sábado, 1 de agosto de 2015

En el silencio del desierto: CAPITULO 20.- DIFICIL Y TRANSCENDENTE DECISIÓN


Habían pasado ocho horas desde que se quedaron dormidos. Raquel se incorpora en la cama y ve que está sola. Se pone la bata por encima y baja las escaleras de caracol. El estaba sentado en el sofá, con sus brazos apoyados sobre las piernas y con sus manos tapándose el rostro. No había oído bajar a su mujer.

- ¿Micael, qué ocurre...?  Éste sobresaltado por la inesperada voz, levantó la cabeza.

- ¡No quería despertarte, mi amor!
- ¿Llevas mucho tiempo aquí...? ¡Estás helado, vuelve a la cama!
- Raquel, no puedo dormir, y si voy contigo, no voy a dejarte a ti tampoco.
- Mi amor, ven a la cama ahora mismo.

Y sin esperar respuesta de su marido le cogió de la mano y tiró de él, y ambos subieron las escaleras y fueron a la habitación. Micael estaba totalmente helado. Se metieron en la cama y ella le abrazó y le cubrió, y le frotó con fuerza la piel para que entrara en calor.

- ¿Mi amor, qué te ocurre?
- ¡He estado en un sitio horrible, princesa, me han llevado donde el Arca!
- ¿Seguro que era ése el lugar? Cuando yo fui todo estaba tranquilo y solitario...
- Mi amor, antes de llegar a la gruta del Arca, la cual es desconocida para el resto del mundo, hay otras mucho más grandes, que están allí para protegerla. A todo aquél que llega en su busca, en ellas encuentra la perdición. Allí hay muchas almas penando, miles de espíritus atormentados que vagan en busca de una salida. Yo he estado allí, y era un infierno. Al verme, todos se han echado sobre mí, querían mi luz... ¡me he sentido morir allí!
- ¿Y a quien se le ocurre ir solo...? ¿Por qué no me has esperado a mí y a los demás...?
- ¡Me han llevado, princesa, y sé para qué!
- ¿Para tantear el terreno?
- ¡Precisamente! Ahora ya sabemos con lo que nos vamos a encontrar.
- Con seres que necesitan ayuda, mi amor, solo eso. Con ellos, al igual que con los vivos, hablando nos entenderemos. Cuando vayamos allí y vean que no les huimos, y les contamos el por qué vamos allí y les pedimos su ayuda y colaboración, toda esa fuerza negativa aparente se convertirá en fuerza positiva de trabajo en común. ¡Para ellos será una salida y además una oportunidad de hacer algo por la humanidad!
- ¿Crees que será tan sencillo, princesa?
- ¡Coser y cantar… bueno... no, no creo que sea tan fácil... pero tengo plena confianza! ¿Acaso no es eso lo que haría EL?
- ¡Sí, mi amor... será sin duda como tú dices... pero tenemos que ir preparados, tanto física, emocional como psíquicamente! ¡Y tenemos que empezar ya! Luego hablaré con David. Dadas las circunstancias creo que lo mejor que podrían hacer ahora Jhoan y Salomé es irse los dos a Madrid y volver lo antes posible. ¡Tenemos que prepararnos a conciencia! Mientras, tú, yo y David podemos ir a Egipto. Hay que ir a recoger tu tesoro, Nefertiti...
- ¡Es cierto, mi Akenaton! ¡Tengo una cita contigo tres mil años atrás...! ¡Será divertido y bonito!
- Hermoso te aseguro que sí será... pero no te olvides de la responsabilidad que vas a tener... ¡Que vamos a tener!
- ¡Lo sé, pero no me asusta! Siento a mi corazón preparado, y a mi guerrero deseando ponerse a sus órdenes. ¡Qué...! ¿vas entrando en calor?
- ¡Sí, princesa, estoy entrando en calor... y el volcán se está despertando!
- ¡Pues habrá que retirarse por si acaso!  

Micael, cogiéndola de la cintura, la apretó contra él y la atrapó entre sus brazos.


- ¡El volcán necesita de ti para seguir viviendo!
- ¡Bueno... si no quema mucho...!  

Raquel besó a su marido, y por la boca de ésta salía fuego. Y el volcán entró en erupción. Lava, fuerza, luz, vida, pasión, movimiento, entrega absoluta, vibración y éxtasis final, ¡la gran explosión! Los dos cuerpos quedaron exhaustos sobre las sábanas, pero a los pocos minutos, la energía de sus corazones les fue recorriendo, aportándoles fuerza, dinamismo y vitalidad.

- ¿Y qué hacemos ahora? ¡En la cama es absurdo seguir!
- ¿Y si nos preparamos un buen desayuno y salimos al mar a ver amanecer?
- ¡Estupendo... me parece muy buena idea!
Y luego pasamos a casa, a ver como están éstos...
- Micael, pero lo más seguro es que sigan durmiendo.
- Jhoan, no, estoy seguro. Se levanta siempre antes que yo para trabajar. ¡Así como yo trabajo más en la noche, él lo hace de madrugada! ¡Se inspira mejor!
-  Hoy es domingo, mi amor. ¿No vamos a descansar?
Hoy, aquí, es un día de labor cualquiera. Si no hubiese ocurrido lo de mamá, estos días los habríamos dedicado a disfrutar y a hacer turismo con Salomé y David, pero dadas las circunstancias, los ánimos no están para ello. Por eso creo que lo mejor que puede hacer Jhoan es irse cuanto antes a Madrid. Hablaré con ellos.
- Vale, mi amor.
- Mira, mientras tú recoges la habitación y la ventilas, yo bajo y preparo nuestro primer desayuno en nuestra Serena.
- ¡Muy bien princesa!


Raquel bajó a la cocina y preparó el desayuno. Lo tomaron y se prepararon para ir a la playa. Ella cogió en una bolsa comida, café y pan para llevársela a sus hermanos. Probablemente la despensa de la otra casa estuviera vacía.

Y vieron amanecer. No era el Sol de Casa, pero el que asomaba por el horizonte marino era muy hermoso. Allí estuvieron hasta la siete. Luego se pusieron en camino hacia la casa de Jhoan, abrieron con cuidado la puerta y entraron en el salón. Y allí estaban, Jhoan y David. El primero consultando algunos borradores, y el segundo tomando algunas notas en el ordenador.

- ¡Pero mira quienes vienen por ahí! ¿Qué pasa... que os habéis caído de la cama?
- Si llevamos levantados desde ni se sabe cuando, hemos visto amanecer y todo... Respondió Micael.
- ¿Y Salomé...? Preguntó Raquel.
- ¡Sigue dormida!
- ¿Y vosotros desde cuando estás levantados?
- Desde las seis. Raquel... ¿tienes tú en casa café? Porque aquí no hay nada... y estamos sin desayunar.
- Sí, Jhoan, aquí traigo cosas para comer, entre ellas café. Ahora mismo voy a la cocina y preparo el desayuno.
- ¡Pero qué preciosa eres hermanita...!
- Ah, Jhoan... hemos pensado tu hermano y yo, que hasta que os vayáis, desayunaremos, comeremos y cenaremos juntos en Serena. Son días en que tenemos que estar más juntos que nunca.
- ¡A la orden, hermana, ahora eres tú la jefa!
- Pues mi primera orden es que dejéis de trabajar durante un rato hasta el desayuno. Micael tiene algo que contaros y deciros. Yo me voy a la cocina.


Mientras Raquel preparaba el desayuno, Micael les contó la experiencia en aquéllas grutas. También habló con su hermano de la posibilidad de que adelantaran su marcha a Madrid y volvieran lo antes posible. Ellos tres tenían que ir a Egipto ya, y a su regreso, todos deberían preparar el viaje.

