lunes, 12 de diciembre de 2016

LOS HIJOS DEL SOL IV - ELIJAH - 3ª PARTE

LOS HIJOS DEL SOL IV - ELIJAH - 3ª PARTE
LAS VISIONES DE SHEISHA
Y ocurrió, por aquel entonces que Elijah fue reclamado por Zacarías; uno de sus devotos seguidores que vivía en Jafa, junto al Mar.
Zacarías, hombre justo y seguidor de la tradición de Yahvé, había sido premiado por Dios con una gran fortuna.
En sus campos araban casi veinte docenas de bueyes y sus jornaleros se contaban por medio centenar. Tenía a su vez, este hombre justo, una de las esposas más bellas de la comarca. Se llamaba Judith; mujer que se prodigaba en el cuidado de su cuerpo con mas fuerza y vehemencia que en el de su espíritu. Gastaba en vestidos y en oropeles muchos bienes y gozaba con las riquezas de la gran hacienda de su esposo. Zacarías, no obstante no podía sino rendirse ante el encanto de tanta belleza y se dejaba llevar.
Judith se hacia acompañar de varios criados para acercarse todos los días a la fuente del barrio próspero del norte de Jafa. Y muchas mujeres y jóvenes la esperaban para ver tanto encanto rodeado de tanto oropel. Cada día lucía un vestido nuevo y unas nuevas joyas adornaban su maravilloso pelo negro. Ella, sabedora de la admiración que levantaba, caminaba insinuante con una media sonrisa que hacia palidecer de deseo a los varones que la contemplaban.
Pero el destino que es imprevisible quiso que Judith enfermara con una extraña úlcera, que poco a poco fue haciendo mella en su delicada piel, para cubrir finalmente todo su rostro. En poco más de un mes, aquella bella mujer moría en los brazos del compungido Zacarías. Este, sabedor del poder de su maestro Elijah, reclamó a su mayordomo y le dijo:

- Ve y toma de las cuadras cuantos caballos necesites, pero tráeme al hombre de Dios Elijah, pues solo él puede devolver la vida a mi amada esposa Judith. No descanses ni un solo minuto y releva del trabajo a todos los jornaleros. Dales pan y vino para que caminen hacia todos los ángulos del reino, pero haz que esta misma noche venga a esta desolada casa el Santo profeta de Dios.
Hizo el mayordomo cuanto le fue ordenado y en la noche de ese mismo día encontró a Elijah, que ya estaba esperándole a la puerta de la tienda.
-¡Hombre de Dios!.. mi amo Zacarías me llama por que....
No había concluido la frase cuando Elijah, replicó:
-Esta mañana fui despertado por el Ángel del Señor y he aquí que mi zurrón esta listo y las bestias dispuestas para que me guíes ante mi amigo Zacarías. Pues es grato al Señor su alma y en el cielo esta escrito cuanto ha favorecido a los pobres y los indigentes que acudieron a su hacienda. Vayamos por tanto a su presencia.
Justo cuando iban a salir, se acercó corriendo Sheisha diciendo:
- Mi señor, déjame ir contigo a Jafa, pues vive allí mi hermana y mis sobrinos, a los que no he visto desde hace tres años y seria para mi y para ellos maravilloso encontrarnos como cuando vivíamos felices en la casa de mis padres.
- Sea, así mujer, pues no es bueno que el hombre camine solo. Si solo saliera el Sol, la tierra secaría los torrentes y abrasaría las cabezas de los hombres. Venga por tanto la Luna detrás del Sol y hágase la sombra, la humedad y el sosiego en el corazón del guerrero. Apague el celo del hombre la mujer y yazca con ella para fecundar en su vientre la esperanza de un nuevo amanecer.
Tomaron el camino, guiados por el mayordomo de Zacarías, pero hacia la mitad del trayecto se les echo la noche encima. Sheisha, más frágil y tierna miró con cariño a Elijah. Casi al instante, el tosco hombre de Dios; el más bruto de los hombres, sonrío con una inmensa ternura diciendo:
-No prosigamos el camino, pues es necesario ocuparse primero de los vivos, antes que de los muertos.
De esta manera le decía a Sheisha que ya sabía que estaba cansada y que le agradecía la humildad y la resignación al no protestar en toda la marcha. Y es que entre seres que se aman, el lenguaje no lo es tanto de la palabra, sino de la mirada, de la sonrisa o del pensamiento. Así era la unión de éstas dos almas, que a fuerza de amarse y de fundirse, se habían hecho uno.
Acostáronse todos bajo la tenue luz de la luna llena, pero en Sheisha, quizás debido al ajetreo del viaje o a las última palabras de Elijah referido a los muertos se vio convulsionada con un fuerte sueño: " Veía Sheisha en su mundo con toda la fuerza de la realidad, percibiendo los sonidos, los olores y las sensaciones del alma de los seres vivos, a una madre y dos niñas que acudían a su presencia. Estaban en una isla, frente a una casa que estaba quemada por completo. Tanto la madre como las hijas, iban y venían preocupadas frente al mar y entorno a su hogar quemado. Sheisha que aun en el sueño se sentía viva y repleta de conciencia les decía:
-¿Mujer; no te das cuenta que estas muerta?..¿No te das cuenta que tu casa se ha quemado y que habéis muerto todos?.....La mujer enfadada gritaba con fuerte tensión interior y tocando con fuerza a Sheisha le decía:
¡no..no.. no estoy muerta!. Me quieres quitar mi casa, pero no estoy muerta.... Luego se giraba hacia el montón de piedras chamuscadas diciendo:-¡Que sucia esta mi casa!...Y de nuevo gritaba con furía: -¡no estoy muerta...no estoy muerta!."
Sheisha se asustaba en el sueño, puesto que sentía en su cuerpo una extraña vibración cada vez que la mujer le tocaba. Veía la desesperación de la muerta atada a su casa y a su engañosa realidad y nada podía hacer, para remediar la angustia de la misma.
En plena convulsión y con gemidos lastimeros Sheisha despertó a Elijah, que la tomó en sus brazos y con tiernos besos la decía: ¡calma, amor mío!..¡Calma mi amor!
