sábado, 1 de agosto de 2015

En el silencio del desierto: CAPÍTULO 14.- ROSAS BLANCAS Y ESPINAS


Es Jueves, siete de julio y son las siete de la mañana. Han pasado ya cuatro días desde la instalación de los ordenadores. Los dos hermanos se habían sumergido en una actividad frenética, un poco más intensa de lo normal previendo los días de inactividad que iban a tener por la boda y la presencia de los amigos en casa. Estaban desayunando y haciendo proyectos. Salomé llegaba a las 11 horas al aeropuerto de Ben Gurion, el más grande del país, situado en la costa mediterránea, a 110 km al sureste de Haifa. Iban a buscarla, y tenían por delante hora y media de carretera. Venía con las líneas aéreas israelíes EL AL, en un vuelo directo desde Madrid.

Jhoan y Salomé ya se habían conocido por el móvil. En cinco llamadas sucesivas por parte de ella a lo largo de la semana, Jhoan había conseguido, al menos, atraer su atención.
Las obras en Serena iban muy avanzadas. Raquel les proporcionó a Raúl y a sus hombres todas las facilidades, y estaba previsto terminar para el miércoles 13, dos días antes de la boda, suficientes para amueblar la casa y dejarla en condiciones.

Uno de los sueños de Raquel era pasar la noche de la boda a solas con su marido, en su nueva casa. Salomé había decidido ir una semana antes para ayudarla con la casa, y sobre todo para elegir un vestido de novia con ella.
Estaban muy ilusionados, pues también podían venir a la ceremonia Marcos, Josafat y Daniel, el amigo de ambos que ayudó a Micael en los momentos más difíciles en Hebrón.

Y Sara, a pesar de su estado, pues últimamente sufría mucha fatiga, no paraba en casa. Además de estar pendiente de Efraím, se había encargado de prepararlo todo para el gran día, y no permitía que nadie le ayudara. Quería hacerlo sola, como era la costumbre.
Sara, que había terminado ya su desayuno, fue hacia la que fue la habitación de Micael, y la preparó para Salomé. Ellos tres, una vez recogidos los cacharros del desayuno, se despidieron de ella y salieron hacia el aeropuerto.
Era una hora polémica, ya que todo el mundo iba a trabajar, y las carreteras estaban atoradas. Había que salir con tiempo.
Fueron hasta Tel-Aviv, pues tan solo estaba a 20 Km del aeropuerto, a cogerle las rosas blancas a Salomé. Luego tendrían que volver con ella a cerrar el asunto de la compra-venta del chalet con el asesor de su vecino.


Ya en el aeropuerto, la espera se hizo larga, sobre todo para Jhoan. Era puro nervio. Su hermano le miraba sonriente, dándole ánimos, y Raquel iba de un lado a otro de la sala de espera. Desde allí se veían aterrizar a los aviones perfectamente. Enseguida vieron venir a uno por la pista. No le habían visto aterrizar. Posiblemente lo había hecho ya hacía un rato y esperaba su turno para el desembarque. Quedó aparcado a unos cien metros de donde estaban ellos. Había dos autobuses preparados para recoger a los viajeros y trasladarlos hasta la salida. Las puertas del avión se abrieron, y comenzaron a descender por las escaleras los primeros. Jhoan buscaba ávidamente con los ojos a aquélla mujer, y por lo que observó Raquel, éste ya se había hecho una idea de cómo podría ser su aspecto. Parecía buscarla. Raquel  la vio bajar, pero no dijo nada. Aparentemente Jhoan no la había descubierto. Tan solo él hizo un comentario:


- ¡La leche... qué tías más buenas hay en España!
- ¿Por qué lo dices, Jhoan?
- ¿No te has fijado en la mujer que acaba de salir...? ¡Está como un tren! ¡Madre mía...!
- Hermano, eres incorregible... exclamó Micael riéndose. ¡Céntrate, por favor!
- ¡Pues no sé qué tiene de especial esa mujer! Exclamó Raquel picaronamente.
- ¿Qué que tiene...? ¡Lo tiene todo hermana! ¡Una mujer así me perdería!
- ¡Pues empieza a encontrarte urgentemente, hermanito, porque esa mujer... es Salomé!
- ¡La leche!  Jhoan se quedó inmovilizado. ¿Ese bombón reluciente es para mí...?
- ¡Samurái... antes de saborear y comerte ese bombón... primero hay que ganárselo! le replicó su hermano.
- ¿Hermana, crees que doy la talla? ¿Le gustaré...?
- Jhoan, te digo lo mismo que tu hermano, ¡céntrate! A Salomé se la gana con el corazón, y tu tienes uno muy hermoso. ¡Se tu mismo, aunque sé que en estas circunstancias es bastante difícil! Salomé es muy tímida, aunque no lo aparenta. Sé delicado con ella, que no se sienta abordada.