Cuando Salomé se levantó llegaron a un acuerdo. Volverían a España ese mismo martes, en un vuelo directo a Madrid. Ella adelantaría su vuelta al hospital e intentarían acelerar en lo posible, con la ayuda de Marcos, todos los asuntos pendientes. Mientras ellos estuvieran fuera, David se instalaría en Serena, y aprovecharía al límite con Micael respecto al trabajo. Muchos de los borradores de éste se hallaban incompletos en su esencia. David tenía que poner el resto. Estaba visto y comprobado que el trabajo tenían que hacerlo indiscutiblemente en común. Pero surgió un nuevo problema, y esta vez fue provocado por Raquel. Ella había leído varios de esos escritos, y como siempre, no se había enterado de nada.


- Es que muchachos... escribís para listos y para genios. La gente normal no os va a entender.
- ¿Pero tan complicados crees que somos? Preguntó intrigadísimo Micael.
- Desde luego, una cosa es cierta, que cuando habláis normalmente, vuestro vocabulario no es el que expresáis en vuestros escritos.
- Bueno... ¿y qué podríamos hacer al respecto?
- ¡Pues escribir de una forma más sencilla y normal!
- ¿Y por qué no nos ayudas tu en eso...? Preguntó David.
- ¿Cómo...?
- Todo lo que vayamos escribiendo nosotros, tu lo traduces a un lenguaje más asequible.
- ¡Eso si yo lo entiendo, claro está!
- ¡Nosotros te lo iríamos explicando, al menos hasta que nos acostumbremos a utilizar un lenguaje más normal, pero para ello tendrías que ir a nuestro ritmo!
- ¡Aceleramiento constante! ¿No?
- ¡Mas o menos, mi amor!
- De acuerdo, y ¿cuando empezamos?
- ¡Ya!
- En ese caso habrá que instalar el tercer ordenador, y está en Serena. Hay que ir a buscarlo.
- Mi amor, hasta el martes, que es cuando traerán las mesas, nos podemos valer con estos dos. Ahora, mientras uno de nosotros, yo, actualizo los borradores, David va trabajando en un ordenador, y tú puedes coger el de Jhoan. Ellos se van pasado mañana, y no va a ponerse a trabajar para lo que queda.
- Bien, pero antes tengo que preparar algo de comida.
- ¡De eso no te preocupes, nena, que ya lo hago yo! Contestó Salomé saliendo del baño… Y cuando terminemos de desayunar, me voy con Jhoan a hacer algunas compras, porque no hay de casi nada. ¿Queréis que os traigamos algo?
- ¡Café... mucho café...! Suplicó David.
- No te preocupes, nene... que te saldrá por las orejas... ¡Ah, Raquel, anoche estuvimos ordenando la habitación de Sara recogiendo todos sus vestidos y pertenencias...! Los trajes los hemos embalado bien para entregarlos en algún centro de beneficencia. Entre sus pertenencias estaba esta estrella de David con su cadena, este collar de perlas y estos pendientes de amatista. Jhoan quiere que la estrella sea para ti, Micael, pero tú, Raquel, de estas dos cosas, ¿cuales quieres tú?
- ¡Quédatelas tú, Salomé¡ Yo las guardaría como un tesoro, pero no las llevaría puestas. ¡No son de mi estilo! Tú las disfrutarás más que yo.
- ¿Y no vas a quedarte nada de ella?
- ¡Ya tengo algo maravilloso y lleno de vida, a su hijo, y a nuestro precioso jardín que fue hecho con sus manos!
- ¡Jhoan, hermanito, quiero que la estrella la lleves tú! Siempre te ha gustado ese colgante de mamá.
- ¡Gracias, hermano!
- Jhoab... ¿y qué vas a hacer ahora con la habitación de nuestros padres?
- ¡La convertiremos en la nuestra, qué mejor sitio que ese...!
- Me parece una excelente idea, samurai. ¿Y qué hacemos con los jardines? No quisiera que llegaran a perderse. ¡Podríamos contratar a un jardinero!
- ¡Estando yo... para qué...!
- Mi amor, tienes que pensar que no siempre andaremos por aquí, ya que nos moveremos mucho, habrá que viajar, y los jardines no pueden quedarse sin el cuidado de un experto.
- No había pensado en ello, es cierto, pero el hijo de Saúl y Noemí... ¿no es jardinero? Al menos, según su madre, él cuida su propio jardín. Podríamos hablar con él.
- Bien, de acuerdo. ¡De eso encárgate tú, Raquel! Respondió Micael.
- Hermanos, anoche, Salomé y yo decidimos que en cuanto regresemos de Madrid nos casaremos. Mañana iremos al Juzgado y pediremos hora y día para dentro de veinte días más o menos. Queremos casarnos aquí, en Jerusalén. Y Salomé quiere que tú, David, seas su padrino, y yo, que mi madrina, seas tú, Raquel. ¿Aceptáis?
- ¡Encantado de la vida! Exclamó David.
- ¡Y para mí será un privilegio, Jhoan! Contestó emocionada Raquel.
- ¿Desearás hacer una ceremonia religiosa, hermano? Te lo pregunto porque ese tipo de cosas hay que prepararlas con antelación, por si tenemos que hacer algo...
- No, Micael, ya sabes que no soy hombre de tradiciones. Lo habría hecho por mamá, pero al no estar ella, ya no importa. ¡Pero eso sí... lo celebraremos por todo lo alto! Bueno y... ahora os dejamos... que vosotros tenéis que trabajar y nosotros hacer compras. Traeremos algo hecho para comer, Raquel, despreocúpate. ¡Hasta pronto, hermanitos!


 La pareja desapareció con dirección al coche. Los tres quedaron allí, en la mesa del salón, y se entregaron de lleno al trabajo. Raquel comenzó a leer algunos de los borradores de Micael y ojeó por encima dos de los cuatro libros que había traído David. ¡Y se armó de valor! Tenía una ardua tarea con aquellos dos titanes. Los observaba a los dos y se emocionaba. Allí estaban, codo con codo, entregados en cuerpo y alma, intentando hacer asequible todo el conocimiento que llevaban consigo. Los dos hombres a los que más había amado estaban allí juntos, casi fundidos en un mismo corazón, en una misma voluntad y empeño. Y unas lagrimillas asomaron por sus mejillas.

Pero de repente se vio sorprendida por ellos. Los dos a la vez levantaron el rostro hacia ella y la pillaron. Le sonrieron, le lanzaron un beso y siguieron con su trabajo. No habrían pasado dos horas, que el timbre de la puerta sonó. Raquel fue a abrir. Era la pequeña Sarita, la nieta de Saúl y Noemí. Iba con su bicicleta y con un paquete en la mano derecha.


- ¡Sarita, preciosa, qué sorpresa... pasa... pasa...!
- No quiero molestar... yo solo venía a...
- ¡Tú no molestas pequeña, y me alegro mucho de que hayas venido a vernos... ven pasa con la bici hasta el salón, los chicos están allí! Y la pequeña siguió a Raquel empujando su bici.

- ¿Qué hay, Sarita... cómo te va esa vida? ¡Muchas gracias por tu regalo, nos gustó mucho! Exclamó sonriente Micael.
- ¡Y a mí también me gustó mucho la rosa!
- ¿Quieres algún refresco? Tengo de varias clases en la nevera...
- ¡No, gracias, Raquel, es que mi mamá me espera para comer enseguida! He venido a deciros que siento mucho la muerte de Sara, y también... para daros un mensaje...
- ¡Pues tú dirás, Sarita...! Exclamó Micael invitando a David a que dejara por unos instantes la faena.
- Pues es que... Y ante la indecisión de la pequeña, Micael, inclinándose para estar a su altura, le acarició el pelo y sonriéndole le dijo:
- Sarita, sea lo que sea... ¡dinoslo, te creemos!  Y la pequeña cogió confianza y habló.