- Elijah, he soñado algo tremendo que me ha llenado de tristeza.
Y Sheisha relató el sueño a Elijah, tal y como lo había vivido.
Elijah después de escucharle con una sonrisa paternal y agarrando su tierno cuello entre su robusto brazo le susurraba al oído:
-¡Mujer!....No ha sido un sueño, sino una realidad vivida con tu alma. Todas las noches, cada ser humano y cada animal abandona su cuerpo de carne y camina por la senda de lo innombrable a la presencia de Dios, pues Dios tiene muchas estancias. Unas son tristes y dolorosas, otras violentas y otras tantas, maravillosas y llenas de luz. Si tu alma esta triste, viajaras en la noche al reino de la tristeza, pero si tu alma está llena de luz, te encontrarás con los Ángeles del Señor.
Cuando el ser humano muere violentamente, su alma se queda pegada a los lugares donde vivía por tanto tiempo, como intensa fuere su ambición o apego a la riqueza o a la miseria que poseyera. Solo el hombre libre sabe que no puede poseer nada y solo quien está libre en la vida, sabrá encontrar la senda de luz de las estancias de Dios donde moran sus Ángeles.
Sheisha aún convulsa le preguntaba a su vez:
-¿Cómo sabes tu tantas cosas, mi Señor?.. ¿Acaso tu estabas en mi sueño?.
-¡Mira mujer!....desde que era niño, en cada noche, a través de mi sueño, he sido llevado por mi maestro de pelo blanco al otro mundo de Dios. De él he aprendido los remedios que curan a los hombres. He visto el reino de los muertos y he padecido el reino del dolor. Yo, Sheisha, soy mas real en ese mundo, que en el de los vivos. Muchas noches en ese peregrinar me he encontrado con seres que aún siguen luchando con sus enemigos en la batalla y a reyes que aún pretenden atarse a sus riquezas o a enfermos que aún se duelen de sus heridas. Y cuando se han acercado a mi también le he dicho que estaban muertos.
Solo los más libres y los que han vivido de la esperanza te hacen caso y comienzas a ver el camino de la luz donde mora la verdadera vida.
En ese instante; en el momento que se dan cuenta de que no pueden poseer la vida eterna, ni poseer las riquezas, ni las miserias que les ataron a lo temporal, pueden ver a los Ángeles del Señor, e incluso ven a sus seres queridos que les precedieron en la muerte. Solo entonces viven la libertad y gozan de la presencia de Dios.
- Al igual que yo soy médico del cuerpo y del alma entre los seres revestidos de carne, hay médicos que ayudan a estas almas a encontrar el camino de la luz. Tu Sheisha, desde este momento te has convertido en médico de muchos seres errantes de la otra orilla. ¡Que tu miedo no ciegue tu alma y al igual que en vida eres tierna y generosa, vive con generosidad y compasión la otra realidad con los seres que traspasaron el lumbral a la verdadera vida!. ¡Benditos sean quienes en el silencio ayudan en el peregrinar de los descarriados en reino de las sombras!
Y con el alma serena, se acercaron finalmente a la hacienda de Zacarías.
Salió corriendo Zacarías y se arrojó a los pies de Elijah, diciendo:
-Bienvenido seas a mi casa, hombre de Dios; gracias por venir.
-Levántate Zacarías, pues ningún mortal es digno de adoración. Ven a mis brazos.
Y se fundieron en un cálido abrazo. Luego se adentraron a la casa y Elijah contempló en silencio el que fuera un hermosísimo rostro de mujer, pero plagado de un eccema rosáceo que cubría toda el rostro.
Dijo Elijah:
-Salga todo sirviente de la casa y saca tu Zacarías a todos las bestias de los establos y a los perros y a todo ser vivo a una distancia de mas de cien codos de este lugar, pues ahora es lugar sagrado. Sumerge tu cuerpo en el agua Zacarías y sin secarte, cíñete y acude a mi presencia.
Hicieron cuanto había ordenado el profeta y retornó Zacarías purificado a la estancia donde yacía Judith.
Se sentó por un rato Elijah en el suelo, sujetando con sus manos la cabeza. Con los ojos cerrados comenzó a susurrar algo ininteligible. Luego tomo de su zurrón unos polvos metálicos que fue vertiendo en un extraño ceremonial sobre el cuerpo de la difunta.
Una vez cubierta con los polvos, comenzó a girar por siete veces alrededor de Judith haciendo la acostumbrada danza que solía realizar en todas sus ceremonias.
Emitía repetitivamente un sonido que parecía salir de lo más profundo de su estómago y a la vez movía los brazos de arriba abajo.
Finalmente los ojos de Judith se abrieron asustados mirando la estancia y el rostro del profeta y de su esposo.
Zacarías petrificado no podía articular palabra, puesto que no habían pasado dos días desde la muerte de su esposa, cuando el profeta de Dios le había vuelto a la vida. Pasaron unos segundos y Judith dijo:
-Tráeme mi espejo Zacarías.
Hizo Zacarías lo que le indicara su esposa y al instante Judith se observó triste y llorosa en el mismo. Había vuelto a la vida, pero no había desaparecido la eccema de su cara.
Elijah. Le dijo:
-¡Mujer!...El señor me dio poder para traerte del valle de las sombras, pero no para pulir tu cara.
Judith dijo a su vez:
-Mejor hubiera estado muerta que no con esta vergüenza.
-Sea así pues. -Dijo Elijah- y tocando la frente de Judith cayó esta sobre el lecho muerta definitivamente.
Zacarías llorando grito:
-¿Porqué....Porqué?.
