lunes, 12 de diciembre de 2016

LOS HIJOS DEL SOL V - JUAN BAUTISTA - 3ª PARTE

LOS HIJOS DEL SOL V - JUAN BAUTISTA - 3ª PARTE
KABIR EL CURANDERO.
Kabir era un hombre de casi ochenta años, que mantenía en su mirada y en sus ademanes la aristocracia de un ser entregado al bien y al consuelo humano. No se sorprendió en absoluto cuando vio entrar a Juan en su destartalada casa. Le miró con calma y le dijo:
- Eres más joven en presencia física que en el mundo de los sueños. Ven. Te estaba esperando.
Juan le comentó a su vez:
- He oído por las caravanas que llegan a mi pueblo de tu medicina y de tu sabiduría y he venido a ti para que me enseñes. Yo soy un hombre entregado a la búsqueda de la verdad eterna y deseo aprender.
- Querido amigo; ¿A que verdad te refieres?....¿Es acaso mi verdad, igual a la tuya?.. yo tan solo puedo entregarte el legado de lo que aprendí y de lo que a su vez me enseñaron, para que no pierda la experiencia de otros tantos y sea trasladada en el tiempo para que el ser humano goce de la inteligencia de cuantos le han precedido.
Vio Juan que aquel hombre tenía muchos recipientes con infinidad de plantas y emplastos, así como vasijas de barro que tenían agua de distintos colores. Todo un sinfín de piedras y de cristales que estaban sumergidas a su vez en líquidos de distintas densidades y tonos. ¿Quién puede aprender de tanta variedad de formas? -Decía Juan. Pero el tiempo consigue rellenar las lagunas de la mente y allanar el camino de la impaciencia haciendo que según pasaran los meses Juan aprendiera muchos nuevos conceptos y conocimientos de un anciano que no solo se prodigó en enseñarle, sino que le entregó un poco de su corazón como si de un hijo se tratara.
Kabir le solía decir:
- Mira Juan a tu alrededor y verás como la misma hierba no crece igual de fuerte en este lugar que en el otro. Observa cómo reaccionan los cultivos en distintas fases de la Luna. Observa cómo cada estación trae consigo unos frutos y unos fluidos que son distintos y dispares de otros. Debes aprender a encerrar el cielo en la tierra y seguir la ley de los astros y del tiempo.
El anciano Kabir hacia dibujos extraños sobre telas, después de saber el día del nacimiento de los pacientes que venían a verle. Y las medicinas las hacía en función de la fecha de cada uno. Había recibido el conocimiento astrológico siendo joven en Egipto de manos de los sacerdotes y lo aplicaba con maestría. Cierto día se produjo un airado reproche con Juan respecto del concepto de la predestinación de cada ser por el hecho de nacer en un lugar y en un instante preciso. Juan no entendía como el futuro del ser humano puede estar escrito ya desde el momento de nacer y como nadie puede escaparse a su destino. El anciano le respondía con calma.

-Querido Juan. Antes de que tu llegaras yo ya sabía de tu encuentro. También sé de tu futuro y de tu destino. Tu vida, tu mente, tu futuro, incluso tu muerte está programada no solo para y por ti, sino en vinculación a otros seres y a otras fuerzas. Tú no eres sino el efecto de tu causa anterior; de tus otras existencias. Tu construyes ahora en esta vida, el futuro de la siguiente. Todo es Ley, y todo se mueve en la Ley perfecta de Dios. Nadie está fuera de la Ley, pues en tal caso Dios sería errático e imprevisible. Vosotros los judíos habéis creado un Dios para vosotros solos y pensáis que con vuestras oraciones y sacrificios podéis inclinar su voluntad. Querido Juan, todo es uno y todo gira en torno a la Ley. No hay dioses caprichosos, ni pueblos elegidos; ni seres especiales. Dios vive en el hombre en medio de sus aparentes contradicciones. Pero donde nosotros juzgamos error, no es sino los cimientos del devenir de su perfección. Para conocer a Dios es necesario emplear la paciencia y la observación del devenir.
Llegará un tiempo, querido Juan, que el hombre se desconectará de la naturaleza, del animal, del aire y del Universo y adorará a imágenes de seres humanos divinizados. Castas de sacerdotes embaucadores llevarán a toda una Humanidad al error. Se buscarán paraísos espirituales fabricados por cuentos y leyendas a los que se accede a través de intermediarios humanos. La verdad parecerá mentira y la mentira verdad. El hombre buscará con desesperación a dios entrando en templos sombríos y proyectando su mente sobre estampas y estatuas, mientras Dios se morirá triste en su entorno próximo en cada pájaro, en cada flor o en cada niño recién nacido. . El hombre se desconectará tanto de Dios, que le será quitada la Tierra donde habita y la tierra no estará prometida. Solo cuando tu mueras Juan; solo con tu sacrificio el ser humano heredará su planeta.
