saltar de la cama mañana,
trate de capturar esa fugaz insinuación del ser puro y simple, antes de que la mente comience a conversar. Ese estado quieto, silencioso, sin nombre, es muy gratificante. No es afectado por el pensamiento, la conversación o la acción. Es el castillo cuyos muros inexpugnables protegen la bóveda donde se encuentra el verdadero
tesoro de la vida. 
DEEPAK CHOPRA 

http://universo-espiritual.ning.com/

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