Elijah replicó:
-La belleza Zacarías, está en el interior, en la bondad, en la serenidad del pensamiento. Judith tenía el rostro bello, pero la luz que irradiaba era pobre. Otros seres andrajosos pueden brillar con más fuerza para ser observado por los ojos del alma y no los de la carne. Hay seres que miran y ven con ojos de carne, la carne de sus semejantes; pero el justo ve con los ojos del espíritu, la luz de la belleza interior. Cada virtud tiene un color, y cada color tiene una forma de expresión en la videncia del espíritu. Cada blasfemia, cada dolor, cada tristeza tiene asi mismo su expresión en otros tantos colores. No puede haber un cuerpo sano con una luz opaca ni puede haber una luz opaca sin un cuerpo sano. El alimento que entra por la boca nutre la belleza del cuerpo. La práctica de la virtud nutre la belleza de la luz del alma.
Zacarías simplemente observó y calló, pues no entendía al profeta de Dios.
A no mucha distancia de la hacienda de Zacarías, Sheisha paseaba por la playa cercana a la casa de su hermana. Había sido un encuentro emotivo y necesario para reconforto del alma., Pero después de la comida con su familia y del alborozo de los niños optó por pasear en solitario viendo el mar azul.
Caminaba ausente de cualquier pensamiento. De vez en cuando en su mente se dibujaba el rostro de su amado que estaba en los menesteres de su ministerio. Ciertamente Sheisha sabía que nunca podía poseer del todo a Elijah, sino que lo compartiría siempre con el Señor Dios. Elijah, era un ser que no podía poseer nada, como si estuviera de paso, amado y odiado a la vez, pero su corazón se repartía entre sus dos grandes amores: Su señor y su amada Sheisha. Y si quedaba algún resquicio, quizás los cientos o miles de enfermos que acudían a su consuelo. Amar una idea encarnada en un hombre no es una forma muy práctica de amar. En un momento lo tienes y en otro te es arrebatado. -¡En fin! - Pensaba Sheisha. - Vale más un minuto de su amor, que toda una vida de riquezas y agasajos.
Con estas reflexiones en su interior, miro Sheisha al mar y vio sobre las olas unas extrañas siluetas de los bustos de algunos seres extraños y casi al instante como una voz a coro y con un raro eco escucho:
- ¡ Holaaaaaaa, Holaaaaaaaa........ Mira!
Y en el mismo instante en la mente de Sheisha apareció un tremendo maremoto que asolaba la costa y a sus habitantes, pero no de esa tierra y tampoco de este tiempo sino en otro tiempo y en otra tierra.
Sheisha se quedó perpleja y seducida por la voz y las insinuantes siluetas que se movían entre las olas. Poco a poco las voces callaron y la visión desapareció al unísono de sus pasos que se alejaron de la playa.
Al día siguiente, Sheisha retomó el camino de Jafa. Era el atardecer, cuando
se adentraba por la plaza de la ciudad donde estaba la fuente. De repente, vio algo que le dejaba perpleja, puesto que en forma traslúcida, sin ser opaca pero real, una mujer que se adivinaba muy bella en sus facciones, irradiando una luz grisácea, se acercaba con paso quedo a la fuente. En un instante las miradas se cruzaron y la mujer bajo los ojos al suelo cubriéndose el rostro con vergüenza. Sheisha, que se acordaba del episodio anterior con la mujer de la casa quemada, comprendió que estaba ante una mujer que había muerto y que estaba perdida y perturbada. Díjole Sheisha con el lenguaje del pensamiento:
- ¿Por que tienes vergüenza mujer?
-He sido condenada a vagar con la desvergüenza de mi rostro enfermo entre mis vecinos que se mofan de mí.
Y bajándose el velo continuó diciendo:
-Mira la fealdad de mi rostro.
Sheisha miró y no vio ninguna marca, ni ninguna póstula, sino una tez blanca, ausente de vida física pero rodeada de una pobre luz obscura.
-No veo marca alguna, sino tristeza en tus ojos y miedo en tu corazón. ¿Por que no te alejas de este lugar y miras la luz de los Ángeles del Señor que viven en lo alto?.¿No sabes que estas muerta?
- Si, lo estoy por mi voluntad. Yo soy Judith, la mujer de Zacarías, a la que el profeta de Dios Elijah retornó de la vida a la muerte. No puedo ir a ningún lugar con mi cuerpo enfermo y pestilente.
- Has de saber Judith que tu cuerpo no tiene marcas en el reino donde ahora estas pues donde antes había carne, ahora hay luz. Pero la luz de este nuevo cuerpo es tenue. Mira hacia lo alto y verás una gran luz de paz. Camina sin miedo hacia ella.
Casi al instante, la visión se desvaneció y Sheisha, apoyada contra un muro, debió tomar varias bocanadas de aire para recuperarse de esta experiencia y de las que durante todo este viaje habían acontecido. Por un momento pensó que la locura se había apoderado de ella y que si no paraban todas estas cosas terminaría mal.
Ante la presencia de Elijah, Sheisha le habló turbada:
- Elijah; creo que el amor que siento hacia ti me ha trastornado, pues no solo he podido ver de nuevo a Judith después de muerta, sino que he escuchado hablar a unas extrañas siluetas en el mar pero no hablaban con la boca, sino que escuchaba su voz en mi cabeza.....
- Sheisha, Sheisha...¡Cuanto se ha complacido Dios en ti por hacerte ver y oír cuanto esta vedado a los ciegos de espíritu y sordos en el corazón!...Lo que has escuchado son las doncellas de mar. En todos los pueblos costeros escucharas leyendas en las que estas entidades femeninas han cautivado a los marineros con sus voces y les han seducido o preservado de las catástrofes. Ciertamente no estas loca, sino que el gran amor que sientes por lo natural te ha compensado con su dialogo. Has de saber, mujer, que son miles las criaturas entre los Ángeles de Dios y los hombres, pero no lo son menos, las que hay entre la roca más grosera y el hombre. Unas tienen formas de carne, pero otras se revisten de luz y de fuerza y solo son visibles a los que pueden percibir con los ojos del espíritu. Da gracias a Dios por ello, pero no digas a las otras mujeres nada de cuanto has visto o corres el riesgo de ser lapidada por posesa del mal.
- Elijah, ¿Cómo es posible que tu puedas conocerlo todo o saberlo todo?.