Juan no entendía lo que le decía y muchos menos que la tierra estuviera pendiente de su muerte. Pero no solo no lo entendió Juan en aquel tiempo sino que aún hoy no se entiende. ¡Bienaventurado sea al que le han sido reveladas las claves del conocimiento!.
Es necesario hacer un pequeño inciso para incluir aquí un trabajo que fue recibido en meditación y que expresa un poco esta controversia de la divinidad. Se trata de un decálogo fundamental desde el que hay que partir para divinizar al hombre y humanizar a los Dioses. Como bien se dice en él: ¡"O enterramos a los Dioses culturales de nuestro tiempo o los dioses entierran para siempre al hombre"!.
DECÁLOGO DEL NUEVO TIEMPO
Levántate y escribe, hijo mío
Estos son los preceptos de la Nueva Ley para
todos los Hijos de la Luz.
1.-Os ha sido dicho: Amareis a Dios sobre todas las cosas. Ahora añado: Encarnad a Dios en cada hombre. Sabed por tanto que cuando matáis al hombre, estáis matando a Dios.
2.- No adoréis a ningún ser encarnado sobre la faz del planeta. Que el Dios del negro sea el mismo que el del blanco.
No levantéis templos de piedra, pues no tiene rostro ni forma. Él es todos los rostros y todas las formas a la vez. No tiene hijos predilectos; todos son iguales ante Él y en Él.
3.- El sitio donde habitas es la morada de millones de minúsculos seres que laten al unísono de tu conciencia. Si piensas y actúas bien, ellos vivifican e iluminan tu existencia. Si piensas y actúas mal, todos contribuyen a tu aniquilación. Hay seres visibles e invisibles pero tu conciencia es la cúspide del entorno donde moran.
4.-No busques la perfección desde la soledad, pues sucumbirás en el tormentoso laberinto del combate. Piensa y actúa en plural y encontrarás la senda de la sabiduría perfecta. Si un solo ser del planeta sufre o es objeto de injusticia, nada ni nadie estará santificado. Todos sois uno. No existen atajos hacia la dimensión divina. Buscad la perfección en las cosas pequeñas, el resto os llegará por sí mismo.
Tus bajos instintos solo se expresan en una polaridad que los atrae. Limpiad la morada y no vivirá el virus
5.-No existe mayor fuerza en el cosmos que el Amor. Ama cada cosa, cada ser y cada instante. Vive en el hálito del amor y tu pan estará bendito y tu morada a salvo.
ó.- Ninguna oración ni ninguno de vuestros dioses puede alterar la Ley. Dios es la Ley perfecta y vive en su lógico devenir. Estudia la Ley que mueve el macro y el micro universo en el que habitáis y conoceréis a Dios. Escucha en tu interior con humildad pues la luz habita en cada conciencia desde el principio de los tiempos. No existen intermediarios ni dispensadores de Luz. Todo está en ti.
7.-Si cortas el árbol no tendrás sombra. Si matas la cabra solo comerás una vez. Siembra la vida y ordeña la Naturaleza. No aniquiles el cuerpo de tu madre, pues destruirás así tu propio cuerpo.
8.-Vive con lo necesario. Si caminas con mucho equipaje por la senda de la vida retrasarás tu marcha. Atesora conocimiento y sensaciones positivas y tu "túnica" se volverá pura.
9.-Cada día de tu existencia saluda a tu Padre el Sol y bendice a tu Madre la Tierra. No salga Yo al amanecer y te encuentre dormido. Medita el milagro de la vida en la quietud natural de cada amanecer.
10.- El último de los niños nacidos sobre la faz de la Tierra tiene el código de vuestra continuidad. Yo vivo en él. No en las estatuas que adoráis. Él es mi templo. Él es mi rostro. Él es mi futuro y el vuestro.
Kabir hacia levantar a Juan en la media noche con cada fase lunar y le hacía subir a la montaña. Allí ponía unos extractos de plantas metidas en recipientes pequeños de barro, que posicionaba siguiendo un orden preestablecido de antemano y que se alineaban con las estrellas del firmamento.
