lunes, 18 de mayo de 2020

EL LIBRO DEL EGO.- 6: EL PODER (PRIMERA PARTE)


Toda la vida me han fascinado el poder, y el respeto que conlleva, pero ahora me parece algo limitado, muy reducido. Sin embargo, tengo la sensación de que existe un poder más auténtico, que no depende de otras personas ni de sus reacciones, sino que es algo que existe en mi interior. ¿Podría hablar sobre la atracción que siento hacia esto, por favor?
TU PREGUNTA requiere un examen muy profundo, porque puedo decir sí y también no. No voy a decir sí; hay mayores posibilidades de que diga no, y voy a explicarte las razones.
Así es como la mente juega con todos vosotros. Dices: «Toda la vida me han fascinado el poder, y el respeto que conlleva». Eres muy sincero al reconocerlo. Muchas personas con ansias de poder ni siquiera se dan cuenta de ello; su deseo de poder es prácticamente inconsciente. Los demás sí lo ven, pero ellos no.
El deseo de poder es la peor enfermedad que padece el ser humano en el mundo entero, y todos los sistemas educativos, todas las religiones, todas las culturas y sociedades fomentan esa enfermedad.
Toda persona quiere que su hijo sea el hombre más importante del mundo. No hay más que oír hablar a las madres sobre sus hijos, como si todas hubieran parido a Alejandro Magno, Iván el Terrible, Stalin, Ronald Reagan. Hay millones de personas empeñadas en conseguir poder, y hay que entender que este terrible impulso surge de un vacío en el interior de la persona.
La persona sin deseo de poder es una persona satisfecha, feliz, tranquila, contenta con lo que es. Su ser mismo expresa una inmensa gratitud hacia la existencia; no tiene nada más que pedir. Le han dado lo que le han dado, sin haberlo pedido. Es un simple regalo de la abundancia de la naturaleza.
Y son dos caminos completamente distintos: el uno es el deseo de poder; el otro es el deseo de disolverse.
Me dices: «Pero ahora me parece algo limitado, muy reducido...». No es solo limitado y reducido, sino enfermizo y feo. La sola idea de ejercer poder sobre los demás significa arrebatarles su dignidad, destruir su individualidad, obligarlos a ser esclavos.
Solo una mente sucia y fea puede hacer semejante cosa. Y lo que planteas sigue así: «Sin embargo, tengo la sensación de que existe un poder más auténtico, que no depende de otras personas ni de sus reacciones, sino que es algo que existe en mi interior». Hay algo de verdad en tus palabras, pero no es tu experiencia.
Sin duda existe un poder que no tiene nada que ver con el dominio sobre los demás, pero el poder de una flor al abrir sus pétalos... ¿Te has fijado en ese poder, en esa maravilla? ¿Te has fijado en el poder de una noche estrellada? Sin que domine a nadie. ¿Te has fijado en el poder de una hojita minúscula danzando al sol o en medio de la lluvia? ¿En su belleza, en su grandeza, en su júbilo? No tiene nada que ver con nadie; ni siquiera necesita que nadie la vea.
Esa es la verdadera independencia, lo que te lleva a la raíz de tu ser, de donde brota la vida a cada momento, pero no debería llamarse poder a ese poder, porque crea confusión.
El poder se ejerce sobre alguien, algo que incluso las personas de gran inteligencia no han sabido comprender. En la India hay una religión, el jainismo. La palabra jaina significa «el conquistador». El significado original coincidía sin duda con lo que tú dices: el poder que brota en tu interior como una flor abre sus pétalos y desprende su fragancia. Pero yo he estudiado en profundidad la tradición del jainismo. Cuando llaman a un hombre «conquistador», también dicen que se ha conquistado a sí mismo. Siempre hay que conquistar a alguien.
Cambiaron el nombre de Mahavira, que se llamaba Vardhamana. Mahavira significa «el gran conquistador», el hombre grande, victorioso, pero si se reduce a sencillos términos psicológicos, la idea misma de que Mahavira se conquistara a sí mismo significa que podía estar desnudo en plena lluvia, con frío, que podía pasar hambre en aras del ayuno durante meses enteros. En doce años de disciplina y preparación, solo comió durante un año y pasó hambre durante once. No continuamente; un mes pasaba hambre y un día comía; pasaba hambre dos meses y dos días comía, pero en el transcurso de doce años en total comió el equivalente a un año. Infligió torturas a su cuerpo durante once años.