- Yo por mi nada sé. Pero el que vive y mora en mi no es de este mundo, por tanto él me habla en mi oído en voz baja y mueve mis labios para dar respuesta a quien la demanda. El pone los males de los hombres que miro en mis ojos y él mueve mis manos para restaurar sus huesos y limpiar sus órganos. Tan solo debo servir al espíritu que camina en mi; tan solo debo limpiar mi cuerpo para que sienta cómodo.
- Eres entonces feliz con tal presencia, dijo Sheisha.
- Soy feliz cuando de mis manos sale la vida, pero estoy triste cuando sale la muerte. El esclavo nada puede pedir al amo. No se bien hasta donde soy yo y hasta donde es él. No se si al fin somos los dos en uno, o el uno está en los dos al unísono.
Sheisha sonrió con malicia a la vez que miraba los ojos enrojecidos de Elijah. Por dentro pensaba:
- Estas son las cosas curiosas de mi Señor. Él es grande entre los hombres pero indefenso y pequeño en mi regazo.
En esa misma noche, de retorno al campamento. Bajo la tienda, Sheisha, como casi siempre, entraba sin querer en la otra realidad inconsciente. Era como si algo la arrebatara hacia otra orilla cuasi onírica. En un momento vio como muchos hombres con dardos y cuchillos la perseguían. Elijah, caminaba a su lado, pero en ambos asomaba el terror de ser alcanzados y
asesinados. De repente, de entre las nubes, surgió otra metálica que comenzó a hacer llover fuego hacia la tierra. Ese fuego fue consumiendo uno por uno a sus perseguidores, pero cuando todo había pasado, un rayo de luz la inundó y se vio ascendiendo por los aires. Aquella sensación de ingravidez la hizo gritar con fuerza, puesto que pensaba que sus días habían acabado. La tremenda pesadilla la despertó convulsa y gritando. Elijah, que yacía a su lado y que estaba acostumbrado a estas sorpresas nocturnas la tomó con cariño entre sus brazos diciendo:
-¡Mujer...Mujer....no te turbes, yo estoy contigo y te protejo!.
Sacó luego de su bolsa de remedios unas bolitas con pequeños pinchos y se las dio a Sheisha para que cesaran las convulsiones.
Poco a poco fue calmándose y el susurro nocturno de los miles de minúsculos animales del desierto la fueron adormeciendo. Pero sin haber tomado de nuevo el sueño profundo y con los ojos aún abiertos vio como un niño muy bonito, chiquitín y sin ropa alguna pisaba los pies de Elijah y los suyos, diciendo con calidad voz: -
-¡Papa...mamá...papá....mamá.!
En un momento las lagrimas resbalaron como pequeñas gotas de rocío sobre sus mejillas. Con un hilo de voz le susurró al oído de Elijah:
-¿Le has visto?.
-¡Pero mujer! ¿Que demonios té pasa ahora?
-¿Le has visto....le has visto.... le has visto?.
Seguía Sheisha preguntándole a Elijah.
- ¿Ha pisado tus pies?.
Elijah, la miró de nuevo con ternura y reparó en algo bonito que quizás tenga poca importancia para el Universo, que quizás pase desapercibido por insignificante e intranscendente que esto parezca; pero justo en el instante que el niño luminoso había pisado los pies de Sheisha, Elijah había sentido en el silencio del alma el más grande de los amores que un ser humano puede sentir sobre la faz de la Tierra. Justo en ese instante en que Sheisha había sido preñada desde el otro mundo, Elijah le había susurrado al oído: -
-¡Sheishaaaaaa!....Gracias por amarme.
El rudo hombre de Dios, el más bruto de los mortales; el vengador de Israel, también sabía llorar; también sabía sentir; también podía emocionarse ante el amor.
Por un momento se había parado el Universo, y dejaron de ser dos para ser tres. Y los tres eran uno y el uno estaba en los tres.
El profeta de Dios, disimulando la incipiente lágrima que resbalaba por su mejilla y con una sonrisas bonachonas dijo:
- Tienes un hijo pisándote los talones, Sheisha.
La mujer, dijo:
- No, no deseo tener ningún hijo
Y repetía con vehemencia:
- ¡No...no...no....!
Elijah, sorprendido de tal comportamiento se quedo perplejo y silencioso, pensando a su vez: -"¡Mujeres!"- El no podía conocer, ni nunca supo, que Sheisha, en sus sueños había visto el próximo final de sus días y la persecución de los esbirros de Jezabel que estaban al acecho y con ánimo de vengar a los sacerdotes de Baal muertos en el monte Carmelo.
ELISEO, DISCIPULO Y SUCESOR DE ELIJAH.
No había amanecido cuando el profeta de Dios tomó el camino de la montaña. Tenía que recolectar unas hierbas, que solo en un recóndito lugar se daban. Eran hierbas muy propicias para que la sangre de los enfermos se limpiara, pues aquel pueblo, no seguía con rigor los preceptos de Yahvé respecto de los alimentos sagrados y esta generación se había enfermado bajo el libertinaje de Baal.
Mas de uno pensaba que Yahvé le había dictado normas caprichosas respecto de la forma de alimentarse y que Moisés había interpretado mal estos mandatos. Con Baal, no existían estas normas. Se podía comer de todo y en cualquier momento. Desgraciadamente esta forma de pensar llevaba a enfermar a muchas personas que engordaban su sangre con grasa y a producir males en los riñones por comer animales inmundos. Elijah se daba cuenta, en la práctica diaria de su oficio de sanador, que Yahvé, no solo era Dios, sino que sin duda era el más grande de los médicos y que los sacerdotes de Baal eran ignorantes por no conocer la naturaleza del hombre y de la enfermedad. Elijah, sabía que el pueblo no estaba preparado para entender los dictados de Dios, y que solo los tontos ridiculizan y juzgan como caprichoso lo que no entienden. Por ello, se alegraba de ser el profeta de Dios y por ello parecía acelerar los pasos con viveza en busca de los remedios que necesitaba.