Juan aprendió a ver y conocer dichas estrellas y a meter la energía de las mismas en las figuras de barro,. Y de allí sacar poderosos elixires que realizaban portentosa curaciones entre los enfermos. A veces Kabir empleaba mucho tiempo y mucho celo en repartir los botes medicinales en el suelo. Y esto causaba en Juan un cierto desasosiego, pensando que era una auténtica pérdida de tiempo. Pero Kabir totalmente ajeno a este nerviosismo del joven Juan seguía realizando figuras geométricas sobre la superficie y posicionando botes de barro. El anciano curandero solía decir:
-Mira Juan; el hombre cree que la fuerza más grande está en el fuego, en la tormenta o en el terremoto. Solo unos pocos entenderán que existe una gran fuerza en la forma y que las formas producen enormes ondas de energía vital. Recuerda hijo mío, que todas las cosas por el hecho de existir tienen una forma, un color, un sonido y un creador que
las imaginó. Si empleas la imaginación, el sonido, el color y la forma y todo ello lo sintonizas con el Universo podrás transmutar los elementos y derribar las mayores murallas.
Kabir había aprendido de los sacerdotes Egipcios, aunque ya eran pocos los iniciados que mantenían el auténtico conocimiento legado a la tierra por Isis Osiris y Ra. También había aprendido de los fenicios. Estos incansables viajeros que a fuerza de recorrer países se impregnaban de gotas de cultura que diseminaban por el orbe conocido de aquel entonces. Todos estos conocimientos a su vez vivían ahora en Juan.
El joven profeta estuvo en Al-Ghardagah todo un año. Pasado este tiempo Kavir le dijo:
- Ha llegado ya el tiempo de tu marcha, querido Juan. Mi misión ha terminado, todo cuanto podía enseñarte ya te lo he enseñado. El mismo Dios de tus padres y de los míos, te reserva para una gran misión no exenta de lágrimas. Vete pues, porque los tuyos te esperan.
Juan agradeció con todo la fuerza de su corazón a aquel maravilloso anciano todo lo que se había prodigado para él y recordó también al anciano Zaqueo, que como en este caso, también había esperado a viejo para darle lo mejor de sí mismo. Maestros de carne pero al fin y al cabo depositarios de la sabiduría tradicional del ser humano. Bibliotecas espirituales que se revisten de carne para perpetuar la sabiduría entre los sordos oídos del bárbaro hombre distraído de cada siglo que pasa.
Y Juan retomó su vieja barca y la pertrechó para reanudar el viaje de retorno a su tierra. Esta vez el viaje se le hizo eterno pues añoraba a sus seres queridos. Deseaba encontrar a su amigo Andrés, a Jhana y sobre todos a sus viejecitos padres Zacarías e Isabel.
Después de un mes de navegación llegó al fin a la costa alta del Mar Rojo y desde allí emprendió la ruta de las caravanas hasta Jerusalén.
MUERTE DE ZACARÍAS.
Los espías de Herodes habían preparado toda una trama de acechanzas y mentiras que en las que se veía involucrado Zacarías y su grupo. Se había hecho correr la voz de que el viejo sacerdote no solo poseía algunos rollos que contenían las viejas leyes sagradas de Moisés, sino que ya había nacido quien lideraría la liberación de Israel del reinado de Herodes y de la dominación romana. Herodes por su parte, era un conocedor del esoterismo y de las profecías judías y sabía que en su reinado podría nacer el "Rey" auténtico de los judíos, por tanto cualquier movimiento que pusiere en juego su trono era celosamente vigilado o perseguido.
Hizo llamar al Sanedrín o jerarquía eclesial del pueblo judío y presentó cargos falsos contra Zacarías, a quien acuso de seducir a parte del pueblo en una rebelión contra su persona. Los miembros del Sanedrín estaban divididos y en algún que otro caso comprados por el tirano y accedieron a que Zacarías compareciera ante la justicia romana.
Herodes presentó varios testigos pagados ante el prefecto romano, que ante tales acusaciones y en la perspectiva de una posible sublevación, mandó las tropas contra Zacarías y sus vecinos.
El anciano que había sido previamente avisado, vio como se cumplía cuanto un año antes le había sido anunciado y se dispuso a enviar recado a todos sus hermanos espirituales. Se alegró asimismo de que su querido hijo Juan no estuviera allí en ese instante, puesto que podría haber sido acusado de conspiración y guardó las actas y los rollos sagrados en un agujero del muro de su casa. Isabel, pintó la pared como si de un mural se tratara pero entre los dibujos se encargó de marcar los dos adobes que servían de portezuela al escondite de los documentos, con un rombo en cuyo interior se veían dos olivos. Si en su momento Juan llegaría a casa y en el caso de que ellos no estuvieran, su querido hijo sabría donde encontrar el preciado tesoro de conocimiento.