Se necesita una gran agudeza para comprender que no existe ninguna diferencia entre torturar a otros o a ti mismo, salvo que los otros pueden defenderse. Al menos existe esa posibilidad. Si empiezas a torturarte a ti mismo, nadie puede defenderte.
Puedes hacer lo que quieras con tu propio cuerpo, pero eso es sencillamente masoquismo. Desde mi punto de vista, eso no te llevará a encontrar las raíces de tu ser interior.
Por consiguiente, no me gusta llamarlo poder, porque esa palabra está contaminada.
Me gustaría llamarlo paz, amor, compasión... La palabra da igual, pero el poder siempre ha estado en manos de personas violentas, con otros o consigo mismos. Yo pienso que quienes son violentos con otros son más naturales y que quienes son violentos consigo mismos tienen un problema psicótico. Sin embargo, quienes se han
torturado a sí mismos son vuestros santos. Lo único que han aportado al mundo es la disciplina para torturarse a uno mismo.
Algunos santones dormían en un lecho de clavos, y todavía los hay. Se ven en Varanasi. Puede resultar muy teatral, pero es feo y debe condenarse. No hay que respetar a esas personas. Son criminales, porque cometen un crimen con un cuerpo y ni siquiera pueden ir a juicio.
De modo que hay que entender muy bien la segunda parte, porque si no, tu primer deseo, la fascinación por el poder, volverá a presentarse con un disfraz diferente, y empezarás a hacer esfuerzos para ejercer poder sobre ti mismo. Me parece que eso es lo que ocurre.
Dices: «... un poder que no depende de otras personas ni de sus reacciones, sino que es algo que existe en mi interior». El hecho mismo de que menciones a otras personas y sus reacciones supone que no piensas de una manera muy distinta. En primer lugar, quieres que la gente te muestre respeto, y para ello tienes que ser un
hombre importante, un conquistador del mundo, un premio Nobel o cualquier otra estupidez. Pero no todo el mundo puede ser Alejandro Magno, ni ganar un Nobel, ni ser más importante que los demás en uno u otro sentido.
Y aquí cambia la cosa: verte en una situación en la que no es posible, o en la que quizá la competición sea excesiva y te aplasten, porque hay personas mucho más importantes, mucho más peligrosas, y entonces es mejor retirarse e intentar encontrar un poder sin relación alguna con otras personas, independiente de otras personas.
Incluso esa conexión me lleva a deducir que vas a iniciar el mismo viaje. Al principio querías dominar a los demás y ahora quieres dominarte a ti mismo. Eso es lo que llaman disciplina.

ESTO ME TRAE A LA MEMORIA UNA FÁBULA DE ESOPO. Las uvas ya están maduras, y una zorra intenta alcanzarlas, pero no llega. Lo intenta varias veces, y al darse cuenta de que no puede llegar, mira a su alrededor para ver si alguien la está observando. Un conejito ha sido testigo de la escena. La zorra se marcha, sin dar muestras de su derrota, pero el conejo le pregunta: «¿Qué pasa, zorra?». Y la zorra contesta: «Nada, hijo. Es que las uvas todavía no están maduras».
SI CAMBIAS TU DESEO DE PODER, no ocurrirá lo que en la fábula de Esopo. En primer lugar has de entender de dónde surge ese deseo de poder. Surge de tu vacío, de tu sentimiento de inferioridad.
La única forma de librarse de ese absurdo deseo de dominar es internarte en tu vacío, ver exactamente en qué consiste. Te has es capado de él viajando por tus ambiciones de poder. Debes aplicar toda tu energía a no torturarte, a no convertir el masoquismo en disciplina. Has de entrar en la nada. ¿Y en qué consiste?
En esa nada, en tu nada, florecerán las rosas. Allí encontrarás la fuente de la vida eterna, porque ya no estarás en las garras de un complejo de inferioridad ni tendrás que hacer referencia a otras personas. Te has encontrado a ti mismo.
Quienes se sienten fascinados por el poder se apartan cada día más de sí mismos.
Cuanto más se aleja su mente, más vacíos se sienten, pero se rechazan las palabras como vacío o nada, y tú has aceptado esa idea en lugar de adentrarte en la belleza de la nada... Es el silencio absoluto, la música sin sonido. No existe alegría comparable con eso. Es pura dicha.