Tardaron quince minutos en aparecer por la puerta de desembarque los primeros viajeros. Y al fin, allí estaba ella, con sus 178 cm de altura, traje rojo con falda corta y unas esbeltas y perfectas piernas. Llevaba arrastrando dos grandes maletas.
Raquel, cuando la vio, corrió hacia ella, y ambas se quedaron enganchadas en un abrazo. Cuando la euforia se sofocó, Raquel, ayudándola con los bultos, la llevó hasta ellos, que para no molestar en la salida, se habían retirado unos pasos.

-¡Esta es Salomé, chicos... ya podéis achucharla!

Y empezando por Micael, y terminando por Jhoan, recibió sendos abrazos. Cuando ella vio las rosas se emocionó, y se lo agradeció con un beso en la mejilla.
- ¡Gracias Jhoan,  gracias a los tres...! ¡Son preciosas!
Nena... ¿podríamos ir a tomar algo a la cafetería? ¡Necesito ir urgentemente al baño!
- ¡Claro, vamos hacia allá, está al otro lado! Quiero aclararos chicos que Salomé siempre me llama así, nena, y a los chicos les llama nenes. Es un mote cariñoso.
- ¿Y qué significa nene, Salomé? Preguntó intrigado Jhoan.
- Chaval o chavala... niño, niña... Se dice mucho en mi tierra. Soy del Levante español. ¿Esta es la cafetería...?
- ¡Sí, ya hemos llegado!
- ¡Pues os dejo, me voy al baño corriendo!

Salomé se echó a correr hacia los lavabos dejando intrigados a los tres. El camarero les preguntó y pidieron cafés y un té para ella. Era lo único que bebía. Pasados unos minutos, Salomé estaba ya de vuelta.

- Salomé, te he pedido un te, como siempre.
- ¡Ah, perfecto!
- ¿Te ha sentado mal el viaje...?
- Es que me ha pasado una que... ¿Delante de ellos puedo hablar de nuestras cosas raras...?
- ¡Ah sí... sí... con toda confianza! ¡Son unos expertos!
- Es que nada más despegar de Madrid, se nos pegó un ovni a la cola del avión, que era donde yo iba sentada, y no se ha ido hasta que no hemos aterrizado en Ben Gurion.
- ¡Ostras Pedrín... pues habrá venido la clientela histérica!
- ¡Que va... al parecer solo lo veía yo! Todo el mundo mirando por la ventana, y ninguno le veía más que yo. ¡Dios que viajecito me ha dado!
- ¿Pero Salome... a estas alturas y con cague...?
- ¡Que puñetas nena...! Es la primera vez que se me pone en las narices. Porque solo le he visto a él... me ha revuelto las tripas...
- Salomé, tranquila... probablemente te ha estado escoltando, cuidando de ti. El hecho de que solo tú pudieras verlos, es que estaban allí por ti. Comentó Micael sonriente, intentando tranquilizarla.
- ¿Cuidando de mi... pero por qué...?
- ¡Tomate el te, que te sentará bien!
- Bueno... y dejando aparte este incidente... ¿Qué tal os va en vuestra vida de casados?
- ¡Maravillosamente bien, Salomé, somos muy felices! Exclamó Raquel.
- ¡Ya veo... no sabes lo feliz que me siento de verte así... se me ha ido mi mejor amiga muy lejos, pero eres feliz, y para mí es lo único que me importa!  ¿Y tú, Jhoan... qué cuentas...? ¡Tenía ganas de conocerte!
- ¿Ah sí...? Preguntó ilusionado Jhoan.
- Después de hablar tantas veces contigo, deseaba conocerte personalmente. Por tu timbre de voz me hice una idea de ti, y ahora que te veo, sé que no me equivoqué en absoluto.
- ¿Y qué idea tienes de mí?
- ¡La que tu tengas de ti mismo es la que importa! ¿No crees...?
- ¡Habló la psicóloga, Jhoan! Advirtió Raquel.
- Estoy de acuerdo contigo, sí señor. Le respondió Jhoan.
- Salomé, antes de ir a casa, pasaremos por Tel-Aviv. Como ya te dije, lo vamos a vender, y tenemos que cerrar la operación hoy. De paso le echas un vistazo. ¿Qué tal están los chicos?
- ¡Ah, bien...! Ellos siempre están bien, ya lo sabes...