Jhana acudió a hacer compañía a los dos ancianos, hasta que en un atardecer, un contingente de casi cincuenta hombre armados y uniformados entraron salvajemente en su domicilio y torturaron al viejo Zacarías con el ánimo de sacarle la información y las actas que le inculpaban como traidor y que a su vez contuviera información sobre el resto de los supuestos conspiradores.
Zacarías no solo no contó nada, sino que con un aire marcial les miraba con arrogancia, sabiendo que su vida se dignificaba hasta lo más alto con aquel tormento y su muerte. Juan estaría orgulloso de su padre. Isabel suplicó con su anciana voz para que dejaran en paz a su marido, pero el centurión romano que mandaba el destacamento le asestó un corte con su espada en el cuello y poco a poco se fue apagando sobre el suelo en un viaje hacia el otro lado feliz por haber vivido de acuerdo a su plan.
La misma suerte corrió Jhana que fue herida en la espalda hacia la altura de los riñones y que murió casi al unísono de Isabel.
Zacarías ensangrentado en todo su cuerpo por los golpes de los esbirros vio con una profunda tristeza a sus seres queridos y pidió la muerte con toda su fuerza, pero los soldados seguían golpeándole con saña para que revelara el escondite de sus documentos y el resto de sus hermanos.
Dios se apiadó del viejo sacerdote, puesto que el corazón de Zacarías dejó de latir para siempre y cayó desplomado ante sus verdugos.
Al ver los solados que no conseguían lo que habían venido a buscar desencadenaron una destrozo y una matanza entre los vecinos de Zacarías y quemaron sus casas y mataron a las bestias en una noche de pesadilla que el pueblo recordaría para siempre como la noche de la vergüenza.
Aun con las ascuas del fuego humeante y en los albores del amanecer llegó Juan a Jerusalén después de su viaje por el mar. Había pasado todo un año y sus pasos se apresuraban para llegar a la casa de sus padres cuanto antes.
Cuando vio su casa humeante, se quedó perplejo y sin poder reaccionar. Su mente quedó en blanco y su cuerpo no se movía. Llegaron algunos vecinos y tomándoles por las manos le llevaron con lagrimas en los ojos al interior de lo que quedaba de lo que había sido la casa de su infancia. El cuadro que vio le dejo aún mas horrorizado. Allí yacían todos los seres que más amaba en el mundo. Allí yacía parte de su corazón. Algo se le escapó del pecho y cayendo de rodillas lloró amargamente diciendo:
- ¿Por que Señor Dios de Israel?. ¿Por que Señor Dios de la venganza?, ¿ No te sirvieron mis padres hasta el último aliento con todo su corazón?. ¿Existe en todo Israel una virgen más santa que mi hermana Jhana?. ¿No te he servido yo desde niño?. ¿Que pecado hemos cometido yo y mi familia para ser castigados con tanta crueldad?.....Y la desesperación, mezclada con la rabia y el dolor, le hincaban sobre el suelo a la vez que sus dientes de tanto apretar sus labios, hacían rebosar su propia sangre que se mezclaba sin querer con la de sus seres queridos.
De repente se quedó mudo por un instante y dirigió su mirada hacia un cuchillo que estaba sobre el suelo y que servía para los afanes de la cocina. Su mente voló rápidamente ante la posibilidad de liberarse de aquel dolor dándose muerte.
Con la mirada fija en el cuchillo levantó quedamente las rodillas y con los ojos extraviados se disponía a quitarse la vida, cuando los hermanos de Jhana que junto a él estaban, lo tomaron por las manos y los pies y lo sujetaron. Juan, que además de estar extenuado por el viaje no disponía de muchas reservas físicas perdió el sentido y cayó desplomado al suelo ante los testigos.
Pasaron dos horas antes de que con más calma despertara. Los cuerpos de sus padres y el de Jhana, junto con los propios padres de la muchacha estaban alineados en el patio de su casa amortajados con lienzos blancos. Juan se acercó a sus seres queridos y con sus dedos acariciaba sus cabellos, depositando sendos besos en todos ellos en la frente.
No profirió ninguna palabra y tampoco honró con los funerales a sus seres queridos.
Fueron los hermanos supervivientes de Jhana quien oficiaron el último adiós a los cadáveres inertes de aquellos maravillosos seres. Juan, ya nunca volvió a ser el mismo.