Debido a esta experiencia Buda Gautama denominó al encuentro definitivo consigo mismo el nirvana. Nirvana significa «la nada», y cuando te sientas a gusto con tu nada, desaparecerán todos los conflictos, las tensiones, las preocupaciones. Habrás encontrado
la fuente de la vida que no conoce la muerte.
Sin embargo, quisiera recordarte que no debes llamarlo «poder». Llámalo amor, silencio, dicha, porque ese «poder» está tan contaminado por el pasado que incluso la palabra misma necesita purificarse y tiene connotaciones erróneas.
Este mundo está dominado por personas que en realidad son inferiores pero que intentan ocultar su inferioridad con alguna clase de poder, con cualquier clase de poder.
Han inventado muchas fórmulas para ello. Naturalmente, no todo el mundo puede ser presidente del país; pues bien, entonces dividen el país en varios estados, y así muchas personas pueden ser gobernadores, o ministros. Después se divide el trabajo de los ministros, de modo que otras muchas personas pueden ser viceministros, y así sucesivamente. Esta jerarquía está compuesta por personas que sufren un complejo de inferioridad. Desde el peón de más baja categoría hasta el presidente, todos padecen la misma enfermedad.
Por supuesto, la gente normal y corriente no tiene el poder. Se limitan a mirar a los poderosos desde lejos y a pensar: «Si a mí se me concedieran tantos honores, tanto reconocimiento, también yo dejaría mis huellas en la arena del tiempo». Están fascinados por el poder, pero hay que fijarse en ciertas personas [como Buda
Gautama], que nacieron con poder y renunciaron a él, al comprender que resulta completamente inútil. Pero tú sigues igual en tu interior, porque no cambiarás aunque tengas millones de dólares.
Únicamente el cambio, la transformación interior, te proporcionará la paz. De esa paz brotará el amor; de esa paz brotará la danza, el canto, la creatividad, pero siempre hay que evitar la palabra «poder».
En este momento no piensas en otra cosa, y pensar no te va a servir de ayuda.
Pensar está muy bien para competir en el mundo por el poder, por el dinero, por el prestigio, por la respetabilidad, pero la mente no sirve para nada si de lo que se trata es de estabilizarte en tu propio ser. Por consiguiente, el esfuerzo que hay que realizar debe
centrarse en ayudarte a que pases de la mente a la meditación, de los pensamientos al silencio.
Nada más haber probado tu ser interior, se desvanecerá todo deseo de dinero, de poder. No existe comparación posible. Habrás encontrado a Dios mismo dentro de ti y, entonces ¿qué más puedes desear?
Se enseña a todo el mundo que la fuerza de voluntad es un gran valor. Se les dice a los niños que deben tener fuerza de voluntad. Como es algo contrario a la espontaneidad, no se puede estar tranquilo, en paz. ¿Creéis que las flores tienen que hacer grandes esfuerzos para abrirse? ¿O que los árboles tienen que actuar
enérgicamente para crecer? No actúan en absoluto.
Decía Lao Tzu: «Mirad los árboles, mirad los ríos, las estrellas, y comprenderéis la "acción inactiva"».
Desde luego que el río fluye hacia el mar, pero no se puede decir que eso sea una acción, porque no existe voluntad que lo obligue a dirigirse hacia allí. Es muy tranquilo; va sin prisas, y ni siquiera siente deseos de llegar, ni compite con otros ríos que podrían adelantársele. Sencillamente fluye, cantando y bailando entre las montañas, entre los valles y las llanuras, sin preocuparse por alcanzar la meta. Cada momento es tan hermoso y único que, ¿a quién le importa el mañana?
Se ha utilizado la fuerza de voluntad para crear en ti una personalidad falsa.
La fuerza de voluntad es otro nombre de esa fea entidad llamada ego.
Alfred Adler, uno de los grandes psicólogos del siglo XX, basaba su análisis psicológico en este sencillo hecho, que todos los problemas del ser humano surgen de la fuerza de voluntad. El ser humano quiere ser alguien, alguien especial, más importante que los demás, más santo que los demás. Lo mismo da que esté en el mercado que en el monasterio, porque lucha por llegar a la cima.