- Es que algunas noches, cuando llevo un rato en la cama después que mamá viene a arroparme, viene a verme a través de la pared un amigo mío. Al principio le tenía mucho miedo, porque era muy alto y vestía de negro, y su piel... era también muy oscura, y sus ojos... sus ojos eran raros y feos, se parecían a las piedras negras del río. Pero él venía con flores, de las que a amí me gustan, y me decía que aunque le tenía miedo, él me quería mucho y que nunca me haría daño. Y al final pues nos hicimos amigos... ¡Pero por favor... que no se enteren de esto mis papás, porque no me creerían y se enfadarían mucho conmigo!
- ¡Será un secreto entre nosotros, pequeña, no te preocupes!
- El regalo que os hice y que os llevó mi abuela, me lo indicó él. El me dio las piedras y yo puse las semillas, pero porque él me lo dijo también. Y es que anoche apareció en mi habitación. Yo le ví muy triste, y por primera vez quise darle un beso, pero él me dijo que no, que no podía, ya que no tenía un cuerpo como el mío, que el suyo estaba en el interior de una piedra muy grande. No se le notaba mucho en la cara, porque tiene un rostro muy raro, pero le sentía como a mamá cuando tiene algún problema. Me dijo que me necesitaba, que tenía que dar un mensaje a unos hermanos suyos, y sois vosotros. ¿De verdad sois vosotros sus hermanos?
- ¡Sí, Sarita, claro!
- ¿Y por qué si vosotros sois tan guapos... él es tan feo?
- Sarita, el es muy bello por dentro, por eso le quieres... ¿no es así...?
- ¿Y tiene problemas, verdad?
- ¡Sí... pero no te apures que aquí estamos nosotros y le ayudaremos!
- ¿Puedo ayudarle yo también?
- ¡Ya lo estás haciendo, pequeña hermana... y muy bien! Bueno... ¿Y cúal es ese mensaje?
- Pues mira, Micael, el no quiso decirme nada, porque me dijo que era algo muy triste y que yo no lo entendería, así que lo que me dio fue esta piedra con estos dibujos. La he envuelto en este papel para que no me la viera nadie.

Y Sarita sacó de su bolsillo aquélla piedra negra. Era totalmente plana, casi circular. En su superficie había grabados en blanco unos símbolos, muy parecidos a la escritura egipcia. Era el lenguaje de Casa. Micael la cogió entre sus manos y la guardó en su bolsillo.
- ¡Gracias, Sarita, por tu ayuda, y cuando veas de nuevo a tu amigo y nuestro hermano, dile que acudiremos pronto!
- ¡Bueno, pues ahora me voy...!
- Sarita, dile a tu papá, que esta tarde pasaré a hablar con él. Es sobre nuestros jardines. Nos gustaría que él se hiciera cargo de ellos.
- ¡Vale, se lo diré! ¡Shalom!  

Raquel la acompañó de nuevo hasta la puerta. Micael volvió a sacar la piedra de su bolsillo y la colocó sobre la mesa. Y los tres quedaron miràndola. Ellos dos sabían el significado de su lenguaje, Raquel no.
- Mi amor, este es un lenguaje que cuando recojas tu disco solar de manos de Akenaton, lo sabrás, mejor dicho, lo recordarás. ¡No son buenas noticias!
- Hermano, parece que el tiempo corre y nó a nuestro favor, precisamente. ¡Todo se está acelerando! Exclamó preocupado David.
- Micael, ¿qué dice esa piedra?
- Es una llamada desesperada de nuestro Hermano. La Piedra Esmeralda ya no tiene vida, y sus hijjos se están muriendo. Muchos se han apagado definitivamente. Nos pide que vayamos enseguida, pero no podemos hacerlo todavía. ¡Si lo hiciéramos ahora, no conseguiríamos nada! ¡Necesitamos la energía, la esencia de vida que hay en el Arca!
- ¿Y no pueden esperar a entonces?
- ¡Nó....! Exclamó Micael derrumbado.
- Pero chicos... ¿qué es lo que pasa...? ¿Somos nosotros los que vamos retrasados o es que hay algo que se les ha escapado a los demás Hermanos?
- ¡Mi amor, ninguna de las dos cosas! ¿No te acuerdas de la serpiente?
- ¡Cómo no me voy a acordar, y también David! ¡Tenemos un bonito recuerdo de ella!
- ¡Pues ella es el símbolo de un ser muy poderoso, cuyo poder se lo proporcionan millones de almas, de seres humanos, de personalidades que, en definitiva, son distintos aspectos de él! Es a la que comunmente se le llama la Bestia. El origen de esa energía fue la esencia de Luzbel y de otros tantos hermanos nuestros que en un momento determinado erraron con graves consecuencias, y por propia voluntad se desterraron a esta dimensión. No pudieron subsanar el error, y en vez de afrontar su responsabilidad de cara al resto del Universo, se escondieron de su Luz en las profundidades de este planeta y de otros de las mismas características que éste, y que están en nuestra Galaxia. Con el tiempo se fueron debilitando, su esencia impregnó esta tierra, y como planeta de tercera dimensión, todavía no evolucionado, en vez de enriquecerla y llenarla de vida, la llevaron al caos. Y ahí comienza el origen de la Bestia. Nuestros hermanos quedaron atrapados en el interior, muriéndose lentamente, y ella haciéndose cada vez más fuerte. Lo que hay atrapado en la Esmeralda es el corazón de Luzbel, y solo la energía del Padre, de nuestro Padre, que nos entregó en aquél Arca para él, podrá devolverle la vida. Con ella, nuestro Hermano,y con nuestra ayuda, se redimiría entregándose en el mismo altar que nosotros. Y solo entonces abriría los ojos de sus hijos a la Luz del Padre.
- ¿Dices que subiría con nosotros al altar de la ofrenda... cómo...?
- ¡En el mismo momento en que tú y yo atravesáramos la Esmeralda, su ser y su corazón se fundiría con el nuestro!
- ¿Pero si no podemos ir ahora... qué hacemos? ¡Hay que ganar tiempo como sea! ¡Lo único que se me ocurre es... Pero no se...
- ¡Dinos, Raquel... qué se te ocurre!
- Yo en el sueño, en una de las dos ocasiones que tengo contacto con la Piedra, pongo mi mano y se ilumina toda ella, y los ojos de Luzbel recobraron vida. Claro que solo duró unos minutos. Pero... ¿y si se encargan de ello, mientras nosotros podamos ir, nuestros hijos?
- Pero Raquel... ¿sabes lo que sifgnificaría?
- ¡Pues sí, un poco más de tiempo para ellos! ¿O es que se trata de algo imposible de hacer?
- ¡Imposible, no, mi amor! Si nosotros les pedimos a nuestros hijos que vayan allí, lo harán, pero les enviaríamos a una muerte segura. Esos seres necesitan alimentarse de Luz para poder seguir viviendo, y nuestros hijos serían su alimento. Y ellos han sido creados por el Amor, por nuestro amor, para heredar una tierra nueva y purificada, no para morir.
- ¡Han sido creados por el Amor, pero para el AMOR, y el Amor necesita ahora de ellos. Si pudiera hacerlo yo lo haría!
- ¡Y nosotros también, Raquel! Contestó serio David. ¡Pero se corre un riesgo muy grande, y que puede tener muy graves repercusiones! Si se le dá vida temporalmente a esa Piedra hasta que vosotros vayáis, y con una energía que no es la adecuada, se les alimentará, si, se les mantendrá con vida hasta que vayamos a entregarles la Luz que necesitan, pero también alimentaríamos a seres como ellos pero que no tienen la intención de trabajar para la Luz. Se les daría vida a seres muy poderosos que alimentarían peligrosamente a la serpiente. Estos seres han ido siempre detrás de la esmeralda, pero buscan su poder y su fuerza para la destrucción. Así como nuestro hermano Luzbel y otros muchos han vuelto su corazón hacia el Padre y quieren trabajar con nosotros, los hay que prefieren ver a esta Humanidad destruída antes que verla liberada y ganada para la Gran Familia del Universo. Y muchos de esos seres a los que les daríamos vida, serán los que nos la arrebaten a nosotros tres, y después a todos los demás hermanos. ¡Daríamos vida a nuestros verdugos!
- ¡Pero a eso hemos venido, chicos... a dar nuestra vida! ¿Qué es entonces lo que os preocupa? Porque si no lo hacemos... no habrá verdugos, pero tampoco tendremos a nuestro Hermano y a todos sus hijos, que son nuestros hermanos también, y que están en las profundidades. Ellos morirán.
- Mi amor, se supone, que cuando fuéramos, tendríamos la plena consciencia y el poder para llevarlo a cabo. Ahora no somos mas que tres seres humanos, dispuestos a todo, pero con muchas limitaciones. Si tomamos ahora una decisión, sería a ciegas, y que podría llevar al traste todo el trabajo.
- ¿Y para qué tenemos un corazón? Micael... me acuerdo de tus propias palabras: “A veces servimos a la Serpiente sin darnos cuenta de ello, porque nos creemos los artífices de todo, cuando somos simples y sencillos instrumentos del Amor. Nuestro corazón nunca se equivoca, porque lo sabe todo, y EL es el que lo hace todo. Nosotros tan solo tenemos que entregarnos a El y hacer su voluntad”. ¿Te acuerdas de esas palabras, Micael? ¿Qué es lo que os está diciendo vuestro corazón ahora? ¿No os acordáis de la mirada del Padre cuando nos besó en la playa? ¿Qué os estan diciendo sus ojos en estos momentos?