Llegó el anochecer de aquel día y todavía el Profeta de Dios permanecía sentado entre los escombros de su casa. Miró al muro de enfrente de la cocina y vio el mural que había pintado su madre. Enseguida relacionó aquella pintura con el postrer mensaje de sus seres queridos y vio casi al instante el rombo que señalaba el lugar exacto donde estaban las actas y los rollos que debía preservar.
Llegada la noche, fue a visitar a Zabulón; oficiante de la fraternidad de los "Hijos de la Luz"; el segundo después de Zacarías y se puso al corriente de cuanto había acontecido.
De la boca de Zabulón recibió la noticia de que además de su padre, habían sido otros doce hermanos los que habían perdido la vida y que todos los hermanos le habían designado a él como Maestro de Justicia para seguir adelante con la fraternidad.
Juan le replicó de la siguiente manera:
- Desconozco o hermano mío cuales son los designios de Dios. Debo por tanto esperar a recibir alguna señal para poder guiaros. Comunica a todos que he tomado las actas y los rollos sagrados que me confió mi padre y que los sacaré de la ciudad hacia el desierto. Nunca más nos reuniremos sobre la tumba de mis padres y de nuestros hermanos. Yo os llamaré cuando el Señor me comunique que he de hacer. Consuela ó Zabulón a todas las familias y diles que Herodes y toda su estirpe será maldita ante los ojos de Dios y que su muerte será mil veces más dura que la de nuestros seres queridos.
Y Juan tomó el camino de retorno a su cueva en el desierto, junto a la fuente del Enghadi, donde realizaría la última etapa de su misión divina.
JUAN SE HACE PROFETA DEL ALTÍSIMO.
Al tercer día de la muerte de Zacarías Juan pasea aturdido y confuso por la playa. El vacío interior que siente es tan grande que desea morir. No encuentra sentido a la vida. Sus seres queridos han muerto y por otra parte El Señor, además de ser caprichoso en la forma de administrar la vida y la muerte, casi siempre permanece sordo y mudo. De nada vale prodigarse en la oración y en el recogimiento. Solo cuando Él quiere se filtran las migajas del conocimiento que nos puede dar consuelo.
Juan se da cuenta que no termina de ubicarse, ni como hombre de a pié ni como hombre de Dios. Su salud, no termina de estar del todo bien y sus apetitos sexuales están inhibidos.
- ¿Quién soy yo?, ¿Cuál es mi destino?. ¿Qué clase de engendro crearon mis padres?.
Reflexiones interiores acompañadas de una gran congoja que no son respondidas por nada ni por nadie. Quitarse la vida, por otra parte, requiere de un valor sobrehumano, puesto que sus principios morales no se lo permiten.
-¿Que hacer?....
Con estas reflexiones mentales pasea sistemáticamente en la obscura arena de la playa, a la vez que las nubes van dejando asomar los primeros rayos de luz del amanecer. Juan se dispone a realizar el saludo al Sol, como un acto automático. Cuando ¡de repente!.. y a una distancia a medio camino de su vista ve alzarse del agua un artefacto plateado en forma de plato de comida que susurra un sonido armonioso y sugerente. Juan conocía este fenómeno, puesto que desde la cueva en muchas ocasiones había visto otras tantas veces estos artefactos. Incluso dichas visiones precedían a acontecimientos importantes que habían pasado en su vida, incluso a estados de conciencia que se habían revelado en su mente y que le habían proyectado en la acción sucesiva.
El disco plateado comenzó a acercarse a Juan, mientras que éste se empequeñecía más y más, comprobando que venían a su encuentro. Por un momento sintió la vergüenza de haberle reprochado a Dios la incomprensible muerte de sus seres queridos y por otro lado sentía que algo de consuelo podría venirle de su querido hermano Ángel Link, que sabía que vivía en estas "extrañas casas voladoras". Desde el disco metálico salió una, bola luminosa de color rojo que golpeó a Juan en la cabeza derribándole al suelo con un mayor aturdimiento que antes.
No supo nunca el tiempo que pasó tumbado en la arena, pero desde aquel instante. Juan ya no era el mismo. Algo extraño había entrado en él. Algo o alguien que no controlaba y que se revolvía en su mente, estaba en él y controlaba sus pasos, movía sus manos y dirigía sus pensamientos.