Raquel había notado a su amiga rara. Había cierta tensión en su rostro, estaba preocupada por algo, y parecía como si no deseara hablar todavía de los amigos. Aquélla tensión no era debida al incidente del avión. Conocía a su amiga perfectamente.

- Salomé, ¿qué te ocurre... sucede algo?
- ¡Por Dios nena... qué va...! ¿Por qué lo preguntas?
- ¡Salomé... algo pasa... dímelo, por favor!
- ¿Podemos sentarnos en un sitio más tranquilo?
- ¡Sí, vamos al fondo, hay una mesa libre! Respondió Micael.


Cogieron la mesa, acomodaron las maletas y las consumiciones, y tras unos segundos de silencio, Salomé, abriendo su bolso sacó un pitillo y lo encendió. Raquel sabía que su amiga solo hacía eso cuando estaba muy preocupada o nerviosa por algo, y aquél gesto la intranquilizó más.

- ¿No os importa?
- ¡No, no… adelante... disfrútalo! Contestó Jhoan.
- ¡Por favor, Salomé, empieza ya! ¡Estoy con el corazón en vilo! Exclamó nerviosa Raquel.
- Tu nena... te viniste para aquí el 30 de mayo... ¿no es así?
- ¡Sí, claro!
- Pues el día 1 de Junio llamaron a casa de la televisión. Querían hablar con David. El día dos iba a haber en directo un programa sobre esoterismo. Su duración era de cuatro horas, y se iban a tratar temas muy serios, relacionados con el contactismo, la espiritualidad, metafísica... le dijeron que iban a ir invitados de renombre, personas serias y estudiosas de estos temas y que querían contar con él. A Juancho le mosqueó mucho aquello, pero ya sabes que a él le mosquea casi todo. Intentó convencer a David para que no fuera, pero éste no le hizo caso. Acudió al programa, y cuando ya estaban en antena, en pleno directo, aquéllos invitados no eran tales. Empezaron a desfilar los personajes más nefastos que te puedas imaginar, y estamos seguros de que algunos de ellos, concretamente, eran los que mandaban los anónimos y amenazaban a David por teléfono. Cuando vimos aquello, Antonio y Juancho salieron disparados con el coche hacia los estudios de televisión. Y yo me quedé allí siguiendo el programa. Fue un ataque en toda regla, Raquel. Aquélla gentuza no hacía más que echar sobre él acusaciones falsas, y David no podía ni respirar. La verdad es que no le dieron ninguna oportunidad de defenderse. Y guardó silencio. Cuando ya llevaban una hora en directo, David se levantó de su sitio y abandonó el estudio. Y lo que ocurrió después lo sé por lo que me contaron los chicos.