Reflexionaba también en la estupidez del enfermo cuando pensaba que tomando los remedios que él daba se curaban de todos sus males. Cuando en realidad se trataba de abandonar costumbres y alimentos que producían el mal en sí. Pero aquellos malos enfermos y los de todos los tiempos prefieren confiar la salud a unas pócimas y a los sanadores en vez de hacer el esfuerzo de cambiar sus hábitos perniciosos.
Quedaba el último esfuerzo para llegar al pequeño rellano rocoso donde crecía la hierba, cuando en el centro del camino apareció el Angel del señor Link. Su tremenda figura llenaba cada espacio de la montaña. Elijah se empequeñecía con aquella presencia, a la vez amada, pero en igual medida temida.
- Elijah; Vuelve tus pasos hacia el pie de la montaña. Encontrarás a un hombre arando con una pareja de bueyes. Se llama Eliseo. Este hombre es grato a Dios y ha sido designado para llevar al pueblo al regazo del Señor. Tocarás su frente con tu mano y le cubrirás con tu manto. El te seguirá sin vacilación.
Casi al instante aquella figura desapareció en la nada y de nuevo se oyó el canto de la cigarra y el piar del pájaro.
Retomó el camino Elijah hasta que llegando al final de la montaña le entró hambre. Metió la mano en su zurrón para tomar un trozo de pan, cuando en vez de pan sacó un puñado de la hierba que había ido a buscar. Dios le había entregado sin esfuerzo cuanto necesitaba para cuidar a los enfermos. Tampoco se sorprendió mucho de este acto, pues en otras tantas ocasiones el zurrón había parido no solo hierbas sino comida y raíces de golosina para los niños, sin que antes hubieran estado allí., "Cosas del señor" –Pensó-.
Elijah se fue en busca de Eliséo, al que encontró arando. Tenía delante de sí doce yuntas de bueyes, y él araba con la duodécima. Elijah pasó junto a él y le tocó en la frente, tal y como había ordenado el Angel del Señor. En igual medida le puso su manto sobre los hombros por un momento diciendo:
-Eliseo. Da gracias al Señor tu Dios, pues el te ha ungido con la luz de la sabiduría y el poder del caudillo para llevar al pueblo a los mandatos sagrados.
-¿Que ha entrado en mi, Profeta de Dios, que al tocar mi frente, se ha hecho en mi cabeza la luz y lo entiendo todo, lo acepto todo, lo conozco todo. Y al poner tu manto sobre mi he crecido y he sentido el poder de Dios en mi corazón.?
- Yo, por mi nada soy. Pero nada se hace en lo alto que no tenga respuesta en lo bajo y nada se hace en lo bajo que no mueva lo alto. Desde ahora tu serás mi sucesor.
Eliseo entonces, dejó los bueyes, corrió detrás de Elijah y le dijo:
- Déjame dar un beso a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré.
Elijah respondió:
-Anda vuélvete, pero ten en cuenta lo que he hecho contigo.
Se apartó de Elijah, tomó la yunta de bueyes y la inmoló; y con los aperos de los bueyes coció la carne y la repartió a la gente para que la comiera. Luego se levantó, siguió a Elijah y fue su servidor.
Dejo a su padre y a su madre; es decir, se quedó huérfano, sin ataduras, sin referencias de solidez, comodidad o futuro. Todo buen profeta; si lo es, o si lo quiere ser debe aprender a amar a Dios sobre todas las cosas. Por eso, los profetas no tienen cosas, no tienen padres, no tienen hijos. El Profeta es el ser más solitario que además no tiene futuro, puesto que lo conoce y tan solo se aproxima día a día a su meta, normalmente fatal.
Lo ceremonial a veces trae consigo movimientos energéticos y somáticos que pocos comprenden. Cuando se dice: "Tocar en la frente" viene a ser como una aceleración del proceso intelectual, por medio de un mayor flujo del chakra del entrecejo. En igual medida se puede acelerar el chakra del corazón o de la garganta, haciendo que la glándula endocrina que tiene que ver con estos centros se mueva al unísono, produciendo cambios en el proceso homeostático del individuo. A su vez el tejido endocrino es el más psíquico del cuerpo humano. Por tanto activar estos centros con energías sutiles es poner en marcha programas terapéuticos o de conciencia que solo se entienden si la persona ha indagado en la bioenergética o en las ciencias del espíritu.
En la Biblia vemos muchas veces esta alusión al toque en la frente. No solo como medida de ungimiento por parte de los profetas, sino como medida profiláctica ante los elegidos. Así pues leemos:
Apoca.9-4: "Pero se les ordenó que no hicieran daño a la hierba, al verde y a los árboles, sino solamente a los hombres que no tuvieran la señal de Dios en la frente..."
Esta activación produce una mayor frecuencia vibratoria y lumínica en el cuerpo aúrico del ser humano. Soy consciente por otra parte que hablar de aura es someterme inquisitorialmente al juicio de la sesuda ciencia. Sólo me queda decir:
-¡Lo siento por la ciencia, pues ella no tiene alma y le está vedado ver con los ojos del espíritu. !
Pero aún así también se camina por el camino del racionalismo para conocer más y más a Dios. ¡Que más da como se accede a la conciencia, si lo importante es caminar!. Yo me maravillo cuando leo libros escritos por astrofísicos y físicos que con sus postulados comienzan a cuestionarse el Universo Newtoniano o zarandean poco a poco teorías inamovibles para adentrarse casi en el campo de lo metafísico y traspasar incluso la barrera del propio Einstein.
Muchas veces he podido mostrar imágenes de la cámara Kirlian, que postula la posibilidad de este cuerpo aúrico y otras tantas he podido observar el estupor de muchos espectadores cuando no solo han visto las diapositivas mostradas en las conferencias, sino su propio dedo fotografiado y como se les ha podido diagnosticar diversas patologías a partir de ese análisis.
A semejanza de Eliséo, muchas personas han acudido a mi consulta diciéndome que soñaron como un ser o una luz golpeaba su frente, y como de este choque había emergido un estado elevado de paz o una somatización posterior en un cambio hacia un mayor interés por la cultura o el conocimiento.