Y ocurrió entonces que el espíritu del Señor de la Tierra compenetró a Juan para pasar de lo invisible a lo visible, de lo imponderable a lo concreto, de lo abstracto a lo tangible. Y Juan comenzó a ser hormiga, y pájaro y fuente y tormenta y volcán y pudo en un solo instante ver a través de los ojos del águila o sentir la aniquilación de las especies animales o conocer cuantas reacciones infinitas se procesan en un solo segundo en nuestro planeta. La conciencia de la madre tierra estaba en Juan. Y oyó una voz penetrante en su interior que le decía:
- ¡ Alabad todas las criaturas al Señor de la Tierra!, pues la conciencia se ha hecho carne para recibir al Señor de la Luz que está en puertas!
Una vez más se había cumplido el misterio de la encarnación de un "Hijo de la luz". De un ser que a fuerza de no tener nada, de no poseer nada, ni siquiera el apego a la vida, había dejado su templo de carne libre y disponible al Espíritu Superior que le compenetra.
Y en ese mismo instante, setenta y dos hombres y setenta y dos mujeres recibieron en sus corazones y en sus mentes la orden de caminar hacia el nuevo tiempo. Deberían dejar todo y servir a Señor de la Tierra encarnado en Juan.
La era del Carnero se estaba terminando y la Era de los Peces comenzaba. El Sol y la tierra cambiarían su frecuencia y su longitud de onda vibratoria y los actores del microcosmos estaban ya disponibles para el próximo misterio que se debía vivir y que solo unos pocos conocían y aún hoy conocen.
Marchó Juan, al Enghadi e hizo llamar a Zabulón, que acudió presuroso al desierto. Una vez en su presencia dijo:
-¿Que ha sucedido en ti Juan?. ¿Que brillo reflejan tus ojos?.
-Querido hermano -dijo Juan- Se acerca el tiempo final de nuestro trabajo. El Señor de la Luz llega a la Tierra y nosotros debemos limpiar la morada. Llama a todos los hermanos y estad solícitos a cuanto os diga. Permaneced cercanos a mí. Comunícales que aligeren sus zurrones y que cambien sus sandalias por que en breve serán esparcidos por la Tierra, revelando el conocimiento que nos ha sido dado. Cada lunación, deberán reunirse los hermanos en el desierto y abrir el corazón y la mente al dictado de los veinticuatro ancianos. Todo se prepara para la gran fiesta.
Zabulón contó a Juan, cómo cada hermano de la Fraternidad de los "Hijos de la Luz" habían tenido en su interior un tremendo cambio eufórico que sin saber a que obedecía, le hacía más libres, más ligeros, más disponibles a cuanto el futuro les requiriera.
Y durante los siete años siguientes Juan predicó en el desierto y enseñó día y noche a propios y extraños. Sus setenta y dos discípulos le ayudaron a convertir a cientos y miles de personas que aprendieron el conocimiento traído por el padre Moisés desde Egipto y preservado por los "Hijos de la Luz" para ser vertido en el final de esta Era que concluía.
Y fue tanta y tanta la labor de esta Fraternidad que se habló de Juan en todo el orbe conocido con una profunda admiración y respecto.
De oriente y occidente y del Norte y del sur llegaron príncipes y mendigos, sabios e ignorantes a aprender el rito del agua y de la luz, el conocimiento superior y la nueva doctrina.
Y Juan ganaba en estatura espiritual. Sus ojos antes extraviados y ausentes, miraban ahora con la luz absoluta del espíritu y su voz, sonaba como trompeta en medio del desierto. Era tanta su fuerza que al tiempo de hablar, temblaba realmente la tierra y los discípulos sentían en sus pies el templo de la arena del desierto.
Juan le mostró la forma de limpiar sus pecados por dentro y de lavar sus cuerpos por fuera a través del rito del agua. Y fueron bautizados e iniciados en los preceptos de los "Hijos de la Luz" miles de hombres que esparcieron el conocimiento por todos los confines del mundo.
Pero en la misma medida que crecía la admiración por Juan, también el odio de Herodes se incrementaba al ver cómo aun habiendo matado al padre, el hijo, había renacido con más fuerza que antes. Sabía, por otra parte Herodes, que si levantaba la mano contra Juan, el pueblo se sublevaría, pues no había cargos contra él.
La pureza de aquel ser era tan grande que nada ni nadie podía acusarle de nada, pues de su corazón y de sus manos tan solo salía paz, consuelo y conocimiento.
Juan, no solo adoctrinaba al pueblo que acudía al Enghadi, sino que denunciaba los vicios y los abusos de Herodes y de su mujer Herodías y señalaba con el dedo los excesos de la corte de aquel Rey depravado y miserable. Y esta mezcla de adoración, mesianismo y denuncia descarada hacía que en el corazón de Herodes se fraguara el deseo de la venganza.