 Micael y David, guardaron silencio, y al cabo de unos segundos rompieron a llorar. Raquel se sentó en el sofá del salón y esperó su respuesta en silencio. Al cabo de unos minutos, Micael fue hacia ella, se arrodilló y apoyó su cabeza sobre sus rodillas y se quedó abrazado a sus piernas. Y siguió el silencio.

David salió al jardín y se tumbó sobre el cesped. Aquélla decisión era muy difìcil. Eran los corazones de tres dioses, pero a fín de cuentas, en el cuerpo de tres seres humanos. Raquel tenía una agustia terrible en su corazón, por ello comprendía el estado emocional de ellos dos. Sintió a su marido temblar y sudar como aquélla noche hace dos mil años, solo que entonces era solo su vida la que estaba en juego, y ahora eran miles. Raquel quería ayudarle, pero no sabía cómo, hasta que un sentimmiento subió de su corazón y le salió por su boca:

- ¡Micael, confía en el Amor como lo hiciste entonces!
- ¡Lo haremos, princesa... lo haremos! ¡Estamos realmente locos, mi amor, locos de remate! ¿Estás decidida a dar ese paso?
- ¡Yo sí, y sin ninguna duda, es lo que mi corazón quiere hacer!
- ¡Y el mío, mi amor, ahora más que nunca, estamos en sus manos!
- ¿Y si estamos decididos... qué hay que hacer?
- Esperar primero la respuesta de David. Si cuando lo haga, nos dice que está dispuesto, automáticamente, ellos irán hacia allí.

Esperaron un buen rato. Mientras, Raquel fue a la nevera y sacó unos refrescos. Hacía mucho calor, y la tensión vivida en los últimos momentos, les había dejado la garganta y bocas totalmente secas. David entró en el salón, se sentó en la mesa, abrió una lata de coca cola y antes de comenzar a beberla exlamó:

- ¡Estoy de acuerdo con Raquel, y si tu, hermano también lo estás, adelante... y que el Cielo nos ampare!


Juntaron sus manos y sus corazones y aquél mensaje de amor salió hacia la Piedra Verde Esmeralda.


- ¿A dónde has ido con la caja de Sarita? Preguntó intrigado Micael.
- He ido a plantarlas al huerto, en el rincón más oscuro. Les he pedido a ellos, mentalmente, que cuando lleguen a la Piedra y ésta se ilumine, que hagan germinar estas semillas.
- ¿Acuse de recibo, eh...? ¿Acaso lo dudas?
- ¡No, claro que no... pero como a Jhoan... me gusta jugar un poco, es muy divertido! Me voy a tomar otra coca cola, estoy deshidratada. ¿Queréis repetir vosotros también?
- ¡Sí, traenos una! De repente me ha entrado un hambre...Exclamó David sujetándose el estómago.
- ¡La angustia, hermano...! A mí también me ha asustado el estómago! Replicó sonriendo Micael.
- ¿Qué hora es princesa?
- ¡Son las dos y media!
- ¡No creo que éstos dos tarden mucho! ¡Dejaré el ordenador para luego! Comentó Micael cerrándolo.


Se pusieron a ojear los borradores pendientes y Raquel fue poniendo la mesa. Sin darse cuenta había colocado un cubierto de más. Por unos instantes se había olvidado de que Sara ya no estaba. Cogió el plato sobrante y se lo llevó al corazón, y lo acarició. Levantó sus ojos hacia Micael, y éste la miraba con infinita ternura. Había observado la escena.

De repente, Raquel sintió cómo su corazón brincaba en su interior, e instintivamente se llevó la mano hacia el pecho. Aquél gesto volvió a atraer la atención de su marido, y al verla ir a toda velocidad hacia el jardín, éste la siguió. Lo que vieron les hizo llorar de alegría y de esperanza, y llamaron a David. Aquéllas semillas habían germinado, y flores de un color negro aterciopelado salpicadas por diminutas manchas blancas y amarillas adornaban sus pétalos. Eran flores muy parecidas a las rosas.


- ¡Mira, mi amor... el blanco de la vida, y el amarillo de la Luz! ¡Nuestros hermanos pueden seguir viviendo! ¡La entrega de nuestros hijos,  no será en vano!
- Mi amor... dime... ¿cúantos han ido?
- ¡Todos ellos mi amor, todos menos uno, el que ya está encarnado!
- ¿Pero sabes cúantos son?
- ¿Tu eres su madre... y no sabes cúantos hijos has tenido? Preguntó riéndose Micael.
- ¡Pues no lo sé... la verdad es que no estoy muy acostumbrada a parir hijos espirituales!
- ¡Mi amorcito... hemos tenido 18 hijos!
- ¡Joder, tíos... no habéis desaprovechado el tiempo, no...! Exclamó David riendose.
- ¿Hermano, que te parece si mientras estos dos estàn en Madrid, nosotros vamos a Egipto?
- ¡Cuando quieras, Micael, la verdad es que el tiempo nos apremia! ¿Pero a parte de apoyaros... qué puedo hacer yo allí?
- ¡Mucho, hermano, porque además del asunto pendiente que tiene Raquel allí, tenemos que entrar en el templo de la Esfinge. Nos espera una información codificada que hay que traer aquí para descifrarla, y tu eres una pieza clave. Raquel así lo vió en la revelación!
- ¿Entrar en la Esfinge... eh...? ¿Y tienes idea de cómo hacerlo, hermano?
- Mantralizando y proyectándonos astralmente hacia su interior. ¡Esa puerta sólo es visible en el astral!
- Algo importante para tener en cuenta?
- Pues que no nos resultará nada fácil, David. Habrá mucha oposición dentro. Pero para entonces Raquel será una fuerte aliada. Ella será poseedora del disco solar, que en realidad es la llave para acceder a todo ese conocimiento. Yo seré el que lo habra con la llave, y tú el que lo reciba y descodifique. ¡Toda una labor de equipo!
- ¿Y para cúando habías pensado ir?
- Mi hermano y Salomé se van el martes. Nosotros podemos partir el miércoles a la mañana. Llegaremos al Cairo en el día.
- ¿Entonces iremos en avión, no...?
- Sí, es mucho más seguro.
- Solo tenemos dos días para prepararnos. ¡Hay que ir bien descansados! - - ¡Mirad... ya vienen estos dos tortolitos...!