Se podría decir que nada se hace arriba sin que tenga reflejo abajo y en igual medida muchos gestos de los profetas tienen implícita una orden superior. Bendito quien ha sabido buscar en el lenguaje de lo simbólico y por tanto ha podido encontrar a Dios.
LA VIÑA DE NABOT
Nabot el yezraelita tenía una viña en Yezrael, junto al palacio de Ajab, rey de Samaría.
El rey deseaba la viña de Nabot puesto que estaba contigua a su palacio y además era una tierra muy fértil. En el centro de la viña había un pozo que
nunca se secaba. Con el agua que del pozo manaba, Nabot conseguía unos productos que eran la admiración de toda la ciudad.
Cuando Ajab se asomaba a las ventanas de su aposento veía a Nabot trabajando su huerto y siempre le decía:
-Nabot, deseo comprar tu viña. Yo te pagaré cuanto quieras o te daré otra tierra aún más fértil y más grande en otro lugar de mi reino.
Pero Nabot con la misma insistencia contestaba:
-Esta viña fue de mi padre y del padre de mi padre. Si la vendiera, traicionaría el recuerdo de mis antepasados, por tanto no la venderé ni aún pagándome el doble o el triple de su valor.
La ambición de Ajab no tenía límites y no cejaba en su propósito de poseer dicha tierra. Fue tal su obsesión que poco a poco se sentía enfermo y su carácter se volvía reservado e irascible.
Jezabel, su esposa al verle así le dijo:
¿Eres tu acaso el Rey de Israel o una plañidera?. ¿No tienes tu poder para tomar cuanto desees de tus siervos?.
-Mujer, también el rey es servidor de Dios y servidor de la Ley. No puedo sino dar ejemplo a los míos. De que vale mandar sin el respeto y la admiración del pueblo. ¿Quieres que sea verdugo, antes que Rey?...
-No te preocupes, Mi Señor, pues antes de un mes tendrás la viña.
Jezabel cuya maldad no tenía límites, urdió un plan terrible para apropiarse de la viña. Hizo llamar a dos testigos falsos y les pagó bien para que testimoniaran contra Nabot en la asamblea del pueblo.
Se convocó un ayuno para abrir la asamblea y ante los ancianos fue llamado Nabot para que respondiera de la acusación de blasfemo contra Dios y contra el Rey. De nada le valió a este hombre justo defenderse, puesto que un pueblo duro, amante de los espectáculos y de las intrigas, lo condenó de antemano y sacándolo al Sheol lo apedreó.
Los dos testigos falsos, después de haber realizado su macabro trabajo, fueron a avisar a Jezabel y esta, corrió a avisar a su esposo Ajab para darle la nueva de la muerte de Nabot.
El rey vio el camino libre de su ambición y se apoderó de la viña.
Estos acontecimientos ocurrían en plena ciudad; pero en la montaña, Elijah, seguía curando enfermos y viviendo con los suyos en perfecta armonía. Seguido de Eliseo y de los discípulos que moraban en el monte Carmelo
había conseguido toda una escuela de conocimiento.
En la comunidad del Carmelo se habían comenzado a redactar cientos de rollos con la Ley de Moisés recobrada. Se habían dictado las primeras normas de convivencia y se habían delegado monjes que habían recorrido todos los reinos vecinos, incluso Egipto en busca de nuevos conocimientos. Elijah no solo enseñaba su conocimiento, sino que empujaba a los demás a aprender diciendo:
-Vosotros sois los guardianes del conocimiento verdadero. Siempre iluminareis la ignorancia del hombre uniendo el pasado y el futuro a través de la razón y de la inteligencia. Yo haré que el corazón de nuestros padres se una con el de nuestros hijos, preparando al pueblo del Señor para su llegada final. Nosotros somos opacos ante las glorias pasajeras del mundo, pero brillantes en la verdadera sabiduría del Señor Dios. Donde los otros no vean, vosotros veréis doble. Donde los otros no escuchen vosotros oiréis el trueno. Donde los otros no toquen, vosotros amasareis la materia. Donde los otros no entren vosotros accederéis, rompiendo las barreras más sólidas. Vosotros sois inmortales.
Y proseguía diciendo después de una pausa transcendente:
-Al igual que un campo no puede ser sembrado sin semilla y sin agua, vosotros siempre seréis la semilla y el agua de vida de los nuevos tiempos.
Estos discursos los solían hacer siempre bajo un viejo olivo que emergía de una árida tierra desertizada. Cuando terminaba de hablarles les recordaba:
-Vida tras vida veréis en vuestros sueños y en vuestras mentes este desierto y este olivo y así recordareis vuestro origen y vuestro juramento.
Pero Elijah, profeta del Señor no había nacido para complacerse en el descanso ni en la vida holgada y por ello le dijo el Señor:
- Anda y vete a ver a Ajab, rey de Israel en Samaría. Esta en la viña de Nabot, adonde ha ido a apoderarse de ella. Le dirás: Esto dice el Señor: ! De modo, que después de haber matado, robas. Pues en el mismo lugar donde murió Nabot, los perros lamerán tu sangre¡
Ajab dijo a Elijah:
¿Cómo es que me has sorprendido, enemigo mío?
- Yo soy en esta tierra los oídos y los ojos del Señor. "Voy a acarrear sobre ti la desgracia; barreré tu posteridad y exterminaré de Ajab todo varón, esclavo y libre, de Israel. Haré de tu casa como la casa de Jeroboan, hijo de
Nabat, o como de la casa de Basá, hijo de Ajías; por haberme irritado y haber hecho pecar a Israel. El señor ha dicho también contra Jezabel: Los perros comerán a Jezabel en la propiedad de Yezrael. Al que de Ajab muera en la ciudad, lo comerán los perros; y el que muera en los campos le comerán los cuervos."
Realmente Ajab había irritado al Señor Dios de Israel, por sus infidelidades en la adoración de los ídolos y dioses de los otros pueblos. Y Jezabel había sido asi mismo la más perversa de las mujeres. Ambos temían a Elijah, pues sabían que si tocaban al profeta sus vidas se apagarían instantáneamente.