Estaba a punto de coger un taxi en la puerta de los estudios cuando éstos llegaron con el coche. Lo recogieron y se fueron hacia casa. No llevaban recorridos ni tres kilómetros, cuando un opel corsa rojo se les cruzó en la carretera. De él salieron seis hombres, armados de palos y de cadenas. Fueron hacia ellos y les obligaron a bajar. Prendieron fuego al coche y golpearon en la cabeza a Juancho y a Antonio, y les dejaron inconscientes en el suelo. Luego arremetieron contra David. El era su objetivo. Lo habían planeado a la perfección, incluso sabían cual iba a ser su reacción en los estudios, y sabían que marcharía solo.
- ¿Y qué le hicieron... dime... cómo está David...? Preguntó desesperada Raquel.
- Ahora ya está fuera de peligro, esta mejor. Al menos ya está con nosotros en casa. Bueno... el otro día hablaste con él. Estuvo ingresado en el hospital veinte días, pero pasó una semana en cuidados intensivos. ¡La verdad es que ha estado muy jodido!
- ¿Pero qué le hicieron, Salome?
- Pues le dieron un buen repaso, nena... pero lo que revistió mayor gravedad fueron las costillas hundidas. Estuvieron en un suspiro de no perforarle el pulmón. Pero ya está bien... ahora solo tiene que recuperarse. Por eso te dijo él que no podía venir a la ceremonia, y como excusa te dijo lo de la guardia del fin de semana. Si te hubiera dicho la verdad, la habrías  aplazado, y él no quería eso. No está todavía en condiciones de viajar.
- ¡Dios... Dios... Dios...! ¿Pero por qué no me lo dijisteis?  ¡Habría vuelto al momento para estar con él! ¿Por qué no me llamasteis...? Preguntó sollozando Raquel.
- Nena, en ningún momento perdió David la consciencia, y lo único que nos pedía, casi suplicando, es que no te dijéramos nada. El mes pasado las cosas estuvieron muy chungas por aquí... ya lo sabes... y él no quería que te pusieras a viajar. Incluso muchos vuelos a Israel se suspendieron. No era seguro viajar en esas fechas. Y cuando David estuvo mejor, tampoco quiso que te dijéramos nada, y le dio a Marcos la orden explícita de que lo silenciara. No podías viajar, y el saberlo te habría tenido preocupada y angustiada. ¡Siento haber tenido que ser yo la portadora de la noticia!
- ¿Y Juancho, y Antonio... cómo están?
- ¡Ya están bien, y ahora que ven a David casi recuperado, mucho mejor! Además... ya no estamos en nuestra casa. La tuvimos que dejar a toda pastilla...
- ¿Y eso...?
- Cuando la policía investigó el caso, llegó a la conclusión de que se trataba de grupos fanáticos, bien armados y con recursos. Son miembros de sectas muy peligrosas. A dos de los que les agredieron, les identificaron como pertenecientes a una secta satánica. Son muy peligrosos, y nos aconsejaron que abandonáramos la casa, que posiblemente la tenían localizada. ¿Y sabes dónde estamos ahora? Tu le diste a David la llave de la casa de tus tíos, en el Escorial, pues allí estamos, un poco acojonadillos, también es cierto...
- ¿Pero David... cómo está, a parte de físicamente?
- Parece que no le ha afectado demasiado. Eso sí... ha decidido dejar la medicina y dedicarse por entero a escribir. Dice que si por tan poco que ha hablado, le han dado tanto, que le van a oír de punta a punta del planeta, y que la próxima vez, tendrán muchas más razones todavía.
- ¡Sin duda es de los nuestros! Exclamó riéndose Micael, y quitándole dramatismo al tema.
- ¡Y vosotros decíais que Juancho se mosquea por todo...! Es que si yo estoy allí... soy capaz de atarlo de pies y manos, pero te aseguro que no va a ese estudio de televisión. ¡Es tonto, tonto de capirote! En cuanto me voy de su lado... ¡Toma... se las dan todas!
- Vamos, mi amor, tranquilízate. David ya está bien, y esto posiblemente le ha puesto en su verdadero camino. Lo mejor que puedes hacer ahora es llamarle al nuevo móvil y le dices que Salomé ha llegado bien y que le quieres mucho. Le animas a que venga pronto y que deseamos conocerle, y este disgusto se disolverá.
- ¡Toma, nena... hazlo con el mío, es de mayor alcance! Advirtió Salome.


 Raquel marcó el número del móvil de David, y a los pocos segundos él contestó. Y hablaron, y ella lloró, discutió, volvió a llorar para que al final de un largo cuarto de hora, terminara con esta despedida: ¡Te queremos, David, cuídate, asqueroso capullo, y ven pronto!

- ¿Cómo le has sentido... está bien?
- Sigue siendo el mismo. Al final, siempre tiene él la razón.
- Bueno... bueno... Raquel... olvidemos ya este triste momento y disfrutemos de la llegada de Salomé a Israel. Exclamó Micael animado e intentando aparcar ya  el tema de David.
- ¡Pues sí... porque entre lo de David y el ovni... me han amargado el viaje! Menos mal que las rosas de Jhoan, me han suavizado el aterrizaje...
- ¡Me alegra de que haya sido así...!  Exclamó Jhoan entusiasmado.
- Raquel, David me ha dado para ti un regalito... y Salomé buscó en la bolsa de mano el paquete.
- ¡Toma, ábrelo!  Raquel, nerviosa, lo desembaló. Se trataba del borrador de uno de los libros de David.
- Acaba de editarlo, y lo que se recaude por él será para nuestros compañeros médicos sin fronteras. Ya sabes que era su ilusión. Y te lo ha dedicado a ti.  

Raquel leyó con emoción la dedicatoria de su amigo: “A mi querida y entrañable  amiga del corazón, y a una incansable y fiel compañera de trabajos y fatigas, con todo el amor de su amigo de siempre, de hoy y de eones vista”. EL CAPI.  Y lo fue pasando a todos.