En aquél momento Salomé entraba en el salón cargada de bolsas. David fue hacia su encuentro y la ayudó a llevarlas a la cocina. Luego entró Jhoan con un paquete bastante grande sobre sus brazos. Le pidió ayuda a su hermano, pues todavía quemaba. Era la comida. Un cordero asado con patatas que habían encargado en un conocido restaurante de Haifa.

- ¡Pues si todavía está caliente, podemos comer ya!
- Cuando queráis. Ya nos cambiaremos de ropa más tarde. Hemos cogido ya los billetes de avión en una agencia de viajes. Salimos el martes a las 14 horas de Ben Guriom hacia Barcelona. Hemos hablado también con Antonio, y ha quedado en que nos irá a buscar en el coche.
- ¿Desde Madrid?
- Eso mismo le he dicho yo, que podríamos coger perfectamente un autobús, pero se ha empeñado, y ya sabes lo cabezota que es. Comentó Salomé.
- Pues nosotros nos iremos el miercoles a el Cairo. Ya os comentaremos después de comer. Se han acelerado los acontecimientos.
- En ese caso os aconsejamos que esta misma tarde vayáis a por los billetes de avión, si es que vais a ir en él. Hay muy pocos vuelos últimamente y están muy solicitados. Si queréis llamo ahora a la agencia y que os los reserven hasta la tarde.
- ¡ Casi mejor, Salomé, que nos reserven tres billetes de ida!
- Ahora mismo. Mientras hago la llamada, nena, tu ve sirviendo el cordero que se va a enfríar...


Raquel se puso a servir en los platos mientras David y Micael se encargaban de las bebidas. Cuando lo hizo, fue al jardín y arrancó una de las flores negras y la puso sobre la mesa presidiendo el centro de la misma.

Salomé llamó a Micael gritando desde la cocina, y éste acudió enseguida. Y los dos se quedaron hablando con la agencia por teléfono. Mientras, los demás, se iban colocando en sus respectivas sillas. Micael y Salomé acudieron al salón, y éste, mientras se sentaba, comentó:

- Chicos, nuestro viaje se ha adelantado. Tan solo hay un vuelo esta semana al Cairo, y sale mañana lunes a las cinco de la tarde de Tell-Aviv. Ya he reservado nuestros billetes, pero hay que ir a recogerlo a la tarde.
- ¡Joder... ahora hay que echar a correr! Exclamó David.
- Hermano... ¿pero no salían antes estos vuelos desde Eliat?
- Sí, Samurai, pero como está en el sur, y es allí donde está el verdadero problema con la seguridad, ahora todos los vuelos salen del norte.
- Chicos, pues ya podemos darnos prisa. ¡Hay que ir a recoger los billetes y luego a preparar las maletas!


Comieron sin demora, y mientras tomaban los cafés y las infusiones Micael les fue contando a sus hermanos las últimas novedades y el por qué de aquél viaje a Egipto tan repentino. Salomé y Jhoan se quedaron algo preocupados por la decisión que habían tomado respecto a la Piedra Esmeralda.

- ¡Hermanos, ya está hecho!
- Jhoan, si no os hemos esperado a vosotros es porque teníamos que actuar rápidamente.

- Micael... esta es una decisión que os corresponde tan solo a vosotros dos, a Raquel y a ti, que sois los que os vais a pringar, o mejor dicho, ya lo habéis hecho. Nuestras opiniones no son mas que eso, opiniones. ¡Cada cual tenemos nuestras responsabilidades!
- ¡Tienes razón, Samurai, pero me gustaría saber cúal es vuestro sentir al respecto!
- ¿No nos quedaba otra alternativa, verdad...? ¡Yo habría hecho lo que vosotros, y sin ninguna duda!
- ¿Y tú,Salome?
- ¡Me habéis evitado una úlcera de estómago, pero creo, no, estoy totalmente segura,  de que habría tomado la misma decisión que vosotros!
- Dime, Micael, ¿cúando pensáis regresar de el Cairo?
- En cuanto terminemos, lo antes posible. Tenemos que preparar el viaje al Sinaí. Hay una cita pendiente con el Arca. Y a ella tenemos que ir todos.
- Nosotros también intentaremos acortar nuestra estancia en Madrid.
- Habéis terminado todos con vuestras bebidas?
- ¡Sí, Raquel!
- Pues entonces se levanta la sesión. Hay que recoger enseguida para marcharnos.

Pasaron la tarde en Haifa. Recogida de billetes y últimas compras. La estancia en el Cairo iba a ser en pleno desierto, y estaban desprovistos del material adecuado, como por ejemplo, de una buena tienda de campaña, aunque no era muy seguro que la llevaran. Se les hizo tarde, asi que en vez de volver a casa a cenar, se quedaron en un restaurante jordano de la ciudad y probaron sus deliciosos y variados platos típicos.

De vuelta a casa hablaron con el hijo de Saúl sobre el cuidado de los jardines. El no era jardinero, pero le gustaban mucho las flores y era un artista. Le ofrecieron una retribución por su trabajo y éste aceptó gustoso, y ya le entregaron las llaves de acceso a los dos sitios.
Ya en casa, Micael, David y Raquel comenzaron a preparar el escaso equipaje que iban a llevarse. No querían dejarlo para el día siguiente. En total una mochila entera para la tienda de campaña y una por cada uno de ellos con lo imprescindible de ropa y utensilios. Dejaron todo preparado en el salón, y como ya era tarde, Micael y Raquel se retiraron a Serena. Cuando iban hacia allí, Raquel se apoyó en el brazo de su marido y suspiró:

- ¿Qué, mi amor, estás cansada?
- Me pasa de todo. Tengo sueño, estoy cansada, pero sobre todo he tenido y tengo un dolor muy fuerte de todo el cuerpo. Me he tomado antes en la cafetería un calmante, pero no me ha hecho nada. Podía haber pasado una tarde maravillosa, pero no ha sido así...
- ¡Yo estoy igual que tu...!
- ¡Pues no lo aparentas...!
- ¡Porque he aceptado el dolor, y me he entregado a él... no me rebelo, como haces tu, mi amorcito! Contestó sonriendo a su mujer.
- ¡Pues hombre... me rebelo porque es incómodo, y sufrir gratuitamente no me enloquece, la verdad!
- Nunca se sufre gratuitamente, mi amor. El dolor tiene su propio lenguaje, como el amor, y si afinas un poco, es el mismo.
- ¿Pero por qué estamos ahora tu y yo así...?
- ¿Quieres que te conteste a tu pregunta, o prefieres que te hable primero del dolor?
- ¡Las dos cosas... pero empieza primero con el por qué!

- Cuando esta tarde hemos estado decidiendo qué hacer con el tema de la Piedra Verde Esmeralda, lo hemos empezado a sentir en nuestros cuerpos. En esos momentos de tensión, y sobre todo cuando nuestro ser, nuestro corazón se abren a las circunstancias y se entregan por completo, todos nuestros puntos energéticos se aceleran y se activan potencialmente. Con ello generamos una mayor capacidad de decisión y determinación, pero también nos hemos abierto del todo al exterior, y todo lo que nos rodea, nos invade. Si es armonía, paz y plenitud lo que nos rodea, nos redimensionamos, pero si hay desequilibrio, terror, angustia y dolor, todo ello viene a nosotros también y se manifiesta en nuestro organismo como dolor. Esto solo les pasa a las personas perceptivas y sensibles. Esa gran ola de energía negativa sobrecarga e irrita todas nuestras terminaciones nerviosas, que son las que nos provocan la sensación de dolor.
- ¿Y nohay nada con lo que podamos contrarestrarlo?
- ¡Sí, claro, la misma vibración que salió de ti aquélla noche para hacer el pan y el vino, pero dándole la orden adecuada. En este caso el de neutralizar todo el dolor. ¡Tu ya la conoces... si lo deseas... úsala!
- Bueno... prefiero esperar a que tú me hables sobre el dolor.
- ¿Por qué... no te duele tanto...? Preguntó ironicamente Micael.
- ¡Si tu no lo has hecho... es por algún motivo, y quiero conocerlo!
- ¡De acuerdo, mi amor, te lo diré, pero cuando lleguemos a casa! ¿Puedes aguantar hasta entonces?
- ¡Cosas peores he soportado...!