Herodes por otra parte además de ser licencioso en sus costumbres, no era menor su inteligencia, puesto que sabía apreciar la verdad de la mentira, pero sobre todo era absolutamente supersticioso y tenía un miedo terrible a hacer daño a Juan, puesto que pensaba que estaba ungido por los dioses y que era más aconsejable poner tierra por medio y darse por no enterado de cuanto acontecía en su reino. Lo que no se cuenta en los libros sagrados es que Salomé, la hija de Herodes y Herodías era discípula de Juan y acudía regularmente con sumo interés a ayudar a sanar a los enfermos y conocer de la sabiduría del profeta.
Todos estos acontecimientos fueron recogidos así por el Evangelio:
PREDICACIÓN DE JUAN
El año quince del reinado de Tiberio Cesar, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, estando Herodes al frente de Galilea, su hermano Filipo al frente de Iturea y de la región de Traconítida, y Lisanias al frente de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, Dios habló a Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue recorriendo toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para recibir el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:
Voz que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus sendas;
que los valles se eleven,
que los montes y las colinas se abajen,
que los caminos tortuosos
se hagan rectos
y los escabrosos llanos, para que todos vean
la salvación de Dios.
Iban muchos a que los bautizaran. Juan les decía: "Raza de víboras, ¿Quien os ha enseñado a huir del castigo inminente?. Demostrad con obras vuestro arrepentimiento, y no os pongáis a decir. Tenemos por padre Abrahán. Además, ya está el hacha puesto a la raíz de los árboles , y todo árbol que no de buen fruto será cortado y echado al fuego".
La gente le preguntaba: ¿Que tenemos que hacer?. Y él contestaba : "El que tenga dos túnicas reparta con el que no tenga ninguna, y el que tiene alimentos que haga igual. Acudieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron:
"Maestro ¿Qué tenemos que hacer nosotros?". Y él les respondió: "No exijáis nada más de lo que manda la Ley". Le preguntaron también unos soldados: Y ¿nosotros que debemos hacer?". Y les contestó: "No intimidéis a nadie, no denunciéis falsamente y contentaos con vuestra paga".
Como la gente estaba expectante y se preguntaba si no sería Juan el Mesías, Juan declaró públicamente: "Y os bautizo con agua, pero ya viene el que es más fuerte que yo, y a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. El os bautizará con el espíritu Santo y con fuego. Tiene en su mano el bieldo para aventar su parva, llevar el trigo a su granero y quemar la paja en fuego que no se apaga". Con estas y otras muchas exhortaciones evangelizaba al pueblo.
MARIA MAGDALENA. AMOR Y SERVICIO.
Tal y como hemos citado anteriormente, Juan permaneció sin conocer mujer hasta el final de su vida. Pero en esta última etapa ocurrió algo importante que se debe contar:
Cierta noche en la que Juan estaba contemplando su piedra roja, entró en trance y le pareció ver salir de la gema a su amado Link, seguido de una bella mujer alta, delgada y de pelo cobrizo y ojos castaños claros. Una mujer excepcionalmente bella. Casi enseguida la mujer desapareció y se quedó solo Link diciendo:
-El espíritu padre-madre debe compenetrarte, pues está llegando tu tiempo. Llegará a ti la que por un tiempo será tu compañera, para que sea depositaria del lado femenino del espíritu, siendo tu el habitáculo del lado masculino.
Y dicho esto desapareció la visión, dejando a Juan pensativo y meditabundo. ¿Qué había querido decir Link?. ¿Quién era aquella mujer?....
Existe, como he citado y citaré en varias ocasiones, el entendimiento de que el celibato es una forma más pura para acercarse a Dios. Esto además de no ser cierto, resulta simplemente contrario.
Cuando un espíritu andrógeno; es decir de quinta dimensión tiene que compenetrar a un ser de esta tercera dimensión, necesita verter su lado masculino en un hombre y su lado femenino en una mujer. Basta el amor de ambos para que el andrógino se manifieste en la unión de la pareja. Cada dos mil ciento sesenta años, el Señor de la Tierra y el Señor de la Luz viven entre los hombres, pero siempre acompañados de su lado femenino.
Ocurrió por aquel entonces, que una joven y bella mujer había perdido a su esposo ahogado y una gran pena llenaba su alma. No habían tenido hijos y aún muy joven, su vida se había truncado con esta desgracia. Poco después, Maria Magdalena, pues así era su nombre, acudió a la predicación del Bautista y al ver que las palabras de aquel hombre confortaban su alma, se quedó otros tantos días, hasta que el profeta reparó en ella impresionado, puesto que aquella mujer era la misma que el Ángel Link le habría mostrado en aquella visión.