- Raquel, ¿puedo ser yo el primero en leerlo?
- Lo estaba esperando, mi amor, claro que sí. Yo ya lo leí en su día, es uno de mis favoritos.
- “La Rosa y la Espina”, ¿de qué va, Raquel? Preguntó Jhoan.
- Trata de la experiencia de un hombre en la época de Jhasua de Nazaret. Fue alguien que le conoció, y por lo que cuenta en el libro, muy a fondo. Este es uno de los libros, que antes de editarse, ya levantó ampollas en el culo de muchos.
- ¿Y de donde ha sacado esta información? Preguntó intrigado Jhoan.
- Pues no lo se, así que cuando tu te enteres, nos lo cuentas. Este David es una pirámide ambulante. Está lleno de secretos, pero nadie los sabe. Y no es que desconfíe de nosotros, ¡que va! es que él es así. Comentó muy expresivamente Salomé.
- Muchachos, ya son las doce y media y todavía tenemos que pasar por la gestoría. Ya no llegamos a comer a casa. Tendremos que picar algo en el camino.

- Si, Raquel, vamos bastante mal de tiempo. Hay que avisar a mamá para que no nos espere, y que guarde la comida para cenar. Propuso Jhoan.
- ¿Quieres que piquemos algo ahora, Salomé? ¿Tienes hambre?
- No, Micael, gracias, nos han dado de desayunar en el avión, y tal y como llevo las tripas...
- Bien, entonces vamos hacia el coche. Tú Jhoan pasa atrás con Salomé y le vas explicando y enseñando todo lo que veamos desde aquí a Tel-Aviv. ¿Y quien conduce, mi amor, tu o yo...?
- ¡Ya lo hago yo, dame las llaves!


Y se pusieron en camino. Iban más despacio de lo habitual. El recorrido era precioso y merecía la pena disfrutarlo. Llegaron a la gestoría antes de las dos, hora en que cerraban. Estaban allí esperando el gestor, el comprador y otro hijo de éste. Se disculparon por la tardanza y no se tardó nada en cerrar la operación. Estaba todo preparado y en regla. Un talón conformado por parte del comprador, y las escrituras por parte del vendedor. Aquél hombre agradecido, no solo concedió quince días a Raquel para desalojar el chalet, sino que se ofreció desinteresadamente a ayudarle en el traslado de los muebles. El tenía una agencia de transportes y mudanzas.

Terminado aquél asunto fueron directos al banco a ingresar el talón y a añadir las firmas de Micael y de Jhoan en las dos cuentas abiertas allí por Raquel.
Abandonado el banco, se dirigieron a un supermercado cercano a la urbanización, y compraron cosas para picar. Con el día tan espléndido que hacía, comerían en la terraza del chalet y disfrutarían del mar. Y así lo hicieron. A Salomé se le arreglaron las tripas y fue la primera en sentir hambre y empezar a comer de todo un poco.

Durante la comida, Raquel le fue contando a su amiga las causalidades que había tenido con su marido. Ella era conocedora de todos sus sueños y experiencias, y cuando supo que Micael era el chaval que conoció con 9 años en Jerusalén, y quien le regaló el corazón de oro, se le quedaron los ojos como dos huevos de Pascua. Pero tampoco se sorprendió demasiado. Era ella también mujer de muchas experiencias, y tenía su propia historia. Jhoan le propuso ir a dar un buen paseo por la playa, y ella accedió encantada.

 Micael y Raquel quedaron solos en la terraza. Ella sonreía, pero él veía tristeza en los ojos de su mujer.