Atravesaron el pueblo, y por fín abrían la puerta de su Serena. Lo primero que hicieron fue descalzarse, quitarse la ropa sudada, darse una buena ducha y ponerse cómodos. Abrieron el ventanal del salón, el que daba al mar, y cerraron la luz para evitar la entrada de mosquitos. La luz de luna iluminaba suficientemente. Raquel dejó sobre la mesa las dos tazas de café caliente, y lo tomaron lentamente, saboreándolo mientras oían la suave sinfonía de las olas.


- ¿Cómo estás ahora, Raquel?
- Muy bien... llevo ya un rato que no noto nada. Me he recuperado totalmente. ¿Y tú...?
- ¡Yo también!
- ¿Y por qué de repente ha desaparecido?
- Porque yo le he dado la orden, tanto para ti como para mí, de que desapareciera.
- ¿Pero por qué, Micael... podría haber esperado a que tú me hablaras del tema y así decidir?
- Ya lo harás en otro momento, mi amor. Si lo he hecho ha sido por una causa muy justificada. Con él, no habríamos dormido nada bien, y tenemos que descansar para estar en óptimas condiciones para el viaje.
- ¿Y si no hubiera sido por eso... no lo habrías rechazado?
- ¡No, mi amor, no puedo rechazar a aquello que amo!
- Ya sabes Micael, que en psicología, lo que acabas de decir tiene un nombre...
- ¡Sí, claro, es un derivado de la esquizofrenia, y en psiquiatría y en neurología también... para todas esas ciencias yo sería un enfermo! ¿Lo estoy,mi amor?
- ¡No, claro que no!. Loco... ¡mira, sí... un poquito sí que estás...!
- ¿Solo un poco?
- ¡Del todo, mi amor... estamos del todo! Dime, ¿qué es para ti el dolor?
-  El dolor tiene tres rostros, y por lo tanto, tres formas distintas de sentirlo: como causa natural; todos tenemos un cuerpo físico, muy complejo y complicado. En este caso, el dolor es nuestro mejor aliado, pues a través de él detectamos las anomalías de nuestro organismo. Hace saltar la alarma.

El dolor como maestro; a lo largo de nuestra vida, en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la rutina y el aletargamiento. Nos volvemos apáticos, y en vez de sentir la vida en nuestro interior y crecer, la vivimos como vegetales. Comemos para vivir, trabajamos para vivir, mejor diría yo, para sobrevivir, y crecemos al sol. Para eso ya están los vegetales. Pero nuestro ser, nuestro corazón, piden experimentar, crecer, pero a lo alto, a lo ancho y a lo largo, expandiéndonos, viviendo la vida con pasión, y muchas veces tienen que recurrir a las experiencias dolorosas para hacernos vibrar de pies a cabeza, para despertarnos de ese espejismo que nos avoca a la autodestrucción.

El dolor es un amigo; es cuando viene a ti suplicándote comprensión y aceptación. Es como un niño pequeño, creado por el Amor y para al Amor, pero ha sido considerado feo, monstruoso, indeseable, caprichoso y sádico. ¿Quien se acercaría a un niño así para abrazarle y amarle? ¡Nadie! Tan solo aquéllos que conocen el rostro del Padre, la cara del Amor. Cuando tu vas hacia ese niño y le abres tus brazos y tu corazón, el vendrá a ti, pero primero descargará sobre ti toda su rabia, su dolor, su impotencia, todo el rechazo sufrido. Quizás te deje herido o malherido por sus pataletas y golpes de furia, pero cuando por fin se siente amado a pesar de lo que ha provocado, ese dolor se transforma en amor, pero del más sublime, del más consciente, del más poderoso.
- ¿Y tu eres uno de los que tiende sus brazos hacia él...?
- Sí, mi amor, siempre lo he hecho. Y no porque nuestro trabajo a realizar lo requiera, para nada... ¡es una opción libre y personal!
- ¿Y qué se consigue con ello...?
- Ese amor incomprendido, ese dolor rechazado, con el tiempo se ha convertido en un monstruo. El niño pequeño incomprendido ha ido creciendo a lo largo del tiempo con la humanidad, y ahora es un gigante monstruoso, cuyo peso asfixia y machaca a este planeta. Sigue siendo el mismo niño, pero más destructivo. Y yo, y muchos que han sentido y sienten como yo, lo han llamado para amarlo, para sufrirlo y experimentarlo. Solo así ese gran gigante, al sentirse amado, va curando su herida, y su esencia va cambiando, se va transmutando.
- Micael, pero es tan difícil amar aquello que te hace sufrir...
- ¡El dolor no te hace sufrir Raquel, es tu rechazo a él! Dime, mi amor... cuando tú vienes hacia mí en el Gólgota... ¿qué es lo que ves?
- ¡Al dolor personificado! ¡Solo que tu no implorabas ser amado!
- Pero sin embargo tú me amabas, y viniste hacia mí y te fundiste conmigo. ¿Por qué lo hiciste?
- ¡Pues porque te amaba y te amo, mi amor!
- ¿Y sentiste mucho dolor cuando me abrazaste?
- ¡Un terrorífico dolor, pero también un amor sublime!
- ¡Ahí tienes la respuesta, mi amor! Tú te abrazaste a mi dolor, y encontraste también al Amor. Permaneciste a mi lado por amor, y encontraste también al dolor... ¡Son los dos rostros del corazón del Padre! Yo lo veo así, y lo siento así, mi amor.
- ¡Y a mí también me gustaría sentirlo así! Pero necesitaré de tu ayuda. No estoy muy acostumbrada a verlo de esta forma, y es posible que en algunos momentos se me olvide...
- Si tú le abres tu corazón desde este momento, ya no se te olvidará nunca.
- Micael, pero cuando tú lo rechazas, como es el caso de ahora... ¿no se sentirá igualmente incomprendido?
- ¡No, Raquel, porque él sabe que le amo! Solo le he pedido que retrase nuestro encuentro un tiempo...
- Mi amor... ¿y siempre andas de la mano con él? ¿A todas horas estás sintiendo el dolor en tu cuerpo?
- El dolor, como el amor, aunque siempre están con nosotros, no se dejan sentir constantemente porque nuestro organismo no lo soportaría. Sus vibraciones son muy poderosas para nuestra actual encarnadura. La misma capacidad que tenga tu cuerpo de experimentar el amor, lo hará con el dolor, y viciversa.
- ¡Pues tu, Micael... a todas horas siento vibrar tu corazón! ¡No te das ningún respiro!
- ¡Y mucho menos desde que te tengo a ti! Contestó Micael acariciando a su mujer.
- Mi amor... también esto quiero compartirlo contigo... ¡ayúdame a conseguirlo!
- ¡Ya lo estás haciendo, princesa, solo que no eras consciente de ello!
- ¿Pero la consciencia es muy importante, no...?
- ¡Vital! ¡Pero ya lo eres...!
- ¡Y lo seré de otras muchas cosas dentro de poco... y estoy un pelín preocupada!
- ¡Y yo...! ¿Qué te crees? Somos humanos, mi amor, y lo que llevamos entre manos es muy grande para nosotros.
- ¡Pero no para nuestro corazón!
- ¿Aprendes pronto, eh... princesa...?
- Es que tengo a un excelente profesor. ¡Es el mejor en la materia!
- ¿Y solo soy el mejor en eso?
- ¡Y en otras muchas cosas!
- ¿Cómo por ejemplo...?
- ¡Pero qué preguntón estás!
- Dime... ¿en que otras cosas soy un profesor para ti? Preguntó Micael besando su pelo y su cuello.
- ¡Pues en ponerme a cien, por ejemplo...!
- ¡Muy poca velocidad es esa... tendré que seguir un poquito más...!
- ¡Ay, que me haces cosquillas...! ¡Por favor, Micael, no me tortures así...! ¡Sabes que cuando... cuando me pones así... ya no puedo esperar... me vuelves loca...!
- ¡Pues vuélvete loca, mi amor... vuélvete loca!