Cuanto más luches y más triunfes, más te alejarás de tu propio ser, porque cada día te pondrás más tenso, cada día te preocuparás más. Tu vida se convierte en un continuo martirio, por el temor al fracaso. Incluso si has triunfado, sentirás el temor a que alguien ocupe tu lugar. Quien vive para conseguir algo jamás encontrará paz.
Por una parte se ha creado esa ficción de actuar enérgicamente. ¿Pensáis que la meditación requiere una actuación enérgica? Solo requiere relajación, olvidarse de esa mente que desea lograr algo, olvidarse de que existe el futuro, dejar que el momento presente sea suficiente por sí mismo, disfrutarlo sin preocuparse del momento
siguiente.
Si puedes disfrutar del momento presente disfrutarás del siguiente, porque cada vez tendrás más experiencia en el goce, en la danza, en el canto y más seguridad en ti mismo, sin necesitar de nadie más. Seas quien seas, podrás disfrutar del éxtasis supremo sin ser rico, sin tener poder, sin fama mundial, sin ser célebre.
Puedes ser un don nadie y tener todos los tesoros del mundo, porque no están en el exterior. No eres consciente de tu riqueza interior
¿Podría hablar del abuso de poder, por favor?
Un filósofo inglés dijo lo siguiente: «El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente».
Yo no estoy de acuerdo. Mi análisis es completamente distinto. Todo el mundo está lleno de violencia, avaricia, cólera, pasiones... pero como no tiene poder, es un santo. Para ser violento hay que ser poderoso. Para satisfacer la avaricia hay que ser poderoso. Para satisfacer las pasiones también hay que ser poderoso.
De modo que cuando el poder cae en tus manos todo se revuelve en tu interior. El poder se convierte en tu alimento, en tu oportunidad. No es que el poder corrompa, sino que tú estás corrompido. El poder únicamente saca la corrupción a la luz. Si quieres matar a alguien y no tienes poder, no lo haces, pero si lo tienes, lo matas.
No es el poder lo que te corrompe, sino que llevas la corrupción dentro de ti. El poder sencillamente te ofrece la oportunidad de hacer lo que quieres.
El poder en manos de un hombre como Buda Gautama no corrompe; por el contrario, ayuda a la humanidad a elevar su nivel de conciencia. El poder en manos de un Gengis Kan destruye a las personas, viola a las mujeres, quema vivas a las personas. Se queman ciudades enteras, sin permitir que la gente escape. No es el
poder... Ese hombre, Gengis Kan, debía de albergar tales deseos.
Es casi como cuando llueve: empiezan a crecer diversas plantas, pero esas plantas dan diferentes flores. El poder da la oportunidad de crecer a lo que esconden tus semillas, tu potencial, porque la mayoría de los seres humanos viven en tal estado de inconsciencia que cuando acceden al poder todos sus instintos inconscientes tienen la oportunidad de satisfacerse y no les importa que eso signifique matar, envenenar...
Me pides que hable sobre el abuso de poder. Se abusa del poder porque albergamos deseos feos, herencia de los animales.
Desperdiciamos casi una tercera parte de la vida en educar a nuestros hijos. Durante ese período, debería dedicarse cierto tiempo a limpiar su inconsciente, para que cuando salieran de la universidad y tuvieran cierto poder habrá quien sea comisario de policía, otro será gobernador, otro primer ministro si no tuvieran nada destructivo ni nocivo en su inconsciente no pudieran abusar del poder. ¿Quién abusaría de él? El poder es neutral.
El poder es neutral en sí mismo. En buenas manos será una bendición; en manos de un inconsciente, una maldición. Pero llevamos miles de años condenando el poder, sin darnos cuenta de que no hay que condenarlo. Hay que librar a las personas de todos los malos instintos ocultos en su interior, porque todo el mundo posee cierta clase de poder.
No tiene por qué ser un gran poder. Basta con vender billetes de tren en una estación; también eso otorga cierto poder. Estás ante la ventanilla, y el hombre detrás de ella ni siquiera te mira. Mira sus papeles y te das cuenta que no le interesas lo más mínimo, que solo quiere ponerte en tu sitio. Incluso el cobrador actúa como si fuera el
presidente del país, de modo que no se trata de la posición. Ocupes la posición que ocupes, siempre tendrás cierta clase de poder.

Continuará...

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