Jezabel no solo odiaba al profeta de Dios, sino que lo deseaba para ella, tanto en el firme propósito de doblegar su voluntad como en el ardiente de poseerle como hombre. Elijah, percibía este sentimiento mezclado y por ello se acrecentaba aún más su repugnancia por ella.
Ajab, al escuchar estas amenazas, rasgó sus vestidos, se vistió de saco y ayunó. Se acostaba con el cilício y andaba muy afligido. Jezabel aún mas irritada por aquella postura pueril de su esposo, regañaba e insultaba a Ajab diciendo:
- ¿Desde cuando un Rey debe postrarse ante un mendigo?
- Deja mujer que no es Elijah quien me da miedo sino su Dios y el poder que a través de él se manifiesta.
Pero Jezabel seguía ridiculizándole y odiándolo a la vez que soñaba día y noche con Elijah. Era una extraña mezcolanza de odio y de deseo que nunca llegó a satisfacer, puesto que al poco de aquellos incidentes comenzó a enfermar de flujos sanguinolentos y espiró con gran dolor y pestilencia.
Su cuerpo fue enterrado en el campo de Nabot, pero los perros esa misma noche abrieron la tierra y despedazaron y comieron su cadáver. De esta manera se había cumplido la profecía de Elijah y había sido vengado Nabot.
Después de un tiempo de estos acontecimientos el Señor despertó en la noche a Elijah y le dijo: ¿Has visto como Ajab se ha humillado ante mí y se ha arrepentido?. Por eso no acarreará la desgracia sobre su casa en sus días, sino en los días de su hijo.
OCOZIAS EL REY DESOBEDIENTE
De nuevo Elijah, retomó su deseo afanoso de vivir en paz con su gente y de progresar en el conocimiento y en la búsqueda de la verdad. Quizás haya
habido pocos hombres tan amantes de sus seres queridos y tan ausente de los mismos. Y es que los trabajos del Señor empeñaron toda su vida. Dios es celoso de sus siervos y no desea que se reparta su amor entre él y los mortales que rodean al profeta. Elijah fue siempre durante su vida un nómada que nada tuvo. Pero en su espíritu, siempre, vida tras vida, buscó con afán el amor de Sheisha y un lugar donde reposar y envejecer viendo crecer a sus hijos. Pero le fue concedida la inmortalidad y el servicio a Dios como única recompensa sin pedir nada a cambio.
Habían pasado tres años desde la muerte de Jezabel cuando Ajab murió en batalla. Le sucedió su hijo Ocozías, que lejos de parecerse a su padre fue aún más perverso y más desobediente. No solo continuó con el culto a Baal, sino que abolió y suprimió las tradiciones y costumbres de los Israelitas, sustituyéndolas por los modelos de los pueblos vecinos.
La región de Moab, se reveló contra Israel y presentó batalla a Ocozías, que se vio pronto hostigado en su reinado. Para mayor desgracia, Ocozias se cayó por la ventana superior del palacio de Samaría y se rompió una pierna con una herida sangrante que no cicatrizaba.
Hizo venir médicos de los distintos reinos vecinos y ninguno pudo curar su herida. Desesperado ya, envió mensajeros al oráculo de Belcebú, dios de Ecrón para que se le dijera si se curaría su herida.
Link; el Ángel del señor llamó a Elijah a la montaña y le dijo:
- Anda al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría y diles:" ¿Es que no hay Dios en Israel para que acudáis a consultar a Belcebú, dios de Ecrón?. Pues esto dice el Señor: ¡Ya no te levantarás de la cama sino que morirás sin remedio!."
Los mensajeros regresaron a palacio y contaron al rey cuanto había ocurrido y como el hombre de pelo revuelto y ceñido con cinturón de cuero les había intimidado con dicha profecía.
Ocozías, que conocía a Elijah, montó en cólera y le maldijo, por entrometido diciendo:
-¿Es que no se librará mi casa y mi gente de la maldición de este maldito profeta?
Y ordenó al capitán de su guardia que tomara cincuenta hombres y lo prendieran vivo o muerto.
Salió la tropa camino de la montaña para prender al profeta con el pueblo
jubiloso ante la posibilidad de ver un enfrentamiento en el que se vería el poder de Ocozías enfrentado a Elijah.
Llegaron mensajeros a Elijah advirtiéndole de que su vida corría peligro pero este les apartó diciendo:
- Dios, mi Señor, me ha dicho que no moriré a la espada de ningún hijo de Israel. Solo a mi Dios temo y solo en él espero mi destino.
- Toma Eliséo el mando de las mujeres y de los discípulos y separaros de mí. No sea que alguno sufra daño.
Sheisha, salió corriendo tras Elijah camino de la montaña. Como le viera éste le replicó con furia:
- Mujer, ¿Acaso quieres que te maten?....Ve con las otras mujeres.
- Mi señor; ¿es que tiene la vida sentido sin ti?. Déjame seguirte.
El miedo y la rabia de Elijah eran tal que tomando piedras del suelo comenzó a lanzarlas contra Sheisha para que se alejara.
- Señor Dios de Israel -decía- ¿Por qué no dejas en paz a mi gente?...Me muero en celo por servirte y me quitas todo. Solo te pido no toques a los míos.
Sheisha llorando proseguía tras los pasos de Elijah, mientras este furioso ascendía a la montaña. Como un león enmarañado y sudoroso, rebosando suciedad y sudor por todo su cuerpo; con los ojos sanguíneos, corría cuesta arriba gritando al viento: ¡Heoooooo...Heooooooo...Heoooo! Los pájaros pararon en su vuelo y comenzaron a imitar el sonido. Los cuervos repetían: ¡Heooooo...Heooooo!. Toda la naturaleza al unísono se agitaba con el ritmo del corazón de Elijah. El Señor de la Tierra esta dolido y todo se dolía.
Se sentó en la cumbre de la montaña esperando. Su cabeza metida entre las manos solo meditaba en la forma de ser un “ser normal”. Aquellos ajetreos de profeta no le compensaba ni le daban sino disgustos y dolor.