 Raquel, no pudiendo contenerse por más tiempo, le arrancó la ropa a su marido y se abalanzó sobre él. Se quitó la camisola que llevaba puesta y comenzó a saborear a su marido como si se tratara del más exquisito e irresistible manjar. Y él se dejaba hacer, se sentía deseado por su princesa, amado. El deseaba tomarla, su vientre estaba al rojo vivo, pero la dejó disfrutar. Cuando ella ya había saciado su sed, se entregó a él, y bebió de ella como si se tratara del mejor vino. Su vientre se abrió para él, y éste lo penetró con toda su fuerza, con toda la pasión. Y quedaron entrelazados. Sus cuerpos se movían con el mismo ritmo y violencia que las olas, y sus bocas se fundieron en fuego y deseo. Y así estuvieron hasta el amanecer. Exhaustos, pero plenamente felices y enamorados, subieron despacio la escalera de caracol, y yendo a su habitación se dejaron caer sobre la cama. Allí todavía sus brazos deseaban entrelazarse, pero sus fuerzas estaban ya mermadas. Se cubrieron con las sábanas, se miraron, se echaron a reír y se besaron. ¡Eran los mayores gamberros del amor, pero estaban dispuestos a beber de él hasta apurarlo!



- Micael, mi amor... ¿qué hora es ya?
- ¡Las cinco, ya le queda poco al sol para despertar!
- ¡Pero qué gamberros somos... teníamos que descansar para el viaje, no...!
- ¡Y lo hemos hecho muy bien...!
- ¡Ah sí... pues yo estoy agotada y sin dormir!
- Dentro de unos minutos te aseguro que empezaremos a dar botes, y nuestra mente estará del todo despejada. Nos hemos cargado mutuamente de energía, pero hay que dejarla actuar...
- Mi amor... ¿por qué cuando estamos juntos somos tan insaciables? ¡Es como si nos quisiéramos comer el uno al otro!
- Mi princesa... ¿qué pasa cuando se ponen dos imanes muy potentes uno frente al otro y de distinta polaridad?
- ¡Pues que mejor que no te cojan en medio! ¡Se atraen, se pegan el uno contra el otro y se funden en uno... no hay quien los separe!
- ¡Pues exactamente lo que nos pasa a nosotros! Siempre necesitamos estar en contacto, bien física, emocional o espiritualmente.
- ¡Eres tan hermoso, mi príncipe...!
- ¿Tanto te gusta mi cuerpo?
- ¡Aunque fuera el cuerpo de un leproso, de un jorobado, de un tullido... nada lo cambiaría! Es tu piel, tu ternura, tu calor, tu... ¿lo ves...? ¡Volvería a cubrirte de besos otra vez!
- ¿Y por qué no lo haces?
- ¡Tengo que controlarme!
- ¿Quieres controlar al amor...? ¡No lo conseguirás nunca, princesa! Porque el amor rompe, rasga, quema, nace, se expande... ¡Es la fuerza omnipotente! ¡Ven aquí mi princesita...!  Micael la abrazó intensamente, y quedaron herméticamente unidos.
- Mi amor... te siento preocupada...¿hay algún motivo?
- Micael... dime... ¿en qué va a consistir la reacción contraria que vamos a sufrir en el interior del templo de la Esfinge?
- Cuando poseas el disco solar, ya no habrá más preguntas. ¡Lo sabrás todo!
- Pero me gusta que me lo expliques tú. Me encanta oírte.
- ¿Entonces nos levantamos ya de la cama?
- ¿Y no puedes hacerlo aquí?
- ¡En la cama no me concentro bastante bien, y además... tú eres una continua tentación..!
- ¡Pues inténtalo, hombre... con lo bien que estoy ahora aquí contigo!
- Está bien, lo intentaré.

Tú y yo, hace ya mucho tiempo, vinimos a esta dimensión con mucha información. Entonces nos consideraban los danzadores del Sol, ¿te suena de algo, mi amor?
- ¿Danzadores del Sol? Pues como no tenga relación con las personas que ví bailando alrededor de la fuente en la Casa Madre...
- Exacto... pero no hay que olvidarse de que además de la Fuente del Conocimiento, está el SOL que vive en sus entrañas, el Sol Interior, nuestro PADRE. Y nosotros veníamos de allí. Toda aquélla información, de la cual solo una décima parte fue entregada a la humanidad, fue codificada por nosotros y por los nuestros y guardada en las mismas paredes del Templo. Lo que hicimos entonces, y para que te hagas una idea, utilizamos aquéllas paredes como si se trataran de pantallas de un ordenador. Metimos toda la información y luego desconectamos. Solo con la contraseña y la clave se puede tener acceso a ella. La contraseña eres tu, el disco solar, la clave somos los dos, como fuente de energía, y el que se haga con la información y la descodifique, será David. Ya entonces activamos ciertos resortes de seguridad, que a lo largo de la historia y del tiempo han impedido que otros seres tuvieran acceso. De hecho los ha habido que han conseguido entrar esquivándolos. No se trata de cualquiera, son seres muy poderosos y evolucionados de esta dimensión y de otras más altas. Incluso los hay que son de otros planetas. Pero solo desean esa información para poder marcharse de aquí para siempre, llevársela consigo y dejar a la humanidad totalmente ignorante y a oscuras.
- ¿Y consideras a esos seres evolucionados? ¡Los hay de tercera que son mucho mejores!
- Mi amor, es que el hecho de estar en tercera dimensión, no supone el tener una evolución inferior a la de ellos. Son mucho más evolucionados que el ser humano en tecnología, en capacidades mentales y psíquicas... y en otras muchas cosas... pero su alma, su espíritu es mil veces inferior a la de un ser humano. ¡Hay grandes seres de Luz encarnados en esta humanidad, Raquel! Y parte de esos códigos que están ahí encerrados despertarán a todos esos danzadores del Sol, a los corderos solares, a los Tuareg que surgen del mismo suelo del desierto en tu sueño, mi amor. Cada uno de ellos tiene su propio código, el pequeño tambor que llevan entre sus manos, y cuando nosotros, cantando mantras, los códigos, y danzando golpeando el suelo con nuestros pies, el despertar, ellos van despertando de su letargo y con plena consciencia se unen a la vibración del corazón de la tierra, el tambor. Ellos serán junto con Jhoan, y muchos de nuestros hermanos de las profundidades, los que cojan nuestro relevo y ejecuten hasta el final todo el Plan de Acoplamiento.
- ¿Qué acoplamiento?
- ¡El de este Planeta, y su Humanidad, a la Gran Familia de la Luz, el Universo! ¡El Hijo pródigo retorna a la casa del Padre!
- Entonces, esos seres que están dentro del Templo, no desean para nada que esa información caiga e nuestras manos, ¿me equivoco?
- ¡No, no te equivocas, mi amor!
- Pero se supone que nosotros tendremos más fuerza que ellos...
- Habría sido todo más fácil si nuestros hijos no hubieran alimentado a la Esmeralda. Con ellos la Piedra se ha alimentado con nuestra esencia, con nuestra identidad, y también los seres oscuros se han beneficiado de ella, se han alimentado, han recuperado las fuerzas que habían perdido y además... en cuanto pisemos suelo egipcio sabrán quienes somos. Ellos han bebido de nosotros, y sabrán enseguida cual es la fuente.
- ¿Y qué puede pasar... que eviten que tengamos acceso a esa información?
- Saben que con nuestros conocimientos no pueden vencernos, pero intentarán tentarnos, desviarnos de nuestro objetivo.
- ¿Pero cómo...? No creo que sean tan infantiles de tentarnos con el poder, la riqueza, la fama o... ¿qué otros pecados capitales hay por ahí?