- ¿Cómo lo estás pasando, mi amor?
- ¡Muy bien...! ¿Y a ti qué te ha parecido Salomé?
- Lo único que te puedo decir es que la siento mucho. ¡Es muy entrañable! pero has hecho trampa con ella, mi amor...
- Yo... ¿cuando...?
- Cuando le has contado todo sobre nuestro encuentro, las causalidades... ha habido muchos detalles que te has dejado en el tintero...
- ¡Hombre, pues claro! Yo con Salomé no tengo secretos, pero no quería decirle de sopetón tu identidad y la de su futuro... Y Micael se echó a reír.
- Mi amor, el que lo sepa, será cuestión de ocho días. Cuando estemos con ellos, lo sabrá todo, y si ha sido citada, es que está preparada para ello.
- Bueno, pero prefiero que lo sepa por ella misma...
- ¡Ya nos vamos pareciendo un poquito más...! Mi amor... ¿por qué estás tan triste? ¿Sigues todavía con David?
- Si, Micael, no puedo evitarlo. Tengo una angustia dentro que...
- ¿Pero por qué...? David, como nosotros, está pringado, como dice el samuraí, hasta el alma. ¿Vas a estar siempre preocupada y angustiada por todos?
- Micael, tu ya no estás solo, yo estoy contigo. Jhoan tampoco lo está, Salomé es suya, lo sé, pero David... es un hombre solitario y muy complicado para compartir su vida con cualquier mujer. Y va a estar muy solo, Micael. Siempre he tenido un presentimiento sobre él que me ha atormentado. He soñado mucho con él, y siempre le veía perseguido y acusado y...
- ¿Y qué mi amor...? Sigue... échalo fuera, descansa en mí...
- ¡No es nada agradable, mi amor, incluso yo quiero quitármelo de la mente y de mi corazón!
- ¡Pero no lo consigues! ¡Compártelo conmigo princesa...!
- A raíz del incendio de la asociación y lo que ocurrió con la serpiente, estuve varios días con pesadillas, incluso llegué a preocupar a los chicos. Todas relacionadas con David, pero cuando me despertaba no me acordaba de casi nada. Pero una noche, otra pesadilla me despertó, y de tal manera, que desperté a todos sobresaltados. Yo como siempre, les dije que no recordaba nada, pero no era así. Era tan horrible...
- ¿Y es ella la que te está angustiando?
- Sí, porque si tan solo hubiese sido una vez, probablemente la habría olvidado, pero es que me volvía siempre, la misma una y otra vez, constantemente, de la misma forma en que me venían aquéllas imágenes tuyas de entonces.
- ¡Cuéntamelo, mi amor, hablándolo seguro que ya no te vuelven más! Porque... ¿has vuelto a soñar conmigo desde que hablamos?
- No, Micael, ya no me han vuelto, porque ahora estoy contigo. Lo de David es distinto...
- Mi amor, probablemente no sea un sueño, sino una revelación, y hasta que no la aceptes y comprendas, seguirá aquí, en tu cabeza.
- ¡Pues si se trata de una revelación… mucho más terrible todavía! Exclamó angustiada Raquel.
- Mi amor, aunque sea lo más horrible... tranquilízate y cuéntaselo a tu maridito...Te sentirás mejor.

El sueño... el sueño empieza en una plaza llena de gente gritando y alzando los puños. Parecen una jauría de animales. No sé lo que gritan, pues lo hacen en un idioma que no conozco. Hay gente vestida al estilo occidental, pero mucha también al estilo árabe. Hay bastante mezcla de razas. También veo gente de color. Hay muchos soldados de negro controlando con ametralladoras. En el centro de la plaza hay una plataforma, como las que ponen cuando hay actuaciones musicales en fiestas, ¿sabes como te digo?
- ¡Sí, mi amor, se cómo son!
- Pues había una gran plataforma, y en el centro otra más pequeña, de madera. Se parecía mucho a un cadalso, solo que en lugar de la soga, había dos cadenas. También en el suelo había otras dos cadenas, sujetas a la madera. Hay varios militares a ambos lados. Yo estoy sobre la plataforma grande, muy cerca de la de madera. Estoy como paralizada. Alguien me tiene sujeta por el brazo izquierdo y me hace mucho daño. Me duele mucho el cuerpo, horriblemente. Le siento herido y húmedo, y en mi frente hay una herida que sangra. Hay un hombre a mi lado, en las mismas condiciones, que me sujeta muy fuerte de la mano derecha y me dice: ¡ánimo, valiente!

A continuación veo que detrás nuestro sacan a golpes a un hombre hasta la plataforma de madera, y es cuando descubro que se trata de David. Le desnudan y veo horrorizada lo que han hecho con él. Todo su cuerpo es una llaga, y sangra por la boca. Quiero ir dónde él, pero el que me sujeta del brazo me retiene y me golpea la cabeza con un revolver. No puedo moverme, y entonces grito, le llamo a él, y se vuelve hacia mí, me sonríe, y como el populacho está gritando en esos momentos, él grita con todas sus fuerzas: “¡Será rápido, os espero para volver a casa, queridos!”. Le hicieron callar con un nuevo golpe, y le colgaron por las muñecas a las cadenas y le sujetaron los tobillos con las que había en el suelo. Y tensaron su cuerpo y... Raquel se encogió y se tapó el rostro, como queriendo borrar aquéllas imágenes que de nuevo veía.
- ¡Mi amor... intenta seguir... sácalo todo!
... y un hombre que salió de entre aquéllos soldados, encapuchado y con dos cuchillos en su mano derecha, fue hacia David y le hizo sendos cortes en las muñecas, en el empeine de los pies y una horizontal en el pecho. La sangre empezó a brotar. Luego le hizo cortes más ligeros por varios sitios y es cuando comenzó la agonía más espantosa. Le fue arrancando toda la piel de su cuerpo, y él... estaba vivo, Micael, estaba todavía vivo... Le oía gritar, pero aquélla jauría humana silenciaba su suplicio. Cuando acabó con aquélla operación, él todavía se movía, y es cuando le clavó el otro puñal en forma de serpiente en la garganta, y le abrió en canal, como si fuera un animal en un matadero. Yo grité y los soldados miraron hacia mí. El que estaba a mi lado me cogió con fuerza de la mano, y algo nos empuja y nos obliga a salir. Y allí terminó la pesadilla... ¡la maldita pesadilla!