Maria era una mujer clarividente pura, que podía ver el aura del ser humano y los elementales de la naturaleza.
Juan, al ver que el espíritu de Isis acompañaba a aquella mujer, se quedó admirado de tanta belleza espiritual. Una luz etérea brillante la acompañaba siempre sobre su frente, entregándole una gran seducción espiritual.
Fue por poco tiempo, pero ambos seres intimaron y vivieron juntos día y noche. Maria Magdalena tenía ahora compañero y el espíritu padre-madre se expresaba entre ambos para que la última etapa de la vida del profeta, recogiera el misterio del cambio del planeta mediante el derramamiento de sangre del ungido.
Se corrió entonces entre los seguidores de Juan y los de Jesús, que aquella mujer tenía un comportamiento algo libertino. Pero no era así, puesto que el amor de aquel ser era limpio y maravilloso para quien la amara y se le acercara.
Tanto Juan como Maria podían ver la enfermedad de cada uno de los que se le acercaban y los espíritus que compenetraban cada hombre, cada planta o cada animal. Veían donde el hombre no puede ver y oían el murmullo del espíritu y la melodía del aire y de las esferas.
Por un tiempo el poder estaba en “Ellos” y el “Verbo” eran ellos.
Nos marchamos del hilo de la narración para venirnos al siglo XX:
-Apareció el Gran Maestro Luiin, y me mostró una carta natal. Tenía en la casa VII al Nodo Sur en Escorpio junto a Neptuno y Marte, opuesto lógicamente al Nodo Norte. Asimismo vi que en la casa V aparecía Plutón opuesto a Saturno y Júpiter. La carta tenía dos grandes trígonos formando una Estrella de David.
Acto seguido el maestro me dijo:
-Esta carta es la de Maria Magdalena. Observa el porqué todos sus compañeros o esposo murieron.
Entendí entonces que los planetas de la casa VII no dejaban lugar a dudas. Incluso levante la posible carta natal de aquella gran mujer (21 de Agosto del año –7 AC).
- María fue el ser más maravilloso y más dotado de su tiempo, pero a la vez la más desgraciada. No pudo tener hijos. –Dijo Luiin- Y acto seguido vi una serie de imágenes que se sucedían en un segundo, pero a la vez desarrollando todo un tiempo de gran transcendencia.
Vi a Maria Magdalena como era enviada junto con el pequeño Juan el Evangelista, por parte de Juan el Bautista hacia Jesús. Vi el dolor y la tristeza terrible de aquellos seres al ver como su amado Maestro y compañero les arrancaba de su corazón.
Luego, Luiin me mostró a María Magdalena como era recibida con desaprobación por parte de los apóstoles de Jesús, y cómo el Maestro la acogió con un inmenso amor, al igual que al pequeño Juan. Vi así mismo como con el tiempo, Jesús se enamoró de la propia Maria y formaron una pareja impresionante. Pues el poder de la transcendencia y del espíritu le envolvía en cada acto que realizaban.
Luego me mostró algo insólito:
Vi a Jesús, Maria, Juan el Evangelista, Pedro y otros cinco apóstoles en una barca en el lago Tiberiades. Enseguida vi como Jesús y María canturreando una extraña canción que invocaba a los elementales del agua y del hielo y al Ángel del agua. Poco a poco la barca se quedó parada y se formó una gran placa de hielo alrededor. Jesús, bajó junto con Maria al hielo que rodeaba la barca ante el asombro de los apóstoles, que poco a poco fueron bajando y andando sobre el hielo con miedo, estupor e incertidumbre ante el frío del mismo. Así me lo mostró Luiín y así se contó en el libro sagrado:
Y siguió Luiín mostrándome otra imagen patética. Era el Maestro Jesús el Cristo, que llevando aparte a María Magdalena, su mujer, y a Juan el Evangelista, les decía:
- Tal y como Juan murió, para que se realizara el cambio en la tierra, así yo debo morir después. Debéis por tanto marchar después de mi muerte juntos, pues todos los hermanos serán perseguidos y morirán a su vez.
Y vi a Juan el seguidor de Jesús, con pelo rubio y corto, sin barba, con ojos azules, piel blanca y sin llegar a la treintena, tomando la mano de Maria Magdalena y alejándose de Palestina hacia un lugar lejano donde había mar. A María Magdalena la vi aun bellísima, con una edad cercana a los cuarenta, que con lagrimas en los ojos y el pecho desgarrado se aferraba a su amigo y último compañero en esta vida, Juan el Evangelista.
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