- De que vale el conocimiento? - decía- ...Si para arrancar la sabiduría hay que dejar la piel y la vida en infinitos esfuerzos. Conocer es sufrir.
- ¿No están mejor lo locos?...Ellos no piensan y se limitan a comer, dormir y vegetar?. Conocer mucho es preocuparse por mucho. Conocer poco es no tener mas que pequeñas preocupaciones. El rico sufre ante la posibilidad de perder tantos bienes, pero el pobre que no tiene nada no puede sufrir por lo que le quiten.
Mientras estaba en estas reflexiones lastimeras, el capitán de Ocozías con
50 hombres estaba llegando a la cumbre. Faltaban solo cien metros para prender a Elijah, cuando de entre las rocas salió gritando y llorando Sheisha. Se acercó presurosa al capitán y se tiró a sus pies diciendo:
- Capitán, no matéis a mi señor Elijah. Os lo suplico. El no ha hecho daño a nadie. Es nuestro guía. Sin su luz nuestra vida se apagaría...
- Déjame mujer, pues nada tengo contra el profeta de Dios. Yo sirvo a mi Señor y debo cumplir sus órdenes si no quiero morir por desobediencia.
Elijah, comenzó a descender la montaña, pero esta vez con un paso lento y sosegado. Ahora ya no era cuestión de su vida; si no de la vida más preciada y más amada del mundo. Ahora era Sheisha, que estaba en poder de sus enemigos. Ahora ya no suplicaba sino que exigía justicia. Ahora ya no bramaba al viento sino que con los ojos pétreos y las facciones impenetrables gritó con fuerza:
- Señor Dios de Israel. Si yo soy tu profeta, muéstrame el amor por mí y haz que el “fuego” que me diste aniquile a mis enemigos.
Encima de todo el grupo humano, una nube metálica descendió suavemente. De su panza comenzó a salir un rayo luminoso de color amarillento. En unos momentos todos se quedaron perplejos puesto que Sheisha fue poco a poco elevada al cielo, caminando por el sendero de dicho rayo hacia la nube.
Como una pluma al viento, con ojos devotos y faz transfigurada por el amor, aquella muchacha maravillosa era arrebatada del mundo y del deseo humano para subir al cielo.
Elijah, perplejo por lo que veía, no solo no se calmó, sino que se enfureció más. Esta vez ya no esperaba nada de Yahvé, sino que tomando un palo del camino comenzó a correr contra los soldados para morir o matar en aquel acto desesperado.
Una fuerza extraña lo derribo al suelo a la vez que escuchó en su cerebro:
- ¡Mía es la justicia y la muerte....!
Vertió Elijah todo el líquido del Señor en la montaña y golpeó el pedernal con furia. En el mismo instante explosionó todo y se quemaron, árboles, matojos y soldados como si de un holocausto se tratara. Tal era el poder y la desesperación del profeta de Dios.
Poco a poco el clima de destrucción cesó y la paz y el silencio comenzaron a imponerse. Eliseo, los discípulos y las mujeres comenzaron a ascender y rodearon al profeta.
- ¿Donde esta Sheisha?- dijo Eliseo.
- El señor la ha arrebatado y me la ha quitado... ¿De qué me vale haberme librado de mis enemigos si me ha dejado huérfano y solo en esta tierra de lobos?.
No había terminado de pronunciar este lamento cuando en su cabeza escucho con ternura la voz de Sheisha diciendo:
- Yo estoy bien, mi Señor. Pronto estaremos juntos.
Eliseo que adoraba la ternura de Sheisha, insistió otra vez:
- ¡Maestro!, ¿Donde esta Sheisha?.
- Eliseo, mi hermano. Sheisha esta ahora en el paraíso. Pronto me reuniré con ella. Mi tiempo se acaba y comienza el tuyo.
Eliseo llorando le replicó:
- Si tu te vas, ¿Quien guiará al pueblo?, ¿Quién enseñará en la comunidad?.... Yo soy débil de cuerpo y de mente y no podré hacer ni la tercera parte de lo que tu has hecho y de lo que tu conoces.
- En verdad te digo, Eliseo, que si yo no me marchara, nunca podrías realizar tu destino. Es necesario que yo salga para que tu entres. Harás cosas tres veces más grandes que yo y con tres veces mas fuerza, pues el mismo espíritu que a mí me guía, te guiará a ti.
Ocozías se enteró de cuanto había pasado y montó en cólera gritando:
-¡Maldito seas Elijah!. Has caído como una maldición sobre mis padres y mi casa, pero yo haré que los perros despojen tus carnes y pagues cuanto has causado a los míos.
Y dicho esto envió otro capitán con otros cincuenta soldados.
El capitán fue a la montaña y dijo:
- Hombre de Dios, el rey ordena que vayas enseguida.
Elijah respondió:
- ¡Si yo soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.!
Realizó la misma maniobra que en la ocasión anterior y el fuego devoró al capitán y a los cincuenta. El rey volvió a enviar otro tercer capitán con sus cincuenta soldados. Pero este tercer capitán, fue, se postró de rodilla ante Elijah y le suplicó:
- Hombre de Dios, que mi vida y la de estos cincuenta siervos tuyos sea preciosa a tus ojos. Ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos capitanes de cincuenta y a su gente, pero ahora que mi vida sea preciosa a tu ojos.
El Angel del Señor, Link, dijo a Elijah:
- Anda con él, no le tengas miedo.
Fue con él, se presentó ante el rey y le dijo:
- Esto dice el Señor: "Por haber enviado mensajeros a consultar a Belcebú, dios de Ecrón, como si no hubiese Dios en Israel para consultar su oráculo, no te levantarás ya de la cama, sino que morirás sin remedio.
Ocozías murió como había dicho el Señor por medio de Elijah. Le sucedió en el trono su hermano Jorán, el año segundo de Jorán, hijo de Josafat, rey de Judá, pues Ocozías no tenía hijos. El resto de la historia de Ocozías y todo lo que hizo esta escrito en el libro de los anales de los reyes de Israel.
CONTINUARA...

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