Micael había escuchado sin inmutarse aquél sueño de Raquel, pero cuando ésta terminó, se levantó de la silla y se fue hacia una de las esquinas de la terraza y se quedó mirando serio y pensativo hacia el horizonte marino. Raquel fue a él, le miró y observó que su marido lloraba, y calló y esperó. Pasados unos minutos, él se volvió hacia ella, la abrazó muy fuerte y le dijo mirándola profundamente a los ojos:

- ¡Ojala fuese una pesadilla, mi amor, pero es una realidad que pesa mucho!
- ¡Micael, por favor... háblame claro!
- Lo que viste es real, Raquel. Y esto mismo que viste tú, lo ví yo, y seguramente David también. Es un hecho que todavía está por cumplirse. Aquélla plaza pertenece a Hebrón, una de las muchas que hay en Israel, donde tú, yo y David, seremos ejecutados. Dos serán nuestras penas capitales: Por la primera, por impuros, nos someterán a la flagelación, y por la segunda, por blasfemos y en nombre de su dios, seremos sacrificados como lo hacen con sus animales, como chivos expiatorios. Nos arrancarán la piel, dejaran caer al suelo nuestra sangre y la pisotearán, y luego descuartizarán nuestros cuerpos para dar de comer a los perros. ¡Y así la ofensa, quedará saldada! Pero amor… aunque lo hayamos visto en nuestros sueños así, no significa que las formas utilizadas sean las mismas. Puede que sí, puede que no. ÉL nos ha hecho conscientes con antelación de las consecuencias que se derivarán de nuestro compromiso: nuestra muerte física. Así lo elegimos nosotros también. Pero tenemos una mente limitada, cargada y llena de experiencias de esta vida y de otras muchas vidas, con imágenes, conocimientos… y a la hora de hacer consciente a la mente del Inconsciente, ésta utiliza herramientas y contenidos ya conocidos por ella. Es posible que las imágenes que ves en tu sueño correspondan a experiencias y sucesos que has vivido en otras vidas. Pero sea así o no, mi amor, las formas las elige el hombre. Y la ignorancia, unida al miedo, crea horror, dolor y sufrimiento.

Y Raquel se quedó blanca, y sin dejar de mirar a su marido, fue buscando, tanteando con la mano, una silla. Sus piernas estaban sin fuerzas, y un malestar general la invadió. Micael la ayudó a sentarse. El seguía serio, pero firme y tranquilo. El ya sabía de aquél final, había tenido muchos años para hacerse a la idea, para aceptarla y digerirla. Se sentó al lado de Raquel y la abrazó fuertemente por los hombros. Ella parecía exhausta. Había sido un golpe brutal.

- ¿Por qué tiene que ser tan horrible el final... por qué Micael?
- ¡Porque será enorme nuestra culpa, mi amor! El mundo nos condenará por clamar a los cuatro vientos que el dios al que idolatran y sirven es un monstruo, un espejismo, un farsante y un mentiroso. Y el mundo nos condenará porque no soportará saber que al verdadero Dios, al Amor, lo están ultrajando, matando y asesinando. En esa plaza, mi amor, y en otras muchas en todo el mundo, porque no seremos solo nosotros, sino muchos hermanos más, asesinarán al Amor, al verdadero Padre, y a cambio EL entregará su sangre una vez más para aliviarles en su locura, para darles de beber y para que coman de EL. Mi amor, es duro, muy duro, porque por mucho amor que tengamos en nuestro corazón, somos seres humanos y nos rebelamos a morir de esa forma.