Y Micael se rió, pero con cierta preocupación en sus gestos.
- ¡Por ahí ya saben que no van a poder, pero sí el hacernos dudar de nosotros mismos! Ellos saben de nuestro poder, de nuestra fuerza, sobre todo saben la identidad de nuestro corazón, e intentarán que dudemos de él, confundirnos, intentarán volver loca a nuestra mente, y la razón querrá guiar al corazón, en vez de dejarse guiar por él.
- ¡Pero mi amor... no lo conseguirán! ¿Verdad que no...? Tampoco dudamos cuando tuvimos que decidir sobre la Piedra Verde. Tuvimos nuestro mal momento, pero al final nos dejamos guiar por el corazón. ¡Sé que El nos va a ayudar, Micael, que se hará sentir más que nunca en nuestro interior!
- ¡Claro que lo conseguiremos, mi princesa...  seguro que si!
- ¡Y tu mi amor... si sabes todo esto... es porque ya estuviste allí...! ¿Cuando fue?
- En el tiempo de Jhasua y Camaleón. ¿Te acuerdas de aquéllos largos viajes que hice antes de empezar mi enseñanza por Israel?
- ¡Sí, claro que sí!
- ¿Te acuerdas que de un viajé volví y no me reconociste?
- ¡Cómo se me va a olvidar...! Te fuiste con 28 años y volviste que parecías un hombre de cincuenta. Demacrado, muy delgado, apagado... fue como si hubieras perdido tu esencia en la esquina de cualquier camino. Estuve mucho tiempo preocupada. Creí que tenías alguna enfermedad.
- Pues fue en aquél viaje, cuando entré al Templo. Fui uno de los pocos que tenía acceso a él. Era uno de los miembros de una orden iniciática misteriosa, y lo de misteriosa te lo digo porque nadie conocía la existencia de aquéllos extraños personajes, salvo ellos mismos. Pasé toda una noche en aquel templo solo. Era la última prueba, y la habría superado a no ser por mi impaciencia, aunque yo no diría que fue eso precisamente lo que me llevó a acariciar aquéllas paredes. Yo entonces tenía consciencia plena de mi participación directa en aquél secreto tan bien guardado del Templo. Me acordé de ti, de todos los hermanos que estuvieron entonces con nosotros, y me embargó la emoción, y mis manos quisieron acariciaros, pero se toparon con las paredes frías y desnudas de aquél gigantesco ordenador de piedra. Y solo con el roce de mis manos desaté todas las fuerzas psíquicas y eléctricas que salvaguardaban el habitáculo. Salí rápidamente, pero aun así me dejaron al límite de mis fuerzas y energías. Entonces, totalmente debilitado, tuve que enfrentarme a todos los seres oscuros que vivían entre aquéllas piedras. Fue una lucha atroz. Hubo momentos en que creí morirme. Pero en lo más álgido de aquéllas alucinaciones, pronuncié tu nombre, Nefertiti, más que como una llamada de auxilio, como un último recuerdo para mi amor, y es cuando una gran luz invadió el interior de aquél templo, me acarició y me llevó al exterior sano y salvo. Entonces decidí no volver más, hasta que no fuera el momento.
- ¡Y yo, Camaleón, sin enterarme de la fiesta!
- ¡No te enteraste de la fiesta, como tu dices, pero fuiste la que me curó después y la que me ayudó a recuperarme!
- ¡Tampoco fue para tanto... unos pocos masajes, ciertos brebajes que aprendí de mi madre y...!
- ¡Como ahora, mi amor, como lo has hecho en esta ocasión, con mucho amor, con mucho cariño... eso fue lo que me dio fuerza y me revitalizó, mi amor!
- ¿Por qué esa diferencia de consciencia entre los dos, entonces?
- ¡Porque así lo demandaban las circunstancias, princesa, era nuestro guión a interpretar! Pero seguíamos siendo los mismos, nuestro amor seguía siendo el de siempre.
- En un momento determinado tu le dijiste a David que la puerta de ese templo solo se veía en el astral, y que para entrar, tendríamos que proyectarnos.
- Desde el exterior es la única manera. Pero si estás dentro, hay puertas y túneles que te llevan a él, pero para eso hay que encontrarlos.
- Es que cuando estoy hablando con él, con Akenaton, mientras comemos las uvas y bebemos el agua, él me comento algo, que no recuerdo muy bien, pero creo que tiene relación con la entrada y la importancia de la materia... no me acuerdo de más, pero intuyo que me estaba dando algún tipo de instrucción.
- De todas formas, mi amor, en el momento en el que vuelvas a entrar en esa pirámide, y recibas de él el disco solar, tendrás toda la información necesaria.
- Me voy a sentir un poco extraña, cuando de nuevo esté con él.
- ¿Por qué...?
- Pues porque sé que él eres tu, y le voy a ver con otra cara, con otro cuerpo... ¡mientras no me entre la risa!
- ¡No te preocupes, yo ya entonces tenía muy desarrollado en sentido del humor, pero te advierto querida, que la que va a entrar allí, no va a ser Raquel, sino Nefertiti...!
- ¡Pero espero que la que vuelva a salir sea yo, Raquel... no me fastidies!
- ¡Ay, princesa... pero qué divertida eres...! ¡Tan solo irás a recoger algo que dejaste guardado en el pasado! Luego volverás a ser la de ahora y la que serás siempre, mi amor, y mi princesa...
- ¡Qué hambre me está entrando!  Exclamó ella llevándose la mano al estómago.
- ¿Y si nos preparamos un buen desayuno? Luego podríamos ir a tomar un baño al mar y pasar por casa. Seguro que encontramos a David trabajando. Quiero estar con él todo el tiempo que pueda.
-  Ahora mismo bajo y lo preparo.  

Raquel hizo intención de levantarse de la cama, pero él la volvió a enganchar por la cintura y la rodeó con sus brazos.
- ¡Bésame otra vez, amorcito...!

Y ella se tumbó de nuevo sobre él, le abrazó y le ofreció su boca. El bebió de ella hasta saciarse, pero cuando los ánimos empezaban a caldearse de nuevo, los dos se echaron a reír y se levantaron de la cama rápidamente.
- ¡Ahora a desayunar, el trabajo nos espera! Exclamó Raquel echándose una bata por encima y disponiéndose a bajar las escaleras de caracol con dirección a la cocina. Micael se quedó en la habitación, sonriéndose, siguiendo con la mirada a su mujer. Se vistió, ventiló la habitación y bajó a ayudarla. Este llamó al móvil de David, y como suponían, ya estaba levantado y leyendo algunos borradores. Le invitaron a que pasara a desayunar con ellos, pues Jhoan y Salomé todavía dormían, y luego fueron a darse un baño.

Al regresar pasaron por casa de sus hermanos, y juntos fueron a despedirse de Huracán. Comieron temprano, y a las tres de la tarde, Jhoan les llevó en el coche hasta el aeropuerto. Eran las cinco y media cuando el avión con destino al Cairo, se elevaba sobre la pista.

-¡Hasta pronto, hermanos... que la Fuerza os acompañe! Exclamó Jhoan emocionado. Salomé le cogió del brazo y juntos fueron hacia la salida. Regresaban a casa. Ellos también tenían que preparar su viaje.

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