¡Yo no me rebelo, Micael, solo que tengo miedo! ¡Y no miedo a morir, sino a sufrir de esa forma! Pero por otra parte, me consuela el saber que estaremos los tres juntos. ¡Siempre es más llevadero apurar la copa amarga entre amigos a los que amas!
 Lo que no entiendo es por qué la tortura de estos cinco años sabiéndolo, y tú muchos más, por lo que veo... ¿Por qué se nos ha revelado con tanto tiempo?
- Se nos ha revelado sin ánimo de torturarnos, mi amor, sino para que tengamos tiempo de aceptarlo, de aprender a amarlo, porque es muy importante nuestra actitud ante esa muerte. Y también porque así tienes la posibilidad de decidir seguir adelante, o de renunciar. Mi amor, no somos muñecos de guiñol, ni las piezas de un ajedrez. ¡Nosotros somos los que movemos las piezas, y decidimos el juego!
- ¿Pero acaso esto es un juego, Micael?
- ¡Sí es un juego, mi amor! Esta humanidad es nuestra, y la amamos, y ésta es la última oportunidad que tiene para dar el salto evolutivo y formar parte de la Gran Familia. En otras épocas ha fracasado, pero ya no hay más oportunidades. El universo tiene su propio ritmo. Nosotros, en este juego, lo apostamos todo, mi amor. Estamos decididos a ganar y a pagar el precio que sea. ¡Cuánto mayor sea el triunfo, mayor será el pago! Desgraciadamente es la ley que impera todavía en esta dimensión. Habrá mucho derramamiento de sangre, de sangre de inocentes conscientes de su entrega, pero será la última. Después ya no habrá más sangre, y la serpiente al no tener su alimento, morirá.
- ¿Por qué es tan importante nuestra actitud ante la muerte, Micael?
- Tú cuando ves a David en aquél cadalso... ¿Te fijas bien en su rostro?

- ¡Sí... sonreía... y su expresión era de paz!
- Mi amor, en circunstancias tan trágicas como esa, debemos ir con una sonrisa, con un gesto de paz en nuestro rostro, y con un amor infinito en nuestro corazón. Debemos ir como quien va a un banquete, como anfitriones, y no como víctimas al sacrificio, porque si vamos así, nuestra sangre será alimento para la serpiente, mientras que si vamos como anfitriones, nuestra sangre purificará la tierra. Por eso es tan importante nuestra actitud. Por eso nuestro espíritu nos lo ha revelado con tanto tiempo, para ejercer nuestra propia libertad de elección, y para preparar nuestro corazón para el momento.
- ¿Tu crees que David ya lo sabe?
- ¡Sí, mi amor, tiene que saberlo, y la respuesta que le dio a la serpiente en el incendio, me lo confirma!
- Quizás sea por eso el que siempre se haya mantenido tan distante de nosotros respecto a sus cosas. Posiblemente él quería mantenernos al margen.
- ¡Seguramente! Si él ha llegado hasta aquí, es porque tomó su decisión, ante la cual sólo él tiene que responder. No quería implicaros a los demás. Pero ya puedes estar tranquila, mi amorcito, porque David no estará solo, y cuando venga aquí y sepa que nosotros dos estamos en el mismo barco que él, se abrirá y conocerás al verdadero amigo.
- Micael... ¿y a Jhoan, y a Salomé... qué les espera?
- Ellos seguirán con el trabajo cuando nosotros marchemos, pero también tienen una cita. Nos seguirán cuando pasen doce años.
- ¿Y también acudirán a esa cita juntos, mi amor?
- ¡A ti es lo único que te importa, verdad, morir, pero juntos!
- ¡Sí... la forma, aunque me acojone, no me importa, pero sí el estar juntos, sobre todo cuando se ama de verdad!
- ¡Mi amorcito... te quiero...! Y Micael la estrujó contra él.
¡Estarán juntos, no te preocupes! ¿Ya estás mejor?
- ¡Sí, ya estoy más tranquila!
- ¿Seguro... no necesitas nada... ni un mimo...?
- Si son tuyos... ¡los quiero todos, mi amor!
- ¡Ven aquí...viciosilla...!
- ¡Y tú un tentador...!
- ¡Siéntate, aquí, sobre mis piernas!
- ¡Que peso mucho!
- ¡No te preocupas por ellas... son del cuerpo... no tienen que ver conmigo!


 Raquel se sentó encima de él y se quedó colgada a su cuello. El le acariciaba la espalda, el cuello, el pelo, y volvió a tararear muy suavemente la canción que le compuso con el corazón un lejano día: “astuto como el águila... cándido como la paloma... sigiloso como la serpiente... el Camaleón se reviste de naturaleza...”

Y Raquel sonrió, y se apretó muy fuerte contra él, y le besó, y de nuevo sus bocas se saciaron con fuego.

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